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I. El Acrecentamiento de la Influencia del Alma - Parte 1


[i3] Antes de entrar a considerar este tema tal como ha sido delineado al final del primer tomo, quisiera decir algunas palabras acerca del simbolismo que emplearemos al referirnos al control del ego y de la personalidad. Todo lo que se diga al respecto intenta definir y considerar lo que es realmente indefinible, fugaz y sutil, y aunque se lo denomine energía o fuerza, tales palabras no imparten la verdadera idea. Por consiguiente, al leer y considerar este tratado de psicología, se debe recordar que hablamos en símbolos, lo cual es inevitable porque nos referimos a la expresión de la divinidad en tiempo y espacio, y hasta que el ser humano no sea conscientemente consciente de su divinidad y la demuestre, sólo es posible hablar en parábolas y metáforas de significado simbólico -para que sean corroboradas por medio de la percepción mística y la sabiduría del ser humano iluminado. Sin tener una verdadera comprensión del significado de las palabras empleadas, se dice comúnmente que nos ocupamos de fuerzas y energías, las cuales, a medida que siguen su curso cíclicamente y actúan sobre otras energías y potencias y se entremezclan con ellas, producen esas formas de materia y sustancia que constituyen la apariencia y expresan la cualidad de esas grandes y omniabarcantes Vidas [i4] y de la Vida en la cual todo vive, se mueve y tiene su ser.

La consciencia de una vida tras otra se va desenvolviendo secuencialmente de una existencia a otra, reconociendo y comprendiendo que estas vidas son en sí la suma total de todos los poderes y energías cuya voluntad es crear y manifestarse. Sin embargo, al considerar dichas energías y fuerzas, no es posible expresar su apariencia, cualidad y propósito, excepto en forma simbólica. Por lo tanto, deberían recordarse los siguientes puntos:

1. La consciencia de la personalidad corresponde al tercer aspecto de la divinidad, el aspecto creador. Actúa en materia y sustancia a fin de crear formas para que pueda expresarse la cualidad, demostrando así la naturaleza de la divinidad en el plano de las apariencias.

2. La consciencia del ego corresponde al segundo aspecto de la divinidad, el del alma, expresándose como cualidad y determinante «color» subjetivo de la apariencia. Esto, lógicamente, varía de acuerdo a la capacidad del alma contenida en cualquier forma para dominar su vehículo, la materia, y expresar su cualidad innata por intermedio de la forma externa.

3. La consciencia de la mónada corresponde al primer aspecto de la divinidad, aquello que personifica la intención y el propósito divinos de la vida y emplea al alma con el objeto de manifestar el propósito inherente de Dios por intermedio de esa alma, lo cual determina la cualidad. El alma encierra el propósito y la voluntad de Dios a medida que va expresándose en siete aspectos. La mónada manifiesta el mismo propósito tal como existe, unificado en la Mente de Dios Mismo. Este conjunto de palabras prácticamente nada imparte al pensador común.

[i5] A medida que en el plano físico el ser humano va comprendiendo estas tres expresiones de la Única Gran Vida, se sintoniza conscientemente con el emergente Plan de la Deidad, y toda la historia del proceso creador se convierte en la historia del conocido propósito de Dios.

En primer lugar, y también a medida que el tercer aspecto se desarrolla conscientemente, el ser humano llega a conocer la materia, la sustancia y la actividad externa creadora. Luego comprende las cualidades subyacentes que la forma está destinada a revelar, y se identifica con el ego, alma o ángel solar, llegando a conocerlo como su verdadero yo, el verdadero ser humano espiritual. Después comprende el propósito que se va manifestando a través de las cualidades cuando se expresan por medio de la forma. Estos párrafos resumen lo expuesto anteriormente, pero es necesario que los conceptos vertidos sobre estos temas sean claros. A medida que se profundiza el estudio, se evidencia que todo este progresivo proceso de comprensión gira alrededor de la manifestación de la forma, y tiene relación con la cualidad y el propósito de la Mente Divina. Inevitablemente resultará claro para quien ha estudiado el tema en el Tratado sobre Fuego Cósmico, que se refiere específicamente al proceso creador y al de la manifestación. Por lo tanto, se ocupa de la expresión externa de la personalidad de esa gran Vida que todo lo incluye y denominamos Dios a falta de mejor término. Debe recordarse que nuestro universo (hasta donde puede concebirlo la más elevada consciencia humana) se halla en los siete subplanos del plano físico cósmico, y que el tipo más elevado de energía, que representa para nosotros la más pura expresión del espíritu, no es nada más que la manifestación de la fuerza del primer subplano del plano físico cósmico. Por lo tanto, en lo que a la consciencia concierne, tratamos lo que podría considerarse simbólicamente como la reacción y la respuesta cerebral [i6] al propósito cósmico -la reacción cerebral de Dios Mismo. 

En el ser humano, el microcosmos, el objetivo del propósito evolutivo del cuarto reino de la naturaleza, es capacitarlo para que se manifieste como alma en tiempo y espacio y se sintonice con el propósito del alma y el plan del Creador, tal como lo conocen y expresan los Siete Espíritus ante el Trono, los siete Logos planetarios. Pero aquí sólo podemos hacer alusión a un gran misterio, y es que todo lo que pueden captar los más elevados Hijos de Dios en nuestro mundo planetario manifestado, es una parcial realización del propósito y del plan del Logos solar, así como lo capta, comprende y expresa, uno de los Logos planetarios que está (en Su lugar y período de actuación) condicionado y limitado por su propia y peculiar etapa de evolución. Una séptima parte del Plan en desarrollo se está expresando en nuestra Vida planetaria particular y, como este gran Ser no es una de las siete Vidas sagradas, y por lo tanto no se expresa a través de uno de los siete planetas sagrados, el Plan, tal como se desarrolla en la tierra, es parte de una expresión dual del propósito, y únicamente cuando otro planeta no sagrado alcance su culminación, podrá ser comprendido el entero Plan destinado al planeta Tierra. Quizás no sea fácilmente comprendido, pues sólo los iniciados, como ya se ha dicho, pueden captar parcialmente la significación de la afirmación que dice «los dos serán uno y conjuntamente expresarán la divinidad».

Todo lo que concierne ahora a la humanidad es la necesidad de una constante y consciente respuesta a la revelación evolutiva y a la gradual captación del Plan, que le permitirá al ser humano:

a. Trabajar consciente e inteligentemente,
b. Comprender la relación que tiene la vida con la forma y la cualidad,
c. Producir esa transmutación interna que traerá a la [i7] manifestación el quinto reino de la naturaleza, el Reino de las Almas.

