Navegar por los Capítulos de este Libro

CAPITULO VI. ETAPAS DE LA MEDITACIÓN (Continuación)

CAPÍTULO VI. ETAPAS DE LA MEDITACIÓN (Continuación)

Milarepa finalmente se desprendió de la Doble Sombra y se remontó al Espacio Espiritual hasta que alcanzó la Meta, donde todas las doctrinas se fusionan, unificándose... Habiendo fusionado las ideas y conceptos en la Causa Primera, (él) había eliminado la Ilusión de la Dualidad.

Rechung (extraído del libro El Tibetano)

[i119] Hemos llevado a cabo la práctica de la meditación, de acuerdo a lo que podrían llamarse líneas seculares, porque implica el empleo de la mente, y aunque se supone que el tema de la meditación ha sido religioso, los mismos resultados se hubieran alcanzado con un tema puramente mundano, como objeto o «pensamiento simiente» de la misma. Nuestra finalidad ha sido educar la mente a mantenerse atenta en una idea elegida. Por lo tanto, nos hemos ocupado de lo que legítimamente podría llamarse parte del proceso educativo.

Aquí es donde se evidencia la divergencia entre los métodos oriental y occidental. Una de estas escuelas enseña, antes que nada, a controlar el mecanismo del pensamiento, a descubrir su existencia principalmente por la falta de control y, luego, mediante la concentración y la meditación, a adquirir la facilidad de obligar a la mente a centralizarse en cualquier dirección. Otras escuelas enseñan que poseemos algo denominado mente, y comienzan a llenarla de información y a entrenar la memoria para que tenga retentiva, y el estudiante disponga fácilmente de su contenido. Son [i120] relativamente pocos los que de esta etapa pasan al correcto empleo de la mente, interesándose profundamente en alguna ciencia o modo de vida, pero la mayoría nunca consigue controlarla. Los métodos educativos tales como los actuales, no enseñan al estudiante esta técnica preliminar, de ahí la gran confusión que existe acerca de la naturaleza de la mente y la diferenciación entre la mente y el cerebro.

Si el cerebro y las células cerebrales son todo lo que hay, la posición del pensador materialista, cuando dice que el pensamiento depende totalmente de la calidad de las células cerebrales, es lógica y correcta. La parte que el cerebro juega está hábilmente expuesta en la obra de Ludwig Fischer La Estructura del Pensamiento:

«El perfeccionamiento del proceso de captación depende principalmente de la estructura y del funcionamiento de cierto órgano que recibe y relaciona las diferentes impresiones de los sentidos y retiene además, parcialmente, los vestigios de impresiones anteriores, permitiéndoles indirectamente entrar en acción. Este órgano es el cerebro, con sus ramificaciones y órganos subsidiarios. El perfeccionamiento de la estructura y el funcionamiento de este órgano, determinan la perfección con que podemos lograr deliberadamente el intento de producir una representación de la complejidad del Todo, empleando las formas específicas de la percepción sensorial que están a nuestra disposición...

«El cerebro permite tener una intuición y captación intelectual de la complejidad del mundo. La manera en que esto se produce depende de la excesivamente complicada estructura interna de este órgano y su relación recíproca con otras partes del Todo, relación que tiene muchas graduaciones». [lxvii] 68

[i121] Si la percepción y la captación sensorial con el consiguiente racionalismo y la institución del subsiguiente proceso mental tienen su origen en el cerebro, entonces el Dr. Sellars tiene razón en su libro cuando dice que se puede considerar a la mente como «categoría física» y que «con ello deberíamos querer decir los procesos nerviosos que se expresan como conducta inteligente». [lxviii] 69

