La Edad en Relación al Discipulado

Impreso en The Beacon en julio de 1971 y en noviembre de 1999

Por M. F. Haselhurst

El objetivo de todo entrenamiento de un discípulo consiste en trasladar su percepción consciente desde la etapa en que se encuentra, a niveles más elevados que los de los tres mundos de la definida evolución humana. (Los Rayos y las Iniciaciones, p. 123. Ed. Kier)

Una de las tareas principales de la conjunta Jerarquía es presentar a la humanidad estas ideas divinas básicas. (Discipulado en la Nueva Era, Vol. II, p.168. Ed. Sirio)

ES EXTRAÑA LA FUERZA con que la edad influye (la edad física, la edad del cuerpo, no la del alma) en lo que bien podrían ser puntos cruciales en el entrenamiento del discípulo. Hombres y mujeres negocian años de esfuerzo, necesariamente dividido, para cumplir con los compromisos familiares y sociales así como las demandas del esfuerzo esotérico y luego, en los años de espléndida oportunidad, cuando las obligaciones externas merman y disminuyen las exigencias externas sobre su tiempo y atención, dan la espalda y cierran sus mentes a las oportunidades que están surgiendo. Todo por culpa de la ilusión tan poderosa de “la vejez”.

Es una pérdida trágica para el grupo mundial esotérico el que muchos estudiantes dejen de lado el trabajo o disminuyan su intensidad en el preciso momento en que, más que nunca, se les presentan oportunidades a gran escala. En vez de considerar la edad física como un período para aislarse, una época en que la vida se está terminando, lo cual los vuelve limitados, quietos y restringidos, los discípulos deben darse cuenta que lo que realmente está sucediendo es que las oportunidades espirituales se están multiplicando; el horizonte del alma se extiende cada vez con mayor gloria a medida que las barreras de las pequeñas funciones diarias desaparecen, dejándolos libres para vivir como almas. Margaret Forbes escribió una oración que podría haber sido dirigida a los discípulos en este punto de su entrenamiento:

“Dios de Todos, guíanos, no hacia las situaciones seguras,
Sino a los lugares peligrosos de explosión y fango,
Aquí, en las duras y arriesgadas operaciones del mundo,
Cárganos y recárganos con el fuego invencible”.

También está disponible para orientarnos, la clara e inequívoca declaración del Maestro Tibetano de que el alma puede trabajar más fácilmente a través de cuerpos disciplinados durante mucho tiempo para su uso, que a través de aquellos que son más jóvenes. El factor de mayor importancia es ese punto de percepción de la conciencia, que tiene que ser transferido más allá de los niveles normales humanos. ¿Qué mejor momento para que ésto se dé, que los años en que los deseos se atrofian, los deberes disminuyen y las presiones de tiempo se alivianan milagrosamente?

Estos son los años de oportunidad del discípulo; oportunidad para expandir los esfuerzos existentes e iniciar algunos nuevos. Ahora él tiene horas preciosas en las que la energía del pensamiento puede utilizarse de forma creativa y el trabajo de meditación puede ser profundizado. Estos deberían ser años de radiación, de expresión llena de propósito; años en que el discípulo encuentra, posiblemente para su propio asombro, que ha desarrollado capacidades que ahora pueden ser utilizadas para revelar e irradiar el amor y la luz, la voluntad y el propósito de ese Ser Divino del cual él es una expresión fragmentada.

En la juventud y en la edad media el aspirante y el discípulo son llamados a hacer frente a diversos compromisos orientados hacia lo externo. Hay demandas familiares y de los amigos, obligaciones sociales, más el complicado proceso de ganarse la vida, criar los hijos y cumplir las demandas de su medio ambiente externo. Todas estas cosas distraen (con razón, pero aún así, distraen) la atención del objetivo principal de vivir como alma, de dirigir las energías espirituales, de aprender a reconocer, comprender y liberar la verdad espiritual.

Si un individuo ha sido un estudiante durante muchas vidas, el habrá desarrollado una considerable habilidad de mantener la conciencia más allá de estas limitaciones y podrá utilizarlas, con cierto grado de facilidad, como aspectos de su trabajo esotérico. Para el individuo que está empezando el estudio esotérico por primera vez, o que por lo menos es relativamente nuevo en este, tales deberes y obligaciones se interponen entre él y su objetivo, desviando temporalmente la atención y la energía que él gustosamente daría al esfuerzo esotérico.

Esta es, por supuesto, sólo una aparente interrupción. En realidad se está entrenando a sí mismo en las habilidades, aptitudes y cualidades que necesita desarrollar o reforzar si el alma va a trabajar con la máxima eficiencia a través de su instrumento externo, la personalidad integrada. Estas obligaciones en el plano externo, cumplidas correctamente, conducen a la atrofia y posterior eliminación de aspectos indeseables y obstaculizadores del carácter.