Todo esto debe ser llevado a cabo en el reino de la percepción o de la repuesta consciente, por intermedio de los vehículos o mecanismos de respuesta, que se perfeccionarán constantemente, ayudados por la comprensión y la interpretación espirituales.

No trataremos las preguntas principales ni nos ocuparemos de la consciencia de la vida de Dios, tal como se expresa en los tres reinos subhumanos, sino totalmente de los tres puntos siguientes:

1. La consciencia estrictamente humana que comienza con el proceso de la individualización y culmina en la dominante personalidad.

2. La consciencia egoica, la del ángel solar cuando comienza la preparación para la iniciación en el Sendero del Discipulado y culmina en el perfecto Maestro.

3. La comprensión monádica. Esta frase nada significa para nosotros porque concierne a la consciencia del Logos planetario, la cual se va comprendiendo en la tercera iniciación, cuando el alma domina y actúa a través de la personalidad.

El individuo, el ser humano común, es una totalidad de tendencias separatistas, fuerzas incontroladas y energías desunidas que lenta y gradualmente se coordinan, fusionan y mezclan en la personalidad separatista.

El ser humano, el Ángel solar, es la totalidad de esas energías y fuerzas unificadas, mezcladas y controladas por la «tendencia a la armonía», efecto del amor y la sobresaliente cualidad divina.

El ser humano, la Mónada viviente, es la realidad velada y lo que [i8] el Ángel de la Presencia oculta. El ser humano es la expresión sintética del propósito de Dios, simbolizado por la cualidad divina revelada y manifestada por intermedio de la forma. Apariencia, cualidad, vida, nuevamente nos enfrenta esta antigua triplicidad. Hablando simbólicamente, puede ser estudiada como:

1. El Ser Humano....  el Ángel..... la Presencia

2. La raíz...................  el loto......... la fragancia

3. La zarza................. el fuego...... la llama

El trabajo de la evolución, por ser parte de la determinación de la Deidad de expresar la divinidad por medio de la forma, es necesariamente la tarea de la revelación y, en lo que al individuo concierne, esta revelación se expresa como acrecentamiento de la evolución del alma y en tres etapas:

1. La individualización... La personalidad

2. La iniciación................  El ego

3. La identificación........  La mónada

1. Las tres etapas del desarrollo del ego

Debemos recordar constantemente las siguientes afirmaciones. La personalidad es una triple combinación de fuerzas que impresionan y controlan totalmente el cuarto aspecto de la personalidad, el cuerpo físico denso. Las tres clases de energía de la personalidad son el cuerpo etérico, vehículo de la energía vital, el cuerpo astral, vehículo de la energía de la sensación o fuerza sensoria y el cuerpo mental, vehículo de la inteligente energía de la voluntad, destinado a ser el aspecto creador dominante. La ciencia cristiana ha puesto el énfasis en esta verdad. Dichas fuerzas constituyen el ser humano inferior. El ángel solar es una combinación dual de energías -la energía del amor y la energía de la voluntad o propósito-, cualidades del hilo de la vida. Cuando ambas dominan a la tercera energía, la de la mente, producen al [i9] individuo perfecto. Ellas explican el problema humano; indican al ser humano su objetivo; justifican y definen la energía de la ilusión, y señalan el camino del desarrollo psicológico que conduce al ser humano (desde el triángulo de la triplicidad y de la diferenciación) a través de la dualidad a la unidad.

Éstas son verdaderas prácticas, de allí la razón por la que los esotéricos ponen hoy tanto énfasis sobre la comprensión del Plan; lo mismo sucede en forma similar en el trabajo de los psicólogos al tratar de interpretar al ser humano, y de allí también las diferencias respecto al mecanismo humano, de manera que al ser humano se lo ve como quien dice, diseccionado en sus partes componentes. Se está reconociendo que la cualidad del ser humano determina externamente el lugar que ocupa en la escala de la evolución, pero la psicología moderna de la escuela extremadamente materialista supone erróneamente que la cualidad del ser humano está determinada por su mecanismo, mientras que el factor determinante es lo contrario.

El problema de los discípulos consiste en expresar la dualidad del amor y de la voluntad a través de la personalidad. Esta afirmación es la verdadera enunciación de la meta del discípulo. El objetivo del iniciado es expresar la Voluntad de Dios mediante el desarrollo del amor y el sabio empleo de la inteligencia. El precedente enunciado proporciona la base para definir las tres etapas del desarrollo del ego.

Por lo tanto, ¿qué es la individualización desde el punto de vista del desarrollo psicológico del ser humano? Es la centralización del aspecto inferior del alma, la inteligencia creadora, para que pueda expresarse a través de la forma. Oportunamente será el primer aspecto de la divinidad que así se exprese. Es el surgimiento a la manifestación de la cualidad específica del ángel solar al apropiarse de una o más envolturas que constituyen su apariencia. Es la imposición inicial de una [i10] energía aplicada y dirigida sobre ese triple conglomerado de fuerzas que llamamos la naturaleza forma del ser humano. Entonces aparece en el escenario de la vida el individuo que va hacia la plena coordinación y expresión. Aparece el actor y aprende su parte; hace su debut y se prepara para el día de la plena expresión de la personalidad. El alma penetra en esa forma densa y en el plano más inferior. El yo empieza a desempeñar la parte que le corresponde, expresándose por medio del egoísmo, que finalmente conduce a un posterior altruismo. El ente separatista comienza así a prepararse para la realización grupal. Es un Dios que camina sobre la tierra, velado por la forma carnal, la naturaleza de deseo y la mente fluida. Momentáneamente es presa de la ilusión de los sentidos y está dotado de una mentalidad que primero obstaculiza y aprisiona y finalmente desata y libera.

Se ha escrito mucho en La Doctrina Secreta y en el Tratado sobre Fuego Cósmico sobre el tema de la individualización. Puede ser simplemente definido como el proceso por el cual las formas de vida en el cuarto reino de la naturaleza llegan a:

1. La individualización consciente por la experimentación de la vida de los sentidos.
2. La afirmación de la individualidad por el empleo de la mente discriminadora.
3. El sacrificio final de esa individualidad en favor del grupo.

