En cierto sentido, no hay nada más natural que la fertilidad, la concepción y el alumbramiento humano. Sin embargo, hoy en día, es un área repleta de elecciones difíciles en cuanto a intervenciones tecnológicas, derechos y deberes de los progenitores, normas sociales y “necesidades” de la economía. Los aspirantes a padres son sometidos a una avalancha de consejos y advertencias acerca de lo que deberían y no deberían hacer. Así que no es de extrañar que tiemblen ante la perspectiva, y que algunos abandonen.

Ciertamente hay indicios de que, especialmente en un Occidente pleno de recursos, tener niños va alejándose del lugar central que una vez sustentó en la sociedad, y está empezando a verse sólo como una opción de estilo de vida más que debe competir con otras atracciones materialistas1. Pero ésta es una preocupación seria –el hecho de dar forma física a la energía de la vida, ¿no es, claramente, antes que la elección de un tipo de vida, una responsabilidad sagrada, que permite que el impulso evolutivo divino avance su manifestación en el mundo? Pero el hecho es que ahora existen importantes complicaciones y obstáculos en el camino.

Todo empieza con la fertilidad, algo que, hasta hace poco, se daba por sentado. Sin embargo existe evidencia creciente de un declive en la fertilidad masculina en Europa y Estados Unidos, declive que algunos vinculan con el aumento de agentes químicos artificiales en el medioambiente que imitan el efecto de la hormona estrógeno. Al mismo tiempo, debido a las presiones sociales y económicas, algunas mujeres están eligiendo retrasar la creación de una familia hasta más adelante en sus profesiones. Pero la fertilidad femenina disminuye bruscamente después de los 35, lo que significa que hay quien, habiendo esperado, descubre que no puede tener niños incluso después de someterse a tratamientos de fertilidad. La alternativa es empezar una familia pronto (suponiendo que sea posible) pero la forma en que el empleo y la política social están estructurados hoy significa que ello va a implicar, generalmente, un gran sacrificio económico. La combinación de estas tendencias junto con otros factores ayuda a explicar por qué, en algunas partes del mundo, más notablemente en Europa y Japón, la tasa de nacimientos sea ahora inferior a la necesaria para el reemplazamiento de la población.

Este hecho, añadido a una población que envejece, ha llevado a algunos gobiernos a crear leyes que apoyan activamente la creación de familias. Un examen de este enfoque podría fácilmente derivar a una discusión de prácticas de trabajo conciliadoras para la familia o de políticas educativas, pero eso sería otro artículo. La cuestión es que hay determinados factores en acción que vuelven incluso la mera decisión de empezar una familia más complicada que en el pasado. A este respecto, Alice Bailey hace una interesante predicción en su libro La Educación en la Nueva Era. Dice: “Durante los próximos mil años [...] la actitud de los padres hacia los hijos cambiará drásticamente y el punto de vista de la responsabilidad se acentuará continuamente, aunque esa responsabilidad concernirá especialmente al tiempo,la oportunidad y a la creación correcta de las formas que asumirán las almas que vienen a la vida” (p. 148, Editorial Sirio, énfasis añadido). Prosigue diciendo: “Cambiará la idea de la procreación acelerada y de la creación de familias numerosas con las cuales el estado puede alcanzar sus fines” (ibid.). Puede que encontremos cierta premonición de estos asuntos en los debates actuales sobre si los padres, especialmente los padres muy jóvenes, requieren algún tipo de educación al respecto.

Volviendo a los desafíos del presente: a fin de ayudar a resolver los problemas de una menor fertilidad, han surgido nuevas tecnologías –como la fertilización in vitro (FIV)– y prácticas sociales, como el alquiler de úteros. Sin embargo, éstas acarrean sus propias complicaciones. (Debería observarse que la solución de la adopción no se considera aquí porque el principal enfoque del artículo se centra en los procesos de concepción, embarazo y parto).

