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CAPÍTULO VII CONCLUSIÓN

 

Capítulo vii

Conclusión

[i128] En este libro hemos considerado los dos sistemas de psicología, el oriental y el occidental. En su conjunto, tenemos un cuadro completo del ser humano como alma viviente, que funciona por medio de un determinado mecanismo. Parte de éste, el cuerpo etérico con sus centros, es sutil, invisible y más allá del alcance de nuestros cinco sentidos; la otra parte está en el reino de lo físico denso, principalmente las glándulas endocrinas, y en el sistema nervioso, que rige al resto de la manifestación física densa. Ambas partes, a nuestro juicio, forman un todo.

El alma es siempre la gran realidad, la expresión de la Vida una, constituida por los cuerpos etérico y denso. La fuerza del alma actuando sobre el cuerpo etérico y funcionando por medio de éste, desarrolla los centros especializados de ese cuerpo, el cual a su vez actúa sobre el cuerpo físico denso.

La cuestión que más atrae a la mente occidental es cómo lograr mayor eficiencia en la actividad. El ser humano, el alma, está limitado en su acción eficiente por la condición de su instrumento. Si las glándulas, el sistema nervioso y el cuerpo etérico y sus centros, no están ajustados ni funcionan convenientemente, el hombre, el alma, debe repararlos o curarlos. Debido a que el hombre es esencialmente [i129] un alma viviente, apenas podemos concebir que sus glándulas no funcionen correctamente y más difícilmente estudiarlas, corregirlas y perfeccionarlas.

Tratar directamente las glándulas y los centros nerviosos con medicinas y otros recursos, es estrictamente una tarea de reparación y no llega al estado elevado de esas particulares glándulas y centros nerviosos que originalmente creó el hombre en cuestión. Lo mismo atañe y quizás más enfáticamente, a los centros del cuerpo etérico, que pueden ser afectados por ciertas prácticas orientales de respiración, mantrams y posturas muy peligrosas y con frecuencia, conducen a la locura. Es de esperar que lleguemos eventualmente a tener suficiente conocimiento y experiencia para actuar inteligente y directamente sobre los centros, y poder regular con más eficacia las neurosis y las glándulas del cuerpo físico.

Aparentemente, surgen tres teorías como resultado de nuestra investigación constituyendo una triple hipótesis que define al ser humano como un organismo que manifiesta vida, autoconciencia y propósito inteligente.

La primera es: Como son las glándulas y el sistema nervioso del ser humano, así es él. Su temperamento, sus cualidades naturales y el manejo inteligente de las experiencias de su vida y medio ambiente, están determinados por su sistema endocrino. Esto dice Occidente.

La segunda es: Como son sus centros así es el ser humano. La pasividad y la actividad de ciertos puntos focales de energía en el cuerpo etérico humano, determinan en el hombre su carácter, su modo de expresión, el tipo y [i130] también la posesión de su cuerpo. Sus actividades en el plano físico dependen por completo de las cualidades de la fuerza que fluye por sus centros. Esto dice Oriente.

La tercera es: Las glándulas, las neuronas y los centros, están condicionados por el control o ausencia de control del alma.

Puede argüirse que sólo hemos conseguido retrotraer el asunto a los reinos de lo invisible y lo improbable. Pero ¿es realmente así? ¿No se aceptan ahora como realidades muchos factores surgidos de las conjeturas y vagas hipótesis de épocas pasadas? ¿No se ha probado y demostrado hoy lo que se consideraba improbable ayer? ¿No será posible aplicar una técnica y un método que con el tiempo basten, mediante el conjunto de evidencias disponibles, proporcionando una clara percepción de factores, tan oscuros actualmente?

Occidente ofrece, según hemos visto, sus hechos referentes a la estructura. El mecanismo del ser humano está determinado por su sistema endocrino más el sistema nervioso, el mecanismo de respuesta. ¿Puede encararse el tema desde este ángulo y, actuando sobre las glándulas, producir la perfección del cuerpo humano y conducir al individuo eventualmente, a la plena luz del alma? ¿Puede desarrollarse la divinidad por medios físicos? O bien aceptando la posición oriental, de que los centros son los medios de expresión del alma y los responsables [i131] de la construcción y control del cuerpo por medio del sistema nervioso y las glándulas, ¿puede investigarse y aplicarse un método, reconocido como peligroso, y actuar directamente a través de los centros o sobre los mismos?

¿Existe un tercer método por el cual podemos evitar la acción puramente física y también el riesgo de despertar los centros prematuramente? ¿No será posible encontrar una solución y un método que dé al alma el pleno uso de su instrumento, y produzca esa perfecta interacción entre el alma y el cuerpo, que la correcta actividad de los centros, según se afirma, produce?