Pero este concepto no satisface a la mayoría de los pensadores, y muchos de ellos, pertenecientes a otras escuelas ––que no son puramente materialistas–– afirman que hay algo más que la materia y consideran a la mente como distinta del cerebro; sostienen la hipótesis de que es una realidad subjetiva sustancial, capaz de utilizar el cerebro como terminal de expresión, susceptible de ser impresionado para expresar los conceptos e intuiciones que un hombre puede utilizar conscientemente. Lo que consideramos no es en manera alguna una facultad supernormal o la posesión de un mecanismo especializado, por unos pocos privilegiados; la mente debería ser empleada por las personas cultas, y al finalizar el proceso educativo (llevado a cabo en los años de formación) el hombre debería poseer una facultad que comprenda y emplee a voluntad. El Dr. Mac Dougall indica que la actividad mental (usualmente inconsciente) puede ser subnormal, normal o supranormal.  [lxix 70 En el primer caso se tendrá al idiota o tonto, en el segundo, al ciudadano común inteligente, [i122] cuya mente es un teatro, o más bien un cinematógrafo que registra todo lo que se presenta; finalmente, descubrimos en el tercer caso las contadas almas cuya consciencia está iluminada y cuyas mentes registran lo que está oculto para la mayoría. Con estas últimas nada tenemos que ver. Son el producto de las etapas finales de la meditación —la contemplación y la iluminación. La concentración y la meditación se refieren específicamente a la mayoría y a los normales.

En Oriente, y muchas personas en Occidente, consideran la mente como algo separado y distinto del cerebro. El Dr. C. Lloyd Morgan cita a Descartes, donde dice «existe realmente (1) sustancia corpórea (res extensa) y (2) sustancia mental o pensante (res cogitans), pero para existir necesitan la ayuda de Dios... Aparte de esta dependencia común de Dios, ninguna de las dos depende de la otra».[lxx] 71 El Dr. Morgan resume su propio punto de vista como sigue:

«El espíritu no es en manera alguna separable de la vida y de la mente, ni éstas lo son de aquél. Lo que se da como contemplación reflexiva es un plan mundial de acontecimientos naturales. Mantengo que este plan mundial es una manifestación del propósito divino... Además, somos manifestaciones del espíritu que se ‘revela’ en nosotros. Cada uno de nosotros es una vida, una mente y un espíritu —un ejemplo de vida como expresión del plan mundial, y de mente como expresión distinta de ese plan mundial del espíritu, en lo que la sustancia de ese plan mundial se revela en nosotros... Esta revelación es sólo parcial, pues cada uno de nosotros es sólo un ejemplo [i123] individual de lo que en plena manifestación es universal». [lxxi] 72

Dios revela su propósito mediante la actividad de la forma. Lo mismo hace a través de la actividad de la mente, que a su vez impresiona al cerebro, sintonizado al punto de receptividad. Más tarde la mente responde a una iluminación que emana del aspecto espíritu, lo cual se considerará más adelante. Esto se acerca mucho al punto de vista oriental, que supone la «sustancia mental» puesta en actividad desde el mundo externo de la actividad humana por medio de los sentidos, las emociones y otras mentes. Esta intensa actividad de la sustancia mental debe ser definidamente contrarrestada por la concentración y la meditación, si se quiere que la mente alcance una condición en que se pueda reenfocar y reorientar hacia otro campo de percepción y otro orden de ideas. Por lo tanto, para el esoterista, el objeto de la meditación (llevada a las etapas finales) es que la mente cese de registrar toda forma de actividad, no importa cuán elevada sea, y en cambio empiece a registrar impresiones que emanan de ese factor, en constante manifestación, llamado (a falta de términos más adecuados) la Mente de Dios, la Mente Universal. Esta mente se caracteriza por un sentido de plenitud y de síntesis.

Toda la historia evolutiva de la humanidad puede considerarse desde el ángulo de este concepto del Plan y podría verse que el foco de interés se cifra en una acrecentada consciencia en el hombre, de un Universo que [i124] es la revelación de una Vida y de una Deidad, y donde el género humano desempeña su parte en el Todo mayor. Ludwig Fischer llama nuestra atención al hecho de que todas nuestras facultades «están fundadas en algo misterioso inconsciente que domina el conjunto de nuestra vida intelectual», y señala la necesidad de lo que él llama elemento no racional, en las respuestas que damos a los complejos interrogantes de todos los días. Sus conclusiones respecto a la situación básica que el hombre debe enfrentar en relación con el pensamiento y con nuestro progreso hacia regiones más elevadas e irracionales, son exactas y concluyentes, y dice: 

«Sólo es posible un camino de avance. El camino se recorre bajo la guía de la intuición de las mentes cuya sensibilidad instintiva es mayor de lo común; sigue larazón analítica que consolida la posición y hace el camino practicable para el resto de la humanidad. El progreso hacia lo desconocido empieza con una hipótesis, y una hipótesis sólo es una estructura más o menos irracional, obtenida intuitivamente. Una vez establecida, se la compara en todas sus implicaciones con la experiencia, de manera que la hipótesis sea en lo posible comprobada y razonada».  [lxxii 73

Al estudiar el proceso del control de la mente llegamos a un punto en que debemos proseguir basados en una hipótesis. No obstante, será primeramente una hipótesis sólo para los de mente materialista, pues las conclusiones a que se llega y la esfera del conocimiento en que se penetra, han sido aceptadas como verdades y hechos probados, por muchos miles de personas en el trascurso de las edades.

