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SECCIÓN DOS - ENSEÑANZAS SOBRE EL CUERPO ETÉRICO - Parte 1

ENSEÑANZAS SOBRE EL CUERPO ETÉRICO

CAPÍTULO I. LA NATURALEZA DEL CUERPO ETÉRICO

Ver el Diagrama de la Evolución de un Logos Solar

[i139] Gran parte de lo que expondré aquí posiblemente sea conocido, porque hay en mis libros una vasta información respecto al cuerpo etérico. Sin embargo, sería de valor que los estudiantes pudieran recibir, en pocas páginas, una idea general y los conceptos fundamentales que subyacen en esta enseñanza o ¿debería decir en esta realidad? Si disponen de tiempo, sería conveniente que relean lo que ya he dicho, y hojeen mis libros y artículos en busca de la palabra “etérico”. No se arrepentirán. La vida, el futuro entrenamiento, las conclusiones a que llegará la ciencia, y un nuevo sistema de civilización, se enfocarán cada vez más en esta excepcional sustancia que es la verdadera forma que conforma todos los cuerpos físicos en cada reino de la naturaleza. Observen esta fraseología.

Actualmente, el ocultismo es negativo respecto a la realidad y a la naturaleza del cuerpo etérico. La gente está dispuesta a aceptar su existencia, pero lo que predomina en su conciencia es la realidad del cuerpo físico (para cuyo bienestar, seguridad y cuidado dedican toda su vida) y la realidad de la naturaleza astral o emocional. Ni las personas ni los estudiantes esotéricos ponen atención sobre el cuerpo etérico, existiendo hoy una gran brecha en la conciencia (siendo actualmente normal y correcta) entre la personalidad y la Tríada espiritual, la cual será eliminada mediante la construcción del antakarana, que sólo podrá ser construido por los estudiantes más avanzados. Aún no se ha planeado construir este puente [i140] en la conciencia, entre el cuerpo físico y su contraparte etérica. El cuerpo etérico existe en materia etérica sutil, y en realidad, no existe tal brecha, sino que la humanidad ignora un aspecto del cuerpo físico de mucha más importancia que el vehículo físico denso. Actualmente, la conciencia humana es de carácter físico astral, ignorándose el factor que condiciona las energías, pues desde el ángulo de la conciencia no existe.

Una de las principales obligaciones de los estudiantes esotéricos consiste en verificar la existencia del cuerpo etérico; la ciencia moderna lo está comprobando, porque sus investigaciones la han llevado al campo de la energía. La electroterapia, el progresivo reconocimiento de que el ser humano es de naturaleza eléctrica y la comprensión de que, incluso el átomo de los objetos aparentemente inanimados, es una entidad viviente y vibrante, comprueban este punto de vista esotérico. Generalizando, la ciencia ha precedido al esoterismo en el reconocimiento de la energía como factor dominante en toda expresión de la forma. Los teósofos y otros esoteristas se enorgullecen de ser los pensadores más avanzados, pero no es verdad. H. P. B., una iniciada de alto grado, presentó puntos de vista científicos muy avanzados, pero ello no significa que pertenezcan a los exponentes de la enseñanza teosófica. El conocimiento de que todas las formas manifestadas son formas de energía, de las cuales la forma humana no es una excepción, la humanidad se lo debe a la ciencia y no al ocultismo. La demostración de que la luz y la materia son términos sinónimos es también una conclusión científica. Los esotéricos siempre lo han sabido, pero sus presentaciones agresivas y tontas de la verdad han obstaculizado enormemente a la Jerarquía. Con frecuencia, los Maestros han deplorado la técnica de los teósofos y de otros grupos ocultistas. Cuando la nueva presentación y la enseñanza esotérica aparecieron, por medio de la actividad inspirada de H.P.B., un grupo de teósofos (que ha ido acrecentándose en el transcurso de los años) presentó las enseñanzas esotéricas [i141] en tal forma, que fue tergiversada la verdadera enseñanza y ultrajada la percepción intelectual de los investigadores y personas inteligentes. La enseñanza sobre el cuerpo etérico es un ejemplo de ello. H. P. B. fue en gran parte responsable cuando, al utilizar la palabra “astral”, dio amplia información sobre el cuerpo etérico y sobre el astral. Esto se debió a la comprensión de que el cuerpo astral estaba destinado a desaparecer en unas cuantas generaciones (hablando en forma relativa); particularmente para H. P. B. ya no existía, debido al elevado grado de evolución que ella había alcanzado.

Sabiendo que el cuerpo etérico ha sido siempre una expresión de la energía dominante que controla a la humanidad en cualquier ciclo, H.P.B. empleó el término “cuerpo astral” como sinónimo de cuerpo etérico. El cuerpo etérico, en la mayoría de los casos, es el vehículo o instrumento de la energía astral. La mayoría de los individuos son todavía de naturaleza atlante o astral, lo cual significa que existe un porcentaje mucho mayor de lo que admite el ocultista común. H.P.B. no obstante fue sincera; y sabía que, en esa época y durante los siglos venideros (probablemente unos 300 años), el cuerpo astral seguirá rigiendo las múltiples reacciones humanas y su expresión en la vida diaria. De ahí la aparente confusión de los escritos respecto a ambos “cuerpos”.

La siguiente afirmación es fundamental, y rige y controla todo el pensamiento respecto al cuerpo etérico:

El cuerpo etérico está compuesto principalmente de energía o energías predominantes, a las cuales el individuo, el grupo, la nación o el mundo, reaccionan durante un ciclo determinado o período mundial.

