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QUINTA CONFERENCIA

QUINTA CONFERENCIA

LA EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA

[i97] La semana pasada analizamos, en forma inadecuada, la evolución del hombre, el pensador, el morador de los cuerpos, que los utiliza mediante el ciclo de evolución. Vimos que constituía el resumen de las evoluciones precedentes. En dos conferencias anteriores, nos preparamos para el estudio de esa evolución, considerando primero la sustancia o materia atómica, antes de ser utilizada para construir la forma, o el átomo diminuto antes de ser incorporado a determinado vehículo. Después, estudiamos la construcción de las formas, por medio de la gran ley de atracción que agrupa a los átomos, haciendo que se adhieran y vibren al unísono, produciendo una forma o un conglomerado de átomos. Reconocimos que, en la sustancia atómica, había un aspecto de la Deidad y de la fuerza central o energía del sistema solar, manifestándose como el aspecto inteligencia, y vimos manifiesta, en el aspecto forma de la naturaleza, otra cualidad de la Deidad, la de amor o atracción, fuerza cohesiva que mantiene [i98] la unidad de la forma. Después, nos ocupamos del ser humano u hombre, y observamos que reúne los tres aspectos divinos, y lo reconocimos como la voluntad central, manifestándose mediante una forma compuesta de átomos, expresando las tres cualidades de Dios, inteligencia, amor-sabiduría y voluntad o poder.

         Hoy, nos apartaremos del aspecto materia de la manifestación, tratado ya, y entraremos a considerar la conciencia de la forma. Notamos que el átomo puede considerarse como la Vida central manifestada por medio de la forma esferoidal, expresando la facultad mental; el átomo humano también puede ser considerado como una vida central positiva, que utiliza una forma y denota las distintas cualidades ya enumeradas; dijimos que, si nuestra hipótesis sobre el átomo era correcta y si estábamos en lo cierto, al considerar al ser humano como un átomo, podríamos entonces aplicar este primer concepto al planeta y decir que, en el átomo planetario, reside una excelsa Vida manifestada a través de una forma, denotando cualidades específicas al llevar a cabo una meta específica; por último, extendimos este concepto a la gran esfera del sistema solar y a la Deidad que mora en ella.

          Ahora nos ocuparemos de la cuestión de la conciencia; estudiaremos brevemente el problema y la [i99] reacción de la vida en la forma. Si con esto les proporciono unas pocas ideas generales de acuerdo con lo dicho anteriormente, colocaré un ladrillo más sobre la estructura que trato de erigir.

          La palabra conciencia deriva de dos palabras latinas: con, con, y scio, saber, y literalmente significa "aquello por lo cual conocemos". Los diccionarios definen la conciencia como "el estado de ser consciente" o la condición de percibir, la capacidad de responder a los estímulos, de reconocer contactos y el poder de sincronizar vibraciones. Estas frases pueden ser incluidas en cualquier definición de la conciencia, pero lo que quiero acentuar ahora es la que proporciona el Standard Dictionary, ya mencionado. Al pensador común que consulta la mayoría de los textos que se ocupan del tema, le resultará confuso, porque fragmentan la conciencia y el estado de ser consciente en varias divisiones y subdivisiones hasta llegar a confundirlos. Sólo trataremos, hoy, de tres tipos de conciencia, a saber: conciencia absoluta, conciencia universal y conciencia individual. De los tres, sólo dos pueden definirse más o menos con claridad.

            [i100] Para el pensador común es prácticamente imposible conocer la conciencia absoluta. Un autor la define como "la conciencia en que existe todo, tanto lo posible como lo actual" y concierne a todo lo que puede concebirse como que ocurrió, está ocurriendo u ocurrirá. Posiblemente, ésta es la conciencia absoluta, y desde el punto de vista humano, es la conciencia de Dios, que contiene en sí el pasado, el presente y el futuro. Por lo tanto, ¿qué es la conciencia universal? Se podría definir como la conciencia que piensa en tiempo y espacio, conciencia con ideas de ubicación y sucesión, involucradas en sí, o, en realidad, conciencia grupal, el grupo mismo formando una unidad mayor o menor. Finalmente, la conciencia individual puede definirse como esa medida de conciencia universal, que la unidad separada puede alcanzar y concebir de sí misma.

