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LOS TRES ASPECTOS DEL SER HUMANO - Parte 1

LOS TRES ASPECTOS DEL SER HUMANO

Uno de los medios principales por el cual el ser humano llega a comprender esa gran totalidad llamada Macrocosmos -Dios, actuando mediante un sistema solar- es comprender por sí mismo el mandato Délfico: “Humano, conócete a ti mismo”, fue una declaración inspirada, destinada a dar al ser humano la clave del misterio de la deidad. Mediante la Ley de Analogía o Correspondencia, los procesos cósmicos y la naturaleza de los principios cósmicos se manifiestan en las funciones, la estructura y las características de un ser humano. Están expuestos pero no explicados ni detallados. Sirven únicamente para dirigir al ser humano por el sendero en el cual podrá descubrir y observar futuros signos e indicaciones más definidas.

La comprensión de esa triplicidad espíritu, alma y cuerpo, está más allá del alcance del ser humano, pero puede tenerse una idea de su relación y función coordinada y general, si se lo considera desde el punto de vista físico y de su funcionamiento objetivo.

Tres aspectos del organismo del ser humano son símbolos, y solo símbolos, de los tres aspectos del ser.

1. La energía o principio activador, que se retira misteriosamente en el momento de la muerte, y parcialmente durante las horas del sueño o de inconsciencia, y parece utilizar el cerebro como asiento principal de actividad, dirigiendo desde allí el funcionamiento del organismo. Esta energía tiene relación directa y primordial con las tres partes del organismo denominados cerebro, corazón y aparato respiratorio. Este es el símbolo microcósmico del espíritu.

2. El sistema nervioso, con su complejidad de nervios, centros nerviosos y multiplicidad de partes interrelacionadas y sensibles, sirve para coordinar el organismo, [i19] producir la respuesta sensible entre los numerosos órganos y partes que lo constituyen, y también para hacer al ser humano consciente y sensible de su medio ambiente. Este mecanismo sensorial produce la percepción organizada y la sensibilidad coordinada en el ser humano; primero, dentro de sí mismo como unidad, y segundo, como respuesta y reacción sensible al mundo en el que desempeña su parte. Esta estructura nerviosa que coordina, correlaciona y produce actividad grupal externa e interna, se manifiesta principalmente a través de tres partes del sistema nervioso:

a.    Sistema cerebro-espinal.
b.    Sistema sensorial-nervioso.
c.    Sistema periférico-nervioso.

Está íntimamente relacionado con el aspecto energía, y es el mecanismo utilizado por esa energía para vitalizar el cuerpo, producir su actividad y funcionamiento coordinados y lograr una relación inteligente con el mundo en el cual debe desempeñar su parte. Está detrás, si puedo utilizar tal expresión, de la naturaleza corpórea propiamente dicha y de la masa de carne, hueso y músculo, motivada y controlada a su vez por dos factores:

a.    La suma total de energía que es la cuota individual de energía vital.
b.    La energía del medio ambiente donde se encuentra el individuo, en el cual tiene que actuar y desempeñar su parte.

Este sistema nervioso coordinador, esta red de nervios interrelacionados y sensibles, es el símbolo del alma humana y la forma externa y visible de una realidad espiritual interna.

3. Finalmente, existe lo que puede describirse como el cuerpo, conjunto de carne, músculo y hueso, que todo [i20] individuo lleva consigo, interrelacionado por el sistema nervioso y energizado por lo que llamamos vagamente su “vida”.

En estos tres, la vida, el sistema nervioso y el conjunto corpóreo, hallamos el reflejo y símbolo de la totalidad mayor; mediante un estudio detenido y la comprensión de sus funciones y relación grupal, podemos llegar a comprender algunas de las leyes y principios que dirigen las actividades de “Dios en la naturaleza” - frase sublimemente veraz y finitamente falsa.

Los tres aspectos de la divinidad, o la energía central o espíritu, la fuerza coordinadora o alma, y aquello que ambas utilizan y unifican, constituyen en realidad un principio vital, que se manifiesta en la diversidad. Estos son los Tres en Uno, el Uno en Tres, Dios en la naturaleza y la naturaleza misma en Dios.

Como ilustración y extendiendo el concepto a otros sectores del pensamiento, esta trinidad de aspectos puede verse funcionando como enseñanzas esotéricas, en el mundo de las religiones, en la simbología y doctrinas fundamentales de las grandes religiones mundiales y en las organizaciones exotéricas; en el gobierno constituye la suma total de la voluntad del pueblo, cualesquiera sean las leyes promulgadas y la administración exotérica; en la educación es la voluntad de aprender las artes y las ciencias y los grandes sistemas educativos exotéricos; en la filosofía es el impulso hacia la sabiduría, las escuelas interrelacionadas de pensamiento y la presentación externa de las enseñanzas. En esta forma, esta eterna triplicidad subsiste en todos los sectores del mundo manifestado, ya sea considerada como lo tangible o lo sensible y coherente, o como aquello que energiza. A esa actividad inteligente se la ha denominado torpemente “percepción”; constituye la capacidad de percibir implicando así una respuesta sensible al medio ambiente y el mecanismo de esa respuesta, la divina dualidad del alma; finalmente, es la suma total de aquello con que se ha hecho contacto y se conoce, y lo que el mecanismo sensible [i21] llega a percibir. Como veremos más adelante, es la comprensión que aumenta en forma gradual, pasando continuamente a reinos más esotéricos e internos.

