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LIBRO IV - LA ILUMINACIÓN - Parte 2


La segunda línea principal de pensamiento, implicada en el aforismo 15, es más difícil de expresar. Proporciona color y veracidad a la controversia de muchos pensadores de que las cosas existen y tienen forma y actividad sólo en la medida que la mente del pensador las formula. En otras palabras, mediante las modificaciones de nuestro principio pensante construimos nuestro propio mundo y creamos nuestro propio ambiente. La deducción, por lo tanto, es que (dada una sustancia básica espíritu-materia) la entretejemos en formas, por nuestros propios impulsos mentales. Otros perciben lo que nosotros vemos, porque algunas de las modificaciones de sus mentes son análogas a las nuestras y sus reacciones e impulsos, similares [i404] en cierto aspecto. Sin embargo, dos personas no ven un objeto exactamente de la misma manera. Las cosas o formas de materia existen realmente, han sido creadas o están en proceso de creación, y de ellas son responsables alguna mente o varias mentes. Entonces surge la cuestión de quién es responsable de las formas mentales que nos circundan. El comentario y la traducción de Dvivedi apoya más esta segunda línea de pensamiento que la paráfrasis de el Tibetano; sería de valor que la estudiáramos porque cuando muchas mentes encaran un problema, permite apreciarlo en su magnitud, se evitan las superficialidades y vanas conclusiones y se hace posible el acercamiento a la verdad. El punto de vista sintético está más cerca de la verdad que el especializado. Dvivedi dice: "Aunque las cosas son similares, la causa de la mente y de las cosas es distinta debido a las diferencias de las mentes".

"Las consideraciones precedentes establecen, de manera indirecta, la existencia de cosas como objetos externos a la mente. Los Vijnanavadi Budas, al sostener que las cosas sólo son reflejos de nuestro principio pensante, pondrían objeciones a ese punto de vista. La objeción no resistiría al análisis, porque la existencia de cosas separadas del principio pensante es real. Aunque existe, ciertamente, la similitud completa entre objetos del mismo tipo, aún así, el modo en que los objetos afectan a la mente y en que es afectada por ellos, es enteramente distinta. En consecuencia, los objetos existen fuera del principio pensante. Aunque los objetos son similares, no se presentan a mentes diferentes bajo la misma luz, lo cual demuestra [i405] que están separados de la mente. También muchas veces oímos decir a algunas personas que han visto un mismo objeto como lo han visto otras. Esto probaría que a pesar de que el objeto es uno solo, los conocedores son muchos. Esta circunstancia demuestra la diferencia entre el objeto y la mente. Asimismo, el vidente y lo visto, o sea la mente y el objeto, o el instrumento de conocimiento y el objeto de conocimiento, no pueden ser uno y el mismo, porque entonces todo conocimiento característico sería una imposibilidad, lo cual es absurdo. La tentativa de solucionar esta dificultad diciendo que el eterno Vasana de la forma de los objetos externos es la causa de nuestro conocimiento característico, es inútil, pues lo que se ha debilitado por sí mismo no puede convertirse en causa. Por lo tanto la existencia objetiva debe aceptarse como independientemente del sujeto. Tampoco cabe imaginar cómo una sola sustancia, prakriti, puede producir, en este caso, toda la multiplicidad de diferencias en nuestra experiencia, porque los tres gunas y sus diversas combinaciones, en diferentes grados, lo justifican suficientemente. En el caso de los yoguis adecuadamente iluminados, es natural que cuando el conocimiento ha producido en ellos el supremo Vairagya, no se preocupen de los gunas, los cuales también alcanzan un estado de equilibrio y no producen efecto".

La tercera línea de pensamiento se refiere más específicamente al aspecto comprensión, o a la percepción del pensador inmanente, por lo tanto tiene un valor práctico inmediato para el estudiante de Raja Yoga, la cual implica ciertas preguntas que se pueden formular de la manera siguiente: [i406]

1. ¿En qué nivel del ser o de comprensión (porque la idea es idéntica para el estudiante ocultista) actúo?

2. ¿Me identifico con la forma o con el alma?

3. ¿Qué sendero sigo, el superior del alma o el inferior de la materia?

4. ¿Me encuentro en un período de transición, donde mi comprensión se está transfiriendo de la conciencia inferior a la superior?

5. Aunque esté en el cuerpo, ¿es éste meramente un instrumento y estoy despierto en otro plano de percepción?

Éstas y otras preguntas similares son de profundo valor para el aspirante, si se las formula sinceramente y responde honestamente, como ante la presencia de Dios y del Maestro.

16. Las numerosas modificaciones de la mente una producen las diversas formas que, para subsistir, dependen de esos numerosos impulsos mentales.