Hay un medio por el cual el ser humano puede asegurarse de que realmente es un alma, y puede controlar su instrumento de expresión, es decir, la triple naturaleza inferior y todos los estados psíquicos y mentales. Por medio de este método es posible llevar a cabo la unión de la sabiduría de Oriente y el conocimiento de Occidente, de modo que estén disponibles los mejores aspectos de cada sistema para todo el género humano.

Al considerar la posibilidad de que el hombre descubra su alma, hay que partir de una hipótesis y aceptarla voluntariamente, pues toda hipótesis ha sido siempre el punto de partida del conocimiento. Suponemos que el ser humano como hipótesis activa, es un alma y posee un cuerpo, y que existe un medio unificador que los vincula como un cuerpo de energía.

[i132] Quienes trataron de comprobar la realidad de la existencia del alma y de su mecanismo vitalizador, pueden ser divididos en dos grupos: por una parte, están los místicos, que emplearon la aspiración y la emoción además de los medios físicos; por otro, los de tipo más puramente mental, que utilizaron el intelecto y la mente para llegar al conocimiento espiritual. Esta larga línea de conocedores de Dios emplearon diferentes terminologías, pero no tiene importancia para nuestros fines que al alma la denominen el Yo, el Amado, el Uno, Dios o Cristo. El místico se flagelaba y mortificaba el cuerpo por el ayuno y la excesiva disciplina. De este modo aminoraba la demanda de los apetitos carnales y aumentaba la devoción al Amado y el anhelo de obtener la Visión. Al final de años de fervoroso ejercicio, encontraba lo que buscaba y se unía con el Bienamado.

Los del segundo grupo, empleaban la razón y practicaban el control de la mente, juntamente con el más severo control emocional y físico. Por la concentración en Su búsqueda, también descubrían la realidad y penetraban en la amplia conciencia del plan eterno, llegando a la unión con el alma Universal.

Ambos grupos testimonian la verdad de la existencia del alma, pero, limitados por su peculiar inclinación y método, su testimonio es unilateral. Uno es excesivamente visionario, místico y emocional, el otro demasiado académico, intelectual y constructor de formas. Debido a la gran difusión del conocimiento [i133] humano y al estrecho intercambio que existe entre las mentes, por medio de la literatura, el lenguaje y los viajes, ha llegado el momento en que es posible por primera vez, una fusión general, y como resultado de las anteriores conclusiones de filósofos y santos de ambos hemisferios, deberíamos poder desarrollar un sistema y un método que sean expresión de la perfección espiritual para nuestra época y generación.

Por lo tanto, es práctico dar ciertos pasos iniciales, los cuales pueden resumirse del modo siguiente:

  1. El tratamiento sensato del cuerpo físico, utilizando el conocimiento de Occidente, en particular lo referente a la medicina preventiva y a la salud general del sistema endocrino.
  2. La comprensión intelectual y aplicación de los hechos básicos de la psicología moderna y de un sensato psicoanálisis, llegando así a un conocimiento del mecanismo mental, emocional y físico, por cuyo medio trata de expresarse el alma.
  3. El reconocimiento de que así como el cuerpo físico es un autómata que responde a los deseos y a la naturaleza emocional y está controlado por ellos, análogamente estos estados emotivos de conciencia (que abarcan desde el amor al alimento hasta el amor a Dios) pueden ser controlados por la mente razonadora.
  4. La consecuencia de todo esto traerá un estudio de las leyes de la mente, y se podrá comprender y utilizar la relación entre la mente y el cerebro.

[i134] Cuando estos cuatro puntos sean bien comprendidos y su efecto se haga sentir en la personalidad del hombre, tendremos un organismo integrado y coordinado; la estructura podrá ser entonces considerada apta para ser dirigida por el alma. Las mencionadas etapas no deben considerarse en orden consecutivo, sino en simultáneo progreso. Es evidente que el perfecto conocimiento intelectual del alma y del mundo que el alma revela, tan solo es posible para el hombre que posee las facultades mencionadas. El sentimiento de Dios, la apreciación de lo verdadero y lo bello, y el contacto con la visión mística, es siempre posible para quienes el centro cardíaco está despierto y activo. Estos seres humanos que aman así a Dios, han existido y existen en el trascurso de las épocas; sienten, perciben, aman y adoran, pero carecen del eslabón entre el alma, la mente y el cerebro. Cuando a estas facultades místicas se agregan las intelectuales, entonces el centro coronario se despierta y la glándula pineal, hasta entonces atrofiada, entra en actividad y se convierte en la sede del alma y en la voluntad rectora espiritual. Cuando ambos centros están despiertos, tenemos esas grandes y destacadas personalidades espirituales que trabajan consagrando su corazón y cerebro, y dejan su impronta en el pensamiento del mundo. Hasta ahora el camino de la mayoría ha sido el del místico, y el del intelectual para los pocos, pero la especie humana se halla en un punto en que, basando sus hipótesis sobre las experiencias místicas de muchos, puede progresar desde el sentimiento y la adoración al conocimiento, y desde el amor a Dios al conocimiento de Dios.

