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EL DESPERTAR DE LOS CENTROS

Hablando más técnicamente y, por lo tanto, justificando el uso de la palabra Instrucciones, en relación con este tratado para aspirantes y discípulos, debe tenerse en cuenta, cuidadosamente, que la tarea principal del aspirante es el manejo de las energías, tanto en él como en el mundo de los fenómenos físicos y de la exteriorización. Esto abarca, por lo tanto, una comprensión de los centros y su despertar. Pero la comprensión debe venir primero y el despertar mucho después, en la correlación del tiempo. Este despertar se realiza en dos etapas:

Primero, la etapa donde, mediante la práctica de una vida disciplinada y la purificación de la vida de pensamiento, los siete centros son automáticamente puestos en una condición de ritmo correcto, de vitalidad y actividad vibratorias. Esta etapa no implica peligro si no se le permite al aspirante -en conexión con los centros- pensamiento alguno dirigido, con lo cual quiero significar que le está prohibido concentrar su mente sobre algún centro, y no puede tratar de despertarlos o energizarlos. Debe abocarse al [i588] problema de purificar los cuerpos en los cuales se encuentran los centros, que son principalmente el astral, el etérico y el físico, recordando siempre que el sistema endocrino y las siete glándulas principales son especialmente exteriorizaciones efectivas de los siete centros principales. En esta etapa, el aspirante hace todo el trabajo alrededor de los centros y se ocupa de su material ambiental y de la sustancia viviente que los circunda totalmente. Esto es lo único que la mayoría puede emprender sin peligro. El conjunto de los aspirantes del mundo se han comprometido a alcanzar esta etapa, donde deben permanecer durante largo tiempo.

Segundo, la etapa donde los centros, mediante el trabajo efectivo de las etapas anteriores, llegan a ser lo que esotéricamente se llama “liberados dentro de la prisión” y pueden ahora convertirse (bajo la adecuada dirección de un instructor) en tema de los métodos definidos, a fin de despertarlos y vitalizarlos -variando los métodos según el rayo de la personalidad y el rayo egoico del aspirante-. De ahí la dificultad del tema y la imposibilidad de dar reglas generales.

Es interesante observar aquí que este método (que nada tiene que ver con el entrenamiento personal, el primero de un largo período de purificación y energización científica) es empleado por la jerarquía guiadora que permanece detrás de los asuntos mundiales. Ellos han trabajado constantemente para clarificar la materia del mundo y efectuar una purificación mundial en gran escala. Esta constituye la primera etapa de trabajo para la mayoría, y solo fue posible cuando el ser humano se convirtió en una entidad verdaderamente pensante, en una amplia escala, durante los últimos siglos. Esta purificación continúa ahora en todos los sectores de la existencia humana, porque la humanidad, o más bien las tres quintas partes, se encuentra hoy en el sendero de probación. Por medio de los movimientos para la creación del bienestar, la elevación de la humanidad y la difusión de la obra de sanidad, el trabajo avanza [i589] en el plano físico. Mediante las conmociones políticas que revelan los abusos, el descontento económico que, después de todo, es un esfuerzo por cambiar lo indeseable para dar al ser humano condiciones de vida que conduzcan a pensar. Y de ahí a ser controlados por el alma a través de la propaganda religiosa y los esfuerzos de las numerosas organizaciones y grupos de todo el mundo que mantienen en la mente de los seres humanos lo que se puede llamar simbólicamente “la esperanza del Cielo” (empleando la palabra “cielo” como símbolo de perfección y pureza). Con todo esto, el trabajo de esta etapa avanza firmemente. Tanto éxito ha tenido, que ahora las inmundicias e impurezas que rodean al alma mundial y mantienen a la humanidad apartada de su verdadera expresión, son conocidas y reconocidas, y hay por consiguiente un constante impulso hacia el mejoramiento. Todo ha sido llevado a la superficie, y el resultado parece aterrador e incontrolable para quienes solo ven la superficie. Pero por debajo fluye poderoso el profundo río de la pureza y de la verdad.

El éxito del movimiento mundial hacia la vida pura y la destrucción de eso que lo impide, se evidencia en el trabajo de la segunda etapa que ahora está en proceso de iniciarse. La Jerarquía, por primera vez en la historia del mundo, puede trabajar directamente con los centros en el cuerpo de la humanidad. Tenemos así la formación del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo que, en su totalidad, constituye el centro cardíaco y el “centro entre las cejas” del cuerpo etérico de la familia humana. A través de uno, la vida espiritual puede empezar a fluir y vitalizar todos los centros, y a través del otro, la visión puede ser vista y los mundos internos ser presentidos y conocidos.

Quisiera puntualizar aquí otros dos asuntos, y así aclarar toda la situación. Existe mucha confusión respecto al tema de los centros y mucha enseñanza errónea, [i590] que desvía a la mayoría y causa muchas interpretaciones equívocas.

