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CAPÍTULO III. LA NATURALEZA DEL ALMA

CAPÍTULO III. LA NATURALEZA DEL ALMA

«Dicen los filósofos que el alma tiene dos caras, la superior contempla siempre a Dios, la inferior mira hacia abajo e informa a los sentidos; el rostro superior, cúspide del alma, se halla en la eternidad y nada tiene que ver con el tiempo: nada sabe del tiempo ni del cuerpo».

Meister Eckhart

[i49] Al detallar la explicación de la técnica que, según se afirma, puede convertir al intelectual culto en conocedor intuitivo, es conveniente establecer la hipótesis sobre la cual está basada la ciencia de la meditación. Durante tal proceso deben reconocerse los distintos aspectos (de la naturaleza o de la divinidad, la que se prefiera) de los cuales el hombre es la expresión, sin olvidar la conexión básica que los mantiene unidos como unidad integrada. El hombre es un ser integrado, pero la existencia significa más para unos que para otros. En algunos es puramente animal; en muchos representa la suma total de las experiencias emocionales y sensorias; en otros comprende todo lo anterior, más esa percepción mental que enriquece grandemente y profundiza la vida; en unos pocos (entre ellos la flor de la familia humana), Ser significa reconocer la habilidad de registrar contactos universales y subjetivos, así como individuales y objetivos. Keyserling dice: 

“Cuando hablamos del Ser de un hombre en contradicción con su capacidad, queremos decir su alma vital, y cuando decimos que ese Ser es quien decide, queremos decir que todas sus expresiones están penetradas con vida individual, que cada [i50] simple expresión irradia personalidad, la cual finalmente es la responsable.” [xxvi] 27

Puede afirmarse aquí, como condición sine qua non, que únicamente las personas reflexivas y responsables están preparadas para aplicar las reglas e instrucciones que les permitirán hacer la transición y alcanzar la consciencia característica del místico iluminado y de los conocedores intuitivos.

Los hermosos versos del libro Illuminanda del Dr. Winslow Hall señalan la meta:

En todos los hombres se esconde la Luz.
¡En cuán pocos se manifiesta, como debiera,
Iluminando desde dentro, nuestra lámpara carnal,
avivando la llama cósmica, en almas traídas desde lejos!
¡Esplendor de Dios, cuán pocos son! Pero, nuestra es la culpa;
porque torpemente, por rutina e iracundia
sin discernimiento amortiguamos y sofocamos
la chispa divina que brilla en todo niño.
Todo niño es por naturaleza un pedazo de Dios;
Y si ellos tuvieran libertad, Dios
se desenvolvería en ellos; surgiría
matizándolos y moldeándolos, hasta florecer como flores perfectas
colmados de develada hermosura.
[xxvii] 28

Ésta es la meta del proceso de la meditación —conducir a los hombres a que alcancen la Luz que reside en ellos, para que en esa luz vean la Luz. Esta tarea de revelación está basada en ciertas y precisas teorías sobre la constitución y la naturaleza del ser humano. La evolución y el perfeccionamiento de la facultad mental del hombre, con su agudeza y capacidad para [i51] concentrarse, en esta época ofrecen a Occidente la oportunidad de poner a prueba dichas teorías. Éste es el momento más apropiado para un experimento inteligente, «la nueva síntesis de mente y alma»; dice Keyserling en su libro «debe originarse en la mente, en las alturas de la suprema intelectualidad, si algo decisivo tiene que suceder." [xxviii] 29

Pero para hacer esto, debe haber una clara comprensión de tres puntos sobre los cuales se basa la posición oriental y, si son veraces, le darán validez a todo lo que sustenta el estudiante de la técnica oriental de la meditación, sin olvidar el proverbio chino que dice: “Si el hombre incorrecto utiliza los medios correctos, los medios correctos funcionan de forma incorrecta”. Estas tres premisas son:

Primero: Existe un alma en toda forma humana que emplea los aspectos inferiores del hombre simplemente como vehículos de expresión. La finalidad del procesoevolutivo es acrecentar y profundizar el control del alma sobre este instrumento. Cuando se ha logrado, tenemos una encarnación divina.