Actualmente la tarea de las masas consiste en llegar a ser conscientes de sí mismas, y están desarrollando ese espíritu o sentido de integridad o plenitud personal, que traerá como resultado una acrecentada autoafirmación, primer rasgo de la divinidad. A pesar de las complicaciones y consecuencias inmediatas en la consciencia del mundo y del estado del ser, todo ello es correcto y bueno. De allí que sea necesario guiar inmediatamente a los discípulos en todas las naciones y entrenarlos para llevar una vida de [i11] correcta aspiración, con su consiguiente preparación para la iniciación. Los padres y los maestros inteligentes de la juventud deberían emprender hoy la tarea de llevar a la actividad mundial a esos individuos conscientes que emprenderán el trabajo de autoafirmación en los asuntos actuales. La psicología de las masas que aceptan informaciones sin discriminar, obedeciendo rápida y masivamente las limitaciones impuestas a la libertad personal, sin la debida comprensión de las razones subyacentes y siguiendo ciegamente a los líderes, sólo llegará a su fin cuando se fomente inteligentemente el reconocimiento individual del yo y las aseveraciones del individuo que trata de expresar sus propias ideas. Una de las ideas fundamentales subyacentes en la conducta humana e individual, radica en la necesidad de paz y armonía a fin de que el ser humano pueda específicamente desarrollar su propio destino. Tal la fundamental y profunda creencia de la humanidad. La primera evidencia de la emergente autoafirmación de la masa de individuos debe ser llevada en esta dirección, pues constituirá la línea de menor resistencia. Luego le seguirá la eliminación de la guerra y el establecimiento de esas condiciones de paz que ofrecerán la oportunidad para entrenarse y obtener un cuidadoso progreso cultural. El dictador es un individuo que, bajo este proceso, ha adquirido conocimiento y poder y es un ejemplo de la eficacia del carácter divino, cuando se le permite actuar como producto del proceso evolutivo. El dictador expresa muchas de las potencialidades divinas del ser humano; sin embargo algún día será un anacronismo, porque cuando la mayoría llegue a la etapa de la autoconsciencia y a la potencia individual y trate de expresar plenamente sus poderes, el dictador se perderá de vista por la autoafirmación de esa mayoría. En la actualidad él representa la meta para el yo inferior, la personalidad.

No obstante, antes de que muchos seres humanos puedan llegar a ser auto afirmativos sin peligro alguno, debe acrecentarse el número de los que han trascendido [i12] esa etapa y también de quienes lo saben, enseñan y demuestran, a fin de que los muchos que constituyen el grupo de los inteligentes formado por individuos autoconscientes, puedan identificarse discriminadamente con el propósito del grupo y sumergir sus identidades separatistas en las organizadas actividades y la síntesis grupales. Ésta es la predominante tarea del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo, la cual debería ser actualmente la aspiración de los discípulos mundiales. Este trabajo de entrenar a los individuos en el propósito grupal, debe ser efectuado de tres maneras:

1. Por la impuesta identificación personal con el grupo, a través de la experiencia de la comprensión, el servicio y el sacrificio. Esto puede muy bien constituir un experimento útil y autoimpuesto.

2. Por la educación de las masas en los principios que subyacen en el trabajo grupal y el entrenamiento de una opinión pública iluminada sobre estos conceptos.

3. Por la preparación de la mayoría de los componentes del Nuevo Grupo de Servidores del Mundo para alcanzar esa gran transición en la consciencia, que llamamos iniciación.

Por consiguiente, ¿qué es la Iniciación? La iniciación puede ser definida de dos maneras. Es ante todo entrar en un mundo dimensional nuevo y más amplio, mediante la expansión de la consciencia del ser humano, para que pueda incluir y abarcar lo que ahora excluye, y de lo cual se separa normalmente cuando piensa y actúa y después introducir en el ser humano esas energías características del alma y únicamente del alma -las fuerzas del amor inteligente y de la voluntad espiritual. Estas energías dinámicas actúan en toda alma que ha logrado la liberación. Este proceso de penetrar y ser penetrado debería ser simultáneo y sintético, acontecimiento de primordial importancia. Si esto sucede sucesiva oalternativamente, indica un desarrollo irregular y una [i13] condición desequilibrada. La común teoría sobre el desarrollo y la captación mental que concierne a las realidades del proceso iniciático, antes de ser experimentadas prácticamente en la vida diaria para integrarlas psicológicamente en la expresión práctica del proceso viviente en el plano físico, encierra muchos peligros, dificultades y pérdida de tiempo. La captación mental por parte del individuo es a menudo mayor que su poder de expresar el conocimiento y, en consecuencia, tenemos esos grandes fracasos y esas situaciones difíciles que han desacreditado el tema de la iniciación. Muchas personas se consideran iniciados. Quienes están tratando de serlo, lo cual no significa que lo sean, sólo son personas de buenas intenciones cuya comprensión mental sobrepasa la capacidad de sus personalidades para practicar lo que han captado. Están en contacto con fuerzas que no pueden aún manejar ni controlar; han efectuado gran parte del trabajo necesario para lograr el contacto interno, pero no han dominado la naturaleza inferior, por eso son incapaces de expresar lo que han comprendido y percibido internamente. Son esos discípulos que hablan de forma demasiado anticipada y auto centrada, presentando al mundo un ideal para el cual realmente trabajan, pero todavía son incapaces de materializarlo debido a lo inadecuado de su equipo; afirman sus creencias como si las hubieran realizado, causando gran confusión entre los ignorantes, aunque trabajan al mismo tiempo para lograr la meta. Mentalmente están en contacto con el ideal y el plan y son conscientes de las fuerzas y energías totalmente desconocidas por la mayoría. El único error que cometen es el del factor tiempo, pues afirman prematuramente lo que llegarán a ser algún día.

Cuando la iniciación llega a ser posible indica que dos grupos de energías (las de la triple personalidad integrada [i14] y las del alma o ángel solar) comienzan a fusionarse y mezclarse. La energía del alma empieza a dominar y a controlar los tipos inferiores de fuerza, y según el rayo del alma será el cuerpo en que ese control hará sentir su presencia. Esto se detallará más adelante cuando se consideren los rayos que rigen los diferentes cuerpos -mental, emocional y físico. Debe recordarse que para recibir la primera iniciación sólo es necesario evidenciar un mínimo de control egoico. Esta iniciación indica simplemente que el germen de la vida del alma ha vitalizado y ha puesto en existencia activa al cuerpo espiritual interno, la envoltura del ser humano espiritual interno, lo que oportunamente permitirá al ser humano en la tercera iniciación manifestarse como “un ser humano completo en Cristo” y, en ese momento, dar la oportunidad a la mónada para que se exprese plenamente la vida, lo cual tendrá lugar cuando el iniciado se identifique conscientemente con la Vida Una. Como frecuentemente se ha dicho, puede transcurrir mucho tiempo entre la primera iniciación y la segunda, efectuándose innumerables cambios durante las numerosas etapas del discipulado. Volveremos sobre el particular más adelante cuando estudiemos las siete leyes del desarrollo del ego.

La total individualización llega a su culminación cuando se obtiene la personalidad integrada, expresándose como unidad a través de tres aspectos. Dicha expresión de la personalidad comprende:

1. La plena libertad para utilizar la mente y enfocar la atención sobre todo en lo que concierne al yo personal y sus objetivos. Esto determina el éxito y la prosperidad personales.

