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CAPÍTULO III LA TEORÍA DEL CUERPO ETÉRICO

 

 

Capítulo iii

La teoría del cuerpo etérico

            [i54] El psicólogo oriental parte de lo que el occidental considera hipotético. El primero concede la máxima importancia a la naturaleza espiritual del hombre; cree que la naturaleza física es el resultado de la actividad espiritual; sostiene que todo lo visto objetivamente no es más que la manifestación externa de energías internas subjetivas; considera que toda la mecánica del Cosmos y del hombre son efectos, y cree que el científico tan sólo se ocupa de los efectos. Su posición puede ser resumida como:

Primero: No hay nada más que energía funcionando por medio de una sustancia que compenetra y activa todas las formas, y es análoga al éter del mundo moderno. La materia es energía o espíritu en su forma más densa; el espíritu es materia en su aspecto más sublimado.

Segundo: Todas las formas están compenetradas por este éter, las cuales poseen una forma o cuerpo etérico.

Tercero: Así como el minúsculo átomo tiene un núcleo o núcleos, positivos, y aspectos negativos, también todo cuerpo etérico posee centros positivos de fuerza, en medio de sustancias negativas. El ser humano tiene también un cuerpo etérico, positivo respecto al cuerpo físico negativo, al cual energiza para que [i55] entre en actividad; actúa como fuerza coherente, manteniéndolo en existencia.

Cuarto: El cuerpo etérico del hombre posee siete núcleos principales de energía, a través de los cuales afluyen diversos tipos de energía que producen su actividad psíquica. Estos núcleos están relacionados con el sistema cerebro espinal; la base de esta actividad psíquica, o sede de la naturaleza del alma, está situada en la cabeza. El principio regente se halla, por lo tanto, en la cabeza, y desde este centro debe ser dirigido y energetizado todo el mecanismo, valiéndose de los otros seis centros de fuerza.

Quinto: Actualmente sólo funcionan determinados centros en el ser humano y el resto está pasivo. Todos los centros están plenamente activos en el ser humano perfecto, y producen un desenvolvimiento psíquico y un mecanismo perfectos.

La importancia que el oriental da a la energía espiritual y el occidental a la estructura o mecanismo, explican totalmente la naturaleza psíquica del hombre en su aspecto superior e inferior.

Para unir la concepción oriental o vitalista y la occidental o mecanicista, tendiendo un puente entre ambas, es necesario establecer la realidad de la existencia del cuerpo etérico.

El sistema oriental es abstruso e intrincado, y desafía todo resumen. Sin embargo, es necesario una breve introducción, dándose por lo tanto, el siguiente delineamiento. Es incompleto, pero proporciona una perspectiva [i56] inteligible del campo, y por breve que sea servirá su propósito.

Al dar este delineamiento haremos afirmaciones positivas, en lugar de repetir continuamente que "la psicología oriental cree", o que "los orientales declaran", o expresiones parecidas. Baste reconocer, de una vez por todas, que a la mente occidental debe presentársele como hipótesis, para someterla a pruebas y ver si puede ser o no corroborada.

Después de esta introducción, delinearemos la teoría oriental.

Existe una sustancia universal, fuente de todo, pero tan sublimada y sutil que está realmente más allá del alcance de la inteligencia humana. Comparada con ella, la fragancia más delicada, los danzantes y radiantes rayos solares, la gloria carmesí de la puesta del sol, son burdos y terrenos. Es una "red de luz" siempre invisible para el ojo humano.

La palabra clave "sustancia", que sugiere materialidad, es inapropiada. Sin embargo, es útil reducir esta palabra a sus raíces latinas: "sub" debajo, y "sto" permanecer. De manera que sustancia es lo que está debajo o subyacente.

Aunque esta sustancia universal es sutil y fugaz, en otro sentido es aún más densa que la materia misma. Si pudiéramos concebir un agente fuera de la sustancia universal (hipótesis contraria a todo hecho y posibilidad), y que tal agente externo intentara comprimir la sustancia universal o, de algún [i57] modo, afectarla desde afuera, se vería, entonces, que la sustancia es más densa que todo material conocido.