En estas palabras todo el concepto pasa de la esfera particular al reino de lo universal. Nos pone frente a los impulsos cósmicos y solares y evidencia la insignificancia y pequeñez de nuestro problema individual. Toda forma en manifestación es el resultado del pensamiento de Dios; todo vehículo objetivo, por medio del cual fluyen los impulsos vitales del universo, es producido y mantenido en manifestación objetiva por la constante afluencia de corrientes mentales que emanan de un solo y maravilloso pensador cósmico. Sus métodos misteriosos, su plan oculto y secreto, el [i407] gran propósito para el cual trabaja en este sistema solar, no son todavía evidentes para el hombre; sin embargo, cuando pueda pensar en términos más amplios, desarrollar el poder de visualizar el pasado como una totalidad y unificar su conocimiento acerca de la vida de Dios, expresándose en los reinos de la naturaleza, y cuando aumente su comprensión de la naturaleza de la conciencia, entonces le será evidente la voluntad de Dios basada en una actividad amorosa.

La clave del cómo y el por qué reside en la comprensión del ser humano de sus propias actividades mentales. La apreciación de la gran forma mental de Dios, el sistema solar y su mantenimiento, se desarrolla en el ser humano a medida que comprende sus propias formas mentales y la manera de construir y crear su propio medio ambiente y colorar su propia vida. El ser humano construye sus propios mundos por el poder de sus procesos mentales o por las modificaciones de ese fragmento del principio mental universal del cual se ha apropiado para uso particular.

Debe recordarse que el Logos solar, Dios, es la suma total de todos los estados de conciencia o percepción. El ser humano (la humanidad en conjunto o la unidad individual) es parte de ese todo. Las innumerables mentes, desde la del átomo (reconocido por la ciencia) hasta la mente de Dios mismo, pasando por todos los grados de pensadores y etapas de percepción, son responsables de todas las formas que se hallan en nuestro sistema. A medida que trabajamos, desde lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande, desde el microcosmos al macrocosmos, se evidencia un estado de conciencia en gradual expansión y un constante crecimiento de la percepción. En esta escala de desarrollo, tenemos [i408] tres tipos predominantes de formas, resultados de la mente:

1. La forma del átomo, el verdadero microcosmos.

2. La forma del hombre, el macrocosmos para todos los reinos subhumanos.

3. La forma de Dios, un sistema solar, el macrocosmos para el ser humano y para todas las etapas superhumanas.

Todas estas formas y las formas intermedias, dependen de alguna vida, dotada de capacidad de pensar y también del impulso mental para modificar e influir la sustancia sensoria y construir con ella las formas.

17. Estas formas son conocidas o no, de acuerdo a las cualidades latentes en la conciencia perceptora.

Este aforismo ha sido traducido por Charles Johnston con las siguientes palabras: "Un objeto es percibido o no, según que la mente esté o no matizada por el color del objeto".

Vemos lo que somos y nos damos cuenta de ello debido a otras formas que se desarrollan en nosotros mismos. No vemos aspectos de la vida porque todavía no hemos hecho contacto con lo divino y lo desconocemos en nosotros. El aspecto forma y sus limitaciones se desarrollan en nosotros, ocultando al alma de modo que sólo nos damos cuenta de la forma de nuestro hermano y no vemos su alma. En cuanto hacemos contacto con nuestra propia alma y vivimos en su luz, vemos el alma de nuestro hermano, [i409] nos damos cuenta de su luz, con lo cual cambia completamente nuestro acercamiento a él.

Aquí tenemos el indicio de nuestras limitaciones, aquí reside la promesa de nuestro éxito. La facultad latente, una vez desarrollada, nos revelará un mundo nuevo; los poderes ocultos del alma una vez que hayan sido plenamente expresados, nos harán conscientes de un nuevo mundo y nos revelarán un plan de vida y un reino del ser que, hasta ahora, nos fue negado, porque no lo hemos visto. De ahí la necesidad de que todo investigador de los misterios de la existencia, aplique a su investigación todas las facultades; de ahí también la necesidad de que se lleve a cabo este proceso de desenvolvimiento del alma y se desarrollen las facultades potenciales si queremos comprender plenamente la verdad.

18. El Señor de la mente, el perceptor, es siempre consciente de la constante actividad de la sustancia mental, causa productora de efectos.

