Enero 2011

La humanidad es el custodio del misterio oculto, y la dificultad consiste en que lo que el hombre oculta al mundo también se le oculta a él. Por eso ignora la maravilla de eso que contiene y nutre. La humanidad es la caja del tesoro de Dios (el gran secreto masónico), porque sólo en el reino humano, como señalaron hace tiempo los esotéricos, se encuentran juntas y en pleno florecimiento las tres cualidades divinas. En el hombre, Dios el Padre ha ocultado el secreto de la vida; en el hombre, Dios el Hijo ha ocultado los tesoros de la sabiduría y el amor; en el hombre, Dios el Espíritu Santo ha implantado el misterio de la manifestación. Únicamente la humanidad puede revelar la naturaleza de la Deidad y de la vida eterna. Al hombre se le ha otorgado el privilegio de revelar la naturaleza de la conciencia divina, y poner ante los ojos de los hijos de Dios (reunidos en cónclave antes de la disolución) lo que permanece oculto en la Mente de Dios. De allí el mandato (observado en las palabras del gran Instructor cristiano) de que debemos poseer "la mente de Cristo", mente que debe morar en nosotros y revelarse en la raza humana cada vez con mayor plenitud. Al hombre se le ha confiado la tarea de elevar la materia al cielo y de glorificar correctamente la vida de la forma mediante la manifestación consciente de los poderes divinos. (Psicología Esotérica, T. I, p. 248)