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SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO I - Los Siete Constructores Creadores, los Siete Rayos

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Segunda Parte - Capítulo I

 Los Siete Constructores Creadores, los Siete Rayos

1. Los Rayos y la Vida-Cualidad-Apariencia
2. El Actual Plan de los Rayos y los Trabajadores
3. Tres Proposiciones Importantes 
4. La Cualidad en el Mundo de las Apariencias
5. Análisis de los Rayos y Su Expresión

 

CAPÍTULO I.

Los Siete Constructores Creadores, Los Siete Rayos

[i149] Terminada la primera parte, sentamos por lo tanto las bases para futuros estudios. Primero haré una breve exégesis de la teoría fundamental contenida en La Doctrina Secreta, llamada teoría hilozoísta. Ella afirma la existencia de una sustancia viviente, compuesta de una multiplicidad de vidas sensibles, las que son impulsadas continuamente a manifestarse mediante el “aliento de la Vida divina”. Dicha teoría no reconoce la existencia en el universo de la materia llamada inorgánica, y recalca el hecho de que todas las formas están construidas de vidas infinitesimales, que en su totalidad -grandes o pequeñas- constituyen una Vida, conglomerado de vidas que a su vez son parte integrante de una Vida mayor. Tenemos así la gran escala de vidas que se manifiestan en máxima expresión y van desde esa diminuta vida llamada átomo (de la cual la ciencia se ocupa), hasta esa vasta vida atómica que llamamos un sistema solar.

Ésta es una definición breve e inadecuadamente expresada de la doctrina hilozoísta, y una tentativa de interpretar y encontrar el significado del mundo fenoménico manifestado, con sus tres principales características: vida, cualidad y apariencia. Debemos buscar el significado que existe detrás de todas las formas y experiencias de la vida, y aprender a penetrar en ese mundo de fuerzas subjetivas, el verdadero mundo en el cual trabajan los ocultistas.

Tomemos estas tres palabras y tratemos de comprender su significación en relación con los rayos.

[i150] Resulta casi imposible definir la significación de la palabra vida, porque ningún ser humano comprende ni podrá comprender la naturaleza de la vida hasta haber alcanzado la tercera iniciación. Repito esto enfáticamente a fin de inculcarles la inutilidad de hacer conjeturas sobre este tema. Los discípulos que han pasado la tercera iniciación y han escalado el monte de la Transfiguración pueden -desde ese punto elevado- vislumbrar la irradiación del centro subjetivo de energía (el sol central o espiritual de La Doctrina Secreta), y así obtener un destello sobre el significado de la palabra vida. Pero no pueden ni se atreven a dar a otros el conocimiento obtenido. Sus esfuerzos por trasmitir tal información serían inútiles y el lenguaje resultaría inadecuado para la tarea. La vida no es lo que hasta ahora se supone. Energía (en contradicción con la fuerza, empleando esta palabra para significar el centro de donde ella emana, y que se diferencia en fuerzas), no es lo que superficialmente se ha creído. La vida es la síntesis de toda actividad, actividad que es la mezcla de muchas energías, porque la vida es la suma total de las energías de los siete sistemas solares, de los cuales nuestro sistema solar es uno. Éstos, en su totalidad, es la expresión de la actividad de ese Ser denominado en nuestros archivos jerárquicos “Aquél del Cual nada puede decirse”.

Esta séptuple energía cósmica, las energías fusionadas y combinadas de los siete sistemas solares, incluyendo el nuestro, afluyen automáticamente a través de cada uno de ellos impartiendo las siguientes cualidades:

1. Impulso para actuar.
2. Impulso activo para organizar.
3. Impulso activo organizado para lograr un propósito definido.

