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IV. Rglas para obtener el Control del Alma - Parte 2

c. El anhelo de formular un plan

El tercer instinto divino o la tendencia interna oculta es el impulso a formular un plan. Se evidenciará que este anhelo surge o depende de las dos tendencias anteriormente consideradas. Tiene su reflejo microcósmico en los numerosos planes y proyectos del ser humano finito, cuando vive su insignificante vida o deambula en el planeta, preocupado por sus pequeños asuntos personales. Esta capacidad universal de trabajar y proyectar garantiza la existencia en el ser humano de la capacidad de responder oportuna y grupalmente al plan de Dios, basado en la visión de Dios. Estos fundamentales, progresivos y divinos instintos, expresiones de la conciencia y la percepción de Dios, tienen sus reflejos embrionarios en nuestra humanidad moderna. No me propongo indicar hasta dónde comprendo el Plan de Dios, lo cual está naturalmente limitado por mi capacidad. Sólo puedo presentirlo tenuemente y en forma ocasional, y en mi mente surge confuso el delineamiento del prodigioso objetivo de Dios. Dicho Plan puede ser únicamente presentido, visualizado y conocido con certeza por la Jerarquía, y sólo grupalmente, y por aquellos Maestros que pueden actuar en plena conciencia monádica. Ellos son los únicos que comienzan a comprender lo que es. El resto de los componentes de la Jerarquía -iniciados y discípulos en distintas categorías y diversas graduaciones- deben conformarse en prestar colaboración a ese aspecto inmediato del Plan que pueden captar y que les llega por intermedio de las mentes inspiradas de sus Mentores, en determinados momentos y en ciertos años específicos. El año 1933 fue uno de ellos. Otro similar será el año 1942. En esos momentos, cuando la Jerarquía se reúne en silencioso cónclave, se Le [i242] revela, para el próximo ciclo de nueve años, una parte de la visión de Dios y lo que Él ha formulado sobre ella para el presente inmediato. Entonces, con perfecta libertad y plena colaboración, proyectan cómo llevar a cabo los objetivos deseados de los Guías de la Jerarquía, quienes colaboran a su vez con Fuerzas y Conocedores aún más elevados.

La información que antecede evocará probablemente gran interés entre los estudiantes que aún no se han sintonizado con los valores superiores. Si los que leen esto se dieran cuenta de ello, comprenderían que es la parte menos importante del capítulo y que contiene una exigua utilidad para ellos. Observarán que no tiene para nosotros una aplicación práctica. Por lo tanto, algunos se preguntarán y con razón: ¿Para qué dan esta información? Responderé. Este tratado está escrito para futuros discípulos e iniciados, y todo lo que aquí se expone sólo es parte de lo que se ha revelado de la verdad que se desea impartir. Actualmente llega a través de muchos canales y desde múltiples fuentes - ¡tal el maravilloso poder que reside detrás de los actuales reajustes mundiales!

El instinto de la Deidad está íntimamente relacionado con la Ley de Economía y es una expresión del Principio de Materialización. El ser humano debe estudiar, captar y forjar esto mediante el correcto empleo del cuerpo mental, actuando bajo la influencia del Espíritu o Alma. El Principio de Continuidad debe ser trasformado en conocimiento consciente por el correcto empleo de la naturaleza astral o de deseo, actuando bajo la influencia de Budhi. Finalmente, la Tendencia a la Síntesis debe ser realizada en la conciencia cerebral en el plano físico, bajo la influencia de la Mónada, pero su real expresión y la respuesta verdadera del ser humano a este anhelo, sólo es posible después de pasar la tercera iniciación. De esta manera se verá fácilmente que este tratado ha sido en verdad escrito realmente para el futuro.