Si se quiere comprender esto con claridad, es esencial que deje sentadas ciertas proposiciones referentes al cuerpo etérico, [i142] que han de regir el modo de pensar del estudiante; si no rigen, el estudiante se acercará a la verdad desde un ángulo erróneo, y esto no lo hace la ciencia moderna. La limitación de la ciencia moderna estriba en su falta de visión, pero sus posibilidades residen en que reconoce la verdad cuando la comprueba. Es esencial que la verdad resplandezca en todas las circunstancias, de lo cual la ciencia da un verdadero ejemplo, aunque ignora y desprecia al ocultismo. Los científicos esotéricos se obstaculizan a sí mismos, debido a su forma de presentar la verdad y a su falsa humildad. Ambas son malas.

Existen seis proposiciones que rigen cualquier consideración sobre el cuerpo etérico, y quisiera presentarlas a los estudiantes como primer paso:

1. No existe nada en el universo manifestado - solar, planetario y en los distintos reinos de la naturaleza - que no posea una forma sutil e intangible, aunque sustancial, de energía que controle, rija y condicione al cuerpo físico externo. Este es el cuerpo etérico.

2. Esta forma de energía - que subyace en el sistema solar, en los planetas y en todas las formas existentes dentro de su “círculo no se pasa” específico - está condicionada y regida por la energía solar o planetaria predominante, que incesante e ininterrumpidamente la crea, cambia y cualifica. El cuerpo etérico está sujeto a incesantes cambios. Esto es verdad respecto al Macrocosmos, e igualmente verdad respecto al individuo, el microcosmos, y -por intermedio de la humanidad- al final y misteriosamente probará la verdad, en lo que atañe a todos los reinos subhumanos de la naturaleza. Los reinos animal y vegetal lo evidencian.

3. El vehículo etérico está compuesto de líneas de fuerzas entrelazadas y en movimiento, que emanan de uno, de [i143] otro o de varios de los siete planos o zonas de conciencia de nuestra Vida planetaria.

4. Dichas líneas de energía y este sistema estrechamente entretejido de corrientes de fuerza, se relacionan con siete centros focales que se encuentran dentro del cuerpo etérico, estando cada uno relacionado con cierto tipo de energía entrante. Cuando la energía que llega al cuerpo etérico, no está relacionada con un determinado centro, éste permanece inactivo y dormido, pero cuando lo está y es sensible a su impacto, entonces ese centro llega a ser vibrante y receptivo, y se desarrolla como un factor que controla la vida del individuo en el plano físico.

5. El cuerpo físico denso, compuesto de átomos, cada uno con su vida, su luz y su actividad individuales, se mantiene unido por las energías que componen el cuerpo etérico y es la expresión de ellas; éstas son de dos tipos:

a. Las energías que forman (mediante “líneas de potente energía entrelazadas”) el vehículo etérico, considerado como una totalidad y en relación con todas las formas físicas. Esta forma está cualificada por la vida general y la vitalidad del plano, en el cual actúa el Morador del cuerpo, siendo allí donde normalmente se halla enfocada su conciencia.

b. Las energías particularizadas o especializadas, a las cuales el individuo (en este punto específico de su evolución, mediante las circunstancias de su vida diaria y su atavismo) elige para regir sus actividades cotidianas.

6. El cuerpo etérico tiene muchos centros de fuerza, que responden a las múltiples energías de nuestra vida planetaria; consideraré sólo los siete mayores [i144] que responden a las energías afluentes de los siete rayos. Los centros menores están condicionados por los siete mayores, algo que los estudiantes olvidan con frecuencia. Aquí es de mayor utilidad el conocimiento de los rayos egoico y de la personalidad.

Es evidente, por lo tanto, cuán importante resulta el tema de la energía, pues controla y hace al ser humano ser lo que es en todo momento, indicándole, análogamente, el plano en el que debe actuar y el método por el cual ha de gobernar su medio ambiente, sus circunstancias y relaciones. La captación de esto le permitirá comprender que tiene que transferir su atención de los planos físico o astral a los niveles etéricos de percepción; entonces su objetivo consistirá en determinar qué energía - o energías, si es un discípulo avanzado - deberá controlar su expresión en la vida diaria. Entonces, sabrá que a medida que eleva su actitud, su realización y su comprensión a niveles superiores, su cuerpo etérico cambiará y responderá constantemente a las nuevas energías, que atraerá voluntariamente; éste es el verdadero significado de la palabra “voluntariamente”.

No resulta fácil para el clarividente común distinguir el cuerpo etérico de su medio ambiente o aislar su tipo particular de energía o vivencia, porque su autómata -el cuerpo físico, compuesto de átomos energéticos vibrantes- está en constante movimiento, lo cual produce como consecuencia la necesaria irradiación, siendo el magnetismo animal un ejemplo de dicha irradiación. Esta emanación del cuerpo físico denso se mezcla normal y naturalmente con las energías del cuerpo etérico, y por ello, sólo el vidente entrenado puede diferenciarlas, especialmente dentro del cuerpo físico mismo.

[i145] Desde cierto punto de vista, el cuerpo etérico debe ser considerado de dos maneras: primero, como que interpenetra, sostiene y ocupa todo el organismo físico y, segundo, como que se extiende más allá de la forma física, a la cual circunda y rodea como un aura. De acuerdo con el grado de evolución, así será la extensión de la zona que abarca el cuerpo etérico más allá de la parte externa del cuerpo físico. Puede extenderse a pocas o muchas pulgadas. El cuerpo vital o etérico puede ser estudiado con cierta facilidad sólo en esta zona, una vez que la actividad que emana de los átomos físicos, es contrarrestada o considerada.