          Para comprender estas vagas expresiones de conciencia absoluta, conciencia universal y conciencia individual, será de ayuda si trato de ilustrarlas. Vimos, en anteriores conferencias, que el átomo debe ser considerado en el cuerpo humano como una minúscula entidad, una diminuta vida inteligente y una microscópica esfera activa. Tomemos, ahora, la pequeña célula como punto de partida y obtendremos, por su intermedio, algún concepto de lo que son estos tres tipos de conciencia, [i101] observándolos desde el punto de vista del átomo y del hombre. Para el pequeño átomo en el cuerpo del ser humano, la conciencia individual sería su propia vida vibratoria, su actividad interna y todo cuanto específicamente le concierne. Para la pequeña célula, la conciencia universal podría ser la conciencia de todo el cuerpo físico, observándolo como la unidad que incorpora al átomo.

          Para el átomo, la conciencia absoluta sería la conciencia del ser humano pensante que energiza el cuerpo, lo cual resultaría, para el átomo, algo tan remoto, desde su propia vida interna, que le sería prácticamente inconcebible e incognoscible; sin embargo, arrastra, dentro de la línea de su voluntad, a la forma y al átomo que está en la forma y a todo lo que ello concierne. Esto puede aplicarse al ser humano, viéndolo como un átomo o célula del cuerpo de una excelsa Entidad, de ahí que podamos aplicar este concepto a tres tipos de conciencia. Sería inteligente descender y ocuparnos de cosas más prácticas que la conciencia absoluta.

         

        La ciencia occidental va acercándose, gradualmente, a la conclusión de la filosofía esotérica de Oriente, que no sólo reconoce la conciencia en el hombre y en el animal, sino también en el vegetal y el mineral, y que la auto-conciencia debe considerarse como la [i102] consumación del desenvolvimiento evolutivo de la conciencia en los tres reinos inferiores. Quizás sea posible, en el breve tiempo que me queda, encarar ese estudio fascinador del desarrollo de la conciencia, en los reinos animal y vegetal, y su aparición en el reino mineral, así descubriríamos que, incluso los minerales, manifiestan vestigios de conciencia y de reacción a los estímulos, que dan señales de fatiga y que es posible envenenar un mineral y matarlo como se hace con un ser humano. La realidad de que las flores tienen conciencia se está aceptando rápidamente, y se publican artículos muy interesantes sobre la conciencia de las plantas, abriendo un amplio campo de reflexión.

         Hemos visto que, respecto a la materia atómica, lo único que podemos afirmar con seguridad es que denota inteligencia, poder de seleccionar y discriminar. Éste es el rasgo predominante de la conciencia al manifestarse por medio del reino mineral. En el reino vegetal, aparece otra cualidad, la de sensación o sensibilidad rudimentaria, que responden en forma distinta de la del mineral. En el reino animal, aparece una tercera reacción, el animal no sólo demuestra señales de sensación en un grado elevado, análogamente a la respuesta del reino vegetal, sino que manifiesta señales de intelecto o mente embrionaria. El instinto es una facultad que poseen todos los animales, y [i103] las palabras instinto e instigación derivan de la misma raíz. Cuando el poder de instigación se inicia en la forma animal, es signo de que la mentalidad embrionaria comienza a manifestarse.

        En estos reinos, existen distintos grados y tipos de conciencia, mientras que, en el hombre, tenemos los primeros síntomas de la autoconciencia o facultad con que el ser humano se hace consciente de que es una entidad separada, el impulso inmanente en el cuerpo, que está en proceso de hacerse consciente a través de dicho cuerpo. Esto ha sido enseñado, en Oriente, a través de las épocas, y "la filosofía esotérica también enseña que todo vive y es consciente, pero que no toda vida y conciencia es similar a la humana", y además hace resaltar que "existieron extensos intervalos entre la conciencia del átomo y de la flor, la de la flor y el hombre, la de éste y Dios". Según dijo Browning: "En el ser humano comienza nuevamente la tendencia hacia Dios". El ser humano no es un Dios, sino un Dios en ciernes; está labrando la imagen de Dios, y algún día la producirá a la perfección. Se esfuerza en manifestar la triple vida divina subjetiva, mediante la objetiva.