Tenemos aquí mucho para cavilar, [i243] pensar y meditar. Busquemos el hilo de oro que nos conducirá, en conciencia de vigilia, a la casa del tesoro de nuestras propias almas y aprendamos allí a unificarnos con todo lo que respira, a presentir la visión destinada a la totalidad, hasta donde podamos, y a trabajar al unísono con el plan de Dios, en la medida en que nos ha sido revelado por Quienes conocen Estas antiguas reglas o factores determinantes -las leyes condicionantes esenciales en la vida del Alma- son, en su naturaleza, básicamente psicológicas. Por esta razón merecen que las estudiemos. En su propio plano, el alma no conoce separación, y el factor síntesis rige todas las relaciones del alma. El alma no sólo se ocupa de la forma que puede adoptar la visión de su objetivo, sino de la cualidad y el significado que esa visión vela u oculta. El alma conoce el Plan, su forma, su delineamiento, sus métodos y su objetivo. Por el empleo de la imaginación creadora el alma crea, construye formas mentales en el plano mental y objetiva el deseo en el plano astral. Luego exterioriza su pensamiento y sus deseos en el plano físico mediante la fuerza aplicada y activada creadoramente por la imaginación del vehículo etérico o vital. Debido a que, sin embargo, el alma es inteligencia, animada por el amor, puede (dentro de la síntesis lograda que rige sus actividades) analizar, discriminar y dividir. Del mismo modo, el alma aspira a lograr aquello que es aún más grande que sí misma, y penetrar en el mundo de las ideas divinas ocupando una posición intermedia entre el mundo de la ideación y el mundo de las formas. Tales son su dificultad y su oportunidad.

La vida del alma se afirma de acuerdo a sus factores condicionantes. El valor de esto reside en que, en el Sendero del Discipulado, dichos factores deben empezar a desempeñar su parte en la vida de la personalidad y comenzar a condicionar al ser humano inferior para que su vida, sus hábitos, [i244] deseos y pensamientos, estén a tono con los impulsos más elevados iniciados por el alma. Esto es sólo otra manera de definir esas expresiones de la vida espiritual que todo iniciado debe demostrar.

Cada aspirante, a medida que transcurre el tiempo, debe desarrollar el poder de ver la totalidad y no sólo la parte, y observar su vida y esfera de influencia en términos de relaciones colectivas y no del yo separatista. No sólo tiene que percibir la visión (pues eso lo ha hecho ya el místico), sino que debe penetrar detrás de ella, y llegar a esas cualidades esenciales que dan significado a la visión. El instinto de formular planes, que es inherente a todos los seres y tanto predomina en los más evolucionados, debe ceder su lugar a la tendencia a hacer proyectos de acuerdo al plan de Dios, tal como se expresa a través de la Jerarquía planetaria. Con el tiempo, esto producirá el anhelo de crear esas formas que imparten significado, lo cual trasmutará el mal en bien y transfigurará la vida.

Pero, para realizarlo de acuerdo al Plan y, al mismo tiempo, reconocer la síntesis fundamental en la cual vivimos y nos movemos, el discípulo debe aprender a analizar, discriminar y discernir esos aspectos, cualidades y fuerzas, que deben ser empleados en forma creadora en la materialización del Plan intuido, basado en la visión presentida. Sería bueno meditar sobre la relación existente entre el ser humano y la Jerarquía, por medio del alma del ser humano. La Jerarquía existe a fin de hacer posible en la forma la realización de la Visión divina y del Plan presentidos. Para hacer que surja esta verdad el ser humano debe también hallarse en el punto intermedio cuando maneja las grandes dualidades de la vida para producir el nuevo mundo.

A medida que se estudian las reglas para lograr el control por el alma, no será necesario repetir constantemente las tres relaciones fundamentales del alma:

  1. La relación con otras almas dentro de la circundante vida [i245] de la súper Alma. Sólo comprendiendo esta relación llegaremos al conocimiento práctico de que todas las almas son una sola Alma.
  2. La relación con la Jerarquía de almas regentes. Aunque esta Jerarquía contiene los siete elementos que constituyen la diferenciación primaría a la cual la Vida Una -como conciencia-, se somete, debe tenerse en cuenta que esta Jerarquía es esencialmente la personificación del aspecto voluntad del Logos, la voluntad al bien, la voluntad de amar, la voluntad de conocer, la voluntad de crear. Esta Voluntad está siendo servida por la Mente Universal de la Deidad, pero es la expresión de una conciencia aún más elevada de la cual participa esa Deidad. Este concepto está necesariamente más allá de nuestra comprensión; pero debemos recordar que esta parte del libro es para ser aplicada en el futuro y no meramente para la comprensión actual.
  3. La relación con el Plan de Dios tal como se desarrolla en la actualidad.

