La Venida del Reino

Publicado en The Beacon en Septiembre de 1936 y Marzo de 2002

Por Alice A. Bailey

El persistente esfuerzo por comprender las realidades más profundas y los valores de la vida más permanentes es el requisito previo para el logro de la nueva conciencia.

LO QUE está sucediendo actualmente en el mundo es la inauguración de una nueva conciencia. La conciencia de los seres humanos es radicalmente diferente de la conciencia de los animales, y no es estática sino que es un estado de ser progresivo. Esta nueva conciencia que está alboreando en la familia humana traerá con ella nuevos ideales, nuevas maneras de vivir basadas en una nueva estimación de valores, nuevas aspiraciones y nuevos objetivos personales. Es esta expandida y profunda conciencia la que traerá la nueva civilización. Antes que la nueva civilización pueda venir tenemos que estar suficientemente desapegados de los antiguos hábitos mentales y patrones de deseo, de la vieja manera de hacer las cosas y de las antiguas ideas de lo que son los verdaderos valores de la vida.

El hecho básico y más importante que necesitamos comprender es la sencilla declaración de que hay un plan para la humanidad, una meta hacia la que la entera familia humana se está dirigiendo. Existen los que conocen este plan y que por tanto, en cierto sentido, pueden ser considerados los custodios del plan. Son seres humanos que han evolucionado en el sendero un poco más que el resto de nosotros. Tratando de apresurar la manifestación de ese plan, esos custodios han trabajado por medio de las mentes de aquellos pensadores avanzados y altruistas que están próximos a ellos en conciencia. Se habla de tales personas como discípulos y son esos discípulos que permanecen cerca de los custodios del plan quienes llevan el peso del resultado práctico de los grandes ideales en el mundo. Esos discípulos o trabajadores mundiales son impresionados con los grandes principios básicos que han de ser aceptados y respondidos por los hijos de los hombres para que el plan siga adelante. Ellos escriben y hablan de esos principios e ideales. De esta manera los pensadores del mundo oyen esas ideas y el plan comienza a ser debatido. Un creciente número de personas está llegando a familiarizarse con esos principios básicos como por ejemplo, la idea de la cooperación comparada con la competición, o el ideal del internacionalismo comparado con la lucha nacional y la superioridad. Cuando tales ideales son ampliamente conocidos y bastantes personas los consideran deseables, el plan hace grandes y más rápidos progresos. De esta manera las grandes ideas se filtran en la conciencia de la raza y se producen los cambios fundamentales en la conciencia de las masas y en las tendencias establecidas que caracterizarán la civilización de los años sucesivos.

La nueva forma de vivir en conformidad con la nueva civilización estará regida por nuevos ideales y nuevos valores, y nos dará a todos una nueva conciencia que podría ser hasta cierto punto descrita como cuatridimensional. Esta nueva conciencia hace posible vivir en cuatro dimensiones, y esta nueva conciencia ha sido lograda y constituye la experiencia diaria de esos trabajadores mundiales de los que he estado hablando. La cuestión práctica es si tal expansión de conciencia y vivencia cuatridimensional puede ser lograda por nosotros y de ser así, por qué métodos. Los únicos seres humanos que realmente siempre ayudan a salvar el mundo son aquellos que antes tienen poder sobre sí mismos y viven en forma divina. Esta es una era de la mente, y el uso del poder de la mente humana es la característica destacada de nuestra época. Hemos tenido más poder que inteligencia y la inteligencia que como raza hemos tenido, ha sido utilizada para aprovechar el poder en la adquisición de posesiones, con el fin de gozar de comodidades físicas más abundantes, y en una sucesión de sensaciones placenteras. Se nos ha enseñado a escala mundial que tal objetivo es infantil e impermanente y conlleva una reacción inevitable de incomodidad y sensaciones desagradables. El problema no ha tenido que ver con la mente sino con el uso de la mente para objetivos que son demasiado superficiales. Es por medio de una vida más inteligente que ustedes y yo podemos salvar el mundo.

Consideremos al hombre en términos de vida, cualidad y apariencia. Esos son los términos de la nueva era y con los que podemos relacionar una conciencia que es la nuestra actualmente. De hecho sabemos poco acerca de lo que es la vida, y las definiciones aproximadas no nos ayudan mucho. Sin embargo sabemos algo sobre la cualidad y en gran parte vivimos unos con otros y juzgamos a los demás según nuestras cualidades. En un contacto breve, la apariencia personal es a menudo el factor más importante en el establecimiento de relaciones pero para asociaciones continuadas con nuestros semejantes, es la cualidad que poseen y manifiestan la que nos mantiene con ellos o nos aparta. Si juzgamos a nuestros semejantes y medimos lo que es más deseable en términos de cualidad más que en posesiones o apariencia, llegaremos a ser conscientes de que los factores que producen los mejores resultados para todos son aquellas cualidades que son el resultado natural de la amabilidad, la generosidad, la alegría y la capacidad de ser considerado, simpático y servicial. Esas son las cualidades de la personalidad que manifiestan el principio divino en el hombre. Por lo tanto son las cualidades que están en armonía con la cualidad básica fundamental de la vida divina.