He puesto en palabras esos impulsos a fin de demostrar la tendencia emergente a través de su interacción. Este triple impulso energético, producido por el ímpetu de los siete grandes [i151] alientos o rayos, inició el proceso mundial de llegar a Ser y manifestó el anhelo de evolucionar -una evolución activa y organizada que se dirige directa e inevitablemente, hacia una meta específica. Esta meta sólo es conocida en toda su plenitud por esa Existencia incomprensible que trabaja a través de los siete sistemas solares (que a su vez es la expresión de siete grandes Vidas), así como nuestra Deidad solar actúa a través de los siete Logos planetarios. Todo esto ha sido insinuado y descrito en el Tratado sobre Fuego Cósmico, y no intento extenderme sobre ello. Sin embargo, quisiera indicarles, debido a que tiene una definida relación con la evolución de la cualidad en la familia humana, que los siete Constructores creadores o Logos planetarios de nuestro sistema solar son personificaciones de la voluntad, de la energía y de la fuerza magnética que afluyen a través de Ellos desde los siete sistemas solares y penetran en Sus distintas esferas de actividad. Así, mediante Su actividad unida, se produce el sistema solar organizado, cuyas energías circulan constantemente, y sus emergentes cualidades están equilibradas y expresadas en todo el sistema. Todas las partes del sistema solar son interdependientes; todas las fuerzas y energías se hallan en constante flujo y mutación; todas fluyen por medio de cierta respiración rítmica, en grandes pulsaciones, alrededor del átomo solar, de modo que las cualidades de cada vida solar, fluyendo a través de las siete formas de los rayos, compenetran todas las formas dentro del círculo infranqueable solar, vinculando así una forma con otra. Observen, por lo tanto, que cada uno de los siete Rayos o Constructores creadores, personifican la energía, la voluntad, el amor y el propósito del Señor del sistema solar, así como ese Señor a su vez personifica un aspecto de la energía, la voluntad, el amor y el propósito de “Aquél del Cual nada puede decirse”. Por eso, la primera proposición que deben captar quienes estudian el tema de los rayos, es: [i152]

I. Cada Vida de rayo es la expresión de una Vida solar, y cada planeta está en consecuencia...

1. Vinculado con cada vida planetaria del sistema solar.
2. Animado por la energía que emana de uno de los siete sistemas solares.
3. Activado por una triple corriente de fuerzas vitales que proviene de:
    a. Otros sistemas solares fuera del nuestro.
    b. Nuestro sistema solar.
    c. Su propio Ser planetario.

Resulta imposible para el pensador común captar el significado de esta afirmación, pero puede comprender parcialmente el enunciado de que todo planeta es un punto focal a través del cual circulan y fluyen incesantemente fuerzas y energías, y que las energías emanan desde el cosmos externo o del universo mismo, desde el sistema solar del cual su propio planeta es una parte y nuestro sol es el centro, y de Aquel Ser que constituye nuestro particular Señor, o Vida planetaria.

Quisiera ahora aclarar la diferencia que existe entre una constelación y un sistema solar, según la enseñanza esotérica, aunque los científicos modernos no estén de acuerdo.

Un sistema solar consiste en un sol como punto focal central, acompañado de una serie de planetas sujetos a sus órbitas en armonía magnética alrededor de ese sol.

Una constelación consiste en dos o más sistemas solares, o series de soles acompañados de sus planetas. Estos sistemas se mantienen unidos como un todo coherente mediante la poderosa interrelación de los soles, cuya armonía magnética está equilibrada en tal forma que, en sentido oculto, “huellan juntos el sendero dentro del radio de poder de cada uno”, mantienen sus distancias relativas, vitalizan sus planetas y, al mismo tiempo, sostienen igual equilibrio o influencia. En raros casos este equilibrio es perturbado, o sufre un aumento o disminución de influencia y de poder magnético.

[i153] Esta condición se rige por la ley cósmica del ritmo, tan confusa que resulta incomprensible en la actualidad. Un ejemplo del aumento y disminución en gran escala de la irradiación e influencia (términos sinónimos en ocultismo), puede observarse ya en la constelación de Géminis, donde uno de los gemelos aumenta su brillo y poder y el otro lo disminuye. Pero esto, esotéricamente, es un ejemplo excepcional.