Primero, quiero establecer que no debería intentarse trabajo alguno, tal como el esfuerzo de despertar los centros, mientras el aspirante sepa que existen impurezas definidas en su vida, o que el cuerpo físico se halla en malas condiciones o enfermo. Tampoco debe ser emprendido cuando la presión de las circunstancias externas es tal, que no hay lugar ni oportunidad para un trabajo tranquilo e ininterrumpido. Para realizar un trabajo inmediato y enfocado sobre los centros, es esencial disponer de horas de aislamiento y estar libre de interrupciones. Recalco esto con insistencia para demostrar, al estudiante ansioso, que en este período de la historia hay muy pocos cuyas vidas permiten esta reclusión. Sin embargo, es una circunstancia muy beneficiosa y no debe lamentarse. Solo uno de cada mil aspirantes está en la etapa en que debería empezar a trabajar con la energía de sus centros, y quizás aun estimo que es demasiado optimista. Es mucho mejor que el aspirante sirva, ame, trabaje y se discipline a sí mismo, dejando a sus centros desarrollarse y desenvolverse con más lentitud y, por lo tanto, con menos peligro. Se desarrollarán inevitablemente, y el método más lento y seguro es (en la mayoría de los casos) el más rápido. Desarrollo prematuro implica mucha pérdida de tiempo y trae, con frecuencia, la simiente de prolongados trastornos.

La excesiva estimulación de las células cerebrales es necesariamente uno de los resultados de la fusión, por un acto de voluntad, de los fuegos que circulan en el cuerpo humano. Tal estímulo puede provocar la locura o destruir la estructura celular del cerebro y, mediante la excesiva actividad de la vida celular, puede también inducir a la fricción interna entre ellas y producir tumores y abscesos cerebrales. Esto debe repetirse constantemente.

El objetivo subyacente, en todo trabajo de laya yoga (o [i591] con los centros), está basado en el hecho de que la energía de las células que componen el cuerpo o el aspecto materia (llamado en La Doctrina Secreta y en Tratado sobre Fuego Cósmico “fuego por fricción”), debe ser fusionada con el fuego de la consciencia. Este último es energía presente en la materia y, sin embargo, diferente del fuego de la materia misma que subyace en el sistema nervioso, y debido a lo cual produce sensibilidad y percepción. Como bien saben, es causa de la respuesta al contacto y confiere la capacidad de registrar impresiones. Este fuego es llamado técnicamente “fuego solar”, y cuando se fusiona con el fuego de la materia y con el “fuego eléctrico” del aspecto divino más elevado, entonces el ser del humano llega a su plena manifestación y el gran trabajo es consumado. Pero es una empresa muy peligrosa cuando es inducida antes de estar el mecanismo preparado para realizarla.

Esta triple fusión puede ser emprendida sin peligro únicamente por una persona altamente organizada y perfecta, y por quien haya adquirido la capacidad de enfocar su atención en la cabeza y, desde dicho punto, pueda dirigir todo el proceso de fusión. Implica la capacidad de retirar la conciencia en el cuerpo etérico y al mismo tiempo mantener -con pleno conocimiento- un punto de contacto en la cabeza y, desde ese punto, dirigir al autómata, el cuerpo físico. Presupone, en caso de tener éxito, ciertas condiciones etéricas en el cuerpo. Una de estas es el proceso de quemar o destruir (parcial o completamente) cualquier obstáculo que se encuentre en la columna vertebral que podría impedir la libre ascensión del fuego en su base, llamado comúnmente fuego kundalini, mantenido estático, latente y en potencia en el centro más bajo. Esta es “la serpiente dormida que debe ascender y desenroscarse”.

Cada centro de la columna vertebral está separado del de abajo y del de arriba por una [i592] red protectora entrelazada, compuesta de una curiosa mezcla de sustancia etérica y gaseosa. Esta tiene que ser quemada y disipada antes de poder actuar libremente los fuegos del cuerpo. Existe una completa malla de nadis y centros, y constituye la sutil contraparte de los sistemas nervioso y endocrino. Un poco de reflexión clara sobre esto demostrará la necesidad de un cuidado excesivo, porque evidentemente hay un efecto directo sobre el mecanismo externo y este a su vez afectará definidamente lo que los psicólogos llaman “conducta”. Existen cuatro de estas “redes” circulares entrelazadas, que se hallan entre los cinco centros en el centro de la base de la columna vertebral, a saber 0/0/0/0/0/, y tres se encuentran en la cabeza. Estos tres dividen la cabeza y forman una serie de cruces de la forma siguiente:

Este símbolo se parece mucho al pabellón militar de Gran Bretaña, que siempre ha tenido un significado esotérico para el estudiante e indica un punto en la evolución racial. Esta cruz en la cabeza separa el centro ajna (el centro entre las cejas) del centro coronario, porque está detrás de ese centro de la frente y, al mismo tiempo, forma un escudo protector entre los centros ajna y laríngeo.