[i135] Esto sucederá cuando al conocimiento de Occidente se sume la sabiduría de Oriente y se imponga la técnica de la ciencia del alma sobre nuestros tipos intelectuales occidentales. No es posible explayarse mucho sobre esta técnica. Sin embargo, es factible describirla brevemente, dividiéndola en ocho etapas que pueden clasificarse como:

  1. Control de nuestras relaciones con los demás, sintetizadas por la palabra inofensividad, definida en Oriente por cinco mandamientos: inofensividad, veracidad, no hurtar, continencia y no ser avaro[1].
  2. Pureza de vida, tal corno la definen las cinco reglas: purificación interna y externa, gozo, ardiente aspiración, lectura espiritual y devoción a Ishvara (el Yo divino[2]).
  3. Equilibrio.
  4. Correcto control de la fuerza vital, por lo tanto, acción directa del alma sobre el cuerpo etérico. El control de la energía de los centros y del cuerpo físico, sólo es posible después que el hombre ha obtenido pureza y equilibrio. No se le permite conocer las leyes que rigen la energía hasta que no haya logrado, por medio de la disciplina, controlar la naturaleza animal y alcanzar un punto donde no es impelido por los estados de ánimo ni por el egoísmo.
  5. Abstracción. Término que abarca el poder de concentrar la conciencia en la cabeza y actuar [i136] allí como alma, o retirar la conciencia exteriorizada hacia las cosas objetivas y tangibles y dirigirla nuevamente hacia adentro.
  6. Atención o concentración. Significa vivir centralizado e implica también poner la mente en actividad en vez de las emociones. Así el hombre emocional y físico es controlado por la mente enfocada.
  7. Meditación es atención o concentración prolongada, y otorga el poder de enfocar la mente en el alma y en lo que a ésta concierne, lo cual produce cambios radicales en el organismo y corrobora la verdad de la afirmación de que "como el ser humano piensa, así es él".
  8. Contemplación es ese acto del alma que en su propio reino observa las formas y establece contacto con las energías del quinto reino de la naturaleza o reino espiritual. Este acto es seguido por el descenso al cerebro (por conducto de la mente controlada) del conocimiento y energía del alma; esta actividad del alma produce lo que se llama iluminación: la energización del hombre entero y el despertar de los centros con un ritmo apropiado y progresivo.

Esta energía espiritual conscientemente dirigida, actuando por medio del cuerpo vital y de los centros, se dice que eventualmente lleva al hombre material y al sistema endocrino a una condición de perfecta salud y por lo tanto, a poseer un mecanismo perfecto para la expresión del alma. Respecto a esto se enseña que el hombre puede alcanzar un conocimiento definido del alma y conocerse como "el Ser más [i137] profundo", capaz de utilizar su mecanismo con un fin determinado y actuar así como alma.

Un estudio de las vidas de los grandes místicos, santos y adeptos de ambos hemisferios, proporcionará mucha luz sobre los efectos fenoménicos resultantes del método mencionado, aún después de haber eliminado gran parte de lo que tiene sabor a alucinación o condiciones psicopáticas. Frecuentemente se observan tipos de clarividencia, previsión y comunicación telepática, facultades clariaudientes y el peculiar poder de psicometrizar. Debe tenerse presente sin embargo, que todos estos poderes tienen sus manifestaciones espirituales y también inferiores. Dice A. E. Powell[3]:

"En términos generales hay dos tipos de clarividencia, la inferior y la superior. La primera aparece esporádicamente en gente poco evolucionada como algunos de los habitantes de África Central, y es una especie de sensación masiva que vagamente pertenece a todo el cuerpo etérico, más que a una percepción sensorial definida y precisa transmitida por un órgano especializado. Prácticamente está más allá del control del hombre. El doble etérico tiene una relación excesivamente estrecha con el sistema nervioso, y cualquier acción en uno de ellos repercute rápidamente en el otro. En la clarividencia inferior, la perturbación nerviosa correspondiente se produce casi totalmente en el sistema simpático.

En razas más desarrolladas, esta vaga sensibilidad generalmente desaparece a medida que se desarrollan las facultades mentales. Más tarde, cuando se desarrolla el ser humano espiritual, se recobra el poder clarividente, sólo que ahora la facultad es exacta y precisa, controlada por la voluntad y ejercitada mediante un órgano sensorio. Toda [i138] acción nerviosa tiene lugar casi exclusivamente en el sistema cerebro‑espinal.

Las formas inferiores de psiquismo son más frecuentes en los animales y en los seres humanos poco inteligentes. El psiquismo histérico y mal regulado se debe al poco desenvolvimiento del cerebro y al dominio del sistema simpático, cuyas grandes células ganglionares agrupadas en núcleos, contienen una gran proporción de materia etérica y pueden ser afectadas fácilmente por vibraciones astrales groseras."