Los Años de Oportunidad

Sin embargo, durante un período de la vida o encarnación, gran parte de la atención se centra necesariamente en el actual punto de percepción, el mundo del esfuerzo y la demanda diarios. Con que gusto entonces, los discípulos deberían darle la bienvenida a la llegada de ese período al que generalmente se conoce como “vejez” y que en la mente de los hombres está vinculado con la limitación. Aquí, en este período de “la vejez”, comienzan a darse los años de oportunidad. Estos son años en los que el discípulo es libre de llevar su programa de entrenamiento a un nivel superior, de centrar su percepción de la conciencia mucho más permanentemente fuera de las necesidades inmediatas. Ahora es la época en que los deberes externos, los compromisos e intereses, son las expresiones temporales de una vida llevada conscientemente más allá (¿o será por encima o hacia adentro?) de estas obligaciones limitantes.

Las palabras poco importan. El hecho es que el alma entra en sí misma. Es libre para dominar (con muy poca interrupción) sus vehículos tan cuidadosamente integrados; para inundarlos con vida divina, duradera y eterna a medida que demuestra su realidad por medio de la apariencia fenoménica.

Estos no son conceptos poéticos que expresan la forma en que la juventud percibe una vejez idealizada. Representan la verdadera experiencia de un estudiante que ha caminado el Sendero durante un largo período en la vida y ahora enfrenta esos aparentemente desolados años que piden a gritos ser explotados por su riqueza espiritual.

El Tibetano dice rotunda y categóricamente que la fatiga física no necesariamente incapacita, de manera alguna, la utilidad del discípulo, ya que ellos tienen una curiosa capacidad para continuar con su trabajo sin importar lo que pueda ocurrirles físicamente. Ellos aprenden a vivir con discapacidades físicas, en condiciones adversas, y aun así mantienen su trabajo en un alto nivel.

Parte del entrenamiento de un discípulo consiste en aprender a sintonizar, reconocer y precipitar esas ideas divinas emergentes con las cuales la Jerarquía aspira sembrar el pensamiento de la humanidad. Luego, estas deben traducirse en los conceptos que condicionarán el pensamiento humano en el próximo ciclo. Esa labor exige un entrenado sentido de sincronización, la capacidad para abstenerse de la acción precipitada o prematura. Esto ilumina claramente la oportunidad presentada a los discípulos “mayores” que se han entrenado a sí mismos en la paciencia y han aprendido a través de la experiencia lo engañosos que son los valores del tiempo que condicionan mucha parte de la acción externa.

En su libro El Discipulado en la Nueva Era, Vol. II, págs. 433-4 (Ed. Sirio), el Tibetano expone con gran claridad las razones por las cuales un discípulo debe continuar su trabajo en las últimas etapas de una encarnación, avanzando “a pesar de la fatiga y del creciente ‘crujir’ del mecanismo humano”. Simplificando, estas razones son:

  1. Debe esforzarse por continuar el mismo ritmo de servicio y de vida fructífera cuando –libre del cuerpo físico- se encuentre más allá.No debe haber interrupción en ese servicio.
  2. Debe esforzarse, hasta donde sea posible, por mantener la continuidad de su conciencia como discípulo activo, sin permitir interrupción alguna entre su actual punto de tensión y el que sobreviene después de la experiencia de la muerte.
  3. Debe esforzarse por cerrar el episodio de la experiencia de esta vida, a fin de evidenciar que es miembro de un Ashrama; no debe permitir interrupción alguna en la relación establecida ni que cese la afluencia de la vida ashrámica a través del discípulo, al mundo de los hombres.Esta actividad no es fácil debido al natural y normal deterioro del vehículo físico a medida que envejece, lo cual requiere una concentración definida del esfuerzo, acrecentando así la tensión en la que vive siempre un discípulo.

Después de estas tres “necesidades” hay una triple declaración que define con una claridad casi cruel las alturas hacia las que los discípulos deben escalar, alturas de las que ni la edad física ni el cansancio físico deberían permitirse ser limitantes.

“Para cualquier discípulo en mi Ashrama”, nos dice, “el problema en este momento de crisis mundiales particularmente urgente, por las siguientes razones:

a. Por intermedio de mi Ashrama, que trabaja bajo la inspiración del Maestro KH, se divulgará una nueva presentación esotérica de la verdad, esto convertirá en exotérica la enseñanza más antigua.

b. Los discípulos en mi Ashrama tienen la doble responsabilidad de mantenerse firmes para preservar el conocimiento.Esta firmeza de ninguna manera debe abandonarse cuando la vejez se acerca, ni debe permitirle desaparecer por la transición de la misma muerte.El Maestro de un Ashrama trabaja mediante el pensamiento consciente e ininterrumpido de un grupo fusionado de discípulos.El servicio activo externo de un grupo de discípulos no es de mucha importancia (aunque tiene necesariamente un propósito vital) como el coherente e integrado pensamiento grupal, tan poderoso para efectuar cambios en la conciencia humana.