Los conceptos antedichos servirán para preparar el camino de lo que ahora se dilucidará con mayor claridad. A veces es de utilidad retrotraer la conciencia alcentro cuando la órbita que recorre la mente es muy extensa. La síntesis del concepto divino, la Visión del delineamiento estructural y el plan para su materialización -factores que rigen a las almas en su plano- condicionan su actividad y, dentro del límite en que trabajan, constituyen factores que, en tiempo y espacio, condicionan y limitan a la Deidad, pues tal es Su divina Voluntad. Considerando todo el tema desde otro punto de vista, estas reglas de contacto con el alma establecen el ritmo y determinan la pulsación de la vida de Dios a medida que hacen constantemente impacto sobre los ritmos inferiores, que finalmente eliminará. Esto sucede en el caso de los seres humanos individuales; algún día esto sucederá en toda la [i246] humanidad, y por último, determinará la vida, el propósito y la actividad de todas las formas en nuestro planeta.

d. El anhelo de lograr una vida creadora

La comprensión de esto nos conducirá a considerar más detalladamente el cuarto punto: el anhelo de lograr una vida creadora mediante el empleo divino de la imaginación. Como hemos visto, es necesario para la humanidad reconocer que existe un mundo de significados detrás del mundo de las apariencias, el de la forma, denominado “mundo aparente”. La raza tiene ante sí la revelación inmediata de este mundo interno de significados. Hasta ahora, como raza, nos hemos ocupado del símbolo y no de lo que representa la apariencia externa. Pero ya hemos agotado totalmente nuestro interés por el símbolo tangible y buscamos -nuevamente como raza- lo que el mundo externo de la apariencia está destinado a expresar.

Se habla mucho hoy de la Nueva Era, de la revelación futura, del inmanente salto hacia el reconocimiento intuitivo de lo que hasta ahora ha sido confusamente presentido por el místico, el vidente, el poeta inspirado, el científico intuitivo y el investigador ocultista, al cual no le interesan los tecnicismos ni las actividades académicas de la mente inferior. Pero frecuentemente ante la gran expectativa olvida algo. No es necesario hacer un esfuerzo demasiado arduo o una intensa investigación externa, empleando términos que pueden ser captados por un punto de vista limitado y común. Todo lo que se ha de revelar está dentro y alrededor nuestro. Es la significación de todo lo que está incorporado en la forma, el significado detrás de la apariencia, la realidad velada por el símbolo, la verdad expresada en la sustancia.

Sólo dos cosas permitirán al ser humano penetrar en este reino interno de causas y de revelación, y son:

[i247] Primero, el esfuerzo constante, basado en un impulso subjetivo para crear esas formas que expresarán alguna verdad presentida; mediante ese esfuerzo y por su intermedio, el énfasis cambia constantemente desde el mundo externo aparente, al aspecto interno fenoménico. Por este conducto se produce un enfoque en la conciencia que oportunamente se afirma y se aparta de su actual intensa exteriorización. Un iniciado es, esencialmente, un individuo cuyo sentido de percepción se ocupa de los contactos e impactos subjetivos y no se preocupa predominantemente del mundo de las percepciones sensorias externas. Este interés, cultivado en el mundo interno de significados, no sólo tendrá un pronunciado efecto sobre el buscador espiritual, sino que con el tiempo dará importancia, ya reconocida en la conciencia cerebral de la raza, al mundo de significados como único mundo real para la humanidad. Esta comprensión dará lugar, a su vez, a dos efectos:

  1. La justa adaptación de la forma a los factores significativos que la han traído a la existencia en el plano externo.
  2. La creación de la verdadera belleza en el mundo y, por consiguiente, un acercamiento más estrecho al mundo de las formas creadas, a la verdad interna emergente. Podría decirse que la divinidad está velada y oculta en la multiplicidad de formas con sus infinitos detalles, y en la simplicidad de las formas, que oportunamente se verá, llegaremos a una nueva belleza, a un más
  3. amplio sentido de la verdad y a la revelación del significado y del propósito de Dios en todo lo que Él ha realizado época tras época.

