Extractos sobre La Reaparición de Cristo

(adaptado del Capítulo III del libro
La Reaparición de Cristo de Alice A. Bailey)

La venida de un Avatar, el advenimiento de Aquél que Viene y la reaparición de Cristo constituyen la nota clave de la prevaleciente expectativa en todas las épocas. La reaparición de Cristo, el Avatar, ha sido, durante décadas, anticipada por los creyentes de ambos hemisferios - no sólo por los cristianos, sino también por quienes esperan a Maitreya, al Boddhisattva y al Iman Mahdi. La doctrina de Mediadores, Mesías, Cristos y Avatares, abunda en todas partes y puede ser trazada como un hilo dorado que atraviesa todos los credos y Escrituras del mundo. Cuando los tiempos están maduros, la invocación de las masas es suficientemente clamorosa y muy vehemente la fe de quienes saben, entonces Él ha venido, y esta antigua regla o ley universal no será hoy exceptuada.

La Presencia física en nuestro planeta de conocidos Personajes espirituales, como el Señor del Mundo, el Anciano de los Días, los Siete Espíritus ante el trono de Dios, Buddha - Guía espiritual de Oriente -, y Cristo - Guía espiritual de Occidente -, absorben nuestra atención en esta época culminante. La creencia incierta de Su existencia, las vagas especulaciones acerca de Su trabajo, el interés puesto al servicio del bienestar humano y el aún no convincente, aunque esperanzado, ferviente anhelo de los creyentes (y también de los no creyentes), pronto serán reemplazados por el cabal conocimiento y el reconocimiento visual, debido a los indicios que se observarán, a la actividad colaboradora y a la reorganización y orientación (por hombres de inusitado poder) de la vida política, religiosa, económica y social de la humanidad.

Esto no vendrá como consecuencia de una proclama o un maravilloso acontecimiento planetario que hará exclamar a los seres humanos: "Loado sea, Él está aquí. He ahí los signos de Su divinidad", porque provocaría antagonismo y burla, rechazo o credulidad fanática. Vendrá por habérsele reconocido su capacidad de conductor, debido a los cambios dinámicos, pero lógicos, efectuados en los asuntos mundiales, y a la acción emprendida por los pueblos desde lo más recóndito de sus conciencias.

Dios Trascendente, más grande, más vasto y más concluyente que el mundo de Su Creación, ha sido reconocido universalmente y se ha aceptado generalmente el énfasis puesto sobre él; todos los credos pueden afirmar con Shri Krishna - cuando habla como Dios, el Creador - que, "habiendo compenetrado el entero universo con un fragmento de Mí Mismo, Yo permanezco". Este Dios trascendente ha dominado el pensamiento religioso de millones de personas sencillas y espirituales en el transcurso de los siglos, desde que la humanidad inició su camino hacia la divinidad.

Lentamente va despertando la incipiente conciencia de la humanidad a la gran verdad paralela de Dios Inmanente - compenetrando divinamente todas las formas, condicionando desde dentro todos los reinos de la naturaleza, expresando la divinidad innata a través de los seres humanos y (hace dos mil años) personificando la naturaleza de esa divina inmanencia en la persona de Cristo.

Hoy, como consecuencia de esta Presencia divina en manifestación, está penetrando un nuevo concepto en la mente de los hombres de todas partes: el de "Cristo en nosotros esperanza es de gloria" (Col. 1-27). Existe una creciente y progresiva creencia de que Cristo está en nosotros, como lo estuvo en el Maestro Jesús, creencia que alterará los asuntos del mundo y la actitud del género humano hacia la vida.

Cristo se halla hoy más cerca de la humanidad que en cualquier otro período de la historia humana; está más cerca de lo que sospecha el anhelante y esperanzado discípulo, y puede estarlo aún más si lo escrito aquí es comprendido y llevado a la atención de todos los hombres, porque Cristo pertenece a la humanidad, al mundo de los hombres y no sólo a la Iglesia y a las creencias religiosas de todo el mundo. Posiblemente ahora se produzca otro reconocimiento. El del inminente retorno de Cristo (si puede aplicarse esta frase a Quien nunca nos ha abandonado) y de las nuevas oportunidades espirituales que ofrecerá este acontecimiento.