Inherente a la sustancia y a su perpetua contraparte, se halla la vida, la vida incesante. Vida y sustancia son una y la misma; una, y por siempre inseparables, aunque constituyen diferentes aspectos de la realidad una. La vida como electricidad es positiva, la sustancia como electricidad es negativa. La vida es dinámica, la sustancia es estática. La vida es activa o espíritu, la sustancia es forma o materia. La vida es el padre y engendra; la sustancia es la madre y concibe.

Además de estos dos aspectos de la vida y la sustancia, hay un tercero. La vida es actividad teórica o potencial, y necesita un campo para actuar. La sustancia lo proporciona, y en la unión de vida y sustancia flamea la energía activa.

Tenemos así una sola realidad, la sustancia universal –pero al mismo tiempo una dualidad coexistente; vida y sustancia y al mismo tiempo una coexistente trinidad, vida, sustancia y la resultante interacción llamada conciencia o alma.

Todo el mundo manifestado surge de la energía (y de los cofactores sustancia y conciencia). Todo cuanto se ve, desde el minúsculo grano de arena a la más amplia extensión del cielo estrellado, desde el individuo más burdo hasta un Buda o un Cristo, todo es expresión de energía. La materia es energía en su forma más densa o inferior; el espíritu es esta misma energía en su forma más elevada o sutil. Así pues, materia es espíritu descendente y degradado; espíritu, por el contrario, es materia ascendente y glorificada.

[i58] Al adquirir densidad, la energía adquiere o desciende siete grados o planos. El hombre manifiesta tres. Posee su cuerpo físico, su mecanismo emocional y su cuerpo mental, funcionando por lo tanto en tres planos, o está despierto en tres, el físico, el emocional y el mental. Está a punto de reconocer un cuarto y más elevado factor, el alma, el yo, a cuya realidad pronto despertará. Los tres planos superiores, no requieren comentarios en esta exposición elemental.

Además de estos siete planos, cada plano tiene siete subplanos. Analizaremos tan sólo los siete subplanos del físico o inferior.

Todos los colegiales conocen tres subplanos de lo físico, o los estados sólido, líquido y gaseoso; por ejemplo, el hielo, el agua y el vapor. Existen cuatro planos más sutiles, o más bien, cuatro tipos diferentes de éter. Estos cuatro coexisten con cada uno de los tres subplanos conocidos, y los compenetran.

El cuerpo físico del hombre no es una excepción. Tiene también su contraparte etérica, su cuerpo etérico, el cual es positivo, mientras que el cuerpo físico denso es negativo. El cuerpo etérico es el factor cohesivo, y mantiene al cuerpo físico vivo y en existencia.

La contraparte etérica del hombre o de cualquier cosa física, es de sustancia, de vida y energía universales. Participa de todo, pero no se basta a sí misma ni existe independientemente. Se nutre de la reserva [i59] de energía universal; en donde la contraparte etérica vive, se mueve y tiene su ser. La energía actúa así por medio del etérico. Esto atañe al hombre también. La energía universal funciona por medio de su cuerpo etérico. Así como el hombre existe en siete planos, también el cuerpo etérico tiene siete puntos de contacto con la energía –pero como únicamente hay tres planos activos y cuatro dormidos, sólo se han desarrollado tres centros de fuerza, y cuatro están aún sin desarrollar. Esto se tratará más adelante.

Al procurar armonizar las dos escuelas, surge lógicamente la pregunta: ¿Corrobora la ciencia occidental, la teoría oriental?