He delineado un método, antiguo y probado, por el cual, según se afirma, la mente puede ser captada y utilizada a [i125] voluntad, y he indicado un medio por el cual se puede prescindir de los factores que han absorbido su atención hasta ahora, lo cual posibilita la entrada en un nuevo campo de percepción. Antes de continuar con las instrucciones será útil definir la hipótesis sobre la cual proseguiremos. Podemos expresarla de la manera siguiente:

Existe un reino del alma, llamado a menudo el reino de Dios, que en realidad es otro reino de la naturaleza, el quinto reino. La entrada en este reino es un proceso tan natural como lo ha sido, en el proceso de la evolución, el tránsito de la vida evolutiva de cualquier reino de la naturaleza a otro. Cuando los sentidos y todo lo que ellos imparten, están enfocados en ese «sentido común» que místicos como Meister Eckhart le adjudicaron a la mente, lo enriquecen y le abren muchos estados de percepción. Cuando pueden rechazarse estas actividades y la mente enriquecida y sensible puede a su vez reenfocarse, se convierte en un mecanismo sensible (un sexto sentido, si quieren); registra «las cosas del reino de Dios» y abre al hombre, en profunda meditación, estados de consciencia y esferas de conocimiento hasta entonces cerrados para él, pero que son parte del Todo y del contenido del mundo como cualquier otro campo de investigación. Esta es nuestra hipótesis y sobre ella proseguiremos. Teniendo en cuenta que la percepción instintiva ha cedido su lugar al conocimiento intelectual, ¿no sería posible que esta percepción intelectual sea, a su vez, trascendida y reemplazada por la consciencia intuitiva?

[i126] A esta altura de nuestro argumento y siendo quizás de valor dilucidar el tema de este libro, parecen necesarias ciertas proposiciones, y son tres:

Primero: En el largo proceso evolutivo que ha elevado al hombre de la etapa animal a la del ser humano, descubrimos que hemos llegado a la fase en que es consciente de sí mismo. Permanece en el centro de su propio mundo y el universo gira a su alrededor. Todo lo que ocurre se relaciona con él y sus asuntos, siendo el factor importante y el efecto que la vida y las circunstancias producen sobre él.

Segundo: A medida que el hombre acrecienta su conocimiento y percepción intelectual, el cerebro y la mente se coordinan. El primero es simplemente la herramienta o instrumento de los instintos entrenados y de la mente controlada, la cual extrae, de lo que se ha llamado «el contenido del subconsciente», de la memoria activa y del medio ambiente, lo que necesita para llevar adelante elproceso de vivir en un mundo exigente. El hombre se convierte en un ser humano eficiente y útil, y ocupa su lugar como célula consciente en el cuerpo de la humanidad. Comienza a comprender algo de las relaciones grupales, pero hay algo más.

Tercero: Desde las primeras etapas de la existencia humana hasta la del hombre superior altamente coordinado, ha existido siempre una consciencia de algo diferente, de un factor que está más allá de la conocida experiencia humana, y de una meta, búsqueda o deidad. Esta percepción sutil o indefinible, [i127] surge inevitablemente y hace que el hombre trate siempre de avanzar buscando aquello que la mente (tal como se la conoce), las circunstancias o el medio ambiente, no pueden proporcionarle. A esto se lo puede denominar la búsqueda de la certidumbre; el esfuerzo por lograr la experiencia mística o el impulso religioso, no importa cómo se lo denomine, está infaliblemente presente.

