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3. Algunos Problemas Psicológicos - Parte 3

El pensamiento creador no es lo mismo que el sentimiento creador, y esta diferencia pocas veces es captada. Todo lo que pueda ser creado en el futuro, se basará en la expresión de las ideas. Se realizará, en primer lugar, por la percepción del pensamiento, luego, por la concreción del pensamiento y, finalmente, por la vitalización del pensamiento. Sólo posteriormente, la forma mental creada descenderá al mundo de los sentidos y asumirá la cualidad sensorial necesaria que impartirá color y belleza a la forma mental ya construida.

Aquí se presenta el peligro para el estudiante. La forma mental de una idea ha sido potentemente construida. Ha adquirido color y belleza. Por lo tanto, es capaz de aferrarse al ser humano, mental y emocionalmente. Si [i456] no tiene sentido de equilibrio, de proporción y de buen humor, la forma mental puede llegar a ser tan poderosa, que lo convierte en un acérrimo fanático, incapaz de retractarse. No podrá ver, creer, ni trabajar en nada que no sea esa idea corporificada que lo mantiene tan poderosamente cautivo. Tales personas son los partidarios violentos de cualquier grupo, iglesia, orden o gobierno. Frecuentemente poseen temperamento sádico y son partidarios de cultos y ciencias, capaces de sacrificar o dañar a cualquiera que parece estar en contra de su idea fija sobre lo que es correcto y verdadero. Los individuos que dirigieron la Inquisición Española y fueron responsables de las depravaciones en la época de los Covenanters, son ejemplos de las peores formas de esta línea de pensamiento y desarrollo.

Las personas afectadas por este desorden psicológico, el de adherirse ciegamente a las ideas y de idolatrar a las personalidades, están en toda organización, iglesia, religión, grupos políticos y científicos, y también en cada organización esotérica y ocultista. Son psicológicamente enfermizos, y los trastornos que padecen son prácticamente contagiosos. Constituyen una amenaza, al igual que la viruela. Este tipo de dificultad no se considera que es un problema psicológico, hasta el momento en que el ser humano está tan afectado, que se convierte en un problema grupal, o es considerado un sujeto peculiar o desequilibrado. Sin embargo, definidamente este desorden psicológico es de un tipo muy específico, que requiere un tratamiento cuidadoso. Es también difícil tratarlo, ya que, en las primeras etapas, demuestra aparentemente estar sano. Trabajar en algún grupo o con un instructor, frecuentemente se lo considera como un medio definido de salvación psicológica, pues tiende a convertir al místico más abierto y proporcionar la liberación adecuada, a fin de reconocer la energía que afluye. Mientras no haga más que eso, no hay [i457] verdadero peligro, pero, en cuanto disminuye o comienza a desaparecer la visión que el ser humano tiene de otras y mayores posibilidades, cuando le embarga totalmente su atención y cuando un conjunto de doctrinas, una escuela de pensamiento o un exponente de cualquier teoría excluye todos los puntos de vista o posibilidades, en ese momento, las simientes de los desórdenes psicológicos pueden ser debidamente observadas y el ser humano está en peligro.

También en el momento en que todo el poder mental que puede tener el ser humano, lo aplica en una sola dirección, como, por ejemplo, el éxito en los negocios o el predominio financiero, entonces, en ese instante, se convierte en un problema psicológico.

Esto constituye particularmente uno de los problemas de la integración, debido a la estimulación de la mente al querer asumir el control de la personalidad. Entonces, sobreviene un sentido de poder. El éxito nutre el estímulo, aunque sólo sea por el éxito dudoso de atraer la atención de algún instructor al que ha idealizado o adorado, o por haber logrado alguna transacción financiera que le fue favorable.

Llegará el momento en que el problema de la personalidad será mejor comprendido y, cuando esto suceda, el excesivo énfasis puesto sobre la profesión, la vocación, la ideología o el pensamiento, será considerado como un síntoma indeseable y, entonces, se intentará lograr dos cosas: el desarrollo total y la fusión consciente con el alma y el grupo.

No intento tratar los problemas relacionados con la demencia, pues existen y son frecuentes y, esotéricamente, los agruparemos en tres secciones:

Los que se deben totalmente a:

a. La materia cerebral enferma.

b. El deterioro de las células del cerebro [i458].

c. La condición anormal en una zona del cerebro, como tumores, abscesos o quistes.

d. Los defectos estructurales de la cabeza.

Los que se deben a la ausencia del ego o alma.

En estos casos se hallará que:

a. El verdadero morador del cuerpo está ausente; el hilo de la vida está introducido en el corazón, pero el hilo de la conciencia no está arraigado en la cabeza. Se habrá abstraído y, por lo tanto, el alma no es consciente de la forma. En estos casos, tenemos la idiotez, o simplemente un animal humano de grado muy inferior.

b. Ciertos casos de posesión u obsesión; el hilo de la vida está ligado al morador original del cuerpo, pero el hilo de la conciencia es el de otra persona o ente desencarnado y muy ansioso de expresarse en el plano físico. En casos comunes, donde el verdadero morador del cuerpo está ausente, la situación no es de gran importancia y, a veces, sirve un propósito útil, pues permite al ente obsesionante continuar poseyéndolo. Me refiero a esos casos en que el ego encarnante se ha retirado y queda una casa totalmente vacía. Éstos son casos raros y no se oponen a que sea ocupada, mientras que, en los casos comunes de posesión u obsesión, existe el problema de la doble personalidad y hasta de varias personalidades. Entonces, surge el conflicto y trae resultados desastrosos, desde el punto de vista del verdadero morador del cuerpo. Los casos a los cuales me refiero, son incurables, porque no hay alma que entre en actividad y [i459] fortalezca la voluntad o la condición física del ser humano, cuando trata de expulsar a los intrusos. En muchos casos de posesión, la cura es posible, pero me he referido a los que son incurables.

