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SEGUNDA CONFERENCIA

 

SEGUNDA CONFERENCIA

LA EVOLUCIÓN DE LA SUSTANCIA

[i31] Evidentemente, en una serie de conferencias como éstas, no puede tratarse concretamente un tópico tan importante, aunque yo tuviera la suficiente preparación para dictar cátedra sobre un asunto tan fundamentalmente científico. Además, si las conclusiones de la ciencia sobre la evolución de la materia fueran definitivas, el tema sería, aún así, demasiado extenso para tratarlo, pero como no lo son, de ahí proviene su mayor complicación. Esta noche quiero enunciar, previamente, que mi objetivo consiste en hablar especialmente a quienes carecen de conocimiento científico, para darles un concepto general de las ideas comúnmente aceptadas. Por lo tanto, haré algunas sugerencias que ayudarán a ajustar nuestras mentes a este gran problema de la materia. Por lo común, se ha presentado el aspecto sustancia de la manifestación en forma separada, y sólo últimamente se presentó al público lo que podría llamarse "psicología de la materia", mediante las investigaciones y conclusiones de científicos de mente más amplia.

[i32] La semana pasada, como recordarán, traté de indicarles, en forma extensa y general, que existían tres líneas de acercamiento para estudiar el universo material. Tenemos la línea que sólo considera el aspecto materialista y se ocupa únicamente de lo visible, tangible y demostrable. La segunda línea es el supernaturalismo, que reconoce más el aspecto denominado divino que el aspecto material de las cosas; trata de los aspectos de la vida y del espíritu, considerando esa vida como una Potestad extraña al sistema solar y al hombre, y a esa Potestad como un gran Agente creador, que guía y crea el universo objetivo, aunque permanece fuera de él. Ambas líneas de pensamiento son postuladas por científicos francamente materialistas y también por los cristianos ortodoxos y los deístas de todos los credos.

Mencioné también una tercera línea, denominada concepto idealista, la cual reconoce la forma material, ve la vida dentro de ella y admite una conciencia que evoluciona por medio de la forma externa. Es la línea que destacaré e insinuaré en estas conferencias, porque ningún orador puede, después de todo, disociarse totalmente de su propio punto de vista; en estas charlas me he propuesto desarrollar, la tercera línea, porque para mí [i33] sintetiza las otras dos y añade ciertos conceptos que producen un conjunto coherente cuando se fusiona con ambas. A ustedes les corresponde decidir si este tercer punto de vista es lógico, razonable o claro.

Para la mayoría de nosotros, la realidad más común de la vida es el mundo material, el cual podemos ver y tocar con los cinco sentidos, y al que los pensadores metafísicos denominan "no-yo" o lo objetivo para cada uno de nosotros. Como sabemos, la tarea del químico es reducir las sustancias conocidas a sus elementos simples, y hasta no hace mucho tiempo, se creyó haberlo logrado satisfactoriamente. Las conclusiones del químico señalaban entre setenta y ochenta el número de elementos conocidos. Sin embargo, hace más o menos veinte años, en 1898, se descubrió un nuevo elemento que se lo denominó radio, y este descubrimiento revolucionó totalmente las ideas mundiales sobre la materia y la sustancia. Si consultamos los libros de texto del siglo pasado o buscamos, en los antiguos diccionarios, la definición del átomo, veremos citado a Newton, quien lo definía como la última, indivisible y dura partícula de la materia, algo imposible de mayor subdivisión. Se lo consideró el ultérrimo átomo del universo, y los científicos de la Era Victoriana lo denominaron "la piedra fundamental del universo", [i34] creyendo que habían llegado hasta donde era posible llegar y que habían descubierto todo lo subyacente detrás de la manifestación y de la objetividad misma. Pero, descubierto el radio y otras sustancias radiactivas, fue necesario encarar un nuevo aspecto de la situación, y evidentemente, se vio que lo que, hasta entonces, se había tenido por la ultérrima partícula, no era tal. Hoy el diccionario define el átomo en los siguientes términos:

                                                                                      

"El átomo es un centro de fuerza, una fase de los fenómenos eléctricos, un centro de energía, activo por su propia construcción interna, que emite energía, calor o radiación."