La diferencia sobresaliente entre cualidad y apariencia es que la apariencia es objetiva y la cualidad es subjetiva. Ya en el campo científico, en nuestro estudio y control de la materia y por el poder de la mente, nuestra habilidad en la experimentación nos ha traído al ámbito de la intangible constitución del átomo, la medición de las fuerzas cósmicas, la experimentación con la luz, la utilización de la sustancia que llamamos éter. Todos esos campos de investigación ya están forzando incluso a las mentes más materialistas de nuestra era a aceptar el hecho de la realidad de las cualidades subjetivas y los valores de la vida. Esto es un progreso real pero el mayor y el siguiente e inevitable paso es la utilización del hombre mismo como campo de experimentación en relación con los valores subjetivos. El hombre mismo ya ha hecho la gran transición del instinto al intelecto, y justo ante él subyace la transición que le llevará del intelecto a la intuición. Para esta gran transición existe una técnica de entrenamiento marcada por definidos estados de progreso y esta nueva conciencia se logrará en la luz del alma por el poder de la mente.

En el presente nuestras mentes están tan llenas con las necesidades y asuntos cotidianos y estamos tan aplastados por un sentido de la futilidad del esfuerzo personal con relación a los problemas nacionales y mejoras sociales, que cientos de miles de nosotros que podríamos ser efectivos permanecemos impotentes e inactivos. Esto es así porque estamos sumidos en el espejismo causado por los efectos acumulados de las motivaciones erróneas, las acciones ciegas y las tendencias destructivas del pasado. Necesitamos una nueva fe y la dinamización de la voluntad pero esa nueva fe no debe violar las conclusiones de la mente racional y debe ser aceptable para los intelectos más entusiastas y mejor entrenados. Hemos de comprender por qué no solamente es necesario sino razonable que debamos expandir nuestra conciencia actual y vivir más inteligentemente, en armonía con los valores más profundos y subjetivos que lenta e inevitablemente surgirán en los años venideros.

El persistente esfuerzo para comprender las realidades más profundas y los valores más permanentes de la vida es el pre-requisito para el logro de la nueva conciencia y de la capacidad de apreciar la vida subjetiva de la cualidad, que determinará el carácter de nuestra nueva civilización. El mundo no va a ser cambiado por el sentimiento, el mundo puede ser cambiado únicamente por el conocimiento. El conocimiento no nos llega debido a que nuestras mentes no funcionan realmente. Simplemente registran. Sufrimos de inercia mental. Pero las escuelas esotéricas del futuro entrenarán de tal manera nuestras mentes que no solamente captarán y correlacionarán ese conocimiento que nos llega por medio de los cinco sentidos, sino que también serán capaces de penetrar en el reino del alma en donde se alcanza la nueva visión y donde seremos capaces de funcionar en el reino de Dios. Esta necesidad de realizar a Dios y Su Plan, de comprender lo que está sucediendo a nuestro alrededor, es la evidencia de la presencia en nosotros de la cualidad divina. La mayor garantía de nuestro logro definitivo subyace en el hecho de que somos capaces de desear cosas espirituales y el logro de la visión espiritual. Esta búsqueda y anhelo en el corazón del hombre es el tenue reflejo de la cualidad de Dios en nosotros. Ha estado siempre ahí pero ahora, como raza somos tan inteligentes que debe revelar su aspecto racional.

Por lo tanto, la humanidad se está dando cuenta de que existe un plan divino o espiritual y muchos están tratando de descubrir ese plan y de acelerar el siguiente paso de su manifestación. Hemos de abandonar nuestros sentimientos personales a fin de que este maravilloso plan pueda materializarse. No hay tiempo para quejas. No hay tiempo para separarnos los unos de los otros por imaginadas superioridades. Solo hay tiempo para servir a nuestros semejantes. No importa en que nación hayamos nacido, somos uno en Dios. La humanidad con todos sus poderes está actualmente a punto de entrar en contacto con otro aspecto del fundamental y divino principio del amor. Cuando ese divino principio del amor se una al principio divino de la inteligencia, habrá aparecido sobre al tierra el quinto reino de la naturaleza. Este es el reino espiritual de la naturaleza. Este es el reino espiritual de Dios en el que funcionaremos como Almas cuya naturaleza es amor y en el que demostraremos ese amor inteligentemente.[-]