Estas tres proposiciones delinean someramente el camino que el hombre ha recorrido en su consciencia. Representan la condición en que se encuentra un vasto número de seres humanos en la actualidad —eficientes, intelectuales, bien informados, responsables, pero al mismo tiempo, descontentos. Dudan del futuro o enfrentan la inevitabilidad de la muerte; anhelan avanzar hacia una consciencia más amplia, llegar a una seguridad de las cosas espirituales y a la Realidad final. Este anhelo de una comprensión y conocimiento más amplios está siendo demostrado en gran escala en la actualidad, y la secuencia del crecimiento evolutivo, ya establecida, persiste aparentemente, y deberá persistir si queremos agregar otro reino o estado de consciencia a los ya alcanzados.

En este punto todas las grandes religiones del mundo ofrecen al individuo una senda de conocimiento y un proceso de desenvolvimiento capaz de apresurar, y apresura, el trabajo de desarrollo. El Dr. Rudolf Otto dice: «el hombre debe ser guiado y conducido a través de los caminos de su propia mente, por la consideración y discusión de los temas, hasta llegar a un punto en que [i128] el ‘nóumeno’ en él, empiece forzosamente a vibrar y a empezar en la vida y en la consciencia».[lxxiii] 74

La palabra nóumeno se dice que viene del latín numen, que significa poder divino sobrenatural y también «la captación religiosa específica e irracional y su objetivo, en todos sus niveles, desde los primeros síntomas imperceptibles donde la religión apenas puede decirse que existe, hasta las formas más excelsas de la experiencia espiritual”.[lxxiv] 75

Su traductor, el Dr. Harvey, profesor de filosofía en el Instituto Armstrong, añade que se desarrolla en el hombre una «creciente percepción de un objeto, deidad..., una respuesta, por así decir, al impacto de ‘lo divino’ en la mente humana revelándose en forma oscura o clara. El hecho primario es la confrontación de la mente humana con un Algo, cuyo carácter se aprende sólo gradualmente, pero que desde el principio se siente como una presencia trascendente, ‹el más allá›, hasta que es sentida como ‘el hombre interno’».[lxxv] 76

Mediante la atención al propósito de la vida, la concentración sobre el trabajo en la vida, el vivo interés en las ciencias que ocupan la atención de nuestras mejores mentes, y la meditación, tal como la practican algunos en la esfera religiosa, muchos han alcanzado ese punto en que ocurren dos cosas: una, la idea de lo santo, del Ser y de la relación con ese Ser, presentándose como factores dominantes en la vida; la otra, que la mente [i129] comienza a manifestar una nueva actividad. En vez de registrar y acumular en la memoria los contactos que los sentidos han comunicado, y de absorber esa información que, por medio de libros y de la palabra hablada, constituye la herencia cotidiana, se reorienta hacia un nuevo conocimiento y empieza a extraer de nuevas fuentes de información. El instinto y el intelecto han efectuado su trabajo; empieza entonces la intuición a desempeñar su parte.

Llegamos a este punto por la práctica de la meditación, de la cual nos hemos ocupado, y para la cual nos ha preparado la educación de la memoria y la clasificación del conocimiento mundial, los cuales han tenido ya su período preponderante. Para millares de personas constituye un nuevo esfuerzo. ¿No será posible que para esas almas que vienen hoy al mundo de la experiencia, sea insuficiente la antigua educación, con su entrenamiento de la memoria, los libros, las conferencias y la apropiación de los denominados hechos? Para ellas tendremos que formular un nuevo método o modificar la actual técnica y encontrar tiempo para dedicarlo al proceso de reorientación mental, que permitirá al hombre ser consciente en otros campos del conocimiento, además de los ya conocidos. Así demostraron la verdad las palabras de Mr. Chaplin en su valioso librito El Alma, que «... los procesos corporales alcanzan su importancia a través del alma». [lxxvi] 77

Ante el hombre se presenta hoy la conquista del reino del alma. Se acerca el día en que la palabra psicología volverá a tener su significado original. La educación [i130] [ tendrá entonces dos funciones: preparar al hombre para manejar sus asuntos mundanos con máxima eficiencia y utilizar inteligentemente el mecanismo que el psicólogo conductista tanto ha hecho por explicar, a la vez que lo introducirá en ese reino del que los místicos siempre testimoniaron su existencia y del que la mente, correctamente empleada, tiene la llave.

