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EL ALMA Y SUS FORMAS MENTALES - Parte 2

El grupo de Instructores con quienes pueden estar en contacto los aspirantes comunes y los discípulos en probación, en el plano mental, son seres de pasiones similares, pero con mayor experiencia en el sendero y un autocontrol más sabio de sí mismos. No trabajan con aspirantes por sentir afecto personal, sino porque la necesidad es tan grande que buscan a quienes puedan ser entrenados. La actitud mental requerida es rápida captación, habilidad de registrarlo y no dudar hasta tener mayor conocimiento. Luego se le urge al aspirante a dudar de todo. Les recordaré las palabras de un Instructor que dijo: “Somos humanos sensatos y equilibrados que instruimos, así como enseñamos en la Tierra, no adulando a nuestros estudiantes, sino disciplinándolos. Los conducimos sin forzar ni nutrir sus ambiciones con promesas de poder, sino impartiéndoles información e induciéndolos a utilizarla en su trabajo, sabiendo que el correcto uso del conocimiento lleva a la experiencia y a la realización de la meta”.

¡Cuántas veces se encuentra un estudiante más preocupado por el Maestro y lo que Este hará, que por su propio trabajo! Sin embargo, adaptarse al servicio y capacitarse para colaborar útilmente, son o debieran ser sus principales preocupaciones.

Interesa más la investigación respecto al Maestro que las cualidades necesarias para el discipulado. Lo que se sabe respecto a los adeptos interesa más que la constante investigación sobre las limitaciones [i183] e incapacidades, cosa que debería ocupar la atención del aspirante. Es más fácil despertar la curiosidad acerca de las costumbres y los métodos de determinados Maestros para manejar a los discípulos, que aplicar pacientemente hábitos correctos y métodos de trabajo en la vida del pseudo-discípulo. Todas estas cuestiones son de orden secundario y solo dificultan y limitan, y una de las primeras cosas que se aconseja, a quien quiera entrar en comunicación con los Maestros, es apartar su atención de todo lo que no le concierne y enfocarla en los pasos y etapas necesarios que debe expresar en su vida y suprimir esos momentos perdidos, estados de ánimo y períodos mentales que frecuentemente ocupan la mayor parte de su vida mental.

Cuando un Maestro desea encontrar a quienes están capacitados para recibir instrucción y enseñanza, busca ante todo tres cosas. Si estas no existen, será inútil toda devoción, aspiración, pureza y formas de vida. Es esencial que todos los aspirantes comprendan estos tres factores y eviten sufrimiento mental y pérdida de energía.

  1. El Maestro busca la luz en la cabeza.
  2. Investiga el karma del aspirante.
  3. Observa su servicio en el mundo.

Si no hay indicios en la persona de que es, denominado esotéricamente, “una lámpara encendida”, será inútil que el Maestro pierda su tiempo. Cuando la luz en la cabeza está presente, indica:

a. El funcionamiento mayor o menor de la glándula pineal, que (como bien se sabe) es el asiento del alma y el órgano de la percepción espiritual. En esta glándula tienen lugar los primeros cambios fisiológicos incidentales al contacto con el alma, lo cual se logra mediante el trabajo definido de meditación, el control mental y la afluencia de fuerza espiritual.

b. El alineamiento del individuo con su ego -alma o yo superior en el plano físico- en el plano mental, más la subordinación de la vida y la naturaleza del plano físico a la impresión y el control del alma. Esto está muy bien explicado en los primeros tres capítulos del libro Cartas sobre Meditación Ocultista y debe ser estudiado por los aspirantes. [i184]

c. El descenso de fuerza mediante el sutratma, cordón o hilo magnético, desde el alma al cerebro, a través del cuerpo mental. Todo el secreto de la visión espiritual, correcta percepción y contacto, consiste en una debida comprensión de la afirmación anterior y, por lo tanto, los Aforismos de Yoga de Patanjali es siempre el libro de texto de los discípulos, iniciados y adeptos, porque allí se encuentran esas reglas y métodos que ponen a la mente bajo control, estabilizan el cuerpo astral y desarrollan y refuerzan el hilo del alma, a fin de poder ser un verdadero canal de comunicación entre el individuo y su ego. La luz de la iluminación desciende a la cavidad del cerebro y hace objetivas tres esferas de conocimiento. A menudo esto se olvida, y de ahí proviene la indebida aflicción y las interpretaciones prematuras del discípulo probacionista parcialmente iluminado.