La red del cuerpo etérico compenetra todas las partes del cuerpo físico. En la actualidad se halla principalmente asociada al sistema nervioso, nutrido, energizado y controlado por su contraparte etérica, la cual existe en millones de pequeñas corrientes o líneas de energía, que el ocultista oriental denomina “nadis”. Los nadis son los conductores de la cualidad de la energía, siendo en realidad la energía misma, y llevan la cualidad de la energía proveniente de alguna zona de conciencia, donde el “morador del cuerpo” podría estar enfocado, quizás en el plano astral o en los planos de la Tríada espiritual, siendo la única manera en que las energías pueden controlar el cuerpo físico desde cualquier plano, no importa cuán elevado sea. Según el enfoque de la conciencia, el estado psíquico de percepción, la potencia de la aspiración o del deseo, y el grado de evolución o estado espiritual, así será el tipo de energía trasportado por los nadis, los cuales la pasan al sistema nervioso externo. Esta proposición general debe ser aceptada, pues el tema es aún demasiado complicado y el mecanismo de observación del estudiante está muy poco desarrollado, como para que yo pueda entrar en mayores detalles. Esto bastará como hipótesis inicial del trabajo.

La cantidad y el tipo de energía que controla cualquier aspecto del sistema nervioso están condicionados por el [i146] centro situado en su zona inmediata. En último análisis, un centro es un agente distribuidor. Aunque esa energía afectará a todo el cuerpo, el centro que más responda a la cualidad y al tipo, afectará poderosamente a los nadis y, por consiguiente, a los nervios en su medio ambiente inmediato.

Debe recordarse que los siete centros no se hallan dentro del cuerpo físico denso; existen únicamente en materia etérica y en la denominada aura etérica, hallándose fuera del cuerpo físico, y estrechamente relacionados con el cuerpo físico denso por medio de la red de nadis. Cinco de los centros están ubicados en la contraparte etérica de la columna vertebral, y la energía pasa (desde los grandes nadis que responden) a través de las vértebras y de la columna vertebral, circulando luego por todo el cuerpo etérico, pues está internamente activo en el vehículo físico. Los tres centros de la cabeza están ubicados, uno sobre la parte superior de la cabeza, otro delante de los ojos y la frente, y el tercero en la parte posterior de la cabeza, justamente donde termina la columna vertebral. Forman ocho centros, que en realidad son siete, pues al centro en la parte posterior de la cabeza no se lo tiene en cuenta en el proceso iniciático, como tampoco al centro esplénico.

El poderoso efecto de la entrada de energía, vía el cuerpo energético, ha creado automáticamente estos centros o reservas de fuerza; puntos focales de energía que el individuo espiritual tiene que aprender a utilizar y con los cuales podrá dirigir la energía adonde es necesaria. Cada uno de estos siete centros ha ido apareciendo, en el curso de la evolución humana, en respuesta a energías de uno o de varios de los siete rayos. El impacto de estos rayos sobre el cuerpo etérico, al emanar de los siete rayos, como lo hacen periódica e incesantemente, es tan poderoso que las siete zonas del cuerpo etérico se sensibilizan, en forma más aguda que el resto del vehículo, convirtiéndose a su debido tiempo en centros de respuesta y de distribución. El efecto de estos siete centros sobre el cuerpo físico produce, con el tiempo, una condensación o un [i147] estado de lo que se denomina “respuesta atraída” desde la materia densa, y así los siete centros mayores de las glándulas endocrinas entran lentamente en funcionamiento activo. Se debe tener presente que el desarrollo del cuerpo etérico consta de dos etapas históricas:

1. Aquella en que la energía etérica, fluyendo por los centros de respuesta y creando en consecuencia las glándulas endocrinas, tuvo un efecto gradual y bien definido sobre la corriente sanguínea; la energía actuó exclusivamente, a través de ese medio durante mucho tiempo, y aún lo hace, porque el aspecto vida de la energía anima a la sangre mediante los centros y sus agentes, las glándulas. De ahí las palabras bíblicas “la sangre es la vida”.

2. A medida que la raza humana se desarrolló, adquirió mayor conciencia y tuvieron lugar grandes expansiones, los centros comenzaron a aumentar su actividad y a emplear los nadis, actuando sobre el sistema nervioso, y a través de él, lo cual trajo una actividad consciente y planeada en el plano físico, de acuerdo al lugar que ocupaba el ser humano en la escala evolutiva.

Así la energía entrante, que formaba el cuerpo etérico, creó el mecanismo etérico necesario con las correspondientes contrapartes físico-densas. Se observará, en consecuencia, que por su relación con la sangre, vía las glándulas, y con el sistema nervioso, vía los nadis (y ambos, por medio de los siete centros), se convirtió en trasmisor de dos aspectos de energía: uno era kama-manásico (deseo y mente inferior), el otro, átmico-búdico (voluntad y amor espirituales), en el caso de la humanidad avanzada. Aquí hay una gran oportunidad para todos, a medida que la Ley de Evolución rige a toda la manifestación. Lo que es verdad respecto del Macrocosmos, lo es también del microcosmos.

CAPÍTULO II. EL FUNDAMENTO DE LA NO SEPARATIVIDAD

[i148] El empleo de la imaginación creadora podría ser de valor aquí. Quizá no nos proporcione una verdadera imagen de los puntos a tratar, pero nos hará ver una gran realidad. La realidad a que me refiero, es que no existe una posible separatividad, en nuestra vida planetaria manifestada, ni en ninguna otra parte, ni siquiera más allá de nuestro “círculo no se pasa” planetario. El concepto de separatividad y de aislamiento individual es una ilusión de la mente humana que aún no está iluminada. Todo lo que existe (cada forma, todo organismo existente en cada forma, todos los aspectos de la vida manifestada en cada reino de la naturaleza) está íntimamente relacionado entre sí, a través del cuerpo etérico planetario (del cual todos los cuerpos etéricos son partes integrantes) que subyace en todo lo existente. Por poco que pueda significar e inútil que pueda parecer, la mesa en que se escribe, la flor que se tiene en la mano, el caballo que uno monta, la persona con quien se conversa, comparten la vasta vida circulatoria del planeta, a medida que fluye en todo aspecto de la naturaleza de las formas, a través y fuera de él. Las únicas diferencias existentes residen en la conciencia, particularmente en la consciencia humana y en la de la Logia Negra. Existe sólo una vida que fluye por todas las formas, las cuales constituyen, en conjunto, nuestro planeta tal como lo conocemos.

