044-049

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DISCÍPULOS

(1). Discípulo es aquel que, por sobre todo, se compromete a hacer tres cosas:

a. Servir a la humanidad.

b. Colaborar en el plan de los grandes Seres, tal como lo ve, y de la mejor manera posible.

c. Desarrollar los poderes del ego, expandir su conciencia hasta poder actuar en el cuerpo causal, en los tres planos de los tres mundos, y seguir la guía del yo superior y no los dictados de su triple manifestación inferior.

Discípulo es aquel que comprende simultáneamente la relativa insignificancia de cada unidad de conciencia como también su vasta importancia. Ajusta su sentido de proporción y ve las cosas tal cual son, a las personas como son, a sí mismo tal cual es inherentemente, entonces trata de llegar a ser lo que él es.

El discípulo comprende la vida o el aspecto fuerza de la naturaleza y no le atrae la forma. Trabaja con la fuerza y por medio de la fuerza; se reconoce como un centro de fuerza dentro de otro centro mayor de fuerza, y tiene la responsabilidad de dirigir la energía que puede afluir a través de él hacia los canales por medio de los cuales el grupo puede beneficiarse.

El discípulo reconoce que es, en mayor o menor grado, una avanzada de la conciencia del Maestro, considerando al Maestro en un sentido dual:

a. Como su propia conciencia egoica.

b. Como el centro de su grupo; fuerza que anima a las unidades del grupo, uniéndolas en un todo homogéneo.

Discípulo es aquel que trasfiere su conciencia de lo personal a lo imper­sonal, y que durante la etapa de transición soporta necesariamente muchas dificultades y sufrimientos, provenientes de varias causas:

a. De su yo inferior, que se rebela en contra de la trasmutación.

b. De su grupo inmediato, de su amigos y familiares, que se rebelan ante su creciente impersonalidad. No les agrada ser considerados uno con él, en el aspecto vida, y sin embargo independientes de él, en lo que respecta a deseos e intereses. No obstante, la ley rige, y sólo cabe verdadera unidad en la vida esencial del alma. Descu­brir lo que la forma es, causa muchos sufrimientos al discípulo, pero el camino conduce eventualmente a la perfecta unión.

Discípulo es aquel que conoce su responsabilidad para con todas las unidades que están bajo su influencia ‑ responsabilidad de colaborar con el plan de la evolución, tal como es para ellos, y así expandir las conciencias y enseñarles la diferencia entre lo real y lo irreal, la vida y la forma. Esto puede realizarlo muy fácilmente demostrando en su propia vida cuál es su meta, objetivo y centro de conciencia. (1 - 68/9)

(2). El discípulo tiene, en consecuencia, distintos objetivos:

Respuesta sensible a la vibración del Maestro.

Pureza de vida, en forma práctica, no teórica.

Liberación de la preocupación. Debe recordarse que la preocupación se basa en lo personal, y es el resultado de un apasionamiento y de una respuesta excesivamente raída a las vibraciones de los mundos inferiores.

Cumplimiento del deber. Este punto involucra el desempeño desapasio­nado de todas las obligaciones, y la debida atención a las deudas kármicas. Se debe acentuar, especialmente en todos los discípulos, el valor del desapa­sionamiento.

Esto significa obtener ese estado de conciencia donde se observa el equilibrio y no dominan el placer ni el dolor, porque han sido reemplazados por la alegría y el gozo. Debe reflexionarse bien sobre esto, porque es necesario trabajar arduamente para obtener el desapasionamiento. (1 - 69)

(3). Cada paso trascendido se da mediante el sacrificio de todo lo que es querido por el corazón en algún plano, y este sacrificio debe ser siempre voluntario. (1 - 76)

(4). Aprovechando el actual día de oportunidad y dando cumplimiento a las reglas para hollar el sendero, llegará para muchos occidentales la oportuni­dad de dar estos pasos. La encontrará el hombre que está preparado, en el lugar donde se halle y en las circunstancias familiares de su vida diaria. La descubrirá en el cumplimiento del deber, en saber sobreponerse a las pruebas y experiencias y en esa íntima adhesión a la voz del Dios interno, que distingue a todo aspirante a la iniciación. La iniciación implica las cosas que lleva a cabo diariamente quien se esfuerza conscientemente en entrenarse a sí mismo: el Maestro (ya sea el Dios interno o el Maestro del hombre, si es consciente de El) le señala el siguiente punto a alcanzar y el trabajo que debe realizar y le explica la razón de ello. Entonces el Instructor se aparta y observa la realización del aspirante. A medida que observa, reconoce los puntos de crisis donde la aplicación de una prueba logrará una o dos cosas, enfocará y dispersará cualquier mal aún no vencido ‑si se puede emplear este térmi­no ‑ y demostrará al discípulo sus flaquezas y sus fuerzas. En las grandes iniciaciones se emplea el mismo procedimiento, y la capacidad del discípulo para vencer estas pruebas y etapas mayores, depende de su capacidad para enfrentar y vencer las pruebas menores diarias. "Aquel que es leal en lo poco, lo es también en lo mucho". Esta afirmación esotérica debe en realidad caracterizar la actividad diaria del verdadero aspirante; lo "mucho" es trascendido y se deja atrás, porque es considerado simplemente como una intensificación de lo normal, y ningún iniciado pasó la gran prueba de la iniciación si no se ha acostumbrado a pasar las pruebas menores todos los días de su vida. Entonces las considera normales y como la trama usual de su vida cuando tropieza con ellas. Cuando se alcanza y se mantiene esta actitud mental, no habrá sorpresas ni posibles fracasos. (1 - 149/50)

