Noviembre 2006

Durante el transcurso de un sinnúmero de vidas, el Ego es prácticamente inconsciente de la Personalidad. Existe el vínculo magnético y nada más, hasta que llega el momento en que la vida de la personalidad alcanza un punto donde debe agregar algo al contenido del cuerpo causal, que al principio es un cuerpo pequeño, incoloro e insignificante. Pero llega el instante en que las piedras son extraídas de la cantera de la vida personal, perfectamente labradas, y el hombre, constructor y artista, les aplica los primeros colores. Entonces el Ego empieza a prestar atención, rara vez al principio, pero con creciente frecuencia después, hasta que en determinadas vidas el Ego se dedica a subyugar al yo inferior, a ensanchar el canal de comunicación, y a trasmitir a la conciencia del cerebro físico la realidad de su existencia y la meta de su ser. Una vez que se ha alcanzado esto y que el fuego interno circula más libremente, se dedican muchas vidas a estabilizar esa impresión y a convertir esa conciencia interna en parte de la vida consciente. La llama irradia cada vez más hacia abajo, hasta que gradualmente los diferentes vehículos se van correlacionando y el hombre entra en el sendero de probación. Ignora lo que le espera, y sólo es consciente de una incontrolada y ansiosa aspiración Y de innatos anhelos divinos. Ansía avanzar y saber, y sueña Siempre con algo o alguien superior a él. Todo ello se apoya en la profunda convicción de que la meta ansiada será alcanzada por el Servicio prestado a la humanidad, la visión será una realidad y el anhelo se convertirá en satisfacción y la aspiración en visión.(Cartas sobre Meditación Ocultista, p. 39)