¿QUÉ ES LA VIDA?

¿Qué es la vida? en este número del Boletín consideraremos la más fundamental de todas las preguntas: ¿Cómo percibimos la vida, y con cuánta profundidad entendemos esta energía que yace en el corazón mismo de la existencia humana? La forma en que respondemos a estas preguntas incide en nuestra forma de pensar respecto a las innumerables cuestiones que surgen hoy: el comienzo y el fin de la vida, el nacimiento y la muerte, el derecho a vivir, el derecho a una buena muerte, cuándo mantener la vida y cuando procede - o no - terminarla.

Estas preguntas ya no se debaten sólo en los susurros de la consulta médica; ahora se tratan en foros públicos y se invita a todo el mundo a manifestar su opinión. Sin embargo, Buena Voluntad Mundial no toma una posición particular en muchas de estas cuestiones como el aborto o la eutanasia. Pero sí que se intenta dar una perspectiva esotérica, más profunda, sobre la naturaleza de la vida. Hoy más que nunca existe una necesidad de profundizar nuestra comprensión de estas cuestiones para que las opiniones de cada uno de nosotros estén basadas en lo que creemos que está más cercano a la verdad, tal como se revela hoy. Pero todas estas preguntas se derivan de la pregunta más básica de todas: ¿Qué es la vida?

Para ser honestos, y dado nuestro actual nivel general de consciencia, puede que los seres humanos nunca lleguemos a entender esta pregunta con total certeza. Todo cuanto podemos hacer es intentar reunir lo que algunas de las principales mentes y de las enseñanzas tradicionales han revelado acerca de la vida a lo largo de los siglos. Para avanzar nuestra comprensión de qué es la vida, nos gustaría volvernos hacia las enseñanzas metafísicas presentadas en los libros de Alice Bailey. Ofrecen una perspectiva que va más allá de la visión materialista generalmente aceptada que prevalece hoy. No son aserciones dogmáticas, sino que se ofrecen como ideas para reflexionar. Si a su intuición le suenan a verdaderas, entonces deje que mejoren la profundidad y cualidad de su mente y de su toma de decisiones.

Entonces, desde una perspectiva metafísica, ¿qué es la Vida? Esta perspectiva ve la vida como energía eléctrica bien diferenciada y omnipresente que interpenetra y anima a todas las formas –desde el minúsculo átomo de sustancia, al ser humano y al planeta entero. “La vida es una y nada puede quitar o tocar esa vida”. La vida, desde esta perspectiva, no surge o se origina en una forma específica. Es dada a la forma por Dios; es la Vida una que insufla todas las formas. Incluso cuando formas como la humana o la animal son destruidas y mueren, la vida se mantiene. La vida existe totalmente aparte de las formas de cualquier tipo. Así, la energía de la Vida una es la misma vida expresada a través de un diamante, una rosa, un roble, un perro, un caballo, un ser humano o un alma humana: todos ellos son expresiones de la actividad creadora de la Vida.

Quizá otra forma de ilustrar la Vida una es mediante su relación con la divina Trinidad, que puede expresarse de muchas maneras, como Padre, Hijo y Espíritu Santo; o como Espíritu, Alma y Materia. La Vida en este caso está descrita como “esa cuarta cosa indefinida que está detrás de toda manifestación, objetos, expresiones cualificadas de la divinidad, insinuada en el Bhagavad Gita con las palabras: ‘Habiendo compenetrado todo el universo con un fragmento de Mi Mismo, Yo permanezco’” (Astrología Esotérica, p. 439, Editorial Fundación Lucis, énfasis añadido).

¿Cuándo empieza la Vida?

Parece haber una gran incertidumbre respecto a la respuesta a esta pregunta. La opinión prevaleciente parece ser que en lo que concierne a la vida humana, comienza en el momento de la concepción. Y allí donde la consciencia se enfoca e identifica con el nivel físico denso, la vida parecería comenzar cuando se inicia el desarrollo de la forma humana.

Pero a la vista de la perspectiva metafísica anterior, la vida –bien que se exprese en una forma humana o no– no tendría principio ni, en realidad, tampoco fin. La vida es. Siempre está presente y no puede quitarse. La energía de la Vida una está presente antes de la concepción – en el óvulo y en el espermatozoide, y en los propios átomos que construyen las moléculas y las células. Cuando el óvulo y el espermatozoide se unen, la energía de la vida que llevan se transmite al proceso de formación celular que, de permitírsele, se desarrollará hasta convertirse en una forma humana, o en la forma de un animal o una planta, dependiendo del caso. Sólo existe el comienzo de una nueva forma.

