Que nadie se quede atrás: ¿Lo estamos logrando?


Andrew Gilmour, Asistente del Secretario General de la ONU, Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos
Discurso de apertura de la Sesión Plenaria del Foro Político de Alto Nivel
Viernes 13 de julio de 2018, 4:30 pm - 6:30 pm
Sala 4 de Conferencias, Naciones Unidas, Nueva York



Gracias. Es un honor hablar en este evento.

Como ustedes saben, esta es la primera vez que el Foro Político de Alto Nivel (FPAN) dedica una sesión al compromiso central de la Agenda de 2030 para buscar “Que nadie se quede atrás”. Es crucial evaluar nuestro progreso.

El compromiso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de lograr "que nadie se quede atrás" marca un cambio trascendental de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Junto con la convocatoria para reunir datos disgregados, nos hace un llamado a todos a centrarnos más en las personas y en las comunidades individuales, particularmente en quienes están más vulnerables y marginados. Se requiere una nueva forma de trabajar para asegurar que el desarrollo funcione en beneficio de todos y no de unos pocos.

“Que nadie se quede atrás” es una afirmación de los principios fundamentales para los derechos humanos: la igualdad y la no discriminación. De hecho, el objetivo principal de los ODS, según lo acordado por todos los Estados Integrantes de la Agenda 2030, es “hacer que los derechos humanos se cumplan en todos”, haciendo que nuestros programas estén centrados en las personas.

Con los golpes actuales al multilateralismo y a los derechos humanos, este compromiso central de los ODS parece una rara luz de esperanza, junto con el actual Acuerdo sobre la Migración.

¿Pero estamos teniendo éxito? ¿Estamos cumpliendo con este gran compromiso de no dejar a nadie atrás?

Se han logrado avances increíbles en algunos países, regiones y localidades, algunos de las cuales han sido dados a conocer en la discusión plenaria de esta semana, y la semana que viene escucharemos más en los Informes Nacionales Voluntarios de los Estados Miembros.

Se han discutido muchas buenas prácticas en los resúmenes temáticos durante este FPAN, acerca de los objetivos importantes para lograr sociedades sostenibles y resilientes. Sin embargo, según el documento de antecedentes útiles para esta sesión (del Comité de la ONU para Políticas de Desarrollo), en términos generales la respuesta es un preocupante: “No, lo sentimos”. En realidad, no estamos alineados con los objetivos para el año 2030. Nos estamos quedando rezagados en la cuota de progreso requerida.

El problema no es sólo que algunas personas se están 'quedando', sino que algunas personas están siendo ‘empujadas’ incluso hacia más atrás. Algunos son empujados hacia atrás por las fuerzas de la globalización, por los avances tecnológicos, el cambio climático, la degradación ambiental, las políticas de austeridad y muchas formas de discriminación, ya que los riesgos y las cargas, en forma trágica, sistemática e inequitativa, recaen sobre los hombros de nuestras comunidades más pobres y marginadas.

Y algunos están siendo empujados incluso más atrás, no tanto por las fuerzas impersonales de la globalización, sino por políticas deliberadas muy cercanas y personales. Por ejemplo, cuando les quitan sus tierras, sus propiedades, el agua y otros recursos. El miércoles, por ejemplo, escuchamos a los representantes de los pueblos indígenas que han sido desplazados de sus tierras, a menudo con violencia, para dar paso a represas, plantas hidroeléctricas y otros proyectos de infraestructura. Y si bien en principio estos pueblos apoyan el impulso a las energías renovables, rara vez tienen la oportunidad de participar en la toma de decisiones, de dar su consentimiento en forma libre, previa e informada a los proyectos en sus tierras, o incluso gozar de los beneficios de la energía producida.

A menudo se impide incluso que las personas ejerzan su derecho a protestar. No sólo pierden su sustento, sino que pagan el precio final con sus propias vidas. No olvidaré mi visita el año pasado a la familia de Berta Cáceres, asesinada en Honduras por hacer campaña contra una represa hidroeléctrica y contra la explotación maderera de las tierras de su comunidad indígena. Valientes defensores ambientales y de los derechos humanos –algunos de los cuales están en este salón– se arriesgan, incluso cuando sólo están tratando de señalar que también ellos deberían beneficiarse con el desarrollo y que no deben ser dejados atrás.

Precisamente esta semana hemos visto preocupantes imágenes de palestinos expulsados de las aldeas en la Ribera Occidental y sus casas demolidas. La discriminación institucionalizada contra los rohinyá es otro caso ilustrativo sobre la forma como algunas personas están siendo empujadas incluso más atrás como resultado de políticas deliberadas.

Estas fuerzas a menudo se describen como algo inevitable y a su impacto negativo lo denominan daño colateral para lograr un mayor crecimiento económico o seguridad. Pero las personas que escriben en esos términos son siempre parte de la élite, conectadas con los poderosos y con los líderes de opinión, y de hecho nunca son los realmente afectados.

