Alice Bailey propone que la universalidad de la democracia es la respuesta de la humanidad –todavía inexacta– a la energía pura del Amor, y sugiere que una verdadera democracia será posible “por el correcto empleo de los sistemas de educación y el constante entrenamiento del pueblo para reconocer los valores sutiles, el punto de vista más correcto, el idealismo más elevado y el espíritu de síntesis y de unidad cooperadora”. Para avanzar hacia esta verdadera democracia, indica que lo que necesitamos es un número mayor de personas verdaderamente despiertas; y cuando esto suceda, “veremos la purificación del campo político, y la depuración de nuestros procesos representativos instituidos, así como también una rendición de cuentas más exacta exigida por el pueblo a quienes eligieron como gobernantes. Debe existir oportunamente un lazo más estrecho entre el sistema educativo, el sistema legal y el gobierno, pero todos realizarán el esfuerzo para desarrollar los mejores ideales de los pensadores de la época”. ( La Exteriorización de la Jerarquía, pp. 48-9, Ed. Fundación Lucis) 1. Cuando esto suceda, los pueblos “no tolerarán el autoritarismo de ninguna iglesia o el totalitarismo de ningún sistema o gobierno político; tampoco aceptarán ni permitirán el gobierno de ningún grupo de hombres que les diga en qué deben creer a fin de ser salvados o qué gobierno aceptar”. ( op. cit., p. 618)

Aunque la democracia se manifiesta de muchas formas, hay ciertas características esenciales que la mayoría comparte. Estas son: que todos quienes son competentes como para decidir cómo debería liderárseles deben participar regularmente en cómo se elige a esos líderes –de ahí el ciclo electoral periódico; que el voto de cada ciudadano, desde el más rico al más pobre, debería contar igual en ese proceso –de ahí la necesidad de que el voto sea secreto 2; y que cada ciudadano es completamente libre de decidir cómo emitir ese voto, sin intimidación ni soborno –de ahí la necesidad de una policía y ejército apolíticos. Además, todo ciudadano debería tener acceso a la información relativa a quienes aspiran a liderarle –así que los medios de comunicación deberían tener libertad para dar una cobertura plena y objetiva a todos los implicados en un proceso electoral.

Ciertamente, cuando la mayoría de las personas piensa en la democracia, a lo que realmente se refieren es a una democracia liberal –esto es, la combinación de la democracia como medio de seleccionar un gobierno, con el liberalismo constitucional, es decir: la protección de la autonomía y dignidad de un individuo frente a cualquier forma de coerción, sea del estado, la iglesia o la sociedad. Cada una tiende a reforzar a la otra, porque un estado sólo puede ser verdaderamente democrático si sus ciudadanos son libres, y pueden así elegir libremente a sus gobernantes; y la mejor garantía para que estas libertades se mantengan es que los gobernantes sean elegidos así. Fareed Zakaria observa que las elecciones democráticas pueden llevar al poder a gobernantes que suprimen libertades 3. A esto lo denomina ‘democracia iliberal’ 4. También observa que la democracia no es condición necesaria para la existencia de niveles elevados de liberalismo constitucional. De manera que, por ejemplo, un estado podría tener un sistema judicial totalmente independiente (una de las principales instituciones que garantizan el liberalismo constitucional), pero el electorado pudiera no desempeñar papel alguno en su selección.

De hecho, este es un ejemplo de la sugerencia más general que realiza Zakaria, esto es, que demasiada democracia pudiera no ser buena. En un estado-nación complejo, es poco probable que el electorado tenga suficiente conocimiento como para juzgar la adecuabilidad de cada cargo del gobierno, especialmente de aquellos en campos muy especializados, y así puede elegir delegar este proceso de selección en los líderes que ha elegido. Y en cualquier caso, votar directamente sobre cada cuerpo que influye en la orientación de la política en un estado democrático es imposible, dado que los gobiernos deben también prestar atención a la aportación de los líderes en economía y religión y, cada vez más, a otras organizaciones no gubernamentales que han sido fundadas por grupos de ciudadanos interesados por cuestiones específicas. El grado de influencia que estos grupos de ‘interés especial’ tiene sobre la conducta del gobierno representa un desafío –si fuese excesivo, podría argumentarse que la democracia se debilita hasta el punto de la oligarquía (el gobierno por parte de las élites); si fuese demasiado poco, la cultura del desafío justificado a los abusos del gobiernos que caracteriza a la mayoría de las democracias queda anulada.

En los artículos que siguen, reflexionamos sobre algunas de las cuestiones que surgen cuando se considera la democracia liberal: ¿Cuáles son las cualificaciones del político demócrata, y cómo surgió este papel? ¿Acaso los ciudadanos de una democracia tienen responsabilidades especiales en cuanto a proteger y nutrirlas y, de ser así, cuáles son estas responsabilidades? ¿Y cuál es el significado más profundo de ‘libertad’?

Quizá exista en occidente cierta tendencia a considerar la democracia como la panacea frente a las dificultades a las que se enfrenta cualquier sociedad cuando intenta modernizarse. Sin embargo, si la democracia representa una cierta fase de la consciencia nacional, que sólo puede alcanzarse después de haber explorado las otras fases, es posible que el intento de imponer una democracia en un país que no esté psicológicamente preparado para ello sea contraproducente. Existen unas cuantas supuestas democracias por todo el mundo que son claramente disfuncionales en diversos grados. Con esto no pretende sugerirse que las personas, grupos y naciones no deban aspirar a condiciones de libertad cada vez mayores; pero las sociedades, como los individuos, atraviesan un proceso evolutivo de maduración, y sería ingenuo sugerir que el modelo occidental de democracia, al que se ha llegado después de siglos de lucha, pudiera –o debiera– sencillamente transplantarse a países con distintas historias y normas culturales. En este sentido, una sociedad plenamente democrática tiene que ser desarrollada por un pueblo a través de la experiencia. Y así como nadie afirmaría que todo individuo está ahora resonando fuertemente con la energía pura del Amor, esa afirmación parecería igualmente desorientada con respecto a países. ¿Dónde deja esto a la persona de buena voluntad? Con la difícil pero necesaria tarea de investigar algo más profundamente siempre que se proponga que la solución a los males de un país sea “más democracia”. La expansión de la libertad debe y debiera apoyarse en todo momento –pero el camino de cada nación a este exaltado objetivo es único, y ningún país puede proclamar haber llegado al final. La democracia liberal no es una máquina a la que se le puede dar cuerda siempre que se necesite, sino una negociación sutil y continua entre un pueblo y sus líderes. Reflexionar sobre sus dimensiones psicológicas más profundas puede servir para hacernos más cautos en cuanto a recomendarla en toda circunstancia.

1. Disponible en Lucis Publishing Companies, bien en nuestra página web en www.lucistrust.org, o contactándonos en la dirección que aparece al final.

2. Que deberían poder ser auditadas, explicando la creciente intranquilidad acerca del voto electrónico sin registro impreso.

3. Hitler, por ejemplo.

4. Fareed Zakaria, The Future of Freedom. W W Norton & Co, 2004.

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