Boletín 2018 #3 - Polos Opuestos, Polos Unidos


En estos tiempos la polarización parece estar en todas partes. Mucha gente parece cada vez más atraída por los extremos del debate, dejando poco sitio a las voces del consenso. ¿Significa esto que nos dirigimos a una época de conflicto abierto? ¿O existe una forma de recordar nuestra común condición humana, y convertirla en el factor clave al estructurar los debates públicos? ¿Puede la buena voluntad construir el puente que une lados opuestos? Encontrar respuestas capaces de resolver estas cuestiones podría ser la clave del futuro de la vida en nuestro planeta.

En este número, reflexionamos sobre cómo se expresa la polarización en cuestiones de política, de género, y de identidad racial y cultural, y buscamos las señales positivas de progreso hacia una visión unificadora. Reconocer esta visión es especialmente difícil cuando las voces de los extremos son tan ensordecedoras. Las personas de buena voluntad deben esforzarse por encontrar un punto de silencio interior desde el cual sea posible estudiar el transcurso de las cosas, y poner su fe en la inquebrantable naturaleza de lo Bueno. Como observa Alice Bailey, “el corazón de la humanidad es bueno”, y la urgencia de los tiempos exige formas creativas de evocar esta bondad en nosotros y en los demás. Una ardiente compasión por todos los que sufren, más la voluntad de ver un trabajo humanitario en el mundo son los distintivos de quienes sirven en estos tiempos cruciales. Esperamos que las ideas contenidas en este número puedan fortalecer y apoyar a todos cuantos buscan trabajar por un mundo en el que la buena voluntad sea la nota clave de toda relación.

Polarización – Superar la Gran División

Una de las principales características de los últimos ciento cincuenta años aproximadamente, y en especial, de las últimas décadas, es la sensación de polarización que está presente de tantas formas distintas en la familia humana.

Esto, en especial, se aprecia en la política, porque el conflicto de ideas e ideologías no sólo se admite, sino que es bienvenido. Los diversos protagonistas no quieren salvar la brecha que les separa – ¡quieren ganar! Durante el siglo pasado, la humanidad ha acumulado amplia evidencia sobre la efectividad de las diversas teorías políticas. En sus esfuerzos por demostrar su valía, casi todas han contribuido al progreso humano en cierta medida; pero hay que admitir que también han contribuido a, una buena dosis de sufrimiento. De manera que nos encontramos ante una situación en la que los diversos remedios para los males sociales y económicos, bien sean de la izquierda, del centro o de la derecha; democráticos, dictatoriales o teocráticos, han sido en su mayor parte probados, y se han mostrado deficientes. Por un lado, las iniciativas imaginativas tienden a ahogarse en un mar de burocracia y dogma; por otro, el laissez-faire del libre mercado ha creado un mundo en el que los ricos ganan más y los desfavorecidos tienden a hundirse crecientemente en una pobreza asfixiante. A la larga, en este mundo de ideas conflictivas, nadie gana, muchos sufren e, incidentalmente, el entorno natural se empobrece enormemente. Además, existe una creencia generalizada de que una ideología o teocracia en particular es la panacea para todos los problemas de la humanidad, y que debe imponerse a todos por el bien del mundo, a menudo a punta de pistola.

Las personas con verdadera buena voluntad de todo el mundo pueden ver ahora claramente que las distintas ideologías tienden a errar la diana y a veces incluso convierten los sueños utópicos en terroríficas distopías. También ven con igual claridad la urgente necesidad de una nueva visión de espíritu cooperativo en el mundo de la política.

Esta idea nos lleva a preguntarnos qué es lo que realmente reside en esa incapacidad de estar a la altura de sus ideales que toda ideología parece demostrar. Puede que este descubrimiento indique una técnica para progresar que funcione para todos.

Seguramente esto pueda resumirse en una palabra –móvil. Podemos afirmar con certeza que el móvil lo es todo. Cuando el móvil es abnegado, por el bien común y para elevar a la sociedad a un estado espiritual y material mejor, por muy defectuoso e inadecuado que sea el sistema político las personas que lo operan encontrarán la forma de conseguir que funcione razonablemente bien. A la inversa, por muy bueno que sea y por bien diseñado que esté un sistema político, si las personas que lo operan están ahí con el móvil egoísta de acumular riqueza y poder para los fines de la personalidad, entonces fracasará. En casos extremos, semejantes escenarios pueden eventualmente implosionar hacia la anarquía y crueldad de un estado fallido.