(5). Para un discípulo el alineamiento directo con el Ego, vía los centros y el cerebro físico, es la meta de su vida de meditación y disciplina. (3 - 899)

(6). Un discípulo es quien trata de aprender un nuevo ritmo, entrar en un nuevo campo de experiencia y seguir los pasos de esa humanidad avanzada que antes que él ha hollado el sendero que conduce de la oscuridad a la luz y de lo irreal a lo real. ha saboreado las alegrías de la vida en el mundo de la ilusión y ha aprendido que son impotentes para satisfacerlo y retenerlo. Ahora se encuentra en una etapa de transición entre los nuevos y los viejos estados del ser. Vibra entre la condición de la percepción del alma y la percepción de la forma. Por lo tanto, ve "doble". (4 - 55)

(7). Existe un estado similar de cosas en las primeras etapas del sendero del discipulado y en las etapas finales del sendero de probación. El discípulo llega a ser consciente de capacidades y poderes que aún no están inteligentemente bajo su control. Experimenta destellos de percepción interna y conocimientos que parecen inexplicables y sin valor inmediato. Hace contacto con vibracio­nes y fenómenos de otros reinos, pero es inconsciente del proceso mediante el cual lo ha logrado, e incapaz de renovarlos o volver a experimentarlos. (4 - 127)

(8). Cuando un hombre camina literalmente en la luz de su alma y la clara luz del sol afluye a través de él ‑ revelando el sendero ‑ eso revela al mismo tiempo el Plan. Sin embargo, llega a ser consciente simultáneamente de que el Plan aún está muy lejos de ser consumado. Lo oscuro, en verdad, se hace más evidente; el caos, la miseria y el fracaso de los grupos mundiales, quedan revelados; se observa la impureza y el polvo de las fuerzas que guerrean, y todo el sufrimiento del mundo pesa sobre el asombrado, pero iluminado aspirante. ¿Podrá resistir esta presión? ¿Podrá conocer en realidad el dolor y sin embargo regocijarse eternamente en la conciencia divina? ¿Es capaz de enfrentar lo que revela la luz y no obstante continuar su camino con serenidad, seguro del triunfo final del bien? ¿Será abrumado por el mal superficial y olvidará el corazón de Amor que late detrás de todas las apariencias externas? El discípulo debe recordar siempre esta situación, sino lo que ha descubierto lo destruirá a él.

Pero con el advenimiento de la luz, se hace consciente de una, para él, nueva forma de energía. Aprende a trabajar en un nuevo campo de oportunidades. El reino de la mente se abre ante él y descubre que puede diferenciar entre la naturaleza emocional y la mental; también descubre que se puede obligar a la mente a asumir la posición de controladora, y que las fuerzas sensorias respon­den, obedeciendo alas energías mentales. "La luz de la razón" produce esto ‑ luz siempre presente en el hombre, pero sólo significativa y poderosa cuando es vista y conocida, sea fenoménica o intuitivamente. (4 - 259)

(9). Este trabajo intensamente práctico, en el que estamos comprometidos, es de tal proporción que ocupará la atención y el tiempo de un hombre, incluso toda su vida de pensamiento.

El discipulado es una síntesis de arduo trabajo, desenvolvimiento intelec­tual, constante aspiración y orientación espiritual, además de cualidades poco comunes de positiva inofensividad y el ojo abierto que ve a voluntad en el mundo de la realidad. (4 - 418)

(10). Investigar el Camino. Uno de los Maestros ha dicho que toda una generación de 'investigadores puede producir un solo adepto. ¿Por qué será así? Por dos razones:

Primero, el verdadero investigador es aquel que aprovecha la sabiduría de su generación; es el mejor producto de su período particular y, sin embargo, permanece insatisfecho y con el anhelo interno de adquirir sabiduría. Para él existe algo de mayor importancia que el conocimiento y algo superior a al experiencia acumulada de su propio período y tiempo. Sabe que tiene que dar un paso adelante y lo hace para obtener y agregar algo a lo ya adquirido por sus colegas. Nada lo satisface, hasta que encuentra el Camino, y nada sacia el deseo desde el centro de su ser, excepto lo que se halla en el Hogar del Padre. Es lo que es, porque habiendo probado todos los caminos menores, los ha encontrado deficientes, y habiéndose sometido a muchos guías, sólo ha encontrado "ciegos conductores de ciegos". No le queda más que convertirse en su propio guía y hallar por sí solo el camino al hogar. De esa soledad que es el signo de todo verdadero discípulo, nace ese conocimiento y confianza en sí mismo, que lo capacitará a su vez para ser un Maestro. Esta soledad no es debida al espíritu de separatividad sino a la condición del Camino mismo. Los aspirantes deben tener presente esta diferencia.

Segundo, verdadero investigador es quien posee ese valor poco común, que permite a su poseedor permanecer erguido y emitir su propia clara nota en medio de¡ alboroto del mundo. Es aquel que, mediante el ojo entrenado, ve más allá de las nieblas y las miasmas de la tierra, hasta ese centro de paz que preside todos los acontecimientos terrestres, y mediante el oído atento y entrenado (habiendo captado un susurro de la Voz del Silencio), se mantiene a tono con esa alta vibración y, por consiguiente, está sordo a las seductoras voces menores. Esto nuevamente trae soledad y produce el alejamiento que sienten las almas menos evolucionadas cuando están en presencia de otras más avanzadas.

