En todo el mundo durante el año pasado, una sociedad tras otra ha hecho resonar el grito de libertad, llevando a las barricadas para exigir su derecho a la autodeterminación. Y el mundo ha celebrado su valentía. Durante el mismo período, el mundo ha sido testigo de catástrofes naturales – “actos de Dios” de un nivel y una frecuencia aparentemente sin precedentes. Terremotos, tsunamis, huracanes, inundaciones, sequías y tornados han devastado poblaciones en muchas partes del mundo. También la guerra ha intervenido en incontables vidas, dándonos a pensar, ¿cuán libres somos realmente? Cuando nos enfrentamos con el poder de la naturaleza y la inseguridad de un mundo que todavía recurre demasiado a menudo al conflicto armado, ¿cuánta autodeterminación tenemos realmente? Por mucho que la ciencia haya desarrollado técnicas para mantener a raya las fuerzas de la naturaleza, aún no está a la altura cuando se desata completamente el poder de la naturaleza. Y por muy dedicadas que organizaciones mundiales como la ONU y otras muchas organizaciones no-gubernamentales especializadas estén a la resolución pacífica de los conflictos, la violencia aún perturba la vida de las personas en muchas partes del mundo.

Lo que sí tenemos, sin embargo, es el poder de elegir la forma cómo responder. Dos personas muy sabias nos han dejado orientaciones sobre ello. Uno es el psiquiatra y superviviente del Holocauso, Viktor Frankl, cuya experiencia del sufrimiento humano –el suyo y el sufrimiento de los que fueron encarcelados con él en los campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial, del que fue testigo--, le llevaron a concluir que nadie y ninguna circunstancia pueden arrebatar a un ser humano lo que Frankl llamó “la última libertad humana – elegir su actitud en cualquier circunstancia que se dé”. Aprendió que, a pesar de que no siempre podemos controlar las fuerzas y energías que se dirigen a nosotros, podemos controlar nuestra reacción ante ellas. “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio”, dijo. “En ese espacio está nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta está nuestro crecimiento y nuestra libertad”.

En ese espacio el alma puede hacer saber su intención. Alice Bailey sugiere que básicamente existen tres grupos de personas. Aquellos que obtienen experiencia inconscientemente, pero que al mismo tiempo están tan absortos procesando los resultados de la experiencia, que no son conscientes de objetivos más profundos; aquellos que despiertan vagamente al hecho de que la adaptación a las formas de vida a las que están sometidos, y de las que parece que no hay escapatoria, significa que tienen que aprender alguna lección; y aquellos que han despertado al propósito de la experiencia, y que por consiguiente, aplican a cada acontecimiento el poder inteligente para extraer de las circunstancias a las que están sometidos, algún beneficio para la vida del alma. Han aprendido a considerar el entorno en el que se encuentran como un lugar de purificación y como el campo de servicio planeado.

La naturaleza creativa de ese espacio entre el estímulo y la respuesta define la prueba actual de la humanidad, una prueba de exactitud creciente a medida que las nuevas y potentes energías espirituales hacen impacto en la conciencia humana creando ansiedad generalizada y depresión en algunos, y un sentido esperanzador aún sin definir de futuras posibilidades en otros. Aunque todavía se desconoce el resultado de estas energías que afluyen, el individuo es quien determina cómo responderá, y aquí entra en juego el poder creativo de la buena voluntad.

El individuo no sólo determina cómo responde a la circunstancias, también determina el contenido de su conciencia. El Cardenal John Henry Newman, un sabio pensador que conocía de primera mano el trastorno psicológico convulsivo producido por un cambio de creencias, identificó exactamente el nexo entre responsabilidad y libertad en la utilización de nuestra mente. Como dijo, “Podemos creer lo que elegimos. Somos responsables de lo que elegimos creer”.

Es habitual que una persona piense “Conozco mi propia mente”, sin dejar de ser consciente de que la mayor parte del contenido de su mente está formado por antiguas creencias y suposiciones personales, a menudo incuestionables, así como por el impacto de pensamientos externos, opiniones, rumores, afirmaciones, y verdades a medias procedentes de su exposición a la conversación humana, que ahora es global gracias a los medios de comunicación. El hecho de que la autenticidad y la veracidad de esta conversación global varíe ampliamente dependiendo de las fuentes utilizadas, no es reconocido por muchos, especialmente cuando el contenido de la opinión pública resuena con las creencias propias y las suposiciones establecidas. Sin embargo, los gobiernos totalitarios que intentan controlar el acceso de su población a una amplia gama de ideas encuentran cada vez más difícil controlar el flujo de información generado por las nuevas tecnologías. Y esto es un desarrollo positivo en la liberación de la mente humana.

En conclusión, en un mundo sacudido por las fuerzas de la naturaleza y por la violencia humana, puede parecer poco realista confiar demasiado en la lucha por la autodeterminación. Asimismo, en un nivel más subjetivo, el plan del alma podría parecer indescifrable para todos, excepto para los más iluminados. Sin embargo, Juliet Hollister, la fundadora del Templo de la Comprensión, escribió, “Siempre he creído que vivimos en un océano de inteligencia”. Esta inteligencia, llamada brahma en Sánscrito, se encuentra en el corazón de incluso el más pequeño átomo de sustancia. Desde el nivel más básico de la vida hasta el más avanzado, la conciencia existe y proporciona el impulso para el crecimiento evolutivo.

Cuando esta comprensión va unida al reconocimiento de las relaciones justas, desvanece cualquier tendencia al fatalismo o al egoísmo. La libertad se ganó no para lograr la separación del individuo de la totalidad, sino como resultado del despertar individual al valor espiritual de su vida y al valor de cada vida. Esto es lo que moviliza la autodeterminación y da un sentido espiritual a la búsqueda de la libertad. El logro de la libertad es un trabajo excesivamente duro que se realiza paso a paso en un proceso que lleva al ser humano a “ser lo que es”. Este misterio está en el corazón de la autodeterminación, y ser testigo de este despertar que tiene lugar actualmente en un amplio espectro de la humanidad, es causa de gran esperanza.

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