Probablemente, la mayoría de la gente asuma que la polarización entre izquierda y derecha es lo que necesitamos conectar. En realidad, lo que necesitamos superar con urgencia es la polarización entre lo que tenemos ahora y un mundo futuro basado en la evocación de las mejores cualidades del ser humano. Podemos destilarlo en tres ideas sencillas –correctas relaciones humanas, libertad y sentido de responsabilidad. Para las personas de orientación espiritual esto consiste en una comprensión humana y una personificación del Plan divino para la humanidad y para el mundo. De manera que empecemos por ver qué entendemos por este Plan, y a continuación veremos qué pasos son necesarios para avanzar hacia él.

Podemos pensar en el Plan como una energía general de amor y bondad que, a modo de matriz, envuelve todo nuestro planeta con la fuerza que permite que todas las unidades de vida evolucionen hacia actitudes de consciencia crecientemente inclusivas. En lo que a la humanidad concierne, esto significa trabajar metódicamente para comprender el alma y una habilidad creciente de anclar sus valores y atributos en la vida cotidiana práctica. Merece la pena que recordemos cuáles son. Por supuesto, a lo largo de los siglos han sido resumidos de numerosas formas para adecuarse a las diversas culturas del mundo y a los diferentes estados de desarrollo de la consciencia humana. Pero para el mundo del siglo XXI podríamos resumirlos de la siguiente manera: amor, sentido de responsabilidad, identificación con la totalidad, amor a la verdad, compartir abnegado, sanación social, libertad, modestia en términos de posesiones materiales, alegría e incluso genialidad.

De inmediato podemos ver que nuestra actual situación de políticas nacionales, relaciones internacionales y estructuras económicas se queda corta. Tiende a privilegiar a una minoría a expensas de las masas. Suele priorizar los intereses nacionales por encima de los intereses de la humanidad como totalidad. Actualmente (2018) esta característica está siendo lamentablemente activada a medida que numerosos países se cierran en sí mismos. Sectores enteros de la población en muchas partes del mundo están volviendo a propugnar un espíritu nacional separatista. Esto queda también reflejado en la creciente tendencia a repudiar el espíritu de internacionalismo que, a pesar de los conflictos sin resolver y de la persistencia de objetivos y métodos personalistas, existieron como un poderoso ideal en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial. Es una tendencia preocupante que no inspira confianza para el futuro.

Una de las razones por las que se rechaza tanto el internacionalismo es que en las mentes de las personas se asocia con la globalización del capital y de las empresas que estructuran su actividad en torno a la evasión fiscal, la inseguridad laboral estructural y la irresponsabilidad medioambiental. Pero, posiblemente, lo más importante de todo no constituya una responsabilidad política para nadie. Las personas tienen la sensación de que se están convirtiendo en peones desechables en los juegos de oligarcas y multimillonarios.

Sin embargo, esto es sólo un lado de la cuestión. También hay millones de personas en todos los países que reconocen que una cooperación sana basada en el reconocimiento de la unicidad de la humanidad es el mejor camino a un buen futuro. Saben que renovar el compromiso con el ideal internacionalista no sólo refleja esta unicidad, sino que es esencial para lograrla.  También saben que unicidad no es uniformidad. La diversidad y la multiplicidad son la nota clave de la naturaleza. Quizá esto podría servir como tema a medida que exploramos la manera de avanzar.

Por supuesto, un boletín de buena voluntad no tiene competencia para producir un manifiesto político, ni es éste su cometido: eso corresponde a los expertos en el campo político que han superado la ambición personal y el amor al poder y cuyos corazones están abiertos a la necesidad humana en todo el mundo. Pero podemos y debemos delinear los principios que deben subyacer los numerosos enfoques experimentales.

Internacionalismo Participativo

En primer lugar, necesitamos un internacionalismo participativo y responsable. Así como la gente invierte su energía, ideas y visiones en su comunidad local y, a mayor escala, en su nación, actualmente necesitamos promover esto mismo a mayor escala. La Unión Europea es posiblemente el intento más reciente de la humanidad en este sentido. Es un experimento en proceso, y nadie puede predecir cómo se desarrollará su futuro. Muchos cuya identificación todavía no ha sobrepasado las fronteras de su propio país esperan que fracase. Muchos más están decididos a que sea un éxito. Pero está dotando a la humanidad de un prototipo activo de cómo naciones altamente individualistas pueden ceder voluntariamente cierto grado de soberanía para el bien mayor de la totalidad. Decir que esto no ha sido fácil es la obviedad del siglo. Pero está dando resultado. Observándolo objetivamente, el desarrollo de las ciencias, las artes, y la vida económica de todos los países de la UE es uno de los mayores logros de las últimas siete décadas.