Todas las formas están relacionadas, interrelacionadas y son interdependientes; el cuerpo etérico planetario las mantiene unidas, de manera que aparecen como un Todo coherente, cohesivo y expresivo, ante los ojos del ser humano, o como una gran conciencia en desarrollo, ante la percepción de la Jerarquía. Las líneas de luz pasan de una forma a otra. Unas son brillantes, otras débiles, algunas se mueven o circulan con rapidez, otras están aletargadas o son lentas en su [i149] interacción, unas circulan con facilidad en algún reino particular de la naturaleza, y otras en otro; algunas vienen desde distintas direcciones, pero todas están en continuo movimiento, es decir, en constante circulación. Todas pasan, penetran y atraviesan cada forma y no hay un solo átomo en el cuerpo que no sea receptor de esta energía viviente y móvil; no existe ni una sola forma que no “mantenga su forma y vivencia” debido a este determinado flujo y reflujo; en consecuencia, no hay ninguna parte del cuerpo de manifestación (parte integrante del vehículo planetario del Señor del Mundo), que no esté en contacto complejo, y a la vez completo, con Su divina intención, mediante Sus tres centros mayores: Shamballa, la Jerarquía y la Humanidad. No es necesario que Él esté en contacto consciente con la multiplicidad de formas que componen Su gran vehículo. Sin embargo, esto es posible, si así lo desea; pero no le sería de valor, como tampoco lo es para el aspirante ponerse en contacto consciente con algún átomo de determinado órgano del cuerpo físico. Sin embargo, trabaja por medio de Sus tres centros mayores: Shamballa, el centro coronario, la Jerarquía, el centro cardíaco planetario, y la Humanidad, el centro laríngeo planetario. Las energías actúan automáticamente en otras partes, controladas desde tres centros. El objetivo de las energías circulatorias -tal como nos parece cuando tratamos de penetrar en el propósito divino- consiste en vivificar todas las partes de Su cuerpo, a fin de promover el desenvolvimiento de la conciencia.

Esto es fundamentalmente verdad, desde el ángulo de Shamballa “donde la voluntad de Dios es conocida”, pero es parcialmente verdad con respecto a los Miembros de la Jerarquía que perciben el Propósito, formulan el Plan y, luego, lo presentan en forma comprensible a los iniciados menores, discípulos y aspirantes. Ambos grupos trabajan totalmente con el aspecto conciencia, que motiva y dirige (según sea necesario) las energías móviles y [i150] circulantes. Esto no es verdad, respecto a la mayor parte de la Humanidad, pues sólo es consciente dentro de su “círculo no se pasa”, estando, por lo tanto, fundamentalmente separada, debido a que pone el énfasis sobre la forma como existe en los tres mundos -los niveles físico densos del plano físico cósmico-. En el más inferior de estos niveles, la forma física externa reacciona y responde a las energías circulatorias, mediante la energía etérica que procede de los cuatro niveles inferiores del plano etérico.

Gradualmente la conciencia, dentro de estas formas, reacciona a la naturaleza del vehículo externo, cuando es impulsada desde los niveles etéricos, dando lugar a un desarrollo de profundo significado. Este desarrollo - hablando en general - cabe dentro de tres categorías:

1. La forma externa cambia por el impacto de las energías etéricas que entran, pasan a través de ella y desaparecen (incesantemente unas tras otras). La energía existente aparece y desaparece instantáneamente.

2. Esta incesante acción de energía varía en tiempo y espacio, se mueve muy lentamente, rápida o rítmicamente, de acuerdo al tipo o a la naturaleza de la forma, a través de la cual pasa en determinado momento.

3. La energía del plano etérico cambia considerablemente, a medida que trascurren los eones, según la dirección o fuente de donde procede. La energía rectora cambia en forma significativa, a medida que progresa la evolución.

Los estudiantes, por lo general, hablan del cuerpo etérico como si fuera una entidad integral, constituida únicamente de sustancia etérica, olvidando que este cuerpo es el medio empleado para transferir muchos tipos de energía y también los siguientes hechos: [i151]

1. Que el cuerpo etérico está compuesto de cuatro tipos de sustancia, cada uno de los cuales tiene una definida especialidad, hallándose en uno u otro de los niveles etéricos.

2. Que estas sustancias, actuando en forma activa en un determinado cuerpo etérico, crean una red de canales y producen tubos delgados (si puedo emplear palabra tan inapropiada), los cuales toman la forma general de la materia densa o forma tangible con la que están asociados. Estas formas subyacen, en todas las partes del cuerpo físico, y pueden verse cómo se extienden fuera de la forma. Dicho cuerpo etérico no es, en realidad, un ovoide (como enseñan los libros teosóficos), sino que generalmente toma la forma o contorno del vehículo físico, con el que está asociado. Sin embargo, cuando el centro coronario está despierto y activo, entonces es más frecuente su apariencia ovoide.