2. El poder de controlar las emociones y, sin embargo, utilizar plenamente el mecanismo sensorio para percibir estados y reacciones y establecer contacto con los aspectos emocionales de otras personalidades.

3. La capacidad de hacer contacto con el plano de las ideas y traerlas [i15] a la consciencia. Aunque sean después subordinadas a un propósito e interpretación egoístas, sin embargo le es posible al ser humano ponerse en contacto con lo que puede ser espiritualmente conocido. La libertad de utilizar la mente supone una creciente sensibilidad a la impresión intuitiva.

4. La demostración de los muchos talentos, poderes y la expresión del genio, más la subyugación enfática de la entera personalidad para expresar algunos de esos poderes. A menudo existe ductilidad y capacidad extremas para realizar en forma eficiente muchas cosas importantes.

5. El ser humano físico es, con frecuencia, un instrumento maravillosamente sensible al yo interior, emocional y mental, y dotado de un gran poder magnético, posee a menudo una salud corporal elástica aunque no robusta, gran simpatía y dones personales.

Un estudio de los más destacados individuos, en todos los campos de la actual expresión mundial, cuando se los aparta de los conceptos grupales superiores y de la constante aspiración espiritual de servir a la humanidad, indicará la naturaleza de la individualidad que ha llegado a su culminación y el éxito de esta parte del plan divino. Debe observarse detenidamente que el éxito del individuo predominante es también un triunfo divino en su correspondiente tiempo y lugar, como en el caso de los grandes Hijos de Dios. Sin embargo, uno de los éxitos es la expresión del tercer aspecto de la divinidad cuando vela y oculta al alma; el otro es la expresión de dos aspectos de la divinidad (el segundo y el tercero) cuando velan y ocultan el aspecto vida de la Mónada. Cuando esto sea captado, nuestra evaluación de las realizaciones mundiales sufrirá un cambio, y veremos la vida en forma más real y sin espejismo, el cual desfigura nuestra visión y también la de las grandes personalidades. Debe tenerse [i16] en cuenta además que el éxito individual separatista evidencia, en sí mismo, la actividad del alma, pues cada individuo es un alma viviente que actúa en las envolturas inferiores de los cuerpos, y se dedica a:

1. Construir una envoltura tras otra, en sucesivas vidas, las que serán cada vez más adecuadas para su propia expresión.
2. Desarrollar una sensibilidad en las envolturas - primero en forma consecutiva y por último simultáneamente -, lo que le permitirá responder a esferas o influencias divinas cada vez más elevadas.
3. Integrar las tres envolturas en una unidad que durante tres y a veces siete vidas (ocasionalmente once), actuarán como personalidad dominante en un amplio campo de expresión, empleando la energía de la ambición para llevarlo a cabo.
4. Reorientar al yo inferior individual para que el reino de sus deseos y la satisfacción de los logros personales sean oportunamente relegados a su correcto lugar.
5. Impulsar al ser humano auto afirmativo a que efectúe esas nuevas realizaciones que lo encaminarán hacia el Sendero del Discipulado y, oportunamente, al de la Iniciación.
6. Reemplazar las pasadas ambiciones personales y el autointerés por las necesidades del grupo y el objetivo de servir al mundo.

¿No es lo antedicho suficientemente práctico?

Cuando la iniciación llega a su culminación en lo que a la humanidad concierne, surge un Maestro de Sabiduría liberado, exento de las limitaciones del individuo, recoge los frutos del proceso de la individualización y actúa en forma acrecentada como ángel solar, por estar primordialmente enfocado en el cuerpo espiritual interno; así se desarrolla constantemente la consciencia de la Presencia. Este hecho merece ser meditado y estudiado profundamente por [i17] todos los discípulos. A medida que los tres rayos que rigen la triplicidad inferior se mezclan y sintetizan y crean la personalidad vital y, a su vez, dominan el rayo del cuerpo físico denso, el ser humano inferior penetra en un prolongado estado de conflicto. En forma gradual y acrecentada el rayo del alma, «el rayo de la captación persistente y magnética», como se lo denomina ocultamente, se hace más activo, entonces en el cerebro del ser humano que ha desarrollado la personalidad se establece la creciente percepción de una vibración. Hay muchos grados y etapas en esta experiencia, que abarcan muchas vidas. Al principio el rayo de la personalidad y el rayo del ego parecen chocar, y se libra una constante guerra con el discípulo como espectador y dramático participante. Arjuna entra en el campo de batalla; se halla entre dos fuerzas, como un consciente e ínfimo punto de luz y de percepción sensoria. Alrededor, dentro y a través de él, las energías de dos rayos se precipitan y entablan conflicto. Gradualmente, a medida que continúa el fragor de la batalla, se convierte en un factor más activo y abandona la actitud del observador desapegado y desinteresado. Cuando se da cuenta definitivamente de lo que está en juego y vuelca decididamente el peso de su influencia, deseos y mente, a favor del alma, entonces puede recibir la primera iniciación. Cuando el rayo del alma se enfoca plenamente a través de él, y todos sus centros están controlados por ese enfocado rayo del alma, se convierte en el Iniciado transfigurado y recibe la tercera iniciación. El rayo de la personalidad ocultamente se extingue o es absorbido por el rayo del alma, y todos los poderes y atributos de los rayos inferiores son subsidiarios del rayo del alma y están coloreados por éste. El discípulo llega a ser un “ser humano de Dios”, una persona cuyos poderes son controlados por la vibración dominante del rayo del alma y cuyo mecanismo sensible interno vibra dentro de la medida del rayo del alma que, a su vez, es [i18] reorientado hacia el rayo monádico y controlado por éste. El proceso se repite:

1. Los diversos rayos que constituyen el ser humano inferior separatista se fusionan y mezclan para formar los tres rayos de la personalidad.
2. Éstos, a su vez, se fusionan y mezclan en una expresión sintética del auto afirmativo y dominante ser humano, el yo personal.
3. Luego, los rayos de la personalidad se convierten en uno y, a su vez, se someten al rayo dual del alma. Nuevamente tres rayos se mezclan y fusionan.
4. Los rayos del alma dominan a la personalidad y los tres vuelven otra vez a ser uno, porque el rayo dual del alma y el rayo de la personalidad fusionada vibran de acuerdo a la medida de los rayos superiores del alma -siempre se considera al rayo grupal del alma como el verdadero yo del ego.
5. Después, a su debido tiempo, el rayo del alma comienza (en la tercera iniciación) a fusionarse con el rayo de la Mónada, el rayo de la Vida. El iniciado superior, por lo tanto, no es una expresión triple, sino dual.
6. Sin embargo, una vez realizada esta dualidad, tiene lugar el misterioso e indescriptible proceso llamado identificación, etapa final del desarrollo del alma. Resulta inútil agregar algo más porque todo lo que podría decirse sólo lo comprenderían quienes se preparan para recibir la cuarta iniciación y este tratado está escrito para discípulos e iniciados de primer grado.