Pero, si las dificultades a las que se enfrenta la UE son tan arduas, ¿qué esperanza hay para uniones aún mayores? Puede que estemos contemplando esto de forma equivocada. La unión política y económica está constreñida por elementos como la geografía, la identidad cultural o el trasfondo religioso. A un nivel global mayor, este tipo de unión es claramente impracticable en la actualidad. Al parecer, la única forma posible de acercarnos actualmente a la unidad mundial debe basarse en una unión de valores que, más que disminuir, enfaticen la amplia diversidad de la experiencia, la tradición y el idealismo humanos. También mostrará cómo tal riqueza de diversidad no es exclusiva ni separativa; más bien iluminará cómo todos podemos contribuir a la salud y riqueza de una totalidad mayor.

La Regla de Oro

Afortunadamente para la humanidad, estos valores aparecen de forma extraordinariamente similar en cada cultura y religión. Se les conoce como la “Regla de Oro” – ‘compórtate con los demás como quieras que se comporten contigo’. Esto sólo es posible cuando reconocemos en nuestros corazones y mentes que ‘el otro’, esté donde esté en el mundo, es nuestro prójimo. Este principio necesita subyacer en una nueva ciencia de relaciones que se extienda desde los v

ínculos individuales de la familia y las amistades hasta un nivel global. Combina de forma sencilla y bella libertad con responsabilidad. Reconoce la integridad esencial y el valor de cada individuo y comunidad en el mundo, y abre la puerta a la realidad de que todos pueden contribuir al bien de la totalidad, y que cada parte puede igualmente recibir protección y los cuidados necesarios por parte de esa totalidad mayor. Es un ejercicio maravilloso considerar lo que podría significar que este principio, aún a pequeña escala, rigiese las relaciones nacionales e internacionales.

La ONU

De nuevo, afortunadamente para la humanidad, ya se ha desarrollado trabajo, comprobaciones y experiencias prácticas muy útiles a lo largo de estas líneas mediante las actividades de los diversos organismos internacionales para la cooperación creados por la humanidad, especialmente las Naciones Unidas y sus agencias especializadas. Al ser instituciones humanas son, como complace recalcar a sus detractores, necesariamente deficientes. Pero las deficiencias pueden corregirse y, a medida que la visión de interdependencia humana se va definiendo con mayor claridad, es posible desarrollar estructuras mejores. Unidas, señalan con certeza hacia un futuro mejor para todos.

Pero ¿tendrá la humanidad la sabiduría y la determinación necesarias para recorrer un camino en esta dirección? Esta es la principal pregunta de nuestro tiempo. Aquí es donde el cultivo de una buena voluntad práctica resulta fundamental. La buena voluntad o la amabilidad innata reside sin excepción en el corazón de cada persona aunque hay que decir que algunos tienen que excavar un poco para encontrarla! Pero puede llevarse a una expresión de vida práctica en la gran mayoría de las personas cuando la visión de la unidad humana y los beneficios de un orden mundial cooperativo se articulan bien y persistentemente, tarea que corresponde en parte a los medios de comunicación, tanto tradicionales como redes sociales. Esta es la forma de salvar la brecha entre las polarizaciones que deterioran la expresión del lado bueno de la naturaleza humana e impiden que progrese a lo largo de su sendero, divinamente ordenado, de libertad, amor y responsabilidad.

Las Personas Sostienen El Cielo Entero

¿Qué significa decir que alguien es un hombre o una mujer? La pregunta puede parecer ridícula –claramente todo el mundo sabe, al menos para sí mismos, QUÉ son, dado que las diferencias biológicas son (normalmente) evidentes. Pero durante más de 2000 años se ha reconocido, primero bajo la denominación de hermafroditismo y, a partir del siglo XX con el nombre de intergénero, que una pequeña proporción de humanos pueden mostrar características de ambos sexos en un cuerpo; y en muchas sociedades tradicionales, existen denominaciones para personas que pueden considerarse como pertenecientes a un tercer sexo. Estos hechos deberían hacernos reconsiderar antes de afirmar que masculinidad y femineidad son categorías fijas y diferentes. Y también podemos reflexionar sobre cómo, tanto antes de la pubertad como tras la mitad de la vida, las diferencias en constitución hormonal pueden hacer que los individuos de un sexo exhiban determinadas características típicas del otro–basta con recordar la voz pura y aguda de un niño soprano.