Nada menos que un hombre de ciencia como Sir Isaac Newton, aceptaba sin vacilar el medio universal del éter. En el último párrafo de su Principia, dice[1]:

"Ahora podemos agregar algo concerniente a cierto espíritu muy sutil que compenetra y está oculto en todos los cuerpos burdos. Por la fuerza y la acción de ese espíritu, las partículas de los cuerpos se atraen unas a otras si están cerca, y se adhieren si están contiguas. Los cuerpos eléctricos operan a mayores distancias, tanto al atraer como al repeler los circundantes corpúsculos, y la luz es emitida, reflejada, refractada, desviada y da calor a los cuerpos; toda sensación es excitada y los miembros de los cuerpos animales se rigen por mandato de la voluntad, o por las vibraciones de este espíritu, propagadas mutuamente por los sistemas sólidos de los nervios, desde los órganos externos sensorios al cerebro y desde el cerebro a los músculos. Pero estas cosas no se pueden explicar en pocas palabras, ni tenemos el suficiente acopio de experimentos para una determinación precisa y una [i60] demostración de las leyes, por las cuales actúa este espíritu eléctrico y elástico."

Así, por lo antedicho, puede argüirse que Newton reconocía la realidad del cuerpo etérico subyacente en todas las formas, incluso la humana.

Como Newton no es de este siglo ni del último, volvamos a una reciente edición de Encyclopedia Britannica[2], donde dice sobre el "éter" que:

"Se ha debatido con frecuencia la cuestión de si el espacio es una mera abstracción geométrica, o si tiene propiedades físicas definidas que puedan ser investigadas. Respecto a las partes que están ocupadas por la materia, es decir, por una sustancia atrayente para los sentidos, nunca hubo duda alguna, y puede decirse que toda la ciencia es una investigación de las propiedades de la materia. Pero de vez en cuando se ha dirigido la atención a las porciones que intervienen en el espacio, de las que está ausente la materia sensible, y éstas también tienen propiedades físicas de las que no se ha hecho una investigación completa.

"Estas propiedades físicas no atraen directamente a los sentidos, siendo, por consiguiente, relativamente oscuras. Pero no hay duda alguna de su existencia, ni aún entre aquellos que prefieren emplear el término espacio. Un espacio dotado de propiedades físicas es más que una abstracción geométrica, y se lo concibe más convenientemente como una realidad sustancial, a la cual otro nombre le sería apropiado. El término empleado no tiene importancia; hace mucho tiempo que se inventó el término éter, adoptado por Isaac Newton, y que puede servirnos a nosotros. El término éter [i61] significa una genuina entidad que llena todo el espacio, sin solución de continuidad ni cavidad alguna; es la única realidad física omnipresente, y hay creciente tendencia a considerar que todo está constituido por ella en el universo material, siendo la materia misma, con toda probabilidad, una de sus modificaciones...

"El éter es así necesario para el propósito de transmitir lo que se llama fuerza de gravedad entre una porción de materia y otra, y para el propósito más importante y universal de trasmitir ondas de radiación entre una porción de materia y otra, por pequeñas que sean y distantes que estén...

"Las propiedades del éter, probablemente no puedan expresarse en términos de materia; por carecer de un indicio mejor, debernos proceder por analogía, y hacer una apología de la elasticidad y de la densidad del éter, como representando cosas a las que, si se tratara de materia, le adjudicaríamos esos nombres. Aún no hemos investigado lo que en realidad esos términos expresan; pero si la materia atómica tal como ahora se la considera probable, es una estructura del éter, hay toda clase de razones para decir que el éter, en algún sentido, debe ser mucho más denso que cualquier sustancia material conocida...

"La estructura de la materia puede compararse a una gasa muy sutil que subsiste en un medio sustancial..."

Otros científicos destacados amplían estos puntos de vista. En el siglo xvii, ya lo dijo Henry More, el platónico de Cambridge, citado por el Dr. Edwin A. Burtt[3]:

"De ahí que pregunte si es indigno de un filósofo preguntar a otro si hay en la naturaleza una sustancia incorpórea, que a la vez que pueda imprimir sobre un cuerpo cualquiera todas las cualidades corpóreas, o por lo menos la mayoría [i62] de ellas, tales como movimiento, apariencia, ubicación de las partes, etc..., fuera además capaz, ya que es casi seguro que esta sustancia desplaza y detiene a los cuerpos, de agregar todo lo que va implicado en tal movimiento, es decir, unir, dividir, dispersar, ligar, formar las pequeñas partes, ordenar las formas, poner en movimiento circular todo lo que está dispuesto para ello, o moverlo en cualquier sentido, detener su movimiento circular, y hacer además otras cosas similares necesarias para producir, de acuerdo con los principios, la luz, los colores y los otros objetos de los sentidos... Finalmente, como la sustancia incorpórea tiene el maravilloso poder de producir cohesión y de dispersar la materia, combinarla y dividirla, exteriorizarla y separarla y, al mismo tiempo, controlarla, por mera aplicación de sí misma, sin ataduras ni engarces, sin otros instrumentos o proyecciones, es probable que no pueda penetrar una vez más en sí misma, ya que no existe la impenetrabilidad para frustrarse, expandirse nuevamente, y cosas análogas."

 Al comentar a Henry More, el Dr. Burtt[4] continúa diciendo:

"En este párrafo, More amplía su razonamiento partiendo de la conclusión de que existe una sustancia incorpórea en los seres humanos, llegando a la suposición de que existe una sustancia incorpórea similar y principal en toda la naturaleza, porque estaba convencido de que los hechos de la ciencia mostraban que la naturaleza no es una máquina simple, como no lo es tampoco un ser humano."

Robert Boyle, también en el siglo xvii, presentó la misma hipótesis y le asignaba dos funciones al éter: propagar el movimiento por impactos sucesivos y ser un medio por el cual se [i63] manifiestan fenómenos curiosos, tales como el magnetismo.

"Quienes afirman que puede existir tal sustancia en el universo, presentarán probablemente como pruebas varios de los fenómenos que voy a relatar, pero si hay o no en el mundo, alguna materia que responda exactamente a la descripción que hacen de su primer y segundo elemento, yo no lo discutiré aquí, aunque diversos experimentos parecen argüir que existe una sustancia etérea, muy sutil y no muy difundida"

Volviendo nuevamente a los tiempos modernos, dice Sir William Barrett[5]:

"El universo se nos presenta como un conjunto de fenómenos –físicos, vitales e intelectuales– siendo la vitalidad organizada el vínculo entre los mundos del intelecto y de la materia, que ocupan todo el reino de la vida animal y vegetal, en el cual, en modo inescrutable para nosotros, se origina el movimiento entre las moléculas de la materia, de tal índole que, aparentemente, se ponen bajo el control de un agente distinto del físico, lo cual reemplaza a las leyes comunes que regulan los movimientos de la materia inanimada o, en otras palabras, dan origen a movimientos que no serían el resultado de la acción de esas leyes que no han sido interferidas; por lo tanto, ello implicaría el principio mismo, el origen de la fuerza."

Las enseñanzas orientales consideran al cuerpo vital como intermediario entre lo físico y lo intelectual: Actúa como agente de la mente en el ser humano, y de la Mente universal en un sistema [i64] solar, siendo interesante notar a este respecto, la triple enumeración, "física, vital e intelectual", hecha por Sir William Barret.

Sir Oliver Lodge[6], aunque frecuentemente criticado por su opinión sobre la comunicación entre los vivos y los muertos, en cuestiones de ciencia pura es uno de los más destacados de esta época, y dice:

"¿Qué puede decirse del éter que mantiene unidos a los átomos, éter fusionador esencial para la configuración característica de un cuerpo, tan esencial como la materia misma?

"Comúnmente, no prestamos atención al factor éter del cuerpo; no poseemos un órgano sensorio capaz de concebirlo, sólo comprendemos directamente la materia: concebimos claramente la materia sólo cuando somos niños, pero a medida que crecemos, inferimos también la existencia del éter, por lo menos algunos de nosotros. Sabemos que un cuerpo de forma característica o de configuración definida, no puede existir sin las fuerzas de cohesión –por lo tanto no puede existir sin el éter; no significando por el término éter la totalidad, sino la parte inmaterializada, la parte que es la zona de tensión, el receptáculo de la energía potencial, la sustancia en la cual están incrustados los átomos de la materia. No sólo hay un cuerpo de materia, sino también un cuerpo de éter, y ambos coexisten."