En esta serie de etapas tenemos una vislumbre de lo que somos y podemos ser. En forma constante, el propósito en desarrollo de nuestras propias almas («esos ángeles de persistente e imperecedero amor») tendría que controlarnos más plena y profundamente y esto debería ser nuestro más firme propósito a cualquier costo y sacrificio personales, para lo cual deberíamos esforzarnos real y sinceramente.

[i19] Hemos considerado, por lo tanto, las tres grandes divisiones que marcan el progreso del alma hacia su objetivo. Por el proceso de la individualización, el alma llega a una verdadera autoconsciencia y percepción en los tres mundos de la experiencia; el actor en el drama de la vida domina su parte. Por el proceso de la Iniciación, el alma llega a ser consciente de la naturaleza esencial de la divinidad. La participación plenamente consciente con el grupo y la absorción de lo personal e individual en el Todo, caracterizan esta etapa en el sendero de evolución. Por último, llega ese misterioso proceso en que el alma es absorbida de tal manera en la Realidad y la Síntesis supremas, mediante la Identificación, que hasta la misma consciencia del grupo se desvanece (excepto cuando se recupera premeditadamente al servir). Entonces no se conoce nada más que la Deidad, no existen separaciones entre las partes ni síntesis menores y tampoco divisiones o diferenciaciones. Podría decirse que durante estos procesos tres corrientes de energía actúan sobre la consciencia del ser humano que va despertando:

a. La energía de la materia misma, al afectar la consciencia del individuo espiritual interno que emplea la forma como medio de expresión.
b. La energía del alma misma o ángel solar, a medida que se vierte sobre los vehículos y produce una energía recíproca en la forma solar.
c. La energía de la vida misma, frase sin sentido y que sólo los iniciados de la tercera iniciación pueden captar, pues aún los descubrimientos de la ciencia moderna no dan una idea real de la verdadera naturaleza de la vida.

La vida o energía esencial, es algo más que la actividad del átomo, o de ese principio viviente que produce la auto perpetuación, la reproducción, el movimiento, el crecimiento y ese no sé qué peculiar que llamamos “vivencia”. Quizás sea posible “crear” o [i20] producir el inferior o tercer aspecto de la vida en los llamados laboratorios científicos, pero es imposible reproducir o crear los otros aspectos más esenciales que actúan como respuesta consciente, el embrionario propósito inteligente que parece animar a toda sustancia. El individuo comprenderá por qué es imposible esto, sólo cuando llegue a la tercera iniciación. Nada más puedo decir, pues hasta que no se experimente dicha iniciación no lo comprenderán.

Para arrojar más luz sobre el tema de la triple expansión de la conciencia (todas estas crisis son aspectos de un gran propósito o proceso en desarrollo) denominado individualización, iniciación e identificación, se debería tener presente que estas palabras significan hoy algo para nosotros, desde el ángulo de nuestra actual etapa de evolución, cultura heredada y hábitos mentales y desde el punto de vista de las terminologías y conocimientos modernos. Más adelante, cuando sepamos más y la raza esté más iluminada, aparecerá una luz totalmente distinta. Pero considerándola por la luz que afluye de esa síntesis mayor y desde el ángulo de la visión de Aquellos cuya consciencia es superior y mayor y más incluyente que la humana, la significación de estas palabras puede ser totalmente diferente. Definir es sencillamente expresar la comprensión inmediata de la mente humana, por lo tanto, la definición puede ser considerada imperfecta y hasta errónea, desde el punto de vista de un conocimiento más amplio y una captación más incluyente de las totalidades (tal como es el caso de un supuesto hecho). De allí que toda definición y eventualmente todos los hechos son pasajeros, y también que toda exégesis va perdiendo su valor. Las verdades fundamentales de hoy aparecen más tarde como simples aspectos de verdades aún mayores, y cuando éstas se captan, la significación y la interpretación de lo considerado anteriormente importante resultarán muy distintas de lo que se suponía. Esto nunca deben olvidarlo quienes lean [i21] este Tratado sobre los Siete Rayos. Cuando un iniciado lee las tres palabras consideradas aquí, se forja una idea muy distinta de la que podría tener un discípulo o persona que nunca ha estudiado ni pensado sobre estos temas y nuestro vocabulario le resulta nuevo y extraño, tiene poco significado y le es generalmente erróneo.

La vida de Dios, que ha sido sometida a los procesos de crecimiento, estímulo y desarrollo, en los tres reinos inferiores, durante la individualización, se enfoca en el cuarto reino de la naturaleza, el humano, por medio de un «ciclo de crisis», y se somete a la influencia de la energía del alma en uno de los aspectos de los siete rayos. La cualidad del aspecto forma, tal como está incorporada en la personalidad y expresada en la frase «el rayo de la personalidad», se somete a la cualidad del rayo del ego. Esas dos grandes influencias actúan y se afectan mutuamente, desarrollando continuamente una interacción que produce modificaciones y cambios, hasta que en forma lenta y gradual, el rayo de la personalidad no es tan predominante y el rayo del alma asume firmemente el predominio. Con el tiempo se expresará el rayo del alma y no el rayo de la forma. Luego el rayo de la personalidad o de la forma, se convierte en un simple medio de expresión a través del cual la cualidad del alma puede hacer sentir poderosamente su presencia. Parte del contenido de esta idea se halla en la antigua frase oculta “la luz mayor debe extinguir el fuego menor”. Esto puede observarse simbólicamente en el poder del sol cuando aparentemente extingue el fuego al irradiar sobre él su calor.

Anteriormente mencioné que podríamos emplear las palabras Vida, Cualidad y Apariencia, en lugar de Espíritu, Alma y Cuerpo, pues expresan la misma verdad. La cualidad de la materia con la que está construida la forma humana y habitada por el alma o ángel solar, es la que normalmente colora a la apariencia. Posteriormente esta cualidad inherente en la apariencia cambia, [i22] y la naturaleza de la cualidad de la Deidad (tal como lo expresa el alma) elimina la cualidad de las formas. Durante la etapa en que la cualidad de la materia es de mayor influencia, esa radiación material se hace sentir de tres modos, los cuales, considerados en lo que respecta a todo el proceso evolutivo y, hasta donde concierne a la personalidad humana, aparecen sucesivamente cualificando el aspecto materia con sus tres cualidades principales:

1. La cualidad de la sustancia física. En esta etapa de desarrollo las reacciones del ser humano son casi totalmente físicas y está sometido totalmente al rayo del cuerpo físico, etapas que tienen sus analogías en la época lemuriana y en el período infantil.