Hasta aquí los datos físicos – ¿qué hay de los psicológicos y los sociales? ¿Es posible que el género resida completamente en la mente –o en la cultura? Es ampliamente sabido que diferentes culturas crean y sostienen diferentes expectativas de los papeles que machos y hembras deberían desarrollar en la sociedad. Una parte significativa de esto puede surgir de la religión predominante en esa cultura –pero una mujer musulmana en Arabia Saudí tiene una gama de libertades distinta a la de una mujer musulmana en Indonesia, así que la religión no lo es todo.

¿Y qué hay de los pensamientos y sentimientos de cada individuo?  En siglos anteriores, nacer en un cuerpo masculino o femenino era algo inalterable, quisiera lo que quisiera la persona que estaba ‘dentro’. Pero a partir del siglo XX esto ya no es cierto, y los procedimientos médicos de reasignación sexual se han sofisticado cada vez más. Someterse a estos procedimientos físicos es, aun así, un paso importante, por no hablar de las dificultades mentales y emocionales que pueden surgir de la oposición de otras personas. De manera que los que eligen este difícil camino tienen, sin duda, un motivo muy fuerte para hacerlo. En sus mentes, algún aspecto esencial de su identidad está vinculado con el sexo físicamente ‘opuesto’ al de sus cuerpos de origen.

Llegados a este punto, puede que los lectores se pregunten qué tienen que ver estas reflexiones sobre el género y el sexo biológico con el tema de la polarización. La respuesta reside en el momento cultural que está encapsulado en el surgimiento del #MeToo y Time’s Up. Estas expresiones recientes de un activismo feminista necesario se centran en los problemas estructurales del abuso sexual, el acoso sexual y la desigualdad en el trabajo y en cualquier sitio, que han sido parte de la experiencia de las mujeres y fuente de un profundo dolor durante incontables siglos en la mayor parte del mundo. Critican el comportamiento colectivo y las estructuras que pueden denominarse patriarcales, así como las acciones y actitudes de individuos, bajo el término genérico de ‘masculinidad tóxica’. Algunas personas argumentan que esto aumenta nuestro sentido de polarización en la sociedad, recalcando las diferencias entre mujeres y hombres, y enfatizando los agravios y malentendidos entre los sexos.

Pero esto es, sin duda, una malinterpretación que contempla el creciente poder de lo femenino a través de una lente distorsionadora en la que toda interacción humana se ve como algo que sólo genera ganadores y perdedores, víctimas y perpetradores. Es volver a la vieja imagen de ‘la batalla de los sexos’ en un momento en que una comprensión más profunda de las tensiones que surgen en las relaciones entre los géneros debería permitirnos una perspectiva más matizada y esperanzadora –y esto es lo que parece que está sucediendo.

Tomemos, por ejemplo, el diálogo que está surgiendo en torno al consentimiento en las relaciones sexuales. Esto va desde el totalmente comprensible mensaje de “no es no”, a esperar de los hombres que empiecen a observar y a respetar señales más sutiles, algunas de ellas no verbales, que las mujeres pueden enviar para mostrar su negativa a ir más lejos. Cuestiones como esta, que resaltan la relación masculina con el poder y la comunicación no verbal en las relaciones, tocan algunas de las estructuras más sutiles de la consciencia que sustentan las desigualdades sociales y económicas. Así, encontrar formas de educar a los hombres para que reconozcan y respeten estas señales no verbales, y a continuación actúen con la debida moderación, debería mejorar no sólo las relaciones individuales entre mujeres y hombres, sino ayudar también a realizar cambios estructurales en el trabajo y en la vida cotidiana.