La luz pone de relieve, primeramente, y lleva al primer plano de la consciencia esas formas mentales y entidades que representan la vida inferior, y que (en su conjunto) constituyen el Morador en el Umbral.

Así el aspirante se da cuenta, ante todo, de lo indeseable, de su falta de mérito y de sus limitaciones e irrumpen en su visión los componentes malsanos de su aura. La oscuridad interna se intensifica por la luz que brilla débilmente desde el centro de su ser, y con frecuencia se desespera y desciende a las profundidades de la depresión. Todos los místicos atestiguan esto, y este período debe ser [i185] vivido hasta que la luz pura del día despeje todas las sombras y la oscuridad; así poco a poco la vida se ilumina y brilla hasta que el sol en la cabeza fulgura en toda su gloria.

d. Finalmente, la luz en la cabeza indica haber descubierto el sendero, y a la persona solo le queda estudiar y comprender la técnica por la cual la luz se centraliza, intensifica, penetra, hasta que oportunamente se convierte en esa línea magnética (parecida al hilo de la araña) que puede ser seguida retroactivamente hasta llegar al origen de la manifestación inferior y penetrar en la consciencia del alma. El lenguaje empleado es simbólico, aunque vitalmente exacto, pero está expresado así a fin de impartir información a los que saben proteger a los que aún no saben.

“El sendero del justo es como una luz brillante” y, sin embargo, al mismo tiempo el ser humano debe convertirse en el sendero mismo. Penetra en la luz, se convierte en luz, y actúa como lámpara encendida en un lugar oscuro, llevando iluminación a otros e iluminando el camino ante ellos.

Como próximo punto, un Maestro debe considerar si ello es o no kármicamente posible, antes de admitir a una persona en su grupo, o si existen en su archivo esas condiciones que en esta vida le impiden ser admitido.

Tres factores principales deben ser considerados por separado y en relación entre sí.

Primero, ¿existen obligaciones kármicas en la vida actual del ser humano, que lo imposibilitan para actuar como discípulo? A este respecto hay que tener muy en cuenta que una persona puede llegar a ser discípulo y merecer la atención de un Maestro solo cuando su vida vale algo en el mundo de los seres humanos, cuando ejerce influencia en su esfera y cuando moldea y actúa sobre las mentes y los corazones de otros seres humanos.

Si no es así, el Maestro pierde tiempo en [i186] ocuparse personalmente de él, porque puede ser ayudado en forma apropiada, de otra manera, por ejemplo, podrá extraer mucho conocimiento de libros e instructores, que solo es de carácter teórico y no práctico y adquirir mucha experiencia bajo la guía de su propio ego, el Maestro en su corazón. El ser humano es un discípulo cuando puede ser utilizado para desarrollar el plan de la Jerarquía y puede ser influenciado para materializar esos esfuerzos planificados que permitirán a la humanidad dar los pasos necesarios hacia adelante. Esto implica (en su vida en el plano físico), tiempo, reflexión, circunstancias propicias y otras consideraciones, en que posiblemente el ser humano haya alcanzado la etapa, desde el punto de vista de su carácter, y merece el reconocimiento de un Maestro y, sin embargo, tener obligaciones y deberes que cumplir, que obstaculizarían su servicio activo en determinada vida. El Maestro debe considerar esto como también lo hace el ego del ser humano.

Actualmente, y con frecuencia, el resultado es que (tal vez inconscientemente para el cerebro físico) la persona adquiere una gran experiencia y toma a su cargo una excesiva responsabilidad en una vida particular, con el objeto de liberarse para prestar servicio en una vida posterior y obtener el estado de chela. Trabaja a fin de equiparse para la próxima vida y se dedica a cumplir pacientemente sus deberes del hogar, del círculo de amigos y de sus negocios. Se da cuenta de que, desde el punto de vista egoico, una vida es una cosa breve que pasa pronto, y que por medio del estudio, la actividad inteligente, el servicio amoroso y la paciencia, trascenderá esas condiciones que impiden ser aceptado en el grupo de un Maestro.