Los casos en que el cuerpo astral es de naturaleza tan incontrolable, y siendo el ser humano víctima de todo tipo de deseo desenfrenado, posee, sin embargo, una fuerza intelectual de tal poder que puede crear una forma mental dominante que incorpore ese deseo. Estos “maniáticos astrales” son los más difíciles y penosos de tratar, porque mentalmente son casi normales. Sin embargo, la mente no puede controlar y queda relegada definitivamente a segundo plano; permanece inútil e inerte mientras el ser humano expresa (con violencia, o con sutileza, según el caso) algún deseo básico. Puede ser el deseo de matar o de tener una experiencia sexual anormal, o también el deseo de estar siempre en movimiento y, por lo tanto, constantemente activo. Parecen ser tipos muy simples y comunes, pero no trato aquí su expresión normal, sino lo que no puede ser controlado y para lo cual el único remedio consiste en que el ser humano se proteja de sí mismo y de sus propios actos.

Estas tres formas de demencia, por ser incurables, no podrán ser ayudadas psicológicamente. Todo lo que se puede hacer es aliviar la situación, proporcionar el cuidado adecuado al paciente y proteger a la sociedad, hasta que la muerte ponga fin a este intervalo en la vida del alma. Es interesante recordar que estas condiciones se relacionan mucho más con el karma de los padres o con el de los que tienen a su cargo el caso, que con el paciente mismo. En muchos de estos casos, [i460] no hay persona alguna dentro de la forma, sino únicamente un cuerpo viviente animado por un alma animal, no por un alma humana.

Principalmente nos ocuparemos de esos problemas que surgen de la naturaleza mental del ser humano y del poder que posee para crear con sustancia mental. Hay un aspecto de esta dificultad, al cual no me he referido todavía, y es el poder del pensamiento, en dicho caso, y el estímulo dinámico de la mente que estamos considerando, a fin de evocar respuesta del cuerpo de deseo y activar la naturaleza inferior al unísono con el anhelo mental conocido y la demanda mental predominante. Cuando ella es suficientemente fuerte, puede actuar en el plano físico, como acción poderosa y aun violenta, y conducir al ser humano a grandes dificultades, a un conflicto con la sociedad organizada, haciéndolo así un ser antisocial, en desacuerdo con las fuerzas de la ley y el orden.

Estas personas se dividen en tres grupos, y sería conveniente, para los que estudian psicología, analizar estos tipos detenidamente, pues aparecerá un gran número de ellos, debido a que la humanidad está cambiando, cada vez más, su foco de atención al plano mental:

Los que permanecen mentalmente introvertidos y están profundamente preocupados por las formas mentales autocreadas y el mundo mental creado, centrados alrededor de una forma mental dinámica que ellos han construido. Dichas personas van siempre de una crisis a otra, y es interesante observar que esta crisis puede ser interpretada por el mundo, como:

a. La revelación de un genio, tal como sucede cuando algún gran científico expone las conclusiones obtenidas, durante el período en que ha reflexionado y enfocado su atención [i461].

b. El esfuerzo de un ser humano para expresarse en alguna línea creadora.

c. Las violentas y, a veces, peligrosas manifestaciones de frustración, en las cuales el ser humano trata de aplicar los resultados de sus elucubraciones internas en la línea elegida. Todos estos grupos varían en su manifestación, de acuerdo al equipo original con el cual el individuo inicia su vida de pensamiento en el plano mental. En el primer caso, tendremos un genio; en el otro (si lo acompaña una rica naturaleza emocional), el producto de una imaginación creadora; en el tercero se tendrá lo que el mundo considera insania, curable con el tiempo, y sus efectos no serán permanentes, siempre que se proporcione cierta forma de liberación emocional creadora e imaginativa, que constituye, a menudo, el punto de lucha de las personalidades que pertenecen a los rayos segundo, cuarto y sexto.

Los que llegan a ser asombrosamente autoconscientes y se consideran lumbreras. Están obsesionados por su propia sabiduría, su poder y su capacidad creadora, pasando rápidamente de allí a un estado de completo aislamiento o separatividad. Esto puede conducir a una megalomanía aguda, a una intensa preocupación y a una admiradora satisfacción por el yo, el yo inferior, la personalidad. La naturaleza emocional, sensorial y de deseo, está totalmente controlada por el pensamiento dinámico autocentrado, lo único que percibe el individuo es ese momento. Por lo tanto, el cerebro y todas las actividades del plano físico están análogamente controladas y dirigidas hacia el engrandecimiento planeado del individuo. Esta condición aparece en distintos grados, de acuerdo a la etapa de evolución y al tipo de rayo, siendo curable en las primeras etapas. Sin embargo, si persiste, hace que el individuo, con el tiempo, sea intocable, pues se atrinchera en la [i462] fortaleza de sus propias formas mentales, en lo que a él se refiere y a sus actividades. Cuando es curable, se procurará descentralizar al sujeto, evocando en él un interés distinto y más elevado, desarrollando la conciencia social y, si es posible, estableciendo contacto con el alma. Esta condición constituye, a menudo, el punto de lucha de las personalidades que pertenecen a los rayos primero y quinto.

Los que llegan a ser excesivamente extrovertidos, debido al deseo de imponer a sus semejantes (a través del enfoque mental centralizado) las conclusiones a que ellos han llegado. Constituye, muy a menudo, el punto crucial de la dificultad para las personas que pertenecen al tercero y sexto rayos. Se verá que dichos individuos incluyen al teólogo bien intencionado y doctrinario dogmático, que se halla prácticamente en todas las escuelas de pensamiento, hasta el fanático que hace insoportable la vida a todos los que lo rodean, al tratar de imponerles su punto de vista, y el maniático que se obsesiona tanto con su visión que, para proteger a la sociedad, debe ser encerrado.

Por lo tanto, es evidente cuán prometedora puede ser la perspectiva, si los educadores y psicólogos (principalmente los que se especializan en el entrenamiento de la juventud) les enseñan a equilibrar los valores con el debido cuidado y a tener una visión del todo, y conocer la naturaleza de la contribución que los múltiples aspectos y actitudes hacen al todo. Esto es de profunda utilidad, en la época de la adolescencia, donde se requieren tantos reajustes difíciles. Cuando la persona ha llegado a la edad adulta, es generalmente demasiado tarde para realizarlo, porque, durante largo tiempo, ha construido sus formas mentales y ha cavilado y se ha identificado en tal grado con ellas realmente, que su existencia no es independiente. La destrucción de tal forma mental o conjunto de formas mentales, [i463] que esclavizan al individuo, pueden provocar condiciones tan serias, que traerán como consecuencia el suicidio, una enfermedad prolongada o una vida inútil, debido a la frustración.