      El método del desarrollo evolutivo de la conciencia de un ser humano es la repetición, en una vuelta más elevada de la espiral, de las dos etapas observadas en la evolución del [i104] átomo, la de la energía atómica y la de coherencia grupal. Actualmente podemos ver, en el mundo, a la familia humana en la etapa atómica, manifestación que conduce a una meta aún no lograda, la etapa grupal.

      A quienes están interesados por la facultad de percepción y habitualmente observan lo que sucede a su alrededor, les resulta evidente los distintos grados de mentalidad que vemos en todas partes y los tipos variados de conciencia que existen entre los seres humanos. Conocemos individuos alertas, despiertos, que se dan cuenta de todo lo que sucede; agudamente conscientes, responden a los distintos tipos de corrientes mentales en los asuntos humanos; perciben contactos de todo tipo; otros individuos parecen estar dormidos, nada les interesa, totalmente inconscientes a los contactos, están todavía en la etapa de la inercia y son incapaces de responder a los estímulos externos, pues no se hallan mentalmente despiertos. También lo observamos en los niños; algunos responden rápidamente y otros, en cambio, parecen tontos. No es que realmente unos sean más estúpidos que otros, sino que, sencillamente, se debe a la etapa interna de evolución del niño, a que encarnaron con más frecuencia y a que se dedicaron durante períodos más prolongados a ser conscientes.

         Consideremos ahora las etapas del átomo y de la forma, y veamos cómo se desarrolla la conciencia humana, teniendo en cuenta [i105] que, en el átomo humano, está acumulado todo lo adquirido en los tres reinos inferiores de la naturaleza, en las primeras etapas. El ser humano es el beneficiario de ese vasto proceso evolutivo que quedó atrás. Comienza con lo adquirido, latente en él. Es autoconsciente y tiene, ante sí, una meta definida, el logro de la conciencia grupal. El logro de la autoconciencia constituye la meta para el átomo sustancia. La finalidad para el ser humano consiste en adquirir mayor conciencia y un campo más amplio.

           La etapa atómica que estamos considerando, es peculiarmente interesante, interesante porque, en ella, se halla la mayoría de la humanidad. Pasamos allí el       período indispensable de la auto-centralización, ciclo en el cual el ser humano se ocupa principalmente de sus propios asuntos, de lo que le interesa, y vive intensamente su propia vida interna vibratoria. Durante un largo período, y quizás también en la actual etapa (creo que nadie debe ofenderse si no ha alcanzado la perfección ni la meta), somos intensamente egoístas, y sólo nos interesamos mentalmente de lo que sucede en el mundo y, probablemente, lo hacemos por compasión o desagrado, o porque es común. [i106] A pesar de esta actitud mental, ponemos la atención en lo que atañe a nuestra vida individual. Estamos en la etapa atómica y somos intensamente activos respecto a nuestros problemas personales. Si observamos las multitudes en las calles de una gran ciudad populosa, veremos, por todas partes, personas en la etapa atómica, centradas en sí mismas, preocupadas únicamente en sus negocios, procurando sus propios placeres, deseando sólo divertirse, e incidentalmente preocupadas en los asuntos que conciernen al grupo. Esta etapa es necesaria y protectora, de esencial valor para cada ente de la familia humana. Su comprensión nos hará pacientes con nuestros hermanos que, con tanta frecuencia, nos provocan irritabilidad.

         ¿Cuáles son los dos factores, por cuyo intermedio evolucionamos dentro y fuera de la etapa atómica? Durante muchos siglos, en Oriente, se ha considerado que el proceso de evolución es dual. Se le ha enseñado al ser humano que evoluciona y llega a ser consciente, primeramente, por medio de los cinco sentidos, después, por el desarrollo de la facultad de discernimiento, conjuntamente con el desapasionamiento. En Occidente, hemos dado importancia a los cinco sentidos, y no se ha enseñado el discernimiento, tan esencial. Si observamos el desarrollo de un niño, advertiremos, por ejemplo, que primeramente desarrolla los cinco sentidos en una [i107] secuencia ordenada. El primer sentido es el oído; oye algún ruido y mueve la cabeza. Después, el tacto, y empieza a palpar con las manos. Le sigue la vista, no es que el niño no vea o nazca ciego como los gatos, sino que transcurren varias semanas antes de ver y reconocer conscientemente los objetos. La facultad ha estado latente en espera de su realización. Así sucede con las expansiones graduadas de conciencia y los conocimientos que tiene, ante sí, el hombre.