Una situación paradójica tiene lugar cuando se le indica al discípulo que investigue el Camino, y sin embargo nadie se lo señala. Quienes conocen el camino no deben hablar, pues saben que el sendero es construido por el aspirante, así como la araña teje su tela desde el centro de su propio ser.

Obedecer los impulsos internos del alma.

No es tarea fácil o halagadora, descubrirse a si mismo y encontrar que quizás hasta el servicio prestado y nuestro anhelo de estudiar y trabajar, tuvieron un origen básicamente egoísta, o se han basado en un deseo de liberación o desagrado por los deberes cotidianos. El que trata de obedecer los impulsos del alma debe hacer un análisis exacto y honesto de sí mismo, cosa realmente rara en estos días. Que se diga a sí mismo "tengo que ser veraz con mi propio Ser" y, en la intimidad y en el secreto de su propia meditación, tratar de no pasar por alto falta alguna, ni disculparse nada a sí mismo. Que aprenda a diagnosticar sus propias palabras, actos y móviles, y a llamar a todas las cosas por su verdadero nombre. Sólo así se entrenará en la discriminación espiritual y aprenderá a reconocer la verdad en todas las cosas. Sólo así llegará a la realidad y conocerá al verdadero Ser.

No prestar atención a las prudentes consideraciones de la ciencia y sagaci­dad mundanas. Si el aspirante necesita cultivar la capacidad de caminar solo, si debe desarrollar la facultad de ser verídico en todas las cosas, tiene también que cultivar el valor. Con frecuencia necesita estar continuamente en contra de la opinión mundial y de la mejor expresión de esa opinión. Debe aprender a hacer lo que le corresponde, tal como lo ve y conoce, a pesar de la opinión deliberada de los hombres más grandes y mencionados de la tierra. Debe depender de sí mismo y de las conclusiones a que llega en sus momentos de comunión e iluminación espirituales. Es aquí donde fracasan la mayoría de los aspirantes. No hacen todo lo que pueden; no actúan a conciencia como les dicta su voz interna; no realizan la cosas que se ven incitados a hacer en sus momentos de meditación y no pronuncian las palabras que su mentor espiritual, el Yo, les urge pronunciar. En el conjunto de estos detalles no realizados es donde se ven los grandes fracasos.

No hay trivialidades en la vida del discípulo, y una palabra inexpresada o una acción incumplida, puede ser el factor que impide a un hombre llegar a la iniciación.

Vivir una vida ejemplar para los demás. ¿Es necesario que me extienda sobre esto? Me parece que no debería hacerlo, pero sin embargo es aquí donde fracasan los hombres. Después de todo ¿Qué es servicio grupal? Sencillamente una vida de ejemplo. El mejor exponente de la Sabiduría Eterna es aquel que vive cada día la vida del discípulo, esté donde esté, aunque no viva la vida donde quisiera vivirla. Quizás la cualidad que produce el mayor número de fracasos entre los aspirantes a adeptos, es la cobardía. Los hombre fracasan donde están, porque encuentran siempre alguna razón que les hace creer que deberían estar en otra parte. Huyen, casi sin darse cuenta, de las dificultades, de las condiciones inarmónicas, de las ocasiones que presentan problemas, y de las circunstancias que exigen una acción elevada, produciéndose para extraer lo mejor del hombre, siempre que las enfrente. Huyen de sí mismos y de los demás, en lugar de vivir la vida.

El adepto no pronuncia palabra que pueda herir o perjudicar. Por lo tanto, ha debido aprender el significado de las palabras en medio del torbellino de la vida. No pierde el tiempo compadeciéndose o justificándose a sí mismo, porque sabe que la ley lo ha colocado en el lugar donde mejor puede servir, y porque ha aprendido que las dificultades son siempre provocadas por el hombre mismo y resultado de su actitud mental. Al deseo de justificación lo considera una tentación que debe evitar. Comprende que cada palabra pronunciada, cada acto realizado, cada mirada y cada pensamiento, tienen su efecto sobre el grupo, ya sea para bien o para mal.

Por lo tanto ¿no es bien evidente por qué tan pocos triunfan y tantos fracasan? (4 - 418/21)

(11). Algunas palabras de aliento.

Sólo a medida que el discípulo esté dispuesto a abandonarlo todo para servir a los grandes Seres, sin reserva alguna, alcanza la liberación, y el cuerpo de deseos se trasmuta en el de la intuición superior. Servir perfectamente cada día, sin pensar ni calcular para el futuro, lleva al hombre al estado del perfecto Servidor. ¿Puedo sugerir una cosa? Toda preocupación y ansiedad tiene por base principal un móvil egoísta. Temen sufrir más, se acobardan al pensar que tendrán otras experiencias penosas. La meta no se alcanza de esta manera, sino que se llega por el sendero de la renunciación. Quizás signifique renunciar a los placeres, a la buena reputación, a los amigos, o a todo a lo que el corazón se aferra. Digo quizás, no que sea así. Sólo trato de indicarles que si ese es el camino, por el cual tienen que llegar a la meta, entonces el es camino perfecto para ustedes. Todo lo que lleve rápidamente a Su Presencia, a Sus Pies de Loto, debe ser deseado por ustedes y ansiosamente bienvenido.