3. Estos canales o tubos - de acuerdo al tipo de energía que conducen - pasan a ciertas zonas del cuerpo, por medio de tres estaciones principales:

    a. Los siete centros mayores, que ya conocen.
    b. Los veintiún centros menores, mencionados en otro libro.13 [xiii]*
    c. Los cuarenta y nueve puntos locales, dispersados por todo el cuerpo.

4. Todos estos centros y puntos focales, para la trasmisión de energía, están conectados entre sí por canales más grandes que el conjunto de canales que constituyen el cuerpo etérico, debido a que muchos canales menores y líneas de fuerza o energía, se mezclan y fusionan a medida que se acercan a un centro o punto focal. [i152]

5. El conjunto de canales menores o tubos canalizadores de energía crean, finalmente, en todas las formas, esa correspondiente capa de nervios, aún no reconocida por la ciencia médica, similar a una malla o red intermediaria, que relaciona al cuerpo etérico con el doble sistema nervioso (cerebro-espinal y simpático), reconocido hoy por la ciencia, sistema subyacente en los nervios, siendo el verdadero mecanismo de respuesta que, a través del cerebro, imparte información a la mente o, vía el cerebro y la mente, mantiene informada al alma. Este sistema de nadis es el que utiliza, con plena conciencia, el iniciado que ha relacionado la Tríada espiritual con la personalidad fusionada con el alma; por lo tanto, ha visto desaparecer totalmente el cuerpo del alma, cuerpo causal o loto egoico, por no tener ya importancia alguna. Existe una relación especial y por ahora inexplicable, entre este sistema de nadis y el antakarana, cuando está en proceso de creación o ha sido creado.

6. El cuerpo físico, como otras tantas cosas de la naturaleza, es triple en su formación. Tenemos:

    a. El cuerpo etérico.
    b. Los nadis sustanciales.
    c. El cuerpo físico denso.
    Éstos forman una unidad y, cuando están encarnados, son inseparables.

7. Todos los centros y los muchos puntos de contacto focales, existentes en el vehículo etérico, son responsables de la creación y conservación del sistema glandular endocrino, ya sea en forma limitada e inadecuada o totalmente adecuada y representativa del ser espiritual. Los nadis, a su vez, son responsables de la creación y precipitación [i153] del doble sistema nervioso. Esto es algo que debe tenerse muy en cuenta y la clave de todo el problema de la creatividad.

8. El tipo de sustancia etérica que “sostiene” cualquier forma, depende de dos factores:

a. El reino de la naturaleza implicado. Fundamentalmente los cuatro reinos extraen -cada uno- su vida pránica de cualquiera de los cuatro niveles de sustancia etérica, contando desde el más bajo hacia arriba:

    1. El reino mineral está sostenido desde el plano 1.
    2. El reino vegetal está sostenido desde el plano 2.
    3. El reino animal está sostenido desde el plano 3.
    4. El reino humano está sostenido desde el plano 4.

Ése fue el estado original pero, a medida que prosiguió la evolución y se estableció una emanación interactiva entre todos los reinos, cambió automáticamente. Este “cambio que emana de lo esotérico” fue el que produjo al homo animal, hace eones. Cito esto como ejemplo y clave de un gran misterio.

b. En forma curiosa en el reino humano (y sólo en éste), el cuerpo etérico está compuesto ahora de los cuatro tipos de sustancia etérica. La razón estriba en que (cuando la humanidad esté espiritualmente desarrollada) cada uno de estos cuatro planos o tipos de sustancia etérica responderán a los [i154] cuatro niveles del plano físico cósmico - los niveles etéricos denominados logoico, monádico, átmico y búdico -. Esto acontecería como resultado del desenvolvimiento de la conciencia y de la iniciación.

9. También debe recordarse que la sustancia de la que se componen estos canales etéricos o tubos de canalización, está compuesta de prana planetario, energía dadora de vida y de salud del planeta. A través de estos tubos pueden fluir todas o cualquiera de las energías -emocional, mental, egoica, manásica, búdica o átmica-, según el grado de evolución a que haya llegado el ser humano. Esto significa que diversas energías fluyen a través de estos tubos, a no ser que el grado de evolución sea extremadamente superior o que exista una brecha; estas distintas energías están fusionadas y combinadas, pero encuentran sus propios puntos de enfoque en el cuerpo etérico, cuando entran directamente en el cuerpo físico denso. Lo que puede decirse del alma o de la Deidad, también puede decirse del cuerpo o entidad etérica energética o vital: “Habiendo compenetrado el universo entero con un fragmento de Mí mismo, Yo permanezco”.

La palabra “prana” es casi tan mal interpretada, como lo son los términos “etérico” y “astral”. Esta vaga designación es responsable de la gran ignorancia que prevalece en los círculos esotéricos.

Prana puede definirse como la esencia de vida de cada plano, en la zona séptuple a la que denominamos plano físico cósmico. Es la VIDA del Logos planetario, reducida dentro de los límites, animando, vivificando y correlacionando a los siete [i155] planos (en realidad los siete subplanos del plano físico cósmico), y a todo lo que se encuentra dentro de ellos y sobre los mismos. El sutratma cósmico o hilo de vida del Logos planetario se manifiesta en el más elevado de nuestros planos (el logoico) y, mediante la instrumentalidad de las Vidas que dan forma, que se hallan en Shamballa (debo recordarles que no es el nombre de una localidad), entran en contacto o están relacionadas con la materia de la cual están formados los mundos manifestados -amorfos, como los planos etérico cósmicos (nuestros cuatro planos superiores), o tangibles y objetivos, como los tres planos inferiores-. El hecho de que se llame tangible sólo a lo que se puede ver, palpar y tocar, mediante los cinco sentidos, es completamente erróneo. Todo lo que existe en el plano físico, en el astral y en los niveles de la mente inferior, se considera como perteneciente al mundo de la forma. Este plano mental inferior, al que me referí anteriormente, incluye el nivel en que se encuentra el cuerpo causal, el plano en que “flota el loto del amor”, como lo expresa El Antiguo Comentario. Todo lo que se halla por encima de esto, en los niveles mentales, y asciende hasta el más elevado de los planos físico cósmicos, es amorfo. Estas diferencias deben tenerse en cuenta.