Tenemos en este aforismo una afirmación que constituye la clave para la práctica efectiva y sin peligro de la meditación. Quien medita es el alma, el ego, y su trabajo es actividad positiva, no un estado o condición negativos. Gran parte del trabajo que se realiza como meditación es peligroso o inútil, porque quien trata de controlar es el hombre en el plano físico, cuyo esfuerzo está concentrado en lograr la quietud del cerebro. Trata de aquietar las células cerebrales y hacerlas negativas, pasivas y receptivas. Sin embargo, la verdadera meditación concierne al alma y a la mente; la receptividad del cerebro es la reacción automática a la condición superior. Por consiguiente, en el Raja Yoga el contacto [i410] con el verdadero ser humano, el ego, y el poder de "aquietar las modificaciones del principio pensante", deben preceder a toda actividad y respuesta del cerebro. El Señor de la Mente está siempre despierto, pues se da cuenta de la tendencia de la mente a responder a las corrientes de fuerza, producidas por el pensamiento o el deseo. En consecuencia, vigila toda emanación de fuerza que surge de él, y controla todo pensamiento e impulso, de modo que únicamente se originen corrientes de energía e impulsos alineados constantemente con el propósito que tiene ante sí, y se pueda llevar a cabo el plan grupal. Nunca debe olvidarse que todos los egos trabajan en formación grupal, controlados directamente por esos pensadores que encarnan el divino pensamiento logoico. Por lo tanto, el trabajo que cada aspirante trata de realizar consiste en poner la conciencia del cerebro en línea con el pensamiento que le llega por conducto de su propia alma-conciencia, y en la consumación de esto el plan divino se va manifestando gradualmente en el plano físico.

A medida que cada hijo de Dios conduce esa sustancia mental activa, de la cual es responsable, a una condición capaz de responder al pensamiento divino, entonces el plan de las edades será llevado a su fin. Nadie debe desesperarse por su aparente incompetencia o pequeñez, porque a cada uno se nos ha confiado una parte del plan y debemos desempeñarla, sin nuestra colaboración se produce demora y confusión. A veces, cuando una ínfima parte de un gran mecanismo no funciona correctamente, provoca grandes dificultades. Con frecuencia, son necesarios muchos ajustes antes de que toda la máquina [i411] pueda marchar y realizar su trabajo con buen resultado, y en el reino de la colaboración humana se pueden presentar situaciones análogas.

La sustancia mental constantemente activa puede responder a la vibración inferior que emana del triple hombre inferior, y a los más elevados impulsos que surgen del alma, como intermediaria entre espíritu y materia. El alma es siempre consciente de esta condición; el hombre en el plano físico está ciego a ella, o recién despierta a esta doble posibilidad. La tarea del que aspira a la unión consiste en transferir gradualmente y poner acrecentadamente la sustancia mental bajo los impulsos superiores, alejándola de la vibración inferior, hasta convertir en una condición estable la respuesta a lo superior y que la actividad vibratoria del hombre inferior se desvanezca y desaparezca.

19. Debido a que la mente puede ser vista o conocida, resulta evidente que no es la fuente de iluminación.

Este aforismo y los dos siguientes nos dan un acercamiento típicamente oriental a un problema muy difícil, y este método de razonar no es fácil de ser captado por las mentes occidentales. En las seis escuelas de la filosofía hindú, todo el problema, relacionado con el origen de la creación y la naturaleza de la mente, es desmenuzado y discutido y tratado en forma tan completa, que prácticamente todas nuestras escuelas modernas se pueden considerar retoños o consecuencia lógica de las diversas conclusiones hindúes. La clave de la diversidad de opiniones sobre estos dos puntos quizás la encontremos en los seis tipos en que todos los seres humanos se clasifican, porque el séptimo sólo es la síntesis [i412] de todos ellos, siendo influyente y no excluyente.

En los aforismos de la yoga, la mente queda relegada a la posición de instrumento, de intermediario, de placa sensible, que registra lo que afluye a ella desde arriba o lo que la afecta desde abajo. Carece de personalidad propia, no tiene vida o luz que le pertenezca, excepto la inherente a toda sustancia y, por lo tanto, existente en los átomos que constituyen la sustancia mental. Estos últimos, hallándose en la misma línea evolutiva que el resto de la naturaleza inferior, acrecientan la oleada de fuerzas materiales que tratan de mantener prisionera al alma y constituyen la gran ilusión.

La mente, en consecuencia, puede ser conocida en dos sentidos: Primero, conocida, reconocida y vista por el pensador, el alma en su propio plano. Segundo, vista y conocida como vehículo del ser humano en el plano físico. Durante largo tiempo, el ser humano se ha convertido en aquello con lo cual se identifica, excluyendo al verdadero ser humano espiritual, con el que es posible establecer contacto y a quien también se lo puede conocer y obedecer, una vez que la mente queda relegada al lugar que le corresponde como instrumento de conocimiento.

Una analogía del plano físico puede ayudarnos a comprender esto. El ojo es uno de nuestros principales órganos, por medio del cual adquirimos conocimiento, el medio por el cual vemos. Sin embargo, no cometemos el error de considerar al ojo como fuente de luz ni aquello que trae revelación. Lo conocemos como instrumento que responde a ciertas vibraciones de la luz, mediante lo cual transmite a nuestro cerebro, [i413] esa gran placa receptora del plano físico, cierta información acerca de este plano.

Para el alma, la mente actúa también como el ojo, o como una ventana mediante la cual llega información, pero en sí misma no es la fuente de luz ni de iluminación.