Por lo tanto, cultiven diariamente el supremo deseo de buscar sólo la aprobación de su Guía e Instructor interno y la respuesta del alma a la buena acción, desapasionadamente ejecutada.

Si la aflicción los abruma, sonrían ante ella; terminará en una fecunda recompensa y recuperarán todo lo perdido. Si son objeto de burla y desprecio sonrían también, sólo deben esperar la aprobación del Maestro. Si las lenguas embusteras se desatan, no teman, sigan adelante. La mentira es una cosa de la tierra y puede ser trascendida como algo demasiado vil para ocuparse de ella. La meta del discípulo es alcanzar visión, deseo puro, propósito consa­grado y oídos sordos a todos los ruidos de la tierra. Nada más diré; sólo quisiera que no disiparan inútilmente la fuerza en infructuosas imaginaciones, en febriles especulaciones y en ansiosas expectativas. (2 - 44/5)

(12). El problema de todos los discípulos es el mismo, es decir, vivir simul­táneamente la vida interna, agudamente sensible, y la del Peregrino en el sendero de la vida, el ser humano en el mundo de los acontecimientos humanos; vivir la vida grupal del discípulo consagrado y la vida masiva de la humanidad; cumplir con su propio destino espiritual, por intermedio de una personalidad controlada y, al mismo tiempo, participar plenamente de la vida de la humanidad en la Tierra ‑esto no es una tarea fácil. (16 - 372)

(13). El discípulo tiene que aceptarse él mismo como es, en cualquier momento dado, con cualquier equipo que disponga y bajo cualquier circuns­tancia; entonces él, sus asuntos y su tiempo se subordinan a la necesidad del momento ‑especialmente durante el período de crisis grupales, nacionales o mundiales. Cuando lo haga a conciencia y piense en términos de verdaderos valores, descubrirá que sus problemas particulares se resuelven, su capacidad aumenta y olvida sus limitaciones. (11 - 155)

(14). En esta época se exige la movilización de todos los discípulos, y al decir “esta época” me refiero no sólo al momento actual, sino a los próximos cincuenta años. Esta movilización implica el enfoque de las energías del discípulo, su tiempo y sus recursos, en bien de la humanidad; requiere una nueva dedicación al servicio, la consagración de la vida mental (¿se dan cuenta, hermanos míos, lo que eso significaría?) y el olvido del yo, que rechazaría todo estado de ánimo y sentimiento, todo deseo personal, resen­timientos, quejas y todas las pequeñeces que surgen en las relaciones con sus semejantes. En el plano físico significa condicionar la entera vida externa activa, de modo de convertirla en una vida de servicio activo y concentrado. Les pido que estudien las frases que anteceden, utilizándolas como luz reveladora, para saber de qué adolecen y qué deben hacer. (5 - 104)

(15). Lo que yo y todo los afiliados a la Jerarquía tratamos de hacer, en esta época de desesperada crisis, es descubrir a quienes son firmes Puntos de energía viviente y derramar por su intermedio el amor, la fortaleza y la luz que el mundo necesita y debe poseer si quiere capear el temporal.

Muchos discípulos no son jóvenes, por lo que les resulta difícil desalojar hábitos mentales y sensorios arraigados. Sin embargo, deberán alterarlos y no resentirse por ello. (5 - 105/6)

(16). Los discípulos y egos avanzados que están en el sendero de probación reciben instrucciones.

Para probar su aptitud en el trabajo especial del futuro; este trabajo es sólo conocido por los Guías de la raza. Se pone a prueba su capacidad para vivir en comunidad, con miras a seleccionar a quienes son apropiados para ingre­sar en la colonia de la sexta subraza. Se los prueba en distintos aspectos del trabajo, muchos de ellos ahora incomprensibles para nosotros, y a medida que pase el tiempo se convertirán en métodos comunes de desarrollo. (1 - 64/5)

Ver también: "Las Seis Etapas del Discipulado". (5 - 617/708)

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DISCÍPULOS:
ACEPTACIÓN DE LOS

(1). Existen falsos conceptos, en las mentes de las personas, respecto a la forma en que el Maestro permite al discípulo darse cuenta que ha sido aceptado. Se ha generalizado la idea de que se le comunica y se le acuerda una entrevista, en la cual el Maestro lo acepta y le designa un trabajo. Pero no es así. La Ley oculta rige tanto para el discipulado como para la iniciación, y el hombre progresa ciegamente. Espera pero no sabe, pero tiene la espe­ranza de que así sea; aunque no tiene ninguna seguridad tangible, llega a la conclusión, por el estudio de sí mismo y de los requisitos, que quizá ha alcanzado el estado de discípulo aceptado. Por lo tanto, actúa sobre tal suposición y, vigila sus actos, cuida sus palabras y controla sus pensamientos. de modo que ninguna acción, palabra innecesaria o pensamientos maléfico, rompan el ritmo que él cree haber establecido. Sigue con su trabajo, pero intensifica la meditación; investiga sus móviles; trata de equipar su cuerpo mental; coloca ante sí el ideal de servicio, procurando siempre servir; enton­ces (cuando está tan absorbido en el trabajo que tiene entre manos, que se ha olvidado de sí mismo) repentinamente un día ve a Aquél que durante tanto tiempo lo ha estado observando.

Esto puede acontecer en dos formas: ya sea en plena conciencia vigílica, o porque el cerebro físico registra la entrevista tal como participó en ella durante las horas de sueño.

