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SECCIÓN DOS - ENSEÑANZAS SOBRE EL CUERPO ETÉRICO - Parte 2

CAPÍTULO IV. LOS CENTROS Y LA PERSONALIDAD

[i167] Consideraré ahora los centros como factores que controlan la vida de la personalidad en los tres mundos, y su mutua relación, estudiando el tema desde el punto de vista de su relación con uno de los tres centros mayores planetarios -Shamballa, la Jerarquía y la Humanidad- en conexión con:

  1. El Punto en el Centro.
  2. Las Energías Relacionadas.
  3. La Esfera de Radiación.
  4. El Triángulo de Energía.

El tema es sumamente abstracto; la siguiente afirmación fundamental servirá para esclarecerlo parcialmente; esta afirmación ha sido expresada pocas veces. La expondré con la máxima sencillez:

Los centros que están debajo del diafragma, por ejemplo el plexo solar, el sacro y el centro de la base de la columna vertebral, son controlados por los cuatro éteres del plano físico planetario; los centros que están arriba del diafragma, el cardíaco, el laríngeo, el ajna y el coronario, son controlados por los cuatro éteres cósmicos a los que damos los nombres de energías de los planos búdico, átmico, monádico y logoico, respectivamente.

Esta afirmación encierra un sentido nuevo; crea una relación fundamental, haciendo factible el hecho de que “como es arriba así es abajo”. Reflexionen sobre esto. Tiene serias implicaciones.

[i168] Los centros que se encuentran debajo del diafragma -durante el proceso evolutivo - están controlados por los éteres primero, segundo y tercero, contando de abajo arriba; cuando la evolución ha llevado al aspirante al punto de integración personal, entonces, las energías del plano más elevado, el atómico-etérico, pueden controlar y controlan. Cuando ello ocurre, existe la posibilidad de que las energías de los planos etérico cósmicos activen, a su máxima expresión, los centros que se hallan arriba del diafragma. Esto sucede en el Sendero del Discipulado y en el de la Iniciación. Este interesante proceso de trasferencia de energías tiene varios nombres, tales como “sustitución de radiación”, “unión que energiza” y “luz inspiradora de energía reflejada”. Estos términos son ensayos que tienden a expresar en palabras, si bien bastante inadecuadas, lo que sucede cuando las energías superiores son sustituidas por las inferiores, cuando la “atracción” magnética de las energías espirituales eleva y absorbe a las inferiores, relacionadas principalmente con la vida de la personalidad, y cuando la luz reflejada de la Tríada espiritual y de la Gloria monádica son trasferidas a los centros superiores de energía del último vehículo empleado por el ser humano desarrollado.

Poco se ha dado hasta ahora sobre la relación existente entre los cuatro éteres físicos y los cuatro cósmicos; sin embargo, y el proceso iniciático lo revela, existe una relación directa entre ellos, y produce también significativos cambios en los vehículos de la humanidad. Además, existe una relación directa entre los cuatro aspectos del Karma (Ley de Causa y Efecto) y los cuatro éteres físicos, lo mismo que en los cuatro éteres cósmicos; más adelante, esta relación constituirá la base de una nueva ciencia esotérica. En consecuencia, el estudiante debe tratar de captar todo lo referente a la energía, sus fuentes de donde emana, su método de transferencia o sus procesos de transición, y su anclaje en el cuerpo planetario o en el cuerpo físico del individuo. Trataremos algunas de estas [i169] ideas, sentando la base para una futura investigación, pero poco puede decirse que sea de utilidad inmediata para el estudiante individual.

Relación entre los Centros Superiores e Inferiores

Resulta relativamente fácil enumerar los cuatro éteres cósmicos y clasificar los cuatro éteres del plano físico, tal como los conocemos, y luego afirmar que la persona común está controlada por los centros que se hallan abajo del diafragma, los cuales responden a los éteres del plano físico, cuando trasmiten energías desde los tres mundos de la evolución humana, y que los iniciados responden a los éteres cósmicos, cuando actúan y despiertan los centros que se hallan arriba del diafragma. Debe recordarse, al mismo tiempo, que los siete centros, en el vehículo etérico humano, están compuestos de éteres físicos, pero en el Sendero del Discipulado, se convierten en vehículos de los éteres cósmicos. Para retener esta imagen mental con claridad, sería bueno estudiar brevemente los cuatro aspectos de los centros enumerados anteriormente, o esa totalidad que ellos presentan al ojo del vidente, a saber:

1. El Punto en el Centro. La “joya en el loto”, para usar el término oriental antiguo, es el punto de vida por medio del cual la Mónada se ancla en el plano físico y, por lo tanto, el principio vida de todos los vehículos transitorios - desarrollados, no desarrollados o en proceso de desarrollo -. Este punto de vida contiene en sí todas las posibilidades, potencialidades, experiencias y actividades vibratorias. Personifica la voluntad de ser, la cualidad de atracción magnética (comúnmente denominada amor) y la inteligencia activa que lleva la vivencia y el amor a su máxima expresión. La afirmación o definición antedicha es de gran importancia. Este punto en el centro constituye, en realidad, todo lo que Es y los otros tres aspectos de la vida -tal como han sido enumerados- son simples indicios de su existencia. Es aquello que puede retraerse a su Fuente de origen o recubrirse de [i170] una capa tras otra de sustancia; es la causa del retorno del así denominado Eterno Peregrino al Hogar del Padre, después de muchos eones de experiencia, y también aquello que permite experimentar y conduce a la experiencia y la expresión finales. Además, es aquello que los otros tres aspectos defienden y que los siete principios (manifestándose como vehículos) protegen. Existen siete de estos “puntos” o “joyas” que expresan la naturaleza séptuple de la conciencia, y son llevados cada uno a una expresión vital; los siete subrayos del rayo monádico dominante se manifiestan también en la misma forma, de manera que cada discípulo iniciado, a su debido tiempo, es un Hijo de Dios en plena gloria manifestada.

Llega el momento en que el cuerpo etérico individual está sumergido o se pierde de vista en la luz que emana de estos siete puntos; está matizado por la luz de la “joya en el loto” situada en la cabeza, el loto de mil pétalos. Entonces, los centros se relacionan entre sí mediante una línea de fuego viviente, y cada uno se expresa plenamente en forma divina.

En el pasado, los instructores han tratado de “aniquilar” los centros que se hallan abajo del diafragma, o trasferir sus energías a los centros superiores correspondientes. Esto ya lo he insinuado en otros artículos e instrucciones, pues es el modo más exacto para impartir la verdad esencial. Estos métodos de expresión son sólo frases simbólicas y exactas, dentro de ese simbolismo; sin embargo, al finalizar el proceso evolutivo, cada uno de los centros del cuerpo etérico, sin excepción, son una vívida, vibrante y hermosa expresión de la energía básica que siempre ha tratado de utilizarlos, siendo no obstante energías consagradas a vivir la vida divina y no la vida material; son límpidas, puras y radiantes, y su punto céntrico de luz es de tal fulgor que el ojo físico humano apenas puede registrarlo. Sin embargo, debe recordarse que, aunque hay siete puntos, uno en el centro de cada loto, [i171] sólo existen tres tipos de “joyas en el loto”, porque la Mónada expresa únicamente los tres aspectos mayores de la divinidad, los tres rayos mayores.

2. Las Energías Relacionadas. Esta expresión se refiere a lo que se denomina los “pétalos” del loto; no consideraré las diferenciaciones de las distintas energías; los escritores orientales y occidentales han puesto demasiado énfasis sobre ello; hay excesiva curiosidad por saber el número de pétalos de cualquier centro, su distribución, color y cualidad. Si esto les interesa, pueden indagar en los libros clásicos, pero recuerden que la exactitud de la información no puede ser probada, siendo su utilidad, por lo tanto, muy problemática. Escribo esto para los verdaderos estudiantes y para quienes tratan de vivir la vida del espíritu; la información que buscan los teóricos ha sido dada por mí y por muchos otros exponentes de los tecnicismos de la Sabiduría Eterna.

Quiero señalar que, así como el punto en el centro es el punto de vida y el inmutable, perenne y Eterno UNO, así también las energías o pétalos relacionados indican el estado de conciencia que ese Eterno UNO, en un punto determinado en tiempo y espacio, puede expresar. Este puede ser el estado de conciencia relativamente subdesarrollado del salvaje, la conciencia del individuo común, la conciencia altamente desarrollada del iniciado, hasta el tercer grado o la percepción de mayor vibración del iniciado de grados más elevados. Ello siempre tiene que ver con la CONCIENCIA; solo el punto en el centro tiene que ver con el aspecto vida o primer aspecto; los pétalos se refieren al aspecto conciencia o segundo aspecto, y esto debe tenerse muy en cuenta.