Resulta interesante observar aquí que cuando el cerebro y la mente se coordinaron (como ocurrió por primera vez en los días de Lemuria), simultáneamente se desarrolló el sentido de la vista. A medida que la evolución avanza, tiene lugar una coordinación superior, pues el alma y la mente llegan a unificarse. Entonces el órgano de la visión sutil (el tercer ojo) empieza a actuar, y en vez de mente, cerebro y dos ojos, aparece otra triplicidad: alma, mente y tercer ojo. En consecuencia, el cerebro no es la fuente de iluminación, sino que llega a percibir la luz del alma y lo que ésta revela en su reino. Simultáneamente se desarrolla el tercer ojo, que revela a su poseedor los secretos de los reinos más sutiles de los tres mundos, de manera que el cerebro recibe iluminación, información y conocimiento desde dos direcciones: del alma, por conducto de la mente, y de los planos más sutiles de los tres mundos, por conducto del tercer ojo. Se ha de recordar aquí que el tercer ojo revela, principalmente, la luz que se encuentra en el corazón de todas las formas de manifestación divina.

20. Tampoco la mente puede conocer dos objetos simultáneamente, ella y lo que está fuera de ella.

Ninguna de las envolturas, por medio de las cuales el alma actúa, posee conocimiento de sí misma; son únicamente canales, a través de los cuales se obtiene conocimiento y [i414] pasan las experiencias de la vida. La mente no se conoce a sí misma porque ello supondría ser consciente de sí misma, por lo tanto, careciendo de conciencia individual no puede decir: "Esto soy yo, yo misma, y esto es externo a mí, en consecuencia el no-yo". Es simplemente otro sentido, por medio del cual obtenemos información y se nos revela un nuevo campo de conocimiento. No es más que un instrumento, como se dijo antes, capaz de una doble función: registrar contactos de una de las dos direcciones y transmitir tal conocimiento al cerebro desde el alma, o al alma desde el hombre inferior. Esto merece una reflexión: la tendencia de nuestro esfuerzo es llevar ese instrumento a una condición donde puede ser utilizado con el mayor provecho posible. Los tres últimos métodos de yoga tratan de lograrlo. Como ya se ha considerado anteriormente, no es necesario que lo ampliemos.

21. Si el conocimiento de la mente (chitta) es postulado por otra mente lejana, se inferirá que existe un número infinito de conocedores, y las consecutivas reacciones de la memoria tenderán a confundir grandemente.

Una de las explicaciones dadas respecto a las funciones de la mente se refiere a su capacidad de apartarse de sí misma y considerarse como algo separado, convirtiéndose así en confusas partes separadas, distanciadas unas de otras, que (cuando la idea es llevada a una conclusión lógica) conduce a una situación caótica. Todo esto proviene de la negativa de los pensadores ortodoxos, filósofos y mentalistas [i415] a admitir la posible existencia de una entidad alejada y separada de la mente, que trata sólo de utilizarla como medio para adquirir conocimiento. El problema ha surgido, en gran parte, del hecho de que el pensador no puede ser conocido hasta que la mente se haya desarrollado, puede ser presentido y sentido por el místico y el devoto, pero no es posible su conocimiento (en el significado corriente del término) antes de que se desarrolle el instrumento del conocimiento, la mente. Aquí es donde el conocimiento oriental se introduce y aclara el trabajo tan maravillosamente realizado por la ciencia mental y la ciencia cristiana, que han hecho hincapié en la mente individual y en la universal, y nuestra deuda hacia ellos es grande. La naturaleza de la mente, su propósito, control, problemas y procesos son hoy temas de discusión general, lo cual no ocurría hace cien años. Pero, con todo ello, existe mucha confusión debido a nuestra tendencia moderna a deificar la mente y a considerarla único factor importante. La ciencia oriental viene en nuestra ayuda, y nos dice que detrás de la mente, está el pensador, detrás de la percepción, el perceptor, y detrás del objeto observado, el observador. Este pensador, perceptor y observador es el yo inmortal e imperecedero, el alma en contemplación.

22. Cuando la inteligencia espiritual, que permanece sola y libre de los objetos, se refleja en la sustancia mental, entonces se obtiene la percepción del yo.

Conocemos a la inteligencia espiritual, el hombre [i416] real, el Hijo de Dios, eterno en los Cielos, por muchos y variados nombres, según la escuela de pensamiento. La lista de sinónimos dada a continuación es de utilidad para el estudiante, porque le da una visión más amplia y una comprensión incluyente, revelándole el hecho de que los Hijos de Dios, revelados o no, se encuentran en todas partes.

La inteligencia espiritual ............... El Regente Interno ..........  El Verbo hecho carne.
El alma ............................................  El segundo aspecto .........  El AUM.
La entidad autoconsciente ..........  La segunda Persona ........  El Pensador.
El Cristo ..........................................  Dios encarnado ................  El Observador, el Perceptor.
El Yo ................................................  El hijo de la mente ...........  El Constructor de formas.
El Yo superior ................................  El Manasaputra divino ....  La fuerza.
El Hijo de Dios ...............................  El Agnishvattva .................  El Morador del cuerpo.