        En estos tres principales sentidos: oído, tacto y vista, tenemos una interesante analogía y una relación con la triple manifestación de la Deidad: el yo, el no-yo y la relación entre ambos. El yo oye y responde ocultamente a la vibración y se reconoce a sí mismo. Se hace consciente del no-yo y de su tangibilidad por medio del tacto, pero hasta que se haya actualizado la visión o reconocimiento consciente, no se establece la relación entre ambos. El yo utiliza otros dos sentidos, el gusto y el olfato, al hacer sus contactos, pero no son tan esenciales como los tres primeros para desarrollar la percepción inteligente. Por medio de los cinco sentidos, podemos efectuar cuantos contactos son posibles en el plano físico; por ellos aprendemos, crecemos, somos conscientes, nos desarrollamos, [i108] evolucionan los grandes instintos y se constituyen los sentidos protectores, que no sólo nos permiten relacionarnos con nuestro medio ambiente, sino que nos protegen del mismo.

            En consecuencia, habiendo llegado a ser unidades inteligentes, por medio de los cinco sentidos, y expandida, por su intermedio, la conciencia, llegamos a un punto crítico donde aparece otro factor: el discernimiento inteligente. Aquí me refiero al discernimiento manifestado por la unidad autoconsciente, esa elección consciente evidenciada por ustedes y yo, que forzosamente utilizaremos cuando el poder de la evolución nos impulse hacia el punto, en que aprenderemos a diferenciar entre el yo y el no-yo, lo real y lo irreal, entre la vida dentro de la forma, y la forma que ésta utiliza, y entre el conocedor y lo conocido. He aquí la finalidad de la evolución, el logro de la conciencia del verdadero yo por medio del no-yo.

            Atravesamos un largo período o ciclo de muchas vidas, donde nos identificamos con la forma y estamos tan unificados con el no-yo, que no vemos la diferencia, ocupándonos totalmente de las cosas transitorias y pasajeras. Esta identificación con el no-yo, trae dolores, insatisfacciones y sufrimientos en el mundo; sin embargo, debe recordarse que, por medio [i109] de la reacción del yo sobre el no-yo, aprendemos inevitablemente y nos apartamos, finalmente, de lo no permanente y lo irreal. Este ciclo de identificación con lo irreal va paralelo a la etapa de la conciencia individual. Así como el átomo de la sustancia debe abrirse camino hacia una forma y contribuir a vitalizar a una unidad mayor, también mediante la evolución de la conciencia, el átomo humano debe llegar a un punto, en que reconozca su lugar en el Todo mayor, y cargar su responsabilidad en la actividad grupal. Tal es la etapa a la que se acercan muchos individuos de la familia humana. La gente comprende, como nunca hasta ahora, la diferencia entre lo real y lo irreal, lo perecedero y lo permanente. Por medio del dolor y el sufrimiento, reconoce que el no-yo es insuficiente, y busca, externa e internamente, algo que satisfaga más adecuadamente sus necesidades.

            Muchos anhelan hoy conocerse a sí mismos, hallar el reino de Dios en su interior y, mediante la Ciencia Mental, el Nuevo Pensamiento y el estudio de la psicología, llegarán a ciertos conocimientos que serán de inestimable valor para la raza humana. Por lo tanto, hay indicios de que llega rápidamente la etapa de la forma y los hombres pasan, del período atómico, a algo infinitamente mejor y más grande. Comienza el hombre [i110] a sentir las vibraciones de esa excelsa Vida, de cuyo cuerpo es un átomo; empieza, en pequeña escala, a responder conscientemente al magno llamado y a descubrir posibles canales, mediante los cuales podrá comprender a esa excelsa Vida que presiente, pero que no conoce aún. Si persiste en ello, hallará al grupo al que pertenece, entonces, cambiará su centro. Ya no estará limitado por su propio y pequeño muro atómico, sino que irá más allá, convirtiéndose, a su vez, en parte consciente, inteligente y activa del Todo mayor.