Paralelamente al reconocimiento de este evento los discípulos llegarán a otros reconocimientos:

I. El acontecimiento se reconoce como un hecho, fuera de toda controver­sia. Ninguna duda queda en la mente del discípulo.

II. Sabe que no debe mencionarlo. Pasarán meses o años antes de hacerlo,. y entonces lo dirá sólo a quienes son también reconocidos como discípulos o a un compañero de tarea que está bajo la misma influencia grupal, cuyo derecho es saberlo, derecho sancionado por el Maestro del grupo.

III. Ciertos factores que rigen la relación del Maestro con el discípulo son gradualmente reconocidos y empiezan a regir cada vez más la vida del discípulo:

a. Reconoce que los puntos de contacto con su Maestro están regidos por la emergencia y la necesidad grupales, y tienen que ver con su servicio grupal. Paulatinamente se da cuenta que su Maestro podrá interesarse por él sólo hasta donde su ego pueda ser utilizado en el servicio, por medio de la personalidad en el plano físico. Empieza a darse cuenta que El trabaja con su alma y que ésta y no el yo personal, está en relación con el Maestro. Por lo tanto su problema, problema de todos los discípulos, se va aclarando cada vez más, el cual consiste en mantener abierto el canal de comunicación entre el alma y el cerebro, mediante la mente, de modo que el Maestro pueda comunicarse inmediatamente y con facilidad. A veces tiene que esperar varias semanas antes de poder ser oído por el discípulo, porque el canal ascendente está cerrado y el alma no está en relación con el cerebro. Esto sucede especialmente en las primeras etapas del discipulado.

b. Percibe que una de las primeras cosas que debe hacer es aprender a discriminar entre:

La vibración de su propia alma.

La vibración del grupo de discípulos con quienes está asociado.

La vibración del Maestro.

Las tres son diferentes y es fácil confundirlas especialmente al principio. La guía más segura para los aspirantes cuando hacen contacto con una vibración y estímulo superiores, consiste en suponer que quien hace contacto con ellos es su propia alma, el Maestro en el corazón, y no (algo muy halagador para orgullo de la personalidad) que el Maestro trata de Regar a ellos.

c. Descubre además que no es costumbre de los Maestros adular o hacer promesas a sus discípulos. Están muy ocupados y son demasiado sabios; tampoco les dicen que están destinados a desempeñar altos cargos, ni que son sus intermediarios y que de ellos depende la Jerarquía. La ambición, el amor al poder y la autosuficiencia, características de muchos tipos mentales, ponen a prueba al aspirante luchador, y recibe de su personalidad todo lo que necesita en ese sentido. Estas cualidades lo engañan y desvían, forzándolo a situarse en un pedestal de donde finalmente tendrá que descender. Los Maestros no dicen nada que pueda nutrir el orgullo en Sus discípulos, ni pronuncian palabras que fomenten en sus chelas el espíritu de separatividad.

d. El discípulo muy pronto se da cuenta que los Maestros no son fácilmente accesibles. Se hallan tan ocupados, que difícilmente disponen de tiempo para comunicarse con el discípulo, y únicamente en una emergencia, en el caso de un principiante en el sendero del discipulado, utilizan la energía necesaria para ponerse en contacto. Con los discípulos antiguos y probados, los contactos son más frecuentes, se logran con más facilidad y tiene resultados más rápidos. Sin embargo, debe recordarse que cuanto más nuevo es el discípulo exige mayor atención y considera que debe recibirla. Los servidores antiguos y más experi­mentados tratan de cumplir con sus obligaciones y llevar a cabo el trabajo mediante el menor contacto posible con el Maestro. Procuran ahorrarle tiempo y, frecuentemente, consideran que una entrevista con El es una demostración de fracaso de su parte, y por lo tanto les produce desazón ocupar el valioso tiempo del Maestro, obligándolo a emplear Su energía en proteger el trabajo de cual­quier error, y al discípulo de algún daño. El objetivo de todo discípulo avanzado es desempeñar su tarea y relacionarse con el centro de fuerza espiritual, su grupo, y estar así en continuo contacto con el Maestro, sin entrevistas ni contactos fenoménicos. La mayoría sólo espera establecer contacto con Su Maestro una vez al año, generalmente en la época del plenilunio de mayo.

e. Encuentra también que la relación entre Maestro y discípulo está regida por la ley y que existen grados y etapas definidos de contacto en la relación deseada. (4 - 130/2)

(2). En cuanto llega a ser un discípulo aceptado y ha emprendido definida­mente el trabajo de preparación para la iniciación, ya no puede volver atrás. No podría aunque quisiera, y el ashrama lo protege. (18 - 60/1)

(3). Discípulo aceptado es el que aceptó:

1. La realidad de la existencia de la Jerarquía, con lo que ello implica de lealtad y colaboración.

2. El hecho de que las almas son una y, en consecuencia, se ha comprome­tido a expresarse como alma. El servicio a prestar consiste en despertar y estimular a todas las almas con las cuales establece contacto.

3. La técnica esotérica de servicio. El servicio que presta a la humanidad determina todas sus actividades y subordina su personalidad a la necesidad de la época. Observe esta frase. Cultive la percepción interna y una respuesta fluida a la necesidad inmediata, y no la reacción sensible a una lejana meta.

