Cristo, el Señor de Amor

Los siguientes comentarios se transmitieron en el Webinar de Triángulos el 7 de agosto de 2017:

Hace dos mil años, Cristo reveló que “Dios es amor”. Probablemente, ésta fue una de las verdades más profundas que se ha dado al mundo y que enriqueció mucho la experiencia humana. Incluso hoy en día nos esforzamos por comprender todas las implicaciones de esta verdad eterna. El Amor, se dice, “pone fin a todo el karma terrenal. El amor induce esa radiación que no sólo invoca y evoca el corazón de Dios, sino también el corazón de la humanidad. El amor es la causa de toda creación y el factor que sostiene todo lo que vive”. (El Discipulado en la Nueva Era, Vol. II, p. 541 ed. inglesa). No obstante, en la dispensación Acuariana, el trabajo de Cristo consistirá en relacionar a la humanidad con “ese centro superior donde se hace contacto con el Padre, se reconoce la filiación y puede conocerse el Propósito divino”. Esto finalmente conducirá a la humanidad hacia una era no soñada hasta hoy, de la que el presente es sólo un pálido e inadecuado reflejo.

En Triángulos estamos trabajando a través del poder de pensamiento para despertar la vida mental de la humanidad a los nuevos principios, inspiraciones y valores. A medida que la luz y la buena voluntad permean sin cesar todo el plano etérico planetario, las mentes y los corazones están despertando y vibrando a un ritmo superior. En esta atmósfera cada vez más cargada espiritualmente, las nuevas ‘semillas de esperanza’ pueden empezar a florecer y arraigar en los asuntos de la humanidad, y lograr esas condiciones en las que Cristo pueda cumplir con Su elevada llamada y una vez más caminar libremente en la Tierra.

Hay un número creciente de personas de buena voluntad en el mundo de hoy que reconocen que es inminente el regreso de un Instructor Mundial, de una Vida divina, de Cristo, Quien representa y trabaja por y a favor de toda la humanidad, sin importar la religión, raza y color. En las sagradas escrituras hindúes del Bhagavad Gita, se nos recuerda que: “Siempre que haya un debilitamiento de la ley y un crecimiento de la ilegalidad en todas partes, entonces Yo me manifiesto. Para la salvación de los justos y la destrucción de aquellos que hacen el mal, para el firme establecimiento de la Ley, Yo vuelvo a nacer edad tras edad”. Y ha habido un número de grandes Avatares que han aparecido en el largo viaje de la humanidad hacia una mayor luz y entendimiento.

La proximidad de dos grandes ciclos planetarios, los de Piscis y Acuario, proporcionan a Cristo una oportunidad única para completar Su obra suprema que empezó hace más de 3000 años en la India como Sri Krishna, en una encarnación anterior, de la que poco se conoce, y que fue continuada hace 2000 años en Palestina durante la transición de las dispensaciones entre Aries y Piscis. No obstante, aunque no esté físicamente presente o visible entre la familia humana, durante los grandes períodos de retiro de la actividad del plano externo, Cristo nunca ha abandonado y ha trabajado con la Buena Ley, con las grandes mareas y ciclos de la vida, y con individuos y grupos en los niveles internos, a fin de llevar a la humanidad más cerca del Padre. Podemos recordar las siguientes palabras del Nuevo Testamento: “Cuando dos o tres se reúnen en mi nombre, entonces Yo estoy con ellos”. Y estas palabras, sin duda, tienen una profunda resonancia en nuestro trabajo de Triángulos, cuando visualizamos a Cristo, el Instructor del Mundo, como el punto trascendente de síntesis en el corazón de cada triángulo. A medida que pronunciamos la Gran Invocación, que se ha descrito como el propio mantram de Cristo, seamos conscientes de que “su sonido se difundió” por todo el mundo porque Él lo emitió y lo empleó la Jerarquía. Ahora sus palabras deben ser difundidas por el mundo entero y pronunciadas por los hombres de todas partes, y su significado debe ser expresado por las masas a su debido tiempo. Entonces Cristo podrá nuevamente ‘retornar a la Tierra’ y “ver el trabajo de Su alma y quedar satisfecho”.  (El Discipulado en la nueva era, Vol. II, p.173 ed. inglesa)

Pocos dudan de que estos tiempos son difíciles y de prueba para la familia humana. Abundan las crisis, pero de esta ‘tierra ardiente’ surgirá una humanidad más sabia, más incluyente y compasiva, aprovechando los errores del pasado y enfrentando los del presente. Esto está lejos de ser imposible, si aprovechamos los recursos, la sabiduría y el apoyo del alma, para intuir, reconocer y anclar físicamente los nuevos modelos de pensamiento que se basan en el ‘bien del todo’, la indivisibilidad e interdependencia de toda la vida, la justicia y la cohesión social y la libertad. Estas “semillas de esperanza’, como han sido llamadas, proporcionan los medios para, parafraseando las palabras de ese gran discípulo del siglo XX, Winston Churchill, durante los días más oscuros de la Segunda Guerra Mundial, que “la vida del mundo pueda avanzar hacia las amplias y soleadas tierras altas”. Tal vez, podemos imaginar un mundo en el que la familia humana estará más en paz consigo misma, será más sabia en sus relaciones con otros estados nacionales, por lo que tendrá una visión del conjunto más completa, una comunidad de naciones, unas naciones unidas, enlazadas e indisolublemente unidas, cada una desempeñando su parte para el bien mayor, mientras que cada una mantiene su propia individualidad y distintiva nota espiritual. Y, en el centro de estas imágenes, Cristo, el Señor de Amor, Cuya profunda influencia en algún momento encarnará “El deseo de todas las Naciones”.

Así que, a medida que avanzamos en este mundo de paradojas y contradicciones, de aparente dualidad, de esperanza y desesperación, de luz y oscuridad, de verdad y falsedad, de amor y separación, de comprensión intuitiva y conocimiento concreto, y de libertad y aprisionamiento, el espíritu humano eventualmente surgirá de cada desafío y cada reto, y como Arjuna, el auriga con túnica de la filosofía hindú, un día podrá decir a Krishna, el Dios en todos: “Por Tu gracia recuerdo mi Luz, y ahora mi ilusión ha desaparecido. Ya no tengo dudas, mi fe es firme; y ahora puedo decir ‘Hágase tu Voluntad’”.