La relación de las constelaciones con el sistema solar, base de las investigaciones astrológicas, será considerada más adelante. Aquí sólo quiero indicar la doble realidad que constituyen los siete rayos:

1. Son expresiones de energías que emanan de los siete sistemas solares, que a su vez están animados por la Vida de “Aquél del Cual nada puede decirse”.

2. Están influidos y controlados astrológicamente por las doce constelaciones, cuyas energías se hallan en contacto con nuestro sistema solar durante el curso del recorrido de nuestro sol a través del zodíaco mayor, en el vasto período de aproximadamente veinticinco mil años y, en menor grado, en el transcurso de doce meses del año cuando recorre el sendero menor del zodíaco.

La complejidad del tema es muy grande, y sólo un amplio delineamiento general del sistema y los principios básicos que rigen la ley de la evolución pueden ser tenuemente percibidos y captados. Lo que abarca el tema es de tanta amplitud que la mente concreta y el razonamiento se pierden al entender los problemas y su complejidad. Pero la intuición iluminada con su poder sintetizador (característica que surge en los discípulos e iniciados en entrenamiento), puede conducir y los conduce a una serie gradual de expansiones de conciencia que al final los llevará a la cumbre del Monte [i154] de la Transfiguración. Desde esa cúspide el discípulo puede adquirir la visión que le permitirá ver todo el esquema mundial en un instante y participar, como Arjuna, de la experiencia descrita en el Gita, en la que “vio todas las formas reunidas en el cuerpo de ese Dios de Dioses”. Luego podrá descender de la montaña con su personalidad transfigurada y radiante. ¿Por qué? Porque ahora sabe que el espíritu es una realidad y la base de la inmortalidad; sabe más allá de toda controversia que existe un Plan, y que el amor de Dios es la ley básica de toda manifestación y el origen de todo impulso evolutivo; entonces podrá estar seguro, por el conocimiento adquirido, que la realidad del espíritu, la proximidad del amor y el alcance sintético del Plan, proporcionarán los cimientos sobre los cuales podrá poner sus pies, mantenerse firme y confiar en que el logro de la meta también es seguro.

Nuestra segunda proposición es la siguiente:

II. Cada uno de los rayos es receptor y custodio de las energías provenientes de:

1. Los siete sistemas solares.
2. Las doce constelaciones.

Cada rayo hace pasar estas energías a través de su cuerpo de manifestación (un planeta), y las imparte a la forma planetaria y a todas las formas que están sobre y dentro de ella. Estas formas diferenciadas están animadas por la energía que proviene de la Vida cósmica, de la Deidad solar y de la Vida planetaria y, en consecuencia, están coloreadas por las cualidades de los siete sistemas solares y las doce constelaciones. Esta fusión de energías que actúa sobre la sustancia produce las formas, y cada forma subjetiva a su vez produce la apariencia externa.

No es posible estudiar estas fuerzas y cualidades en detalle, en lo que respecta a un ser humano individual, porque la escala es relativamente muy diminuta y los detalles a considerarse muy intrincados. Pero la naturaleza de las cualidades [i155] y las energías pueden ser captadas hasta cierto punto, a medida que estudiamos las siete Vidas de rayo con sus siete tipos psicológicos y las doce Jerarquías creadoras descritas en La Doctrina Secreta, 7 + 12 = 19 y si se agregan a estas 19 expresiones de Vida los 3 aspectos mayores de la Deidad, denominados la vida de Dios, el Padre; el amor de Dios, el Hijo, y la Actividad Inteligente de Dios, el Espíritu Santo, llegamos al místico número 22, que en esoterismo se lo denomina el número del adepto. Esto significa simplemente que adepto es aquél que comprende la naturaleza de las 19 fuerzas a medida que se expresan por medio de la triple manifestación divina, y ésta a su vez se relaciona con la conciencia humana. Pero no significa que el adepto haya dominado y pueda manejar los 19 tipos de energía. Éstos son conscientemente manejados por los tres Constructores sintéticos o Creadores, que son:

1. La Vida que Se expresa a través de los siete sistemas solares.
            Aquel del Cual nada puede decirse.

2. La Vida que Se expresa a través de los siete planetas.
            La Deidad Solar . . . . . . Dios.

3. La vida que Se expresa a través de los siete centros planetarios o de los continentes.
            El Logos Planetario . . . . El Anciano de los Días.

Lo que el adepto ha logrado es que sus siete centros de fuerza, ubicados en el cuerpo etérico, respondan a las fuerzas espirituales más elevadas, y a medida que progresa también responderá, gradual y correlativamente, a los tres tipos de fuerza sintética ya mencionados.

En el sendero del discipulado, y hasta la tercera iniciación, aprende a responder a la energía y al propósito espiritual de la Vida de su propio planeta. En la primera y segunda iniciaciones y hasta la tercera, ha sido guiado e iniciado por la influencia que ejerce el Cristo, y bajo su dirección se ha sometido a dos expansiones de consciencia, que lo [i156] han preparado para la tercera. Entonces queda bajo el poder iniciador del Logos planetario y, por la actividad intermediaria de ese gran Ser, el iniciado llega a ser activamente consciente de la energía que emana de la Deidad solar. Por lo tanto, está aprendiendo a responder al segundo tipo de fuerza sintética.

Después de haber pasado la iniciación más elevada que se puede lograr en este planeta, responderá por primera vez a la energía que emana desde el Centro cósmico externo. Esta última etapa de expansión es muy poco común y sólo ciento once seres humanos, en la historia planetaria, han logrado este estado de percepción.

¿Qué utilidad tiene para el lector o el estudiante, esta información? Prácticamente ninguna, excepto indicar la vastedad del Plan y el maravilloso alcance de la conciencia humana. Lo que pueda significar ese contacto con el tipo más elevado de fuerza sintética, no puedo decirlo. Los Logos planetarios mismos actúan en la luz de esa sublime Conciencia y hacia ese privilegio se encaminan el Cristo mismo, y su gran Hermano, el Buda, con los tres Budas de Actividad, aspiran a ello en la actualidad. Esto es todo lo que sé, no puedo explayarme más sobre el tema. Pero la maravilla y la inmensidad del drama que se desarrolla en el universo es una prueba de su realidad, y la comprensión de parte del ser humano, por pequeña que sea, es la garantía de su divinidad. Etapa tras etapa nos acercamos lentamente a la meta de la percepción consciente e inteligente. Paso a paso dominamos la materia y hacemos que el mecanismo de percepción y de contacto sea más adecuado. Poco a poco nosotros (y con esto quiero significar toda la familia humana) nos acercamos “al lugar del reconocimiento” y nos preparamos para escalar la montaña de la visión. Si los aspirantes pudieran comprender lo maravilloso de esa revelación y si captaran la magnificencia de la recompensa [i157] de sus esfuerzos, habría menos fracasos, más valor, una realización mayor y firme y, en consecuencia, un mundo que se iluminaría más rápidamente.

El alcance de esa visión impartida justifica un detenido estudio y la ofrenda del ansia divina del alma para que se la reconozca. Lo importante no es leer mucho, sino que el cerebro registre con exactitud y la enseñanza se adapte a la necesidad individual. La visión no puede poseerse, siempre va adelante, pero si se dedica la vida entera a perseguir la visión, no debe pasarse por alto el servicio al prójimo, porque entonces la visión de nada le servirá. He tratado de expresar aquí la magnitud del Plan y los peldaños que tiene por delante cada aspirante y todo miembro de la Jerarquía en la escala de evolución.