Descenso y Sacrificio

Siempre hay una elección entre dos senderos que es una elección, que para el ser humano, debe ser regida por el libre albedrío.

Artículo reimpreso de
The Beacon, Septiembre-Octubre de 1989

Por Sarah McKechnie

El descenso o la “caída” a la Tierra de los ángeles rebeldes, los ángeles solares o agnishvattas, es considerado como el misterio insinuado en la Escrituras y como el “secreto de las edades” ( Psicología Esotérica T II, p. 83), No es de sorprender, entonces, que haya mucha confusión y malentendidos en lo relacionado a la “ángeles caídos” de los cuales Lucifer es el representante más conocido.

El secreto de los “ángeles caídos” es en esencia el misterio que subyace al mismo Plan de la evolución ya que la voluntad de los ángeles solares de “caer”, de sacrificarse a sí mismos con el objetivo de traer la luz del principio mental a lo que en aquel entonces fuera el hombre animal, ha marcado el punto en el cual ha entrado en acción la Ley de Dualidad, por medio de la cual la materia, la forma – negativa y pasiva – puede ser estimulada por el espíritu. Este acto de sacrificio en los albores de la historia humana es un hilo que se encuentra entretejido en todas las grandes escrituras y mitologías del mundo, incluyendo el mito de Prometeo que robó el fuego (la mente) para los hombres y la historia bíblica del Hijo Pródigo, quien abandonó el hogar del Padre para embarcarse en el sendero de la experiencia de la vida en la forma y los sentidos – el viaje “al país lejano”.

El rol de los ángeles solares y el de su sacrificio en beneficio de la humanidad está tratado extensamente en La Doctrina Secreta de H.P, Blavatsky. De hecho, en 1887 a la revista de la Sociedad Teosófica se le ha dado el nombre de “Lucifer” en un esfuerzo por arrojar claridad sobre aquello que es considerado, injustamente, como un ángel sacrificado maligno.

El nombre de “Lucifer” viene de las palabras latinas: Lux or Lucis (luz) y ferre (portar, traer). De este modo, Lucifer literalmente significa “portador de luz”; está relacionado con el planeta Venus en Revelaciones XXII: 16 cuando Cristo dice “yo soy la brillante estrella matutina”, la cual es Venus, anunciando la emergencia plena de la luz del Sol – el Hijo, el Cristo. De una manera interesante el papel del “portador de luz” está relacionado a Mercurio, o Hermes – el mensajero divino de las mitologías griega y romana. En el cristianismo la función de Mercurio es realizada por Miguel, el “Ángel Guardián” del Cristo, según Santo Tomás. La relación esotérica de este Ángel Guardián y el Cristo es aun más clarificada por una declaración del Tibetano, con Quien Alice Bailey ha colaborado escribiendo una serie de libros sobre la Sabiduría Eterna, que dice que “Mercurio y el Sol son uno”.

Esotéricamente hablando, la función del Ángel Guardián se ha hecho posible gracias al sacrificio de los ángeles solares al preservar el principio de la mente, ocultamente el fuego, por medio de repetidas y persistentes encarnaciones en la forma hasta que el hombre animal llegara a ser un hombre pensador y, finalmente, comenzar el despertar a su herencia espiritual verdadera: el hombre humano/divino. De este modo los ángeles solares crean la forma para la manifestación del principio encarnante del alma – el cuerpo causal – y también retiran este cuerpo, en la cuarta iniciación, cuando el vínculo entre el la forma y el espíritu se ha establecido de forma permanente, fusionándolos. Entonces el cuerpo causal es destruido.

El concepto del “ángel rebelde” parece remontarse al poeta John Milton que en su Paraíso perdido aparentemente ha anclado en la conciencia humana la idea del descenso de los ángeles solares como un acto de rebelión y consecuentemente una caída desde la gracia. (“Reinar es ambición digna, aun cuando sea sobre el infierno, porque más vale reinar aquí, que servir en el cielo.”). Este espíritu de rebelión y su consecuente dolor no se encuentran en Venus, nos dice el Tibetano. El espíritu de rebelión solo es contundente en la Tierra y el Tibetano sugiere que este espíritu de rebelión ha cualificado la actitud de nuestro Logos planetario mismo, el “Rebelde Divino”. El Tibetano cita el Antiguo Comentario:

 

“Entró en la vida y supo lo que era la muerte.”