Éstos y otros muchos términos están diseminados en todas las Escrituras y literaturas del mundo. Sin embargo, en ningún otro libro como en el Bhagavad Gita se representa tan maravillosamente la naturaleza del alma, tanto macrocósmica (el Cristo cósmico) como microcósmica (el Cristo individual). Los tres libros: El Bhagavad Gita, El Nuevo Testamento y Los Aforismos de la Yoga, contienen un cuadro completo del alma y su desenvolvimiento.

23. Así la sustancia mental, reflejando al conocedor y lo conocible, deviene omnisciente.

Este aforismo es una especie de resumen; hace resaltar el hecho de que la mente, estando aquietada y pasiva durante la práctica de la concentración [i417] y la meditación, se convierte en el reflector "de lo que está arriba y de lo que está abajo". Es el transmisor del conocimiento del yo al cerebro físico del ser humano en encarnación, y además el transmisor de todo lo que el yo conoce y percibe. Ve y conoce el campo de conocimiento. El Conocedor es también percibido y la "percepción de todos los objetos" llega a ser posible. Por lo tanto, es literalmente verdad que para el yogui nada hay oculto o desconocido. Obtiene información sobre todos los temas porque posee un instrumento que puede utilizar para cerciorarse de lo que el alma sabe respecto al reino de Dios, el reino de la verdad espiritual. Puede entrar en comunicación con el alma e impartirle lo que el hombre conoce en encarnación física, de manera que el conocedor, el campo del conocimiento y el conocimiento mismo, entran en conjunción, siendo la mente el medio para ello.

Ésta es una gran etapa en el sendero de retorno; aunque a su debido tiempo la intuición reemplazará a la mente y la percepción espiritual directa tomará el lugar de la percepción mental, no obstante, esta etapa es avanzada e importante y abre la puerta para que la luz entre directamente. Nada debe ahora entorpecer el descenso de la fuerza y la sabiduría espiritual al cerebro, porque el entero triple ser humano inferior ha sido purificado y dominado; los cuerpos físico, emocional y mental forman simplemente un canal para la luz divina y constituyen el vehículo por el cual la vida y el amor de Dios pueden manifestarse. [i418]

24. La sustancia mental, reflejando como lo hace, una infinidad de impresiones de la mente, se convierte en instrumento del yo y actúa como agente unificador.

Nada le queda por hacer al hombre espiritual en conexión con este yo inferior purificado, sino aprender a utilizar su instrumento, la mente, por medio de la cual los otros dos cuerpos son dirigidos, controlados y utilizados. Este instrumento ha sido descubierto, desarrollado y dominado, aplicando los ocho métodos de yoga, y ahora debe ser utilizado y aplicado en forma activa de tres maneras:

1. Como vehículo para la vida del alma.
2. En servicio de la Jerarquía.
3. En colaboración con el plan de la evolución.

En el Libro I, Af. 41, hallamos estas palabras: "Aquel que ha controlado totalmente sus vrittis (modificaciones de la sustancia mental) llega a un estado de identificación y similitud con lo que ha conocido. El conocedor, el conocimiento y el campo del conocimiento se convierten en uno, así como el cristal toma los colores de lo que refleja." Esto nos da una idea de lo que ocurre al hombre que ha dominado su instrumento. Registra en su cerebro, por conducto de la mente, lo que es verdadero y real. Llega a darse cuenta de la naturaleza del ideal, y dedica todo su poder en concretar tal ideal objetivamente; percibe la visión del reino de Dios, tal como será en el futuro, y entrega todo cuanto tiene y es a fin de que tal visión sea percibida por todos; [i419] conoce el plan, porque le ha sido revelado en el "lugar secreto en el Monte de Dios", y colabora inteligentemente con el plan en el plano físico. Oye la Voz del Silencio y obedece sus mandatos, trabajando constantemente en la tarea de vivir espiritualmente en un mundo consagrado a cosas materiales.

Todo es posible para el ser humano que ha aquietado la versátil naturaleza psíquica y ha dominado la soberana ciencia de Raja Yoga. En la literatura oculta de los adeptos, las siguientes estrofas compendian el estado del ser humano que ha realizado; es amo, no sirviente; conquistador, no esclavo.

"El quinto ha penetrado en la paz, sin embargo deambula por nuestra esfera. Lo que es denso y oscuro brilla ahora con luz clara y pura, y el resplandor fluye de los siete lotos sagrados. Ilumina al mundo e irradia en los lugares más profundos con fuego divino".

"Lo que hasta ahora ha permanecido desasosegado, indómito como el océano, agitado como mar tormentoso, yace quieto y tranquilo. Límpidas las aguas de la vida inferior, aptas para aplacar a los sedientos que a tientas claman por saciar su sed".