Estas redes etéricas son en realidad discos rotando o girando a velocidades específicas, que difieren de los diferentes centros y de acuerdo al punto de evolución del sistema de centros involucrados. Solo cuando estas redes son quemadas por los fuegos ascendentes y descendentes, pueden ser vistos los verdaderos centros. Muchos clarividentes confunden los centros con sus contrapartes protectoras, porque las últimas tienen irradiación y luz propias.

A medida que la vida alcanza una vibración cada vez más elevada mediante la purificación y la disciplina, el fuego del alma, que literalmente es el fuego de la mente, hace que los centros también aumenten su vibración, y este aumento de actividad provoca un contacto con las “redes” protectoras o discos de energía pránica que están a cada lado. Así, [i593] mediante la interacción, se desgastan gradualmente, de modo que con el tiempo llegan a perforarse, si puedo utilizar un término tan inadecuado. Muchos aspirantes tienen la convicción de haber despertado el fuego kundalini, en la base de la columna vertebral, y que, por consiguiente, progresan rápidamente, mientras que lo único que han logrado es quemar o “hacer desaparecer por fricción” la red en un punto de la columna vertebral. Una sensación de quemadura o de dolor, en cualquier parte de la columna vertebral, cuando no se debe a causas fisiológicas en la mayoría de los casos, es producida por la perforación de una de las redes, mediante la actividad de los centros relacionados con ellas. Esto sucede muy frecuentemente en las mujeres en conexión con el centro plexo solar, y en los seres humanos en conexión con el centro sacro. Ambos centros -como resultado del desarrollo evolutivo- sumamente activos y altamente organizados, son la expresión de la naturaleza física creadora y del cuerpo emocional. Por lo tanto, una sensación de quemadura y dolor en la espalda indica generalmente una actividad indebida de un centro, que produce resultados destructivos en el mecanismo protector, en vez de señalar superioridad o verdadero desarrollo espiritual. Podría indicar esto último, pero debería recordarse que, donde hay verdadero progreso espiritual, el dolor y el peligro son prácticamente eliminados.

Se ha hablado mucho del despertar del fuego kundalini y ha habido demasiada mala interpretación sobre la materia. Permítanme asegurarles que es sumamente difícil despertarlo, y solo puede hacerse mediante un acto definido de voluntad, a través de un enfoque mental intenso y una atención concentrada del ser humano, sentado en el trono de la consciencia en la cabeza. La tradición masónica establece claramente la enseñanza, en el hermoso ritual de elevar al Gran Maestro Masón. Solo cuando hay un quíntuple esfuerzo unido y después de repetidos fracasos, [i594] circulará la vida vivificadora a través de todo el cuerpo que da vida al verdadero ser humano.

El segundo punto que quisiera abordar, es que todo este trabajo profundamente esotérico debe hacerse únicamente bajo la dirección de un experto instructor. Se le repite al aspirante que “cuando el alumno está preparado, el Maestro aparece”. Entonces se sienta cómodamente y espera, o se concentra para llamar la atención de algún Maestro, porque cree que ya está preparado o es bastante bueno.

Naturalmente se da, de vez en cuando un empujón espiritual y esporádicamente se ocupa del trabajo de la disciplina y la purificación. Pero el esfuerzo constante prolongado y sin desviarse, por parte del aspirante, es muy raro.

Es realmente verdad que, en el momento oportuno, el Maestro aparece, pero ese momento oportuno depende de ciertas condiciones autoinducidas. Cuando el proceso de purificación se convierte en un hábito de toda la vida, cuando el aspirante puede, a voluntad, concentrar su conciencia en la cabeza, cuando la luz en la cabeza resplandece y los centros están activos, entonces el Maestro se hará cargo del ser humano. Mientras tanto, él puede visualizar al Maestro o ver su forma mental, u obtener mucho beneficio y verdadera inspiración al establecer contacto con la realidad reflejada, que no es el Maestro ni indica la etapa del discipulado aceptado. Por medio de la luz del alma, puede conocerse el alma. “Por lo tanto, busca la luz de tu propia alma y conoce a esa alma como tu director. Cuando se establezca el contacto con el alma, tu propia alma, si puedo expresarlo así, te presentará a tu Maestro. Con la debida reverencia, debería repetir nuevamente que el Maestro no está ansioso por conocerte. En el mundo de las almas, tu alma y el alma del Maestro están relacionadas, y conocen la unidad esencial”. Pero en el mundo de los asuntos humanos y en el proceso del gran trabajo, debería recordarse que, cuando un Maestro [i595] adopta un aspirante en su grupo de discípulos, ese aspirante es, durante un largo tiempo, una responsabilidad y frecuentemente un obstáculo. Los estudiantes a menudo se sobreestiman, aunque lo nieguen; subjetivamente tienen una verdadera simpatía por sí mismos y con frecuencia se preocupan porque los Grandes Seres no les dan ningún signo, ni les indican su protección. No lo harán, ni necesitan hacerlo hasta que el aspirante haya utilizado plenamente el conocimiento que recibió de los instructores menores, de los libros y de las escrituras del mundo. Los estudiantes deben atender el deber inmediato, preparar su mecanismo para el servicio en el mundo y evitar la pérdida de tiempo buscando un Maestro; deben tratar de lograr maestría donde actualmente son derrotados, y en la vida de servicio y esfuerzo, podrán alcanzar un punto tal de completo olvido de sí mismos, que el Maestro no encuentre obstáculos para acercarse a ellos.