Segundo, el continuo esfuerzo por llegar a ser sensible al mundo de las realidades significativas y, por lo tanto, crear esas formas en el plano externo que serán la copia fiel de los impulsos ocultos. Esto se efectuará cultivando la imaginación creadora. Hasta ahora, la humanidad sabe poco sobre [i248] esta facultad que está latente en todos los seres humanos. Un destello de luz irrumpe en la mente que aspira; un sentimiento de esplendor develado penetra por un instante a través del tenso aspirante que espera la revelación; la súbita comprensión del color, la belleza, la sabiduría y una gloria indescriptibles, se abren ante la conciencia sintonizada del artista, en un elevado momento de dedicada atención y, por un segundo, la vida se ve como esencialmente es. Pero la visión desaparece, se desvanece el fervor y la belleza se disipa. El ser humano ha quedado con un sentimiento de congoja, de pérdida y, sin embargo, posee la certeza de un conocimiento y un deseo de expresar, como nunca ha experimentado antes, aquello con lo que ha entrado en contacto. Debe recuperar lo que ha visto y revelado a quienes no han experimentado ese momento secreto de revelación; de algún modo debe expresarlo y revelar a otros la significación que existe detrás de la apariencia fenoménica. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo recuperar lo que una vez fue suyo y parece haber desaparecido retirándose del campo de su conciencia? Debe comprender que aquello que ha visto y con lo cual ha hecho contacto aún está allí y contiene la realidad; que es él quien se ha apartado y no la visión. El dolor que se sufre en los momentos intensos hay que pasarlo, vivirlo una y otra vez, hasta que el mecanismo

de contacto se acostumbre a la vibración elevada y pueda, no sólo sentir y hacer contacto, sino retener y hacer contacto a voluntad con ese mundo oculto de belleza. El cultivo de este poder de penetrar, retener y trasmitir, depende de tres cosas:

  1. La voluntad de soportar el dolor de la revelación.
  2. El poder de mantener un punto elevado de conciencia en el cual llega la revelación.
  3. La centralización de la facultad imaginativa sobre la revelación o sobre todo lo que la conciencia cerebral puede traer a la zona iluminada del [i249] conocimiento externo. Esto constituye la imaginación o la facultad de crear imágenes, que vincula la mente con el cerebro y produce la exteriorización del esplendor velado.

Si el artista creador medita sobre estos tres requisitos -duración, meditación e imaginación- desarrollará en sí mismo el poder de responder a esta cuarta regla para lograr el control por el alma y sabrá con el tiempo que el alma es el secreto de la persistencia, la reveladora de las recompensas de la contemplación y la creadora de todas las formas en el plano físico.

El empleo de la imaginación creadora y los frutos del esfuerzo, actuarán en los diversos campos del arte humano de acuerdo al rayo del artista creador. Recuérdese que el artista pertenece a todos los rayos; no hay un rayo particular que produzca más artistas que otros. Evidentemente, la forma tomará una expresión espontánea cuando la vida interna del artista sea regulada, produciendo la organización externa de sus formas de vida. El verdadero arte creador es una función del alma; por lo tanto, la principal tarea del artista es alineamiento, meditación y enfoque de su atención en el mundo de los significados. A esto le sigue la tentativa de expresar ideas divinas en formas adecuadas, de acuerdo a la capacidad innata y a las tendencias de rayo del artista en cualquier campo elegido que constituye para él, el mejor medio para realizar su esfuerzo. Esto va acompañado por el esfuerzo realizado constantemente en el plano físico para equipar, instruir y entrenar el mecanismo del cerebro, de la mano y de la voz, mediante los cuales debe fluir la inspiración, para expresar en forma exacta y exteriorizar correctamente la realidad interna.