“Tomó una forma y se entristeció porque era oscura.”

“Se obligó a salir del lugar secreto y buscó el lugar de la luz, y la luz le reveló lo que menos buscaba.”

“Esperaba obtener permiso para regresar.”

“Buscó el Trono en lo alto y a Aquel sentado en él. Exclamó: ‘No buscaba esto. Buscaba la paz, la luz, la libertad de servir, de demostrar mi amor y revelar mi poder. Aquí no hay luz. Aquí no hay paz. Dejadme regresar.’

“Pero Aquel que estaba sentado en el Trono no volvió la cabeza. Parecía no escuchar ni oír.”

“Entonces desde la esfera inferior de las tinieblas y del dolor, surgió una voz que exclamó: ‘Aquí sufrimos. Buscamos la luz. Necesitamos la gloria de un Dios entrante.’[Sólo he hallado estas dos últimas palabras para poder expresar el antiguo símbolo que estoy traduciendo.]

‘Elévanos a los Cielos. Entra, Oh Señor, en la tumba. Resucítanos a la luz, haz el sacrificio.

Derriba los muros de la prisión y entra en el dolor.’

“El Señor de la Vida retornó; de allí el dolor.”

Psicología Esotérica T. II, p. 86 – 87.

El mal de la separatividad

El pecado y el mal no existen en la Tierra. Nos dice el Tibetano que el único mal es el pecado de la separatividad. En este sentido podemos obtener una comprensión del modo por el cual Lucifer ha llegado a ser identificado con el mal, como el despertar de la mente, que caracteriza al estado de la humanidad avanzada de hoy, y es, como todos lo sabemos muy bien, tanto nuestro modo de liberación como también crea más separatividad y aprisionamiento. La mente, activa y poderosa, pero desprovista de alma, puede ser el gran factor cristalizador que construye poderosas barreras de separación. “La mente es el matador de lo Real. Mata tú al matador”, se le instruye al discípulo. En este sentido, la mente, en su elemento analítico y concreto, se convierte en el refugio (y la prisión no reconocida) de la ideología y es verdaderamente capaz del pecado de la separatividad por medio del prejuicio, el odio y la aceptación de las distorsiones de semi-verdades.

Mayor clarificación sobre el papel que juegan los ángeles solares se encuentra en una consideración sobre el cuarto Rayo de Armonía a través del Conflicto y sobre el quinto Rayo de Conocimiento Concreto como también sobre Mercurio y Venus, por medio de los cuales, respectivamente, estos ángeles canalizan sus energías. Mercurio es el “Mensajero de los Dioses” y el cuarto rayo es el principio fluido que relaciona el Plan con el Propósito de la divinidad que se conoce en el nivel de budi o de la intuición, nivel regido por Mercurio, junto con la mente o manas, que es regida por Venus y el quinto rayo. “Venus ha sido el custodio de lo que llamamos el principio Mente y lo ha traído como un don puro a la humanidad en estado embrionario”, se nos dice en “ Los Rayos y las Iniciaciones”. Buda dijo que “El amor nace por medio de la mente”. El quinto rayo, canalizado por Venus y mental en expresión, “opera en conexión con la Ley de la Separatividad” y “es también responsable de la rápida formación de grandes y condicionantes ideologías” ( Ibid p.594). Con esto se nos recuerda que los ángeles solares que eligieron descender a la Tierra se sometieron a la Ley de la Dualidad de tal modo que la evolución del ser humano pudiera depender del desarrollo de la discriminación mental y del libre albedrío y de este modo de la capacidad de realizar elecciones y decidir por el camino superior. Siempre hay una elección entre dos senderos que es una elección, que para el ser humano, debe ser regida por el libre albedrío.

La sustancia del plano mental es el quinto rayo canalizado por Venus, y debido a que el reino de los ángeles trabaja con sustancia – con el aspecto forma – los ángeles solares han aportado la sustancia del mentalismo al hombre estableciendo así el vínculo, el cuerpo causal del alma, en el plano mental – un vínculo que se preserva hasta la cuarta iniciación que destruye la forma, ya no necesaria, del cuerpo causal. Algo sobre la magnitud de este acto de los ángeles solares se insinúa por medio de la comprensión de que el quinto rayo del Conocimiento “es la energía que admite a la humanidad (y particularmente al discípulo y al iniciado entrenados) en los misterios de la mente de Dios Mismo. Es la llave “sustancial” para acceder a la Mente Universal” ( Los Rayos y las Iniciaciones. p.485).