Es importante comprender la diferencia entre la energía de la vida y la sustancia de la forma. La vida es un flujo constante de energía eléctrica, mientras que las formas son expresiones temporales a través de las cuales se manifiesta la vida en el nivel físico denso. Así que cuando, por ejemplo, utilizamos el término “vida humana”, estamos describiendo una forma humana con una consciencia proporcionada por el alma y ambas están animadas por la energía de la Vida una.

Los derechos de la vida humana

La inviolabilidad y derechos que se dan a la vida humana tienen un valor específico otorgado por las sociedades humanas. Pero se trata de un valor determinado por una comprensión limitada de lo que es la vida de un ser humano. Si la vida no tiene principio ni fin, como postula el punto de vista metafísico, entonces ¿afecta esto al valor que se le da a la vida? Para responder a esta cuestión más plenamente tenemos que proporcionar una imagen más completa del ser humano incluyendo el factor del alma y el papel que desempeña en la creación de la vida humana.

Con todo el debate actual generado sobre la vida humana, el comienzo y el fin de la vida y el propósito de ésta, hay poca mención de la existencia del alma humana y la parte tan directa que juega en la vida del ser humano. Aquí, de nuevo, la perspectiva metafísica sirve de ayuda. Sin la inclusión del alma, la vida humana está incompleta. De hecho, es precisamente la presencia del alma individualizada lo que nos hace humanos. Nuestra humanidad no surge de las células físicas de nuestro cuerpo. El alma, encarnando en el cuerpo, proporciona gran parte del total de la inteligencia humana. En los escritos de Bailey se dice que el alma toma posesión del feto sólo durante el cuarto mes de embarazo, en la etapa en la que empiezan a percibirse los movimientos del feto. Previamente, el corazón y el cerebro de éste no están lo suficientemente desarrollados como para que la vida y la consciencia se anclen en la cabeza y el corazón, respectivamente. El alma necesita esperar a que el “vehículo” haya sido preparado por el proceso creativo antes de que pueda empezar a pensar y actuar como un humano reconocido.

El alma representa al agente mediador entre Dios como Espíritu y el hombre o mujer físico. Interpreta la posición media en la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo o Espíritu, Alma y Materia. El alma dota al ser humano con la capacidad de consciencia. Desde un perspectiva metafísica que incorpore la creencia en la reencarnación, es el alma la que se encarna en una forma concreta, vida tras vida. En cada experiencia vital tiene un propósito específico que resolver en línea con el Plan de Dios. El alma es esencialmente el ser individualizado que entra en el cuerpo físico en el momento del nacimiento y deja el cuerpo en el momento de la muerte. El cuerpo es simplemente el “vehículo” a través del cual el alma expresa un cierta cualidad de consciencia durante su tiempo en el mundo físico.

En vista de este hecho del alma, ¿cómo afecta esto a la cuestión de cuándo empieza la vida? La vida como energía eléctrica pura, al parecer, no tiene principio ni fin, está siempre presente. Y el alma es el ser inmortal, el yo inmortal, que proporciona continuidad en un cuerpo físico de vida a vida. Ese ser es uno mismo, que nunca muere realmente, que tiene “vida eterna”, y que ha experimentado muchas veces la transición del nacimiento y de la muerte. Si éste es el caso, si esta perspectiva esotérica le proporciona algún grado de verdad, entonces ¿no cambiaría esto la forma en que uno piensa acerca de las polémicas cuestiones que rodean al nacimiento y a la muerte?

Los derechos de los nonatos

¿Empiezan estos derechos en el momento de la concepción, en el momento del nacimiento, o en algún momento entre ambos? Esta es una pregunta a la que no podemos responder de verdad porque la cuestión de los derechos difiere de sociedad en sociedad. No hay derechos universales respecto a un feto en desarrollo.