Estos tres aspectos se perciben en el ser humano, divina unidad de la vida. Primero, los reconoce en sí mismo; luego los ve en todas las formas de su medio ambiente, y finalmente aprende a relacionar estos aspectos de sí mismo con análogos aspectos en otras formas de manifestación divina. La relación correcta entre las formas dará como resultado la armonización y el correcto ajuste de la vida en el plano físico. La debida respuesta al medio ambiente dará por resultado la correcta relación con el aspecto alma, oculto en todas las formas, y producirá correctas relaciones entre las distintas partes de la estructura nerviosa interna, existente en todos los reinos de la naturaleza subhumana y superhumana. Esto es prácticamente desconocido, pero está siendo rápidamente reconocido; cuando llegue a ser comprobado y comprendido, se descubrirá que en ello reside el fundamento de la hermandad y de la unidad. Así como el hígado, el corazón, los pulmones, el estómago y otros órganos del cuerpo, funcionan y existen independientemente y, sin embargo, están unidos y conectados en el cuerpo mediante el sistema nervioso, así se descubrirá que tanto los organismos como los reinos de la naturaleza tienen su vida y sus funciones independientes, y no obstante, están coordinados y correlacionados por un amplio y complicado sistema sensorial, denominado a veces el alma de todas las cosas, el anima mundi, la consciencia subyacente.

Cuando tratamos de las triplicidades, tales como espíritu-alma-cuerpo, vida-consciencia-forma, empleadas con tanta frecuencia al hablar de la deidad, es de valor recordar que se refieren a diferenciaciones de la vida una, y cuanto mayor número de estas triplicidades conozcamos, en mayor armonía estaremos con un grupo cada vez más amplio. Pero cuando nos ocupamos de cosas ocultas y subjetivas, y el tema sobre el cual [i22] se escribe trata sobre lo indefinible, entonces se tropieza con dificultades. No es difícil describir la apariencia personal de un ser humano, su ropaje, forma y cosas de las cuales está rodeado. El lenguaje es suficientemente amplio para definir lo concreto y el mundo de la forma. Pero cuando se trata de dar una idea de su cualidad, carácter y naturaleza, encaramos inmediatamente el problema de lo desconocido, esa zona indefinible e invisible que presentimos, pero que en un sentido más amplio permanece sin revelar, y hasta incomprendida por el ser humano mismo. ¿Cómo describirlo entonces mediante el lenguaje?

Si eso es así respecto al ser humano, ¿cuánto mayor será la dificultad para expresar con palabras esa inexpresable totalidad de la cual se considera que los términos espíritu, alma y cuerpo, son las diferenciaciones principales? ¿Cómo definiremos esa indefinible vida que los seres humanos, para mayor comprensión, han limitado y separado en una triplicidad de aspectos o personas, dando al todo el nombre de Dios?

No obstante, cuando la trinidad en que diferenciamos a Dios se emplee universalmente y durante épocas, y cuando todos los pueblos - antiguos y modernos - empleen la misma triplicidad de ideas para expresar el conocimiento intuitivo, entonces se justificará su empleo. Quizás algún día podamos pensar y expresar la verdad en forma diferente, pero para el pensador común de hoy los términos espíritu, alma y cuerpo, representan el cúmulo de la manifestación divina, tanto en la deidad del universo como en esa divinidad menor, el ser humano mismo. Dado que este tratado está destinado al ser humano pensador y no a los teólogos cristalizados ni a los científicos que prefieren las teorías, utilizaremos la acostumbrada terminología y trataremos de comprender qué fundamento han tenido las frases con que el ser humano ha tratado de explicar a Dios Mismo:

“Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben adorarlo [i23] en espíritu y en verdad”, afirma una de las Escrituras del mundo. “El ser humano se convirtió en un alma viviente”, dice en otro lugar la misma Escritura. “Ruego a Dios que vuestro espíritu, alma y cuerpo enteros, puedan mantenerse intachables”, dijo un gran iniciado de la Logia Blanca; y el más grande de todos, presente aún en forma física en la tierra, repitió las palabras de un sabio anterior, cuando dijo: “He dicho que Dioses sois y todos hijos del Altísimo”. En estas palabras la triplicidad del ser humano, su divinidad y relación con la vida en Quien vive, se mueve y tiene su ser, son tratados brevemente desde el punto de vista cristiano, y todas las grandes religiones, en frases análogas, se ocupan de esa relación.

a. Espíritu, Vida, Energía

La palabra espíritu se aplica a ese impulso o Vida indefinible, sutil y esencial, causa de toda manifestación. Es el aliento de Vida y esa afluencia rítmica de energía vital, que a su vez se manifiesta como fuerza atractiva, consciencia o alma, siendo la suma total de la sustancia atómica. Es la correspondencia o analogía, en la gran Existencia o Macrocosmos, de lo que en la pequeña existencia o microcosmos, constituye el factor vital inspirador, denominado la vida humana; lo indica el aliento en su cuerpo, el cual se abstrae o retira cuando termina el curso de su vida.

