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CAPÍTULO I - OBSERVACIONES PRELIMINARES

CAPÍTULO I

OBSERVACIONES PRELIMINARES

[i1]Antes de entrar a tratar el tema referente a la Iniciación, a los Senderos que se abren ante el hombre perfecto y a la Jerarquía oculta, deben hacerse algunas observaciones esenciales para un concienzudo estudio y comprensión de las ideas presentadas.

Dogmatismo e Intuición

Debemos reconocer que en este libro se afirman hechos y se hacen declaraciones definidas, que no son susceptibles de comprobación inmediata por parte del lector. Para evitar la creencia de que la autora se adjudica autoridad y prestigio por el conocimiento expresado, ella rechaza rotundamente tales pretensiones y no puede hacer otra cosa que presentar estas afirmaciones como temas de facto. Sin embargo, pide encarecidamente a quienes encuentren algún mérito en estas páginas, no los sorprenda si existe un cierto aparente dogmatismo en la presentación. La imperfecta personalidad de la autora no debe ser un impedimento para considerar con mente abierta el mensaje en que aparece su nombre. En las cuestiones espirituales, los nombres, las personalidades y la opinión [i2] externa autorizada, son de poca importancia.  Constituyen de por sí sólo una guía segura que garantiza el reconocimiento y la orientación internos. Por lo tanto, no tiene mayor importancia si el lector recibe el mensaje de estas páginas como un llamado espiritual en un escenario idealista, como una afirmación de hechos supuestos o una teoría desarrollada por un estudiante y presentada a la consideración de sus condiscípulos. Se brinda a todos por la respuesta interna que pueda evocar y la luz o inspiración que pueda traer.

En estos días de desintegración de viejas formas y construcción de nuevas, es muy necesaria la adaptabilidad. Debemos evitar el peligro de la cristalización, por medio de la flexibilidad y la expansión. El “viejo orden de cosas” cambia, pero primordialmente es un cambio de dimensiones y de aspecto y no básico o material. Los fundamentos han sido siempre verdaderos. A cada generación le corresponde conservar los rasgos esenciales de la vieja y querida forma, a la vez que ampliarla y enriquecerla inteligentemente. Cada ciclo debe aportar lo adquirido mediante las investigaciones y los esfuerzos científicos, y sustraer lo inútil y decadente. Cada era debe construir con el producto y los triunfos de ese período y desechar las acumulaciones del pasado que tienden a hacer borrosos e indefinibles los contornos. A cada generación se le proporciona el gozo de demostrar, sobre todo, la fuerza de las antiguas bases y la oportunidad de construir sobre ellas una estructura que satisfará las necesidades de la vida interna en evolución.

Las ideas aquí desarrolladas están corroboradas por ciertos hechos, expuestos en la actual literatura esotérica, y son tres:

1. En la creación del sol y de los siete planetas sagrados que componen nuestro sistema solar, nuestro Logos empleó materia impregnada de cualidades determinadas. Annie Besant, en su libro "Avatares" (que algunos de [i3] nosotros consideramos el más valioso de todos los que ha escrito por ser uno de los más sugestivos), afirma que “nuestro sistema solar está construido con materia ya existente, dotada de ciertas propiedades....". Por lo tanto, se deduce que dicha materia contenía latente determinadas propiedades que fueron obligadas a manifestarse de un modo peculiar, de acuerdo a la ley de Causa y Efecto, como sucede con todo en el universo.

2. Toda manifestación es de naturaleza septenaria y la luz central denominada Deidad, el Rayo Uno de la divinidad, se manifiesta primero como triplicidad y después como septenario. El Dios Uno brilla como Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, reflejados a su vez en los Siete Espíritus ante el Trono, los siete Logos planetarios. Los estudiantes esoteristas de origen no cristiano quizás denominen a estos Seres el Rayo Uno, que se manifiesta a través de los tres rayos mayores y los cuatro menores, formando un septenario divino. El Rayo Sintético que fusiona a todos es el gran Rayo de  Amor-Sabiduría, pues en verdad, "Dios es Amor". Éste es el rayo índigo, el rayo fusionador, que al final del gran ciclo absorberá a todos los demás, cuando se obtenga la perfección sintética. También es la manifestación del segundo aspecto de la vida logoica. Este aspecto, el de constructor de la forma, hace de nuestro sistema solar el más concreto de los tres sistemas mayores. El aspecto Amor-Sabiduría se manifiesta mediante la construcción de la forma, y como "Dios es Amor", en el Dios de Amor "vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser" y así será hasta el fin de la manifestación de los eones.