Posiblemente la cuestión del consentimiento no habría surgido tan rápidamente de no ser por el movimiento #MeToo (que se centra sobre todo en casos claros de agresión sexual que habían sido soslayados previamente) y por el hecho de que, según una investigación centrada en los EEUU, en la actualidad las mujeres están obteniendo mejores resultados que los hombres en toda una serie de medidas económicas y educativas, y pueden por lo tanto estar en una buena posición para ser menos tolerantes con viejos patrones de comportamiento.  Las relaciones entre hombres y mujeres están atravesando un cambio dramático, y ello afecta a los dos sexos. La escritora y locutora de radio Hanna Rosin, en su libro The End of Men, observa cómo, al menos en ciertas clases socioeconómicas, esto está llevando a un aumento de la maternidad de mujeres solteras porque las mujeres están decidiendo, sencillamente, que ya no necesitan hombres que las mantengan. Ello también se relaciona con el descenso en puestos de trabajo en el sector de manufactura, y el crecimiento de la economía de servicios, que favorece relativamente las habilidades de cuidados y sociales en las que las mujeres suelen descollar.  Dicho llanamente: el papel tradicional del hombre como principal sostén de la familia y proveedor se está erosionando, lo que debería conducir, a largo plazo, a una sana transformación de la identidad masculina. Si se examina más profundamente, el rol de proveedor funcionó en una economía capitalista como sustituto parcial del papel biológico del hombre como protector. Así que la significancia psicológica de una erosión del papel de proveedor es también más importante de lo que parece a simple vista. Los hombres se enfrentan a una crisis existencial de su identidad, porque si ya no son necesarios para proveer o proteger, ¿qué papel pueden asumir? Puede que esto explique la aparición de grupos que se centran en redefinir la masculinidad, como Rebel Wisdom(1), Promundo(2) y Next Gen Men(3). Es importante afirmar que los roles de las mujeres y los hombres están cambiando, permitiéndoles ayudarse entre sí en el camino a descubrir qué significan actualmente femineidad y masculinidad.

Por supuesto, las diferencias biológicas y hormonales no desaparecerán (aunque se sospecha que la contaminación debida a químicos artificiales como el BPA, que imita el efecto de los estrógenos, afecta a estas diferencias); pero el terreno psicológico y social está cambiando bajo nuestros pies. Los siglos de trauma que las mujeres han soportado piden a gritos sanación y transformación. Sin embargo, a pesar de que la cristalización del rol masculino como principal proveedor era un producto malsano e incluso opresivo del ‘patriarcado’, su disolución, aunque gradual y parcial, es también –aunque de forma menos dramática– traumática para muchos hombres. En medio de todo esto, una inmensa multitud de hombres y mujeres se enfrenta a la necesidad de un cambio. La realidad es que el camino hacia unas relaciones sanas y equilibradas entre los sexos está inevitablemente plagado de dificultades. Las mujeres, con su comprensión más profunda de las emociones y las relaciones, y que históricamente son las que más han sufrido, son posiblemente las mejor situadas para ayudar a curar este trauma.

De manera que la cuestión es, ¿podemos, como hombres y mujeres, encontrar formas de afirmar las características positivas que normalmente se asocian con cada género sin caer en la trampa de repetir roles y estructuras estereotípicas? Tomemos, por ejemplo, la idea de agresión – ¿podemos encontrar vías para canalizar positivamente esta energía en la sociedad (en sus formas femenina y masculina), re-imaginándola como el espíritu audaz y aventurero que busca un cambio dinámico y positivo? Ahora mismo nos enfrentamos a unas cuantas crisis que se beneficiarían de semejante espíritu, expresado por mujeres y hombres. El cambio climático claramente necesita no sólo cambios incrementales sino medidas valientes, incluso arriesgadas; es evidente que el actual sistema económico no funciona para la mayoría, y un simple lavado de cara no basta para producir justicia e igualdad. Y la idea de un entorno enriquecedor, que puede estereotiparse como pasiva, es de hecho también necesaria, en cuanto a considerarlo como lo que sustenta y regenera nuestras relaciones con los demás reinos de la naturaleza, y permite reinventar creativamente formas de vivir en comunidad los unos con los otros. Si parece que esto no es más que una repetición de la sabiduría del Tao, que los dos polos se complementan entre sí para producir armonía –pues bien, ¡existe una razón por la que esta sabiduría se denomina ‘eterna’! cuando la polarización se concibe como dos puntos opuestos fijos, no hay avance posible: pero cuando se reconoce como una danza fluida entre los polos, el movimiento y la evolución siguen como corolario.

Por supuesto, no tiene sentido pretender que el progreso en esta área será fácil. La cuestión de los derechos humanos en lo que concierne al género y la sexualidad, por ejemplo, es tan controvertida que Naciones Unidas todavía no ha logrado acordar una Declaración formal (se realizaron propuestas en 2008 y 2011). Pero hay señales de esperanza. Un documento que podría actuar como simiente para una futura Declaración fue creado durante un encuentro internacional de grupos de derechos humanos que tuvo lugar en Yogyakarta, Indonesia, en noviembre de 2006. Actualizado en 2017, los principios de Yogyakarta(4) buscan aplicar los principios de la legislación internacional sobre derechos humanos para abordar el abuso de los derechos humanos de personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales –en otras palabras, todos aquellos que no encajan en los estereotipos tradicionales de género y sexualidad.