Por lo tanto, el átomo es, según conjeturaba Lord Kelvin, en 1867, un "vórtice anular" o centro de fuerza, y no una partícula de lo que entendemos por sustancia tangible. Se ha demostrado que esta ultérrima partícula de la materia está compuesta de un núcleo positivo de energía, circundado, como el sol por los planetas, por varios electrones o corpúsculos negativos, subdividiendo así el átomo de los antiguos científicos en numerosos cuerpos menores. Los elementos difieren según el número y la disposición de estos electrones negativos, alrededor de su núcleo positivo, y giran o circulan en torno a esta carga central de electricidad, como nuestro sistema planetario gira alrededor del sol. El profesor Soddy, [i35] en uno de sus últimos libros, señala que, en el átomo, puede observarse todo un sistema solar, con su sol central y los planetas que recorren sus órbitas al alrededor.

Resulta evidente para cada uno que, al analizar y estudiar esta definición del átomo, surge un concepto totalmente nuevo de la sustancia. Por lo tanto, las aseveraciones dogmáticas están fuera de lugar, porque nos damos cuenta de que probablemente un próximo descubrimiento puede revelar que los electrones son mundos dentro de otros mundos. Hay una interesante conjetura sobre estas líneas, en un libro escrito por un pensador científico, donde sugiere dividir y subdividir el electrón en lo que denomina "psicones", y penetrar, así, en reinos que ahora no se consideran físicos. Quizás sea esto un sueño, pero lo que trato de plasmar, en mi mente y en la de ustedes, es que apenas sabemos dónde nos encontramos respecto a las ideas científicas, como tampoco sabemos dónde nos hallamos en los mundos religioso y económico. Todo pasa por un período de transición, cambia el antiguo orden, y los viejos métodos de ver las cosas resultan falsos o inadecuados, y las formas caducas de expresar las ideas parecen inútiles. Todo cuanto cabe ahora, al hombre inteligente, es reservar su opinión, cerciorarse de lo que cree que es la verdad, y entonces esforzarse por sintetizar [i36] ese  aspecto particular de la verdad universal con el aspecto aceptado por su semejante.

Podemos, entonces, considerar que el átomo se resuelve en electrones, y expresarlo en términos de fuerza o energía. Un centro de energía o actividad sugiere un concepto dual: la causa del movimiento o energía, y aquello que da energía o activa. Esto nos conduce directamente al campo de la psicología, porque siempre se ha considerado que la energía o fuerza es una cualidad, y donde hay cualidad estamos realmente considerando el campo de los fenómenos psíquicos.

Al ocuparnos de la sustancia, aparecen continuamente ciertos términos, sobre los cuales hay una amplia diversidad de definiciones. Al ojear, días pasados, un libro científico, me desalentó saber que el autor decía que eran totalmente diferentes los átomos del químico, del físico, del matemático y del metafísico, y ésta es una de las razones para no dogmatizar sobre estas cuestiones. Sin embargo, correcta o no, tengo que presentar una hipótesis bien definida. Al hablar del radio, probablemente nos aventuremos en el reino de la sustancia etérea, la región del éter o del protilo, palabra acuñada por Sir William Crookes, que la definió como:

 [i37] “Protilo es una palabra análoga a protoplasma, y expresa la idea de la materia original primaria, antes de la evolución de los elementos químicos. La palabra que me aventuré a emplear, para tal propósito, está compuesta de dos voces griegas que significan antes que y la materia de la que están hechas las cosas”.

Por lo tanto, estamos retrotrayendo el concepto de la materia al punto en que siempre lo ubicó la escuela oriental, a la materia primordial, llamada también por los orientalistas "éter primordial", aunque debe recordarse que el éter de la ciencia está infinitamente lejos del éter primordial del ocultista oriental, el cual nos lleva de vuelta a ese intangible algo, base de las cosas objetivas que vemos, tocamos y manejamos. La palabra "sustancia" significa lo que "está debajo" o detrás de las cosas. En consecuencia, sólo podemos decir, en relación con el éter del espacio, que es el medio en que actúa o se hace sentir la energía o fuerza. Cuando en estas conferencias hablo de energía y fuerza, y de materia y sustancia, podemos separarlas, en nuestra mente, de la manera siguiente: al referirnos a energía y sustancia, consideraremos lo que aún es intangible, y emplearemos la fuerza, en conexión con la materia, al tratar con el aspecto objetivo que estudian definidamente los científicos. Sustancia es el éter en uno de sus múltiples grados, subyacente en la materia misma.

