El Símbolo de la Nueva Era

por Foster Bailey

Este símbolo revela algunas de las fuerzas más significativas y factores más profundos que ahora operan crecientemente como avanzada de la nuera era.

El símbolo está inserto en un campo azul ilimitado, lo cual alude a la esfera de expresión de la vida de nuestro Logos solar, quien según se dice esotéricamente, es un Logos de segundo rayo, color azul profundo. La potencia y cualidad de su penetrante vida mantiene y condiciona todo lo comprendido en el sistema solar, incluyendo la vida y destino de nuestro Logos planetario, Sanat Kumara. Constituye el factor más poderoso al que somos capaces de acceder mentalmente.

El disco dorado, encima del cual aparecen el triángulo y la estrella, simboliza el omniabarcante trasfondo de nuestra vida sobre este planeta. Sanat Kumara puede dirigir su mirada a través de él. Nosotros lo miramos, siendo conscientes de su realidad. De él se habla en el más antiguo de los mantrams, el Gayatri: “Descubre para nosotros el rostro del verdadero Sol espiritual, oculto por un disco de luz dorada, para que podamos conocer la verdad”.

Detrás de todo este símbolo, extendiéndose más allá del disco de luz dorada, emerge la cruz cósmica, que se encuentra en la conciencia de aquellos grandes seres que habitan aquel distante sol, Sirio. La cruz cósmica es el origen de toda la simbología de la cruz, que la humanidad ha percibido y utilizado a través de las edades.

A medida que la evolución se desenvuelve, las potencias espirituales fluyen y refluyen. En la era que se aproxima, ciertas fuerzas no utilizadas anteriormente, estarán a disposición de Sanat Kumara. Ello se debe mayormente a haber alcanzado una expansión de conciencia solar, o como nosotros lo describiríamos, “por haber pasado una iniciación”.

Algunas de estas fuerzas se pueden contactar parcialmente en la Cámara del Concilio de Shamballa, y desde allí en la Jerarquía dirigida por Cristo. Nuestro símbolo hace referencia sólo a algunas de estas potencias, y constituye una combinación tanto de lo antiguo como de lo nuevo. El perfeccionamiento de esta fusión es lo que constituye una suprema tarea de Cristo en estos tiempos, ya que se debe alcanzar una combinación adecuada para la condición actual de la humanidad.

El triángulo superpuesto sobre el disco es amarillo, pues este es el color del así llamado plano búdico, donde actúa la Jerarquía. Desde allí penetran a nuestra vida planetaria las potencias de este triángulo, formado por las tres grandes entidades extraplanetarias que ahora colaboran con el Plan para el planeta, y permanecen especialmente detrás de Cristo para prestarle ayuda en su trabajo para la humanidad. Los valores que introducen, por lo tanto, nos llegan a través de él. Su influencia sobre la conciencia humana es de un poder trascendental. Cómo se use tal poder es nuestra responsabilidad, siendo éste constructivo sólo si responde a la influencia de Cristo.

A uno de estos grandes seres lo conocemos como el Señor Buda, lo cual sin embargo limita demasiado nuestro entendimiento. Su labor como fundador de lo que se ha convertido en la religión budista ya ha sido completamente trascendida. Él, así como el mismo Señor del Mundo, ha logrado tal expansión de conciencia que su potencia alcanza niveles extraplanetarios. Proporciona además una sabiduría equilibradora, especialmente adaptada a la necesidad humana. De los tres, Él es el más cercano a Cristo. Permanece a su derecha, y es así visualizado en el punto inferior derecho del triángulo.

En el lado inferior izquierdo permanece la gran entidad que lleva en sí la potencia del equilibrio solar, recién ahora accesible a Sanat Kumara. A Él se refiere el Maestro Djwhal Khul como “el espíritu de equilibrio”, y también como “el espíritu de paz, una paz que sobrepasa todo entendimiento”. El agente activo de paz es la buena voluntad, que encontrará una ulterior expresión en la familia humana como el establecimiento de relaciones humanas justas, el fin práctico de la próxima venida de Cristo.

En el ápice superior de este nuevo y único triángulo reside el Avatar de Síntesis, cuya influencia directa ya es perceptible en la conciencia humana como tendencias emergentes. En estos tiempos, es el más potente de los tres en relación a la conciencia de masa. Su penetrante influencia da impulso al reconocimiento humano de que, en realidad, vivimos en un mundo que es uno, como la humanidad que es una, compartiendo un destino común.

Tal es, en resumen, una pequeña parte del significado del nuevo triángulo que permanece detrás de Cristo para asistirle en su labor

Superpuesta sobre el triángulo de fuerzas de la nueva era se encuentra la estrella de cinco puntas de Cristo. Esta estrella ha sido su vehículo en la familia humana durante la totalidad de la era pisciana. Ha sido, tal como lo es hoy, de maravillosa potencia. Es azul pues representa la magnitud de cualidad solar a la que la humanidad es capaz de responder.

La humanidad hoy, como conciencia de masa, es en gran parte el resultado de las presiones de la era de Piscis. Aunque ya bordeamos las fronteras de Acuario, los ritmos establecidos en la antigua era aún ejercen dominio sobre la raza humana como un todo, y tal influencia perdurará aún mucho tiempo. Si Cristo meramente abandonara lo antiguo e irrumpiera con lo nuevo, la automática e inevitable revuelta de los hijos de los hombres acabaría en otra crucifixión. Pero lo viejo y lo nuevo deben fundirse. El problema no consiste en una lucha para extinguir violentamente lo viejo, sino en una sabia y altamente oportuna infiltración de lo nuevo en el hirviente caldero de nuestros tiempos.

Nuestro símbolo, por lo tanto, representa una amalgama de las dos eras y describe apropiadamente el trabajo actual de Cristo, así como las fuerzas que Él debe manejar. El punto en el centro es el lugar donde Él reside. Es el centro de la estrella, el centro del triángulo, y el centro del disco de luz dorada.

Desde ese centro Él trabaja, y de su trabajo surge la cruz de la nueva era. Es la cruz de brazos iguales, que refleja el arquetipo cósmico, que por propio derecho se convertirá en la cruz de la humanidad de los días venideros. Simboliza la vida equilibrada de correcta relación hacia Dios mediante la aspiración, y correcta relación hacia el hombre mediante el servicio y el compartir. Eventualmente conoceremos y encarnaremos la realidad de que nada pertenece realmente a ningún hombre individual.

Enfocando la atención sobre este centro de poder en nuestro símbolo, sobreviene la iluminación. La concentración en este punto, donde se halla Cristo, revela la totalidad del campo; ello en consonancia con nuestra altura espiritual.