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1. Tres Afirmaciones Básicas. - Parte 1


Se afirma con frecuencia que la astrología es una ciencia exacta, lo cual está lejos de ser correcto, a pesar de los múltiples cómputos matemáticos. Lo curioso es que la astrología se basa en la ilusión, y como bien saben, el zodíaco solo es el recorrido imaginario del sol a través de los cielos, desde el punto de vista de nuestro insignificante planeta. El sol no está, como se afirma, en ningún signo del zodíaco. Simplemente parece estarlo al pasar entre nuestra pequeña esfera –la Tierra– y las constelaciones, en cualquier tiempo o estación particular.

Antiguamente se creía que la Tierra era el centro del sistema solar, y que alrededor de ella giraban el sol y los demás planetas. Esta era la posición y conocimiento exotérico, no la comprensión esotérica. Posteriormente, cuando nuevos descubrimientos trajeron mayor luz a la mente humana, nuestro planeta se descentralizó y se vio la verdad con mayor claridad, aunque todavía queda mucho por descubrir, lo cual podría ser incluso de naturaleza revolucionaria. Desde cierta perspectiva astrológica, debe tener lugar un proceso similar de descentralización y el sistema solar ya no debe considerarse un punto alrededor del cual gira el zodíaco, o a través del cual el sol pasa durante su gran ciclo de aproximadamente 25.000 años. Los astrólogos que poseen visión interna podrán negar que esta sea la actitud comúnmente adoptada. Sin embargo, –en bien de la claridad y en relación con el público en general– el ignorante permite y acepta dicha inferencia. Sobre esta teoría concerniente al zodíaco se apoya en gran medida lo que denominamos Gran Ilusión; y quisiera [i5] que recuerden esto al estudiar junto a mí las nuevas aproximaciones a la ciencia más grande y antigua de todas. La astrología es una ciencia que debe retornar a su belleza y verdad originales, antes de que el mundo pueda obtener una perspectiva más veraz y una apreciación más justa y exacta del Plan divino, tal como se expresa en la actualidad mediante la Sabiduría de las Edades.

La segunda afirmación que quisiera hacer es que en la actualidad la astrología es esencialmente la presentación más pura de la verdad esotérica en el mundo, porque es la ciencia que trata de las energías y fuerzas que condicionan y gobiernan, y que actúan sobre, y a través, de todo el campo del espacio, y todo lo que se encuentra en él. Cuando se entienda este hecho, se comprenda el origen de esas energías y se capte correctamente la naturaleza del espacio, veremos un horizonte más amplio y a la vez más íntimamente relacionado; se comprenderán entonces las relaciones entre entidades individuales, planetarias, sistémicas y cósmicas, y comenzaremos a vivir científicamente. Este vivir científico es lo que constituye el propósito inmediato de la astrología a llevar a cabo.

Actualmente, la posición del creyente promedio en la astrología es que él es un individuo importante (al menos para sí mismo), que vive sobre ese importante planeta, la Tierra (importante para la humanidad), y que por medio de la astrología puede descubrir su destino y saber lo que debe hacer. No me refiero en este comentario a esos pocos astrólogos que poseen un verdadero conocimiento esotérico. En verdad son muy pocos, y solo un puñado de ellos se encuentran en actividad en este momento. Al investigador moderno le agrada creer que sobre y a través de él hacen impacto y fluyen esas energías que provienen del signo en el cual “se encuentra” el sol en el momento de su nacimiento. Se considera [i6] receptivo a las fuerzas de los distintos planetas, al regir estos las casas de su horóscopo, y cree que las tendencias y circunstancias de su vida están así determinadas. Esto le hace sentirse un factor de importancia aislada. Las interpretaciones modernas no enfatizan la importancia del signo naciente (Ascendente), lo cual se debe a que muy pocos están preparados para actuar como almas; y poco margen se ha otorgado a las energías que actúan constantemente sobre nuestro planeta, procedentes de otras constelaciones o de muchos planetas “ocultos”. En la Sabiduría Eterna se dice que existen alrededor de setenta de estos planetas en nuestro sistema solar.

Quisiera presentar un cuadro más verdadero y exacto. Esto es posible ahora porque la percepción, la relación y la integridad grupales, comienzan a ocupar un lugar prominente en la consciencia humana. A medida que esto sucede, la personalidad, que es individualista, separatista y autocentrada, retrocederá cada vez más a un segundo término, y el alma que posee consciencia grupal y es incluyente y no separatista, irá pasando cada vez más a un primer plano. En consecuencia, se extinguirá gradualmente el interés por el horóscopo individual, y el cuadro planetario universal y sistémico ocupará un lugar prominente en la consciencia del individuo. El individuo se considerará a sí mismo como parte integrante de un todo mucho más importante, y se interesará más en el grupo mundial, que en sí mismo, como individuo.

Por lo tanto, no me ocuparé en absoluto del tema de la astrología esotérica desde el punto de vista del horóscopo. Las relaciones universales, la interacción de energías, la naturaleza de lo que se halla detrás de la Gran Ilusión, la engañosa “apariencia de las cosas tal como son” y el destino de nuestro planeta, de los reinos de la naturaleza y de la humanidad como un todo, constituyen la mayor parte de nuestro tema. [i7]

No me preocupa si los astrólogos modernos aceptan o rechazan las ideas presentadas. Trataré de presentarles ciertos hechos tal como los reconoce la Jerarquía e indicarles, si puedo, las realidades subjetivas, de las cuales la ilusión externa es solo la apariencia fenoménica, condicionada por los pensamientos del ser humano a través de las edades; enfatizaré la realidad de la vivencia de las Fuentes de las cuales fluyen y emanan todas las fuerzas y energías que actúan en nuestro planeta. Ante todo, me esforzaré por demostrarles esa unidad omnipenetrante y esa síntesis subyacente, base de todas las religiones y de las innumerables fuerzas transmitidas, y trataré de apartarlos, como individuos, del centro de su propio escenario y consciencia –sin privarlos de su propia individualidad e identidad– y, sin embargo, les demostraré que son parte de un todo mayor, que podrán percibir conscientemente cuando puedan actuar como almas, del cual hoy son inconscientes, o a lo sumo solo registran y sienten la realidad interna en la cual viven, se mueven y tienen su ser.

