Agosto 2006

En cada raza y nación, en cada clima y parte del mundo y durante el interminable correr del tiempo, retrocediendo al pasado ilimitado, los hombres encontraron el Sendero a Dios, lo hollaron y aceptaron sus condiciones, soportaron sus disciplinas, confiaron en sus realidades, recibieron sus recompensas y hallaron su meta. Llegados allí, "penetraron en el gozo del Señor", participaron en los misterios del reino de los cielos, moraron en la gloria de la Presencia divina y, luego, retornaron a los caminos de los hombres para servir. El testimonio sobre la existencia de este Sendero es el tesoro inapreciable de todas las grandes religiones, y son testigos aquellos que trascendieron todas las formas y todas las teologías y penetraron en el mundo del significado que todos los símbolos velan. (La Exeriorización de la Jerarquía, pp. 337-338)