4. El Plan, tal como lo presentan los Instructores de la raza. Trata de comprender la naturaleza de tal Plan y facilita a su manifestación. (5 - 90)

(4). Cuando llegan a su fin las fluctuaciones del contacto y el alumno se estabiliza y se convierte en un "punto de energía que se aproxima constante­mente” se trasforma en discípulo aceptado. (5 - 104)

(5). La primera iniciación precede siempre a la etapa del discipulado aceptado. Ningún Maestro acepta a un discípulo y lo introduce en su Ashrama si no se ha producido en él, el nacimiento del Cristo. (5 - 657)

(6). El término Discípulo Aceptado abarca las etapas de la primera y segunda iniciaciones. (5 - 667)

(7). A los discípulos iniciados sólo les interesa la visión, el Plan, su dirección y su materialización en la Tierra. Los discípulos aceptados están aprendiendo a hacerlo. (5 - 670)

(8). Hay actualmente más o menos cuatrocientos discípulos aceptados en el mundo* -es decir, hombres y mujeres que realmente saben que son discípu­los, saben cuál es su trabajo y lo están realizando. No obstante, hay muchos centenares (de la generación actual de gente joven) que están en vísperas de ser aceptados, y millares se hallan en el sendero de probación. (4 - 126/7)

Ver también: "Las Seis Etapas del Discipulado". (5 - 617/708)

(*): 1934

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DISCÍPULOS:
EDAD DE LOS

(1). El mundo ofrece hoy oportunidad a los discípulos para que lleguen a ser discípulos mundiales, cerca del corazón del Maestro, y pasar rápidamente por las primeras etapas del discipulado. También brinda la oportunidad a los discípulos mundiales para que inicien su acercamiento al Corazón de la Jerarquía, el Cristo. Deben interesarse por esta primera posibilidad, porque ‑ a medida que se acercan a su grupo ‑ pueden comenzar a recibir ese entrenamiento que desarrollará en ustedes la utilidad mundial. ¿Se sienten la mayoría demasiado viejos para lograrlo? Ustedes dirán. El alma no tiene edad, y puede utilizar su instrumento si éste es apropiado y está disponible. ¿Están demasiado centralizados y preocupa­dos en si mismos para prestar servicio mundial, mediante el necesario desa­pego? Esto tienen que descubrirlo y comprobarlo ustedes mismos. (5 - 704)

(2). Cuando el discípulo llega a los cuarenta y nueve años debería estar claramente definido el sendero del servicio en su vida. (6 - 632)

(3). Quienes enseñamos, vigilamos y guiamos el desarrollo esotérico del hombre, sabemos que si a la edad de cincuenta y seis años no se estableció cierta medida de fusión, raras veces se logra más adelante. Después de esa edad el hombre podrá permanecer en la etapa alcanzada y fomentar su aspiración, pero el sumergimiento dinámico de la personalidad en la voluntad y en la vida del alma es muy poco común lograrlo. Cuando se alcanza antes de los cincuenta y seis años, es realmente posible el progreso y desarrollo en el sendero del discipulado. (5 - 547)

(4). El año sexagésimo tercero de su vida le traerá, como en la vida de todos los discípulos, crisis y suprema oportunidad, y para ello debe prepararse debidamente. (6 - 645)

Ver también: (6 - 432/5, 439, 458/9)

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DOLOR

(1). El dolor es ese esfuerzo ascendente a través de la materia, que coloca al hombre a los Pies del Logos; dolor es seguir la línea de mayor resistencia y por ese medio Regar a la cima de la montaña; dolor es la destrucción de la forma y la obtención del fuego interno; dolor es el frío de la soledad que conduce al calor del sol central; dolor es arder en la hoguera a fin de conocer la frescura del agua de la vida; dolor es viajar al país lejano, que trae como resultado la bienvenida al hogar del Padre; dolor es la ilusión del desconoci­miento del Padre, que conduce al hijo pródigo al corazón del Padre; dolor es la cruz de la pérdida completa, que trae de retorno las riquezas de la eterna generosidad; dolor es el látigo que hostiga al esforzado constructor para llevar la construcción del Templo a la completa perfección.

La utilidad del dolor es muy grande y conduce al alma humana de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la liberación y de la agonía a la paz. Esa paz, esa luz y esa liberación, más la ordenada armonía del cosmos, son para todos los hijos de los hombres. (4 - 385), (5 - 621)

(2). Todo el problema del dolor y el sufrimiento, según hoy se lo comprende, está vinculado con este estado de conciencia, incidental a la percepción de los pares de opuestos. El animal sufre, pero lo hace en forma física y sensoria. El hombre sufre, pero lo hace física, sensoria y también mentalmente; el sufrimiento mental se debe a que ha desarrollado ciertos aspectos de la mente inferior ‑ presentimiento, memoria, imaginación, poder de visualizar, remor­dimientos e impulso innato de alcanzar la divinidad, que trae consigo una sensación de pérdida y de fracaso. Los padecimientos de Dios (a los que se refieren las escrituras del mundo, tan misteriosamente) están lejos de ser sensorios y son mentales e intuitivos. (14 - 204)

(3). En el sendero de iniciación el dolor es mayormente rechazado, no porque el iniciado trate de evitar el dolor, sino porque desaparece la sensi­bilidad de la forma hacia los contactos indeseables, y con ello desaparece también el dolor; el dolor es el guardián de la forma y el protector de la sustancia; advierte el peligro; indica ciertas etapas definidas en el proceso evolutivo; está relacionado con el principio por el cual el alma se identifica con la sustancia. Cuando cesa la identificación, el dolor, la enfermedad y también la muerte, pierden su aferramiento sobre el discípulo; el alma ya no está sujeta a sus requerimientos, y el hombre queda liberado, porque la enfermedad y la muerte son cualidades inherentes a la forma y están sujetas a las vicisitudes de la vida de la forma. (17 - 368/9)