Esto me lleva a la tercera afirmación, la cual es tan básica y fundamental que les pediría se detengan a considerarla, aunque no capten plenamente todas sus implicaciones. La Sabiduría de las Edades enseña que “el espacio es una entidad”.

La astrología esotérica se ocupa de la vida de esta entidad y de las fuerzas y energías, los impulsos y los ritmos, los ciclos, el tiempo y las estaciones. Esto lo afirmó H.P.B. en La Doctrina Secreta. Recuerden que existe una clave astrológica para La Doctrina Secreta, que todavía no se puede revelar en su totalidad. Sin embargo, puedo insinuarles y sugerirles algunas líneas de aproximación que, si se mantienen en la consciencia de los astrólogos iluminados, permitirá que algunos de ellos, en fecha posterior, descubran la llave que –al hacerla girar en bien de la humanidad– [i8] revelará el cuarto gran fundamento de la Sabiduría Eterna, tres de los cuales ya han sido dados en el proemio de La Doctrina Secreta.

El espacio es una entidad y la “bóveda celeste” –como se denomina poéticamente– es la apariencia fenoménica de esa entidad. Observarán que no digo apariencia material, sino fenoménica. Conjeturar sobre la naturaleza, la historia y la identidad de esa entidad, sería inútil y de ningún valor. Puede obtenerse una idea vaga, que proporcionará una analogía, aunque eluda las especificaciones, si nos esforzamos por considerar a la familia humana, el cuarto reino de la naturaleza, como una entidad que forma una sola unidad y se expresa a través de las innumerables y diversificadas formas del ser humano. Cada uno de ustedes, como individuos, son parte integrante de la humanidad, no obstante, cada uno lleva su propia vida, reacciona a sus propias impresiones, responde a las influencias e impactos externos, y a su vez emana influencias, envía algún tipo de irradiación de carácter y expresa alguna cualidad o cualidades, afectando así, en cierta medida, a su medio ambiente y a aquellos con quienes entran en contacto. Sin embargo, durante todo el tiempo, forman parte de la entidad fenoménica a la cual damos el nombre de humanidad. Ahora extiendan esta idea hasta la entidad fenoménica más vasta, el sistema solar. Esta entidad es en sí misma parte integrante de una vida aún mayor, la cual se expresa a través de siete sistemas solares, de los cuales el nuestro es uno. Si pueden captar esta idea surgirá en la consciencia una vaga imagen de una gran verdad esotérica subyacente. Esta vida y las influencias, las irradiaciones y emanaciones de esta entidad, y el efecto conjunto que producen sobre nuestra vida planetaria, en los reinos de la naturaleza y en las civilizaciones humanas en desarrollo, es lo que hemos de considerar ahora.

El tema es tan vasto, que he tenido que afrontar el problema de descubrir la mejor manera de tratarlo, decidiéndome [i9] por la brevedad y la afirmación concisa de los hechos (hechos para los que trabajamos en el aspecto interno de la vida, pero razonablemente solo hipótesis para ustedes), eludiendo el análisis detallado y los pormenores. Me esforzaré por hacerlo de lo universal a lo particular y de lo general a lo específico, pero siempre acentuando lo universal y lo general, y no lo particular y específico. De quienes entre ustedes sean estudiantes de astrología depende la debida aplicación de la verdad a lo específico. Es en esta conexión donde se ha extraviado la astrología moderna. Esta ha trastocado el procedimiento correcto y verdadero, poniendo el énfasis sobre lo específico y particular, el horóscopo personal y el destino individual, y no sobre las grandes energías y su Fuente. Estas Fuentes son básicamente responsables de la manifestación de lo específico. Esta posición y presentación de la verdad debe modificarse.

Por lo tanto, en astrología esotérica tratamos acerca de la Vida y las Vidas, que animan los “puntos de luz” dentro de la Vida universal. Constelaciones, sistemas solares, planetas, reinos de la naturaleza y el ser humano microscópico, son el resultado de la actividad y la manifestación de la energía de ciertas Vidas, cuyos ciclos de expresión y sus infinitos propósitos, están fuera de la comprensión de las mentes más avanzadas e iluminadas de nuestro planeta.

El próximo punto que cada uno de ustedes debe captar, es que el éter del espacio constituye el campo en y a través del cual actúan las energías que provienen de innumerables Fuentes de origen. Por lo tanto, nos ocupamos del cuerpo etérico del planeta, del sistema solar y de los siete sistemas solares, de los cuales el nuestro es uno, y con el cuerpo etérico del universo general y más vasto en el cual estamos localizados. Empleo deliberadamente la palabra “localizados” por [i10] las inferencias a las que conduce. Este campo más vasto, como también los campos más reducidos y conocidos, proporcionan el medio de transmitir las energías que actúan sobre y a través de nuestro sistema solar, esferas planetarias y todas las formas de vida que existen en esas esferas. Forma un ininterrumpido campo de actividad en constante e incesante movimiento – un medio eterno para el intercambio y la transmisión de energías.