[i38] Cuando mencionamos  la palabra energía, debe existir lo que energiza esa fuente de energía y su origen, que se manifiesta en la materia. Esto es lo que trato de destacar. ¿De dónde procede esta energía y qué es?

Los científicos reconocen, cada vez con mayor claridad, las cualidades que el átomo posee, y convendría tomar los diversos tratados científicos que se ocupan del tema de la materia atómica, y observar cuál de sus numerosos y variados términos pueden ser, a su vez, aplicados al ser humano. He tratado de realizar esto en pequeña escala y me resultó muy iluminador.

                

Ante todo, sabemos que al átomo se le atribuye energía y el poder de cambiar sus modos de actividad. Un autor lo ha dicho: "en todos los átomos del mundo se estremece una absoluta inteligencia". A este respecto, señalaré que Edison, al ser entrevistado por un periodista de Harpen's Magazine, en febrero de 1890, y al ampliar sus declaraciones en el Scientific American, en octubre de 1920, en la primera entrevista dijo:

"No creo que la materia sea inerte y la mueva una fuerza externa. Me parece que todo átomo posee algo de inteligencia primitiva. Consideremos los miles de formas en que los átomos de hidrógeno se combinan [i39] con los de otros elementos para formar las diversas sustancias. ¿Quiere usted decir -dijo el periodista- que lo hacen sin poseer inteligencia? Los átomos, en una relación armónica y útil, asumen formas y colores hermosos e interesantes, o exhalan un fragante aroma como si expresaran su satisfacción..., o unidos en determinadas formas, constituyen animales de orden inferior. Finalmente, se combinan en el hombre, que representa la inteligencia total de todos los átomos."

El periodista preguntó: Pero ¿de dónde procede originariamente esta inteligencia?

Edison respondió: "De algún poder superior a nosotros."

Entonces, ¿cree usted en un Creador inteligente, en un Dios personal?

"Desde luego. La existencia de un Dios, así, puede demostrarse, a mi entender, por medio de la química."

En la larga conversación, publicada en 1920 en el Scientific American, Edison presentó un gran número de suposiciones interesantes, de las que extraje las siguientes:

  1.    La vida es indestructible, como la materia.
  2.    Nuestro cuerpo está constituido por miríadas de entidades infinitesimales, y es, cada una en sí, una unidad de vida, así como el átomo está constituido por miríadas de electrones.
  3.    El ser humano actúa como un conjunto, más bien que como una unidad. El cuerpo y la mente expresan la voz y el voto de las entidades de vida.
  4.   Las entidades de vida construyen de acuerdo a un plan. [i40] Si parte del organismo vital es mutilado, lo reconstruyen exactamente como era antes...
  5.    La ciencia reconoce la dificultad de trazar una línea entre lo inanimado y lo animado. Quizás las entidades de vida extiendan sus actividades a los cristales y cuerpos químicos.
  6.   Las entidades de vida son inmortales, de manera que, por lo menos en esta medida, la vida eterna es una realidad que muchos anhelamos.

       En una alocución, Sir Clifford Allbut, Presidente de la Asociación Británica de Médicos, tal como informó el Literary Digest del 26 de febrero de 1921, se refirió a la                 capacidad del microbio para seleccionar y rechazar, y en el transcurso de sus observaciones dijo:

      "Cuando el microbio se aloja en el cuerpo, puede estar o no a tono con algunas o todas las células con que hace contacto. Probablemente en ningún caso suceda algo morboso..., la morbosidad podría ocurrir entre el microbio y las células del cuerpo que están a su alcance y no a tono con él. Es razonable suponer que, cuando un microbio se acerca a una célula corpórea, puede atacarla de un modo u otro, entonces, el microbio inocuo se convierte en virulento. Por otra parte, las células pueden educarse para vibrar en armonía con el microbio disonante, o haber intercambio y adaptación mutua...

       [i41] "Pero si esto es así, enfrentamos, en verdad, una maravillosa y amplia facultad, la facultad de elegir, y esta elevación, desde el fondo de la biología a la cima -facultad formativa-, ‘la autodeterminación’ o, si prefieren, ‘la mente’."