Sin embargo, lo que sí es universal desde una perspectiva espiritual, es el hecho del alma una y del proceso creativo que se pone en marcha en el momento de la concepción. Si no se obstaculiza, estas fuerzas seguirán su curso automáticamente de acuerdo a la ley espiritual y resultarán, normalmente, en un ser humano vivo. Pero el derecho inherente de ese feto a desarrollarse y a llegar a nacer es, frecuentemente, una elección del alma y se nos dice que a veces, si el “vehículo” no se está desarrollando de acuerdo a los planes del alma para esa vida en concreto, ésta puede terminar el proceso, acabando el feto en aborto. De manera que la cuestión de los “derechos”, desde el punto de vista del alma, puede no estar fijada de una forma tan rígida. El alma considera cada vida individual como una breve experiencia en una larga serie de vidas y está más influida en su decisión por el karma y el Plan divino que por los derechos. Podríamos afirmar que el alma es un agente del impulso evolutivo divino, pero que cada alma tiene derecho a determinar cuándo, dónde y cómo encarnar en un cuerpo humano.

También existe una elección parecida en lo que denominamos el fin de la vida; otra cuestión que actualmente requiere una mayor reflexión. En el curso natural del vivir, el momento de la muerte puede ser una elección del alma. La partida podrá ser lenta o rápida. Pero sea cual sea la elección, los resultados son los mismos incluso en caso de accidente o de suicidio, en una guerra o por ejecución: el ser, el alma, queda liberada del enganche de la forma física. Vuelve al origen que la precede. Ese ser inmortal cruza a una medida mayor de vida. La muerte no es más que la transición de un estado de consciencia a otro.

¿Cómo afecta esto a las fuertes creencias sustentadas en torno a lo sagrado de la vida? ¿No se basa más esta creencia en lo sagrado del cuerpo y la estrecha identificación que tenemos con la personalidad exterior? Sí, existe algo sagrado en esta expresión personal de la vida. Y como creación individualizada del alma, la existencia de la personalidad tiene un cierto plan y propósito relacionado con la Voluntad divina. Esta mayor sacralidad de la Voluntad de Dios en la Creación debería permitirnos expandir nuestro foco de pensamiento hasta incluir este propósito mayor. Esta perspectiva nos exige una identificación mucho más inclusiva con los propósitos subyacentes de la vida.

Cabría preguntarse aquí, a la vista de la extendida destrucción de formas humanas, animales y vegetales por los así llamados “actos de Dios” –huracanes, tornados, terremotos, tsunamis, inundaciones, etc.– si se considera a estas formas con la misma estima sagrada que otorgamos a la “vida humana”. Es frecuente escuchar la pregunta: ¿Por qué permite Dios la muerte de tantas personas? La respuesta final puede estar más allá de nuestra capacidad de comprensión. Pero aquí, nuevamente, desde una perspectiva metafísica, todas las formas de la Creación son temporales y están en constante evolución. Es posible que con las acciones cíclicas del alma, el cuerpo humano no tenga el mismo grado de prioridad que nosotros tendemos a darle. Cuando existimos en el tiempo y el espacio, ésta es la única vida de la personalidad que conocemos, pero para el alma no es así. Para el alma, si el cuerpo físico se termina o muere “prematuramente”, ello no constituye una gran tragedia; puede significar simplemente una interrupción del plan que el alma tienen para esa vida concreta –un plan y propósito que puede continuarse en la siguiente vida, en otro cuerpo.

Todo esto puede sonar algo estéril, frío e inhumano, dada la forma en que valoramos la vida humana hoy con la fuerte relación afectiva que mantenemos con nuestros seres queridos, nacidos y no nacidos. Pero con la forma de entender la vida espiritual y metafísica –hacia la cual la consciencia humana está evolucionando– se nos desafía a desarrollarnos hasta expresar una nueva profundidad de vida en la que prevalezca el amor mayor de Dios. Es un amor que todos eventualmente debemos conocer y servir.

Tal como están hoy, el nacimiento, la muerte y la vida misma parecen encerrados en una densa sepultura. Toda existencia parece empezar y acabar en el nivel físico denso. Este punto de vista ha generado una situación en la que el fuerte énfasis en la forma ha conducido al control total del pensamiento humano por las fuerzas materiales –fuerzas que sólo tienden a separar y dividir. Este punto de vista encarcelado necesita liberarse, y el amor omni-inclusivo del alma es la fuerza liberadora. Si la consciencia y la identidad humana son capaces de elevarse para alinearse con el alma, entonces veremos que los seres humanos son mucho más que sólo un cuerpo físico; son agentes creativos a través de los cuales el alma irradia gloria divina.

1. El empleo del término “eléctrico” aquí es mucho más amplio que el sentido convencional físico. Ver, por ejemplo, Alice Bailey, Tratado sobre el Fuego Cósmico Sección 3; Editorial Fundación Lucis.

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