En conexión con esto y a fin de comprenderlo mejor, será útil estudiar al ser humano individual; de esta manera podemos obtener una tenue comprensión de la verdad básica y subyacente. Los estudiantes nunca deben olvidar la Ley de Analogía como medio de interpretación. El esoterismo enseña –y la ciencia moderna está llegando rápidamente a la misma conclusión– que subyacente en el cuerpo físico y en su complejo e intrincado sistema de nervios, existe un cuerpo vital o etérico, contraparte y verdadera forma del aspecto fenoménico externo y tangible. De manera análoga, es el medio para transmitir fuerza a todas las partes de la estructura humana, y el agente de la consciencia y de la vida que mora internamente. Determina y condiciona el cuerpo físico, pues constituye en sí el receptáculo y el transmisor de energía proveniente de los diversos aspectos subjetivos del ser humano y también del medio ambiente en el que se encuentra el ser humano (tanto interno como externo).

Otros dos puntos deberían agregarse aquí. Primero: el cuerpo etérico individual no es un vehículo humano aislado y separado, sino que es, en un sentido particular, parte integrante del cuerpo etérico de esa entidad que denominamos familia humana. Este reino de la naturaleza, por medio de su cuerpo etérico, forma parte integrante del cuerpo etérico planetario, que no está separado de los cuerpos etéricos de otros planetas, sino que todos ellos, conjuntamente con el cuerpo etérico del sol, constituyen el cuerpo etérico [i11] del sistema solar. Este está relacionado con los cuerpos etéricos de los seis sistemas solares, los cuales forman con el nuestro una unidad cósmica, afluyendo a ellos energías y fuerzas de ciertas grandes constelaciones. El campo del espacio es etérico por naturaleza, y su cuerpo vital está compuesto de la totalidad de los cuerpos etéricos de todas las constelaciones, sistemas solares y planetas que se encuentran en él. A través de toda esta red cósmica áurea hay una constante circulación de energías y fuerzas, y esto constituye la base científica de las teorías astrológicas. Así como las fuerzas del planeta y del hombre espiritual interno (para mencionar solo un factor entre muchos) se vierten en el plano físico a través del cuerpo etérico del ser humano individual y condicionan su expresión, actividad y cualidades externas, así también las variadas fuerzas del universo se vierten a través de cada parte del cuerpo etérico de esa entidad que llamamos espacio, y condiciona y determina la expresión, las actividades y las cualidades externas de cada una de las formas que se hallan dentro de la periferia cósmica.

El segundo punto que quiero señalar, es que dentro del cuerpo etérico humano se encuentran siete centros mayores de fuerza, que tienen la naturaleza de medios distribuidores y baterías eléctricas, que proporcionan al ser humano fuerza dinámica y energía cualitativa, produciendo efectos definidos sobre su manifestación física externa. Por medio de su constante actividad aparece su cualidad, y comienzan a emerger sus tendencias de rayo, indicando claramente su punto de evolución.

Este “control de la forma por medio de un septenario de energías” (tal como lo define el Antiguo Comentario) constituye una regla inalterable del gobierno interno de nuestro universo y de nuestro particular sistema solar, así como en el caso del ser humano individual. Existen, por ejemplo, en nuestro sistema solar, siete planetas sagrados, que corresponden a los siete centros de fuerza individuales del ser humano, los siete sistemas solares, de los cuales [i12] el nuestro es uno, que a su vez son los siete centros de energía de Aquel a quien me he referido en otros libros como “Aquel de Quien Nada Puede Decirse”.

Mucho se ha expuesto en los libros ocultistas, que el astrólogo común desconoce profundamente. Es esencial que aprenda a pensar en Totalidades más grandes y que se preocupe más agudamente de las Fuentes emanantes y de las Causas que persisten eternamente, en vez de ocuparse de los efectos que producen dichas Fuentes sobre esa creación efímera, un ser humano y su existencia temporaria, en un planeta muy insignificante. Al tratar de hacerlo, descubrirá por sí mismo los signos de la divinidad esencial del hombre – divinidad que debe encontrarse en el alcance infinito de su conciencia cuando está iluminada por la luz del alma, y en su poder para proyectar su pensamiento en la conciencia de esas múltiples Vidas, cuyos “movimientos energéticos” debe compartir forzosamente, debido a que su pequeña porción de energía es parte integrante de la de Ellas.

Existe un aspecto de la energía, no tenido muy en cuenta por los astrólogos modernos, y sin embargo de primordial importancia. Es la energía que irradia o emana de la Tierra misma. Como todos los seres humanos viven en su superficie y están por lo tanto proyectados dentro del cuerpo etérico del planeta (razón por la cual “el ser humano permanece erecto”), el cuerpo del ser humano está siempre bañado por las emanaciones y radiaciones de nuestra Tierra y por la cualidad integral de nuestro Logos planetario, al enviar y transmitir Él energía dentro de Su medio ambiente planetario. Los astrólogos siempre han recalcado las influencias y energías entrantes al impactar y actuar estas a través de nuestro pequeño planeta, pero no han considerado adecuadamente las cualidades y fuerzas emanantes, contribución del cuerpo etérico de nuestra Tierra [i13] al todo mayor. Esto lo consideraremos más adelante, pero he sentido la necesidad de llamarles la atención sobre ello.