¿Quién podrá decir qué es este algo? Lo retrotraemos al alma o aspecto conciencia y del alma al espíritu (como llamamos a los tres aspectos del aliento uno), pero en realidad, ¿quién tiene el valor de decir lo que significan estas palabras? Este algo desconocido es denominado con distintos nombres, de acuerdo a nuestra particular escuela de pensamiento; tratamos de expresarlo en palabras y terminamos por llamarlo Espíritu, Vida Una, Mónada, Energía. Recordemos que la comprensión respecto [i24] a esta vida una es puramente relativa. Quienes están sumergidos en el aspecto forma de la existencia piensan en términos de vitalidad física, sensación, impulso o fuerza mental, y no van más allá de esa unificada vida-consciencia, de la cual lo mencionado son diferenciaciones. Por otra parte, quienes se interesan en el acercamiento metafísico y en la vida del alma, más que en el aspecto forma, expresan su concepto en términos de manifestación del alma y -pasando más allá de las reacciones egoístas personales de la naturaleza corpórea- piensan en términos de vida, cualidad, voluntad o poder grupales, de coordinación grupal o amor-sabiduría, como también de inteligencia o conocimiento grupal, abarcando todo con el término genérico de hermandad.

Pero aun eso se considera separatista, porque separa en unidades mayores, que lo inferior es incapaz de captar. Por lo tanto, el iniciado, especialmente después de la tercera iniciación, empieza a pensar aún más sintéticamente y a expresar la verdad para sí mismo en términos de Espíritu, Vida, el Uno. Estos términos le indican algo significativo, pero tan apartado del concepto de la humanidad pensante común, que es inútil extenderme más sobre ello.

Esto me ha conducido a un punto que debe ahora ser dilucidado antes de ampliar el tema. En el párrafo anterior y en Tratado sobre Fuego Cósmico se dice, con frecuencia, que en la enseñanza se llega hasta cierto punto y después se desiste, declarando que debido al punto alcanzado en la evolución del humano común, su reacción a la verdad será distinta de la del discípulo-estudiante o de la del iniciado. Esto necesariamente debe ser así; cada uno interpreta lo que lee según su estado de consciencia; no todos lo hacen en forma tan avanzada como quienes están en una etapa superior en la escala de evolución. Sin embargo, el lector común pone objeciones al obligársele a reconocer puntos de vista más amplios que los propios, y la frase: “Es inútil extenderme [i25] sobre esto porque solo sería comprendido por un iniciado”, solo sirve para exasperarlo; tiende a hacerle creer que intenta evadirse y que el escritor (por haberse internado demasiado) procura salvar la situación con una declaración de esta naturaleza. Así como un tratado científico resultaría sin sentido y una mera confusión de palabras para el escolar primario, pero aportaría definición y sentido claros al experto en la materia, debido al entrenamiento y desarrollo mental, del mismo modo existen aquellos para quienes el tema del alma y su naturaleza, de acuerdo a como se trata en una instrucción como esta, es tan nítido y lúcido como lo es la literatura actual para el lector medio y las obras populares para el público en general. De igual modo, aunque en menor número, existen esas almas avanzadas para quienes el espíritu y su naturaleza es también un tema racional y comprensible, que puede ser apreciado y comprendido a través del alma y sus poderes, así como es posible llegar a un entendimiento del alma mediante el uso correcto de la mente. En un nivel completamente inferior, sabemos cuán fácil es comprender la naturaleza del cuerpo físico por el estudio y el correcto empleo de la naturaleza del deseo. Es una especie de orgullo y de no querer reconocer las limitaciones transitorias que despierta en el lector el desagrado por ciertas frases que dicen apropiada y verazmente: “Cuando estén más evolucionados comprenderán lo antedicho”. Esto debe ser aclarado.

Para el Maestro de Sabiduría, la naturaleza del espíritu o ese centro positivo de vida que cada forma oculta, no es más misterioso que la naturaleza del alma para el psicólogo esotérico. La fuente de esa vida una, el plano o estado de donde emana esa vida, es el gran Misterio Oculto para los miembros de la Jerarquía de adeptos. Para los iniciados superiores al tercer grado, el estudio y tema de sus investigaciones es la naturaleza del espíritu, su cualidad y tipo de energía cósmica, su grado de vibración y sus diferenciaciones cósmicas y básicas. Así [i26] obtienen en ese estudio una intuición bien desarrollada, unida a esa capacidad mental interpretativa que han desarrollado en su ciclo de encarnación. Emplean la luz interna ya despierta y desarrollada de sus almas para interpretar y comprender esa vida que (separada del mundo de las formas) persiste en los niveles superiores de la conciencia y penetra en nuestro sistema solar desde algún centro externo del ser. Irradian esa luz (que existe en ellos y que manipulan y utilizan) en dos direcciones, debido a que se encuentran en ese estado intermedio, actuando preferentemente en el plano de la intuición o búdico. Vierten esa luz en el mundo de la forma y conocen todas las cosas, interpretándolas correctamente; irradian esa luz en los reinos amorfos de los tres planos superiores (sin forma desde el punto de vista del ser humano en los tres mundos inferiores al plano intuitivo) y tratan de comprender por el crecimiento expansivo y constante, la naturaleza y el propósito de lo que no es ni cuerpo ni alma, ni fuerza ni materia, sino la causa de ambos en el universo.