Segundo: Al conjunto de estos aspectos inferiores, una vez desarrollados y coordinados, lo llamamos personalidad. Esta unidad está compuesta de los estados mentales y emocionales del ser, la energía vital, el mecanismo físico de respuesta, y la «máscara» que oculta al alma, aspectos que se desarrollan sucesiva y progresivamente según la filosofía oriental, y cuando se alcanza un estado relativamente elevado de desenvolvimiento, es posible al hombre [i52] coordinarlos y más tarde unificarlos conscientemente con el alma inmanente. Luego, el alma ejerce el control, y se produce la expresión constante y creciente de su naturaleza. Esto a veces se expresa simbólicamente como la luz de una lámpara. Al principio la luz no brilla, pero gradualmente hace sentir su presencia, hasta que son comprendidas claramente las palabras del Cristo, «Yo soy la luz del mundo», exhortando a sus discípulos a «dejar brillar su luz para que los hombres vieran».

Tercero: Cuando la vida del alma, actuando de acuerdo a la Ley de Renacimiento, ha llevado a la personalidad a esa condición donde es una unidad integrada y coordinada, se establece entre ambos una interacción más intensa que se logra por el proceso de la autodisciplina, la activa voluntad hacia el Ser espiritual, el servicio altruista (modalidad en que se manifiesta el alma consciente del grupo) y la meditación. La consumación de la tarea es la comprensión consciente de la unión, llamada en terminología cristiana, unificación. 

Estas tres hipótesis deben aceptarse como ensayo, si se desea que este proceso educativo por medio de la meditación sea eficaz. El Diccionario de Webster define al alma de acuerdo a estas teorías:

«Una entidad concebida como la esencia, sustancia o causa actuante de la vida individual, especialmente de la vida que se manifiesta en las actividades psíquicas; el vehículo de la existencia individual [i53] cuya naturaleza es independiente del cuerpo y cuya existencia se considera inseparable». [xxix] 30

Webster agrega un comentario aplicable a nuestro tema, que «algunos conceptos, como el de Fechner, respecto a que el alma constituye todo el proceso unitario espiritual conjuntamente con el entero proceso unitario corporal, parecen encontrarse a mitad de camino entre los puntos de vista idealista y materialista. [xxx] 31 El concepto estrictamente oriental lo da en su libro el Dr. Radhakrishna de la Universidad de Calcuta, diciendo:

«Todos los seres orgánicos tienen un principio de autodeterminación, al cual se lo denomina generalmente ‘alma’ En el sentido estricto de la palabra, alma se aplica a cada ser que tiene vida, y las distintas almas fundamentalmente son de idéntica naturaleza. Las diferencias se deben a las organizaciones físicas que oscurecen y deforman la vida del alma. La naturaleza de los cuerpos, donde las almas están incorporadas, explica los diversos grados de oscuración... El ego es la unidad psicológica de la sucesión de experiencias conscientes que constituye lo que conocemos como vida interna de un yo empírico.

«El yo empírico es una mezcla del espíritu libre y del mecanismo de purusha y de prakriti... Cada ego posee dentro del burdo cuerpo material, que se disuelve al morir, un cuerpo sutil, formado por el mecanismo psíquico, incluyendo los sentidos». [xxxi] 32

Esta alma es un fragmento del Alma Suprema, una chispa de la Llama Una, aprisionada en el cuerpo. Es el aspecto vida que da al hombre – como a [i54] todas las formas en manifestación – vida, o ser y consciencia. Es el factor vital, ese algo coherente e integrante que hace del ser humano (compuesto y no obstante, unificado como él es) una entidad que piensa, siente y aspira. El intelecto en el hombre, es el factor o cualidad de percepción egoica que le permite dirigirse a su medio ambiente durante las etapas en que su personalidad está en desarrollo; pero por la meditación apropiada le permite luego orientarse hacia el alma, como separada del mecanismo, y así, hacia un nuevo estado de percepción del ser.