(4). El dolor ha sido siempre el agente purificador, empleado por los Señores del Destino, para traer la liberación. (13 - 101)

Ver también: (6 - 655/6)

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EDUCACIÓN

(1). . En el mundo de la educación la comprensión de la verdadera naturaleza del hombre traerá un cambio fundamental en los métodos de enseñanza. Se procurará especialmente enseñar al hombre la realidad de la existencia del Ego en su propio plano, la naturaleza de los cuerpos lunares y el método para alinear los cuerpos inferiores, a fin de que el Ego pueda comunicarse direc­tamente en el cerebro físico, controlar la naturaleza inferior y realizar sus propósitos. Por medio de la concentración y la meditación se enseñará a los hombres cómo pueden adquirir conocimientos por sí mismos, desarrollar la intuición y extraer los recursos del Ego. Así se enseñará al hombre a pensar, a asumir el control del cuerpo mental, a desarrollar sus poderes latentes. (3 - 648)

(2). La verdadera educación es en consecuencia la ciencia que vincula, primero, las partes integrantes del hombre, y a éste en su medio circundante, y después con el todo mayor donde tiene que desempeñar su parte. Todo aspecto considerado como inferior, será siempre la expresión del próximo aspecto superior. En esta frase he expresado una verdad fundamental que además de incorporar el objetivo, indica el problema que tienen por delante todos aquellos que se interesan por la educación. El problema consiste en determinar correctamente el centro o foco de atención del hombre y en precisar dónde está centrada principalmente la conciencia. Por lo tanto, él debe entrenarse de tal modo que sea posible trasladar ese enfoque a un vehículo superior. Podemos expresar esa idea en forma análogamente veraz, si decimos que el vehículo, que aparentemente parece ser de gran importan­cia, puede y deberá llegar a ser de secundaria importancia, a medida que se convierte simplemente en el instrumento de lo que es superior a él. (12 - 24)

(3). La finalidad de toda educación será lograr esta consumación: expuesta al Pensador o Alma. Al registrar esta respuesta el hombre entra en su reino. Lo de arriba y lo de abajo se convierten en uno. Los mundos objetivos y subjetivos se unifican. El alma y su mecanismo funcionan como una unidad, (12 - 29/30)

(4). Los atlantes no tuvieron un sistema de educación, según lo que enten­demos por ese término. Los reyes y sacerdotes guiaban, y las masas obede­cían. (12 - 55)

(5). El mundo mismo es un gran crisol en el cual se está forjando la Humanidad Una. Esto necesita un cambio drástico en nuestros métodos de presentar la historia y la geografía. La ciencia ha sido siempre universal. Las grandes obras de arte y la literatura han pertenecido siempre al mundo. Sobre estos hechos deberá construirse la educación que debe darse a los niños del mundo ‑sobre nuestras similaridades, realizaciones creadoras, idealismos espirituales y nuestros puntos de contacto. Si no se realiza esto, nunca se curarán las heridas de las naciones ni se derribarán las barreras que han existido durante siglos. (12 - 61)

(6). Dos conceptos principales deben enseñarse a los niños de todos los países; el valor del individuo y la realidad de la humanidad una. (12 - 62)

(7). El primer esfuerzo educativo para civilizar al niño será entrenar y dirigir correctamente sus instintos.

La segunda obligación de los educadores será inculcarle al niño, la verda­dera cultura, enseñándole a emplear correctamente su intelecto.

El tercer deber educativo consistirá en evocar y desarrollar la intuición.

Cuando se hayan desarrollado y estén activos estos tres puntos, tendremos un ser humano civilizado, culto y espiritualmente despierto. El hombre será entonces instintivamente correcto, intelectualmente sensato e intuitivamente consciente. Su alma, su mente y su cerebro actuarán como es debido y en correcta relación mutua, logrando así, repito, la coordinación y el correcto alineamiento. (12 - 64/5)

(8).Uno de los objetivos más inmediatos de la educación debe consistir en la eliminación del espíritu de competencia, que debe ser sustituido por una conciencia colaboradora. (12 - 87/8)

(9). ¿Qué pueden hacer los padres y los educadores?

Primeramente y sobre todo, debe proporcionársele al niño un clima en que puedan florecer y surgir ciertas cualidades.

1. Un ambiente de amor en el que el temor desaparezca y el niño se dé cuenta que su timidez, reserva y cautela, no tienen razón de ser; un clima en el que reciba un trato cortés de parte de los demás, esperán­dose de él ese mismo trato... el amor siempre extrae lo mejor que hay en el niño y en el hombre.

2. Un ambiente de paciencia en el que el niño pueda convertirse, normal y naturalmente, en un buscador de la luz del conocimiento, donde esté seguro de encontrar siempre un contestación inmediata a su demanda y una respuesta cuidadosa a todas sus preguntas, y donde no exista la urgencia del tiempo.

La impaciencia de quienes lo rodean y de los que depende tan patéticamente el niño, siembra las semillas de la irritabilidad, y un número mayor de vidas de las que podemos imaginar están arruinadas debido a ello.