Sólo dos cosas podrán realmente ayudar: Primero, por la constante presentación en forma amorosa de una visión más amplia que debe mantenerse, ante los ojos del ser humano, por alguien que sea tan incluyente, que la comprensión constituya la tónica de su vida o, segundo, por la actividad de su propia alma. El primer método requiere mucho tiempo y paciencia. El segundo puede ser instantáneo en sus efectos, como por ejemplo en la conversión o en un gradual derrumbe de los muros mentales, mediante los cuales un ser humano se separa del resto del mundo y de sus semejantes. El sonido de las trompetas del Señor, el alma, puede derrumbar las murallas de Jericó. Esta tarea de evocar la acción dinámica del alma, en bien de la personalidad aprisionada, e inexpugnablemente circundada por un muro de materia mental, constituirá parte de la ciencia de la psicología que se desarrollará en el futuro.

Los problemas de la meditación y sus resultados: la Iluminación.

Ante todo, quisiera señalar que, cuando empleo aquí la palabra meditación, lo hago en una de sus acepciones. El enfoque mental intenso, que produce un énfasis mental indebido, actitudes equivocadas y un vivir antisocial, es también una forma de meditación, pero realizada totalmente en la periferia de la pequeña zona mental de determinado individuo. Esta enunciación es real e importante, lo cual restringe e impide todo contacto con otras zonas de percepción mental, provocando un intenso estímulo mental unilateral, de índole particularmente poderoso, que no tiene salida, excepto hacia el cerebro, mediante la naturaleza de deseo. La meditación que mencionaremos en esta parte del estudio, se refiere al enfoque y a la actitud mentales que tratan de [i464] relacionarse con lo que existe más allá del mundo mental del individuo. Constituye parte de un esfuerzo que lo pondrá en contacto con los mundos que están más allá de lo fenoménico y del ser. Expongo esto así, a fin de impartir las ideas de expansión, inclusión e iluminación. Tales expansiones y actitudes no deberían convertir al ser humano en un ser antisocial, o aprisionarlo en una celda fabricada por sí mismo. Deberían convertirlo en un ciudadano del mundo; inducir en él el deseo de mezclarse y fusionarse con sus semejantes; despertarlo a las más elevadas premisas y realidades, y arrojar luz en los lugares oscuros de su vida y en los de toda la humanidad. Los problemas que surgen, como resultado de la iluminación, son prácticamente contrarios a los que acabamos de considerar, no obstante, constituyen, a su vez, verdaderos problemas que deben ser enfrentados, porque las personas inteligentes del mundo están ahora aprendiendo a meditar en una amplia escala. Muchas cosas inducen a esta tendencia hacia la meditación. A veces, la fuerza de la circunstancia económica obliga al ser humano a concentrarse, y la concentración es uno de los primeros pasos en el proceso de la meditación; otras veces, es el anhelo de realizar un trabajo creador que lleva al ser humano a perseguir algún tema o materia, para expresar su creatividad. Si los seres humanos sólo se interesaran, en forma académica, por el poder del pensamiento, o si, por una vislumbre de la visión, se convirtieran en estudiantes de la verdadera meditación (mística u ocultista), tendríamos el hecho de que surgirían serios problemas, aparecerían condiciones peligrosas, y la naturaleza inferior, en cada caso, evidenciaría la necesidad de adaptarse a los impulsos o demandas superiores, o, si no lo hicieran, sufrirían, como consecuencia, muchas dificultades. Deben hacerse los reajustes necesarios o sobrevendrán inevitablemente desórdenes psicológicos, psicopáticos y nerviosos.

Quiero recordarles, nuevamente, que la razón de esto radica en que el ser humano ve, conoce y comprende más de lo que es capaz de hacerlo, como [i465] una simple personalidad que actúa en los tres mundos, estando, por lo tanto, en el verdadero sentido, ajeno al mundo de la actividad del alma. Ha “dejado entrar” energías más fuertes que las fuerzas que él generalmente percibe. Son intrínsecamente fuertes, aunque aparentemente no son las más fuertes, debido a los hábitos muy arraigados y a los antiguos ritmos de las fuerzas de la personalidad, con las cuales entra en conflicto la energía del alma. Necesariamente, esto conduce a tensiones y dificultades, y a no ser que exista una adecuada comprensión de esta lucha, podrán producirse terribles resultados que el psicólogo entrenado deberá estar preparado para enfrentarlos.

No me ocuparé de este tipo y de esta forma de concentración, ni del tema de la meditación, porque sólo estoy considerando los resultados, no los métodos para producirlos. Baste decir que los esfuerzos que realiza el ser humano, durante la meditación, le han abierto una puerta a través de la cual puede pasar la voluntad (y posteriormente con facilidad) a un nuevo mundo de fenómenos, de actividad dirigida y de ideales distintos. Ha abierto una ventana por la cual puede entrar la luz, revelando lo que es, siempre ha sido y existe en la conciencia del ser humano, iluminando los lugares oscuros de su vida, de otras vidas y el ambiente en que actúa. Ha liberado, dentro de sí mismo, un mundo de sonidos e impresiones, tan nuevos al principio y tan diferentes, que no sabe qué pensar de ellos. Su situación llega a ser tal, que requiere mucho cuidado y un reajuste equilibrado.

Será evidente que, si tenemos un buen equipo mental y un sólido entrenamiento cultural, habrá entonces un sentido de proporción equilibrado, una capacidad interpretativa y la paciencia para esperar, hasta ver desarrollada la comprensión correcta y un feliz sentido del buen humor. Sin embargo, donde están ausentes, habrá (de acuerdo al [i466] sujeto y a su visión) confusión, incomprensión de lo que sucede, un énfasis indebido sobre las reacciones de la personalidad y de los fenómenos, un orgullo por lo realizado, un marcado complejo de inferioridad y una excesiva palabrería; habrá un ir de un lado a otro pidiendo explicaciones, ayuda, aliento, y buscando compañerismo, o quizás un completo derrumbe de las fuerzas mentales, o la desintegración de las células cerebrales, debido a la tensión a que han sido sometidas.