"Lo que ha matado y velado lo Real durante muchos y prolongados eones, es muerto y, con su muerte, termina la vida separada. Se ve al Uno. Se oye la Voz. Se conoce lo Real y se percibe la Visión. El fuego de Dios surge hacia arriba y se convierte en llama".

"El lugar más oscuro recibe luz. Amanece en la tierra. La fuente del día vierte desde las alturas sus brillantes rayos sobre el infierno mismo, y todo es luz y vida".

Entonces el yogui liberado, se halla ante una alternativa. Enfrenta un problema espiritual cuya naturaleza está descrita en el fragmento extraído de un antiguo catecismo esotérico:

[i420] "¿Qué ves ¡oh! liberado? Veo muchos que sufren, lloran y claman ayuda, Maestro".
"¿Qué harás, ¡oh! hombre de paz? Volveré al lugar de donde he venido".
"¿De dónde vienes tú, Peregrino divino? De lo más profundo de la oscuridad, de allí ascenderé a la luz".
"¿A dónde vas tú, ¡oh! Viajero en el camino ascendente? Vuelvo a las profundidades de la oscuridad, lejos de la luz del día".
"¿Para qué das este paso, ¡oh! Hijo de Dios? Para levantar a los que tropiezan en la oscuridad e iluminar sus pasos en el sendero".
"¿Cuándo termina el servicio, ¡oh! Salvador de hombres? Lo ignoro; sólo sé que mientras alguien sufra, me quedaré y serviré".

25. El estado de unidad aislada (absorbido en la verdadera naturaleza del yo) es la recompensa del ser humano capaz de discriminar entre la sustancia mental y el yo, u hombre espiritual.

El estado de unidad aislada no debe ser considerado como una reacción separatista, sino resultado de un estado mental particular.

Toda práctica de meditación, todo momento de reflexión, todo ejercicio de afirmación, toda hora de recogimiento de nuestra propia y verdadera naturaleza, son medios que empleamos para apartar la mente de las reacciones y tendencias inferiores y adquirir el hábito de reconocer constantemente la propia naturaleza divina. Una vez lograda esa comprensión, no son ya necesarios tales ejercicios y entramos en posesión de nuestra herencia. El aislamiento a que se hace referencia es la separación del yo del campo del conocimiento e implica la negativa del yo a buscar experiencia [i421] sensoria externa, manteniéndose firme en el estado espiritual del ser.

El ser humano llega a ser consciente de sí mismo como conocedor; ya no se interesa principalmente en el campo del conocimiento, como en las primeras etapas de su desenvolvimiento; tampoco se ocupa del conocimiento mismo, como lo hizo durante la etapa de desenvolvimiento mental, ya sea como hombre evolucionado o como discípulo. Puede discernir entre los tres; en adelante ya no se identifica ni con el campo del conocimiento -la vida de los tres mundos por medio de sus tres vehículos y los cinco sentidos, además de la mente-, ni con el conocimiento obtenido, ni con la experiencia sufrida. Conoce al yo. Se identifica con el verdadero conocedor; así ve las cosas tal cual son, disociándose totalmente del mundo de la percepción sensoria.

Sin embargo, hace esto mientras actúa en la tierra como ser humano. Participa de la experiencia terrena; se sumerge en las actividades humanas; camina entre los seres humanos; come, duerme, trabaja y vive. No obstante, todo el tiempo "está en el mundo, pero no es del mundo", de él se puede decir lo que se dijo del Cristo:

"Quien siendo a imagen de Dios, no consideró usurpación ser igual a Dios".
"Pero no creó reputación para sí, sino que asumió la forma de sirviente y fue hecho a semejanza de los hombres".
"Y reducido a la condición de hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, hasta morir en la cruz". (Fil. 2: 6, 7 y 8)

[i422] Se ha unificado con el alma de todos; pero separado y aislado de todo lo que concierne a la forma o naturaleza material. Los tres aforismos siguientes deben ser considerados como uno, pues proporcionan una imagen del crecimiento gradual de la naturaleza espiritual del hombre que ha alcanzado el estado de desapego discriminador y, por el total desapasionamiento, sabe lo que significa la "unidad aislada".

26, 27, 28. Entonces la mente tiende a la discriminación y al acrecentamiento de la iluminación, respecto a la verdadera naturaleza del Yo uno. Sin embargo, por la fuerza del hábito, la mente reflejará otras impresiones mentales y percibirá los objetos de percepción sensoria. Estos reflejos tienen el carácter de obstáculos, y el método para vencerlos es el mismo.

Una vez establecida la correcta tendencia y ritmo, sólo es cuestión de una constante perseverancia, sentido común y resistencia. A no ser que se ejerza la máxima vigilancia, los antiguos hábitos mentales se reafirmarán muy fácilmente, y por lo tanto hasta la última iniciación el aspirante debe "vigilar y orar".