Por lo antedicho, se evidencia que no puedo dar instrucciones específicas respecto al despertar de los centros, ni indicar cómo quemar la red etérica que libera la energía. Tal información es demasiado peligrosa y seductora para ponerla en manos del público en general, el cual está impulsado por el deseo de algo nuevo y carece del equilibrio correcto y del desarrollo mental necesario. Sin embargo, ha llegado el momento en que todo el mundo debe reconocer el hecho de que existe un cuerpo de energía subyacente en el sistema nervioso, que la naturaleza de los siete centros, su estructura y ubicación, deberían ser comprendidas técnicamente, y que las leyes de su desenvolvimiento deben ser ampliamente conocidas. Pero no puede darse nada más que esto. La naturaleza intrincada de esta ciencia de los centros es demasiado grande para ser de utilidad general. La enseñanza a impartirse en cualquier caso particular y los métodos a aplicarse, dependen de muchos factores para que puedan darse instrucciones y una regla general. Deben considerarse el rayo y el tipo, el sexo y el grado de [i596] evolución, y también el equilibrio de los centros. Con esto quiero significar que es necesario considerar el desarrollo excesivo en un caso y el escaso desarrollo en otro; si tienen preponderancia las fuerzas de abajo o de arriba del diafragma, o si la principal energía está concentrada en esa distribuidora central, el plexo solar. Deben ser estudiadas la cualidad y la brillantez de la luz en la cabeza, porque indican la medida de control del alma, y deben ser cuidadosamente tratadas la relativa pureza de los vehículos y las diferentes “redes” etéricas, como también el grado de vibración de la red y del centro. Deberá establecerse una sincronización, y esto es muy difícil de realizar. Estos son algunos puntos que el instructor debe observar y, por lo tanto, es evidente que solo un instructor que haya logrado visión sintética y pueda ver a un ser humano “en su totalidad”, o como realmente es, podrá dar esas instrucciones que invierten el antiguo ritmo de los centros, destruyen sin dolor ni peligro las envolturas protectoras y elevan el fuego kundalini desde la base de la columna vertebral hasta la salida de la cabeza.

El estudiante encuentra estos instructores cuando ha llevado adelante el trabajo de su vida bajo la dirección del alma, cuando ha captado la teoría de la ciencia de los centros y ha dominado y controlado la naturaleza astral y su correspondiente centro, el plexo solar. El énfasis puesto por el cristianismo sobre el dominio del principio crístico, ha colocado un fundamento seguro para el trabajo a efectuarse. Esta verdad está singularmente verificada en un estudio sobre el número “ocho” que, en conexión con los centros, según se ha dicho, es el número de Cristo. Hay ocho centros contando el bazo, todos múltiplos de ocho, con excepción del centro en la base de la columna vertebral que tiene cuatro pétalos, la mitad de ocho. En nuestros días y a la manera anglosajona de escribir, el número ocho es el símbolo fundamental [i597] de todos los centros, porque los pétalos están formados por ochos sobrepuestos. La palabra pétalo es puramente gráfica y un centro se forma sobre este modelo. Primero, un círculo, O; luego dos círculos, tocándose uno y otro, formando por lo tanto un 8. Después, a medida que aumentan los pétalos, es simplemente un crecimiento de dobles círculos, sobrepuestos, uno sobre otro, en ángulos diferentes, hasta llegar al loto de los mil pétalos en la cabeza.

En último análisis, estos centros son dobles en su función. Demuestran el aspecto constructor de forma de la divinidad y, mediante su actividad, llevan a la manifestación la forma externa; luego, hacia el final del ciclo evolutivo -tanto en el macro como en el microcosmos- traen a la expresión la fuerza del alma y de la vida, y originan la encarnación de un hijo de Dios completamente revelado, con todos los poderes y el conocimiento contenidos en la divinidad.