Entrenamiento Espiritual e Identidad de Grupo

Existe mucho simbolismo conectado con los observatorios que se alzan por encima de las nubes en el monte Palomar escudriñando el espacio profundo; lo mismo sucede con los grandes radiotelescopios en todo el mundo que funcionan a la una para “escuchar” las débiles emisiones de los distantes objetos estelares. En el corazón de este estudio de los cielos reside la pregunta inmemorial: “¿Quién soy?”. Mientras la humanidad inteligente investiga el universo físico en busca de respuestas al enigma de la existencia, el indagador espiritual conduce la búsqueda hacia lo interno, explorando la bóveda celeste interna para poder captar la luz de la intuición y las respuestas a la misma pregunta imperecedera.

El desarrollo de la intuición es un objetivo primordial del entrenamiento para el discipulado, y un método para su despliegue es el estudio de los símbolos. Todas las formas que nos rodean son símbolos a través de los cuales una idea viva se expresa a sí misma. Cuando se estudia el mundo desde esta perspectiva, la luz que subyace en cualquier símbolo particular puede llegar a ser descubierta y ello revela la cualidad de la vida que el símbolo aporta. En este nuevo mundo de cualidades luminosas, el discípulo aprende a vivir y a trabajar intuitivamente, estableciendo relaciones fundamentales con las vidas que conforman todas las formas.

La entrada en este mundo de luz puede ser adelantada por la práctica de la meditación en un grupo discipular. El grupo de buscadores en su conjunto asciende a la cima de la montaña proverbial, por encima de las nubes de formas-pensamiento que oscurecen la visión espiritual, para que todos “vean y oigan” como uno solo. Aquí se adopta una posición para detectar la luz del Plan Divino y la revelación de un mundo interno de arquetipos hacia el cual apuntan todas las formas del mundo exterior. La luz de la verdad, la belleza y la armonía que allí se descubre queda concentrada por la mente grupal que actúa como un espejo colectivo, y es reflejada hacia la conciencia humana para estimular su crecimiento de acuerdo con el mundo arquetípico.

Éste es el trabajo al cual aspira el grupo discipular: entrar en contacto con la luz de la intuición y “en esa luz ver la luz”. Es el principio creativo que subyace en el trabajo grupal, al cual alude Cristo en las palabras, “Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz”. El ojo sano se refiere a la aspiración centrada y al esfuerzo concentrado que llevan gradualmente al centro ajna a la actividad: la herramienta que cada discípulo debe aprender a emplear conscientemente.

Conservar el ojo “sano” no es tarea fácil en un mundo de distracciones crecientes, pero ello confiere aún más poder para servir mediante un grupo que es capaz de permanecer centrado y desapegado en una condición de “unidad aislada”. Ser liberado de los apegos de la forma es quedar libre para identificarse con el aspecto vida, y solamente entonces puede comprenderse el verdadero significado de la unidad.

“Alza la cabeza, oh Lanu: ¿ves una, o incontables luces por encima de ti, lucir en el oscuro cielo de la medianoche?”. “Percibo una sola llama, oh Gurudeva; veo como en ella refulgen incontables chispas”. 

La Doctrina Secreta I. 145. H.P. Blavatsky

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