2. La cualidad del cuerpo astral. Rige al individuo durante un largo período y también más o menos a las masas humanas. Corresponde al período atlante y a la etapa de la adolescencia. El rayo del cuerpo astral es de gran poder.

3. La cualidad del cuerpo mental. En lo que concierne a la raza humana, esta cualidad sólo empieza a adquirir poder en la raza aria, a la cual pertenece nuestra era; corresponde a la etapa de la adultez en el individuo. El rayo de la mente tiene una relación muy estrecha con el ángel solar, y existe una afiliación peculiar entre el Ángel de la Presencia y el ser humano mental. La interacción e interrelación cultivadas y profundamente arraigadas, aunque a menudo no reconocidas, producen la unificación del alma con su mecanismo, el ser humano en los tres mundos.

Desde el ángulo de estas tres influencias de rayo, tenemos (en la vida del aspirante) una recapitulación del triple proceso que podríamos denominar «un proceso de desarrollo de las consciencias lemuriana, atlántida y aria». En el Sendero [i23] de Probación, el rayo del cuerpo físico debe subordinarse a los poderes que emanan de esos rayos egoicos que afluyen desde la hilera externa de pétalos del loto egoico (Véase Tratado sobre Fuego Cósmico), los pétalos del conocimiento. En el Sendero del Discipulado el cuerpo astral es subyugado por el rayo del alma a medida que afluye desde la segunda hilera de pétalos, los del amor. En el Sendero de Iniciación, y hasta la tercera iniciación, el rayo del cuerpo mental es subyugado por la fuerza de los pétalos del sacrificio, que están en la tercera hilera de pétalos. Así los tres aspectos de la personalidad son subyugados por la energía que emana de los nueve pétalos del loto egoico. Después de la tercera iniciación, la entera personalidad, compuesta de los tres aspectos, se hace sensible a la energía del fuego eléctrico puro o vida, a medida que afluye a través del cerrado «capullo que se halla en el corazón del loto egoico».

El valor de esta información consiste en que proporciona, simbólicamente, un cuadro sintético del desarrollo y de las relaciones superiores del ser humano. Su peligro radica en la facultad que tiene el intelecto humano de separar y dividir, de allí que se considere que el proceso se desarrolla en etapas sucesivas cuando, en realidad, se lleva a cabo una actividad paralela y también muchas superposiciones, fusiones e interrelación de aspectos, rayos y procesos, dentro de un determinado ciclo de tiempo.

Tal es el programa para la humanidad en lo que respecta al desarrollo de la consciencia humana. En último análisis, todo el énfasis del proceso evolutivo se pone en el desarrollo de la consciente e inteligente percepción de la vida que anima las diversas formas. El estado exacto de la percepción depende de la edad del alma. Sin embargo el alma no tiene edad desde el punto de vista del tiempo, tal como la humanidad lo entiende. Es inmortal y eterna. Ante el alma pasa el caleidoscopio de los sentidos y el [i24] drama de la existencia fenoménica externa; pero a través de todos estos acontecimientos que suceden en tiempo y espacio, el alma siempre mantiene la actitud del Espectador y del Observador que percibe, observa e interpreta. En las primeras etapas, cuando la «consciencia Lemuriana» caracteriza al ser humano fenoménico, el aspecto fragmentario del alma, que mora en la forma y la anima e implanta en el ser humano cualquier consciencia verdaderamente humana que pueda poseer, se halla inerte, incipiente y desorganizada; no posee mentalidad, tal como la comprendemos, y sólo se caracteriza por la identificación total con la forma física y sus actividades. Éste es un período de lentas reacciones tamásicas al sufrimiento, a la alegría, al dolor, al anhelo, a la satisfacción del deseo y a la intensa ansiedad subconsciente de progresar. En el transcurso de las vidas se acrecienta en forma lenta la capacidad de identificarse conscientemente y aumenta el deseo de un mayor campo de satisfacciones; el alma que mora y anima, se oculta más profundamente, y es prisionera de la naturaleza forma. Todas las fuerzas de la vida se concentran en el cuerpo físico y, en consecuencia, los deseos que se expresan son de orden físico; hay también una acrecentada tendencia a tener deseos más sutiles como los que evoca el cuerpo astral. Gradualmente la identificación del alma con la forma se transfiere desde la forma física a la astral. Hasta allí no hay nada que pueda denominarse personalidad. Existe sólo un cuerpo físico viviente y activo, con sus deseos, necesidades y apetitos, conjuntamente con la trasferencia lenta, pero constante, de un cambio de la consciencia del vehículo físico al astral.

Con el tiempo, cuando esta trasferencia ha sido llevada a cabo con éxito, la consciencia no se identifica totalmente con el vehículo físico, sino que se centraliza en el cuerpo astral-emocional. Entonces el foco de atención del alma, actuando a través del ser humano que evoluciona lentamente, reside en el [i25] mundo de deseos y el alma se identifica con otro mecanismo, el cuerpo de deseo o astral. Su consciencia se convierte entonces en «consciencia atlante». Sus deseos no son ya tan vagos ni incipientes, pues hasta ahora sólo concernían a las necesidades y apetitos fundamentales, primero el instinto de auto conservación, segundo la propia perpetuación por el anhelo de reproducirse y, en último lugar, la satisfacción de las necesidades económicas. En esta etapa tenemos el estado de percepción del niño y del salvaje. Sin embargo, en forma gradual, se va produciendo una creciente comprensión interna del deseo y se pone menos énfasis en las satisfacciones físicas. La consciencia empieza a responder con lentitud al impacto de la mente y al poder de discriminar y elegir entre varios deseos; entonces comienza a capacitarse para emplear el tiempo en forma algo más inteligente. Empieza a sentir placeres más sutiles; los deseos son menos burdos y físicos; aparece el deseo por lo bello y un tenue sentido de los valores estéticos. Su consciencia se hace más astral-mental o kama-manásica y la tendencia de sus actividades diarias o modos de vivir y su carácter, tienden a expandirse, desarrollarse y mejorarse. Aunque todavía sigue dominado durante la mayor parte del tiempo, por deseos irracionales, el campo de sus satisfacciones y deseos sensorios es menos animal y más definidamente emocional. Comienza a darse cuenta de sus estados de ánimo y sentimientos; lo invade un vago deseo de hallar la paz y el ansia de encontrar ese algo nebuloso llamado felicidad, factores que empiezan a desempeñar su parte. Esto corresponde al período de la adolescencia y al estado de consciencia denominado atlante, lo cual constituye la condición de las masas en los tiempos actuales. La mayoría de los seres humanos continúa siendo atlante, puramente emocional en sus reacciones y en su acercamiento a la vida. Están aún regidos predominantemente por deseos egoístas y por los impulsos instintivos de la vida. Nuestra humanidad terrestre sigue estando [i26] en la etapa atlante, mientras que los intelectuales, los discípulos y los aspirantes del mundo, van superando rápidamente esta etapa, pues han logrado la individualización en la cadena lunar, y fueron los atlantes del pasado.