La relación del alma con el Alma Suprema es la de la parte con el Todo, y esta relación y sus consiguientes reconocimientos se desarrollan en sentido de unicidad con todos los seres y con la Realidad suprema, de la cual los místicos dieron siempre testimonio. La relación del alma con el ser humano, es la relación de la entidad consciente con su medio de expresión; la de quien piensa, con el instrumento pensante; la de quien registra un sentimiento, con el campo de la experiencia sensoria, y la relación del actor con el cuerpo físico —único medio de hacer contacto con ese campo particular de actividad, el mundo de la vida física. Esta alma se expresa mediante dos tipos de energía, denominados principio vital o fluido, el aspecto vida, y la energía de la razón pura. Durante la vida, estas energías están enfocadas en el cuerpo físico. La corriente de vida se centra en el corazón, utiliza la corriente sanguínea, las arterias y las venas, y anima todas las partes del [i55] organismo. La otra corriente, la energía intelectual, está centrada en el cerebro y utiliza el sistema nervioso como medio de expresión. Por lo tanto, en el corazón reside la sede del principio vida y en la cabeza la sede de la mente razonadora y de la consciencia espiritual, la cual se alcanza empleando la mente en forma correcta. El Dr. C. Lloyd Morgan, dice en conexión con la palabra «alma»:

«En todos los casos, lo que comúnmente se comprende por ‘teoría del alma’ tiene sus raíces en el dualismo. Lo que algunos quieren dar a entender al hablar de una ‘psicología sin alma’, es la psicología no dualista... Sin embargo, existe un aspecto del cual puede decirse como definición apropiada, que el alma caracteriza ese nivel de desarrollo mental donde el concepto espíritu está incluido dentro del campo reflexivo de referencia». [xxxii] 33

Anteriormente en el mismo libro dice:

«Cada uno de nosotros es una vida, una mente y un espíritu ––ejemplo de vida, como expresión del plan mundial; de mente, como diferente expresión de dicho plan, y de espíritu, hasta donde la sustancia de ese plan se revela en nosotros. El plan mundial en todo sentido, desde su aspecto más ínfimo a su más elevada expresión, es manifestación de Dios; en ustedes, en mí, y en cada uno en particular, Dios, como Espíritu, se revela parcialmente». [xxxiii] 34

Esta revelación de la Deidad es la meta del esfuerzo místico y el objetivo de la actividad dual de la mente ––Dios como vida en la naturaleza; Dios como amor, subjetivamente; Dios como plan y propósito. Esto es lo que la unificación, producida por la meditación, [i56] revela al hombre. Mediante esta técnica ordenada, el hombre descubre esa unidad que es él mismo; luego, su relación con el Universo, que su cuerpo físico y sus energías vitales son parte integrante de la naturaleza misma, que en efecto, es la vestidura externa de la Deidad; percibe que su aptitud para amar y sentir lo hace consciente del amor que palpita en el corazón de toda la creación y, finalmente, descubre que su mente puede darle la llave que le abre la puerta de la comprensión para penetrar en los propósitos y planes que guían a la mente de Dios mismo. En efecto, llega hasta Dios y descubre a Dios como la Realidad central; sabiendo que él es divino, descubre que el Todo es igualmente divino. El Dr. F. Kirtley Mather de la Universidad de Harvard ha dicho en un artículo muy ilustrativo:

«No puede negarse que hay una administración del Universo. Algo ha determinado y continúa determinando la actuación de la ley natural, la ordenada transformación de la materia y de la energía. Puede que sea la ‘curvatura del cosmos’, o ‘ciega casualidad’, o ‘energía universal’, o ‘un Jehová ausente’, o un ‘Espíritu omnipenetrante’, pero debe haber algo. Desde cierto ángulo, la pregunta de si existe un Dios, recibe rápidamente una respuesta afirmativa».