En el capítulo anterior se trató el método por el cual el hombre puede empezar a dominar su instrumento, la mente, y aprender a enfocar su pensamiento sobre el tema o idea elegida para poder dejar fuera o rechazar, todos los conceptos externos y cerrar herméticamente la puerta al mundo fenoménico. Consideraremos cómo se podría elevar cada vez más el pensamiento enfocado (usando el lenguaje del místico), hasta que la mente misma falle y el hombre se encuentre en la cima del pensamiento, desde la cual pueda vislumbrar un nuevo mundo. En el proceso de la meditación hasta esta etapa, ha habido una intensa actividad y no una condición de quietud, negatividad o receptividad pasiva. El cuerpo físico ha sido olvidado y el cerebro mantenido en un estado de receptividad positiva, preparado para entrar en acción, impulsado por la mente, en cuanto ésta dirige su atención hacia abajo. Debe recordarse que al emplear expresiones tales como: «hacia arriba», «hacia abajo», «más alto» o «más bajo», se habla simbólicamente. Una de las primeras cosas que el místico aprende es que en la consciencia no existen dimensiones y que «lo interno y lo externo, lo inferior y lo superior», sólo son figuras [i131] gramaticales, mediante las cuales se trasmiten ciertas ideas respecto a los conocidos estados de percepción.

El punto alcanzado lleva al borde de lo trascendental. Seguiremos basados en la hipótesis. Lo tangible y lo objetivo se olvidan momentáneamente y ya no absorben la atención, y tampoco ningún tipo de sensación constituye el objetivo. Por el momento, toda forma de sentimiento debe rechazarse. Las pequeñas molestias y cosas análogas deben, lo mismo que la tristeza, olvidarse, así como también el gozo, pues no buscamos «el consuelo de la religión». La atención está enfocada en la mente, y las únicas reacciones que se registran son mentales. El pensamiento ha dominado la consciencia durante la etapa de la «meditación con simiente» o con un objeto, pero hasta esto debe desaparecer. Según dice un escritor místico: «¿Cómo podré dejar la mente fuera de la mente?». Debido a que mi objetivo no es sensación ni sentimiento, tampoco es pensamiento. Aquí está el obstáculo más grande para llegar a la intuición y al estado de iluminación. No debe prolongarse por más tiempo el intento de mantener algo en la mente, ni tampoco pensar en nada. El razonamiento debe dejarse de lado y su lugar ocupado por el ejercicio de una facultad superior hasta entonces probablemente no utilizada. El pensamiento simiente ha atraído nuestra atención y ha despertado nuestro interés, y éste se ha sostenido durante la fase de la concentración. Se prolonga también durante la contemplación, siendo la iluminación el resultado de esta última. Tenemos aquí un breve resumen de todo el proceso: atracción, interés, [i132] atención concentrada, y reflexión enfocada prolongada o meditación.

¿Cuáles han sido los resultados del proceso de la meditación hasta este punto? Se podrían enumerar como sigue:

1. La reorganización y reorientación de la mente.

2. El centrar la atención del individuo en el mundo del pensamiento en lugar de en el mundo del sentimiento, y a partir de aquí, retirar de los sentidos el foco de atracción.

3. El desarrollo de la facultad de concentración instantánea como factor preliminar a la meditación, y la capacidad de enfocar la mente de forma inquebrantable sobre el tema escogido.

Evelyn Underhill define esta facultad como:

«El acto de concentración perfecta, el apasionado enfoque del yo en un solo punto, cuando se aplica a la ‘unidad del espíritu y a los lazos del amor’, a cosas reales y trascendentales, constituye en el lenguaje técnico del misticismo, el estado de meditación o recogimiento..., es el preludio necesario para la contemplación pura». [lxxvii] 78

III. La Etapa de la Contemplación

Entramos ahora en la esfera del conocimiento, obstaculizada por dos cosas: el empleo de las palabras, que sólo sirven para limitar y deformar, y los escritos de los místicos mismos que, aunque colmados de maravillas y de verdad, están matizados por el simbolismo de su raza y época, y por la [i133] cualidad del sentimiento y la emoción. Los místicos, por regla general, oscilan entre momentos de alta iluminación o visión y las brumosas planicies de intensos sentimientos y anhelos. Están sometidos al gozo y éxtasis de la realización, que sólo dura un fugaz momento, o a la agonía del deseo de continuar la experiencia. Parece (en la mayoría de los casos) que no hay seguridad o certeza de que se repita, sino sólo el ansia de alcanzar tal estado de santidad, a fin de que la condición pueda continuar. En la antigua técnica y en la meditación ordenada proporcionada últimamente por Oriente, parece que mediante el conocimiento del camino y la comprensión del proceso, es posible trascender la experiencia mística y alcanzar a voluntad, el conocimiento de las cosas divinas y la identificación con la Deidad interna. La raza posee ahora el equipo mental necesario, y al método del místico puede agregarse el método del intelecto consciente.