Otro punto que deben observar es que la influencia de la Luna es de naturaleza y efecto puramente simbólicos, siendo simplemente el resultado de antiguas ideas y enseñanzas (transmitidas a nosotros desde la época lemuriana), y no se basa en ninguna verdadera radiación o influencia. En esas épocas remotas, constituyendo en días lemurianos simplemente una antigua tradición que antecedía inclusive a Lemuria misma, la Luna aparecía como una viviente entidad vital. Pero quiero que tengan en cuenta que la Luna no es hoy otra cosa que una forma muerta. No tiene radiación ni emanación de ninguna especie y, en consecuencia, no produce efecto de ningún tipo. Desde el punto de vista del conocedor esotérico, la Luna es simplemente un obstáculo en el espacio – una forma indeseable que debe desaparecer algún día. La astrología esotérica considera que el efecto producido por la Luna es un efecto del pensamiento, y el resultado de una forma mental poderosa y muy antigua; no obstante, la Luna no posee cualidad propia ni puede transmitir nada a la Tierra. Permítanme repetir: la Luna es una forma muerta. No tiene en absoluto emanación alguna. Por eso se dice en la Antigua Enseñanza que la Luna “oculta a Vulcano o a Urano”. Esta insinuación o inferencia siempre ha existido, y los astrólogos harían bien en experimentar con la sugerencia dada sobre la Luna, y (en vez de trabajar con ella) que trabajen con Vulcano, cuando se trata del ser humano común y no evolucionado, y con Urano cuando consideren al ser humano muy evolucionado. Obtendrían de esta manera resultados convincentes e interesantes.

Los estudiantes también harían bien en recordar que las doce constelaciones que constituyen nuestro zodíaco particular son en sí mismas receptores de innumerables corrientes de energía que llegan de muchas fuentes. Estas se mezclan y fusionan con la [i14] energía de cualquier constelación particular y – transmutadas y “refinadas ocultamente” – oportunamente hallan su camino hacia nuestro sistema solar.

Quisiera llamarles la atención aquí sobre algunos comentarios que hice en Tratado sobre Fuego Cósmico, pues son oportunos y valiosos. De alguna manera, estoy parafraseando:

“La astrología se ocupa del efecto que producen en la sustancia de las envolturas las influencias, vibraciones, etc., de los distintos planetas. Estas son, esotéricamente, las influencias de los centros solares… Las fuerzas que emanan de ellos actúan sobre los centros planetarios…, todo lo cual está oculto en el karma del Hombre celestial. Se impartirá más sobre esto cuando venga a la existencia la verdadera astrología esotérica… Los estudiantes de astrología están aprendiendo solo el abecé de este estupendo tema, y apenas si tocan los bordes exotéricos de ese gran velo que ha sido sabiamente tendido sobre la ciencia planetaria”.

(Tratado sobre Fuego Cósmico, pág. 1051, ed. ingl.)

A continuación, se enumeran –en forma incompleta pero adecuada para nuestro propósito– las influencias principales que se abren camino desde Fuentes muy distantes, llegan a nuestra vida planetaria y producen efectos definidos sobre el ser humano y la humanidad como un todo:

1. La constelación de la Osa Mayor.

I. 2. Las Siete Hermanas de las Pléyades.

3. Sirio, la Estrella del Perro.

1. Los siete sistemas solares, de los cuales el nuestro es uno.

II. 2. Los siete planetas sagrados, de los cuales el nuestro no es uno.

3. Los cinco planetas no sagrados o planetas “ocultos”. [i15]

III. 1. Los siete centros planetarios.

2. Los siete centros de fuerza en el cuerpo etérico humano.

IV. 1. Las doce constelaciones zodiacales.

Tenemos así un nónuple impacto de energía. Esta clasificación es importante, pero debe recordarse que existen también otros impactos, relativamente insignificantes.

A estas deben agregarse otras corrientes de energía, que actúan definidamente sobre nuestra vida planetaria y la afectan, tales como las que provienen de la gran estrella o de Antares, y de otros grandiosos soles y sistemas solares relacionados con las constelaciones del zodíaco, cuyas fuerzas nos llegan a través de esas constelaciones y no en forma directa.

Además de las enumeradas, debería recordarse que técnicamente debe agregarse a esto la irradiante influencia que llega directamente del planeta en el cual vivimos, la Tierra. Solo entonces podrán hacer un análisis y un cuadro bastante completos de las energías a las que el cuerpo etérico del ser humano (condicionando el cuerpo físico, preeminentemente automático y negativo en sus reacciones) debe responder y siempre responde. La comprensión de esa respuesta y el control consciente e inteligente de las reacciones individuales, son sumamente necesarios para el ser humano, pero solo llega a ser posible en una etapa avanzada de evolución y cuando (técnicamente comprendido) se acerca al Sendero. El ser humano aprende ante todo a controlar sus reacciones hacia los planetas, al regir y dirigir estos los asuntos de su personalidad, desde sus diversas “estaciones” en las doce casas de su horóscopo. Hay dos maneras de hacerlo:

Primero: Confeccionando debidamente el horóscopo y dando [i16] los pasos necesarios para determinar lo que debe hacerse para negar las influencias planetarias donde se considere deseable controlar las reacciones de la personalidad. Esto debe hacerse aplicando el poder del pensamiento. Requiere plena confianza en la comprensión e interpretación del astrólogo y el conocimiento del momento exacto del nacimiento. A veces uno se pregunta si estas condiciones del momento exacto y de un astrólogo sabio son posibles de momento. 

Segundo: Asumiendo conscientemente la posición del Observador espiritual y cultivando el poder de responder al Alma. Entonces, desde el ángulo de esa alma, el ser humano tiene que aprender a controlar las circunstancias y reacciones concomitantes de la personalidad.

Deben considerarse también las siguientes actitudes y posiciones, adoptadas por el astrólogo esotérico:

1. Las influencias planetarias indican la tendencia de las circunstancias de la vida externa. Cuando se interpretan correctamente tanto para el ser humano común como para el no evolucionado, pueden señalar, y lo hacen, el destino y el futuro de la personalidad, pero condicionan y controlan totalmente al ser humano que no ha tenido experiencia consciente del alma. En cuanto el ser humano llega a ser consciente de su propia alma y se esfuerza por controlar su “sendero en la vida”, las influencias de los planetas de por sí se debilitan definidamente y van aminorando paulatinamente; su carta de la personalidad parece poco concluyente y muchas veces muy inexacta. Es la fuerza que fluye a través de los planetas, y no la fuerza de los planetas, lo que entonces rige y controla. Entonces el ser humano llega a ser receptivo a las energías más elevadas y sutiles del sistema solar y de las doce constelaciones regentes.

