La combinación invisible de gases que llamamos aire es una de las bases de la vida en la Tierra. La circulación en la atmósfera es la base de la vida; así como los vientos soplan libremente sobre la superficie de la Tierra, igualmente el aire circula en los pulmones, y la sangre en las venas. Esto simboliza la verdad universal de que la libre circulación en todos los aspectos de la vida es el camino a la salud y el sentido de unidad y totalidad.

Y de este cocktail de gases que llamamos aire, hay tres en concreto que están íntimamente ligados a los procesos vitales –el oxígeno, el dióxido de carbono, y el vapor de agua. El oxígeno es el principal ingrediente que, combinado con combustible y calor, nos da las vacilantes llamas que han ayudado a la humanidad a pasar de habitar en cuevas a despegar de la superficie de la Tierra. El dióxido de carbono se produce cuando arde cualquier combustible de origen orgánico, como la madera, el carbón o el petróleo. Y el vapor de agua es a menudo también producto de esa combustión. Por extraño que parezca, una reacción química muy similar se produce también constantemente en humanos y animales –pero esta reacción está controlada, de manera que no es necesario el fuego ni las temperaturas elevadas. En su lugar, las maravillas de la bioquímica hacen que los carbohidratos que ingerimos se combinen con el oxígeno que inhalamos para producir dióxido de carbono y agua. El dióxido de carbono se exhala después a través de los pulmones. La hermosa reciprocidad entre los reinos de la naturaleza hace que este dióxido de carbono pueda convertirse en combustible para aún más carbohidratos y oxígeno, mediante el proceso vegetal conocido como fotosíntesis. De manera que el oxígeno y el dióxido de carbono de la atmósfera están constantemente circulando en y a través de los reinos de la naturaleza (incluyendo también el reino mineral), y retornando a la atmósfera. Ciertos textos espirituales sugieren que el proceso de transformación que realiza el reino vegetal –por medio del agua y la luz– con el dióxido de carbono proveniente de los reinos humano y animal, simboliza la transformación de los deseos materialistas en una perspectiva más iluminada.

Lamentablemente, esta imagen de equilibrio y de libre intercambio no cuenta toda la historia. Como sabemos, cuando la combustión no se realiza correctamente, o cuando se realiza con combustibles inadecuados, el resultado es un humo asfixiante. “Humo” podría servir como etiqueta simbólica para los numerosos tipos de polución que se vierten en la atmósfera como resultado de la insensata carrera de la humanidad por explotar la Tierra. La lluvia ácida, la reducción de la capa de ozono, y la niebla tóxica fotoquímica no son más que algunos de los síntomas de un sistema de circulación gaseosa que está inflamado y desalineado a todos los niveles. Los niveles atmosféricos de dióxido de carbono han estado subiendo durante los últimos 60 años. Por ahora, la voluntad de las naciones para solucionar la contaminación atmosférica ha sido, con una o dos excepciones, insuficiente como para producir mucho impacto. Esto se debe a un error fundamental de percepción de valores –de beneficios versus vida humana, de ganancias fáciles a corto plazo versus una implicación más provechosa a largo plazo, de una dominación irreflexiva de la naturaleza versus una cooperación sensible con la naturaleza. En este boletín, estudiaremos algunas de las dimensiones individuales y colectivas del aire y de la respiración, para entender mejor la responsabilidad de todas las personas de buena voluntad de contribuir al gran cambio colectivo de corazón y mente que desplazará el equilibrio de vuelta a una circulación más sana.

Inicio de página | Los Humos del Materialismo Siguiente>

keep in touch

World Goodwill in Social Media