Pero entre la etapa de concentración prolongada, denominada meditación, y la de contemplación, de categoría totalmente distinta, llega un período de transición que el estudiante oriental llama «meditación sin simiente» o «sin objeto». No es contemplación ni proceso mental. Eso ya ha pasado, mientras que la etapa posterior aún no se ha alcanzado. Es un período de firmeza mental, y de espera. El Padre Nouet lo describe muy bien en las siguientes palabras:

[i134] «Cuando el hombre que ora progresa considerablemente en la meditación, pasa insensiblemente a la oración afectiva, que siendo intermedia entre la meditación y la contemplación, como lo es el alba entre la noche y el día, posee algo de la una y de la otra. Al principio contiene más de meditación, porque aún emplea el razonamiento...; porque habiendo adquirido mucha luz por el empleo prolongado de consideraciones y razonamientos, entra inmediatamente en su tema y ve sin dificultad todo su desarrollo... En consecuencia, a medida que se perfecciona, abandona el razonamiento..».[lxxviii] 79

La versatilidad de la sustancia mental que se mueve con rapidez y responde sensiblemente, puede ser llevada, como hemos visto, a una condición estable a través de la meditación prolongada. Esta produce un estado mental donde el pensador no responde a las vibraciones y contactos procedentes del mundo fenoménico externo y del mundo de las emociones, de manera que el mecanismo sensorial, el cerebro y esa vasta red entrelazada que llamamos el sistema nervioso, entra en pasividad. El mundo en que el hombre funciona comúnmente queda fuera; no obstante, mantiene al mismo tiempo una atención mental intensa y una orientación enfocada hacia el nuevo mundo, donde lo que llamamos alma, vive y se mueve. El verdadero estudiante de la meditación aprende a mantenerse mentalmente despierto y poderosamente consciente de los fenómenos, vibraciones y estados del ser. Es positivo, activo y confía en sí mismo, y el cerebro y la mente enfocada están estrechamente coordinados. No es un soñador impráctico, sin embargo, niega temporalmente el [i135] mundo de los asuntos prácticos y físicos.

Si el estudiante no es por naturaleza un tipo mental positivo, debe emprender junto con la práctica de la meditación, algún entrenamiento intelectual serio y persistente (diseñado para crear polarización y alerta mental); de otra manera, el proceso degenerará en fantasía emocional o en vacuidad negativa. Ambas condiciones tienen sus propios riesgos y, si se prolongan, tenderán a hacer del hombre una persona impráctica, impotente e ineficiente en los asuntos de la vida diaria. Su vida será cada vez menos útil para sí y para los demás y su mente divagará cada vez más en fantasías irracionales e incontroladas y en fluctuaciones emotivas. En tal terreno germina fácilmente la semilla del egotismo y florece el psiquismo.

La mente positiva, alerta y bien controlada, se remonta en alas del pensamiento y se mantiene firme en el punto más elevado alcanzado. Entonces se produce en la mente una condición análoga a la que se produjo en el cerebro. Se mantiene en actitud expectante, mientras que la consciencia del pensador se traslada a un nuevo estado de percepción y llega a identificarse con el verdadero hombre interno y espiritual. Lo que se denomina técnicamente «la consciencia perceptora», espera.