También se ocupa del tema un artículo que apareció en The Hibbert Journal[7] y presenta algunas conclusiones interesantísimas y subjetivas:

"La luz afecta al éter. La luz es para el éter lo que el sonido para la materia... Sujeto a todas las leyes de [i65] tiempo y espacio, plenamente sometido a las leyes de la energía, fuente en gran parte de la energía terrenal, rigiendo todas las manifestaciones de las fuerzas físicas, subyaciendo en la raíz de la elasticidad, de la tenacidad y de todas las demás propiedades estáticas de la materia, el éter recién comienza a ocupar el puesto que le corresponde en el esquema de la física...

"Las cargas eléctricas compuestas de éter modificado, probablemente sean el material cósmico para la construcción... Existe una gran masa de éter no diferenciado, entidad que llena el espacio, donde existe todo lo material. Tenemos en el plan de la física una dualidad: la materia y el éter.

"Toda la energía cinética pertenece a lo que llamamos materia, sea en forma atómica o corpuscular; el movimiento o locomoción es su característica. Toda energía estática pertenece al éter, al éter inmodificado y universal. Sus características son la tensión y la fuerza. La energía siempre pasa de un extremo a otro, alternativamente (del éter a la materia o viceversa), y en este recorrido se realiza todo el trabajo.

"Probablemente todo objeto sensible posee una contraparte material y otra etérica. Sólo somos sensiblemente conscientes de un aspecto, teniendo que inferir el otro. Pero la dificultad de percibir este otro aspecto –la necesidad de la inferencia indirecta– depende esencial y totalmente de la naturaleza de nuestros órganos sensorios, que revelan la materia y no el éter. Sin embargo, una es tan real y sustancial como la otra, y su fundamental cualidad conjunta es la coexistencia y la interacción. No la interacción en todas partes y en todo momento, pues existen muchas zonas sin materia, aunque no hay zonas sin éter; pero la potencialidad de la interacción y, con frecuencia, su conspicua realidad, prevalece en todas partes y constituye la totalidad de nuestra experiencia puramente mundana."

[i66] En una nota suplementaria del artículo, dice:

"El éter pertenece a la estructura física de las cosas. Nadie supone que sea una entidad psíquica, pero probablemente sirve para fines psíquicos, de igual modo que la materia. Los profesores Tait y Balfourt Stewart conjeturaban una significación psíquica en el éter del espacio ya en 1875, considerándolo desde un punto de vista religioso en ese tan discutido libro The Unseen Universe. El gran físico matemático J. Clerk MaxweIl terminaba su artículo "El Éter", en la novena edición de la Enciclopedia Británica, con una manifestación de fe, no sobre esta especulación, de la cual evidenció gran cautela, sino en la existencia real de un medio universal vinculador, supersensorio, universal, suponiendo que desempeña muchas funciones insospechadas."

El Dr. Charles E. de M. Sanjous[8], profesor de Endocrinología de la Universidad de Pensilvania, afirma su creencia en este medio universal, en los siguientes términos:

"Es evidente que la necesidad de una inteligencia primaria y un medio coordinador y creador, tal como el éter, se afirme en todas partes...

"El éter, tal como lo interpretan los científicos, reúne todas estas condiciones, y es el único medio conocido por la ciencia capaz de hacerlo. Es invisible, compenetra toda la materia, impregna ilimitadamente el universo por el movimiento ondulatorio. No ofrece prácticamente resistencia a la energía radiante, ni aún a la luz del sol y de las más distantes estrellas. Es el medio que transmite las ondas de radio, de la telegrafía sin hilos, los rayos Becquerel, los rayos x o Roentgen, etc. ...

[i67] "El éter está dotado de poder creador en el espacio y en la tierra... El éter del espacio construye por lo tanto sistemas solares como también materia, en forma coordinada e inteligente, y dota a todos los elementos químicos, a los que ha dado forma, con las propiedades que, como se sabe, poseen..."