El Maestro también estudia la condición del cuerpo físico y de los cuerpos más sutiles de un aspirante, a fin de ver si en ellos existen estados de consciencia que traban su utilidad y actúan como obstáculos. Estas condiciones son también kármicas y deben ser ajustadas antes de poder ser admitido entre otros chelas. Un cuerpo físico [i187] enfermo, un cuerpo astral propenso a fluctuaciones, emociones e ilusiones psíquicas, y un cuerpo mental no controlado o mal equipado, resultan peligrosos para el estudiante si no son corregidos y perfeccionados. Un chela está sometido constantemente a la acción de las fuerzas que le llegan de tres fuentes principales,

  1. su propio ego,
  2. su Maestro,
  3. el grupo de condiscípulos,

y si no es fuerte, ni está purificado y controlado, dichas fuerzas servirán para estimular solo condiciones indeseables, fomentar lo que debe ser eliminado y traer a la superficie todas las flaquezas ocultas. Ello debe efectuarse inevitablemente, pero mucho hay que hacer en este sentido antes de ser admitido en un grupo de discípulos, de lo contrario gran parte del valioso tiempo del Maestro deberá dedicarse a eliminar y anular los efectos delas reacciones violentas del chela sobre otros chelas del mismo grupo. Es mejor esperar y trabajar uno mismo paulatina e inteligentemente, que forzar el camino hacia líneas de fuerza antes de estar preparado para manejar estas y sus consecuencias.

El adepto debe considerar otro factor: la encarnación de esos chelas con quienes el ser humano debe trabajar y están ligados kármicamente a él por antiguos vínculos y familiarizados en un trabajo similar.

A veces es aconsejable esperar un poco antes de permitírsele salir del sendero físico, hasta llegar a esa vida en que sus compañeros de trabajo estén en cuerpo físico, sintonizados con su vibración y acostumbrados a trabajar con él, porque el ingreso en el grupo de un Maestro depende del servicio que debe prestar y del trabajo específico que ha de realizar y no porque una persona reciba un entrenamiento cultural que algún día lo convertirá en un adepto. Los chelas se entrenan a sí mismos, y cuando están preparados para cualquier trabajo son utilizados por un Maestro. [i188] Se desarrollan ellos mismos y efectúan su propia salvación, y a medida que dan un paso tras otro, su Maestro les transfiere cada vez mayor responsabilidad. Serán entrenados en la técnica del servicio y en la respuesta vibratoria al Plan, pero ellos deben aprender a controlarse y a capacitarse para el servicio.

Hay otros factores kármicos que debe considerar un Maestro, pero estos son los tres principales y de mayor importancia que han de tener en cuenta los aspirantes. Están especificados de tal manera que ningún auténtico y sincero trabajador debe sentirse deprimido y desalentado, si no ha establecido un vínculo consciente con el Maestro ni ha percibido afiliación alguna con un grupo esotérico de chelas. Quizás no se deba a su incapacidad, sino simplemente a la elección de su ego de preparar en esta vida el camino para una acción futura, eliminar obstáculos en uno o en los tres cuerpos inferiores, o esperar el momento en que su aceptación sea más propicia.

El tercer factor que el Maestro busca es el del servicio, y referente a ello el aspirante tiene muy poco que decir y probablemente lo interprete mal. La ambición espiritual, el deseo de actuar como dirigente de grupo, oírse hablar, enseñar, escribir o dar conferencias, son considerados erróneamente como servicio por el aspirante. Al Maestro no le interesa la fuerza o posición mundana del trabajador, ni la cantidad de personas que se reúnan alrededor de su personalidad, sino los móviles que impulsan su actividad y el efecto que su influencia ejerce sobre sus semejantes. El verdadero servicio es la emanación espontánea de un corazón amoroso y de una mente inteligente, el resultado de hallarse en el lugar que le corresponde y permanecer en él; el producto de la inevitable afluencia de la fuerza espiritual y no de la intensa actividad en el plano físico; es el efecto del ser humano cuando expresa lo que en realidad es, un divino Hijo de Dios, y no el efecto estudiado de sus palabras o actos. Un verdadero servidor reúne alrededor de él, a quienes es su deber servirlos [i189] y ayudarlos por medio de la fuerza de su vida y su personalidad espiritualizada, y no por sus pretensiones o aseveraciones orales. Sirve olvidándose de sí mismo, sigue su camino abnegadamente, no piensa en la magnitud o el fracaso de sus realizaciones, ni tiene ideas preconcebidas de su propio valor o utilidad. Vive, sirve, trabaja y ejerce influencia, sin pedir nada para el yo separado.

Cuando un Maestro percibe esta manifestación en la vida de un individuo, como resultado del despertar de la luz interna y el reajuste de sus obligaciones kármicas,entonces emite una nota y espera ver si el individuo reconoce su propia nota grupal. Al reconocerla, es admitido en su propio grupo de trabajadores y puede estar en presencia de un Maestro.