[i172] El estado de conciencia se revela por el volumen, el color y la actividad de las energías que componen los pétalos del loto; su desarrollo y desenvolvimiento está condicionado por los rayos regentes, lo mismo que por la edad y la extensión de la expresión del alma. El alcance y la naturaleza del relativo “fulgor” están condicionados por el punto de enfoque, en cualquier vida particular, y por la tendencia de los pensamientos del alma encarnada; aquí debe recordarse que “la energía sigue al pensamiento”. El foco natural o punto de polarización puede ser definidamente contrarrestado por la línea de pensamiento humano, sea cual fuere, o porque vive consciente o inconscientemente la vida cotidiana. Un ejemplo de ello lo tenemos en el hecho de que el enfoque natural del discípulo puede ser el plexo solar, pero, debido a su pensamiento firme e invariable, la energía que maneja puede ser dirigida a uno de los centros que está arriba del diafragma, produciendo así una atrofia temporal de ese centro que se halla debajo, con el consiguiente estímulo de aquello que está sobre esa línea divisoria. De esta manera, se producen los cambios necesarios.

Cuando el ciclo de evolución llega a su término y el discípulo iniciado se aproxima a su meta, las energías son vibrantes, están activas y en completo desarrollo; entonces, son utilizadas conscientemente como aspectos esenciales del mecanismo de contacto del iniciado. Esto se olvida con frecuencia, pues el estudiante piensa exclusivamente en los centros como expresiones de su natural desarrollo, siendo ello de importancia secundaria. Los centros son, en realidad, puntos focales, mediante los cuales la energía puede ser distribuida y dirigida hábilmente, a fin de producir el impacto necesario sobre aquellos centros o individuos que el discípulo trata de ayudar. Dichos impactos pueden ser estimulados o vitalizados, según la necesidad, o [i173] premeditadamente destructivos, ayudando a liberar la sustancia o materia de quien se desea beneficiar.

Ha llegado el momento de que los estudiantes presten atención al servicio dado por los centros, y de enfocar y emplear la energía para servir. Aquí se halla involucrado el conocimiento del número de pétalos que forman un centro, porque ello indica el número de energías disponibles para el servicio, es decir, dos, doce, dieciséis energías, etc. Poca atención se ha prestado a este punto tan importante que representa el empleo práctico del nuevo ocultismo en la Nueva Era venidera. Los símbolos orientales, frecuentemente sobrepuestos en las ilustraciones que representan los centros, deberían ser suprimidos, pues no son de verdadera utilidad para la mente occidental.

3. La Esfera de Radiación. Concierne, evidentemente, al radio de influencia o al efecto vibratorio externo de los centros, a medida que, gradual y lentamente, entran en actividad. Dichos centros o sus vibraciones son, en realidad, lo que crea o constituye el aura del ser humano, aunque esa aura se confunde frecuentemente con la de la salud. En vez de la palabra “frecuentemente”, casi diría “generalmente”, pues sería más correcto. El cuerpo etérico manifiesta y condiciona el aura; se supone que demuestra lo que la personalidad es, emocional y mentalmente, indicando a su vez el control que ejerce el alma. Esto no es una premisa falsa, y quisiera que lo recuerden; sin embargo, tiene poca importancia, pues el aura indica, en realidad, los centros del sujeto. Por el estudio del aura, pueden comprobarse ciertas cosas:

a. Si el desarrollo se efectúa arriba o abajo del diafragma.

b. Si los centros están o no desarrollados. [i174]

c. Si la naturaleza de los rayos controladores es suficientemente clara.

d. Si el punto en el centro y los pétalos del loto están controlados, o si se está logrando el equilibrio.

e. Si la personalidad se exterioriza y se halla, por ello, en estado de vivencia, o si se produce un retraimiento, debido a la introspección y la autocentralización, o si la muerte viene lentamente.

f. Si la personalidad o el alma ejercen control, o si existe una lucha entre ambas.

Podemos ver, por lo tanto, todo lo que el aura puede revelar al individuo, que posee la capacidad de interpretarla con exactitud, y el reconocimiento que ustedes deben tener, por el hecho de que tal capacidad es muy rara y sólo la posee un Iniciado o un Maestro, cuya naturaleza es AMOR.