Oportunamente, cuando el iniciado ha pasado por las iniciaciones solares superiores y puede actuar en la consciencia total de la mónada, entonces es posible percibir aquello que hasta está disociado de la forma grupal y de esas envolturas nebulosas que velan y ocultan al Uno. Los tipos más elevados de consciencia actúan desde el plano de la mónada, así como el iniciado de grado inferior actúa desde el plano del alma y utiliza los órganos de percepción (si esta frase tan poco convincente es permitida) y los medios de conocimiento sobre los cuales el humano común no tiene idea alguna; penetran o incluyen dentro de su radio de comprensión esa totalidad de vida, consciencia y forma, denominada Dios. Estos iniciados de alto grado comienzan a percibir una vibración, una luz reveladora, una nota o sonido, que indica la dirección que emana totalmente desde fuera de nuestro sistema solar. La única forma para [i27] poder apreciar el proceso seguido en la expansión de la consciencia divina del ser humano, es estudiar la relación de la mente y el cerebro, y observar lo que ocurre cuando el cerebro se convierte en instrumento inteligente de la mente; luego, estudiar la relación del alma con la mente, y lo que acontece cuando la persona es dirigida por el alma y utiliza la mente para controlar las actividades del plano físico mediante el cerebro. En los tres -alma, mente y cerebro- tenemos la analogía y la clave para la comprensión del espíritu, el alma y el cuerpo, y sus funciones mutuas. Este fue el tema del libro La Luz del Alma. Después de haber perfeccionado las condiciones a las cuales se refiere ese libro, sobreviene otra expansión, cuando el aspecto espíritu, la fuente emanante de la energía humana, comienza a emplear el alma (vía la intuición) y a plasmar en la consciencia del alma estas leyes, conocimientos, fuerzas e inspiraciones, que harán del alma el instrumento del espíritu o mónada, así como el ser humano individual en la primera etapa se convirtió (por medio de la mente) en instrumento del alma. En dicha etapa el desarrollo fue dual. A medida que el alma asumió control, por intermedio de la mente, el cerebro respondió al alma. El ser humano fue despertando a fin de conocerse a sí mismo, tal como realmente era, y a los tres mundos de su evolución normal; más tarde llegó a ser consciente del grupo y ya no era un individuo separado. A medida que el alma va quedando bajo el dominio del espíritu, pueden verse dos etapas análogas.

Primero, el discípulo llega a ser consciente no solo de su grupo y otros grupos afines, sino que su conciencia se expande hasta lo que podría denominarse consciencia planetaria.

Segundo, empieza a fusionar esa percepción planetaria en algo más sintético, y paulatinamente desarrolla la consciencia de esa vida más grande, [i28] que incluye la vida planetaria, así como el ser humano incluye, en su manifestación física, a organismos vivientes tales como el corazón o el cerebro. Cuando esto tiene lugar, empieza a comprender el significado del espíritu, la vida una que está detrás de todas las formas, la energía central, causa de toda manifestación.

La primera reacción del estudiante común al leer lo antedicho es pensar inmediatamente que la naturaleza corporal expresa cualquier tipo de energía. Así la dualidad es la cosa observada, y lo que emplea la cosa esta presente en su mente. Sin embargo, una de las principales necesidades que actualmente enfrentan los aspirantes esotéricos, es tratar de pensar en términos de la realidad que es la energía misma y nada más. Por lo tanto, es de valor recalcar en la dilucidación de este complicado tema, el hecho de que espíritu y energía son términos sinónimos e intercambiables. Únicamente comprendiendo esto podemos reconciliar la ciencia con la religión y llegar a una verdadera captación del mundo de los fenómenos activos que nos rodean y en el cual nos movemos.

Los términos orgánico e inorgánico son grandemente responsables de tanta confusión, y también de las bien definidas diferenciaciones que existen en las mentes de muchas personas, entre cuerpo y espíritu, vida y forma, lo cual ha conducido a no admitir la naturaleza esencial e idéntica de ambos. El mundo en que vivimos es considerado por la mayoría como realmente sólido y tangible, que posee, sin embargo, algún poder misterioso oculto en él, y que engendra movimiento, actividad y cambio. Esto lógicamente está expresado en forma burda, pero es suficiente para resumir tal ignorante actitud.

El científico ortodoxo se ocupa generalmente de las estructuras y relaciones, de la composición de las formas, de la actividad de las partes que componen y de sus interrelaciones y dependencias. [i29] Son tema de sus investigaciones los productos y elementos químicos y las funciones y partes que desempeñan, y también su mutua interacción al constituir todas las formas en todos los reinos de la naturaleza. La naturaleza del átomo, de la molécula y de la célula, sus funciones, las cualidades de sus manifestaciones de fuerza y los distintos tipos de actividad, y la solución del problema respecto al carácter y naturaleza de las energías -enfocadas y localizadas en las diferentes formas del mundo natural o material- reclaman la consideración de las mentes más capacitadas del mundo del pensamiento. No obstante, las preguntas: ¿qué es la Vida?, ¿qué es la Energía?, ¿cuál es el proceso de llegar a Ser y cuál es la naturaleza del Ser?, quedan sin respuesta. El problema de por qué y cuál es la causa, se considera infructuoso, especulativo y casi insoluble.