Las reglas que rigen el triunfo, las prácticas que traen el éxito, son las mismas tanto para el luchador experto avanzado y el iniciado, como para el neófito más humilde. En el Libro Segundo se exponen detalladamente los métodos por los cuales se pueden vencer y neutralizar los inconvenientes y obstáculos. Estos métodos y modos de vida disciplinada deben aplicarse inflexiblemente desde el momento de entrar en el sendero de probación, hasta experimentar la [i423] última gran iniciación, y el hombre liberado surge a la plena luz del día. Esto implica paciencia, capacidad de continuar después del fracaso, de perseverar, aunque el éxito esté aún muy lejano. Esto lo sabía bien el gran iniciado Pablo, de allí su recomendación a los discípulos que trató de ayudar: "Manteneos firmes... y habiendo hecho todo, manteneos firmes". Santiago nos da la misma idea cuando dice: "Mirad, consideramos felices a quienes resisten".

Seguir adelante cuando se ha llegado al agotamiento; dar otro paso, cuando toda la fuerza parece haberse perdido; mantenerse firme, cuando parece no haber más que derrota por delante; la decisión de resistir lo que venga, cuando la resistencia parece haber llegado a su límite, es lo que caracteriza a los discípulos de todos los grados. Para ellos es la clarinada de San Pablo:

"Manteneos firmes; ceñid vuestros lomos con la verdad y vestíos con la coraza de la justicia".
“Y calzad vuestros pies con la preparación del evangelio de la paz".
"Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con el que podréis apagar todos los dardos de fuego de los malvados".
"Y tomad el yelmo de la salvación y la palabra del espíritu, que es la palabra de Dios". (Ef. 6: 14, 15, 16 y 17)

También resuena el igualmente claro mandato de Krishna a Arjuna:

“Habiendo considerado tu deber, no vaciles, porque nada hay mejor para un guerrero que pelear por una causa [i424] justa. Y tal batalla ha venido a ti por su propia cuenta; la misma puerta del cielo se abrirá; felices los guerreros... que encuentran lucha como ésta... Por consiguiente, levántate decidido a pelear. Siendo iguales para ti la buena y la mala fortuna, la ganancia y la pérdida, la victoria y la derrota, disponte a combatir". (Gita, II: 31, 32, 37 y 38)

29. El ser humano que cultiva el desapego, hasta en su aspiración por iluminación y unidad aislada, oportunamente llega a ser consciente, mediante la práctica de la discriminación, de la influyente nube de conocimiento espiritual.

Resulta difícil para el neófito ser impersonal cuando se trata de su propio desenvolvimiento espiritual. Sin embargo, la misma ansiedad de su aspiración puede servir como obstáculo; una de las primeras cosas que debe aprender es seguir por el sendero, ajustándose a las reglas, haciendo las prácticas, empleando los medios y cumpliendo constantemente la ley y, al mismo tiempo, ocuparse de la visión y del servicio y no de sí mismo. Es muy fácil ser víctima de elevados deseos y preocuparse tan intensamente de las reacciones y emociones, que las redes de la versátil naturaleza psíquica vuelven rápidamente a atrapar al aspirante ser humano inferior. Debe desprenderse de todo tipo de percepción sensoria superior e inferior.

La mayoría de las personas que pasan del sendero del sentimiento y del acercamiento devocional del corazón (línea mística) al del control intelectual -el acercamiento por medio de la cabeza, el método ocultista- se quejan de que ya en la meditación no experimentan los momentos de gozo y beatitud [i425] anteriores. El sistema les parece árido, frío y poco satisfactorio. Pero el gozo y la paz son impresiones de la naturaleza emocional y de ninguna manera afectan a la realidad. No tiene importancia, desde el punto de vista del alma, que su reflejo, el ser humano encarnado, sea feliz o no, sienta beatitud o tristeza, esté contento o angustiado.  Sólo una cosa es importante: establecer contacto con el alma, alcanzar la unión (consciente e inteligente) con el UNO. Esta unión puede efectuarse en la conciencia del plano físico Y manifestarse como sentimiento de paz y gozo. Pero debe manifestarse en creciente capacidad para servir a la raza y servirla más eficazmente. Los sentimientos del discípulo son de poca importancia, lo que vale es su comprensión y utilidad como canal para la fuerza espiritual. Se debe recordar que en el sendero no cuentan las virtudes ni los vicios (excepto en la medida que evadimos los pares de opuestos). Lo único que cuenta es lo que nos impele a seguir adelante en ese sendero que "brilla cada vez más hasta que el día sea con nosotros".

Cuando el ser humano pueda apartar sus ojos de todo lo que concierne a lo físico, emocional y mental y elevarlos y dirigirlos lejos de sí mismo, será consciente de "la influyente nube de conocimiento espiritual” o de la nube de cosas cognoscibles”, según ha sido traducido.