Se ha observado con frecuencia que los gatos y perros, y los seres humanos poco evolucionados, pueden ver y oír muchas veces lo que las personas normales y más inteligentes no pueden percibir. Esta facultad es, no obstante, inconsciente, y el hombre resulta con frecuencia víctima de alucinaciones. El santo y el vidente ven y oyen de igual modo, pero sus poderes son utilizados a voluntad y están totalmente bajo su control. Los investigadores psíquicos tendrán por delante un amplio campo de investigación sobre estos temas y cuando se admita la hipótesis de la existencia del cuerpo vital y de los centros, se obtendrá mucho conocimiento real.

Los instructores de la ciencia oriental del alma afirman que el despertar de los diversos centros revela estados de materia más sutil que la física. El hombre espiritual se ocupa, principalmente, de los centros ubicados arriba del diafragma, que confieren poderes tales como la percepción espiritual y la correcta comprensión e interpretación de nuestros semejantes, de modo de saber, análogamente como Cristo, lo que hay en el ser humano y comprender por qué [i139] un ser humano es lo que es y actúa como lo hace. La fuerza de la inspiración, el poder más elevado de todos, actúa como impulso inspirador del trabajo creador a través del centro laríngeo y como propulsor de las empresas humanitarias mediante el centro cardíaco.

Este grupo ha afirmado que el segundo efecto es transferir la fuerza que se halla en los centros abajo del diafragma, a los centros de arriba. Por la evolución y el efecto de la práctica de la meditación, el individuo puede actuar conscientemente mediante sus tres centros principales (coronario, cardíaco y laríngeo), dejando que los tres centros inferiores (base de la columna vertebral, sacro y plexo solar) lleven a cabo su función normal de energizar automáticamente el cuerpo, a fin de que el aparato digestivo y el sistema reproductor y ciertos aspectos del mecanismo nervioso, puedan llevar adelante su tarea. Según esta teoría, la mayoría de las personas viven "abajo del diafragma", estando la fuerza vital centrada en la vida puramente animal y sensoria; la vida sexual y la emocional predominan, y toda la fuerza que afluye al centro sacro y a través de él y del plexo solar, va a estimular ciertos procesos fisiológicos y psíquicos inferiores.

        A medida que el ser humano evoluciona cambia, por consiguiente, la dirección de la fuerza. Vimos que la fuerza es doble, una parte vital y otra egoica; una se expresa por medio de la sangre, la otra por medio del sistema nervioso. El aspecto fuerza vital continúa desempeñando su función de vitalizar y vigorizar todos [i140] los órganos y estructuras del cuerpo; pero la fuerza del alma, hasta aquí relativamente inactiva, empieza a ascender. La fuerza del alma que se halla en el centro de la base de la columna vertebral, es llevada a la cabeza por el canal medular, pasando a su vez por cada centro, acumulando en cada punto acrecentada energía del alma.

Son interesantes los efectos psicológicos de esta trasferencia de la conciencia. Cuando el alma está "entronizada" (como dicen los libros orientales) en la cabeza, atrae hacia arriba, hacia sí, por el poder del magnetismo propio, la fuerza latente en la base de la columna vertebral. Así se produce la completa fusión de la energía espiritual y de la fuerza de la materia por medio de la energía atractiva del alma. Esto es lo que se quiere significar al hablar del despertar del poder kundalínico, y debe hacerse por el magnetismo del alma dominante y no por la meditación sobre cualquier centro especifico, ni por la acción consciente sobre la fuerza de la materia.

La energía egoica del centro sacro debe ser llevada al más alto centro creador, el laríngeo. Entonces se pondrá el énfasis sobre el trabajo creador llevado a cabo en bien del grupo y no sobre la vida sexual activa de la persona implicada.

La energía del centro plexo solar debe ser análogamente transferida y llevada al corazón, y entonces la conciencia no está autocentrada ni es puramente egoísta, y el hombre se hace consciente del grupo e incluyente en su actitud hacia las personas y la vida. Ya no es antagónico ni excluyente. Sabe y comprende. Se apiada, [i141] ama y sirve. Tenemos aquí un amplio campo de investigación, una vez que se capta la relación entre un centro y otro y entre los centros y las glándulas. Los efectos, tanto fisiológicos como psíquicos, merecen un detenido estudio.