A veces, el regocijo es resultado de un fuerte estimulo mental y de haber hecho contacto con un nuevo mundo. La depresión constituye, frecuentemente, el resultado de una reconocida incapacidad para estar a la altura de la oportunidad conocida. El ser humano ve y conoce demasiado. No puede estar satisfecho con los antiguos ritmos de vida, idealismos y satisfacciones. Ha hecho cierto contacto y ahora anhela captar, en mayor medida, las ideas nuevas y vibrantes, y una visión más amplia. El modo de vivir del alma lo ha aferrado y atraído. Pero su naturaleza, su medio ambiente, su equipo y sus oportunidades, parecen frustrarlo continuamente, y siente que no puede seguir adelante, ni penetrar en ese nuevo y maravilloso mundo. Siente la necesidad de contemporizar y de vivir en el mismo estado mental que hasta entonces, y eso cree y decide.

No es necesario que las expansiones sufridas, como resultado de una meditación exitosa, sean de índole religiosa, ni se producen por la así llamada revelación oculta. Pueden llegar a través de la actividad que el individuo ha elegido en la vida, pues no hay actividad, vocación, ocupación mental ni condición, que no pueda proporcionar la llave para abrir la puerta del amplio mundo que ha deseado, o que lo conducirá a la cima de la montaña, desde la cual pueda ver un horizonte más amplio y captar una visión mayor. El ser humano debe aprender a reconocer que su [i467] escuela de pensamiento elegida, su vocación particular, su ocupación especial en la vida y su tendencia personal, son sólo parte de un todo mayor, y su problema radica en integrar conscientemente su pequeña actividad de la vida en una actividad mundial.

A esto lo denominamos iluminación, a falta de una palabra más apropiada. Todo conocimiento es una forma de luz, pues arroja luz en las zonas de percepción, de las cuales hemos sido inconscientes hasta ahora. Toda sabiduría es una forma de luz, porque nos revela el mundo de significados que está detrás de la forma externa. Toda comprensión es una evocación de luz, pues hace que nos demos cuenta, o seamos conscientes de las causas que producen las formas externas que nos rodean (incluyendo la nuestra), y que condicionan el mundo de significados del cual son la expresión. Pero, cuando por primera vez se observa y capta este hecho, y ha llegado la revelación inicial, cuando se presiente el lugar que le corresponde a la parte, en relación con el todo, y cuando se ha establecido el primer contacto con ese mundo que incluye a nuestro pequeño mundo, existe siempre un momento de crisis y un período de peligro. Entonces, a medida que nos familiarizamos y entramos y salimos a través de la puerta que hemos abierto, acostumbrándonos a la luz que afluye por la ventana abierta a nuestro pequeño mundo del diario vivir, pueden surgir otros peligros psicológicos. Estamos en peligro de pensar que lo que hemos visto es todo lo que hay por ver, y así -en una vuelta más elevada de la espiral y en un sentido más amplio- repetimos los peligros (ya considerados) del énfasis indebido, del enfoque erróneo, de la creencia hermética y de la idea fija. Nos obsesionamos con la idea del alma; olvidamos la necesidad que tiene de un vehículo de expresión; empezamos a vivir en un mundo desapegado y abstracto, del ser y del sentimiento, y dejamos de hacer contacto con la vida real del plano físico de expresión. Así repetimos -nuevamente en una vuelta más elevada de la espiral- la condición que hemos considerado, en la cual el alma o ego no estaba presente, [i468] invirtiendo dicha condición, de manera que no está realmente presente forma alguna de vida en la conciencia enfocada del ser humano. Existe sólo el mundo de las almas y el deseo de realizar alguna actividad creadora. El manejo de la vida diaria, en el plano físico, desaparece bajo el umbral de la conciencia, y el individuo se convierte en un místico ambiguo, nada práctico y visionario. Estos estados mentales son peligrosos si se les permite subsistir.

Sin embargo, hay ciertos aspectos, en este desarreglo mental, inducidos por la iluminación de la mente a través de la meditación, que será de valor considerarlos. Sólo puedo hacerlo sucintamente, pues el tiempo es breve y trato de indicar, y no de elucidar, en forma detallada. Sólo puedo indicarles las dificultades generales y los métodos por los cuales una dificultad o problema específico, puede ser tratado o solucionado. En el tratamiento de la mayoría de estos casos, el sentido común es valioso, y el esfuerzo para impresionar al paciente sobre sus trastornos, aunque insignificantes al principio, puede abrir la puerta a situaciones serias. Me referiré a tres de ellas.

La primera es la hiperactividad de la mente que, en cierto número de casos -unas veces en forma imprevista y otras lentamente- capta y ve demasiado. Se da cuenta del excesivo conocimiento. Esto produce irregularidades en la organización de la vida del individuo e intercala tanta variación, versatilidad y desasosiego, que está siempre en un agitado torbellino. En todo esto, él es consciente de sí mismo, como centro, e interpreta toda actividad y todos los contactos mentales, toda versatilidad y el constante análisis al cual es propenso, más los proyectos incesantes que indican no sólo la capacidad mental, sino la verdadera visión interna y la sabiduría espirituales. Esto produce situaciones difíciles a todos los que están vinculados con él, y perduran frecuentemente un largo período de tiempo. Mientras permanezca esta condición, [i469] poco se puede hacer. Los constantes cambios de la sustancia mental o chitta” y “la perpetua actividad del cuerpo mental de crear formas mentales”, absorben al individuo en forma tan absoluta, que no registra nada más en su conciencia. Se ocupa de vastos planes, amplios proyectos, correlaciones y analogías, más la tentativa de imponerlos sobre los demás e invocar su ayuda (con la consiguiente censura si se niega dicha ayuda), para llevar a cabo el conjunto de las ideas no relacionadas. No hace ningún verdadero esfuerzo para completar estos planes e ideas, porque siguen siendo proyectos en el plano mental, en su ambiguo estado original. El esfuerzo por ver, captar y aprehender más de los detalles y de la interrelación, absorbe toda su atención y no le queda energía para llevar, aunque sea uno de ellos, al plano del deseo y así dar los primeros pasos hacia la materialización física del plan visualizado. Si este estado mental continúa, durante un período demasiado largo, se produce una tensión mental, una depresión nerviosa y, a veces, una dificultad permanente. Sin embargo, la cura es simple.