La “esfera de radiación” es un poderoso instrumento para el servicio, y el alcance y la pureza de su contacto deberían ser cultivados por el discípulo dedicado. Existe una verdadera enseñanza esotérica, expuesta en El Nuevo Testamento, de que “la sombra de Pedro curaba al pasar”. Su aura era de tal naturaleza que ejercía un efecto benéfico en cualquier lugar y a cualquiera que tocara o se pusiera en contacto con él. El control que ejercía el Cristo sobre Su aura era tal, que “sabía cuándo la virtud salía de Él”; también sabía cuándo las energías curativas afluían, a través de uno de Sus centros, hacia una persona o grupo de personas necesitadas. Esta aura, su poder de atracción y su estabilidad mantienen unido a un grupo, y hace que un auditorio siga escuchando y también que un individuo sea un factor importante, en un determinado [i175] aspecto de acercamiento a sus semejantes. La “esfera de radiación” es establecida fácilmente por quienes investigan y observan el efecto de la radiación en las personas, en la comunidad o en el medio ambiente. Una persona muy emotiva, que actúa a través de un plexo solar muy desarrollado e incontrolado, puede destruir un hogar o una institución. Doy esto como ilustración. Una vida creadora y radiante, que utiliza conscientemente los centros cardíaco y laríngeo, puede inspirar a centenares de personas. Estos puntos son dignos de cuidadosa consideración. No obstante, debe recordarse que estos centros se activan por el cultivo de ciertas virtudes principales, y no por la meditación o concentración sobre los centros; son llevados automáticamente a la proyección deseada, por medio del correcto vivir, los pensamientos elevados y la actividad amorosa. Estas virtudes podrán parecer tontas y desprovistas de interés, pero son sumamente poderosas y científicamente eficaces para llevar los centros a la actividad radiante deseada. Cuando la tarea está terminada y todos los centros son esferas vivientes de actividad radiante, cada centro penetra en la órbita del otro, de tal manera que el iniciado se convierte en un centro de luz viviente y no en un conglomerado de siete centros radiantes. Reflexionen sobre esto.

4. El Triángulo Central de Energías. Representa, en forma inequívoca, los tres rayos que condicionan los “vehículos periódicos” del individuo, como lo expresa H. P. B. Son: el rayo monádico, el del alma y el de la personalidad. El Maestro observador y atento sabe cuál es el rayo que controla, siendo esto imposible para aquel cuyo grado es inferior al de Maestro. Los discípulos y observadores deben hacer sus propias conclusiones, respecto a la “naturaleza de la esfera de irradiación”. En este momento, puede cometerse un error, lo cual no le ocurriría a un Maestro; debe recordarse, sin embargo, que hasta la sexta Iniciación, la de la Decisión, “la Mónada guarda dos secretos pero pierde tres, [i176] cuando toma el control y el alma desaparece”. No puedo explicar esto más detalladamente.

He aquí una presentación nueva de los centros. Como pueden ver, es de gran valor para los estudiantes, pues no está verdaderamente de acuerdo con la información dada en ciertos libros esotéricos. La comprensión de lo que he dicho conducirá al estudiante sincero a adoptar una actitud más práctica respecto a los centros, y también a realizar un esfuerzo persistente para procurar que su esfera de actividad irradiante sea de mayor utilidad para sus semejantes. La razón de esto consiste en que su actitud expresará la cualidad del espíritu subjetivo y no la cualidad hasta ahora prevaleciente de la materia objetiva. Recuerden que el cuerpo etérico es material y sustancial y, por lo tanto, parte integrante del plano físico; no olviden que, ante todo, está destinado a contener en sí las energías de los planos emocional y mental, durante la etapa experimental inconsciente de la encarnación; también está destinado a contener las triples energías del alma durante la etapa en que se adquiere experiencia conscientemente; además, a medida que se va construyendo el antakarana, debe contener las energías de la Mónada, durante la etapa en que se expresa conscientemente la divinidad. ¿Pueden, por lo tanto, ver aquí la belleza del proceso espiritual y la ayuda planeada, proporcionada a los hijos de los humanos, en todas las etapas de su retorno al centro del cual originaron?