También es interesante observar otra afirmación hecha por los estudiantes de la Sabiduría Eterna. Cuando un ser humano ha alcanzado un elevado estado de evolución, el centro laríngeo está activo y ocupa el lugar que le corresponde en el trabajo mundial y tiene una tarea definida que llevar a cabo en algún campo de la actividad mundial. Su personalidad puede entonces considerarse organizada y que ha alcanzado la madurez. Según los psicólogos, el cuerpo pituitario es la sede de las características emocionales y mentales. En uno de los lóbulos tiene su sede la mente razonadora y el otro es responsable de las facultades imaginativas emocionales y del poder de visualizar. En el ser humano dotado de poder creador que ha desarrollado su personalidad, los dos lóbulos del cuerpo pituitario responden a las exigencias, y de ellos puede deducirse el estado del aspecto material o el mecanismo por cuyo medio se mueve y expresa el alma. Esta glándula concierne al centro entre las cejas, que es negativo respecto al centro coronario, y responde a la energía del alma. Cuando por medio de la técnica descrita el alma asume el control, energiza al centro coronario y hace que la glándula pineal pase del estado de atrofia al de actividad, como en los días de la infancia. Entonces el aspecto positivo [i142] empieza a desempeñar su parte. Se establece la relación entre el centro negativo y su contraparte, el cuerpo pituitario, y entre el centro positivo y su contraparte, la glándula pineal. A medida que pasa el tiempo, según se afirma se establece un campo magnético; el alma y el cuerpo se unen, el padre y la madre entran en relación y el alma viene a la existencia en la conciencia del hombre. Éste es el nacimiento de Cristo en la Casa de Dios y la llegada a la existencia del hombre verdadero. De ello son símbolo eterno los órganos sexuales y sus actividades reproductoras en el plano físico. Las perversiones de la magia sexual, tan ampliamente prevaleciente, son una deformación de esta unión o fusión verdaderamente espiritual de los dos centros de energía de la cabeza, que representan a su vez, la relación entre alma y cuerpo. La magia sexual relega el proceso a los centros abajo del diafragma y a la relación entre dos personas en el plano físico. El verdadero proceso se desarrolla dentro de la propia naturaleza del hombre, centrado en la cabeza; la relación es entre alma y cuerpo, en lugar de ser entre hombre y mujer.

Otro efecto que se atribuye a la relación entre los dos centros de la cabeza y sus correspondientes glándulas, es que la interacción entre ambas produce el resplandor de una luz. Muchas pruebas corroboran esto en las Escrituras del Mundo, incluyendo el mandato de Cristo a sus seguidores, que "dejen brillar su luz". Hay también evidencias en la vida de [i143] los místicos, que una y otra vez dan testimonio en sus escritos, de la luz que han visto. En una oportunidad envié una carta a un grupo de estudiosos (que habían practicado la meditación durante varios años), preguntándoles si habían percibido algún fenómeno de interés como resultado de su trabajo. La carta no fue enviada a neuróticos ni a tipos visionarios, sino a hombres y mujeres bien conceptuados en las esferas comerciales, artísticas y literarias y de comprobadas realizaciones. El setenta y cinco por ciento atestiguaron que percibían una luz en la cabeza. ¿Estaban todos alucinados? ¿Eran todos víctimas de su imaginación? ¿Qué  fue lo que vieron y ven constantemente?

He aquí un interesante campo de investigación, y los resultados pueden tener como base la realidad reconocida por la ciencia de que la luz es materia y la materia es luz. Cuando el alma actúa y el hombre ha logrado la unión consciente con esa alma, puede por el estímulo extraordinario que ello implica, percibirse la luz del cuerpo etérico en su punto principal de unión con el cuerpo físico, en el centro más importante del cuerpo, el coronario. El profesor C. B. Bazzoni[4] dice:

"Hemos visto que todas las formas de materia en la tierra están formadas por noventa y dos tipos diferentes de átomos agrupados en moléculas que juntos, en incontables millones, constituyen todos los cuerpos que vemos a nuestro alrededor y hasta nuestros propios cuerpos. Ahora bien, cualesquiera de estos noventa y dos tipos de átomos, cuando son estimulados por ciertos métodos bien conocidos por la ciencia, se puede lograr que emitan luz –generalmente luz de color– y la naturaleza de [i144] esta luz es peculiar y característica para cada uno de los noventa y dos átomos."

¿Arroja esto alguna luz sobre el problema, siempre y cuando se acepte la hipótesis de un cuerpo etérico? El nimbo que rodea las cabezas de los santos y de la deidad en las antiguas pinturas de ambos hemisferios, ¿no indica acaso que los artistas sabían que lo que pintaban eran hombres iluminados, tanto física como espiritualmente? Estas cosas debieran ser investigadas y comprobadas o refutadas.

La posibilidad de unificar las dos grandes escuelas de pensamiento que tratan de explicar la unidad hombre en términos de realizaciones occidentales, y de la filosofía oriental basada en la técnica del control por el alma, tiene por lo tanto, carácter de experimento. Existiendo la disposición a aceptar lo que el estudiante occidental considera hipotético, y teniendo una mente abierta ¿qué podrá hacerse de importancia práctica y específica para demostrar como verídicos, o rechazar como falsos, los argumentos presentados en este libro?

