El concepto de libertad está, en la actualidad, en la primera línea del pensamiento debido al alzamiento de los pueblos en el mundo árabe en pos de las libertades que disfrutan otras naciones. La resolución de las Naciones Unidas ha vuelto a ser puesta a prueba y, esta vez, la respuesta mostró una voluntad colectiva de ofrecer protección a aquellos sometidos a terroríficas repercusiones de persecución y masacre. El secretario general, Ban Ki-Moon, desempeñó un papel crucial liderando el Consejo de Seguridad para adoptar su resolución sobre Libia como respuesta a “violaciones claras de todas las normas que rigen el comportamiento internacional y transgresiones graves de los derechos humanos internacionales y de la legislación internacional”. Es esperanzador ver que la voluntad de Naciones Unidas está en alza, y que en el futuro veremos a este organismo representativo de las naciones del mundo capacitado para sustentar vigorosamente el derecho de todos los ciudadanos a las libertades esenciales que deberían dignificar la vida humana. Los últimos 250 años de la historia mundial han estado profundamente marcados por la idea de la libertad, a medida que la gente ha luchado contra las injusticias y la pobreza impuestas por un orden mundial que preserva la riqueza y la seguridad de los pocos a expensas de la miseria, destitución y esclavitud de los muchos. No debe sorprender que los movimientos para establecer diversas libertades –incluso la idea de la libertad misma- hayan sido suprimidos regularmente por el estado. Un ejemplo interesante de esto es el poema de Schiller “Oda a la alegría” que Beethoven empleó en su 9ª sinfonía. Lo que la mayoría de la gente no sabe es que el poema fue originalmente una oda a la ‘libertad’, pero que los censores nunca habrían permitido que se publicara bajo esta forma. De manera que Schiller empleo la palabra freude (alegría) para reemplazar freiheit (libertad). Esto supone una diferencia notable para la primera línea del poema –Alegría, hermosa chispa de los dioses, en lugar de Libertad, hermosa chispa de los dioses. La alegría es espiritual y no amenaza el orden establecido; la libertad es una llamada a la acción basada en la visión de un futuro mejor.

Como todas las cosas, nuestro entendimiento de conceptos tales como ‘libertad’ ha evolucionado a lo largo del tiempo a través de la experiencia personal, social y cultural. Hace siglos, la gente veía la libertad simplemente como libertad de acción personal, en otras palabras, “hacer lo que te dé la gana”; pero en la actualidad esto ha evolucionado a un entendimiento bastante más profundo, aliado a un creciente sentido de responsabilidad y de respeto por los demás. Los grandes pensadores han ido sembrando ideas espirituales respecto a la libertad y a la responsabilidad en la consciencia humana que han guiado a la humanidad hasta el momento actual, en el que son reconocidas por muchos como los fundamentos básicos de un mundo más justo y feliz.

Uno de estos pensadores fue Aristóteles, quien planteó que el principal propósito de la política no era la imposición de la ley y el orden, la facilitación de transacciones económicas o la prevención de injusticias personales, sino más bien el cultivo de la virtud y el desarrollo de ‘lo bueno’. Aristóteles argumentó que el cultivo de la virtud conlleva su propia recompensa, puesto que conduce a la verdadera felicidad, y una persona feliz muestra un equilibrio apropiado entre razón y deseo, con la moderación caracterizando el conjunto. Según él, este camino a la felicidad solo puede alcanzarse por medio de una participación activa en la sociedad. Porque así como no se puede aprender a tocar un instrumento musical sólo mediante el estudio, sino que es necesario practicar; la virtud sólo puede cultivarse mediante el ejercicio de nuestra capacidad humana de comunicarnos y la habilidad de deliberar entre bien y mal, justicia e injusticia, a medida que se manifiestan en la vida política y social. Para la mente moderna, el “cultivo de la virtud” puede parecer algo pintoresco, pero sólo demostrando “lo bueno” podremos llegar a ver el desarrollo de una libertad verdadera y espiritual para toda la humanidad.

Aunque las democracias del mundo estén, por ahora, lejos de ser virtuosas, el hambre de debate político y social es aguda y dinámica –la capacidad de discernir en ética y valores está en constante desarrollo a medida que el núcleo moral de cuestiones significativas se vuelve cada vez más evidente para la mayoría. A través de un debate apasionado se desarrollan perspectivas más amplias, una mayor inclusividad y, paradójicamente, los rudimentos de esa observación fría y desapegada tan vital para hollar el sendero espiritual. Para un creciente número de personas que disfrutan de una buena medida de libertad e igualdad, el principio de libertad está dando como fruto el ideal de “ciudadanía mundial” y del “bien de la totalidad”. Y son conscientes de que esta gran visión seguirá frustrada hasta que cada uno de nosotros sea capaz de participar en este desarrollo de la buena voluntad. Estados caídos, minorías reprimidas, la situación de los refugiados y víctimas del crimen son profundas preocupaciones que se alzan entre nosotros todos y una ciudadanía planetaria plena

Al final, el principio de libertad es una fuerza expansiva en la condición humana que está conduciendo a toda la raza hacia la ciudadanía mundial. Eleva la consciencia alejándola de formas de pensamiento y actitud viejas y cristalizadas que obstaculizan la expresión plena del alma, en la que se conoce la unidad esencial de todas las cosas en el lado interno de la vida. La evolución de conceptos como felicidad, riqueza y libertad refleja y apoya el anhelo del alma de expresar la unidad de la vida como un estado inclusivo en el que la sensación individual de felicidad, riqueza y libertad es inseparable de la de los demás. La libertad es una energía fermentadora que hace que la consciencia se eleve constantemente hacia la luz de los mundos espirituales en un viaje que debe realizarse en conjunción con todas las almas humanas e, indudablemente, también junto con los demás reinos de la naturaleza. La primera visión del planeta Tierra desde el espacio colocó este reconocimiento en la primera línea de la consciencia. Una hermosa esfera, engastada en azul turquesa y blanco, destacando sobre la negrura del espacio, describe con precisión geométrica la extensión de los límites de lo que cada ser humano debería poder llamar su ‘hogar’. Y, por extensión de esta reflexión, todos los seres humanos que viven aquí forman, verdaderamente, una sola familia.

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