       En 1895, Sir William Crookes, uno de nuestros más grandes científicos, dio una interesante conferencia ante un grupo de químicos de Gran Bretaña, donde trató la capacidad del átomo de elegir su propio camino, rechazar y seleccionar, y demostró que la selección natural se observa en todas las formas de vida, desde el átomo ultérrimo de entonces, pasando por todas las formas de existencia.

       En otro artículo científico, se reconoce que el átomo posee también sensación:

      "La reciente discusión acerca de la naturaleza del átomo, que debemos considerar, en una u otra forma, como factores máximos de todos los procesos físicos o químicos, parece que podrá dirimirse, mediante el concepto de que esas diminutas masas poseen -como centros de fuerza- un alma persistente, y que todo átomo tiene sensación y movimiento".

      Análogamente, Tyndall señala que hasta los mismos átomos parece que tuvieran "instinto con deseo de vida".

      Si consideramos estas diferentes cualidades del átomo, como energía, inteligencia, capacidad de selección y rechazo, atracción y repulsión, sensación, movimiento y [i42] deseo, tendremos algo muy parecido a la psicología de un ser humano, aunque dentro de un radio más limitado y en un grado más circunscrito. Por lo tanto, ¿no hemos llegado, acaso, retrospectivamente, a lo que podría llamarse la psiquis del átomo? Hemos visto que el átomo es una entidad viviente, un diminuto mundo vibrante, y que, dentro de su esfera de influencia, hay otras vidas, en análogo sentido en que el hombre es también una entidad o un núcleo positivo de fuerza o vida, que mantiene, dentro de su esfera de influencia, a otras vidas menores, es decir, las células de su cuerpo. Esto atañe al hombre y, en la misma medida, al átomo.

      Ampliaremos, ahora, el concepto del átomo y quizás lleguemos a la causa fundamental que encierra la solución de los problemas del mundo. El concepto del átomo, como manifestación positiva de energía que contiene, dentro de su campo de actividad, su polo opuesto, puede extenderse no sólo a todo tipo de átomo, sino también al ser humano. Podemos considerar, a cada ente de la familia humana, como un átomo humano, porque el hombre es simplemente un átomo mayor. Es un centro de fuerza positiva que mantiene, dentro de la periferia de su esfera de influencia, las células de su cuerpo, y demuestra discernimiento, inteligencia y energía. La diferencia es sólo de grado. Posee una conciencia más amplia y vibra a una mayor medida que el diminuto átomo químico.

        [i43] Podemos aún dilatar el concepto y considerar el planeta como un átomo. Quizás exista internamente, en el planeta, una vida que retiene en él la sustancia de las esferas y de todas las formas de vida, en un todo coherente, con una específica esfera de influencia. Esto quizás parezca una especulación disparatada, pero, si juzgamos por analogía, quizás exista, en la esfera planetaria, una Entidad cuya conciencia esté tan alejada de la del hombre, como la del hombre está de la del átomo químico.

      El mismo concepto puede ampliarse hasta incluir el átomo del sistema solar. En el corazón del sistema solar, tenemos el sol, centro positivo de energía, que mantiene los planetas en su esfera de influencia. Si existe inteligencia, en el átomo, y la hay en el ser humano, si existe en el planeta una Inteligencia que controla sus funciones, ¿no sería lógico ampliar el concepto y afirmar que existe una poderosa Inteligencia detrás del átomo mayor del sistema solar?

      Esto nos lleva, finalmente, al punto de vista sostenido por el enfoque religioso, de la existencia de un Dios o Ser divino, donde el cristiano ortodoxo diría reverentemente Dios; el científico, energía, con igual reverencia, y ambos significarían lo mismo. Cuando el maestro idealista habla del “Dios [i44] interno” que reside en la forma humana, otros, con igual exactitud, se referirán a la "facultad energizante" del hombre que lo impulsa a la actividad física, emocional y mental.

       En todas partes, existen centros de fuerza, y la idea puede ampliarse, desde un centro de fuerza, como el átomo químico, ascendiendo a través de los distintos grados y grupos de estos centros inteligentes, hasta el hombre, y de allí a la vida que se expresa por medio del sistema. Así se manifiesta el Todo maravilloso y sintético. Algo de esto pensaría San Pablo al hablar del Hombre celestial, y cuando mencionó el "cuerpo crístico"; con toda seguridad se refirió a esos entes de la familia humana, que están dentro de su esfera de influencia y constituyen Su cuerpo, así como el conjunto de células físicas forman el cuerpo físico del hombre. Es necesario, en estos días de trastornos religiosos, demostrar que las verdades fundamentales del cristianismo son verdades científicas. Por lo tanto, es preciso hacer científica la religión.

