Gran parte de la actual turbulencia en los mercados mundiales ha sido atribuida a un colapso de la confianza entre las instituciones financieras, y a una pérdida de confianza en el valor de los instrumentos financieros. De manera que merece la pena reflexionar sobre el significado de este término.

En el pasado, cuando la humanidad vivía principalmente en comunidades de pequeña escala, la cuestión de la fiabilidad de un individuo era fácil de establecer. Lo normal era que uno conociera a la persona directamente, o por su reputación. La confianza, realmente, se basa en la valoración del carácter del otro, en la sensibilidad a las cualidades de la consciencia del otro –casi podríamos decir, en la capacidad de contactar el alma del otro.

De hecho, la confianza es realmente un efecto de una de las tres grandes virtudes identificadas por San Pablo, esto es: la fe. Cuando tenemos fe en otra persona, creemos implícitamente en sus palabras y acciones, porque creemos en su bondad esencial. Esto de ninguna manera nos impide reconocer su falibilidad como ser humano, pero el hecho de que las personas no consigan, de vez en cuando, vivir a la altura de lo mejor que hay en ellas, no niega el reconocimiento de lo mejor que hay en ellos, que son los cimientos de la fe y la confianza.

Cuando pensamos así en la confianza, se vuelve claro que no es reducible a un trozo de papel, a un contrato. Los contratos, sean escritos o verbales, son instrumentos legales. La confianza, por contraste, es una cualidad de las relaciones y, como tal, sólo puede manifestarse entre personas. Así que cuando decimos que instituciones como los bancosya no “confían” entre sí, estamos perpetrando una especie de ficción. Lo que realmente queremos decir es que la gente de esos bancos no está segura de que los contratos legales que los bancos redactan entre sí puedan cumplirse, por razones que probablemente no tengan nada que ver con la fiabilidad de los individuos directamente implicados en el contrato. Esto es especialmente cierto ahora, porque, debido a diversas razones (que se exploran brevemente más abajo), existe una enorme incertidumbre acerca del valor de ciertos instrumentos financieros complejos con los que los bancos y otras instituciones financieras han estado comerciando extensamente durante los últimos años. Y como resultado de esta incertidumbre, las instituciones financieras se vuelven mucho más reacias a prestarse dinero entre sí 1, puesto que no saben si la institución a la que le están realizando el préstamo está en riesgo inminente de colapso. Esto ha subido el coste de los préstamos interbancarios. Así, algunas instituciones que dependían fuertemente de esta forma de préstamo para financiar sus operaciones diarias se han ido al traste (el banco británico Northern Rock ha sufrido este destino; aunque tenía el problema adicional de que su política de préstamos hipotecarios fue considerada como excesivamente arriesgada).

La economía es ahora tan global y opera a una velocidad tan enorme que la posibilidad de hacer de la confianza real entre individuos la base para transacciones económicas parece remota. Pero quizá tengamos un indicio en este pensamiento –quizá haya llegado el momento de ralentizar los virajes del dinero a través del sistema, de tomarnos el tiempo para ponderar cómo puede beneficiarse a la totalidad. Los gobiernos ya están cooperando para resolver la crisis actual, y están considerando cómo puede regularse la economía más efectivamente. Esperemos que las voces de las personas de buena voluntad que tienen conocimientos especializados en este área complicada puedan influir en las discusiones de los gobiernos. Y un área que parece estar madura para ser investigada es el factor de exactamente cómo de complicados se han vuelto los instrumentos y transacciones financieros. Cuando la persona más rica del mundo, Warren Buffet, puede decir de los instrumentos llamados derivados que son “armas financieras de destrucción masiva”, decididamente ha llegado el momento de pensar en simplificar. Como se dice en las enseñanzas del Agni Yoga, “¿Simplificar o complicar? Hasta un niño preferirá lo primero”. Para hacerse una idea mejor del papel que ha desempeñado la complicación en la actual crisis, es necesario reflexionar sobre el riesgo.

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