La Dinámica Espiritual del Sonido

Por K. P. Riley

Como músicos cualificados, los aspirantes espirituales trabajan con la vibración a fin de alterar los estados de conciencia. Debido a que los tonos musicales son fácilmente audibles, su efecto es evidente para cualquier observador atento. La buena música calma, eleva, estimula, evoca y sana. Mezclando los tonos de diferentes instrumentos, la música crea una atmósfera que puede alterar el tenor entero de un evento, de un estado de ánimo o del estado del ser. Del mismo modo, el trabajador espiritual utiliza las vibraciones para cambiar y desarrollar la conciencia. Utilizando su yo disciplinado y desarrollado como un instrumento, el músico espiritual emite su nota, agregando energía y cualidad a la corriente universal y al desarrollo de ciertos estados de conciencia en otras formas de vida, en tanto que ciertos tonos audibles más sutiles como notas de confianza, amor, respeto o cualquier otra cualidad espiritual emitida con entendimiento, pueden alterar dramáticamente los estados del ser individuales y grupales.

Debido a que trabajan con vibración, los aspirantes y trabajadores espirituales pueden aprender mucho de los músicos. Los músicos y compositores cualificados ordenan su vibración por medio del ritmo, la altura, la cualidad tonal (calidad del sonido?) y dinámica. Cuando uno está aprendiendo a tocar un instrumento, parece que el hecho de lograr un sonido agradable fuera suficiente; la habilidad de conmover a los oyentes, de deleitarlos para alterar sus estados mentales, emocionales y físicos inconscientes todavía requiere que se dominen los elementos más sutiles de la vibración, tales como el color y la dinámica tonal. Igualmente sucede con la expresión espiritual; al principio nos contentamos simplemente emitiendo alguna nota de alegría, buena voluntad o paciencia, pero pronto nos damos cuenta de que podemos hacer algo mucho más eficaz que simplemente emitir una nota. En algunos casos, la nota en sí puede ser buena, pero la ejecución es ineficaz, por ejemplo, el caso de una pieza de música mal tocada que sobresalta a la audiencia, o de mucha alegría bulliciosa en una sala de enfermos la cual perturba al paciente.

Puesto que los seres vivos no pueden recibir fuerza sin un intermediario, poseer un buen control dinámico es una parte vital de la expresión experta. Así como la luz rigurosa del sol puede matar incluso las plantas más resistentes, una vibración constante también puede repeler o abrumar. La dinámica consta de sutiles cambios en los patrones de intensidad de las vibraciones. Una buena dinámica crea un movimiento ondulatorio dentro de la pieza musical o forma expresiva. Los seres vivos rara vez cambian de estado instantáneamente. El crecimiento mismo tiene un arco dinámico implícito expresado sucintamente en el viejo adagio: “un paso adelante, dos pasos atrás”. Oscilamos del nuevo estado al antiguo, hasta lograr un nuevo equilibrio. Una buena dinámica imita este patrón; la intensidad mayor nos impulsa hacia adelante, la intensidad débil nos hace retroceder y descansar. Un arco dinámico expresivo inagotable induce a un nuevo patrón, jugando con la intensidad, proporciona el tiempo para reflexionar hasta que se alcance el momento de aprobación interna y, con alegría, la antigua vibración dé paso a la nueva forma.

En lugar de abrumar, la dinámica atrae al receptor, haciendo del acto de asentimiento una libre elección, en lugar de una capitulación.

¿Cómo podemos evocar una mejor dinámica de nuestra expresión? Paradójicamente, es imposible lograr una comprensión profunda de las sutilezas del sonido y del efecto de la vibración, sin antes de aceptar y explorar la ausencia de estas cualidades que se encuentra en el silencio. Nuestro mundo es ruidoso; incontables clamores, dentro y fuera de nosotros, dispersan nuestras fuerzas y desvían la atención. Escuchar el silencio, sentir sus contornos, abrazar sus posibilidades y aprender a habitarlo totalmente, es la única manera de comenzar a percibir las sutiles agitaciones de la vibración que señalan el comienzo de cualquier arco dinámico. Envueltos en el silencio, podemos seguir la vibración del silencio mismo y, entonces, escuchando atentamente, percibimos los primeros movimientos que indican el comienzo de la rotación de la rueda del sonido. Sólo en el silencio podemos empezar a reparar el daño en nuestros órganos sensoriales acumulado a través del bullicio de la vida diaria. En silencio, por fin, podemos comenzar a escuchar.

Otro buen primer paso es notar y contemplar los numerosos arcos dinámicos introducidos en la vida diaria. El ciclo familiar de la luz solar, desde el primer resplandor rosado del amanecer hasta el último brillo esmaltado de las estrellas en el crepúsculo, proporciona un recordatorio constante de los cambios naturales de intensidad. Escuchando atentamente a nuestro propio mundo audible, con las voces que llegan y se apagan, los pasos que vienen y van, sonidos surgiendo y desvaneciéndose, nos sintonizamos con el elemento dinámico de la vibración. Interpretar y escuchar música nos sensibiliza naturalmente a la dimensión dinámica del mundo.

Una vez en sintonía con el elemento dinámico, podemos trabajar con la imaginación para aplicar el principio dinámico a la expresión espiritual. La vibración del amor, por ejemplo, es muy distinta. Podríamos concentrarnos en el Amor mismo, o en nuestras diversas variaciones tonales del amor: respeto, ternura, cuidado, compasión, apoyo, afinidad o generosidad. Convocando la cualidad elegida en nuestra imaginación, podemos escuchar la cualidad e intensidad de su nota. Sosteniendo esta nota en la mente, podríamos experimentar intensificando su fuerza y luego relajando la tensión. Así como podemos seguir el patrón de nuestra respiración, escuchando el aumento y disminución de los sonidos entrantes y salientes, también podemos empezar a entender y seguir el ritmo del arco dinámico de una cualidad abstracta a medida que la imaginamos en toda la gama expresiva desde el punto más débil al más fuerte. Podríamos añadir una imagen visual para guiar el proceso. Podríamos, por ejemplo, imaginar que estamos de pie frente a un gran contenedor de tinte de color. Con el ojo de la mente, podríamos visualizar que sumergimos la cualidad elegida en el contenedor, observando y experimentando su vibración profunda a medida que miramos como el tinte satura la textura de la cualidad. Luego podríamos mentalmente sumergir nuestra cualidad en otro contenedor lleno de agua clara y observar los cambios en su vibración a medida que disminuye el nivel de saturación.

Como cualquier buen músico, conocemos el valor de la práctica. Al principio los dedos se mueven torpemente y el sonido es débil, irregular, sin inspiración; pero pronto se establece el patrón y la vibración fluye como música. La práctica conduce al buen rendimiento y el trabajador espiritual eventualmente puede comenzar a experimentar con los niveles de intensidad en la expresión cotidiana. ¿Podemos observar el efecto de nuestra propia intensidad? Una fuerza demasiado grande abruma; una débil es incapaz de dejar huella. Al igual que las plantas en un jardín necesitan una variedad de niveles de luz solar para prosperar, cada uno de los seres humanos tiene una respuesta única a las vibraciones entrantes. ¿Podemos ver o escuchar estas diferencias? ¿Podemos empezar a modificar nuestra propia vibración para satisfacer las necesidades? La habilidad viene con la práctica, pero con trabajo y tiempo, el aspirante espiritual puede enviar una vibración tan poderosa, dinámica y compleja como la música más bella y, de tal modo, agregar otra serie de elegantes notas a la gran sinfonía de la vida.