2. El signo del Sol –tal como se denomina– indica la naturaleza física, mental y espiritual del ser humano. Contiene el [i17] secreto del rayo de la personalidad y de la receptividad o falta de receptividad del ser humano al Alma, el verdadero ser humano. Indica también la integración ya lograda y la actual etapa de desarrollo de las cualidades del alma, del equipo actualmente disponible, de la cualidad de la vida presente y las posibles relaciones grupales inmediatas. Desde el ángulo de la Sabiduría Eterna, indica solo esto y nada más, constituyendo lo opuesto de la posición astrológica usual. Lo expongo porque la humanidad ha evolucionado bastante como para que, dentro del menor tiempo posible, la astrología del alma sea una posibilidad, constituyendo –desde muchos puntos de vista– la inversión del procedimiento normal. Esto es prudente, necesario y también inevitable. Los astrólogos se dividirán eventualmente en dos tipos: los astrólogos exotéricos, que se ocuparán de los horóscopos de la personalidad, y los esotéricos, que se ocuparán de los propósitos del alma.

El signo ascendente indica las posibilidades más remotas, la meta espiritual y el propósito de la encarnación inmediata, y de las inmediatamente sucesivas. Este signo se ocupa de la lucha que libra el individuo espiritual para “continuar” desde el punto alcanzado, de modo que cuando la energía de la vida se haya agotado temporariamente y tenga lugar “la muerte de la personalidad”, se encuentre “más próximo al centro de su vida, más cerca del centro de su grupo y se aproxime al centro de la Vida divina”, según lo expresa la Sabiduría Eterna. La frase: “muerte de la personalidad” tiene dos connotaciones definidas:

a. Puede significar la muerte del cuerpo físico –que inevitablemente es seguida por dos etapas, [i18] la de la muerte del vehículo emocional y la subsiguiente disipación de la temporaria y siempre cambiante forma que la cuota de energía mental ha asumido durante la encarnación.

b. La subjetiva y mística “muerte de la personalidad”. Esta frase indica la transferencia del foco de distribución de energía, desde la personalidad (un centro definido de fuerza) al alma (otro centro definido).

Comprendo que estos conceptos no están en línea con los postulados usuales de la astrología. Sin embargo, la astrología no perdería tiempo si experimentara con estas ideas durante un tiempo y los astrólogos descubrirían algunos problemas más interesantes y atrayentes y quizás llegarían a una exactitud desconocida en la actualidad. Probablemente sería de utilidad que me extendiera sobre este punto.

En conexión con el signo del Sol, con el signo ascendente y el efecto de la forma mental relacionada con la Luna, la posición de la astrología esotérica es:

1. El signo del Sol. –Indica el problema actual del ser humano; fija el paso o ritmo establecido de la vida de su personalidad; se relaciona con la cualidad, temperamento y tendencias de la vida, que buscan expresarse durante esta encarnación particular y sugiere el aspecto rajásico o actividad del ser humano inmanente. Fundamentalmente las fuerzas de este signo indican la línea de menor resistencia.

2. El ascendente o signo naciente. –Indica la vida futura y el propósito inmediato del alma para esta encarnación. Mantiene el secreto del futuro y presenta la fuerza que, empleada correctamente, conducirá al ser humano al éxito. Representa [i19] el aspecto sátvico o armónico de la vida, y puede producir correctas relaciones entre el alma y la personalidad en una encarnación dada, señalando así el camino al reconocimiento de la fuerza del alma.

3. La luna. –Este tipo de fuerza (procedente de ciertos planetas y no de la Luna) indica lo que es pasado. En consecuencia, resume la limitación y los obstáculos presentes. Gobierna el cuerpo físico y muestra dónde se halla la prisión del alma.

La siguiente declaración que quisiera hacer, y que surge normalmente de lo anterior, es que las energías zodiacal, sistémica y planetaria actúan como fuerzas obstaculizadoras o estimulantes, según el tipo de vehículo o cuerpo sobre el cual actúen. La naturaleza de estos vehículos y su capacidad para atraer, responder, rechazar, absorber y transmutar, depende totalmente del grado de evolución obtenido y también de la condición general planetaria y psicológica en que se encuentra la familia humana en determinado momento. Un ejemplo de esto puede verse actualmente en el mundo, donde las fuerzas hacen impacto, casi violentamente, sobre nuestra vida planetaria con una nueva medida y ritmo, evocando una respuesta muy intensificada de los pensadores del mundo, estimulándolos a realizar un serio esfuerzo sobre líneas ideológicas y, al mismo tiempo, produciendo en las masas y en las personas poco evolucionadas terror, un fatalismo miserable, agotamiento físico general y muchas otras reacciones indeseables de la naturaleza-forma. La comprensión de estos efectos obstaculizadores o estimulantes, puede ser comprendida fácilmente por quienes pueden captar la naturaleza de las actividades del planeta Saturno. Este es el planeta que condiciona principalmente el punto de evolución en el que se hace posible definitivamente la elección, [i20] asumiendo conscientemente el rechazo o aceptación de la oportunidad, y también donde la responsabilidad personal llega a ser un hecho reconocido en una vida planeada y ordenada. Este punto del proceso evolutivo humano está descrito en El Antiguo Comentario con frases simbólicas:

“En medio de las arremolinantes fuerzas permanezco confuso. No las conozco, pues durante todo mi pasado me arrastraron de aquí para allá en la tierra en la que me movía, ciego e inconsciente. Me condujeron de un lugar a otro, de un punto a otro, de arriba a abajo de esta tierra, y no hallé lugar donde descansar.

