El principio de libertad está profundamente arraigado, y ha sido expresado en grandes declaraciones históricas como la Carta Magna, las Declaraciones de las revoluciones americana y francesa, la Declaración sobre los Derechos Humanos de Naciones Unidas, y la Convención Europea sobre los Derechos Humanos. ¿Cómo se mide, entonces, el principio de libertad en una democracia liberal?

La libertad individual no es absoluta –sólo puede ejercitarse plenamente considerando los mismos derechos de nuestros conciudadanos. En un mundo ideal debería existir un equilibrio de derechos y responsabilidades mediante el sacrificio del auto-interés individual, contribuyendo así al “bien común”. Desde una perspectiva moral, el bien común, siendo el bien de la Totalidad, debería aplicarse no sólo a los ciudadanos de una democracia liberal, sino a todos los pueblos del planeta. Por lo tanto, la libertad ejercitada por un ciudadano en una parte del mundo no debiera ir en contra de la libertad de otro en algún otro lugar. Aunque esto parezca idealista, sólo cuando se perciba una visión progresiva más elevada podrán emerger formas de pensar más iluminadas en las mentes humanas.

En la actualidad, existe una percepción de que todo está conectado de una forma mucho más estrecha que en tiempos anteriores –de ahí la metáfora de la aldea global. Sin embargo, en un mundo de comercio global, de mercados de energía y financieros, ¿puede el ciudadano individual ser verdaderamente libre cuando el desastre económico puede suceder a capricho de un banquero? Sin embargo, la verdadera democracia no está basada en el materialismo o el consumismo; más bien es un impulso que fluye desde el espíritu de la humanidad, lo que libera valores más elevados y la energía de la buena voluntad a la consciencia humana.

Aún así, los mundos espiritual y material deben reunirse e interconectarse; porque son los dos lados de la misma moneda. Así, los valores y principios espirituales tienen que anclarse y aplicarse en la vida en toda su diversidad de aspectos. Después de todo, los grandes movimientos humanitarios y caritativos y los numerosos individuos y organizaciones que siguen trabajando para aliviar el sufrimiento humano tienen sus raíces en valores más elevados y en el sacrificio del auto-interés. En la actualidad, la crisis medioambiental está proporcionando un impulso añadido hacia un comportamiento más altruista y está obligando a la humanidad a pensar imaginativamente en nuevas formas de vivir más en armonía con el planeta. Los numerosos individuos y grupos cuyos motivos se basan en un espíritu de cooperación y responsabilidad-en-acción mutuos son testimonios vivos de los valores más refinados que sustentan la verdadera democracia. Es todo un reto considerar que en una época de elevado logro intelectual, el siguiente paso para la humanidad sea volverse más receptiva a aquellos valores superiores que iluminarán el mundo material.

Uno de los pilares fundamentales de la democracia es la libertad de habla y de expresión, y estamos viendo desarrollos revolucionarios en esta época, con ciudadanos de numerosos países pudiendo exponer en Internet sus pensamientos sobre cualquier tema bajo el sol. Existen innumerables páginas web así como un rápido aumento de las páginas de redes sociales. Los gobiernos locales y nacionales también se están abriendo a la idea de una e-democracia, y existen debates acerca de la posibilidad de votar por Internet ahora que los ciudadanos pueden realizar peticiones a los gobiernos a través del correo electrónico. Mientras que Internet es un desarrollo positivo, los ciudadanos deben cuidarse de ejercitar su libertad de comunicación responsablemente en un espíritu de tolerancia mutua, de lo contrario las conversaciones pueden llegar a un nivel bajo. Internet, como la mente humana, tiene sus aspectos superiores e inferiores –puede utilizarse como una herramienta creativa para promover la verdadera democracia, pero también puede ser un arma destructiva al servicio de los intereses personales fomentando el chismorreo dañino y la insinuación.

Todas las personas de buena voluntad que demuestran un espíritu de inclusividad y tolerancia están contribuyendo a romper barreras y a fomentar la verdadera democracia. La energía de la buena voluntad genera tolerancia respecto a los puntos de vista ajenos y crea una atmósfera mental basada en la compasión y un entendimiento compartido. Se trata de una energía que conducirá a la humanidad más hacia un compromiso inteligente cuando sea necesario y hacia la cooperación mutua por el bien de la Totalidad.

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