En el cuerpo humano, existe un maravilloso símbolo que establece la diferencia entre los niveles etéricos superiores y los llamados físicos. El diafragma separa del resto del cuerpo la parte que contiene el corazón, la garganta, la cabeza y los pulmones, los cuales son de gran importancia desde el ángulo de la vida. Aquello que la cabeza decide, el corazón impulsa, el aliento sostiene y se expresa por medio del aparato laríngeo, determina lo que el ser humano ES.

Debajo del diafragma se encuentran los órganos, cuyo uso es mucho más objetivo, aunque de gran importancia; para que cada [i156] uno de estos órganos inferiores tenga vida y propósitos propios, su existencia y funcionamiento deben estar impulsados, decididos y condicionados por la vida y el ritmo que emanan desde la parte superior del vehículo. Esto no lo comprende fácilmente el individuo común, pero cualquier grave limitación o enfermedad física que exista arriba del diafragma, tiene un grave efecto compulsivo sobre todo lo que se produce abajo del mismo. No sucede lo mismo a la inversa.

Esto simboliza la potencia y el valor esencial del cuerpo etérico, tanto micro como macrocósmico, y la expresión macrocósmica de la Vida cuádruple condiciona todas las formas vivientes.

La Función de los Cuatro Éteres

Cada uno de los cuatro éteres, como se los denomina a veces, está destinado, en lo que concierne al ser humano, a ser canal o expresión de los cuatro éteres cósmicos. En la actualidad, está muy lejos de ser así. Sólo podrá ser cuando esté construido el antakarana y actúe, por lo tanto, como canal directo para los éteres cósmicos, a los que hemos denominado vida universal, intensidad monádica, propósito divino y razón pura. Reflexionen sobre estos tipos de energía e imaginen, en forma creadora, el efecto que producen cuando, en el trascurso del tiempo y del desarrollo espiritual, pueden fluir sin restricciones en el cuerpo etérico de un ser humano y a través de éste. Hoy, el cuerpo etérico responde a energías que provienen de:

1. El mundo físico. No son principios, sino energías alimentadoras y controladoras de los apetitos animales.

2. El mundo astral. Determinan los deseos, las emociones y aspiraciones que el individuo expresará y buscará en el plano físico.

3. El plano mental inferior o mente inferior, desarrollando la propia voluntad, el egoísmo, la separatividad y la dirección o tendencia de la vida en el plano físico. Este [i157] instinto directivo que, cuando se dirige a cosas superiores, abre oportunamente la puerta a las energías superiores.

4. El alma, el principio del individualismo, el reflejo en el microcosmos de la intención divina, hablando simbólicamente, es, para la expresión monádica, aquello que “está en el punto medio”, el instrumento de la verdadera sensibilidad, de la capacidad de respuesta, de la contraparte espiritual del plexo solar, que se encuentra en el punto medio entre lo que se halla arriba del diafragma y lo que está abajo de éste.

Cuando el antakarana ha sido creado y los tres superiores se hallan directamente relacionados con los tres inferiores, entonces el alma ya no es necesaria. Luego, reflejando este acontecimiento, los cuatro niveles etéricos se convierten, simplemente, en trasmisores de la energía que emana desde los cuatro niveles etérico cósmicos. Entonces, el canal es directo, completo e ininterrumpido; la trama etérica de luz resplandece y todos los centros en el cuerpo se despiertan, y actúan al unísono y rítmicamente. Entonces, correspondiendo a la vinculación directa de la Mónada y la Personalidad, el centro coronario, el loto de mil pétalos, el brahamarandra, estará directamente relacionado con el centro en la base de la columna vertebral. Así se establece el dualismo, en lugar de la triple naturaleza de la manifestación divina:

Mónada……………….........Personalidad.
              Con la triple alma que ya no es necesaria.

Centro coronario………….Centro en la base de la columna vertebral.
              Con los cinco centros intermediarios que ya no son necesarios.

[i158] El Antiguo Comentario, referente a esto, dice:

Los tres que eran considerados como todo lo que era, actuando como Uno y controlando los siete, ya no existen. Los siete que respondieron a los tres, respondiendo al Uno, ya no oyen la triple llamada que determinó todo lo que fue. Sólo quedan los dos, para demostrar al mundo la belleza del Dios viviente, la maravilla de la Voluntad de Bien, el Amor que anima al Todo. Los dos son Uno, y así el trabajo queda terminado. Y entonces los Ángeles cantan”.

___________________________________________
13 Tratado sobre Siete Rayos. Vol. IV Curación Esotérica, págs..72-73 (ed. en ingles)

 

CAPÍTULO III. LOS CENTROS PLANETARIOS Y HUMANOS

[i159] Existe un factor relacionado con el cuerpo etérico, que se menciona muy pocas veces, debido a que toda información sobre el mismo sería inútil. Lo expondré en forma ordenada, comenzando por los puntos ya mencionados, pero que repetiré aquí para mayor claridad y los clasificaré en su debida correlación:

1. El Logos planetario actúa mediante tres centros mayores   

    a. El Centro donde la voluntad de Dios es conocida: Shamballa.
    b. El Centro donde el amor de Dios es manifestado: la Jerarquía.
    c. El Centro donde la inteligencia de Dios origina el proceso evolutivo: la Humanidad.