Descubriéndose a sí mismo y comprendiendo su propia naturaleza, el hombre llega a ese centro dentro de sí mismo, que es uno con todo cuanto existe; descubre que está dotado de un mecanismo que puede ponerlo en contacto con las manifestaciones diferenciadas mediante las cuales la Deidad trata de expresarse. Posee un [i57] cuerpo vital que responde a la energía universal, y es el vehículo para las dos formas de energía anímica anteriormente nombradas. El tema del cuerpo vital, su relación con esta energía universal y los siete puntos de contacto con el organismo físico, fueron tratados en mi libro, por lo tanto, no me explayaré aquí, excepto transcribir un párrafo:

«Detrás del cuerpo objetivo existe una forma subjetiva constituida de materia etérica, que actúa como conductor del principio vital de energía o prana. Este principio vital es el aspecto fuerza del alma y por medio del cuerpo etérico el alma anima a la forma, otorga sus cualidades y atributos peculiares, plasma en ella sus deseos y, finalmente, la dirige valiéndose de la actividad de la mente. Por medio del cerebro el alma energiza al cuerpo, impulsándolo a la actividad consciente (dirigida), y a través del corazón, la vida compenetra todas las partes del cuerpo». [xxxiv] 35

Existe además otro cuerpo, compuesto de la suma total de todos los estados emocionales, sentimientos e inclinaciones, que reacciona al medio ambiente físico del hombre, en respuesta a la información recibida por el cerebro, por conducto de los cinco sentidos y trasmitida a él por el cuerpo vital, siendo así arrastrado a actividades de carácter puramente egoísta y personal; o puede entrenárlo para que reaccione ante todo la mente, considerándola (algo que raras veces ocurre) como intérprete del yo espiritual, el alma. Este cuerpo emocional, caracterizado por el sentimiento y el deseo, en la mayoría de los casos actúa más poderosamente sobre [i58] el cuerpo físico, considerado por el esoterista como un autómata, impulsado a la acción por la naturaleza del deseo y energizado por la energía vital.

A medida que la raza progresa, viene a la existencia y entra en actividad otro “cuerpo”, el mental, el cual asume gradualmente el control activo y natural. Análogamente a los organismos físico y emocional, este mecanismo mental es al principio enteramente objetivo en su orientación, y entra en actividad debido a los impactos que le llegan del mundo externo por conducto de los sentidos. Cada vez es más positivo, y, lenta aunque firmemente, empieza a dominar los otros aspectos fenoménicos del hombre, hasta que la personalidad y sus cuatro aspectos actúan, completos y unificados, como entidad activa en el plano físico. Cuando esto ocurre se llega a una crisis y se hacen posibles nuevos desenvolvimientos y desarrollos.

Durante todo este tiempo las dos energías del alma, vida y mente, actuaron a través de los vehículos sin que el hombre se diera cuenta de su origen o finalidad. Como resultado de esta actividad es ahora un ser humano inteligente, activo y evolucionado. Pero, como Browning dice: «En el hombre íntegro comienza nuevamente la tendencia hacia Dios»,  [xxxv]36 y es impelido por una inquietud divina hacia una percepción y contacto conscientes con su alma, factor invisible que presiente y del cual es personalmente inconsciente. Así comienza el proceso de la propia educación y la intensa investigación de su verdadera naturaleza. [i59] Su personalidad, hasta entonces orientada hacia el mundo de la vida física, emocional y mental, con la atención enfocada objetivamente, pasa por un proceso de reorientación y se dirige hacia dentro, al yo. Se enfoca subjetivamente y tiene por finalidad hacer surgir a la manifestación ese «ser más profundo» de que habla Keyserling. Se busca la unión consciente con el alma, pero no sólo desde el punto de vista emocional y sensorio del devoto y del místico. Se busca la experiencia directa, el conocimiento del Yo divino y la seguridad mental de la existencia del inmanente Hijo de Dios, lo cual se convierte en la meta de todo esfuerzo.