El individuo así afectado debe comprender la futilidad de su vida mental, tal como la vive. Luego, elegir uno de los muchos métodos disponibles de trabajo y uno de los muchos canales de servicio, mediante el cual el plan presentido puede desarrollarse, debiendo obligarse y esforzarse por traerlo a la manifestación física, abandonando todas las demás posibilidades. De esta manera, puede empezar a regularizar y a controlar su mente, y a ocupar su lugar entre quienes están realizando algo, sin importarle cuán pequeña puede ser la contribución. Entonces, se hace constructivo.He ilustrado este tipo de dificultad, en términos del aspirante que, en la meditación, hace contacto con las influencias de la Jerarquía y está en posición de extraer de la corriente de formas mentales creadas por Ella y [i470] Sus discípulos. Pero el mismo tipo de dificultad tendrán aquellos que, por medio del descubrimiento del plano mental y el empleo de la atención enfocada, penetran en ese mundo más amplio de ideas, las cuales están preparadas para precipitarse en los niveles concretos de la sustancia mental. Esto explica la futilidad y la aparente aridez en personas muy inteligentes. Se ocupan de tantas cosas, que terminan por no realizar ninguna. Un plan llevado a cabo, una línea de pensamiento desarrollada hasta su terminación concreta, un proceso mental desarrollado y presentado en la conciencia, salvarán la situación y llevarán a una utilidad creadora a las vidas que, de otra manera, serían negativas e inútiles. Empleo la palabra negativa para indicar la negatividad en la consecución de los resultados. Un individuo así, innecesario decirlo, es excesivamente positivo, respecto a la forma en que deben ser desarrolladas en las implicaciones que atribuye a sus pseudo conceptos e ideas mentales, y es también una constante fuente de consternación para los que lo rodean. Sus amigos y compañeros de trabajo son el blanco de su incesante crítica, porque no realizan los planes como él cree que deberían ser realizados, o no aprecian el sin fin de ideas que lo abruman. Debe comprenderse que él sufre una especie de fiebre mental, con su corolario de alucinaciones, hiperactividad e irritabilidad mental. Como ya he dicho, la cura está en manos del paciente. Implica la fervorosa dedicación al plan elegido para probar su eficacia, empleando el sentido común y juzgando correctamente. La luz con la cual puede entrar en contacto en la meditación, le ha revelado un nivel de fenómenos y formas mentales que no está acostumbrado a tratar. Sus manifestaciones, implicaciones y posibilidades lo impresionan tanto, que arguye que deben ser divinos y, en consecuencia, esenciales. Debido a que sigue estando en el centro dramático de su propia conciencia y posee -aún inconscientemente- [i471] orgullo mental y ambición espiritual, cree que debe hacer grandes cosas y que aquellos a quienes él conoce, deben ayudarlo a hacerlas, y si no lo hacen, los considera fracasados.

La segunda dificultad es la revelación del maya de los sentidos. Maya es un término genérico que abarca tres aspectos de la vida fenoménica de los tres mundos, o los tres resultados mayores de la actividad de la fuerza. Sirve para confundir al ser humano y dificultar el destino del aspirante activo. Sería valioso si les definiera aquí los tres términos que se aplican a estos tres efectos fenoménicos: Ilusión, Espejismo y Maya.

Durante largo tiempo, estas tres palabras han sido discutidas entre los así llamados ocultistas y esotéricos. Representan, en sí, el mismo concepto general o la diferenciación de ese concepto. Las interpretaciones fueron generalmente parciales y casi distorsiones de la verdad real, debido a las limitaciones de la conciencia humana, y son:

Espejismo, ha sido considerado a menudo como la curiosa intención de las llamadas “fuerzas negras” de embaucar y engañar a los aspirantes bien intencionados. Muchas personas buenas se sienten halagadas cuando enfrentan algún aspecto de este espejismo, teniendo la sensación de que su disciplina ha sido tan buena, que las fuerzas negras se han interesado suficientemente como para

tratar de obstaculizar el buen trabajo realizado, sumergiéndolos en las nubes del espejismo, lo cual está muy lejos de la verdad. Esta idea es, en sí, parte del espejismo de la época actual y tiene sus raíces en el orgullo y en la satisfacción humanas.

Maya, a menudo se la considera de la misma naturaleza que el concepto difundido por la Ciencia Cristiana (Christian Science) de que no existe tal cosa como materia. Se nos pide que consideremos al mundo fenoménico como ilusorio o maya, y que creamos que su existencia es simplemente un error de la mente mortal y una forma de autosugestión [i472] o autohipnotismo. Por medio de esta creencia inducida, nos obligamos a entrar en un estado mental que reconoce que lo tangible y lo objetivo son únicamente ficciones de la mente imaginativa del ser humano. Esto, a su vez, es una tergiversación de la realidad.

Ilusión, es considerada más o menos del mismo modo, sólo que, al definirla, ponemos el énfasis sobre la mente finita del ser humano. No se niega la existencia del mundo de los fenómenos, pero se considera que la mente interpreta mal y rehúsa ver ese mundo tal cual es en realidad. Consideramos que esta mala interpretación constituye la Gran Ilusión. Quisiera hacerles notar aquí, hablando en forma general, que estas tres expresiones son tres aspectos de una condición universal, resultado de la actividad, en tiempo y espacio, de la mente humana.

El Problema de la Ilusión reside en el hecho de que es una actividad del alma y el resultado del aspecto mental de todas las almas en manifestación. El alma está sumergida en la ilusión y no puede ver con claridad, hasta el momento en que ha aprendido a arrojar su luz en la mente y el cerebro.

El Problema del Espejismo aparece cuando se intensifica la ilusión mental por medio del deseo. Lo que el teósofo llama “kama-manas” produce espejismo. Constituye la ilusión en el plano astral.

El Problema de Maya es igual al anterior, más la actividad intensa que se produce cuando ambos, el espejismo y la ilusión, tienen lugar en los niveles etéricos. Es esa mezcolanza (esta es la palabra que deseo emplear) vital, irreflexiva y emotiva, en la cual parecen vivir constantemente la mayoría de los seres humanos. Por lo tanto:

Ilusión, es primordialmente una cualidad mental, y es característica de la actitud mental de esas personas que son más intelectuales que emocionales. Ellos han trascendido el espejismo, tal como se comprende comúnmente, siendo culpables de la mala comprensión e interpretación [i473] de las ideas y formas mentales.