El Dr. C. E. M. Joad[9] de la Universidad de Oxford, describe la actividad de esta fuerza vital, la vivencia que anima a la materia, y muestra la relación entre la vida y la forma. En realidad se acerca a la teoría oriental de la contraparte etérica y de la energía que funciona a través de ella.

"La fuerza vital. Supongamos que en el principio, el Universo fue puramente material, caótico, mortífero y vacuo, sin energía ni propósito y carente de toda vida. En este universo inorgánico, se introdujo en determinada etapa y proveniente de alguna fuente inexplicable, un principio de vida, y por vida quiero significar algo que no puede expresarse en términos de materia. Al principio, ciego y vacilante, un impulso o latido puramente instintivo, tratando de expresarse, luchando para lograr un grado cada vez más elevado de conciencia. Quizás concibamos que el ultérrimo propósito de la fuerza vital sea el logro de la total y universal conciencia, resultado que sólo puede obtenerse por la impregnación de vida y energía en todo el universo, de modo que, empezando como el mundo de la 'materia', pueda terminar como el mundo de la 'mente' o 'espíritu'. Con tal finalidad actúa dentro de la materia y a través de ella, infundiendo y compenetrando la materia con su propio principio de energía y de vida. A la materia así compenetrada se la denomina organismo viviente. Los organismos vivientes tienen que ser [i68] considerados a la luz de las herramientas o armas creadas por la fuerza vital, para ayudarse a lograr su propósito. Análogamente al universo mismo, cada organismo viviente está formado de un substrato de materia animado por la vida, así como un trozo de alambre puede ser cargado con una corriente eléctrica. Es una corriente vital que ha sido aislada en una porción de materia.

"La fuerza vital está lejos de ser todopoderosa. Está limitada por la materia que trata de dominar; sus métodos son experimentales, y varían de acuerdo a la etapa de evolución alcanzada por aquellos para los cuales se creó el organismo. Distintos tipos de seres cumplen mejor su propósito en diferentes etapas."

Will Durant[10], que es sin duda el autor más popular y más leído en cuestiones filosóficas, dice:

"Cuanto más estudiamos la materia, menos la vemos como fundamental, y más la percibimos como una mera exteriorización de energía, pues nuestra carne es el signo externo de la vida y de la mente... En el corazón de la materia, dándole forma y poder, hay algo que no es material, poseído de su propia espontaneidad y vida; y esta vitalidad sutil, oculta, y sin embargo, siempre revelada, es la esencia final de todo lo que conocemos... La vida es lo primero y lo interno; la materia coexiste con ella en el tiempo, y es inextricable en el espacio; secundaria a ella en esencia, lógica y significación; la materia es la forma y la visibilidad de la vida...

"La vida no es una función de la forma; la forma es un producto de la vida. El peso y la solidez de la materia son el resultado y expresión de la energía intraatómica; cada músculo o nervio del cuerpo es el instrumento modelado por el deseo."

[i69] Estos libros y estos individuos de ciencia demuestran que la doctrina oriental de que existe un cuerpo etérico como medio de fuerza vital, de energía y de vida, no es el vago sueño de gentes de tendencia mística, sino que es considerado como una realidad de la naturaleza por muchos investigadores occidentales de mentalidad práctica.

Resumiendo nuestras ideas, podemos formularlas como:

Detrás del cuerpo objetivo existe una forma subjetiva constituida de materia etérica, que actúa como conductora del principio vida de la energía o prana. Este principio vida es el aspecto fuerza del alma y, por intermedio del cuerpo etérico, el alma anima a la forma, le da sus peculiares cualidades y atributos, plasma sobre ella sus deseos y, eventualmente, la dirige a través de la actividad de la mente. Por intermedio del cerebro, el alma energetiza al cuerpo para que entre en actividad consciente y, valiéndose del corazón, todas las partes del cuerpo son compenetradas por la vida.