 

CAPÍTULO V. LA NATURALEZA DEL ESPACIO

[i177] Unas grandes generalizaciones, respecto al cuerpo etérico, pueden ser traídas a colación en este punto. Su existencia, en relación a todas las formas tangibles y exotéricas, es aceptada hoy por muchas escuelas científicas; sin embargo, la enseñanza original ha sido modificada, a fin de que esté de acuerdo a las teorías usuales de la energía y sus formas de expresión. Hoy, los pensadores reconocen de hecho la naturaleza de la energía (empleo los términos “de hecho” premeditadamente); la energía es ya considerada como todo lo que es; la manifestación es la de un mar de energías, con algunas de las cuales se construyen las formas, otras constituyen el medio en que viven, se mueven y tienen su ser dichas formas, y aun otras animan tanto a las formas como a su medio ambiente sustancial. Debe recordarse también que las formas existen dentro de las formas, tal es la base del simbolismo representado en las esferas de marfil talladas por los artífices chinos, donde una bola está dentro de otra, primorosamente talladas, aunque libres y, sin embargo, confinadas. Un ejemplo lo tenemos en nosotros mismos, cuando nos hallamos en una habitación, somos una forma dentro de otra forma; esa habitación es una forma dentro de otra que es la casa, y ésta a su vez es similar a otras casas, colocadas unas sobre otras o al lado de otras, y juntas constituyen una forma mayor. Sin embargo, estas diversas formas están compuestas de sustancia tangible que - al ser coordinadas y reunidas por algún canon o idea reconocida en la mente de algún pensador - crea una forma material. Esta sustancia intangible está compuesta de energías vivientes que vibran en estrecha relación; no obstante, tiene su propia cualidad [i178] y vida cualificada. Gran parte de esto fue considerado en Tratado sobre Fuego Cósmico y sería de utilidad volver a releerlo. No lo repetiré aquí porque trato de encararlo de otra manera.

Sería útil señalar que todo el universo es etérico y vital por naturaleza, y de una extensión que excede las cifras astronómicas, y está fuera de la comprensión de la mente más aguda de la época, si esta afirmación tiene sentido. Esta extensión no es calculable ni siquiera en términos de años luz; dicha zona etérico cósmica es campo de incontables energías y base de todas las computaciones astrológicas; es el escenario de todos los ciclos históricos -cósmicos, del sistema y planetarios- y está relacionada con las constelaciones, los mundos de los soles, las estrellas más distantes y los numerosos universos conocidos, como también con nuestro propio sistema solar, los innumerables planetas y con este planeta sobre el cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, así como también con la forma más ínfima de vida, conocida por la ciencia y comprendida por ese término sin sentido: “átomo”. Todo existe en el Espacio, el cual es etérico por naturaleza, y según dice la ciencia esotérica, el Espacio es una Entidad. La gloria del ser humano reside en el hecho de que es consciente del Espacio y puede imaginar dicho espacio como el campo de la actividad viviente divina, plena de formas inteligentes y activas, cada una ubicada en el cuerpo etérico de esta Entidad desconocida, y todas relacionadas mutuamente por medio del poder, que no sólo mantiene su existencia, sino que conserva su posición en relación con las demás; cada una de estas formas diferenciadas posee, no obstante, su propia vida diferenciada, su propia y excepcional cualidad o colorido integral, y su propia forma de conciencia específica y peculiar.

El cuerpo etérico - vasto y desconocido, en cuanto a su extensión- es de naturaleza ilimitada, y de capacidad estática, hablando comparativamente; [i179] conserva una forma fija de la que nada sabemos, la forma etérica de la Entidad desconocida. A esta forma, la ciencia esotérica da el nombre de ESPACIO; es la zona fija donde toda forma, desde un universo hasta un átomo, encuentra su ubicación.

Hablamos a veces de un universo en expansión, queriendo significar, en realidad, que es una conciencia que se expande, porque este cuerpo etérico de la Entidad llamada Espacio, es el receptor de muchos tipos de energía penetrante que produce formas, siendo también el campo de la actividad inteligente de las Vidas que moran internamente en el universo, en las numerosas constelaciones, en las distantes estrellas, en nuestro sistema solar, en los planetas que se hallan dentro del sistema y en todo lo que constituye la suma total de estas formas separadas y vivientes. El factor que las relaciona no es más que la conciencia, y el campo de percepción consciente es creado mediante la interacción de todas las formas vivientes inteligentes, dentro de la zona del cuerpo etérico de esa gran Vida que llamamos ESPACIO.

Cada forma dentro del cuerpo etérico es como un centro en un planeta o en un cuerpo humano, y esta semejanza - basada sobre lo que he dado aquí respecto a los centros humanos - es correcta y puede ser comprobada.