Espejismo, es de carácter astral, y hoy es mucho más potente que la ilusión, dado que la gran mayoría actúa siempre astralmente.

Maya, es de carácter vital y una cualidad de la fuerza. Constituye esencialmente la energía del ser humano cuando entra en actividad, impulsado por la influencia subjetiva de la ilusión mental o del espejismo astral, o por la combinación de ambos.

La magnitud del tema es abrumadora, y tomará tiempo al aspirante aprender las reglas, mediante las cuales podrá hallar el camino que lo sacará de los mundos del espejismo. Aquí sólo trataré el tema, a medida que produce efectos en la vida del ser humano que ha evocado cierta medida de luz dentro de sí mismo. Esto ha servido para revelarle los tres mundos de la fuerza inferior. Tal revelación, en las primeras etapas, a menudo lo engaña y es víctima de lo que le fue revelado. Podríamos decir, con justicia, que todos los seres humanos son víctimas de la Gran Ilusión y de sus diversas secuencias y aspectos. En los casos considerados aquí, la diferencia reside en que:

El ser humano es, en forma definida, consciente de sí mismo.

Sabe también que ha liberado una cierta medida de luz superior.

Lo que le fue revelado, lo interpreta en términos de fenómenos espirituales, y no en términos de fenómenos psíquicos. Considera todo esto maravilloso, revelador, verdadero y deseable.

Debido a que ha obtenido la integración y es capaz de actuar en la naturaleza mental, a que su orientación es buena y correcta, a que está en el Sendero de Probación, y a que sabe que es un aspirante y también un discípulo, supone, por ejemplo, que lo que las [i474] luces le revelan en el plano astral, es de un orden muy elevado. Por lo tanto, es muy engañoso en sus efectos. Lo vastos esquemas cósmicos que han surgido de las mentes de los pensadores del pasado y han logrado alcanzar el plano astral, las antiguas formas que personifican la “vida de deseo” y los potentes conceptos imaginarios de la raza, que han persistido en la vida de deseo de muchos, las formas simbólicas empleadas a través de las edades, con la intención de materializar ciertas realidades, la tentativa y las formas experimentales de esfuerzos grandes y buenos, desarrollados o en desarrollo en la actualidad, más la actividad de la vida en el plano astral mismo y el mundo de los sueños del planeta, todo esto tiende a preocuparlo y a conducirlo hacia el peligro y el error, demorando su progreso en el camino y desviando sus energías y su atención.

Debe recordarse que esto constituye la línea de menor resistencia para el ser humano, debido al poder que tiene el cuerpo astral en este período mundial. Todo ello da por resultado el superdesarrollo de los poderes y las facultades de la mente, y lo que se llama “siddhis inferiores” (los poderes psíquicos inferiores) empiezan a ejercer control. En realidad, el ser humano vuelve a los estados de percepción y a las condiciones funcionales, normales y correctos de la época Atlante, pero indeseables e innecesarios en nuestros días. Está recuperando, por medio del estímulo, antiguas costumbres de percepción psíquica que deberían normalmente permanecer bajo el umbral de la conciencia.

La luz le ha revelado este mundo de fenómenos; lo juzga deseable e interpreta sus actividades como un desarrollo espiritual maravilloso dentro de sí mismo. Este estímulo de la mente (a su vez estimulada durante la meditación), al descender al plano astral, evoca la reacción activa, renovada y despertada de nuevo, de los poderes inferiores. Esto es [i475] definidamente una recuperación y precisamente tan indeseable como lo son ciertas prácticas de Hatha Yoga en la India, que permiten al yogui recuperar el control consciente de sus funciones corporales. Este control consciente era la característica distintiva de las primitivas razas que

existieron en la era de Lemuria pero, durante épocas, la actividad de los órganos del cuerpo ha permanecido, en forma deseable y sin peligro, bajo el umbral de la conciencia, cumpliendo el cuerpo sus funciones, automática e inconscientemente, excepto en casos de enfermedad o de desórdenes de alguna especie. No se pretende que la raza (cuando haya realizado el trabajo del ciclo actual) actúe conscientemente en zonas olvidadas de la conciencia, como lo hicieron las razas Lemuriana y Atlante. Está designado que el ser humano debe actuar como caucásico, aunque no se haya encontrado todavía un término realmente adecuado para describir la raza que se está desarrollando, bajo el impacto de nuestra civilización occidental. Me refiero a estados de conciencia y a reinos de percepción que son la prerrogativa de todas las razas y pueblos, en ciertas etapas de desarrollo, y aplico sólo las tres nomenclaturas científicas y raciales como símbolos de estas etapas:

La conciencia Lemuriana..................................... física.

La conciencia Atlante..... astral, emocional, sensorial.

La Caucásica o Aria..................... mental o intelectual.

Esto siempre debe ser recordado.

El ser humano que sufre por las revelaciones de la luz, en los tres mundos (particularmente en el mundo astral), está haciendo realmente dos cosas:

Permanece en una condición relativamente estática, en lo que concierne a su progreso superior; observa el confuso caleidoscopio del plano astral con interés y atención. Quizás no esté activo, en ese plano, ni se identifique conscientemente con el mismo, pero por el momento satisface su [i476] interés, mental y emocionalmente, mantiene su atención y despierta su curiosidad, aunque al mismo tiempo lo critique. Por lo tanto, pierde el tiempo rodeándose continuamente de nuevas capas de formas mentales, resultado de su pensamiento sobre lo que ve u oye. Esto es peligroso y se debería terminar con ello. Es necesario que todos los aspirantes y discípulos se interesen inteligentemente por el mundo del espejismo y de la ilusión, para poder liberarse de su esclavitud, pues, de lo contrario, nunca lo comprenderán ni controlarán. Una dedicación prolongada en esa vida y una completa absorción en sus fenómenos son peligrosos y esclavizantes.