Ahora las conozco y aquí permanezco y no me moveré hasta conocer la Ley que gobierna todo este movimiento de ir y venir en la Tierra. Puedo girar y volver mi rostro hacia los muchos y diferentes caminos; enfrento amplios horizontes y sin embargo hoy todavía permanezco.

Yo mismo determinaré el camino a seguir. Entonces avanzaré. No viajaré de aquí para allá en la Tierra ni giraré en el espacio. Pero seguiré hacia adelante.”

Hay otra idea revolucionaria que la ciencia astrológica esotérica incorpora a su aspecto moderno y exotérico: en el ciclo mayor de las muchas encarnaciones del ser humano, este –como es bien sabido– pasa a través del círculo zodiacal de Piscis a Aries, retrogradando a través de los signos al seguir el recorrido o sendero de la retrogradación del Sol. Esta frase siempre me ha perturbado, pero es que la aparente retrogradación, basada en la precesión de los equinoccios, es parte integral de la Gran Ilusión. En el momento en que el ser humano empieza a surgir fuera de esa ilusión y no está sujeto al espejismo y al efecto del maya mundial, entonces el movimiento de la gran Rueda de la Vida [i21] se revierte, y el ser humano comienza (lenta y laboriosamente) a trabajar en la dirección opuesta. Así pasa a través de los signos de Aries a Piscis, comenzando paciente y conscientemente a funcionar como un alma que lucha por alcanzar la luz, hasta que, al finalizar el sendero en Piscis, surge como un Conquistador y Salvador mundial. Entonces conoce el significado del triunfo sobre la muerte, porque ha superado y vencido el deseo.

Tal reversión del camino por el cual viaja el ser humano a través de los signos zodiacales, requerirá un reajuste del método empleado por los astrólogos cuando confeccionan el horóscopo de aspirantes evolucionados, discípulos e iniciados.

Por lo tanto, el astrólogo practicante preparará la interpretación del horóscopo de acuerdo con el grado de evolución del individuo en el Sendero o (en otras palabras) con el lugar que ocupa el individuo en la rueda de la vida. Requerirá del astrólogo intuitivo, trabajo y reflexión, dependiendo del contacto con el alma y de la prolongada meditación, poder determinar los procesos de interpretación astrológica para quienes son ya almas vivientes y activas en alguna u otra de las etapas finales del Sendero. La confección del horóscopo del ser humano promedio o no desarrollado no presenta tales dificultades.

Podría agregarse que los signos del zodíaco conciernen principalmente a la expresión de la vida del Humano Celestial –en lo que respecta a nuestro planeta– y, por lo tanto, al destino y la vida del Logos planetario. Además, conciernen al gran hombre de los cielos, el Logos solar. En este último caso me refiero al efecto que se hace sentir en el sistema solar como un todo, y actualmente pocos astrólogos están capacitados para ocuparse de tal efecto. Quisiera recordarles que para esas vidas que animan a esas grandes constelaciones, y cuya radiación [i22] –dinámica y magnética– llega hasta nuestra Tierra, tal efecto es incidental y pasa inadvertido. El efecto primordial que ellas tienen, es sobre nuestro Logos planetario, y tal efecto nos llega por Su intermedio y afluye a través de ese gran centro planetario al que le hemos dado el nombre de Shamballa. Por lo tanto, puede evocar la mayor respuesta de las mónadas, que se expresan por medio del reino de las almas y del reino humano; y, en consecuencia, se expresa a través de la Jerarquía y de la humanidad como un todo. Este es un punto de importancia real y debe ser observado y vinculado a toda la enseñanza que poseen sobre el interesante tema de los tres centros planetarios mayores. El trabajo de las influencias zodiacales consiste en evocar el surgimiento del aspecto voluntad del Hombre Celestial y de todas las mónadas, almas y personalidades, que constituyen el cuerpo planetario de expresión. Esta afirmación significa ahora muy poco para ustedes, pero mucho para esos estudiantes que dentro de unas décadas estudien lo que aquí expongo. Comprendido correctamente, justifica gran parte de lo que está aconteciendo actualmente en el mundo.

Debido a que estas influencias afluyen a todo el planeta y de allí a los centros de fuerza del mismo, producen un efecto dual:

  1. Producen un efecto sobre el ser humano evolucionado, galvanizando los centros arriba del diafragma para que entren en actividad y él pueda responder a la radiación y actuación de la Jerarquía.
  2. Producen un efecto sobre sobre el ser humano no evolucionado, permitiéndole actuar como un ser humano común, no iluminado.

Debemos observar aquí que todas las energías –zodiacales, sistémicas y planetarias– tienen un efecto definido [i23] sobre todas las vidas, en todas las formas, en todos los reinos de la naturaleza. Ninguna puede escapar a estas influencias irradiantes y magnéticas. La meta de la evolución de la humanidad es llegar a ser vívida y conscientemente consciente de la naturaleza de dichas energías y empezar a conocerlas y utilizarlas. Este es el campo del ocultismo, como la Jerarquía siempre ha dicho a los hombres. Podría decirse que el discípulo debe volverse conscientemente despierto a las influencias planetarias y comenzar a utilizarlas, para así llevar a cabo el propósito del alma. El iniciado debe ser consciente de las influencias zodiacales que emanan desde fuera del sistema solar, que pueden reconocerse como:

a. Una vibración, registrada en uno u otro de los siete centros.

b. Una revelación de un tipo particular de luz, que transmite un color específico al iniciado.

c. Una nota peculiar.

d. Un sonido direccional.

Toda la historia del zodíaco puede ser resumida en forma pintoresca, aunque exacta, en la siguiente afirmación: Existen tres libros en los cuales estudian y aprenden los tres tipos de seres humanos:

El Libro de la Vida –Iniciados– las 12 constelaciones.