Maurice Maeterlinck[5] cita a Herbert Spencer para decir que:

"Construir perpetuamente ideas que requieren el máximo esfuerzo de nuestras facultades y descubrir siempre que tales ideas deben ser abandonadas como inútiles imaginaciones, puede probarnos más plenamente que cualquier otro medio la grandeza de lo que, en vano, tratamos de captar... Al tratar siempre de conocer y al vernos rechazados, adquirimos la profunda convicción de que la imposibilidad de saber contribuye a mantener viva la conciencia, [i145] que es lo mejor que podemos hacer, y es nuestro deber considerar como incognoscible aquello por cuyo medio todas las cosas existen."

Pero ¿no será posible aclarar algo más nuestra visión, y "profundizando en nuestra convicción" llegar a una mejor comprensión de las formas y aspectos que velan esa incognoscible Realidad esencial, en cuyo cuerpo "vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser"?

Aceptado que es un mundo fenoménico, ya sea que lo que estamos considerando sea la familia humana, o las formas percibidas y contactadas en el reino del alma, quizás se compruebe la verdad de que progresivamente las formas (cuando ascienden en la escala del ser) pueden revelar con el tiempo verdades más amplias sobre esa vida esencial. A medida que el mecanismo se desarrolla y perfecciona, también se amplían nuestros conceptos sobre la Divinidad. Edward Carpenter[6], expresa esta idea en las siguientes palabras:

"El Dr. Frazer, en la conclusión de su gran obra The Golden Bough, se despide de sus lectores con las palabras siguientes: 'Las leyes de la Naturaleza son meramente hipótesis ideadas para explicar la siempre cambiante fantasmagoría del pensamiento, que dignificamos con los altisonantes nombres de Mundo y Universo. En último análisis, la magia, la religión y la ciencia, sólo son teorías (del pensamiento); así como la ciencia ha suplantado a sus predecesores, igualmente de aquí en adelante puede ser sustituida por alguna hipótesis más perfecta; quizás por alguna manera completamente diferente de considerar los fenómenos y registrar las sombras en las pantallas, de la [i146] cual no podemos formarnos una idea en esta generación'. Opino que el Dr. Frazer tiene razón al pensar que algún día prevalecerá 'una manera de considerar los fenómenos', distinta de la ciencia. Pero creo, que este cambio vendrá, no tanto por el desarrollo de la ciencia o la ampliación de sus 'hipótesis', sino por el desarrollo y expansión del corazón humano, y por un cambio en su psicología y poderes de percepción."

Maeterlinck[7] resume esto muy sucintamente, cuando dice: "Por lo tanto, es conveniente desembarazarnos de conceptos que emanan sólo de nuestro cuerpo, así como las brumas que velan la luz del día a nuestra vista, emanan solo de las tierras bajas. Pascal dijo, que: 'Los estrechos límites de nuestro ser ocultan a nuestra vista infinidad de cosas'".

Son necesarias sugerencias prácticas en el intento de rechazar lo sobrenatural (si así puede llamarse) y probar que los estados subjetivos, atestiguados por el místico y el vidente, son simples demostraciones de fuerzas y poderes naturales. El ser humano no ha reconocido ni controlado estos poderes, como fracasó hace siglos en conocer esas fuerzas que ahora es capaz, por lo menos hasta cierto punto, de entender y emplear, y que son la gloria de nuestra civilización actual. Debemos probar que uno de estos poderes del alma es un hecho en la naturaleza, y se abrirán ante la humanidad los portales de un mundo nuevo. El Dr. Daniel H. Leary[8] aprecia esto cuando dice:

[i147] "Se presiente, en cierto modo, que algunas cualidades, algunos rasgos al menos, en ciertas personalidades, no pueden ser explicados en términos de actividad en alguna estructura física. No es éste un punto sin importancia que puede ser rechazado irrazonablemente como mera superstición; está demasiado difundido, altamente cargado de emoción, muy compartido aún por algunos psicólogos, para ser ignorado. Vale la pena mencionar una vez más, que si existen tales rasgos espirituales o lo que sea, cuya definición no esté basada en una estructura, la admisión del más pequeño y al parecer insignificante de ellos, contradice inevitable y totalmente el campo de la ciencia, pues el determinismo, para ser verdadero, debe ser completo."

  Primero, debiera haber un laboratorio en donde las afirmaciones del estudiante de la filosofía oriental en relación con el alma vitalizadora, pudieran ser comprobadas o refutadas. Los fenómenos de la muerte pueden ser estudiados desde el punto de vista del retiro del alma. Las radiaciones del cuerpo humano lógicamente han recibido atención, pero la investigación específica sobre la columna vertebral y su relación con los centros es aún un nuevo campo de estudio, aunque el Dr. Baraduc de la Sorbona de París, hizo un interesante trabajo a este respecto, hace cuarenta y cinco años. Su libro L'Ame Vitale es sugestivo, aunque conjetural, y sus afirmaciones necesitan ser sustanciadas.