Para ellos y para nosotros, estos procesos no son inevitables: son provocados por el hombre y por ende pueden ser cambiados. Podemos cambiar las políticas, podemos desafiar las reglas del juego económico, podemos proteger los derechos humanos y podemos asegurar que los riesgos y beneficios sean compartidos más equitativamente. De hecho, los ODS requieren que así lo hagamos.

No dejar a nadie atrás significa centrarse en asegurar que el desarrollo beneficie a todas las personas en todos los países. Y, tal como lo subraya el documento de antecedentes, también significa centrar la atención no sólo en los de abajo, sino también en aquellos que están en la cima; es decir, en las desigualdades, tanto dentro de los países como entre unos y otros.

Nuestro modelo económico está produciendo más riqueza que nunca antes, pero esta riqueza no se comparte equitativamente. Estamos lejos de ello.
Ustedes han escuchado las increíbles estadísticas de la Oxfam según las cuales el 82% de toda la riqueza que se generó el año pasado fue a manos del 1% de los más ricos de la población mundial, mientras que la mitad más pobre de la humanidad no tiene nada: se están quedando aún más rezagados.

A medida que se debilitan los derechos laborales, la mayor parte de los beneficios del crecimiento económico está fluyendo hacia los accionistas y directivos, a expensas de los salarios de los trabajadores. Así, por ejemplo, los ingresos obtenidos en cuatro días de trabajo por el Director Ejecutivo (CEO) de una famosa marca de moda, son mayores a los ingresos de un trabajador que hace prendas de vestir en Bangladesh trabajando durante toda su vida.

Como ha señalado la OIT, el porcentaje de trabajos del PIB ha ido disminuyendo durante 25 años y esta tendencia continúa, dejando a los trabajadores aún más atrás.
La economía por “Goteo” ha demostrado ser una enorme contradicción. La economía “Torrente arriba” describe mucho mejor la realidad de la distribución de la riqueza.

La desigualdad es una cuestión de derechos humanos. Necesitamos hablar más sobre derechos económicos, sociales y culturales, e integrar estos derechos más profundamente en nuestro modelo económico. La extrema desigualdad económica afecta no sólo los derechos económicos, sino también los derechos civiles y políticos, no sólo en los países menos desarrollados, sino también en los países industrializados más avanzados del norte.

Cuando hablamos de las desigualdades y de no dejar a nadie atrás, no podemos enfocamos sólo en cuestiones de desigualdad económica y pobreza. No podemos ignorar el hecho de que la principal causa de que las personas se estén quedando atrás se debe a persistentes formas de discriminación –entre ellas la discriminación de género– que dejan marginadas, excluidas y abandonadas a personas, familias y comunidades enteras.

La Declaración Universal de Derechos Humanos proclama que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Este año es el 70º aniversario de ese noble documento.

Menos significativo quizás, es también el 73o aniversario de la publicación de la sátira alegórica de Orwell “Rebelión en la granja”, que acuñó la frase: “Todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros”.

Los salarios de los hombres siguen siendo sustancialmente más altos que los salarios de las mujeres en todo el mundo. Las personas con discapacidad con frecuencia son segregadas de nuestras sociedades como si no pudieran contribuir con su parte, lo que está muy lejos de ser cierto. Los inmigrantes en todo el mundo son tratados como criminales simplemente por buscar una vida mejor. A la comunidad LGBTI se le niega su identidad. A las personas mayores se las ignora, a pesar de su sabiduría, y a los jóvenes se les excluye por su inexperiencia, y la lista continúa.

Y estamos viviendo en un momento donde vemos a actores poderosos avivando las llamas de la discriminación, el racismo, la xenofobia y otras formas de intolerancia, para consolidar su control sobre el poder.

Al mismo tiempo estamos presenciando un cierre del espacio cívico en muchos países. Un cierre al debate y al diálogo, la criminalización de la disidencia y un ataque a las libertades fundamentales de expresión y asociación.

Incluso participar en las discusiones de la ONU puede ser peligroso para algunos de nuestros copartícipes de la sociedad civil, y un creciente número de ellos sufre los efectos de las represalias por su compromiso con nosotros. Sin embargo, la participación y colaboración serán fundamentales para el éxito de esta Agenda.

Por lo tanto, ¿estamos teniendo éxito en el cumplimiento de la promesa de no dejar a nadie atrás? Sí, en áreas clave hemos hecho algunos progresos, pero en general nos estamos quedando cortos.

Esto no significa en absoluto que no podamos ponernos al día. Pero para hacer eso y para cumplir la promesa de “que nadie se quede atrás”, tenemos que ir más allá de un enfoque técnico (aunque este es importante) a fin de llegar a los más pobres ente los pobres. Lo que se necesita es un desafío colectivo más amplio a los verdaderos obstáculos en el camino de los ODS, y esto requiere luchar contra la discriminación y las desigualdades en todas sus formas.

Gracias de nuevo por la oportunidad de hablar sobre este tema realmente vital.