Éste no es el método del devoto místico que, por el amor impulsivo de su naturaleza emocional, ha buscado a Dios. Es el método del acercamiento intelectual y de la subordinación de la entera personalidad al impulso de dirigirse hacia las realidades espirituales. Todos los tipos puramente mentales y las personalidades verdaderamente coordinadas, son místicos en el fondo, y pasaron por el período místico alguna vez o en determinada vida. A medida que el intelecto se afirma y la mente se desarrolla, este misticismo puede desvanecerse temporariamente en la penumbra y quedar por algún tiempo relegado al reino del subconsciente, pero, final e inevitablemente, se pone el énfasis sobre la voluntad de saber, y la vida (a la que no satisfacen los aspectos externos y visibles de la manifestación) es impulsada hacia el conocimiento del alma y a utilizar la mente en la comprensión de la verdad espiritual. 

En este esfuerzo se unen la cabeza y el corazón. La mente y la razón pura se fusionan con [i60] el amor y la devoción, efectuándose un completo reajuste de la personalidad en una nueva esfera de percepción. Se registran nuevos estados de consciencia; se percibe gradualmente un nuevo mundo fenoménico, y el aspirante empieza a comprender que el foco de su vida, así como su consciencia, puede elevarse por encima de su antiguo campo de esfuerzo. Descubre que puede caminar con Dios, morar en los cielos y conocer un nuevo mundo dentro de las formas externas familiares. Empieza a considerarse como habitante consciente de otro reino de la naturaleza, el reino espiritual, tan real, vital, ordenado y fenoménico, como cualquiera de los hoy conocidos. Persistentemente asume la actitud del alma hacia su instrumento, el cuerpo humano. Deja de considerarse como un hombre dominado por sus emociones, impulsado por la energía y dirigido por su mente; sabe que es el yo, que piensa por medio de la mente, siente por medio de las emociones y actúa conscientemente. A medida que esta consciencia se estabiliza y se hace permanente, el trabajo de la evolución queda consumado; la gran unificación se ha efectuado y la unión entre el yo y su vehículo de expresión queda establecida. Así encarna conscientemente un divino Hijo de Dios.

Gracias a la educación en todas sus ramas, se ha acelerado extraordinariamente la coordinación de la personalidad. La mentalidad de la raza asciende constantemente la escala de la realización. La humanidad, mediante sus vastos grupos de individuos educados y mentalmente enfocados, está preparada para asumir su autodeterminación y ser dirigida por el alma. Se puede ya emprender la cultura [i61] intensiva del individuo, tal como se enseña en el sistema oriental. La educación y reorientación del ser humano avanzado debe hallar su lugar en nuestro sistema de educación en masa. Por eso se aboga en este libro y por eso se ha escrito. ¿Cómo puede el hombre descubrir su alma o probar la realidad de la existencia de esa alma? ¿Cómo puede el hombre reajustarse a las condiciones de la vida del alma y empezar a actuar consciente y simultáneamente como alma y como hombre? ¿Qué debe hacer para alcanzar la unión entre el alma y su instrumento, condición esencial para satisfacer el impulsivo anhelo de su naturaleza? ¿Cómo puede saber y no simplemente creer, esperar y aspirar?

La voz experimentada de la sabiduría oriental responde con una sola palabra: Meditación. La pregunta surge lógicamente: «¿Es eso todo?» y la respuesta es: «Sí». Cuando la meditación se practica correctamente y la perseverancia es la tónica de la vida, se establece creciente contacto con el alma. El resultado de este contacto se traduce en autodisciplina, en purificación y en una vida de aspiración y servicio. La meditación, en sentido oriental como veremos, es un proceso estrictamente mental, que conduce al conocimiento del alma y a la iluminación. Es un hecho en la naturaleza que «como el hombre piensa, así es él».

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27. Keyserling, Count Hermann, Creative Understanding, pág. 180
28.Hall, W. Winslow, M.D. Illuminanda, pág. 218
29.Keyserling, Count Hermann, Creative Understanding, pág. 125
30.Webster’s New International Dictionary, Edition of 1923
31.Ídem
32.Radhakrishnan, S., Indian Philosophy,Vol. II, págs. 279, 283, 285
33.Morgan, C. Lloyd, Life, Mind and Spirit, pág. 35
34.Ídem, pág. 32
35.Bailey, Alice A., El Alma y su Mecanismo, pág. 62
36.Browning, Robert, Paracelsus