Esta teoría tiene estrecha analogía con la teoría animista occidental y la definiremos más adelante. El término animismo ha bastado hasta ahora, pero probablemente sea sustituido por el de "dinamismo", debido al desarrollo que tiene lugar dentro de la conciencia humana. Por ser el ser humano ahora una entidad plenamente consciente de sí misma, y por estar la personalidad integrada y actuante, ha llegado el momento en que él puede demostrar, por vez primera, que existe un propósito consciente y una voluntad rectora.

Los tres estados de la naturaleza del hombre, a que nos referimos (i70) anteriormente en este capítulo –el físico, el sensorio y el mental– forman una entidad coordenada también por primera vez en la historia de la raza. El yo rector puede por lo tanto regir y, por medio de la mente, actuar sobre el cuerpo etérico o vital, y teniendo su punto de contacto en el cerebro, impeler a su instrumento a una expresión totalmente controlada y a la consiguiente actividad creadora. Así surgirá lo que llama Hermann Keyserling[11] el "Ser más profundo", cuando dice que:

"La posibilidad de desarrollar el ser más profundo y cómo hacerlo, es el siguiente interrogante. Al hablar del ser de un individuo en contraposición a sus facultades, significa su alma vital, y al decir que ese ser decide, indica que todas sus impresiones están impregnadas de vida individual, que toda expresión irradia de la personalidad y que esta personalidad es finalmente la responsable. Ahora bien, tal penetración puede lograrse donde ella no existe, siendo esto posible, en virtud de que el ser humano, que posee una mente y un alma, representa un sentido de conexión, en el cual su conciencia actúa libremente. Es libre de destacar lo que quiere; de acuerdo al lugar acentuado, el organismo psíquico cambia su centro, obteniéndose realmente un nuevo centro del Ser. Por lo tanto, si la investigación teórica demuestra que según el enfoque de la conciencia el centro del ser humano radica en su Ser o en la superficie, es prácticamente posible provocar el necesario proceso de cambio. De allí que en principio, todos pueden lograr elevar su Ser, para lo cual sólo se necesita acentuar persistentemente su Ser esencial, procurando constantemente expresar sólo lo que está realmente de acuerdo con su Ser interno. Esta tarea es seguramente [i71] difícil. Su solución no sólo es un proceso muy lento, sino que necesita una técnica especial de adiestramiento."

Cuando las psicologías oriental y occidental se fusionen, y se estudie y comprenda la relación entre las glándulas y el cuerpo vital con sus centros de fuerza, creo que se acentuará grandemente la posibilidad de que el ser humano actúe como un alma, como una síntesis del mecanismo, de la vida, del propósito y de la voluntad.

Wm. Hocking[12] llega a la conclusión siguiente:

"Parecen existir motivos para esperar un mejor futuro físico para la raza, con la ayuda de una sana higiene mental; después de terminar con la era de los charlatanes y en cierta medida con su ayuda, se presentará la posibilidad de ampliar constantemente el autodominio, a medida que el sentido espiritual de tal disciplina como la yoga, se una a los sobrios elementos de la psicología occidental y a un sano sistema de ética. Ninguna de estas cosas es de valor sin las otras."

Dos puntos merecen ser discutidos antes de pasar a una exposición detallada de la enseñanza oriental referente a los centros de fuerza. Uno es la consideración de la naturaleza del alma, el otro la tentativa de considerar el testimonio de los siglos respecto a la probable ubicación de la conciencia del alma.

 

[1] Metaphysical Foundations of Modern Physical Science, pág, 275 de Edwin Arthur Burt

[2] 13th Edition, 1926  Article: Ether

[3] Metaphysical Foundations of Modern Physical Science, pág, 131, 132

[4] Metaphysical Foundations of Modern Physical Science, págs. 131, 132

[5] On the Threshold of the Unseen, pág. 274

[6] Ether and Reality, págs.  161, 162

[7] Ether, Matter and the Soul, enero 1919, Sir Oliver Lodge

[8] Strength of Religion as Shown by Science, págs. 152, 153

[9] Mind and Matter, págs.. 178, 179

[10] Mansions of Philosophy, págs. 66, 67, 80, 81

[11] Creative Understanding, págs. 180, 181

[12] Self, its Body and Freedom, pág. 75