Leyendo estas palabras, ¿Cómo puede un discípulo mirar sus años de “vejez” de otra manera que no sea como una época de oportunidad espléndida y especializada, como un bono de tiempo para utilizarlo con gran generosidad a medida que continúa su búsqueda interminable?

c. El punto final de esta trilogía coloca el énfasis en los terribles reajustes en la conciencia humana “incidentales a la inauguración de una nueva cultura, civilización y religión mundiales” y enfatiza la oportunidad de preservar intacto y libre de todo deterioro su “estado mental” durante los años que restan de esta vida, a través del proceso de disolución, y así hasta la liberación en el más allá.No es una tarea fácil mantener consciente esta integridad; requiere comprensión y un esfuerzo deliberado.

Como si todo esto no fuera suficiente incentivo para la perseverancia, tenemos esta súplica adicional del Tibetano:

Les pediré que, al transcurrir la vida y al acercarse el momento eventual e inevitable de abandonar el cuerpo, se aferren cada vez más al conocimiento que poseen de la Jerarquía y pasen al más allá totalmente consagrados al Plan jerárquico.Esto no es simplemente una sugerencia de mi parte, sino que trato de llamarles la atención sobre el concepto de la continuidad espiritual del conocimiento y de la actitud correctamente orientada.Entonces no se perderá tiempo; podrán lograr la verdadera continuidad de conciencia, pues es uno de los factores que servirá para mantener unido a este grupo de discípulos.

Y adicionalmente tenemos la promesa de que “Cuando el estudiante o discípulo vuelva a la encarnación, el conocimiento impartido (almacenado en el contenido del alma) estará entonces útilmente disponible”.

Aquí se muestra el tipo y el alcance del trabajo que los Maestros aspiran lograr a través de sus discípulos para la humanidad. Es un trabajo que pueden trazar e indicar, para el cual existe un entrenamiento disponible, pero que en último análisis, debe hacerse a través de y llevado a cabopor sus discípulos. Y sobre todo, posiblemente a través de aquellos discípulos de larga data quienes habiendo trabajado durante muchos años, están ahora en el punto en el que puede darse un cambio vital de conciencia, haciendo posible los nuevos y necesarios reconocimientos y realizaciones. Por esto debemos recordar que es el discípulo quien ha establecido un contacto utilizable con su alma (del que puede beneficiarse en cualquier momento que lo decida) y puede empezar a registrar impresiones que le lleguen directamente del Maestro.

Volviendo nuevamente al Maestro Tibetano, se nos dice que una de sus funciones es “introducir ideas en la mente del hombre y hacer descender al reino de las palabras ciertos conceptos que están surgiendo, de modo de comenzar a ejercer influencia en el nivel superior de los pensadores, los cuales son responsables de precipitar profundamente las ideas en la conciencia humana”.

La Cooperación Necesaria

Seguramente es al grupo de discípulos “de mayor edad” al que él debe dirigir la mirada para la necesaria cooperación humana. En gran medida ellos permanecen libres de las demandas de las afiliaciones grupales y de las responsabilidades familiares. Tienen tiempo, tienen células cerebrales condicionadas al alto nivel vibratorio necesario, y tienen esa otra rara necesidad de períodos largos y tranquilos de soledad durante los cuales puede llevarse a cabo la investigación, puede profundizarse el pensamiento meditativo y se puede cultivar la respuesta intuitiva a las ideas divinas.

Debe recordarse que el Tibetano ha dado como su siguiente objetivo la tarea de escribir “para la generación que, al finalizar este siglo, vendrá a expresar activamente el pensamiento que inaugurará la nueva era, la cual comenzará con ciertas premisas que hoy constituyen el sueño de los más exaltados soñadores”.

El final del siglo está ahora a nuestra puerta, y si estos nuevos pensadores han de cumplir su destino, necesitarán de la comprensión y el apoyo de quienes pueden servir de puente entre la emergente nueva era y la era que está pasando. Aquí, una vez más, tenemos una oportunidad dinámica para los discípulos en la categoría de mayores de edad. Ellos pueden estar preparados para detectar cualquier expresión genuina de esta “nueva” presentación (que, después de todo, es simplemente la Eterna Sabiduría, que conocen tan bien, con un vestido nuevo), alentar a quienes emiten estas nuevas expresiones y brindar ayuda en la difusión de la proclamación. Ellos también pueden estar listos para defender a los nuevos trabajadores, quienes probablemente tendrán que enfrentar muchas dificultades, oposición y permanecer con una gran necesidad de comprensión, compañerismo y de sabia dirección que los discípulos “viejos” (los que mantengan activos sus vínculos internos) pueden dar.