Más aún… se dice que la relación entre el quinto Rayo del Conocimiento y el Segundo Rayo de Amor-Sabiduría es muy estrecha porque el segundo rayo rige el presente sistema solar. En el sacrificio de los ángeles solares “Portadores de Luz”, en beneficio del hombre animal, el aspecto sabiduría del segundo rayo se ha despertado ya que “sabiduría es conocimiento adquirido por medio de la experiencia (el peregrinaje del Hijo Pródigo) e implementado por medio del amor”. De este modo el descenso de los ángeles solares a la sustancia ha dejado el legado de la experiencia en el desarrollo del Plan divino.

Retornando a la historia del Hijo Pródigo, y para entender con más profundidad lo que implica la experiencia del Hijo Pródigo, es importante notar que, en el retorno al hogar del Padre, el Padre es el que sale en gozosa recepción para abrazarlo, dejando al hijo mayor quien ha permanecido en el hogar celoso y no reconocido. Que tal peregrinaje a un “lejano país” es parte del Plan de Dios, parece ser corroborado por el siguiente pasaje del Tibetano:

 

“El anhelo de sacrificarse, de abandonar esto por aquello, de elegir una forma o línea de conducta, de perder para eventualmente ganar, es la historia que subyace a la evolución y lo cual debe ser comprendido en forma psicológica. Es el principio que rige la vida misma y corre como canon dorado de belleza a través de los oscuros elementos con que se forja la historia humana. Cuando este impulso de sacrificio para conquistar, adquirir o salvar lo que se considera deseable sea comprendido, se revelará la clave del desarrollo del hombre. Esta tendencia o anhelo es algo distinto del deseo, tal como hoy se comprende y estudia académicamente, pues lo que en verdad significa es el surgimiento de lo más divino en el hombre. Constituye un aspecto del deseo; es la parte activa y dinámica, no la parte sentimental – sensual; es la característica predominante de la Deidad.”

Psicología Esotérica T II, p. 85 – 86.

 

Por medio de la energía del quinto rayo, que “esencialmente es un portador de luz”, la evolución de la humanidad es apresurada realizando el descenso del Reino de Dios a la Tierra como resultado del ascenso de los muchos que pasan por la iniciación en este tiempo. El hecho de que la Doctrina Secreta iguala a Venus con Gaia (la Tierra) y el hecho de que el despertar de la conciencia de la teoría de Gaia reconoce que la Tierra es un organismo vivo y unificado, sugiere que la humanidad puede ahora estar comenzando a despertar y cooperar de alguna manera con el objetivo para el cual los ángeles solares descendieron a la materia: para la salvación de la sustancia y para el despertar de la mente en la forma de tal modo que el Propósito de la Deidad pueda ser registrado y expresado en la sustancia. Estos ángeles solares “cayeron” como un acto de elección y de sacrificio supremo en beneficio de la humanidad. Esos “Señores del Conocimiento y de la Compasión y los de incesante y perseverante Devoción” somos nosotros mismos y, a nuestra vez, debemos elegir conscientemente y tomar el control de nuestra encarnación en la forma, buscando un Propósito y de este modo convertir la vida en la Tierra como un don de sacrificio a las vidas menores que dependen de nuestro cuidado.

Cristo ha dicho, “Yo soy la brillante estrella matutina”. Su promesa y el legado de la presencia en la Tierra de tales “portadores de luz” pueden ser sintetizados en las siguientes palabras de H.P.Blavatsky que ha escrito: “en todas las cosmogonías de la antigüedad la luz proviene de las tinieblas. Alice Bailey ha expresado un reconocimiento similar en las siguientes palabras: “El Maestro M…agrega oscuridad a la luz, a fin de que aparezcan las estrellas, pues en la luz no fulguran las estrellas, pero en la oscuridad no existe luz difusa sino puntos enfocados de radiación”. ( Los Rayos y las Iniciaciones, p. 148)