Quienes trabajan hoy en el mundo deberían tener muy en cuenta estos hechos y secuencia, si desean valorar correctamente el problema mundial y guiar y enseñar debidamente a los pueblos. Generalizando, deberían también comprender que en las masas sumergidas no hay verdadera mentalidad con la cual trabajar, y necesitan ser orientadas hacia lo realmente deseable más que hacia lo verdaderamente razonable; el esfuerzo de todos los que enseñan debería estar enfocado en dirigir correctamente la energía del deseo expresado por las masas incultas y fácilmente influenciables.

Las personas más evolucionadas del mundo poseen un cuerpo mental activo, y esto sucede en gran escala en nuestra civilización occidental. La energía del rayo al cual pertenece el cuerpo mental comienza a afluir y se va afirmando lentamente. Cuando esto sucede, la naturaleza de deseos es controlada y, en consecuencia, la naturaleza física puede llegar a ser un instrumento más definido de los impulsos mentales. La consciencia del cerebro comienza a organizarse y el foco de las energías a transferirse gradualmente desde los centros inferiores a los superiores. El género humano está actualmente desarrollando la «consciencia aria» y alcanzando la madurez. En las personas más evolucionadas tenemos también la integración de la personalidad y el control definido del rayo de la personalidad, con el consiguiente aferramiento sintético y coherente de los tres cuerpos fusionados en una unidad activa. Luego la personalidad se convierte en instrumento del alma.

Lo que antecede es una exposición sencilla y directa de un largo y difícil desarrollo evolutivo. Su misma sencillez indicará que sólo ha sido tratado en amplios delineamientos, omitiendo [i27] los infinitos detalles del proceso. El trabajo se inicia con la Individualización y continúa a través de las dos etapas finales, la Iniciación y la Identificación. Estas tres etapas marcan el progreso de la consciencia del alma desde la identificación con la forma hasta la identificación con el Yo. Estas tres palabras, individualización, iniciación e identificación, abarcan todo el proceso de la carrera del individuo, desde el momento en que entra en el reino humano hasta que sale de ese reino en la tercera iniciación y actúa libremente en el quinto, el reino de Dios. Para entonces, habrá aprendido que la consciencia es libre e ilimitada y que puede actuar en la forma o fuera de ella, según el mandato del alma o de acuerdo a como puede servir mejor al Plan. Entonces el alma ya no está condicionada por la forma. Así como el ser humano puede expresarse en lo que se denomina la vida tridimensional, al recibir la tercera iniciación puede, análogamente, actuar activa y conscientemente en cuatro dimensiones y, en las etapas finales del Sendero de Iniciación, llegar a estar activo en la quíntuple dimensión.

Al considerar los diversos grados de expansión de la consciencia debe recordarse el hecho significativo de que existe en todo un desarrollo constante y secuencial. La vida del alma, en este gran ciclo de vida que llamamos encarnación humana, pasa, en el plano del fenómeno, a través de todas las etapas con la misma orientación, poder y continuo crecimiento y por la adaptación de la forma a las circunstancias y al ambiente, así como lo hace la vida de Dios al afluir era tras era a través de los diversos reinos de la naturaleza. A través de todo esto puede trazarse con toda claridad el paso del hilo de la consciencia en desarrollo. Las formas se construyen, utilizan y descartan. Los ciclos de vida llevan a las formas a ciertas etapas de desarrollo, necesarias para la consciencia progresivamente incluyente. Otros posteriores ciclos demuestran los efectos definidos y específicos de esta consciencia desarrollada, pues algunas vidas son predominantemente fructíferas en producir [i28] causas (frase paradójica de profundo significado) y otras en eliminar los efectos de las causas anteriormente iniciadas. Esto, por lo general, pocas veces se pone de relieve. Luego, los posteriores ciclos de vida hacen que estos dos aspectos -consciencia y forma- establezcan una mayor armonía, produciendo así un tipo de vida totalmente distinto. La analogía de estos ciclos puede observarse en la Vida y la consciencia del Logos planetario, a medida que esa gran Vida trata de expresarse por medio de los cuatro reinos de la naturaleza.

Sin embargo (y esto es de suprema importancia) toda esta actividad, desarrollo dirigido, vivencia y propósito evolutivo, todo cuanto acontece en los reinos de la naturaleza y en todas las etapas de condicionamiento de la vida en la familia humana, además del caleidoscopio de los acontecimientos, el surgimiento de las características y tendencias, la aparición de formas con sus matices, cualidades y actividades singulares, síntesis y fusiones, anhelos, instintos y aspiraciones, manifestaciones de amor y de odio (como expresiones de la gran ley de atracción y repulsión), la creación de civilizaciones, ciencias y artes con sus maravilla y belleza -todo esto no es más que la expresión de la voluntad de ser de ciertos Seres o Vidas. Su consciencia trasciende de tal modo a la humana que únicamente los iniciados de grado elevado pueden penetrar en Su verdadero Plan. Lo que en la actualidad vemos es sólo la expresión de Sus energías en el proceso de crear formas y en el de la evolución de la consciencia. El Plan, tal como lo presienten los discípulos mundiales, al tratar de trabajar y colaborar con él, es únicamente la percepción de la parte que concierne a la consciencia humana. Hasta ahora, ni siquiera hemos podido obtener una vislumbre de la vastedad del Plan sintético de otras evoluciones que no son la humana, la superhumana y la subhumana; tampoco hemos podido captar la estructura del ideal de Dios que subyace en la totalidad de los procesos manifestados, ni siquiera el de nuestro pequeño planeta. Todo lo que [i29] verdaderamente sabemos es que el Plan existe, que es muy bueno y que estamos incluidos y sometidos a él.

He aquí la clave del difícil problema del libre albedrío. Podría decirse que dentro de los límites de la sabia orientación del ser humano inteligente existe el libre albedrío, en lo que concierne a la actividad del reino humano. Allí donde no existe actividad mental ni facultad para discriminar, analizar y elegir, no hay libre albedrío. Sin embargo, dentro de los procesos más vastos del Plan, incluyendo toda la evolución planetaria, no hay libre albedrío para el pequeño ente, el ser humano, el cual está sujeto a lo que llamamos «actos de Dios», ante los cuales no tiene defensa, escapatoria ni elección. Esto encierra un indicio de la actuación del karma en el reino humano; el karma y la responsabilidad inteligente están inextricablemente tejidos y entretejidos.