¿Qué diferencia supone que un niño sea concebido mediante la FIV? Bueno, una diferencia notable es que se corta el vínculo entre el acto físico del amor y el de la concepción. Así, un proceso orgánico que puede intercambiar energías en varios niveles sutiles queda reemplazado por un procedimiento técnico. Otra diferencia es que, sin romper ninguna norma de comportamiento establecida, el padre biológico puede ser distinto del marido o compañero de la mujer. El alquiler de úteros, que requiere la FIV para mantenerse dentro de los límites sociales establecidos, puede conducir a la situación opuesta si una mujer distinta a la madre pretendida proporciona el óvulo. Esta podría ser la madre subrogada o una tercera parte. Esto lleva a la extraña conclusión de que el niño tendría entonces tres madres: la madre de nacimiento, o subrogada, en quien se ha implantado los óvulos; la madre genética, que dona los óvulos; y la madre “social”, que criará al niño.

Como parte del proceso de FIV, se fertiliza óvulos fuera del útero produciendo embriones. Parte de la rutina, a fin de asegurar una mayor probabilidad de éxito, es crear más embriones de lo estrictamente necesario, haciendo altamente improbable que todos ellos lleguen a implantarse en la mujer para quien se crearon originalmente. Una de las razones por las cuales un embrión concreto puede no implantarse es porque las pruebas realizadas lo revelen como portador de alguna afección genética. Pero, ¿cómo va a decidirse qué afecciones genéticas justifican que no se implante el embrión? Esto proporciona un amplio espectro para dilemas éticos, y abre la puerta al espectro de la eugenética. Hay quien argumenta que cualquier embrión con una condición genética seria no debería implantarse (lo que entonces crea la dificultad de decidir qué debe entenderse por “seria”); mientras que otros dicen que cada embrión es un ser humano en potencia y debería tener la posibilidad de vivir mediante su implantación2. Estos argumentos abren la pregunta de qué es un embrión fuera del útero. ¿Es simplemente una colección de células, que pueden emplearse en investigación clínica? ¿O se trata de una persona en potencia, con todos los derechos de una persona?

Decidir sobre estos asuntos no es sólo cuestión de “expertos”, sino que la sociedad en general debe batallar con ello si va a permitirse la FIV. Y las múltiples preguntas parecen reducirse a una esencial: ¿Cuándo empieza la vida? Y, desde el punto de vista espiritual, la respuesta podría ser: cuando, para un observador, queda claro que la intención del alma se dirige a la supervivencia y florecimiento de la vida en la forma. Esta respuesta tiene la virtud de que puede aplicarse tanto a la vida antes como después del nacimiento.

La dificultad estriba en nuestra sensibilidad a la voluntad del alma. Podemos imaginar un futuro en el que el principal esfuerzo, tanto de los padres como del equipo médico correspondiente, esté canalizado en una meditación profunda, con el único fin de contactar el alma del individuo que viene, intentando esclarecer su voluntad. Otra predicción de La Educación en la Nueva Era puede estar vinculada con esta idea: “La luz que se halla en los padres… estará científicamente relacionada con la luz embrionaria del niño, y el hilo de luz que vincula al padre y al hijo (del cual el cordón umbilical es símbolo [físico]) será construido con paciente inteligencia. El niño nacerá con su cuerpo de luz ya introducido y activo en el cuerpo físico y esto se deberá al trabajo mental inteligente de los padres”. (Ibid.)

Cuando se produzca esta situación, las cuestiones de los abortos, los niños muy prematuros y los que nacen con condiciones amenazantes para sus vidas se verán, posiblemente, de forma distinta a cómo las vemos ahora. Hasta que llegue ese momento, la humanidad deberá luchar con todas estas cuestiones a la luz de toda la razón y compasión que sea capaz de reunir, para ayudar a iluminar las difíciles elecciones que debe realizar: elecciones que deben conciliar decisiones acerca de la asignación de recursos médicos caros con el instinto natural humano de reproducción; elecciones que busquen armonizar la estricta letra de la ley con las profundas intuiciones morales del corazón.

1. Vea por ejemplo los resultados de una encuesta en The Guardian, 2 de Mayo 2006: http://www.guardian.co.uk/frontpage/story/0,,1765571,00.html
2. Un artículo de William Saletan en la revista online Slate (http://www.slate.com/id/2120781/) destaca algunos de los complejos problemas éticos y legales inherentes en las discusiones acerca de los embriones fuera del útero.

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