Cada forma - puesto que constituye una zona compuesta de vidas sustanciales o átomos - es un centro dentro del cuerpo etérico de la forma, de la cual es parte integrante. Como base de existencia, tiene un punto dinámico viviente que integra la forma y mantiene su ser esencial. Esta forma o centro -grande o pequeño, un individuo o un átomo de sustancia- está relacionada con todas las otras formas y energías que se expresan en el espacio circundante, siendo automáticamente receptiva para unas y rechazando a otras, por el proceso de no reconocimiento. Trasmite o retrasmite las energías que irradian de otras formas y, a su vez, se convierte en un agente de impresión; por lo tanto, podrá verse dónde se unen y fusionan las verdades diferenciadas, obligándonos a usar los mismos términos para expresar las mismas verdades o ideas.

Además, cada punto de vida dentro de un centro tiene su propia [i180] esfera de radiación o su propio y creciente campo de influencia, campo que depende necesariamente del tipo y de la naturaleza de la Conciencia que mora en él. Esta interacción magnética, entre los numerosos y extensos centros de energía del espacio, es la base de todas las relaciones astronómicas entre universos, sistemas solares y planetas. Sin embargo, recuérdese que el aspecto conciencia hace que la forma sea magnética, receptiva, repulsiva y transmutadora; esta conciencia difiere de acuerdo a la naturaleza de la entidad que da forma o actúa a través de un centro, grande o pequeño. Recuerden también que aquello que fluye por todos los centros y anima la totalidad del espacio, es la vida de una Entidad; es la misma vida que existe en todas la formas, limitada en tiempo y espacio por la intención, el deseo, la forma y la cualidad de la conciencia moradora; los tipos de conciencia son numerosos y diversos, pero la vida es siempre la misma e indivisible, pues es la VIDA UNA.

La esfera de radiación está condicionada siempre por el punto de evolución de la vida dentro de la forma; la vida misma es el factor que correlaciona, integra y relaciona un centro con otro y establece contacto; la vivencia es la base de toda relación, aunque esto no sea inmediatamente evidente para el lector; la conciencia cualifica el contacto y colora la radiación. Aquí veremos nuevamente la misma triplicidad fundamental, a la que di los nombres de Vida, Cualidad y Apariencia en un libro anterior.14 [xiv]*  En consecuencia, una forma es un centro de vida dentro de algún aspecto del cuerpo etérico de la Entidad llamada Espacio, en lo que respecta a una existencia animada y viviente, como la de un planeta. Lo mismo ocurre con todas las formas menores, como las que existen sobre un plano y dentro de él.

[i181] Este centro contiene en sí un punto de vida relacionado con todas las energías que lo rodean; posee su propia esfera de radiación o influencia, que depende de la naturaleza o fuerza de su conciencia y del factor dinámico condicionador de la entidad que anima su vida mental. Estos puntos merecen una cuidadosa consideración. Finalmente, cada centro posee su triángulo central de energías; una de ellas expresa la vida animadora de la forma; otra, la cualidad de su conciencia; mientras la tercera - vida integrante y dinámica que mantiene unida la forma y la conciencia en una vivencia expresiva - condiciona la radiación de la forma, su sensibilidad o insensibilidad, a la energía circundante, a la naturaleza general de la vida que le da forma, más su capacidad creadora.

Gran parte de lo que he dado aquí, sirve para dilucidar lo que he escrito sobre astrología esotérica15[xv]* les dará la clave de esa ciencia de relaciones, clave esencial de la astrología, y también de la ciencia de Laya Yoga. Esta última ciencia (afortunadamente para la raza aria) ha caído en desuso, desde los últimos días de la Atlántida; sin embargo, será restaurada y utilizada en una vuelta más alta de la espiral, durante los próximos quinientos años, cuando sea correctamente interpretada y debidamente restaurada; no se pondrá el énfasis sobre la naturaleza del centro involucrado, sino sobre la cualidad de la conciencia, que caracteriza a cualquier centro, y que necesariamente condicionará su esfera de radiación. De acuerdo a la gran Ley de Correspondencia o Analogía, el estudiante puede aplicar todo lo que he dado aquí a cada forma de vida: a un universo, a un sistema solar, a un planeta, a un ser humano o a cualquier forma subhumana, y al átomo más insignificante de sustancia (¡y todo lo que para ustedes signifique este último término!).

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14 Tratado sobre los Siete Rayos. Vol. I
15 Tratado sobre los Siete Rayos. Vol. III