Examinen cuidadosamente la declaración del Tibetano de que la tarea más importante de los aspirantes “es cultivar la sensibilidad superior; llegar a ser tan puros y altruistas que sus mentes permanezcan imperturbables por los acontecimientos en los tres mundos, mantener alerta ese sentido espiritual que les permitirá ser impresionados y luego interpretar correctamente las impresiones recibidas”.

Es cierto que los discípulos inmersos en la actividad mundial pueden haber logrado una orientación mental tan estable que sus mentes permanezcan “imperturbables por los acontecimientos en los tres mundos”. Esto es, sin embargo, una condición que seguramente se manifiesta cuando las exigencias del servicio externo han disminuido, y cuando la mente puede enfocarse fijamente hacia esa realidad que entraña todos los acontecimientos dentro de sí misma.

Aquí, una vez más, es evidente la oportunidad y el privilegio que enfrentan los grupos de discípulos de mayor edad. Sólo necesitan olvidar los conceptos pre-establecidos, los clichés, las actitudes de retracción y de limitación que normalmente coloran e influencian la evaluación de las oportunidades de servicio en esta etapa avanzada de sus vidas. Al deshacerse de estos lazos producidos por el hábito, descubren que son libres para actuar dentro de mayores realizaciones y aprovechar plenamente los campos altamente especializados de servicio que se abren ante ellos.

Una Experiencia Continua

El punto de importancia primordial es entender la vida como un proceso continuo, de discipulado como una experiencia continua. El viaje es uno, aunque el escenario cambia y las condiciones fluctúan. Los pensamientos, las actitudes, los enfoques, los esfuerzos de hoy, están enraizados en el pasado, pero también envían un fuerte crecimiento hacia el futuro. Los esfuerzos de hoy no son un aferramiento desesperado a una esperanza a la que uno no se atreve a abandonar. Son parte de un proceso que fluye de una vida a otra, de una fase de la vida a otra. Si la próxima demostración es lograr la máxima eficiencia en las primeras etapas, el esfuerzo presente debe continuar siempre y cuando el vehículo físico sea capaz de responder a los impulsos del alma.

Hay un enorme desafío en el servicio durante la “vejez”, porque el trabajo espiritual es esencialmente trabajo subjetivo, y los años de “vejez” son aquellos en que el esfuerzo subjetivo puede desarrollarse enormemente. “Pueden”, dice el Tibetano, “ayudar a construir la forma mental de la enseñanza de la Nueva Era.Esto lo realizarán, ante todo, por medio del pensamiento, aplicando prácticamente a su vida personal y a cualquier precio, toda la verdad que hayan comprendido, sacrificándose y sirviendo a sus semejantes y difundiendo constantemente el conocimiento que pueden poseer”.

Este es un objetivo alcanzable. Todo lo que se necesita es mantenerse firme en el reconocimiento de que el alma no tiene edad y que puede utilizar su instrumento siempre que ese instrumento se mantenga como una herramienta útil y utilizable.

En estos años especiales es muy necesario recordar que el “trabajo” no es sinónimo de actividad en el plano físico. Tenemos una directriz más clara que se relaciona con la forma de este esfuerzo en la edad avanzada.“Trabaje por medio de otros, como lo hace la Jerarquía, vigilando, sugiriendo, desarrollando la facultad innata de la previsión… entrene a otros para que hagan el trabajo de detalle y usted trabaje detrás de la escena, como lo hacemos nosotros”.

Esta no es una tarea fácil. No tiene glamour, ni el atractivo y la emoción de la ovación pública, ni el alarde colorido del show externo. Es casi únicamente el esfuerzo inspirado por la voluntad y por lo tanto representa el próximo gran cambio de motivación y del manejo de la energía que los discípulos requieren lograr. Es un desafío tremendo. Significa un esfuerzo activo para cumplir la parte que corresponde en el establecimiento de la necesaria reorientación del punto de percepción consciente. Exige un esfuerzo premeditado de registrar y transmitir ideas divinas, independientemente del posible efecto devastador que estas puedan tener sobre los patrones de vida establecidos. Significa ir hacia adelante como si uno conociera la vida como una experiencia total, continua, expansiva; como una totalidad en la que cada fragmento tiene un valor único que se mezcla correctamente con todos los demás. Significa vivir deliberadamente cada minuto de cada día, sabiendo que de esta manera, con esta cooperación, el propósito divino finalmente se manifestará en el mundo de los hombres.. [-]