            ¿Cómo se produce este cambio? La etapa atómica se desenvolvió, por medio de los cinco sentidos y la aplicación de la facultad discernidora. La etapa en que el hombre alcanza la comprensión grupal y llega a participar conscientemente de las actividades del grupo, se logra de dos maneras: por medio de la meditación y por una serie de iniciaciones. Al emplear la palabra meditación, no indico lo que generalmente se entiende por ella, un estado mental receptivo, negativo o de trance. Existe un concepto erróneo sobre lo que es realmente la meditación, y se practica una pseudo meditación que, hace poco, fue verazmente descrita por alguien que dijo "cierro los ojos, abro la boca y espero que suceda algo". La verdadera [i111] meditación requiere una intensa concentración mental, un máximo control del pensamiento y una actitud equilibrada, que no es negativa ni positiva, sino un punto de equilibrio entre ambos extremos. Las Escrituras orientales describen, a quien practica la meditación para obtener resultados, con las siguientes palabras, cuya consideración proporcionará ayuda e iluminación: "El Maha Yogi, el gran asceta, en quien está centrada la máxima perfección de penitencia austera y de meditación abstracta, y por la cual alcanza poderes ilimitados y obra milagros y prodigios, adquiere el supremo conocimiento espiritual y llega finalmente a la Unión con el excelso espíritu del universo". Aquí se sostiene que la unión con la Vida grupal es el resultado de la meditación y no puede lograrse de otra manera.

            La verdadera meditación (cuyas etapas preliminares son la concentración y la dedicación en cualquier línea determinada de pensamiento) diferirá según el individuo y el tipo. El individuo religioso, el místico, enfocará su atención en la vida que reside en la forma, en Dios, en Cristo, o en lo que para él encarne su ideal. El comerciante, el profesional que, durante horas de trabajo, se centraliza en su negocio y enfoca su atención en los problemas [i112] que debe resolver, aprende a meditar; posteriormente, cuando entra en el aspecto espiritual de la meditación, descubrirá que ha recorrido la parte más ardua del camino. Quien lee un libro difícil y se esfuerza, con todo su poder mental, en comprender el sentido de las palabras, medita hasta donde le es posible en ese momento. Digo esto para alentarlos, pues vivimos en una época en que hay muchos libros que se refieren a la meditación. Todos presentan algún aspecto de la verdad y pueden ser de ayuda, pero no contienen lo mejor para el individuo. Debemos descubrir nuestro propio método de concentración, cerciorarnos de cuál es nuestro método de acercarnos a lo interno y estudiar qué es la meditación.

          Sería conveniente hacer aquí una advertencia. Debe desconfiarse de las escuelas y métodos que combinan la meditación con los ejercicios de respiración, enseñan diferentes posturas físicas y enfocan la atención en determinados órganos o centros físicos. Quienes siguen estos métodos, van hacia el fracaso y, además de los peligros físicos que entrañan y de los riesgos de locura y desórdenes nerviosos, se ocupan de la forma, que es una limitación, y no del espíritu, que es la vida. Por este camino, nunca se llegará a la meta. [i113] Para la mayoría de nosotros la concentración intelectual, resultado del control de la mente y de la capacidad de pensar con claridad, y sólo sobre lo que queremos, debe preceder a la verdadera meditación, algo que muy pocos conocen. No me es posible explayarme sobre la verdadera meditación, la cual dará por resultado un cambio definido en la polarización, abriéndole al hombre un campo de experiencias hasta ahora insospechado, revelándole contactos que aún no conoce, y permitiéndole hallar el lugar que le corresponde en el grupo. Ya no estará recluido entre las paredes de su vida personal, sino que comenzará a fusionar esa vida en la totalidad mayor. Ya no se ocupará de sus intereses egoístas, sino que atenderá los problemas del grupo. No empleará el tiempo en cultivar su propia identidad, sino que procurará comprender esa Identidad mayor de la cual es parte.