3. Los siete planos de Manifestación Divina, o siete planos mayores de nuestro sistema, constituyen los siete sub-planos del plano cósmico inferior. Los siete rayos de que [i4] tanto se habla y que encierran tanto interés y misterio, son análogamente los siete sub-rayos de un rayo cósmico. Las doce Jerarquías creadoras son ramas subsidiarias de una Jerarquía cósmica. Forman sólo un acorde de la sinfonía cósmica. Cuando el séptuple acorde cósmico, del que somos humilde parte, resuene en sintética perfección, sólo entonces se comprenderán las palabras del libro de Job: "Las estrellas matutinas cantaban al unísono". La disonancia aún resuena y la discordia surge de muchos sistemas; pero con la sucesión de los eones surgirá una armonía ordenada y alboreará el día en que (si nos atrevemos a hablar de las eternidades en términos de tiempo) el sonido del universo perfecto resonará hasta los lejanos confines de la más remota constelación. Entonces se conocerá el misterio del "canto nupcial de los cielos".

Se sugiere al lector que recuerde y valore ciertas ideas, antes de emprender el estudio de la Iniciación. Debido a la extrema complejidad del tema sólo es factible obtener una idea del esquema general, de ahí la inutilidad del dogmatismo. Lo único que podemos hacer es sentir una fracción de algún todo maravilloso, más allá del alcance de nuestra conciencia, un todo que sólo el Ángel más excelso o Ser más perfecto, recién comienza a comprender. Cuando se reconozca que el hombre común sólo ha sido hasta ahora plenamente consciente en el plano físico, semiconsciente en el emocional y comienza a desarrollar la conciencia en el plano mental, se evidenciará que su comprensión de las informaciones cósmicas sólo puede ser rudimentaria. Cuando se conozca también que ser consciente en un plano y ejercer control en él, son dos cosas completamente distintas, será evidente que es remota la posibilidad de conocer algo más de la tendencia general del esquema cósmico.

[i5] Además, se deberá reconocer que el peligro reside en el dogma y en el hermetismo de los libros de texto y que la seguridad otorga flexibilidad al cambiante punto de vista. Por ejemplo, un hecho, desde el punto de vista de la humanidad (empleando la palabra hecho en sentido científico, como algo demostrado y comprobado más allá de toda duda y controversia), puede no ser un hecho desde el punto de vista de un Maestro. Para Él, puede ser tan sólo parte de un hecho mayor, la fracción de un todo. Puesto que su visión abarca la cuarta y la quinta dimensión, el conocimiento sobre el lugar que ocupa el tiempo en la eternidad debe ser más exacto que el nuestro. Ve las cosas desde arriba, como si el tiempo no existiera para Él.

En la mente del Logos o Deidad de nuestro sistema solar, existe un inexplicable principio de mutación, que rige todas Sus acciones. No vemos nada más que las formas siempre mutables y captamos en ellas vislumbres de la vida en constante evolución,  pero no conocemos aún el principio que actúa a través del variante caleidoscopio de los sistemas solares, rayos, jerarquías, planetas, planos, esquemas, rondas, razas y subrazas. Todos se entretejen, entrelazan e interpenetran, asombrándonos el maravilloso diseño que se despliega ante nosotros. Sabemos que en alguna parte de ese esquema, nosotros, la jerarquía humana, tenemos nuestro lugar. En consecuencia, todo lo que podemos hacer es aprovechar la oportunidad que nos presenta nuestro bienestar y nuestra propia evolución, además de lo que proviene del estudio del ser humano en los tres mundos, tratando de esa manera de comprender parcialmente el macrocosmos. No sabemos cómo el Uno puede convertirse en los tres, los tres en los siete y así sucesivamente, hasta inconcebibles diferenciaciones. Para la visión humana, este entrelazamiento del sistema encierra una complejidad inimaginable, cuya clave ni siquiera se vislumbra. Desde el punto de vista de un Maestro todo prosigue en ordenada secuencia. Desde el punto de vista de la visión divina, el todo se mueve [i6] armónicamente al unísono, produciendo una forma geométricamente exacta. Browing había logrado parte de la verdad cuando escribió:

"Todo es cambio, pero también permanencia..." y continuó:
"La verdad interna y la verdad externa, verdad también, y, entre ambas, la falsedad que es cambio, así como la verdad es permanencia".
"La verdad toma sucesivas formas en un grado mayor a su última presentación...".