3. Un ambiente de actividad ordenada en el que el niño pueda aprender los primeros rudimentos de la responsabilidad. Los niños que nacen en esta época se beneficiarán con este nuevo tipo de educación porque están al borde de ser conscientes del alma. Una de las primeras señales de ese contacto con el alma o ego, es un rápido desarrollo del sentido de responsabilidad. Esto debería tenerse muy en cuenta, porque el hacerse cargo de pequeños deberes y compartir responsabilidades (que siempre conciernen a alguna forma de relación grupal) es un factor poderoso que determina el carácter del niño y su futura voca­ción.

4. Un ambiente de comprensión donde el niño esté siempre seguro de que serán aceptados los motivos y razones de sus actos, y sus mayores comprenderán la naturaleza de sus impulsos, aunque no siempre aprueben sus actividades o acciones.

Los adultos son quienes fomentan en el niño un temprano e innecesario sentido de culpa, de pecado y de maldad. Se da demasiada importancia a las cosas pequeñas que en realidad no encierran maldad, pero fastidian en tal forma al padre o educador, que el verdadero sentido del mal (el de no mantener correctas relaciones con el grupo) se pasa por alto. No tienen importancia alguna las numerosas, pequeñas e insignificantes cosas que se le achacan al niño mediante la constante reiteración de "no hagas eso" y el empleo de la palabra malo ‑actitud basada mayormente en el fracaso paterno para comprender al niño y tenerlo ocupado. Si estos aspectos de la vida del niño se manejan correctamente, entonces las verdaderas cosas malas, el infringimiento a los derechos de los demás, el daño o perjuicio causado a otros para lograr ventajas personales, lo verá en su exacta dimen­sión y a su debido tiempo. (12 - 89/91)

(10). En el futuro, la educación utilizará la sicología más ampliamente que hasta ahora. (12 - 96)

(11). En consecuencia, debe elaborarse un sistema de educación mejor que el actual, que presente a la humanidad la posibilidad de vivir de tal manera que se derriben las barreras existentes, desaparezcan los prejuicios y se dé un entrena­miento al niño en desarrollo, que lo capacite para vivir en armonía y buena voluntad con los demás hombres cuando alcance su mayoría de edad. Esto puede hacerse si se cultiva la paciencia y la comprensión, y si los educadores se dan cuenta de que "donde no hay visión los pueblos perecen”. (12 - 100)

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EL EGO (Alma)

(1). Durante el trascurso de un sinnúmero de vidas, el Ego es prácticamente inconsciente de la Personalidad. Existe el vínculo magnético y nada más, hasta que llega el momento en que la vida de la personalidad alcanza un punto donde debe agregar algo al contenido del cuerpo causal, que al principio es un cuerpo pequeño, incoloro e insignificante. Pero llega el instante en que las piedras son extraídas de la cantera de la vida personal, perfectamente labra­das, y el hombre, constructor y artista, les aplica los primeros colores. Entonces el Ego se dedica a subyugar al yo inferior, a ensanchar el canal de comunicación y a trasmitir a la conciencia del cerebro físico la realidad de su existencia y la meta de su ser. Una vez que se ha alcanzado esto y que el fuego interno circula más libremente, se dedican muchas vidas a estabilizar esa impresión y a convertir esa conciencia interna en parte de la vida consciente. La llama irradia cada vez más hacia abajo, hasta que gradualmente los diferentes vehículos se van correlacionando y el hombre entra en el sendero de probación. Ignora lo que le espera, y sólo es consciente de una incontro­lada y ansiosa aspiración y de innatos anhelos divinos. Ansía avanzar y saber, y sueña siempre con algo o alguien superior a él. Todo ello se apoya en la profunda convicción de que la meta ansiada será alcanzada por el servicio prestado a la humanidad, la visión será una realidad y el anhelo se convertirá en satisfacción y la aspiración en visión.

La Jerarquía empieza ya a actuar y la instrucción del aspirante se lleva a cabo tal como lo he mencionado. Hasta ahora los Instructores sólo han observado y guiado, sin ocuparse definidamente del hombre; se ha dejado al Ego y a la vida divina desarrollar el plan, y la atención de los Maestros ha sido dirigida al Ego en su propio plano, el cual hace todo el esfuerzo posible para acelerar la vibración y obligar a los vehículos inferiores, a menudo rebeldes, a responder y adaptarse a la fuerza que rápidamente se acrecienta. Es principalmente cuestión de intensificar el fuego o calor y, en consecuencia, la capacidad vibratoria. El fuego egoico aumenta cada vez más, hasta que el trabajo está realizado y el fuego purificador se convierte en la Luz que ilumina. Reflexionen sobre esta frase. Como es arriba es abajo; el proceso se repite en cada peldaño de la escala. En la tercera iniciación la Mónada es consciente del Ego. El trabajo se realiza con mayor rapidez, debido al refinamiento de lo material y a que la resistencia es un factor que existe únicamente en los tres mundos. (2 - 39/40)

(2). El factor periodicidad. Los egos encarnados y los no encarnados son diferentes, pudiendo realizar distinto trabajo. Los egos cuyos reflejos están encarnados, tienen más limitaciones que los que no lo están; es algo así como si el Yo superior estuviera orientado hacia abajo o circunscribiéndose voluntariamente a una existencia tridimensional, mientras que los egos no encar­nados no están limitados de esa manera y actúan en otra dirección o dimen­sión. (2 - 40/1)

Ver también: "El alma" y (6 - 698/9)

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