La disciplina que esto implica es grande y aquí fracasan muchos artistas. Su fracaso se basa en muchas cosas -en el temor de emplear la mente porque pudiera malograr sus esfuerzos y en la creencia de que el arte creador espontáneo es, y debe ser, principalmente emocional [i250] e intuitivo, no impedido ni obstaculizado por una atención demasiado intensa en el entrenamiento mental. Esto se basa en la inercia, que tiene su línea de menor resistencia en el trabajo creador y no trata de comprender la forma en que llega la inspiración, ni cómo es posible la exteriorización de la visión, o desconoce la técnica de las actividades internas, sino que simplemente obedece a un impulso. También indica un desarrollo irregular y desequilibrado, resultado del hecho de que, a través de la especialización o del intenso interés enfocado en un período de vidas, se obtiene la capacidad de hacer contacto con el alma en una sola línea de esfuerzo, pero no la de estar en permanente contacto con el alma. Esto es factible debido a que el artista durante muchas vidas ha estado bajo la influencia de un determinado rayo de la personalidad. De allí la paradoja oculta, anteriormente mencionada, que merece la atención de los artistas. Otro factor sobre el cual se basa a menudo el fracaso, es la vanidad y la ambición externa de muchos artistas. Tienen la habilidad de sobresalir en algún campo y particularmente en uno, evidenciando una mayor capacidad que el ser humano común, pero no tienen la habilidad de vivir como alma y la capacidad de la que alardean solo va en una dirección. Frecuentemente no llevan una vida de disciplina y de autocontrol, pero a su vez tienen creaciones geniales y realizaciones maravillosas en la línea elegida; viven en contradicción con la divinidad expresada a través de la realización artística. La comprensión de la significación y de la técnica del genio es una de las tareas de la nueva psicología. El genio es siempre la expresión del alma en alguna actividad creadora que revela el mundo de significados, de la divinidad y de la belleza oculta, que, velado generalmente por el mundo de los fenómenos, algún día lo demostrará en verdad. 

e. El factor analítico

La quinta cualidad condicionante o actividad del alma, es el factor analítico. Constituye una ley que rige a la humanidad, [i251] lo cual debe recordarse siempre. El análisis, el discernimiento, la diferenciación y el poder de distinguir, son atributos divinos. Cuando producen un sentido de separatividad y de diferencia, entonces son reacciones estimulantes de la personalidad y, en consecuencia, son mal aplicadas y utilizadas personalmente. Sin embargo, cuando se las mantiene dentro del sentido de síntesis y se las emplea para aplicar el Plan a la totalidad, son cualidades y leyes del alma, esenciales para el correcto desarrollo del propósito divino. El Plan de Dios llega a la existencia poniendo el énfasis en forma correcta, y cuando insistimos sobre un aspecto o cualidad, excluimos momentáneamente o relegamos brevemente a la pasividad otro aspecto o aspectos. Ésta es una de las partes principales de la actuación de la ley de los ciclos con la cual trabajan los Maestros. Implica, de Su parte, el empleo constante de la facultad de analizar y el poder de discriminar.

El hecho de que, en tiempo y espacio, los pares de opuestos prevalecen y los emplean los Maestros para tejer la trama de la vida, indica la diferenciación principal del Uno en dos, los dos en tres, los tres en los siete básicos y éstos en los muchos. Desde la unidad a la diversidad el trabajo prosigue y emerge de acuerdo a la ley del alma, la ley del análisis dentro del campo de la síntesis.

Las “simientes de las diferencias”, según se las denomina, son factores principales que se emplean en la producción del mundo fenoménico. La Jerarquía trabaja con

las simientes, como un jardinero trabaja con las semillas de las flores, y de estas simientes aparecen las formas diferenciadas necesarias, produciendo así más diferenciaciones. La siembra de esta simiente, su cultivo y mantenimiento, es parte de la tarea fenoménica de la Jerarquía, particularmente como sucede actualmente en la inauguración de la Nueva Era.