El interés evocado, en estos casos indeseables, es tal que el ser humano:

a. llega a estar completamente sometido al espejismo,

b. desciende (hablando simbólicamente) a su nivel,

c. reacciona, a menudo, sensorialmente a sus fenómenos con placer y deleite,

d. evoca las antiguas facultades de clarividencia y clariaudiencia,

e. se convierte en un psíquico inferior y acepta todo lo que le revelan los poderes psíquicos inferiores.

Quisiera detenerme, aquí, y señalar dos cosas que deben ser tenidas en cuenta:

Primero, muchas personas viven, en la actualidad, el estado de percepción y de conciencia atlante y, para ellos, la expresión de los poderes psíquicos inferiores es normal, aunque indeseable.

Para el ser humano de tipo mental, o que está trascendiendo gradualmente la naturaleza psíquica, dichos poderes son anormales (o ¿debería decir subnormales?) y muy indeseables. En el análisis en que estamos empeñados, no me refiero al ser humano que posee conciencia atlante, sino [i477] al aspirante moderno. Para él constituye un peligro y un retroceso desarrollar la conciencia racial anterior y retroceder al tipo inferior de desarrollo, que debería haber dejado muy atrás. Éste es un tipo de expresión atávica.

Segundo, cuando un ser humano está firmemente polarizado en el plano mental, ha realizado, en cierta medida, el contacto con el alma, está orientado totalmente hacia el mundo de las realidades espirituales y lleva una vida de disciplina y de servicio, entonces, a veces, siendo necesario, puede a voluntad evocar estos poderes psíquicos inferiores y emplearlos para servir al Plan, con el fin de llevar a cabo un trabajo especial en el plano astral. Éste es un caso donde la conciencia mayor incluye normalmente a la menor. Sin embargo, raras veces lo hacen los adeptos, pues los poderes del alma -percepción espiritual, sensibilidad telepática y habilidad sicométrica- se adaptan generalmente a la demanda y satisfacen la necesidad. Intercalo estas anotaciones, porque algunos seres humanos iluminados emplean dichos poderes, pero siempre dedicados a algún aspecto del servicio específico para la Jerarquía y la humanidad, no para algo que se vincula con el individuo.

Cuando un individuo ha deambulado, por los senderos secundarios del plano astral, y ha abandonado el lugar de seguridad que le concede el equilibrio mental y la elevación intelectual (nuevamente hablo en forma simbólica), cuando ha sucumbido al espejismo y a la ilusión (por lo general ha sido sinceramente engañado, aunque bien intencionado) y cuando ha desarrollado en sí mismo -por la aplicación errónea del estímulo y del experimento- antiguas maneras de hacer contacto, tales como la clarividencia y la clariaudiencia, ¿qué puede hacer o qué se le puede hacer para que establezca unas condiciones correctas?

Muchos de ellos caen en manos de los psicólogos y psiquiatras; otros están internados en sanatorios y asilos, porque veían cosas u oían voces o tuvieron ciertos sueños, porque son [i478] desadaptados a la vida normal. Parece que son un peligro para ellos mismos y los demás. Constituyen un problema y una dificultad. Los antiguos hábitos deben desaparecer, pero, por su antigüedad, son muy poderosos, y abandonarlos es más fácil decirlo que hacerlo. Las prácticas, mediante las cuales se han desarrollado los poderes psíquicos inferiores, deben ser abandonadas. Si las facultades para responder a un mundo astral ambiental parecen haberse desarrollado, sin ninguna dificultad, y ser naturales en el ser humano, deben ser interrumpidas, no obstante, y cerrarse los caminos de acercamiento a este mundo inferior fenoménico. Si los seres humanos no logran vivir conscientemente en el plano físico, ni pueden manejar los fenómenos que allí existen, y si es aún tan difícil para la gran mayoría llevar una vida de atención mental y vivir mentalmente, ¿por qué complicar el problema, tratando de vivir en un mundo de fenómenos que se acepta como el más poderoso en la actualidad?

Liberarse de la esclavitud de la sensibilidad astral, es una tarea única y estupenda. Los detalles del método, por el cual puede llevarse a cabo, son demasiado numerosos para que los consideremos aquí. Pero ciertas palabras encierran las notas clave de la liberación y tres sugerencias fundamentales ayudarán al psicólogo a tratar las diversas dificultades. Las palabras que encierran el secreto son:

La instrucción.

El enfoque de la atención.

La ocupación.

La naturaleza del mecanismo humano de respuesta, en los tres mundos, debería ser cuidadosamente explicada al ser humano que tiene dificultades y aclararle, si se puede, la diferencia que existe entre las conciencias lemuriana, atlante y caucásica. El orgullo que siente, por el lugar que ocupa en la escala de la evolución, [i479] debiera ser evocado también en este punto en lo posible, y probará ser una evocación constructiva. El esfuerzo para enfocar su atención debería ser emprendido con simpatía y progresivamente. De acuerdo al tipo a que pertenece, así será dirigido el esfuerzo para que enfoque su atención y oriente su interés en los planos físico o mental, alejándolo de esta manera del plano intermedio. Se debería procurarle una ocupación definidamente física o mental (también de acuerdo al tipo) y obligarle a que se ocupe de algo a su propia manera.

Las tres sugerencias, que yo haría al psicólogo o al sanador mental, son:

Estudiar cuidadosamente la naturaleza de los rayos, que presumiblemente constituyen la naturaleza del ser humano y proporcionan las fuerzas y energías que hacen de él lo que es. He seleccionado cuidadosamente las palabras.

Determinar cuál de los vehículos de contacto es el más poderoso, mejor organizado y desarrollado. Esto indicará a través de qué formas la vida de expresión afluye en esta encarnación particular.

Investigar cuidadosamente la condición física y, si necesita atención, procurarle un debido tratamiento. Al mismo tiempo, observar el sistema glandular, estudiándolo desde el punto de vista de su relación con los siete centros principales del cuerpo. En muchos casos, las glándulas indican la condición de los centros. Así se comprenderá el sistema de fuerzas del paciente.

La Ciencia de los Centros está todavía en su infancia, como lo están la Ciencia de los Rayos y la Ciencia de la Astrología, pero mucho se está aprendiendo y desarrollando, a lo largo de estas tres líneas y, cuando las barreras actuales se derriben y la verdadera investigación científica sea instituida de acuerdo a estas líneas, una nueva era comenzará para el ser humano. Estas tres ciencias constituirán los [i480] tres sectores principales de la Ciencia de la Psicología de la nueva era, además de las contribuciones aportadas por la psicología moderna y la visión interna de la naturaleza del ser humano (en particular la naturaleza física), que se ha desarrollado en forma tan maravillosa.