El Libro de la Sabiduría –Discípulos– los 12 planetas.

El Libro de la Forma o de la Manifestación – a humanidad– las 12 Jerarquías Creadoras.

En resumen, se podría decir que:

Los signos del zodíaco afectan principalmente al ser humano que vive centrado debajo del diafragma. Este es el ser humano término medio. Estos signos condicionan así cuatro centros: [i24]

a. La base de la columna vertebral.

b. El centro sacro.

c. El centro plexo solar.

d. El bazo.

2. El grupo interno de los sistemas solares, que actúa en conjunción con los signos zodiacales, afecta principalmente a quienes viven arriba del diafragma, condicionando así a:

a. El centro cardíaco.

b. El centro laríngeo.

c. El centro ajna.

d. El centro coronario.

3. Tres energías actúan por medio del centro de la cabeza, solo después de la tercera iniciación.

También podría mencionar uno o dos puntos más a fin de ilustrarlos. De las innumerables energías que hacen impacto sobre nuestro planeta, lo atraviesan y producen efectos sobre él, la astrología esotérica subraya los cuatro tipos de fuerza que afectan a lo que podríamos llamar la personalidad de nuestra Tierra, y son:

  1. La cualidad de nuestro sistema solar. Dios es un fuego consumidor, pero Dios también es amor. Esto constituye la enseñanza de una verdad tanto esotérica como exotérica.
  2. La cualidad del Logos de nuestro planeta, al afluir a través de las cadenas, rondas, razas y reinos de la naturaleza.
  3. La cualidad del planeta complementario de la Tierra, su polo opuesto, considerado esotéricamente, el planeta Venus.
  4. La cualidad de atracción de los tres planetas, lo cual produce un triángulo esotérico de fuerza. [i25]

En varias ocasiones he empleado la frase “pasar a través de” los centros y las formas. Este concepto requiere la idea de centros de distribución, a los cuales llegan las energías entrantes y salen como irradiación. Podrían captar la idea si explicara la nueva proposición (nueva para ustedes, aunque vieja para los esoteristas) sobre los centros que hay en el cuerpo etérico humano. Los cuatro centros que se encuentran arriba del diafragma –cardiaco, laríngeo, ajna y coronario– son básica y principalmente centros receptivos. Los centros que se encuentran debajo del diafragma –la base de la columna vertebral, el sacro, el plexo solar y el bazo– son impulsados a la actividad por los cuatro centros receptores superiores. Una vez producido, se manifiesta como personalidad, influencia y magnetismo físicos, hasta el momento en que se invierte la manera de transitar –como alma– alrededor del zodíaco. Ello está simbolizado por la revolución del Sol alrededor del zodíaco, de Aries a Piscis, en vez del movimiento inverso de Aries a Tauro. Esto se repite en la estructura humana y, oportunamente, los cuatro centros inferiores devuelven lo que ha llegado a ellos. Así invierten el proceso seguido normalmente, y los centros que se encuentran arriba del diafragma se convierten en radiactivos, dinámicos y magnéticos. Este es un intrincado estudio oculto y se ocupa de la respuesta del cuerpo etérico a las energías entrantes. Finalmente relaciona el centro inferior de la base de la columna vertebral, con el centro superior, el centro coronario. Esta es una correspondencia de la relación que existe entre la Tierra y el Sol. Piensen sobre esto.

A medida que desarrollamos y estudiamos estos tópicos, recordemos siempre que estamos considerando los siete rayos y sus interrelaciones en el proceso cósmico. Estamos esotéricamente interesados en:

  1. Los siete rayos y los doce signos del zodíaco. [i26]
  2. Los siete rayos y las doce Jerarquías Creadoras.
  3. Los siete rayos y los planetas, que gobiernan las doce casas de expresión.

A medida que pensamos, reflexionamos y correlacionamos los diversos aspectos de la enseñanza, descubriremos que surgen tres proposiciones, que rigen la afluencia de vida al planeta y al ser humano individual. Estas ya han sido anteriormente descritas en el Tratado sobre los Siete Rayos, aunque nos beneficiaría exponerlas aquí:

Primera proposición: Cada vida de rayo es una expresión de una Vida solar, y cada planeta está, por lo tanto:

  1. Vinculado con cualquier otra vida planetaria.
  2. Animado por la energía que emana de uno de los siete sistemas solares, de los cuales el nuestro es uno.
  3. Activado por tres corrientes de fuerza proveniente de:
  • a. Sistemas solares distintos del nuestro.
  • b. Nuestro propio sistema solar.
  • c. Nuestra propia vida planetaria.

Segunda proposición: Cada una de las vidas de rayo es el receptor y el custodio de las energías procedentes de:

  1. Los siete sistemas solares.
  2. Las doce constelaciones.

Tercera proposición: Es la cualidad de la vida de rayo –manifestándose en tiempo y espacio– lo que determina la apariencia fenoménica.

Antes de introducirnos más en el estudio de este tema quisiera destacar dos puntos:

En primer lugar, que estamos considerando las influencias esotéricas y no la astrología, en sí misma. Nuestro tema versa sobre los siete rayos y [i27] sus relaciones con las constelaciones zodiacales o, en otras palabras, sobre la interacción de las siete grandes Vidas que animan nuestro sistema solar, con las doce constelaciones que componen nuestro zodíaco.

Segundo, que necesariamente tenemos que estudiar estas energías y su interacción desde el ángulo de su efecto sobre el planeta e incidentalmente sobre las formas de los diversos reinos de la naturaleza, particularmente en conexión con el cuarto reino, el humano, y con el ser humano individual –el ser humano común, el discípulo y el iniciado.