Estas dos etapas de meditación, una de intensa actividad y la otra de intensa espera, han sido llamadas los estados de Marta y María, y la idea, gracias a esta metáfora, se hace más clara. Es un período de silencio, mientras algo interno [i136] sucede y es quizás la parte de la técnica más difícil de dominar. Es muy fácil retroceder a la actividad intelectual que implica la meditación común para quien no ha aprendido todavía a contemplar. El Dr. Charles Bennett describe esta etapa en algunos comentarios sobre Ruysbroeck. Dice:

«Ruysbroeck establece la diferencia entre dos signos de ‘verdadera’ pasividad: Primero se busca activamente, es decir, se necesita cierto esfuerzo para mantenerla. Segundo, difiere de toda ayuda natural o automática, debido a la preparación moral que la precede... Esta espera obligatoria, esta receptividad autoimpuesta, que es la marca distintiva de la etapa de la contemplación, no es el fin de la carrera del místico. Es el fin de sus esfuerzos en el sentido de que nada puede ya hacer, está destinada a ceder su lugar a la etapa del éxtasis, cuando las cosas están fuera del control del individuo, que se convierte en vehículo de un poder más grande que él. ‘Permanece firmemente en ti, hasta que seas arrancado de ti mismo sin acción alguna de tu parte’».[lxxix] 80

El Dr. Bennett habla más adelante, en el mismo capítulo, de la atención expectante, la espera, bien ganada y sostenida de la revelación divina. El antiguo sabio de la India, Patanjali, dice lo mismo: «la sustancia mental es absorbida en lo que es la Realidad (o la idea encarnada en la forma), y pierde la noción de la separatividad o del yo personal», lo cual lleva al hombre a la etapa de la contemplación, penetrando en la consciencia del alma. Descubre que durante todo este tiempo, el alma lo ha llevado a la unión consigo mismo. ¿Cómo? Otro instructor hinduista dice [i137] «el alma tiene los medios. El pensamiento es el medio. Cuando el pensamiento ha completado su tarea de liberación, ha hecho lo que debía hacer y cesa». [lxxx] 81

En la contemplación entra en acción un agente superior. Es el alma que contempla. La consciencia humana cesa su actividad y el hombre deviene lo que en realidad es, un alma, un fragmento de la divinidad, consciente de su unicidad esencial con la Deidad. El Yo Superior entra en actividad y el yo inferior o personal, queda totalmente pasivo y aquietado, mientras que la verdadera Entidad espiritual entra en su propio reino y registra los contactos que emanan de ese reino espiritual de fenómenos.

Se ve el mundo del alma como una realidad; las cosas trascendentales se conocen como hechos en la naturaleza; se comprende que la unión con la Deidad constituye un hecho en el proceso natural, como lo es la unión entre la vida del cuerpo físico y el cuerpo mismo.

La consciencia del hombre, por lo tanto, ya no está enfocada en la mente expectante, ha cruzado la frontera y entrado en el reino del espíritu, convirtiéndose literalmente en el alma actuando en su propio reino, percibiendo «las cosas del Reino de Dios»; entonces es capaz de comprobar directamente la verdad y, con plena consciencia vigílica, su propia naturaleza, prerrogativas y leyes. Mientras el verdadero hombre espiritual actúa así en su propia naturaleza y en su propio mundo, la mente y el cerebro se mantienen estables y positivos, orientados hacia el alma. Según la facilidad con [i138] que esto se haga, así será la capacidad de ambos de registrar y plasmar lo que el alma esté percibiendo.

En la meditación tratamos de recibir impresiones del Dios interno, el Yo Superior, directamente en el cerebro físico por mediación de la mente. En la contemplación se entra en un estado aún más elevado y tratamos de recibir en el cerebro físico lo que el alma misma percibe cuando mira externamente hacia esos nuevos campos de percepción.

En el hombre común, el alma está ocupada (como perceptor) en los tres mundos del esfuerzo humano, y observa, por consiguiente, los estados físico, emocional y mental del ser. El alma se identifica durante eones con las formas por medio de las cuales debe hacer contacto, si esos estados inferiores de consciencia deben ser conocidos. Más tarde, cuando el hombre ha logrado dominar su mente y la puede ofrecer al alma como agente transmisor, se despliega entonces ante él una vasta región de la percepción espiritual. Luego, el alma puede convertirse en un agente transmisor e inculcar en el cerebro físico, por mediación de la mente, algunos de los conocimientos y conceptos del aspecto espíritu. Los estudiantes harían bien en recordar las palabras:

«La materia es el vehículo para la manifestación del alma en este plano de existencia, y el alma es, en un plano superior, el vehículo para la manifestación del espíritu, y los tres constituyen una Trinidad sintetizada por la Vida que los compenetra a todos»[lxxxi] 82