No obstante, mediante la razón pura y el correcto funcionamiento de la intuición, pueden ser resueltos estos problemas y responderse a tales preguntas. Su solución es una de las revelaciones y realizaciones comunes de la iniciación. Los únicos biólogos verdaderos son los iniciados en los misterios, porque tienen comprensión de la vida y de su propósito y se hallan tan identificados con el principio vida, que piensan y hablan en términos de energía y sus efectos; todas sus actividades, en conexión con la obra de la Jerarquía planetaria, se basan en unas pocas fórmulas fundamentales que se refieren a la vida, a medida que esta se hace sentir a través de sus tres diferenciaciones o aspectos: energía, fuerza, materia.

Se debería observar aquí que solo cuando el ser humano se comprende a sí mismo, puede llegar a comprender el summum denominado Dios. Esta es una verdad familiar y esotérica, pero si se la practica conduce a una revelación, lo cual hace que el actual “Dios Desconocido” sea una realidad conocida. Permítanme ilustrar.

El ser humano se conoce a sí mismo como un ser viviente y llama muerte a ese misterioso proceso por el cual [i30] se retira ese algo que califica comúnmente como aliento de vida. Al retirarse, la forma se desintegra. La fuerza cohesiva y vitalizadora ha desaparecido y se disuelve en sus elementos esenciales aquello que hasta ahora ha sido considerado como el cuerpo.

Este principio vida, esta esencialidad básica del Ser y este factor misterioso y evasivo, es la analogía en el ser humano de eso que llamamos espíritu o vida, en el macrocosmos. Así como la vida en el ser humano mantiene unida, anima, vitaliza e impulsa la forma a la actividad y lo hace un ser viviente, así la vida de Dios -como la llama el cristiano- lleva a cabo idéntico propósito en el universo y produce ese conjunto coherente, viviente y vital, llamado sistema solar.

Este principio Vida se manifiesta en el ser humano en forma triple:

1. Como voluntad orientadora, propósito e incentivo básico. Es la energía dinámica que pone en acción a su ser, lo trae a la existencia, fija el término de su vida, lo lleva a través de un largo o corto período de años y se retira al finalizar su ciclo de vida. Este espíritu humano se manifiesta como voluntad de vivir, de ser, de actuar, de crecer y de evolucionar. En su aspecto inferior actúa a través del cuerpo mental, y en conexión con el físico denso se hace sentir mediante el cerebro.

2. Como fuerza coherente. Es esa cualidad esencial y significativa que hace a cada persona diferente, produce esa compleja manifestación de disposiciones, deseos, cualidades, complejos, inhibiciones, sentimientos y características, que dan origen a la psicología peculiar del ser humano. Es el resultado de la interacción entre el aspecto espíritu o energía, y la materia o naturaleza corpórea. Es el característico individuo subjetivo, su colorido o nota individual; es lo que establece la [i31] actividad vibratoria de su cuerpo; produce un tipo particular de forma, y es responsable de la condición y naturaleza de sus órganos, glándulas y aspecto externo. Es el alma y - en su aspecto inferior - se lo puede ver actuando a través de la naturaleza emocional o astral y, en conexión con el cuerpo físico denso, por medio del corazón.

3. Como actividad de los átomos y células que componen el cuerpo físico. Es la suma total de esas diminutas vidas, que constituyen los órganos que forman todo el ser humano. Tienen vida propia y una consciencia estrictamente individual e identificada. Este aspecto del principio vida actúa por medio del cuerpo etérico o vital y, en conexión con el mecanismo sólido de la forma tangible, a través del bazo.

Por lo tanto, recordemos que no es posible dar una definición del espíritu como tampoco de Dios. Cuando se dice que el espíritu es la causa inexpresable e indefinible, la energía emanante, la vida una, la fuente del ser, la totalidad de todas las fuerzas, de todos los estados de consciencia y de todas las formas, el conglomerado de vida y aquello que está activamente manifestado en esa vida, el yo y el no-yo, la fuerza, y todo lo que la fuerza motiva, en realidad estamos eludiendo el problema, pretendiendo hacerlo imposible y ocultando la verdad detrás de un torrente de palabras. Sin embargo, esto es inevitable hasta el momento en que la consciencia del alma es alcanzada y conocida, y el Uno sin forma es percibido a través de la clara luz de la intuición.

Una de las primeras lecciones a aprender es que nuestra mente, por no responder aún a las intuiciones ocultas, no puede asegurar si esta, aquella o tal condición son así; que hasta no actuar en nuestra consciencia del alma, es imposible decir lo que es o lo que no es y -hasta no habernos sometido [i32] al entrenamiento necesario- no estaremos en condiciones de negar o afirmar nada. Deberíamos adoptar una actitud de investigación razonable, pues nuestro interés debiera ser el del filósofo investigador, dispuesto a aceptar una hipótesis basada en su posibilidad, pero resuelto a no reconocer nada que no sea una verdad comprobada, conocida por nosotros y en nosotros mismos. Yo, aspirante a los misterios superiores, que los he investigado durante un período más largo de lo que ha sido posible para muchos, puedo escribir sobre cosas que hasta ahora fue imposible demostrar a ustedes o al lector de estas instrucciones. Para mí pueden ser y son verdades y hechos comprobados, y eso me es suficiente. Ustedes deberían considerarlas como indicaciones y posibilidades significativas, respecto a la dirección en que se podría buscar la verdad, pero más allá de ese punto no deberían ir. En el conjunto de estas instrucciones reside su valor y lo descubriremos en la estructura o armazón subyacente en las afirmaciones coordinadas y correlacionadas que deben ser consideradas en su totalidad y no en forma detallada, y por dos razones:

1. El lenguaje, como se dijo anteriormente, no revela la verdad, la oculta. Si se reconoce la verdad, es porque el estudiante investigador ha descubierto un punto de verdad en sí mismo que sirve para iluminar sus pasos a medida que avanza lenta y gradualmente.