A fin de cuentas, ¿no queremos todos, mujeres, hombres, y cualquier grado intermedio o más allá, ser conocidos por quien realmente somos y por lo que podemos contribuir a una totalidad mayor? ¿No buscamos la libre expresión de nuestro núcleo espiritual, el alma, a través de nuestros vehículos físico, emocional y mental, independientemente de nuestro género?  Cuando somos capaces de trasladar nuestra noción de identidad más allá del cuerpo, de los sentimientos y de la mente hasta el alma, podemos empezar a apreciar que los ‘opuestos’ del género forman una totalidad sintética, y podemos dirigir la ilimitada energía del espíritu en servicio al mundo. Entonces podemos entender ‘masculino’ y ‘femenino’ como una simple y práctica abreviatura para ciertas constelaciones de cualidades de las que podemos echar mano a voluntad. Cuando esta condición sea la norma general, seremos capaces de extender el dicho de Mao “Las mujeres sostienen la mitad del cielo” al pensamiento, y a la realidad lograda de que “Las personas sostienen el cielo entero”.

1. www.rebelwisdom.co.uk

2. https://promundoglobal.org

3. https://nextgenmen.ca

4. http://yogyakartaprinciples.org

Construyendo Comunidades: Salvar la Brecha en la Identidad Cultural

Estamos en un período inquietante para muchas personas de buena voluntad inteligente. Los problemas de división y polarización en las áreas de religión, etnicidad, raza y cultura pueden resultar profundamente perturbadores para quienes reconocen la unidad fundamental de la vida. Cuando esta unidad es rechazada, a veces en términos muy duros, por grupos de comunidades mayoritarias y minoritarias que impulsan activamente sus propios programas culturales y religiosos, es especialmente complicado encontrar un sendero medio que salve las diferencias al tiempo que preserve los valores universales. Abordar las cuestiones prioritarias (educación, sanidad, mantenimiento del orden, desempleo, etc.) únicamente a través del prisma de grupos raciales o religiosos rivales dificulta que la confianza o la buena voluntad o simplemente el respeto puedan fluir en las relaciones. En la vida nacional, la polarización ejerce un efecto parecido al de una arteria obstruida –interrumpe la circulación del conjunto de energías necesario para un sistema sano.

Vivimos en una época crecientemente interdependiente. Aunque muchas comunidades del mundo siguen manteniéndose relativamente homogéneas cultural y religiosamente, otras se están volviendo más diversas y mixtas. Las personas atraviesan las fronteras de todo el mundo en números mayores que nunca, y es poco probable que este movimiento cese. El Pacto Mundial sobre Migración de la ONU, que será adoptado en breve por los países participantes tras extensos debates y negociaciones, lo reconoce y busca desarrollar un enfoque que los gobiernos puedan utilizar como base para la cooperación y coordinación.

Estamos en un momento difícil. Las culturas están rozando entre sí, a menudo muy de cerca, durante un rápido período de cambio, y de incertidumbre política y económica. Los individuos y las sociedades están sometidas a un estrés intenso. En la mayoría de los países occidentales la posibilidad de que los obreros encuentren trabajos seguros, estables y gratificantes es cada vez menor. Las vidas están alteradas por los cambios en las convenciones sociales (por ej., género y orientación sexual); el uso generalizado de lenguaje irrespetuoso en las redes sociales y en las conversaciones nacionales; y por una pérdida de confianza en las instituciones religiosas que previamente ayudaban a las masas a hacer frente a los cambios. En una época en la que el deseo de ‘cosas’ grandes mayores, mejores y más glamurosas está siendo constantemente estimulado por economías basadas en la competencia y el crecimiento, los salarios de la mayoría de la población se han mantenido estancados, si es que no han menguado –mientras que una élite parece cosechar la totalidad de los beneficios económicos del aumento de comercio. Para una mayoría enorme, la calidad de vida en áreas básicas como salud, educación y vivienda parece estar descendiendo. Por ello no puede sorprender que, para la gente de la calle, el futuro parezca sombrío.

En semejante situación el conflicto entre las culturas dentro de las naciones (e incluso dentro de las ciudades y localidades) se intensifica inevitablemente. Ello se refleja en la transición, ya muy avanzada, de una era de separación hacia una era de síntesis. Las transiciones son asuntos confusos y conllevan dolor y pérdida. El sufrimiento debería equilibrarse con una visión creciente de posibilidades futuras. Pero esta visión ha sido excesivamente politizada y expresada con mera palabrería. Para arraigar en la imaginación popular, esta visión de cooperación que podemos alcanzar ahora necesita ser enunciada con claridad y con fuego espiritual.

