“Multiculturalismo” es un término que ha estado en las noticias recientemente, ya que unos cuantos políticos, incluida la canciller alemana, Ángela Merkel, y el primer ministro británico, David Cameron, han expresado dudas acerca de su éxito en sus países. En un contexto político, se ha definido como “la abogacía de extender un estatus de igualdad a diferentes grupos étnicos y religiosos sin promover ningún valor específico étnico, religioso y/o valores culturales comunitarios como centrales”. Otro término muy parecido es “pluralismo”, aunque pluralismo parece tener un sentido más positivo de celebrar diferentes culturas dentro de una misma nación.

“Cultura” es, en sí, un término con diversos significados. En una conversación normal, suele referirse a las artes. Sin embargo, si se toma en su sentido más amplio, se extiende mucho más allá de las artes para abarcar una compleja síntesis de valores y expectativas sociales, religiosos y políticos. Por lo tanto es de naturaleza fundamentalmente subjetiva. Sin embargo, como veremos más adelante, se expresa principalmente mediante instituciones y prácticas objetivas. Está fuertemente ligada al sentido de identidad del individuo. También está vinculada con la identidad nacional – una nación suele tener un sentido de herencia cultural compartida. Sin embargo, no se limita a las naciones –porque las religiones, las ideologías políticas y otras dimensiones de la cultura traspasan las fronteras nacionales. Esta es una de las razones por las que la política que concierne a la cultura es tan difícil: porque significa que las culturas e identidades nacionales no pueden mantenerse fijas y estáticas, sobre todo si las naciones están abiertas a la inmigración.

Otra razón para esta dificultad es que, especialmente en las democracias liberales, la noción de que el estado puede, o debe, intervenir en las prácticas de un grupo especifico con su propia identidad cultural, puede entrar en conflicto con las obligaciones expresadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y también está el hecho de que, debido a que la cultura es tan subjetiva, resulta difícil ponerse de acuerdo sobre su naturaleza exacta. De este modo, dos co-religionarios, incluso de la misma secta, pueden diferir en su interpretación de lo que sus mandamientos les requieren. Dos personas del mismo partido político pueden estar en desacuerdo en cuanto a las mejores políticas para su país. Dos personas de la misma nacionalidad pueden basarse en diferentes símbolos, mitos y héroes nacionales para sustentar su propio sentido de lo que significa ser egipcio o nigeriano u holandés. Esta es la razón por la cual, en los debates sobre el multiculturalismo, se presta tanta atención a los símbolos y prácticas físicos que expresan la cultura - un estilo de ropa, un tipo de edificio, y así. Sin embargo, debido a que esos símbolos y prácticas pueden significar cosas distintas para personas de un mismo grupo cultural, y ni que decir tiene para los que no pertenecen al grupo, las ocasiones para el desacuerdo y la disputa son, lamentablemente, muchas.

Un caso bien conocido ayuda a ilustrar este punto: la reciente prohibición de llevar el niqab (un velo que cubre todo excepto los ojos) en Francia. Uno de los puntos significativos de desacuerdo entre los que se oponen a la prohibición y los que la apoyan es si la portadora del niqab ha elegido llevarlo, o si ha sido obligada por otras personas de su mismo grupo cultural. La respuesta gira en torno a cómo llevan las mujeres el niqab, y cómo otros en su mismo grupo cultural y los de otros grupos, interpretan el significado de llevarlo. ¿Es una señal de modestia recomendada por la religión? ¿De opresión patriarcal? ¿Un intento de ocultar la identidad personal? ¿O es una postura política?

¿Cómo se resuelven este tipo de rompecabezas? ¿Los estados nación deberían fomentar la asimilación de personas de otros países, integrándolas en la cultura nacional –el enfoque del llamado “crisol”? ¿Deberían permitirles que retuviesen tanto de sus distintivos culturales como sea posible –la respuesta multicultural, o de “mosaico cultural”? Quizá la respuesta dependa de la madurez y estabilidad de la identidad cultural de cada país. Otra forma de pensar sobre la cultura, proveniente de los escritos de Alice Bailey, ofrece un enfoque que podría ayudar.

Alice Bailey sugiere que una persona puede ser culturizada hasta cierto grado, y que para adquirir cultura es necesario tener la capacidad de correlacionar el mundo del significado con el mundo de los efectos exteriores. Otra forma de decir esto, vinculada con la definición anterior, es que, a diferencia de la mayoría de las personas, que están condicionadas inconscientemente por las ideas que motivan su propia cultura, y que participan más o menos ciegamente en las instituciones y prácticas que expresan esa cultura, un sensitivo cultural es aquel capaz de entender explícita y conscientemente esa cultura. Esta mayor sensibilidad cultural también les da la capacidad de profundizar con más perspicacia en la cultura de otros grupos, haciendo de ellos los candidatos ideales para ayudar a mediar entre diferentes culturas, forjando contactos y sugiriendo vías de acuerdo mutuo. Un prerrequisito clave para este trabajo es la buena voluntad, porque sólo en una atmósfera de buena voluntad puede progresar el sutil y exigente trabajo de volver símbolos culturales inteligibles para ambos lados.

La humanidad ha dado sus primeros pasos en esta área mediante la creación del campo de la antropología cultural. El trabajo realizado en este área sería muy útil para ayudar al sensitivo cultural a desarrollar un entendimiento intercultural. El verdadero éxito de este trabajo también requeriría un entrenamiento en meditación, porque el sensitivo cultural debe ser capaz de liberarse de las reacciones habituales inculcadas por su propia cultura, y alcanzar este grado de desapego de uno mismo requiere la firme disciplina de mente y emociones que la meditación puede proporcionar. Podemos imaginarnos un futuro en el que, si en algún país surgiese un potencial conflicto cultural, el gobierno de esa nación designaría a una serie de sensitivos culturales entrenados para reunirse con todas las partes implicadas en el país, y también con los sensitivos culturales designados por el país de origen del grupo cultural minoritario. Su trabajo unido podría entonces transmitirse al gobierno en forma de recomendaciones para la mejor forma de proceder. Si este tipo de contacto cultural intencionado e intensificado puede convertirse en la norma, entonces podemos esperar que la unidad espiritual subjetiva que subyace las cuantiosas diferencias externas que distinguen a las culturas se volverá cada vez más evidente; y que la humanidad se adentrará en un ciclo en el que las numerosas culturas se convertirán en un coro cuyas múltiples voces podrán mezclarse en una sinfonía de alegría.

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