2. Los tres centros mayores humanos y planetarios existen en sustancia etérica y pueden producir, o no, analogías físicas. Los Maestros, por ejemplo, no trabajan por medio de un vehículo físico, no obstante, poseen vehículo etérico, compuesto de sustancia de los niveles etérico cósmicos -búdico, átmico, monádico y logoico- constituyendo estos niveles los cuatro éteres cósmicos, analogía superior de nuestros planos etéricos; estos planos superiores constituyen los cuatro niveles del plano físico cósmico. Hasta que los Maestros no eligen uno de los Siete Senderos del Destino Final, en la Sexta Iniciación, la de la Decisión, actúan en Sus cuerpos etéricos cósmicos.

Estos tres centros mayores de energía están íntimamente relacionados entre sí, y el discípulo, mediante sus centros mayores individuales (coronario, cardíaco y laríngeo), [i160] está en relación con los tres centros planetarios. Quisiera que reflexionen sobre esto, pues tiene valor práctico.

3. La Mónada, como ya se sabe, se encuentra en el segundo nivel etérico cósmico, llamado plano monádico. Cuando se ha construido el antakarana, entonces la sustancia etérica cósmica puede ser gradualmente sustituida por la sustancia etérica común y familiar, que “sustenta” el cuerpo físico del ser humano.

4. El Rayo en que se encuentra la Mónada - uno de los tres mayores y, por lo tanto, conectado con uno de los tres centros mayores - condiciona:

a. La absorción del discípulo, en uno de los tres sectores del trabajo jerárquico; por ejemplo, un alma de primer rayo entrará normalmente en un Ashrama como el del Maestro M., en el departamento del Manu; un discípulo de segundo rayo pasará a un Ashrama de segundo rayo, por ejemplo, el mío (D.K.) o el del Maestro K.H., que pertenece al sector del Cristo; un alma de tercer rayo será absorbida en uno de los Ashramas (existen muchos) dirigido por el Señor de la Civilización, el Maestro R.

b. Todos aquellos que encarnan en uno de los Rayos de Atributo -cuarto, quinto, sexto y séptimo- llegan finalmente a pertenecer a uno de los tres Rayos de Aspecto mayores. El cambio de enfoque se produce cuando el cuerpo etérico contiene suficiente sustancia adecuada de éteres cósmicos superiores, sustancia búdica; esto es fundamental para todos y en todos los Rayos, porque al final de la era, cuando [i161] los vehículos etéricos del iniciado se compongan de sustancia etérica cósmica, estos tres rayos se trasformarán en dos, y más tarde, se producirá otra absorción en el segundo Rayo de Amor-Sabiduría, el de nuestro actual sistema solar.

Por lo tanto, se observará que, cuando las distintas energías llegan a apropiarse y utilizarse, se convierten en factores condicionadores, y su sustancia, o mejor dicho, la presencia de ciertas energías en el cuerpo etérico de la personalidad, es esencial antes de poder recibir ciertas iniciaciones. El tema es demasiado complejo para desarrollarlo aquí, pero quisiera que consideren, con cuidado, las diferentes afirmaciones que he hecho, y busquen luego la luz dentro de ustedes.

Los rayos son las siete emanaciones de los “siete Espíritus ante el trono de Dios”; Sus emanaciones proceden del nivel monádico de percepción o del segundo plano etérico cósmico. En cierto sentido, se podría afirmar que estas siete grandes y vivientes Energías constituyen, en su totalidad, el vehículo etérico del Logos planetario. Podría decirse también que los procesos evolutivos constituyen procesos de eliminación de la sustancia física, que se encuentra entre el cuerpo físico denso y el cuerpo astral sensorio, sustituyéndola con sustancia de los cuatro planos superiores, los cuatro éteres cósmicos. Hablando en sentido físico, esta sustitución etérica permite al individuo pasar sucesivamente las cinco iniciaciones, que lo trasforman en un Maestro de Sabiduría.

La primera iniciación concierne exclusivamente al alma del individuo; una vez lograda, penetra una cantidad de energía búdica, llevándose a cabo la transferencia de los éteres superiores, que son sustituidos por los inferiores. Como es de imaginar, esto produce conflicto; el cuerpo etérico de la persona rechaza el éter superior, produciéndose así las crisis en la vida del iniciado.

[i162] El progreso y la iniciación nos han sido presentados como elementos para formar el carácter y servir a la humanidad. Este acercamiento produce también conflicto, entonces la personalidad lucha contra el alma. Pero paralelamente a este bien conocido conflicto, se libra otra batalla entre los éteres que componen el cuerpo etérico del discípulo y los éteres superiores descendentes. El individuo no es muy consciente de esto, pero la lucha es muy real, afecta principalmente la salud del cuerpo físico, y tiene lugar en cinco etapas naturales denominadas iniciaciones. El simbolismo del Cetro de Iniciación enseña (durante el proceso iniciático) que dicho Cetro, dirigido por el Cristo o el Señor del Mundo, según el caso, es utilizado para estabilizar los éteres superiores, dentro de la personalidad y mediante un acceso de energía aplicada, que permite al iniciado retener aquello que desciende, pues “así como es arriba es abajo”.

Se ha de considerar al cuerpo etérico desde tres ángulos:

1. Como el mecanismo que se exterioriza por medio de los nadis, o ese sutil sistema de líneas de fuerza relacionadas, que a su vez se exteriorizan a través del sistema nervioso físico.