La base para dicho reconocimiento reside en la profunda convicción, innata en la conciencia humana, de que algún Instructor, Salvador, Revelador, Legislador o Representante divino, proveniente del mundo de las realidades espirituales, debe aparecer, debido a la necesidad y demanda humanas. En el transcurso de los siglos, en los momentos más apremiantes de la humanidad y en respuesta a su demanda, ha aparecido bajo diferentes nombres un divino Hijo de Dios. Entonces vino Cristo y aparentemente nos dejó, sin haber dado término a su tarea y sin consumar lo que Él había visualizado para la humanidad. Parecería que Su trabajo ha sido obstaculizado y frustrado durante dos mil años y que de nada ha valido, pues la proliferación de las iglesias, a través de los siglos, no constituye una garantía del triunfo espiritual que Él anhelaba. Hace falta algo más que las interpretaciones teológicas y el crecimiento numérico de las religiones mundiales (incluyendo el cristianismo y el budismo) para poder probar que Su misión mundial fue llevada a cabo con éxito. Aunque Su realización parecía imposible, se requirieron tres condiciones mediante las cuales podía intentarse poner a prueba Su trabajo; dichas condiciones son actualmente hechos comprobados. Primero, existe, como ya hemos visto, una condición planetaria general que desafortunadamente (debido al egoísmo del hombre) fue de índole tan catastrófica que la humanidad se vió obligada a reconocer la causa y el origen del desastre; segundo, un despertar espiritual que será impulsado desde las más recónditas profundidades de la conciencia del hombre, y esto sucede hoy como resultado de la Buena Voluntad Mundial 1914-1945; tercero, un creciente clamor invocador, oración o demanda que asciende hacia las elevadas fuentes espirituales, cualquiera sea el nombre con que se las designe.

La idea del retorno de Cristo es muy familiar, y el concepto de que el Hijo de Dios regresa en respuesta a las necesidades humanas está incluído en las enseñanzas de casi todos los credos mundiales. Desde que aparentemente partió hacia esa esfera, donde Lo han ubicado sus fieles, pequeños grupos de personas llegaron a creer que en determinada fecha regresaría, pero sus profecías y esperanzas se vieron siempre defraudadas. No ha vuelto. Ellos han sido burlados por las multitudes y censurados por los hombres inteligentes. Sus ojos no Lo han visto, ni ha habido una indicación tangible de Su presencia. En la actualidad millares de personas saben que Él vendrá; los planes para Su reaparición están desarrollándose sin haberse establecido fecha ni hora. Sólo dos o tres lo saben, pero en la hora en que menos piensen Él vendrá. (Mt. 24,44).

Al pensador ortodoxo de cualquier credo, le resulta difícil aceptar la verdad de que Cristo no puede volver, porque ha estado siempre aquí en la Tierra vigilando el destino espiritual de la humanidad. Nunca nos ha dejado, sino que en cuerpo físico y de incógnito, aunque no oculto, ha guiado los asuntos de la Jerarquía espiritual y de Sus discípulos y trabajadores, los cuales se han comprometido conjuntamente con Él a servir en la Tierra. Él puede únicamente reaparecer. Es una verdad espiritual que quienes han surgido de la tumba a la plenitud de la vida de resurrección, pueden estar visibles y al mismo tiempo invisibles para la visión del creyente. Ver y reconocer, son dos cosas muy distintas, y uno de los grandes reconocimientos de la humanidad, en un futuro próximo, es que siempre ha estado con nosotros compartiendo los valores familiares, las características peculiares de nuestra civilización y los innumerables dones otorgados al hombre.

Las primeras señales de que Se aproxima con sus discípulos ya pueden ser percibidas por quienes observan e interpretan correctamente los signos de los tiempos, pudiendo observarse, entre esos signos, la unión espiritual de los que aman a sus semejantes, que es en realidad la organización del ejército físico externo del Señor - ejército cuya única arma es el amor, la correcta palabra y las correctas relaciones humanas. El establecimiento de esta organización desconocida ha continuado con extraordinaria rapidez durante la postguerra, pues la humanidad está cansada de odios y controversias.