La sensación de formar parte de Una Humanidad y de Una Vida, percibida extensa pero no universalmente, incluye el reconocimiento de la excepcionalidad de cada ser humano, y la rica diversidad de culturas, creencias y formas de vivir –cada una con sus cualidades y desafíos concretos. Esta sensación de unidad incluye el reconocimiento de que está surgiendo una comunidad mundial, como parte de un Giro hacia una era de interdependencia. Antes del Brexit y del reciente auge del nacionalismo popular, muchos consideraban que el espíritu multicultural y pluralista definía la nueva era hacia la que se dirigía la humanidad. Pero ahora, en la vida pública, se respira una atmósfera que cuestiona esta apertura a la diversidad y que sugiere cínicamente que se trata de una ideología difundida por élites culturales; que no es sino un barniz de corrección política o cultural enmascarando la realidad de una separatividad inherente a la naturaleza humana.

La visión benévola de cooperación entre diversos elementos al abordar todos los desafíos de una era de interdependencia está siendo puesta a prueba como nunca antes. A largo plazo esto es claramente bueno. Los que buscan abordar el origen de los problemas de las divisiones raciales y religiosas están obligados a profundizar en su comprensión y en la práctica de una acción correcta; a ‘ver’ de verdad a cada participante en cualquier disputa local o nacional (honrando su individualidad y su identidad grupal y buscando comprender el origen de su ira, dolor y miedo); a ir más allá de eslóganes simplistas y a desarrollar la capacidad de sortear las divisiones culturales utilizando formas que eliminen el temor entre todas las comunidades implicadas.  El primer paso en cualquier exploración honesta de resolución de conflictos es reconocer que el conflicto y la polarización existen, enlazando con valores comunes universales de bondad, belleza y verdad. Más allá de la vociferación de consignas, a veces violenta, por parte de todas las divisiones culturales, está produciéndose un examen de conciencia a gran escala. Y se manifiesta en un gran esfuerzo por comprender el miedo del otro, y la herencia de dolor implícita en la mayoría de los aspectos de los conflictos raciales y religiosos. También está provocando una amplia reflexión sobre la naturaleza de la identidad cultural y el papel que desempeña, contribuyendo a una identidad nacional enérgica y segura, que puede entonces formar parte de un fuerte sentimiento de identidad humana compartida. Con esta comprensión, la visión multicultural está siendo reevaluada. Esto está sucediendo en todas partes a nivel local, nacional y global; igualmente está teniendo lugar mediante iniciativas en legislación, pedagogía, asuntos comunitarios, y todas las profesiones. Hay abundantes ejemplos, como el Proyecto de derechos civiles y justicia restaurativa(1) de la Northeastern University de Boston, que se ha convertido en un sitio de recursos para los esfuerzos por promover oportunidades para la reconciliación racial basadas en el diálogo en EE. UU.; y un proyecto de UNESCO(2) que está desarrollándose a través de programas piloto en Austria, Zimbabue, Tailandia y Costa Rica, entrenando a los profesores en el desarrollo de habilidades para el diálogo intercultural entre sus alumnos.

Dentro de este entorno, una forma de avanzar para los que sienten incómodos ante el debate polarizado entre grupos culturales es aceptar la responsabilidad de crear atmósferas de cooperación en torno a desafíos comunes experimentados por gente de cualquier grupo étnico y religioso. Con esto no se pretende sugerir que los lectores de este boletín necesiten sentirse llamados a algún tipo de ‘activismo’ político o comunitario. Algunos ya están implicados a su manera, pero para otros, ‘aceptar la responsabilidad de crear lo nuevo’ puede centrarse en observar de verdad qué está pasando en el mundo de las relaciones interculturales; reflexionar sobre el potencial para la cooperación en su propio entorno, o en cualquier campo de actividad (religión, salud, legislación etc.) que les interese. El objetivo de este pensamiento vivo sería observar las áreas en las que florece la cooperación, viéndola en su expresión humana, a veces defectuosa (esforzándose por ver a través de espejismos e ilusiones profundamente arraigados que tardarán en ser disipados).

En generaciones anteriores, las luchas de los sindicatos, las sufragistas y los movimientos por los derechos civiles permitieron a las fuerzas populares de buena voluntad organizarse y movilizarse y ello condujo a un progreso significativo en la calidad de la vida de la gente. El filósofo Kwame Anthony Appiah sugiere que las políticas identitarias actuales se “re-formen” creativamente para ser “más productivas” y menos opositoras, uniendo a las personas implicadas en movimientos que experimenten con formas de zanjar las desigualdades; asegurando que “nadie sea dejado atrás” como intenta hacer la ONU; y luchar por mejores escuelas, mejor acceso a la sanidad pública, y mayor seguridad en vecindarios violentos. Movimientos como el grupo de acción climática 350.org tienen el potencial de unir a personas de buena voluntad de grandes y pequeñas comunidades y estos esfuerzos son importantes como forma de que la ‘gente corriente’ se implique en la construcción de un mundo mejor para todos.