2. Hay muchos tipos de mentes y no puede esperarse que los datos suministrados en este tratado, por ejemplo, sean de interés general. Debe tenerse presente que todas las personas son unidades de consciencia, exhaladas de una de las siete emanaciones de Dios. Por consiguiente, hasta sus mónadas o aspecto espiritual, son inherentemente distintas, de la misma manera que en el prisma (que es una unidad) existen los siete colores diferenciados. Aún esto es así, debido a la naturaleza y al punto de vista y el mecanismo de percepción del ser humano, cuyo ojo [i33] registra y diferencia los variados grados de luz vibratoria. Estos siete grupos subsidiarios producen a su vez variedad de perspectiva, mentalidad y acercamiento, que varían, aunque son igualmente correctos, pero todos presentan un ángulo de visión levemente diferente. Cuando la realización anterior está acompañada de factores tales como son las diferentes etapas de evolución, las distintas nacionalidades y características, las diferencias inherentes, producidas por medio de la interacción entre el cuerpo físico implicado y el medio ambiente, será evidente que ningún acercamiento a temas tan complejos como la naturaleza del espíritu y el alma, podrán tener una definición general ni se someterán a una terminología universal.

b. El Alma, el Mediador o Principio Medio

Existen dos ángulos o puntos de vista, desde donde se debe comprender la naturaleza del alma: uno es el aspecto del alma en relación al cuarto reino de la naturaleza, es decir, el humano; el otro es el de los reinos subhumanos, los cuales -como se recordará- son reflejo de los tres superiores.

Debería recordarse que el alma de la materia, el ánima mundi, es el factor sensible en la sustancia misma. La respuesta de la materia en todo el universo, y esa facultad innata en todas las formas, desde el átomo físico hasta el sistema solar astronómico, produce la innegable actividad inteligente que todas las cosas manifiestan. Se la puede denominar energía atractiva, coherencia, sensibilidad, vivencia, percepción o consciencia, pero quizás más iluminador sería decir que el alma es la cualidad manifestada por todas las formas. Es ese algo sutil que diferencia un elemento de otro, un mineral de otro. Es la intangible naturaleza esencial de la forma, que en el reino vegetal determina si germinará una rosa o una coliflor, un olmo [i34] o un berro; es ese tipo de energía que diferencia las variadas especies del reino animal y hace que un ser humano sea distinto de otro en aspecto, naturaleza y carácter. El científico ha clasificado, investigado y analizado las formas; se han seleccionado y adjudicado nombres a los elementos, a los minerales, a las formas de vida vegetal y a las distintas especies de animales; se ha estudiado la estructura de las formas y la historia de su progreso evolutivo y se han hecho deducciones y llegado a conclusiones, pero la solución del problema de la vida misma, escapa aún al más sabio, y hasta que la comprensión de la “trama de la vida” o cuerpo de vitalidad, que fundamenta toda forma y vincula a cada parte de una forma con todas las demás, no sea conocida y reconocida como realidad en la naturaleza, el problema quedará insoluble.

Quizás sea algo más factible definir el alma que definir el espíritu, porque muchas personas, habiendo experimentado alguna vez la iluminación, cierto desenvolvimiento, elevación y beatitud, se han convencido de la existencia de un nivel de consciencia tan alejado de lo común, que los lleva a un nuevo estado del ser y a un nuevo nivel de consciencia. Es algo que se siente y se experimenta, e involucra esa expansión psíquica que ha registrado el místico a través de las épocas, a la que se refirió San Pablo cuando dijo que fue “arrebatado hasta el tercer cielo” y que oyó cosas que no es lícito que un ser humano las pronuncie. Cuando el oído y la vista registran experiencias en esos niveles, tenemos entonces al ocultista más el místico.

1. El alma, macrocósmica y microcósmica, universal y humana, es esa entidad que viene a la existencia cuando los aspectos espíritu y materia se relacionan mutuamente. [i35] Por lo tanto:

    a.    El alma no es ni espíritu ni materia, sino que relaciona a ambos.
    b.    El alma es la intermediaria de esta dualidad; constituye el principio medio, el vínculo entre Dios y Su forma.
    c.    El alma es, por consiguiente, otro nombre para el principio crístico, ya sea en la naturaleza o en el ser humano.

2. El alma es la fuerza atractiva del universo creado y (cuando actúa) mantiene todas las formas unidas de tal modo que, a través de ellas, la vida de Dios puede manifestarse o expresarse. En consecuencia:

a.    El alma es el aspecto constructor de formas y el factor atractivo de todas las formas del universo, del planeta, de los reinos de la naturaleza y del ser humano (que reúne en sí todos los aspectos); trae la forma a la existencia; le permite desarrollarse y crecer a fin de albergar más adecuadamente la vida inmanente; impele adelante a todas las criaturas de Dios en el sendero de la evolución, a través de un reino tras otro, hacia una meta final y una gloriosa consumación.

b.    El alma es la fuerza de la evolución misma y esto estaba presente en la mente de San Pablo cuando habló de “Cristo en vosotros, esperanza es de gloria”.