      Hay una interesante escritura sánscrita que data de miles de años y me aventuro a exponerla aquí, y dice:

      "Toda forma en la Tierra y toda partícula (átomo) en el espacio, se esfuerza en formarse a sí misma y seguir en el Hombre celestial el canon trazado para ella. La involución [i45] y la evolución del átomo... todo tiene un único y mismo objetivo, el hombre."

      ¿No se advierte que este concepto abre una gran esperanza? Todo átomo de materia con inteligencia latente, discernimiento, facultad selectiva, llegará, en el transcurso de los eones, a una etapa avanzada de conciencia llamada humana. Ciertamente, podemos también suponer que el átomo humano progresa hacia algo aún más ampliamente consciente y que, con el tiempo, alcanzará la etapa de desarrollo de esas excelsas Entidades cuyos cuerpos constituyen los átomos planetarios. Cabe preguntarse, ¿qué les espera a esas entidades? Alcanzar ese estado omni-incluyente de conciencia llamado Dios o Logos solar. Ciertamente es lógica y práctica esta enseñanza. La antigua y esotérica exhortación que dice al hombre: "Conócete a ti mismo, porque en ti hallarás todo lo conocible", es la regla para el estudiante inteligente. Si nos consideramos científicamente centros de fuerza, manteniendo la materia de nuestro cuerpo, dentro de nuestra esfera de control, y actuando en y dentro de ellos, tendremos una hipótesis capaz de interpretar todo el plan cósmico. Si, como insinúa Einstein, nuestro sistema solar es sólo una esfera, se deduce que es, a su vez,  un átomo cósmico; así nos ubicaríamos dentro de un sistema aún mayor y tendríamos un centro alrededor del cual gira nuestro sistema solar, como lo hace el electrón [i46] respecto al átomo. Los astrónomos dicen que todo el sistema solar probablemente gire en torno de un punto central en el firmamento.

      Así la idea fundamental que he tratado de destacar, puede trazarse ascendiendo a través del átomo químico y físico, a través del hombre, de la Vida energizante de un planeta, hasta el Logos, la Deidad del sistema solar, la Inteligencia o Vida, que subyace en toda manifestación o naturaleza, y de allí a un sistema mayor, donde nuestro Dios debe desempeñar Su parte y hallar el lugar que le corresponde. Si es verdad, es un maravilloso cuadro.

      Ahora bien, no puedo tratar, esta noche, los distintos desarrollos de esta inteligencia que anima a los átomos; pero quisiera considerar brevemente lo que quizás, desde el punto de vista humano, es el método de su evolución, que tan íntimamente nos concierne, recordando que lo que es verdad para un átomo, lo es, en mayor o menor grado, para el todo.

      Al considerar ampliamente los átomos del sistema solar, incluyendo el sistema mismo, existen dos cosas notables:

      Primero, la vida y la actividad intensas del [i47] átomo mismo y su energía atómica interna; segundo, su interacción con otros átomos, repeliendo a unos y atrayendo a otros. De estos hechos, podemos deducir que el método de evolución de cada átomo, se debe a dos causas: su vida interna y su interacción o intercambio con los demás átomos. Ambas etapas son evidentes en la evolución del átomo humano. Cristo puso el énfasis en lo primero, cuando dijo: "el reino de Dios está en vosotros". Así adjudicó a los átomos humanos el centro de vida o energía dentro de sí mismos, enseñándoles que, por medio de este centro, deben expandirse y crecer. Todos somos conscientes de que estamos centrados en nosotros mismos, consideramos todas las cosas desde nuestro propio punto de vista, y los acontecimientos externos resultan interesantes siempre que nos conciernen. Tratamos las cosas si nos afectan personalmente, y en determinada etapa de nuestra evolución, lo que le ocurre a los demás nos parece importante si nos atañe a nosotros. En esta etapa, se hallan muchos actualmente y es característica de la mayoría, siendo el período de intenso individualismo, donde el concepto yo es de suprema importancia. Involucra mucha actividad interna.