Al finalizar nuestra discusión sobre los tres pasos, la Individualización, la Iniciación y la Identificación, que marcan el progreso del alma desde la identificación con la forma, hasta que ella misma y su propia identidad se pierden en una identificación más elevada con el Uno Absoluto, dirijamos nuestro pensamiento a ese punto, en tiempo y espacio, en que la consciencia espiritual se libera de todo tipo de percepción y diferenciación y también de la última sensación del yo, y se sumerge en esa sublime condición donde ya no existe el egocentrismo, tal como lo entendemos. Más adelante consideraremos las etapas en que el alma - impelida por sus cualidades peculiares de rayo - se apropia (para propósitos de la experiencia) de esas formas que pueden expresar y responder a los múltiples tipos de percepción divina.

Por lo tanto, se observará que existen aquí dos puntos de identificación en la larga experiencia del alma. Uno marca la etapa donde la forma, la materia, la sustancia, el tiempo y el espacio, son factores dominantes que aprisionan al alma [i30] dentro de su tipo de consciencia. Esto significa la identificación con la vida de la forma. El otro significa la identificación con todo lo que está fuera de la expresión de la forma y liberado de ella. Lo que ello pueda implicar está más allá del alcance de nuestra actual humanidad avanzada y es conocido, en su verdadero significado, sólo por esas grandes Existencias como el Cristo, el Buda y Aquellos de análogo rango en la Jerarquía de Vidas. Las cualidades generadas y desarrolladas a través de la primera de estas identificaciones persisten y coloran la comprensión consciente, y debe recordarse que la experiencia adquirida en ella da por resultado la identificación final. Estas cualidades variarán de acuerdo al predominio de una u otra de las energías de rayo, pero, en las últimas etapas, no habrá consciencia de la cualidad o del tipo de rayo, sino simplemente un estado de Ser o vivencia que comprende la identificación con el Todo y, al mismo tiempo, «mantiene en solución» (si se puede usar un término tan inadecuado) todos los resultados de las identificaciones menores, las diversas diferenciaciones y distinciones y los variados instintos, impulsos e intuiciones de rayo. Las cualidades contenidas y expresadas y las posibles acciones, reacciones y percepciones, están siempre presentes y son susceptibles de volver a adquirirse a voluntad, pero todas se hallan bajo el umbral de la consciencia. Vivencia, Ser, Plenitud y Unidad, son las características que distinguen esta etapa altamente evolucionada, que es a su vez la base de ese ciclo evolutivo superior del cual nada sabemos, insinuado en el Tratado sobre Fuego Cósmico y en las referencias sobre los siete Senderos que se abren al adepto que ha pasado la quinta iniciación. La absorción en la Vida Una es lo que caracteriza a ese estado elevado de consciencia. Su principal característica consiste en liberarse de todo lo que significan las palabras forma y ego; de allí que muchas escrituras antiguas, cuando procuran considerar y explicar esta condición [i31] supranormal y superlativa, se ven forzadas a emplear negaciones y la denominada «doctrina de la negación». Sólo indicando lo que no es ese estado de condición o percepción, puede darse una idea de lo que esencialmente es. Estas negaciones (frecuentemente mal interpretadas por el lector occidental) son, por lo tanto, el resultado de la futilidad y lo inadecuado del lenguaje para expresar la Realidad como se conocía entonces.

Después de pasar las iniciaciones mayores, el estado de consciencia del adepto iluminado y liberado es tal, que el lenguaje sólo sirve para oscurecer e impedir la verdadera comprensión. La consciencia del iniciado es de naturaleza tan sublime que puede ser únicamente descrita en términos de liberación y negación, acentuando lo que no es. Es un estado donde no existe ni la cosa ni el ego, pues todo conocimiento egoico está reemplazado por un estado del Ser y de la consciencia, solamente susceptible de comprensión y expresión cuando la vida de la forma ya no es de utilidad para la perfecta vida espiritual. Es un estado en el que no existe individualidad, sin embargo, posee el conocimiento subconsciente y las adquisiciones de la experiencia individual. El centro de consciencia está tan lejos de cualquier identificación separada e individual, que desaparece totalmente ese factor particular y sólo la vida macrocósmica es comprendida sensiblemente. Desde nuestro punto de vista actual, es un estado de inactividad, porque han desaparecido todas las reacciones individuales hacia la actividad de la materia, estado de ser que llamamos egoico, donde la Vida y la Mente ya no pueden ser impulsadas a la actividad por ninguno de los factores que, hasta ahora, han producido lo que hemos llamado actividad del alma y existencia de la forma.

Sin embargo, aunque la consciencia es distinta de todo lo conocido hasta ahora y sólo puede ser expresada en términos de negación, debe recordarse constantemente la verdad de que la percepción mayor debe incluir siempre a [i32] la menor. En consecuencia, todas las posibles acciones y reacciones, identificaciones y enfoques, percepciones y contactos, impulsos de rayo, acercamientos y alejamientos, y todas las posibles expresiones de la actividad y de las cualidades divinas, fenoménicas y no-fenoménicas, están incluidas en el estado del Ser, que es ahora el estado natural de la Existencia espiritual liberada e iluminada. Todas pueden recuperarse mediante la voluntad, respondiendo a una necesidad, pero el Ser espiritual no está ya sujeto o identificado con ellas. Cada una de las etapas del gran Sendero de Liberación o Iluminación que hemos considerado -Individualización, Iniciación e Identificación-, han llevado a la Vida o al ser humano interno espiritual, de un punto a otro, de una cualidad a otra, de una realización a otra, de la apariencia fenoménica a la vida espiritual, de la percepción física a la percepción emocional sensoria y de allí a la separatividad y diferenciación mentales. Ha sido conducido del infierno al cielo, del cielo al Nirvana, de la vida condicionada del Ego personal a la del alma del grupo, y de allí al estado de liberación de la vida intuitiva pura. Ha pasado de la experiencia de la forma a esa completa liberación de todas las impresiones vibratorias que le corresponde demostrar a la naturaleza del Ser puro (separado de la existencia fenoménica). Pero, al mismo tiempo, nada se ha perdido de la capacidad o de la cualidad, o de la percepción sensoria. Esto está bellamente expresado en palabras en El Antiguo Comentario que se halla en los archivos de los Maestros.

«La cualidad de la vida se desvanece. Parpadea y se apaga. Sin embargo, los Benditos Seres revelan a voluntad esa cualidad. El color puro permanece.

«La naturaleza de la vida en la forma no aparece. Brilla por un momento, luego desaparece. Los Benditos Seres pueden tomar a voluntad una forma, pero todavía no son la forma.