Esto, esotérica y simbólicamente, indica que ante el iniciado (avanzado como está) hay un progreso aún mayor y otro velo que penetrar. Ha llegado a [i426] la gran unificación, pues ha unificado alma y cuerpo. Se encuentra (con respecto a los tres mundos) en la etapa llamada "unidad aislada", pero es posible otra unión más, la del alma con el espíritu. El Maestro debe convertirse en Cristo; para ello debe alcanzar la nube de conocimiento espiritual, penetrarla y utilizarla. Resultará inútil tratar de considerar lo que está al otro lado del velo que oculta al Padre. Según El Nuevo Testamento, cuando el Padre se comunicó con Cristo, la voz procedió de una nube. (Véase Mt. 17).

30. Cuando se alcanza esta etapa, se superan los obstáculos y el karma.

Los dos versículos que acabamos de estudiar han llevado al aspirante de la etapa del adepto a la del Cristo.

Todo lo que ha entorpecido, ocultado o impedido la plena expresión de la Vida divina, ha sido superado, todas las barreras fueron derribadas y los obstáculos eliminados. La rueda de los renacimientos ha servido su finalidad, y la unidad espiritual que entró en la forma llevando consigo poderes potenciales y posibilidades latentes, los ha desarrollado en toda su plenitud, abriendo totalmente la flor del alma. La ley de causa y efecto, tal como actúa en los tres mundos, ya no rige al alma liberada; el karma individual se ha agotado; aunque puede estar aún sujeto al karma grupal (planetario o solar), nada tiene que agotar [i427] ni inicia nada que pueda servir para atarlo a los tres mundos con las cadenas del deseo. Su estado está resumido en el aforismo siguiente:

31. Cuando se han eliminado los obstáculos y purificado las envolturas, se dispone de todo el conocimiento, entonces nada le queda al hombre por hacer.

Se ha realizado el doble trabajo. Los obstáculos, resultantes de la ignorancia, de la ceguera, del medio ambiente y de la actividad, fueron eliminados. La tosquedad de las envolturas ha sido corregida y debido a ello, y mediante la aplicación de los métodos de yoga, todo conocimiento está disponible. El yogui se da cuenta ahora de su omnipresencia esencial y que su alma es una con todas las almas, por lo tanto forma parte de la unidad esencial, la vida omnipenetrante, del inmutable e ilimitado principio, la causa de toda manifestación. Es también omnisciente porque todo el conocimiento le pertenece y las avenidas del conocimiento están abiertas para él. Se ha liberado del campo del conocimiento, no obstante, puede actuar en él, utilizar los instrumentos del conocimiento y comprobar todo cuanto quiera conocer, pero él mismo está centrado en la conciencia del conocedor. Ni el espacio ni el tiempo lo pueden retener, ni la forma material puede aprisionarlo; llega para él la gran consumación, expresada por Patanjali en los tres aforismos finales. [i428]

32. Las modificaciones de la sustancia mental (o cualidades de la materia), mediante la naturaleza inherente a los tres gunas, llegan a su fin, pues han cumplido ya su propósito.

33. El tiempo, secuencia de las modificaciones de la mente, también llega a su término, cediendo su lugar al Eterno Ahora.

34. El estado de "unidad aislada" es posible cuando las tres cualidades de la materia (los tres gunas o potencias de la naturaleza) ya no aferran al yo. La conciencia espiritual pura se retrotrae en el Uno.

LA GRAN INVOCACIÓN

Desde el punto de Luz en la Mente de Dios,
Que afluya luz a las mentes de los hombres;
Que la Luz descienda a la Tierra.

Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios,
Que afluya amor a los corazones de los hombres;
Que Cristo retorne a la Tierra.

Desde el centro donde la Voluntad de Dios es conocida,
Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres;
El propósito que los Maestros conocen y sirven.

Desde el centro que llamamos la raza de los hombres,
Que se realice el Plan de Amor y de Luz,
Y selle la puerta donde se halla el mal.

Que la Luz, el Amor y el Poder, restablezcan el Plan en la Tierra.

Esta Invocación no es propiedad de ningún individuo o grupo en especial. Pertenece a toda la humanidad. Empleándola o estimulando a otros para que la reciten, no se favorece a grupo alguno ni a organización determinada. La belleza y la fuerza de esta Invocación reside en su sencillez y en que expresa ciertas verdades esenciales que todos los hombres aceptan innata y normalmente: la verdad de la existencia de una Inteligencia básica a la que vagamente damos el nombre de Dios; la verdad de que detrás de las apariencias externas, el Amor es el poder motivador del Universo; la verdad de que vino a la tierra una gran Individualidad llamada el Cristo por los cristianos, que encarnó ese Amor para que pudiéramos comprenderlo; la verdad de que el Amor y la Inteligencia son consecuencia de la Voluntad de Dios, y finalmente de que el Plan Divino sólo puede desarrollarse a través de la humanidad misma.

Alice A. Bailey

 

La Escuela Arcana imparte entrenamiento para el discipulado de la nueva era. Enseña los principios de la Sabiduría Eterna, a través de la meditación, el estudio y el servicio esotéricos, aplicados como un modo de vivir.

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