Aunque una atmósfera de buena voluntad evita los partidismos y aparta la atención del criticismo, despierta de forma natural una voluntad popular de crear un mundo mejor, y la creencia de que conseguir mejores escuelas, o sanidad pública, o un trabajo más satisfactorio, sea posible para grandes y pequeñas comunidades; y que en la próxima década podrán realizarse avances significativos si esto es lo que verdaderamente quiere un número suficiente de personas. Los que comparten esta voluntad por el bien de todos necesitan ser capaces de debatir, discutir y negociar sobre cómo avanzar; y hacerlo empleando formas que reconozcan un propósito común y compartan el respeto a las diferencias.

Es posible que la cuestión más importante y positiva sobre la que se debe informar respecto a la sanación de las brechas en la identidad cultural es que, hoy más que nunca, en esta área hay más iniciativas transformadoras creando espacios para el examen de conciencia, el diálogo y la acción. Pero una búsqueda por Internet revela innumerables iniciativas bien establecidas e influyentes en resolución de conflictos interraciales e interreligiosos que intervienen a nivel local, nacional, regional y global. Estas incluyen Conflict Transformation Strategies(3) y Racial Healing Resources(4) con un conjunto de prácticas desarrolladas y probadas para escuelas y comunidades que hacen que grupos opuestos participen en un diálogo que se adentra mas allá del conflicto hasta llegar a la comprensión, a menudo resultando en una acción conjunta. La ONG Search for Common Ground(5) ha desarrollado numerosos programas por todo el mundo utilizando prácticas como Escucha activa, asegurando que los demás se sientan escuchados y reconocidos; Buscar comprender los intereses subyacentes de los demás, más allá de la postura que adoptan; Evitar suposiciones cuando sea posible, y comprobar las suposiciones cuando están presentes. A nivel internacional la United Nations Alliance of Civilizations(6) tiene programas consolidados centrados en el diálogo intercultural, la comprensión y la cooperación. En 2017 la Secretaría del Commonwealth estableció una Unidad(7) para apoyar estrategias nacionales destinadas a contrarrestar la violencia extremista en los 53 estados miembros de la Commonwealth. Esto arroja más luz sobre la multitud de iniciativas diseñadas para profundizar en el trabajo de superar las divisiones entre culturas, a fin de que pueda surgir una cooperación por el bien común.


1. http://rjp.umn.edu/projects/race-relations-and-restorative-dialogue-resource-site-nationwide-efforts-promoting-dialogue

2. https://en.unesco.org/news/building-intercultural-skills-austria

3. https://racialequitytools.org/act/strategies/conflict-transformation

4. http://racialequitytools.org/act/strategies#ACT18

5. https://www.sfcg.org/what-exactly-is-the-conflict-around-race/

6. https://www.unaoc.org

7. http://thecommonwealth.org/countering-violent-extremism

El Mantram de Unificación

 

Los Hijos de los Hombres son Uno y Yo soy uno con Ellos.

Trato de amar y no odiar;
Trato de servir y no exigir servicio;
Trato de curar y no de herir.

Que el dolor traiga la debida recompensa de luz y amor.
Que el alma controle la forma externa, la vida y todos los acontecimientos,
Y traiga a la luz el amor que subyace en todo cuanto ocurre en esta época.

Que venga la visión y la percepción interna.
Que el porvenir quede revelado.
Que la unión interna sea demostrada. Que cesen las divisiones externas.
Que prevalezca el amor. Que todos los hombres amen.

 

Crédito de la Imagen:

Top banner Kim Paulin, https://www.flickr.com/photos/axlape/1463432010/in/album-72157602209067430/ (CC BY-NC-SA 2.0 licence)
In "People Hold Up Half the Sky" Polarities: Yin and Yang ©Millicent Hodson
In "Building Community: Bridging the Divides in Cultural Identity"  Marco Verch, https://www.flickr.com/photos/30478819@N08/21464593154/in/album-72157659643913076/ (CC BY 2.0 licence); and Shutterstock, ValeStock, www.shutterstock.com
In "The Mantram of Unification" Shutterstock, Hibiki Nakata, www.shutterstock.com

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