Los Maestros deben comprender, ante todo, cuál es el significado que la voluntad de Dios trata de expresar en cualquier determinado ciclo mundial. Tienen también que comprender el significado de los [i252] impulsos que emanan de fuentes más elevadas que las de Sus propios campos de expresión y dharma (deber) y procurar que las simientes de las nuevas formas sean adecuadas para el objetivo deseado. Además deben valorar la naturaleza de la realidad que cada era tiene que revelar en el desarrollo progresivo del propósito divino, y tienen la responsabilidad de trabajar en tal forma que la realidad externa se asemeje (en apariencia y cualidad) a la verdad interna. Todo esto es posible mediante la comprensión de la regla o factor analítico, considerándola como una ley que rige o produce el control por el alma, tanto en los niveles del alma como en el de las apariencias. Ésta es una de las principales tareas de la Jerarquía, e implica que debe poseer un tipo muy agudo de control mental, captación intuitiva y deseo de analizar. Sería bueno reflexionar sobre estos términos.

Debe recordarse que el análisis rige la aparición del quinto reino de la naturaleza, el reino de Dios en el plano fenoménico. Esta aparición presupone una diferencia entre el quinto y los otros cuatro reinos, lo cual es en una sola dirección, la de la conciencia. He aquí su principal interés y a este respecto, el quinto reino difiere de los otros reinos. Los otros cuatro poseen tipos fenoménicos separados y grupos de formas diferenciadas. Los fenómenos del reino vegetal, por ejemplo, y los del reino animal, son marcadamente distintos. Sin embargo, en el quinto reino existirá una nueva condición o estado de cosas. La apariencia fenoménica externa será la misma, en lo que a la forma concierne, aunque se intensificará su refinamiento y cualidad. El reino de Dios se materializa en, y por medio de la humanidad. Pero en el reino de la conciencia se hallará un estado de cosas muy distinto.

Un Maestro de Sabiduría tiene fenoménicamente la apariencia de un ser humano. Posee los atributos físicos, las funciones, las costumbres [i253] y el mecanismo del cuarto reino de la naturaleza, pero la conciencia es completamente distinta en la forma. Por lo tanto, el análisis mencionado en estas páginas se refiere a la distinción de la conciencia, pero no de la forma. El símbolo permanece inmutable, aunque perfeccionado en el plano externo, pero su cualidad y estado de percepción es tan distinto como el que existe entre un ser humano y un vegetal. En cierto modo es un nuevo concepto y sus implicaciones son estupendas. Constituye el secreto del cambio actual hacia el mundo de significados e implica una nueva percepción y una nueva apreciación, por parte de la humanidad, de un mayor mundo de valores. Pero -y aquí hay algo interesante- es una percepción llevada a un nuevo reino de la naturaleza, mientras continúa formando parte del antiguo. Es aquí donde tiene lugar la nueva síntesis y la nueva fusión.

La constante aparición cíclica de nuevas e impredecibles formas, a fin de que continúen indefinidamente, no constituye parte del Plan de Dios. La humanidad seguirá perfeccionando el mecanismo humano para mantenerse a la par del crecimiento de la conciencia divina en el ser humano, pero dado que en él se encuentran y fusionan las tres líneas de la divinidad, no es necesario que sigan apareciendo notables diferenciaciones en el mundo externo de los fenómenos a medida que se obtienen otros estados de conciencia. En el pasado, cada gran desarrollo de conciencia precipitó nuevas formas, lo cual no volverá a suceder. La conciencia de Dios actuando en, y sobre la sustancia del reino mineral, produjo formas totalmente distintas de aquellas que la misma conciencia -trabajando con sustancia superior- empleó en los reinos animal y humano. Bajo el plan divino, que existe para este sistema solar, tal diferenciación de formas tiene sus limitaciones y no puede ir más allá de cierto punto, el cual ha sido alcanzado en el reino humano para este ciclo mundial. En el futuro, el aspecto conciencia de la Deidad seguirá perfeccionando las [i254] formas del cuarto reino de la naturaleza por mediación de aquellos cuya conciencia pertenece al quinto reino. Ésta es la tarea de la Jerarquía de Maestros. Esta tarea ha sido delegada al Nuevo Grupo de Servidores del Mundo que, en el plano físico, puede llegar a ser el instrumento de Su voluntad. Por medio de este grupo, las cualidades divinas internas de buena voluntad, paz y amor, activas en las formas del cuarto reino, pueden acrecentarse y expresarse a través de los seres humanos.