3. El alma se manifiesta de diferentes maneras en los variados reinos de la naturaleza, pero su función es siempre la misma, ya se trate de un átomo de sustancia y del poder que posee para mantener su identidad y forma y llevar a cabo su correspondiente actividad, o una forma en cualesquiera de los tres reinos de la naturaleza, mantenida en coherencia, manifestando sus características, llevando su propia vida instintiva y trabajando en conjunto hacia algo más elevado y mejor. [i36] Por lo tanto, el alma:

a.    Proporciona las marcadas características y las diversas manifestaciones de la forma.

b.    Actúa sobre la materia, obligándola a asumir ciertos contornos, a responder a ciertas vibraciones y a construir esas formas fenoménicas específicas que en el mundo del plano físico reconocemos como mineral, vegetal, animal y humano -y para el iniciado también existen otras formas.

4. Las cualidades, las vibraciones, los colores y las características de todos los reinos de la naturaleza, son cualidades del alma, como lo son los poderes latentes en determinada forma, que tratan de expresarse y demostrar potencialidad. Al terminar el período evolutivo, todas estas revelarán la naturaleza de la vida divina y del alma del mundo - esa superalma que está revelando el carácter de Dios. Por lo tanto:

a.    El alma, mediante estas cualidades y características, se manifiesta como respuesta consciente a la materia, pues las cualidades se producen por medio de la interacción de los pares de opuestos, espíritu y materia, y su mutuo efecto. Esta es la base de la consciencia.

b.    El alma es el factor consciente en todas las formas, la fuente de esa percepción que registran todas las formas y esa respuesta a las condiciones grupales circundantes que demuestran las formas en todos los reinos de la naturaleza.

c.    Se puede definir el alma como ese aspecto significativo en cada forma (creado por la unión de espíritu y materia) que siente, registra percepción, atrae y repele, responde o no, y mantiene todas las formas en una constante actividad vibratoria.

d.    El alma es el ente perceptor, producido por la unión Padre-Espíritu y Madre-Materia. Es lo que en el mundo vegetal, por ejemplo, [i37] responde a los rayos solares y provoca la apertura del capullo; en el reino animal permite al animal amar a su amo, cazar su presa y llevar su vida instintiva, y hace consciente al ser humano de su medio ambiente y de su grupo, permitiéndole vivir su vida en los tres mundos de su evolución normal como espectador, perceptor y actor. Esto es lo que le permite con el tiempo llegar a descubrir que su alma es dual, y una parte de sí mismo responde al alma animal y la otra reconoce su alma divina. Sin embargo, en la actualidad, muchos no funcionan plenamente como puramente animales ni estrictamente divinos, pero pueden ser considerados como que son almas humanas.

5. Para mayor claridad, el alma del universo puede ser diferenciada o, mejor dicho, reconocida (debido a las limitaciones de la forma mediante la cual tiene que actuar dicha alma) bajo diferentes grados de vibración y etapas de desarrollo. Por lo tanto, la naturaleza del alma en el universo se manifiesta en ciertos grandes estados de consciencia, con muchas condiciones intermedias, de las cuales se pueden enumerar las más importantes, que son:

a.    Consciencia, o ese estado de percepción de la materia misma, debido al hecho que la Madre-Materia ha sido fecundada por el Padre-Espíritu y así la vida y la materia se han unido. Este tipo de consciencia concierne al átomo, a la molécula y a la célula, con los cuales están construidas todas las formas. Así se produce la forma del sistema solar, de un planeta y de todo lo que se encuentra sobre o dentro de él.

b.    Consciencia sensorial inteligente, es decir, la evidenciada en los reinos mineral y vegetal. Es responsable de la cualidad, la forma y el colorido, de las formas vegetales y minerales y de sus naturalezas específicas.

c.    Consciencia animal, la percepción [i38] de la respuesta del alma de todas las formas del reino animal. Produce sus características, especies y naturaleza.

d.    La consciencia humana o autoconsciencia, hacia la cual se ha dirigido paulatinamente el desarrollo de la vida, de la forma y de la percepción, en los otros tres reinos. Este término concierne a la consciencia individual del ser humano, que en las primeras etapas es más animal que divina, debido al predominio del cuerpo animal con sus instintos y tendencias. H. P. B. define al ser humano con exactitud como “un animal más un Dios”. Posteriormente, el individuo es más estrictamente humano, pues no es ni esencialmente animal ni totalmente divino, sino que fluctúa entre las dos etapas, convirtiendo así el reino humano en el gran campo de batalla entre los pares de opuestos, entre el impulso y la atracción del espíritu y la seducción de la materia o madre-naturaleza, y entre lo que se denomina el yo inferior y el ser espiritual.

e.    Consciencia grupal, es la consciencia de las grandes sumas o totalidades, alcanzada por la persona, desarrollando ante todo su consciencia individual, summum de las vidas de sus naturalezas animal, emocional y mental, además de la chispa de divinidad que mora dentro de la forma que aquellas producen. Luego viene la percepción de su grupo, especificado en ese grupo de discípulos que trabaja dirigido por algún Maestro, y que para él representa la Jerarquía. La Jerarquía puede ser definida como la totalidad de los hijos de los humanos que ya no están centrados en la autoconsciencia individualizada, sino que han entrado en una comprensión más amplia, la de la vida planetaria grupal. Hay etapas en esta comprensión, que van desde ese ínfimo reconocimiento grupal del discípulo en probación, hasta la plena percepción grupal de la vida en Quien todas las formas tienen su ser, la consciencia del Logos planetario, ese “Espíritu ante el Trono”, manifestándose a través de la forma de un planeta, [i39] así como el ser se manifiesta por medio de su forma en el reino humano.