Los colaboradores de Cristo están activos en el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo, constituyendo el grupo más poderoso de precursores que jamás hubo precedido la entrada de un gran Personaje mundial en la palestra del vivir humano. Su trabajo e influencia hoy se ven y se sienten en todas partes, y nada puede destruir lo ya realizado. Desde 1935 se ha experimentado con el efecto espiritual y organizador de la Invocación expresada y enunciada, y la energía del clamor invocador de la humanidad ha sido dirigida hacia esos canales que van desde la Tierra hasta el Altísimo lugar donde mora Cristo. Desde allí ha sido trasmitida a esferas aún más elevadas, donde la atención del Señor del Mundo, el Anciano de los Días, el Padre de todos, más las Energías Creadoras y los Seres vivientes que moran con Él, pueden ser enfocados sobre la humanidad y darse los pasos que personifiquen con mayor rapidez los Propósitos de Dios.

Por primera vez en la historia de la humanidad la demanda de los pueblos de la Tierra es tan poderosa y acorde con la orientación divina, en tiempo y espacio, que inevitablemente se cumplirá; el esperado Represante espiritual debe aparecer, pero esta vez no vendrá sólo, vendrá acompañado por Aquellos cuyas vidas y palabras serán reconocidas por todos los sectores del pensamiento humano. Las profecías simbólicas observadas en todas las Escrituras mundiales, respecto a este inminente acontecimiento, demostrarán su veracidad, no obstante su simbolismo deberá ser reinterpretado; las circunstancias y los acontecimientos no serán exactamente como las Escrituras parecen indicar. Vendrá, por ejemplo en las "nubes del cielo" (Mt. 26,64), según las Escrituras cristianas, pero ¿qué tiene esto de sobrenatural cuando millones de personas viajan por el espacio a toda hora del día y de la noche? Lo menciono como una profecía de las más destacadas y conocidas; sin embargo tiene muy poco significado para nuestra civilización moderna. Lo importante es que Él vendrá.

Cristo traerá luz y, por sobre todas las cosas, traerá "vida más abundante", pero hasta que ello no se produzca no sabemos qué significa; no podemos darnos cuenta lo que implicará esta revelación ni las nuevas perspectivas que se abrirán ante nosotros. Por Su intermedio, la Luz y la Vida están en camino de ser interpretadas y aplicadas en términos de buena voluntad y de correctas relaciones humanas. Con este fin se está preparando la Jerarquía Espiritual. Esta vez Cristo no sólo lo hará con sus colaboradores. Su experiencia y la de Ellos será contraria a la anterior, pues todos los ojos Lo verán, todos los oídos Lo oirán y todas las mentes Lo juzgarán.

Durante dos mil años ha sido el Guía supremo de la Iglesia Invisible, la Jerarquía Espiritual, compuesta de discípulos de todos los credos. Reconoce y ama a quienes no son cristianos, pero mantiene su lealtad a los Fundadores de sus respectivas religiones - Budha, Mahoma y otros. No le interesa el credo que profesen, sino su objetivo, el amor a Dios y a la humanidad. Si los hombres buscan al Cristo que dejó a Sus discípulos hace siglos, fracasarán y no reconocerán al Cristo que está en proceso de retornar. Cristo no tiene barreras religiosas en Su conciencia, ni le da importancia a la religión que profesa el hombre.

De allí que hoy esperamos la nueva aparición. Cristo es esperado universalmente, y conjuntamente con este espíritu de expectativa, viene el antídoto contra el espíritu del temor y horror que ha descendido sobre nuestro desgraciado planeta. La humanidad mira hoy en dos direcciones: hacia la tierra devastada y el agonizante corazón de los hombres y hacia el lugar de donde vendrá Cristo, denominado simbólicamente Cielo. Cuando existe la misma expectativa, los mismos testimonios, predicciones e indicios del "fin de la Era", ¿no es razonable creer que se acerca un gran acontecimiento? Si en medio de la muerte y la destrucción se puede hallar una fe viviente (y existe en todas partes) y un ardiente fervor que horada las tinieblas hasta llegar al centro de luz, ¿no justifica esto la suposición de que dicha fe y fervor se fundan en un profundo conocimiento intuitivo?. ¿No podría ser una realidad divina aquello de que: "la fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven? (Hch. 11,1).

El Hijo de Dios está en camino y no viene solo. Su avanzada ya se acerca y el Plan que debe cumplir ya está trazado y aclarado. Que el reconocimiento sea el objetivo.