Estos interesantes puntos se han dilucidado porque es esencial que se logre alcanzar una comprensión del factor analítico en el campo de la síntesis. A menudo se confunde análisis con separación. El problema es complejo y difícil, pero la comprensión de las implicaciones subyacentes emergerá a medida que la razaobtenga mayor sabiduría y más conocimiento. Aquí nos referimos al concepto del Plan tal como los iniciados lo han captado.

f. La cualidad que posee el ser humano de idealizar

Es interesante observar cómo automática y naturalmente los factores que inducen a que el alma controle, tal como fueron delineados, nos han llevado a la sexta ley o regla, el poder -innato, inherente y espiritualmente instintivo- de idealizar. Instinto, intelecto, intuición, ideación e iluminación, sólo son diferenciaciones y aspectos característicos de una gran capacidad inherente en el ser humano y se hallan en todas las formas de todos los reinos y en diversos grados, ya se trate del poder de la pequeña semilla, profundamente oculta en la tierra, de atravesar las barreras circundantes y emerger a la luz, o del poder de un ser humano para resucitar de la muerte en la materia a la vida de Dios y penetrar en el mundo de lo Real desde el reino de lo irreal, todo lo cual constituye un factor fundamental del idealismo. La antropología y la historia relatan la evolución del ser humano individual y de las naciones y sus [i255] actividades en el plano de las apariencias. Pero existe una historia que se está relatando lentamente, la historia de la simiente de la conciencia en la naturaleza y el crecimiento del poder para reconocer las ideas y seguir adelante hacia su realización. Ésta es la nueva historia que -como es de esperar- nos conduce firmemente al mundo de significados y nos revela gradualmente la naturaleza de los impulsos y tendencias que han llevado a la raza constantemente adelante, desde el punto más denso de la vida concreta y primitiva, al mundo de la percepción sensoria.

En este campo trabajan los Maestros y piden a sus discípulos que estén activos en él. El poder de las ideas se comienza a comprender recientemente. La potencia de la ideación, las formas que las ideas deben tomar y la promoción del culto a lasideas correctas, es uno de los principales problemas que deben abordarse en la Nueva Era.

g. La interacción de las grandes dualidades

La séptima regla -la interacción de las grandes dualidades- es una de las reglas fundamentales para lograr que el alma controle y no es fácil que la comprenda el estudiante. Constituye la ley fundamental de la vida del alma. La razón por la cual es tan difícil comprender la paradoja de la unidad del alma por medio de la dualidad, es que, al hablar de los pares de opuestos, se ha puesto el énfasis durante épocas sobre las dualidades astrales y la necesidad de que la humanidad elija recorrer el estrecho sendero que pasa entre dichas dualidades, pues él está en el campo de batalla de las dualidades y debe hallar el sendero del filo de la navaja que se extiende ante él y lo lleva al portal de la iniciación. Sin embargo estos pares de opuestos sólo son esencialmente reflejo de una analogía más elevada y divina. La ley considerada aquí rige las relaciones entre la vida y la forma, entre el espíritu y la materia. No puedo extenderme más sobre esto, pues sólo los iniciados [i256] que en sus propias vidas han trascendido el reflejo inferior de las dualidades, pueden apenas empezar a comprender la verdadera significación espiritual de esta regla para lograr que controle el alma, en su significado más amplio y esencial, por lo cual no es necesario encarar tan abstruso tema en este tratado.

Nuestra tarea consiste más bien en adquirir la sabia comprensión de la Visión hasta donde lo permite la capacidad de cada uno. Así no sólo nos llegará eventualmente la liberación, sino también la fortaleza necesaria para vivir en este mundo y servir a nuestros semejantes.