El alma, por lo tanto, podría ser considerada como sensibilidad unida y percepción relativa, de lo que está detrás de la forma de un planeta y de un sistema solar, los cuales constituyen la suma total de las formas, orgánicas o inorgánicas, según las diferencia el materialista. El alma, aunque constituye una gran totalidad, está, sin embargo, limitada en su expresión por la naturaleza y la cualidad de la forma en que reside y, en consecuencia, hay formas que responden y expresan altamente el alma y otras que -debido a su densidad y a la cualidad de los átomos que las componen- son incapaces de reconocer los aspectos superiores del alma o expresar algo más que su vibración, tono o color inferiores. Lo infinitamente pequeño es reconocido, lo infinitamente vasto se supone, pero será considerado como un concepto hasta el momento en que la consciencia del ser humano sea incluyente además de excluyente. Este concepto será comprendido cuando se haga contacto con el segundo aspecto, y los humanos comprendan la naturaleza del alma. Debe recordarse también que, así como la triplicidad básica de la manifestación se expresó simbólicamente en el ser humano como su cuota de energía (energía física), su sistema nervioso y su conjunto corpóreo, así también el alma puede ser conocida como una triplicidad, analogía superior de lo inferior.

En primer lugar existe lo que se podría llamar la voluntad espiritual -esa cuota de la voluntad universal que puede expresar cualquier alma, siendo adecuada para permitir al ser espiritual colaborar con el plan y con el propósito de la gran vida en la que tiene su ser. Existe asimismo la segunda cualidad del alma que es el amor espiritual, cualidad de consciencia grupal, de inclusividad, de mediador, de atracción y de unificación. Esta es la característica preponderante del alma, y solo ella la posee [i40] como factor dinámico. El espíritu o mónada, es principalmente la expresión de la voluntad, teniendo el amor y la inteligencia como principios secundarios; la naturaleza corporal, la personalidad, se distingue predominantemente por la inteligencia; pero el alma tiene, en forma destacada, la cualidad del amor que se manifiesta además como sabiduría cuando la inteligencia de la naturaleza corporal está fusionada con el amor del alma. La siguiente clasificación aclarará este concepto.

Mónada.................... Voluntad.................... Propósito
 

1er. Aspecto

2do. Aspecto

3er. Aspecto

Voluntad, que permite a la mónada participar en el propósito universal.

Amor, energía vertida en el alma, que la convierte en lo que es.

Inteligencia, transmitida vía el alma y llevada a la manifestación por intermedio del cuerpo.

Alma.................... Amor.................... Método
 

1er. Aspecto

Voluntad, mantenida en pasividad, expresada en el aspecto mental de la personalidad y del kundalini, que al ser despertado correctamente, posibilita las iniciaciones finales en la consciencia de la mónada.

2do. Aspecto

Amor, fuerza dominante de la vida del alma; mediante su posesión y tipo de energía, el alma puede estar en relación con todas las almas. Por medio del cuerpo emocional ella puede estar en contacto con todas las almas animales o subhumanas, a través de su actuación en su propio plano, con las almas en meditación de todos los seres humanos, y por intermedio del principio budi, con el segundo aspecto de la mónada.

3r. Aspecto

Conocimiento. Este aspecto es puesto en contacto con la inteligencia de todas las células en el triple mecanismo corpóreo.

Un detenido estudio de lo que antecede, evidencia la actuación del alma como mediadora entre la mónada y la personalidad.

La personalidad oculta en sí misma, como un estuche, [i41] la joya, ese punto de luz del alma llamada la luz en la cabeza. Se halla dentro del cerebro, y solo se descubre y más tarde se utiliza, cuando el aspecto superior de la personalidad, la mente, está desarrollado y activo. Entonces tiene lugar la unión de la mente con el alma, actuando esta a través de la naturaleza personal inferior.

El alma oculta dentro de sí, como la “joya en el loto”, ese don de energía dinámica atributo manifestado de la mónada, la voluntad. Cuando el alma haya desarrollado todos sus poderes y aprendido a incluir dentro de su consciencia todo lo comprendido en “las miríadas de formas que adopta el Ser”, entonces es posible a su vez un estado superior o más incluyente, y la vida del alma será reemplazada por la vida monádica. Esto implica la capacidad de conocer, de amar y de participar en los planes de una vida que tiene el poder de incluir en su radio de consciencia, no solo la suma total de las vidas y la consciencia de la vida del Logos de nuestro planeta, sino todas las vidas y consciencias dentro de nuestro sistema solar. La naturaleza de esta percepción solo la puede comprender el ser humano que ha llegado al conocimiento del alma. En esta época hay gran necesidad de expertos en la vida del alma y de grupos de hombres y mujeres que, al emprender el gran experimento y la gran transición, agreguen su testimonio a la verdad de las afirmaciones de los místicos y ocultistas de todos los tiempos.