      El segundo método de evolución del átomo humano es por medio de su interacción con los demás átomos, y esto es algo que acaba de emerger en la inteligencia humana, asumiendo su justa importancia, pues apenas comenzamos a comprender la relativa significación de la competencia y de la colaboración, y estamos en vísperas de saber que no podemos vivir egoístamente, en forma independiente del grupo al que pertenecemos; empezamos a aprender que, si nuestros hermanos se [i48] detienen y no progresan y si otros átomos humanos no vibran debidamente, cada átomo del cuerpo colectivo es afectado. Nadie será perfecto hasta que las demás unidades alcancen el más pleno y completo desarrollo.

      En la próxima conferencia, me extenderé algo más sobre esto, cuando me ocupe de la construcción de la forma. Al finalizar esta conferencia, trataré de llevar a sus conciencias un conocimiento del lugar que cada uno ocupa en el esquema general, lo cual nos permitirá comprender la importancia de la interacción de los átomos. Trato de señalar la necesidad de descubrir el lugar en el grupo al que por naturaleza pertenecemos, donde somos como electrones para la carga positiva y, una vez descubierto, realizar nuestra tarea dentro del átomo mayor, el grupo.

      Esto hace que la hipótesis no sea un mero sueño descabellado, sino un ideal útil y práctico. Si es verdad que todas las células de nuestro cuerpo son, por ejemplo, electrones que mantenemos en coherencia, y si somos el factor energizante dentro de la forma material, es de suma importancia reconocerlo y ocuparnos correcta y científicamente de esa forma y de sus átomos. Esto implica el cuidado práctico del cuerpo físico y la adaptación inteligente de toda nuestra energía al trabajo que se debe realizar y a la [i49] naturaleza de nuestro objetivo, pues es necesaria la sensata utilización del conjunto de células, nuestro instrumento o herramienta, y nuestra esfera de manifestación. Muy poco sabemos sobre esto. Cuando se desarrolle este concepto y se reconozca al ser humano como un centro de fuerza, cambiará fundamentalmente la actitud de las personas respecto a su trabajo y modo de vivir. Cambiará, por ejemplo, el punto de vista del campo de la medicina y se estudiarán los métodos correctos para utilizar la energía. No habrá enfermedades causadas por la ignorancia y se estudiarán y practicarán los métodos de transmisión de fuerza. Seremos entonces verdaderamente átomos inteligentes, algo que aún no somos.

      No sólo seremos prácticos para manejar nuestro cuerpo material, pues conoceremos su constitución, sino que conscientemente hallaremos nuestro lugar en el grupo y dirigiremos nuestra energía para su beneficio, y no como ahora para nuestros propios fines. Muchos átomos no sólo poseen vida interna propia, sino que la irradian, y así como la radiactividad se va comprendiendo gradualmente, también se estudiará al hombre como centro de radiación activa. Estamos en vísperas de admirables descubrimientos, nos acercamos a una maravillosa síntesis del pensamiento mundial, avanzamos hacia ese período en que la ciencia y la religión se ayudarán mutuamente, [i50] y la filosofía contribuirá al conocimiento de la verdad.

      El empleo de la imaginación abrirá, con frecuencia, una maravillosa visión, y si esta imaginación se basa en lo esencial y comienza con una hipótesis lógica, quizás nos lleve a solucionar algunos de los enigmas y problemas que perturban hoy al mundo. Si las cosas son misteriosas e inexplicables para nosotros, será porque la gran Entidad que se manifiesta, por medio de nuestro planeta, está llevando a cabo un propósito y un plan definidos, análogamente a como lo hacemos en nuestras vidas. A veces llevamos el cuerpo físico a situaciones donde le producimos dificultades dolorosas y agobiantes, y aceptada la hipótesis tratada, es lógico suponer que la gran Inteligencia de nuestro planeta también lleva su cuerpo de manifestación -que incluye la familia humana- a situaciones angustiosas para los átomos. Ciertamente, es lógico suponer que el misterio de cuanto vemos a nuestro alrededor, está oculto en la voluntad o inteligente propósito de esa Vida mayor que actúa a través de nuestro planeta, como el hombre actúa a través del cuerpo físico. Sin embargo, esa Vida, esa Inteligencia superior a la nuestra, es un átomo de una esfera aún mayor, donde mora el Logos solar, la inteligencia que contiene todas las vidas menores.