         En realidad, esto es lo que los seres humanos avanzados comienzan más o menos a hacer. Por poco que lo comprenda el hombre común, los grandes pensadores, como Edison y otros, solucionaron sus problemas por medio de la meditación. Por la concentración reflexiva, la constante recapitulación y la intensa aplicación a la línea particular de pensamiento que les interesa, obtienen resultados, extraen de las reservas internas de inspiración y poder, y permiten que desciendan, de [i114] los niveles superiores del plano mental, resultados benéficos para el grupo. Cuando hayamos efectuado cierta medida de trabajo en la meditación, y hayamos cultivado el interés por el grupo y no el propio, cuando desarrollemos un cuerpo físico fuerte y sano, y controlemos el cuerpo emocional para que no nos arrastre el deseo, y el cuerpo mental sea nuestro instrumento y no nuestro amo, entonces, conoceremos el verdadero significado de la meditación.

     Cuando el ser humano, por la meditación, ha establecido contacto con su grupo al cual pertenece, y es cada vez más consciente del grupo, entonces, se halla en la etapa en que puede recibir una serie de iniciaciones, según se las denomina, que son simplemente expansiones de conciencia obtenidas con la ayuda de Quienes alcanzaron la meta, están identificados con el grupo y son parte consciente del cuerpo del Ser Humano Celestial. Con la asistencia de estos Seres y su participación, el ser humano despertará gradualmente al conocimiento que Ellos poseen.

         Existe un gran interés sobre el tema de la iniciación y se ha destacado mucho, quizá demasiado, su aspecto ceremonial. Conviene recordar que cada gran desenvolvimiento de la conciencia es una iniciación, [i115] y cada paso adelante, en el camino de la percepción, es también una iniciación. Cuando el átomo de sustancia entró a constituir parte de una forma, fue una iniciación para el átomo, conoció otro tipo de fuerza y se extendió su campo de contacto. Cuando la conciencia de los reinos vegetal y animal se fusionó y pasó del reino inferior al superior, constituyó una iniciación; cuando la conciencia del animal se expandió hacia la conciencia del ser humano, tuvo lugar una iniciación aún mayor. Se entra en los cuatro reinos, a través de una iniciación o expansión de conciencia.

         La familia humana tiene, ante sí, un quinto reino o espiritual, en el cual se ingresa mediante cierta iniciación, según se infiere de la lectura de El Nuevo Testamento. En todos estos casos, la iniciación se logró con la ayuda de Quienes tienen conocimiento. De manera que, en el esquema evolutivo, no hay grandes separaciones entre un reino y otro, un estado de percepción y otro, sino un desarrollo gradual de conciencia, donde cada uno de nosotros desempeñamos y desempeñaremos nuestra parte. Si recordamos la universalidad de la iniciación, obtendremos un punto de vista proporcionado. Cada vez que somos más conscientes de nuestro medio ambiente y aumenta nuestro contenido mental, es una iniciación en pequeña escala. Cada vez [i116] que nuestro horizonte se dilata y pensamos y vemos con más amplitud, es una iniciación. En esto reside el valor de la vida y la magnitud de nuestra oportunidad.

         Aquí deseo señalar que toda iniciación debe ser autoiniciada. Esa etapa final, donde recibimos ayuda definida de fuentes externas, no se debe a que los Grandes Seres ansían ayudarnos, llegar a nosotros y tratar de elevarnos; llega porque hemos realizado el trabajo necesario y nada puede evitar recibirla, pues nos corresponde por derecho. Quienes llegaron a la perfección, pueden y quieren ayudar, pero Sus manos están atadas si no hemos desempeñado nuestra parte en la tarea. Por lo tanto, nada de lo hecho se pierde para acrecentar nuestra utilidad en el mundo, mejorar nuestros cuerpos, adquirir dominio propio y equipar el cuerpo mental. Este ingreso en el cúmulo total traerá algún día una gran revelación; cada hora y cada día, el esfuerzo acrecentará la oleada de energía que llevará al portal de la iniciación. El significado de iniciación es "entrar en". Simplemente significa que iniciado es quien ha dado los primeros pasos hacia el reino espiritual y ha recibido la primera serie de revelaciones espirituales, cada una de las cuales es la clave de una revelación mayor.