Aunque la habilidad de un líder mundial con el poder de la oratoria pueda comunicarnos una visión de unidad, para convertirla en realidad es necesario que todas las naciones del mundo participen en el duro y poco glamoroso trabajo del diálogo internacional.

En estos tiempos críticos vemos celebrar un numero cada vez mayor de conferencias mundiales. Sería fácil desesperanzarse sabiendo que las crisis que estas conferencias intentan afrontar tienen su origen en patrones de comportamiento arraigados en las naciones allí reunidas. Sin embargo, a pesar de esto, la llama de la esperanza sigue ardiendo profunda y brillantemente en la psique de la humanidad; es como si el subconsciente colectivo estuviera al tanto del premio que le espera al final del difícil camino que ha elegido –no menos que la integración mundial y el surgimiento de la Humanidad Una.

El sendero de cada nación hacia este objetivo es el de su rehabilitación psicológica –entendiendo la palabra ‘rehabilitación’ como “restaurar a una buena salud o a una vida útil, mediante terapia y educación”. Hoy en día nos enteramos de que personalidades glamorosas y famosos de todos los campos se someten a una rehabilitación para liberarse de adicciones de todo tipo. El proceso que están atravesando actualmente las naciones mediante el diálogo internacional, esforzándose por corregir los hábitos degenerativos que han resultado en una proliferación nuclear, la amenaza del terrorismo, la degradación del medioambiente, la crisis financiera mundial y demás, no es sino otro tipo de reeducación terapéutica.

Otra definición interesante de la palabra ‘Rehabilitación’ es “volver a hacer habitable”, en la que la palabra ‘habilitar’ surge de la misma raíz que la palabra hábitat. Otras palabras asociadas son hábito y habitar. Estas palabras relacionadas ilustran una secuencia de actitudes erróneas en la consciencia. En primer lugar, un ‘hábito’ de pensamiento egoísta y aislacionista construye patrones en las esencias sutiles a través de las cuales opera la consciencia. A continuación, estos patrones de un grado bajo de pensamiento y sentimiento envuelven la consciencia aprisionándola en un caparazón. Finalmente, la consecuencia de este hábito de pensamiento erróneo es que la consciencia ahora habita un hábitat insalubre y, desde su interior, se forma una percepción distorsionada de ella misma como algo separado del ‘mundo exterior’. El espíritu de relación que debería sintetizar cada unidad de vida en una totalidad orgánica queda así disminuido, y la consciencia se centra en sí misma, cristalizando aún más su aislamiento.

Así, al igual que con el ser humano, la morada psicológica de una nación se emplaza, a menudo, en “hábitos de residencia que ponen en peligro al morador”, citando a uno de los grandes sabios orientales. Para una nación resulta demasiado fácil residir en el aislamiento de estos procesos de pensamiento separativos. Un sentimiento de importancia inflado se establece entonces en sus gentes y la nación cae bajo el hechizo del espejismo –la esclavitud de una percepción atractiva, pero falsa, de uno mismo. En el libro Discipulado en la nueva era Vol. II de Alice Bailey, uno de los numerosos tipos de espejismo que distorsiona la percepción se llama ‘la huída hacia la seguridad de la consciencia racial’. Aquí leemos que “Todo individuo, sin excepción, está sujeto a este espejismo racial, y su poder es increíble. La vida subjetiva de cualquier nación, produce una psicología racial, inclinaciones, rasgos y características nacionales que residen detrás de todo individuo y, en cualquier momento, puede apoyarse y retirarse en ella, refugiándose en el pasado y acentuando determinadas actitudes raciales”. El difícil proceso de rehabilitación consiste en “romper tales ataduras, [y] lograr… la subsiguiente libertad de la humanidad”. Por tanto, la rehabilitación implica la redención de la morada psicológica de cualquier entidad dada, sea persona o nación, haciendo que el hábitat de la psique sea un lugar saludable en el que residir, donde la interacción es bienvenida.

Los actuales desplazamientos/realojamientos de las personas debidos a la emigración están ayudando a acelerar este proceso de ruptura de vínculos, mientras que las redes de comunicación mundiales extienden también la noción de comunidad mundial. Pero la mayor esperanza para la humanidad sigue siendo las Naciones Unidas y el ciclo de conferencias mundiales que organiza. A pesar de las críticas constantes respecto a su efectividad, la ONU ha sido esencial para la supervivencia de la humanidad, suavizando su tosco paso a la nueva era mundial. Su propósito de mantener la paz y la seguridad internacionales, desarrollando relaciones amistosas entre las naciones y promoviendo el progreso social tiene mucho por hacer, pero es nuestra mejor baza para el diálogo internacional –proporcionando un foro en el que sus 192 naciones miembros pueden expresar sus puntos de vista a la comunidad mundial. El diálogo entre las naciones es de la mayor importancia y, ciertamente, las conferencias mundialesque han tenido lugar desde la guerra mundial han evitado que se produjeran conflictos mayores en el plano físico – proporcionando un escenario para el choque de ideologías nacionales a nivel mental. De manera que, aunque muchos comentadores ridiculicen a la ONU considerándola poco más que un taller de conversación poco efectivo, un análisis más reflexivo indica que esto está lejos de ser verdad. Sin el debate feroz y las discusiones que han tenido lugar en diversas conferencias mundiales, un conflicto aún mayor se habría esparcido con toda seguridad por el plano físico –y en esta era de armamento nuclear, las consecuencias serían impensables.

Para el observador entrenado, la penetración de la forma externa del diálogo revela el aspecto cualitativo de las psicologías nacionales y el espectro de los impulsos superiores e inferiores que están en juego. La etapa de desarrollo espiritual de cada una de las naciones queda así revelado. Cualquier resultado práctico que resulte de las conferencias mundiales representa el terreno común más elevado entre los participantes; y aunque éste no suela ser excesivamente elevado, el observador desapegado puede seguir las huellas del sendero de redención que está siendo trazado hacia la luz de nuevos valores y principios. Ve que, a medida que cada nación se enfrenta a crisis de decisión y busca resoluciones mediante el diálogo internacional, se presenta una oportunidad para la rehabilitación por medio del establecimiento de correctas relaciones con las demás naciones.

Para convertirse en observador entrenado es esencial liberarse de los pensamientos condicionantes de nuestra propia nacionalidad, porque sin este desapego es prácticamente imposible adquirir una visión mundial de la condición psicológica de otras naciones que no esté sesgada; y esto a su vez es un prerrequisito para todos cuantos buscan trabajar subjetiva e influyentemente con las diversas conferencias internacionales que están teniendo lugar por todo el mundo. El proyecto del Ciclo de Conferencias concierne a un grupo de construcción de puentes entre los reinos espirituales internos y el grupo de diplomáticos/representantes que llevan la responsabilidad de resolver los problemas que constituyen el núcleo de cualquier conferencia. Ayudando a proporcionar una atmósfera de buena voluntad iluminada en la que estas conferencias puedan tener lugar, el medio a través de cual se produce toda comunicación se carga espiritualmente, y las barreras de los malentendidos se disuelven progresivamente. Es un servicio esencial que puede ser proporcionado por un grupo de meditadores de todo el mundo, y uno al que toda persona de buena voluntad está invitada a participar.

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