Tal como se sugirió en el artículo anterior, en el mundo de hoy hay una gran necesidad de observadores entrenados de los asuntos de actualidad. Esto podría parecer una idea extraña –la mayoría de la gente probablemente piensa que es un observador competente de los acontecimientos mundiales. Sin embargo, si asumimos esto, ignoramos un cierto número de factores que pueden distorsionar nuestra visión. Estos factores son los sesgos, prejuicios y preconcepciones (o espejismos e ilusiones, como se conocen en los trabajos de Alice Bailey) que adquirimos a medida que crecemos. Provienen de numerosas fuentes: sentimientos nacionalistas, ideologías políticas,condicionamientos religiosos y otras influencias sociales. Es más, tales filtros distorsionantes internos están bastante alejados de cualquier distorsión debida a las diversas agendas de los medios de comunicación. Así que, para poder observar un evento con claridad, uno debe ser consciente de estos dos factores distorsionantes, interno y externo, y ser capaz de desapegarse de ellos. De hecho, el individuo sale de sus propios filtros distorsionantes, de su propia personalidad, y ve la vida y los acontecimientos no en función de cómo le afectan a él y a sus seres más cercanos, sino en función de cómo afectan al mundo. Y más allá de esto, los ve no tanto en términos de las fuerzas externas que están en juego, sino en términos del flujo interno de consciencia. Entonces entra en contacto con el mundo de significados.

Ser un observador es esencialmente aprender el arte de prestar atención. Esta es una de las primeras lecciones en meditación, y a medida que empezamos a reflexionar sobre pensamientos simientes, aprendemos lo difícil que resulta enfocar la atención durante períodos prolongados. Al revés, esto muestra la poca atención que prestamos normalmente a la mayoría de las cosas. Como observó Gurdjieff, “¿Cómo estamos de despiertos, realmente? ¿La consciencia es relativa? La gente duerme cuando piensa que está despierta. Atraviesan la vida sonámbulos. Viven y mueren dormidos, en su mayor parte y, en el mejor de los casos, se despiertan esporádicamente”.

Tendemos a prestar atención a las cosas que nos atraen (las palabras raíz de “atención” y “atracción” están muy cercanas), pero “atracción” implica deseo, esto es, las emociones, mientras que “atención” es más mental. Así podemos dar un paso en entrenarnos hacia una perspectiva más desapegada decidiendo prestar atención a cosas que no nos parecen atractivas. El observador debe también entrenarse en el ejercicio del desapasionamiento respecto a sus propias reacciones emocionales a los acontecimientos. Esto resulta especialmente duro hoy en día, cuando la codicia, la injusticia y otros abusos están saliendo a la superficie. Como resultado, la consciencia pública está en una turbulenta agitación. Aunque el observador puede estar libre de las formas más caóticas de emoción de masas, también debe de procurar que los velos más sutiles de la emoción no cieguen su visión. Por ejemplo, cuando vemos que se pisotea la dignidad de nuestros semejantes, la reacción natural es un sentimiento de indignación, una indignación que es comprensible y, en cierto sentido,correcta. Sin embargo, tan pronto como ese sentimiento se convierta en el centro de atención, aparta el foco de allí donde es más necesario para el observador, esto es, de las causas subyacentes. El observador corre entonces el peligro de quedarse atrapado buscando reformar a individuos y a grupos más que esforzándose por identificar los impulsos conscientes que están en todas las personas y que nos conducen a estos acontecimientos.

Una capacidad que complementa al desapego y al desapasionamiento es la discriminación. Esta facultad también debe estar entrenada. Como señala Alice Bailey, la discriminación puede empezar por distinguir lo correcto de lo erróneo en el mundo, pero debe progresar hasta distinguir entre una situación que es correcta en un contexto estrecho, y otra que es correcta en un contexto más amplio, esto es, entre un principio menos inclusivo y otro más inclusivo.

También podemos entrenarnos emplazando los acontecimientos en un contexto lo más amplio posible, buscando detectar su relación con el Plan evolutivo de amor y luz para la humanidad tal como existe en la Mente Divina. Una parte de esto consiste en desarrollar la capacidad de apartarse de la perspectiva a corto plazo que limita la visión del individuo –y también, aparentemente, gran parte del pensamiento económico y político- y ver los acontecimientos como parte de un secuencia histórica en la evolución de la conciencia humana. En su artículo “A Marvellous Victory” (Una victoria maravillosa), el recientemente fallecido historiador y activista social Howard Zinn aconseja no pensar que el status quo continuará necesariamente. Esforzándonos por expandir nuestra visión a ciclos de tiempo más prolongados, tenemos más posibilidades de detectar las ideas emergentes del Plan Divino.

Así que para resumir, podríamos decir que los observadores entrenados se afianzan en la consciencia, sin dejar que los acontecimientos externos les muevan, mirando hacia lo alto y ayudando abajo. Mirando hacia lo alto, reconocen las ideas y la necesidad de transformarlas en ideales. Al mismo tiempo, son conscientes de las limitaciones de las ideologías (una forma de espejismo) –en las que los Ideales se cristalizan en formas fijas e inflexibles, de modo que el flujo de nuevas ideas queda bloqueado. Y además está la tentación de identificarnos exclusivamente con ideologías específicas –“Soy un socialista”, “Soy un libertario” etc.- cegándonos aún más al valor de otros ideales. Así, los observadores se preparan para mantenerse libres de limitaciones ideológicas. Como menciona el estadista Vâclav Havel,* Nunca he esposado ninguna ideología, dogma o doctrina –de izquierdas, derechas, o de cualquier otro sistema cerrado, preconfeccionado, de presuposiciones sobre el mundo”*

El observador entrenado ayuda abajo, manteniéndose aparte de los espumarajos de los acontecimientos superficiales y de las emociones turbulentas que tan frecuentemente empujan el pensamiento del público. A base de ver a través de los espejismos de los tiempos, perciben las corrientes subyacentes de consciencia que forman la evolución de la cultura y la civilización. Así, su trabajo ayuda a iluminar la consciencia de la humanidad, liberándola de formas de pensar fuera de uso.

* p.60, Summer Meditations (1992)

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