       Debe recordarse también que más allá de cierto punto no es conveniente ni prudente dar información sobre los hechos del sistema solar. Mucho debe permanecer esotérico y velado. Los riesgos que trae el conocimiento excesivo son mucho más grandes que la amenaza del poco conocimiento. Con el conocimiento viene la responsabilidad y el poder ‑dos cosas para las cuales la raza no está aún preparada. Por lo tanto, todo lo que podemos hacer es estudiar y correlacionar, aplicando la sabiduría y la discreción que poseamos, utilizando el conocimiento adquirido en bien de quienes tratamos de ayudar y reconociendo que el empleo inteligente del conocimiento acrecienta la capacidad para recibir la sabiduría oculta. Paralelamente y de acuerdo a la inteligente adaptación del conocimiento a las necesidades ambientales, debemos aumentar la capacidad de mantener una discreta reserva y de emplear la facultad discriminadora. Cuando podamos utilizar inteligentemente el conocimiento, retenerlo discretamente y discriminar con sensatez, ofreceremos a los observadores instructores de la raza, la mejor garantía de que estamos preparados para una nueva revelación.

Debemos resignarnos ante el hecho de que el único modo para encontrar la clave del misterio de los rayos, sistemas y jerarquías, reside en el estudio de la Ley de Correspondencias o Analogías. Es el único hilo capaz de guiarnos a través del laberinto y el único [i7] rayo de luz que brilla en la oscuridad de la ignorancia circundante. H. P. Blavatsky lo ha expresado en La Doctrina Secreta, pero hasta ahora los estudiantes no han aprovechado esa clave. Al estudiar esta Ley debemos recordar que la analogía reside en su esencia y no en los detalles exotéricos, según creemos desde nuestro actual punto de vista. Por un lado nos desvía el factor tiempo y erramos cuando tratamos de establecer tiempo y límites fijos; todo en la evolución progresa por la unión y por un constante proceso de fusión, superposición y mezcla. Para el estudiante común, sólo pueden darse amplias generalidades y el reconocimiento de los puntos fundamentales de la analogía. En cuanto intenta reducir a diagramas y clasificaciones detallados, entra en reinos donde está sujeto al error y entonces tambalea a través de la niebla que, finalmente, lo abruma.

No obstante, mediante el estudio científico de la Ley de Analogía se obtendrá un acrecentamiento gradual del conocimiento y en la lenta acumulación de los hechos se construirá una forma que, en continua expansión, encerrará gran parte de la verdad. El estudiante comprenderá entonces que, después de todo, debido a su estudio y esfuerzo, tiene por lo menos un concepto amplio y general de la forma mental logoica, a la cual podrá adaptar los detalles, a medida que los adquiera en el curso de muchas encarnaciones. Esto nos lleva al último punto que debe ser considerado antes de entrar en el tema propiamente dicho y es que:

   El desarrollo del ser humano consiste en el paso de un estado de conciencia a otro. Es una sucesión de expansiones, un desarrollo de la facultad perceptiva que constituye la característica predominante del inmanente Pensador. Es el progreso de la conciencia centralizada en la personalidad, yo inferior o cuerpo, hacia la conciencia centralizada en el yo superior, ego o alma y, de allí, pasa a centralizarse en la mónada o espíritu, hasta que oportunamente la conciencia [i8] llega a ser divina. A medida que el ser humano se desarrolla, la facultad de percepción se amplía más allá de los límites que lo confinan en los reinos inferiores de la naturaleza ‑mineral, vegetal y animal‑, en los tres mundos de la evolucionante personalidad, en el planeta donde desempeña su parte y en el sistema donde ese planeta gira, hasta que, finalmente, se evade del sistema solar mismo y llega a ser universal.