Todo el tema del cuerpo vital y sus efectos sobre el sistema nervioso y las glándulas, abre un inmenso campo de estudio. En cuanto a la relación entre [i148] el cuerpo etérico del ser humano, no sólo con su sistema nervioso, sino también con el cuerpo etérico planetario o el éter, donde él como organismo ocupa su lugar, es todavía terreno virgen.

Segundo, debiera ser posible reunir testimonios respecto a la realidad y naturaleza de la luz en la cabeza, de la cual muchos dan fe.

Los recientes experimentos espectaculares sobre la naturaleza de la telepatía van por buen camino, aunque dicha técnica esté aún en su infancia. Mucho se descubrirá cuando se establezca la diferencia entre la comunicación de mente a mente, la telepatía mental, y esa forma mucho más rara de comunicación entre un alma y otra, y entre alma y cerebro. Esta última ha sido llamada inspiración y ha producido las Escrituras y los denominados "escritos inspirados" del mundo, que han guiado los procesos mentales de los grandes inventores, científicos, poetas y artistas.

La telepatía y la inspiración dependen de tal modo del cuerpo etérico humano y su relación con el éter universal, como dependen la luz o la radio. Todo ello da testimonio de este más sutil mundo del espíritu y del alma.

Dice Michael Pupin[9] en el epílogo de su libro:

"El poder creador del alma es la única guía cuando intentamos descifrar el significado de esta sustancia ultramaterial. Proporciona la norma más fiel para comparar el alma de un individuo con la de otro individuo y con la de los animales inferiores. [i149] Esta comparación, semejante en cierto modo a los métodos científicos de medida cuantitativa, se viene aplicando desde el mismo comienzo de la civilización. El procedimiento que se sigue en esta investigación es, en muchos sentidos, equivalente al método científico de investigación por la observación, el experimento y el cálculo. Lo que falta en precisión, lo suple con su gran número de pruebas y errores, que abarca muchos siglos de medidas cualitativas, mediante la cuidadosa comparación. Ello dio como resultado el universal veredicto de que no sólo el alma del hombre es muy superior al alma animal, sino que esta diferencia es inmensamente mayor que la de sus estructuras corpóreas. La comparación revela también un elemento en esta diferencia, que se eleva muy por encima de los demás elementos diferenciadores. Es el elemento espiritual. El poder creador del alma humana, ha creado un nuevo mundo en la conciencia humana: el mundo espiritual."

Entre otras líneas posibles de investigación está la continuación de la obra del doctor Kilner sobre el aura humana que ha incluido en su libro The Human Atmosphere. Otras frases respecto a la investigación sobre los poderes supranormales, han sido sintetizadas en una declaración de un periódico australiano llamado The Federal Independent, de la cual reproducimos dos párrafos:

"Un hombre de ciencia que ha hecho un estudio especial de la más reciente teoría de la relatividad, Einstein, ha proyectado nueva luz sobre el episodio referente a Cristo caminando sobre las aguas. Como resultado de sus investigaciones, el profesor H. H. Sheldon dice que considera posible afirmar que la narración bíblica, de la que tanto se han [i150] burlado los escépticos, es un hecho explicable por las leyes científicas. 'El milagro puede ser aceptado por las mentes más escépticas, en cuanto reconozcan el hecho de que las leyes fundamentales de la mecánica relativista y de la electricidad pueden reducirse a una fórmula, y que el poder del electromagnetismo puede influir en la gravitación y dominarla por completo.' 'Según la última teoría matemática de Einstein, tan sólo hay una sustancia y una ley universal que contienen los componentes eléctrico y gravitacional, los cuales están unidos en una sola fórmula, influyendo cada uno en el otro. El Doctor Sheldon cree que como resultado de este descubrimiento, cosas como mantener a los aviones en el aire sin motores ni apoyo material, o saltar de una ventana sin temor de caer, se sugieren como línea de investigación a seguir'. 'Si esta teoría es mantenida como prueba de que la electricidad y la gravedad son virtualmente lo mismo, podremos efectivamente aislarnos de la fuerza de la gravedad', declaró. Como prueba real de estas posibilidades aparentemente increíbles, el Dr. Sheldon demostró que una barra de aleación metálica, normalmente sensible al magnetismo, permanecía suspendida en el aire colocando tan sólo un imán debajo de ella.

A la luz de la nueva teoría de Einstein puede considerarse, por lo tanto, que la liberación de Cristo de las leyes aceptadas de la gravedad, que lo hubieran hecho sumergirse tan pronto como sus pies tocaron la superficie del mar, se debió a una prodigiosa cantidad de electromagnetismo de Su propio cuerpo y a una fuerza que surgía de la fortaleza de Su personalidad y vitalidad. En todas las pinturas que representan a Cristo, se lo muestra con un nimbo alrededor de Su cabeza. En un tiempo se lo consideró como producto de la imaginación exuberante de Sus discípulos, pero durante los últimos años, la ciencia, juntamente con muchos que estudian los fenómenos psíquicos, ha demostrado por medio de experimentos positivos que todo ser humano tiene un aura que [i151] se asemeja mucho al fulgor que emana de cualquier poderosa máquina eléctrica.