2. Como transmisor de los distintos tipos de energía, procedentes de muy diversas fuentes; dichas energías afluyen a través (ambos términos son inadecuados) de las líneas de fuerza que subyacen en los nadis o a lo largo de ellos. Anteriormente, empleé la palabra “tubos”, dando así la idea de una red de tubos, a través de los cuales pueden pasar las energías trasmitidas; éste es un ejemplo en que la palabra es completamente inapropiada y desorientadora.

3. Estas energías - de acuerdo a su fuente de origen, cualidad, y propósito - crean siete centros mayores que condicionan los múltiples [i163] centros subsidiarios menores, exteriorizándose finalmente por medio de las siete glándulas mayores del sistema endocrino.

He dicho, anteriormente, que las energías que se cruzan en el cuerpo etérico del planeta forman en la actualidad una red de cuadrados. Cuando el proceso creador se complete y la evolución haya terminado su trabajo, estos cuadrados se convertirán en una red de triángulos. Lógicamente hablo en forma simbólica. En el Libro de las Revelaciones, dictado hace 1900 años por el discípulo conocido hoy como el Maestro Hilarión, se hace referencia a la “ciudad cuadrada”. El vehículo etérico del planeta fue heredado de un sistema solar anterior, con el propósito e intención de transformarlo en una red de triángulos en el actual sistema solar. En la próxima triplicidad de sistemas solares (el tercero y último), donde la voluntad de Dios se lleva a cabo, el cuerpo etérico comenzará siendo una red de triángulos que se trasformará en una red de círculos entrelazados, indicando que ha culminado el entrelazamiento de las relaciones. En el sistema actual, en lo que se refiere al cuerpo etérico, el resultado de la evolución será el contacto establecido entre los tres puntos de cada triángulo, formando así un contacto y una afluencia de energía nueve veces mayor. Esto concuerda con el hecho de que el nueve es el número de la Iniciación, y cuando el número indicado de discípulos haya pasado las nueve iniciaciones posibles, se completará la formación triangular del cuerpo etérico planetario.

La idea puede ser representada simbólicamente por el diagrama incluido, que ilustra la formación triangular y el sistema de acrecentamiento o progresión y expansión duales de la red, porque comenzando desde el triángulo inicial quedan sólo dos puntos para los procesos de extensión. [i164]

El triángulo inicial fue formado por Sanat Kumara, y a las tres energías que circulan por el mismo, las denominamos los tres Rayos de Aspecto mayores. Los cuatro Rayos de Atributo forman sus propios triángulos y, en forma paradójica, son responsables de los “cuadrados”, a través de los cuales pasan todas sus energías en esta época. Así se inició el trabajo de transformación del cuerpo etérico heredado, y esto ha continuado desde entonces. En el cuerpo etérico del ser humano, se repite el mismo proceso en el triángulo de energías, creado por la relación que existe entre la mónada, el alma y la personalidad.

El Canon Cambiante del Cuerpo Etérico Planetario

Al ser humano le resulta casi imposible dibujar o representar gráficamente la red de triángulos y ver simultáneamente cómo se convierten en círculos, en el cuerpo etérico de la esfera planetaria, debido a que el cuerpo etérico está en constante movimiento y en incesante trasformación, y las energías que lo componen circulan y cambian constantemente.

Sería conveniente recordar que el cambio se produce en el mecanismo, y la trasformación del cuadrado en triángulo no se refiere a las energías transmitidas o a los diferentes centros, sino que, para las energías, es mucho más fácil fluir por la formación triangular del cuerpo etérico, que - como sucede ahora - a través de un cuadrado o una red de ellos.

Comprendo que lo que estoy comunicándoles, puede parecerles muy inverosímil y sin sentido, y lógicamente no hay forma viable de probarles la naturaleza real de este sistema de intercomunicación, donde puedan verificar lo que digo; pero tampoco existe un modo de comprobar la existencia real de Sanat Kumara y, sin embargo, desde la noche misma de los tiempos, ha sido proclamada su existencia por la Jerarquía y[i165] aceptada por millones de seres. Todo ser humano cree mucho más de lo que puede comprobar o demostrar.

Los centros son, en realidad, “puntos de intersección” de energías, donde el cuerpo etérico posee siete triángulos o puntos que han sido trasformados. Desde el punto de vista de Shamballa, los centros del ser humano se asemejan a un triángulo con un punto en el centro. Desde el ángulo de la Jerarquía, las condiciones son algo diferentes: los siete centros se representan como lotos, con un número variado de pétalos; sin embargo, siempre contiene, está presente y se entrevé un triángulo en el corazón del loto; siempre hay un triángulo con un punto de comunicación, y a éste se lo denomina la “joya en el loto”. El grabado es una representación simbólica del loto, y debería estudiarse cuidadosamente.

El círculo condiciona la personalidad del individuo; esta influencia emana del loto y establece una interacción. El alma condiciona el loto que, a su vez, condiciona la “esfera de influencia en el aura del loto”, llegando así hasta la vida de la personalidad y condicionándola. El triángulo se halla condicionado por la Tríada espiritual, siempre que el antakarana esté construido o en proceso de construcción, y a su vez y en primer lugar, inspira o enciende al alma y finalmente la destruye. El punto del centro indica la vida monádica, en primer lugar, como expresión inferior de vida y vitalidad física, y por último, como “punto de sensibilidad”.

Por lo tanto, tenemos:

1. El Punto en el centro, índice de la vida monádica. [i166]
2. Las energías que se relacionan con el loto egoico, condicionadas por el alma.

3. La esfera de radiación, la influencia que emana del loto, condicionando a la personalidad.
4. El triángulo de energía, condicionado por la Tríada espiritual.

 La antedicha enseñanza sobre el cuerpo etérico no es extensa, pero contiene muchas cosas que son relativamente nuevas y proporcionan un gran material de estudio.