Los problemas de los guías, de los sueños y de la depresión

Me ocuparé de estos problemas, porque tienen una preponderancia excesiva, en la actualidad, debido a la actividad de los diversos grupos religiosos y psicológicamente motivados; a la tendencia de ciertas escuelas, que se dedican a enseñar religión y psicología, y a la actual situación mundial, que ha sumergido a muchas personas sensibles en un estado de exigua vitalidad espiritual, acompañada, por lo general, por un descenso similar de la vitalidad física. Estas condiciones prevalecen, en todas partes, y se debe a la mala situación económica. Me ocuparé también de estos problemas, antes de entrar a analizar el cuarto punto, las Enfermedades y los Problemas de los Místicos, pues éstos constituyen un grupo intermedio que incluye a muchas personas inteligentes y bien intencionadas.

El Problema de los Guías es peculiarmente difícil de resolver, porque está basado en el reconocimiento innato e instintivo de la realidad de la existencia de Dios y de Su Plan. La mayoría de los reformistas, bien intencionados, explotan hoy esta reacción inherente, espiritual e instintiva, pero no le han dedicado verdadera atención al sujeto o al fenómeno que responde externamente al impulso subjetivo. La mayoría de las veces, es el caso del ciego que guía a otro ciego. Podríamos definir el problema que crean los guías, como el método por el cual el ser humano, por autosugestión, provoca en sí mismo un estado de negatividad y (mientras se halla en ese estado) es consciente de sus inclinaciones, de los impulsos, anhelos, voces, órdenes captadas con nitidez, revelaciones sobre las normas de conducta que debe seguir y la carrera que debe profesar, además de las indicaciones generales [i481] que “Dios” le propone al atento, negativo y receptivo sujeto, respecto a sus actividades. En este estado de casi sublimada percepción de la insistente demanda, proveniente de los reinos subjetivos del ser o del pensamiento, el ser humano es impelido a seguir una corriente de actividad que puede llevarlo a una permanente orientación de su vida (a veces, inofensiva, y otras, muy deseable), o ser sólo de efecto temporal, una vez que ese anhelo de responder se haya agotado. Pero, en cualquier caso, la fuente de donde surge la dirección y el origen de la guía es denominada vagamente “Dios”, se la considera divina y calificada como la voz del “Cristo interno” o dirección espiritual. Por lo general, se le aplican infinidad de términos análogos, según la escuela de pensamiento a la que pertenece el individuo o la que ha logrado atraer su atención.

Con el tiempo veremos que aumentará la tendencia a ser guiados subjetivamente en una forma u otra, a medida que la humanidad se va orientando hacia lo subjetivo, percibiendo, en forma más definida, los reinos del ser interno y acrecentando su tendencia hacia el mundo de significados. Por esta razón, deseo hacer un análisis relativamente cuidadoso de las posibles fuentes donde se origina la orientación, para que los entes se den cuenta, por lo menos, de que el tema es mucho más vasto y complicado de lo que creen, y que sería inteligente asegurarse el origen de la guía otorgada, a fin de saber, con más exactitud, hacia dónde van. No deben olvidar que la ciega e irrazonable sujeción a un guía (como sucede hoy) convierte al ser humano, oportunamente, en un autómata negativo e impresionable. Si esto prevaleciera universalmente y los métodos actuales se convirtieran en hábitos arraigados, la raza perdería todo derecho a su posesión más divina, el libre albedrío. No hay temor inmediato de que esto suceda, si los hombres y mujeres inteligentes reflexionan sobre el problema. Infinidad de egos avanzados vienen a la encarnación [i482] a conjurar el peligro, y también innumerables discípulos, cuyas voces se elevan claras y fuertes, abogan por el libre albedrío y la comprensión inteligente del Plan de Dios.

Podría ser de valor para ellos, si enumerara nuevamente las escuelas de pensamiento cuya principal atracción consiste en ofrecer “guías”, o cuyos métodos y doctrinas tienden a desarrollar el oído interno, pero no enseñan a discernir el origen de dichos guías ni a diferenciar entre los distintos sonidos, voces y pseudo instrucciones inspiradas, que el oído interno puede registrar una vez entrenado.

Las personas emotivas, que pertenecen a las iglesias de cualquier denominación o creencia, tienden a buscar la forma de evadir las dificultades y vicisitudes de la vida, viviendo siempre con la sensación de la Presencia guiadora de Dios, conjuntamente con la ciega obediencia a lo que genéricamente denominan “la voluntad de Dios”. La práctica de la Presencia de Dios es, en verdad, un paso necesario y deseable, pero la gente debería comprender lo que ello significa y cambiar constantemente el sentido de la dualidad por el de la identificación. La voluntad de Dios podrá aparecer como la imposición de las circunstancias y condiciones de la vida, de las cuales no hay escapatoria posible; el individuo que sufre esta imposición, la acepta y no trata de aminorar, ni siquiera mejorar, y a veces, tampoco evitar las circunstancias. Interpreta de tal manera su situación y destino, que determina, plácida y sumisamente, vivir dentro del círculo infranqueable y de las limitaciones que le han sido impuestas. Desarrolla inevitablemente un espíritu de sumisión y obediencia, y soporta, convencido de que su situación expresa la voluntad de Dios. En los estados de obediencia más sublimes, las personas sensitivas hacen alarde de su sumisión, pero no se dan cuenta de que la voz que han escuchado, es la propia. Creen que es la de Dios. La [i483] comprensión, el reconocimiento de la Ley de Causa y Efecto (que actúa una vida tras otra) y la interpretación de que el problema es una lección que debe aprender, significará la liberación de la negatividad y la aceptación ciega e irreflexiva. La vida no pide obediencia ni aceptación, exige actividad. Pide que se separen los valores buenos y elevados de los indeseables; que se cultive ese espíritu de lucha, que traerá organización y comprensión, y permitirá entrar oportunamente en una etapa donde desempeñará una actividad espiritual útil.