Tal declaración es otra prueba de que la ciencia está cruzando rápidamente la frontera que separa las cosas materiales de las espirituales. Una vez reconocido que el conocimiento de las leyes superiores puede vencer la resistencia de las inferiores, entraremos en posesión de nuestro verdadero patrimonio espiritual."

Estamos a la expectativa del alborear de ese día en que la religión se cimentará sobre una base científica y las verdades que testimonian las edades serán corroboradas y probadas, porque como dice también el Dr. Michael Pupin[10]:

"Las realidades espirituales de Dios son invisibles, pero se hallan ejemplificadas y son inteligibles por las realidades físicas reveladas en las cosas físicas que se hacen. De acuerdo a esta interpretación de las palabras de los Apóstoles, las realidades físicas y espirituales se complementan entre sí. Son los dos extremos de las mismas realidades, uno reside en el alma humana y el otro en las cosas del mundo externo. He aquí una de las razones fundamentales de por qué la ciencia y la religión se complementan. Son los dos pilares del portal por el cual el alma humana entra en el mundo en que reside la divinidad".

Entonces surgirá una nueva raza con nuevas capacidades, nuevos ideales, nuevos conceptos de Dios y de la materia, de la vida y del espíritu. En toda esa raza y en la humanidad futura, se percibirá no sólo un mecanismo y una estructura, sino un alma, una entidad que, utilizando el mecanismo, [i152] manifiesta su propia naturaleza, que es amor, sabiduría e inteligencia.

Hasta la ciencia ha reconocido esta última posibilidad y ha observado que la orientación del proceso evolutivo va hacia una adaptación más perfecta de la forma y de la vida. En todas partes, en toda la creación, se está cumpliendo un propósito, se manifiesta una voluntad hacia la perfección. Ese propósito y esa voluntad están controlados por el amor y la sabiduría, y esos dos tipos de energías (el propósito del espíritu y la fuerza atractiva del alma) se aplican inteligentemente al perfeccionamiento del aspecto materia. Espíritu, alma y cuerpo –divina triplicidad– se manifiestan en el mundo y llevarán todo hacia una consumación, representada para nosotros en las Escrituras del mundo, con riqueza de imágenes, de color y de forma. La visión que tuvo Browning[11] de esta verdad y su expresión, resume los resultados de nuestro estudio, que constituirá un apropiado final para este ensayo:

         " ... y Dios renueva

         Su antiguo rapto. Mora así en todo,

         desde el diminuto comienzo de la vida hasta finalizar

         en el ser humano –la consumación de nuestro esquema

         del Ser, la terminación de esta esfera

         de la vida; cuyos atributos ya diseminados

         por doquier sobre el mundo visible,

         piden ser combinados como fragmentos

         destinados a unirse en un maravilloso todo,

         cualidades imperfectas diseminadas por toda la creación,

         sugiriendo una criatura aún increada,

         algún punto donde estos rayos dispersos puedan unirse

         [i153] convergiendo en las facultades del ser humano...

         Cuando la raza sea perfecta,

         es decir, como un ser humano; todo lo dado al género humano,

         y por el ser humano producido hasta ahora, ha llegado a su fin;

         pero en el ser humano íntegro se inicia nuevamente

         una tendencia hacia Dios. Las predicciones auguraron

         el acercamiento del Ser Humano; en el yo del ser humano surgen

         augustas anticipaciones, símbolos, tipos

         de tenue esplendor, siempre existentes

         en ese eterno círculo perseguido por la vida.

         Los seres humanos comienzan a cruzar los límites de la naturaleza,

         descubriendo nuevas esperanzas y obligaciones que rápidamente suplantan

         Sus propias alegrías y pesares; llegan a ser demasiado grandes

         para los estrechos credos del mal y del bien, que se desvanecen

         ante la inmensurable sed de bien; en tanto

         surge en ellos la paz en forma creciente.

         Estos seres humanos se hallan ya en la tierra,

         serenos en medio de las criaturas semiformadas que los rodean."

 

[1] La Luz del Alma, pág. 124, de Alice A. Bailey

[2] Ídem, pág. 126

[3] El Doble Etérico, págs. 117, 118

[4] Kernels of the Universe, pág. 31

[5] The Light Beyond, pág. 95

[6] Pagan and Christian Creeds; Their Origin and Meaning, pág. 278

[7] The Light Beyond, pág. 73

[8] Modern Psychology: Normal and Abnormal, págs. 191, 192

[9] The New Reformation, págs. 264, 265

[10] The New Reformation, pág. 272

[11] Paracelsus (versión libre)