No entraremos en definiciones relacionadas con la astrología técnica ni emplearemos los innumerables términos técnicos. Si, en la presentación de este vasto tema y en el proceso de indicar la postura de la Sabiduría Eterna hacia esta nueva y venidera (aunque muy antigua) “ciencia de energías efectivas”, como se ha denominado, puedo presentar un nuevo acercamiento o señalar una relación insospechada y, desde el punto de vista de la Sabiduría Eterna, corregir lo que los Maestros en el lado interno de la vida consideran errores, espero que se encuentren algunos astrólogos que sean sensibles a lo nuevo. Creo que hay investigadores en la línea astrológica que tendrán una mente bastante abierta para admitir posibles hipótesis y experimentar con ellas sin prejuicios. Repito: no estoy escribiendo un tratado sobre astrología, sino uno sobre los siete rayos y sus equivalentes y correspondientes energías, sobre los efectos de la energía de rayo, y la interacción de estas energías con, y su efecto sobre, las diversas fuerzas planetarias, particularmente las de la Tierra. Estoy buscando astrólogos imparciales que experimenten debidamente con los factores y sugerencias que pueda indicar. Teniendo esto presente, prosigamos. [i28]

He indicado que estas energías se dividen en tres grupos:

  1. Las que provienen de ciertas grandes constelaciones, en activa relación con nuestro sistema solar y que, desde épocas remotas, han estado siempre vinculadas a nuestro sistema por el mito y la leyenda. Con estas constelaciones, la nuestra está relacionada de manera peculiar.
  2. Las que provienen de las doce constelaciones zodiacales. Se sabe que tienen un efecto definido sobre nuestro sistema y vida planetarios.
  3. Las que provienen de los planetas que se encuentran dentro de la periferia de la esfera de influencia del Sol.

Desde cierto punto de vista se puede generalizar ampliamente y decir que, en el sistema solar, estas son las correspondencias de los tres grandes centros de fuerza que producen y controlan la manifestación y el progreso evolutivo en el ser humano:

  1. Las grandes constelaciones exteriores, pero dominantes, son análogas a ese centro de fuerza que llamamos la Mónada y a su voluntad de poder universal, característica del primer aspecto divino.
  2. Las doce constelaciones podrían considerarse como la personificación del aspecto alma, y su efecto sobre el individuo debe ser considerado y estudiado ahora en términos de conciencia y desenvolvimiento de la vida del alma. Esta en esencia constituye la voluntad de amar.
  3. Los planetas, doce en número, (siete planetas sagrados y cinco no sagrados) son efectivos (empleando la palabra en un sentido técnico) en relación con la vida externa, el medio ambiente y las circunstancias del individuo. Sus contactos de fuerza deben interpretarse, en su mayor parte, en términos de la personalidad humana, [i29] el tercer aspecto divino. Así ellos ejemplifican la voluntad de conocer.

Quisiera que recordaran que estoy hablando totalmente en términos de conciencia, de las respuestas y reacciones del individuo a las fuerzas que hacen impacto sobre él. El efecto producido por la emanación de nuestro planeta Tierra, es una correspondencia del efecto que produce ese conglomerado de átomos y moléculas que denominamos cuerpo físico denso y su respuesta al tirón y atracción de cualquiera o de todos los cuerpos más sutiles.

En cuanto a la influencia de los siete sistemas solares, debo sugerir –más no puedo hacer– que están vinculados astrológicamente con las constelaciones de la Osa Mayor, las Pléyades y Sirio. Están íntimamente relacionadas con aquéllos, pero como su efecto exacto es transmitido, no pueden observarse todavía resultados perceptibles en la humanidad y en otros reinos de la naturaleza. El efecto de las tres grandes constelaciones tampoco lo puede notar el ser humano individual, hasta el momento en que se hace consciente de la vibración monádica, después de la tercera iniciación. Hay muchas influencias poderosas actuando continuamente sobre nuestro sistema solar y el planeta, pero –en lo que concierne al ser humano– su aparato de respuesta y mecanismos de reacción continúan siendo lo que se califica de “ocultamente insensibles”, porque no son aún de una cualidad que permita cualquier reconocimiento perceptible, ya en los vehículos densos o en los sutiles, ni siquiera por el alma. Más adelante, en el proceso evolutivo, vendrá el reconocimiento y la respuesta, pero para propósitos astrológicos y los efectos producidos reconocibles, pueden considerarse hoy inexistentes, excepto al reaccionar estos sobre el cuarto reino de la naturaleza, que constituye una unidad viviente en el cuerpo del Logos planetario. Estas fuerzas producen un efecto consciente tan ínfimo como el que se produce [i30] en los átomos o células del dedo meñique de una mano en el momento elevado de contacto, en la meditación matutina. Puede haber una respuesta y un estímulo generales a través de todo el cuerpo, pero el átomo inteligente no realiza ninguna respuesta consciente. La vibración es de un carácter excesivamente elevado.

No es útil hacer conjeturas sobre estas líneas. Un vasto sistema de energías entrelazadas se encuentra en activa y rápida circulación a través de todo el cuerpo etérico cósmico –del cual el cuerpo etérico de nuestro sistema es parte integrante–, pero la investigación especulativa en las líneas dadas y seguir oscuros senderos será completamente inútiles hasta no haber construido y seguido la principal vía de acercamiento. Un esbozo general del método astrológico es lo único posible hoy, hasta que llegue el momento en que el ser humano pueda pensar en términos más amplios y poseer una capacidad más sintética. Por lo tanto, nos limitaremos, para su consideración, al vasto campo de energías que ya he delineado. Solo trataremos las fuerzas principales que están en circulación, lo que bastará para nuestra generación y época. Nos conciernen energías que pueden evocar, y de hecho evocan, respuesta, y de las cuales el ser humano podrá hoy ser consciente y, en muchos casos, ya lo es.