Esto, en el lenguaje académico ocultista, es lo que conoce el místico. El Cardenal Richelieu [i139] llama a la contemplación el estado «en que el hombre ve y conoce a Dios, sin emplear la imaginación ni el razonamiento discursivo». Tauler expresa lo mismo:

«Dios desea residir en las facultades superiores: la memoria, el intelecto y la voluntad, y actuar en forma divina. Ésta es Su verdadera morada, Su campo de acción; allí Él encuentra Su semejanza; allí debemos buscarlo si queremos encontrarlo por el camino más corto. Entonces el espíritu se remonta muy por encima de todas las facultades a un vacío de inmensa soledad, donde ningún mortal puede hablar adecuadamente... Después, cuando estas personas vuelven en sí, descubren que poseen un conocimiento distinto de las cosas, más luminoso y perfecto que el de los demás». [lxxxii] 83

La contemplación se ha descrito como un portal psíquico que conduce de un estado de consciencia a otro. Jeremy Taylor lo llama «la transición de la intensa meditación a esa contemplación que alcanza la visión de las maravillas de Dios, alentrar el alma humana en el reino de la luz divina».[lxxxiii] 84 François Malaval, que vivió en el siglo XVII, lo explica maravillosamente, diciendo:

«Este acto (contemplación) es más perfecto que el razonamiento, porque en el razonamiento el alma habla, mientras que en ese acto se regocija. El razonamiento... convence al alma mediante sus principios; pero aquí el alma es más bien iluminada que convencida; ve, más que examina. El razonamiento se ocupa de considerar una palabra, una proposición o una conversación, pero esta simple visión de Dios, suponiendo todos [i140] los razonamientos como cosas pasadas y conocidas, contempla su objeto en Dios Mismo..». [lxxxiv] 85

El hombre transpone este portal de visión y se encuentra que es el alma. Desde la posición del alma se conoce a sí mismo como Perceptor, capaz de percibir también el mundo de las realidades espirituales y de la experiencia diaria; puede mirar a voluntad en cualquier dirección.

El problema es adquirir, en las esferas espirituales, la misma facilidad de percepción alcanzada en las esferas terrenales, teniendo en cuenta que uno de los puntos importantes que debe recordarse es que, en ambos casos, la triplicidad de alma, mente y cerebro, debe desempeñar su parte, pero con distintas orientación y atención. Es una simple cuestión de enfoque. El cerebro actúa de manera casi subconsciente respecto a los instintos y hábitos que guían nuestra vida y apetitos en el plano físico. Mediante la correcta educación, aprende a ser receptivo a las impresiones que emanan de la mente, y en vez de ser tan sólo un registro sensorial, aprende a responder a las impresiones del pensamiento. La mente, a su vez, tiene la tendencia instintiva de registrar toda información externa, pero puede ser educada para ser receptiva al alma y registrar información proveniente de esa fuente superior. Con el tiempo puede adquirir facilidad y práctica para utilizar el cerebro o la mente, activa o pasiva, y oportunamente lograr una perfecta interacción entre ellos y, por último, entre el alma, la mente [i141] y el cerebro. Puede resumirse lo acontecido durante las tres etapas consideradas, en las palabras de Patanjali:

«La conquista gradual de la tendencia de la mente a saltar de un objeto a otro (esto es, concentración), y el poder de dirigirla en una sola dirección (esto es, meditación), produce el desarrollo de la contemplación». [lxxxv] 86

y cuando estos tres se efectúan simultáneamente, se dice que «este triple poder de atención, meditación y contemplación, es más interno que los medios de crecimiento descritos anteriormente». Es interesante observar que Malaval, en su Tratado Segundo, Diálogo III, presenta la misma idea, vinculando la fe, la meditación y la contemplación, como un acto sintético. Los conocedores de Oriente y Occidente, piensan en forma similar.

La contemplación ha sido también definida por Evelyn Underhill en su libro Mysticism, como «la pausa entre dos actividades». Durante esta pausa se instituye un nuevo método de conocer y ser. Este es quizá uno de los modos más simples y prácticos para comprender la contemplación. Es el intervalo en que el alma está activa, y esta actividad va precedida de lo que podemos llamar una actividad ascendente. Se ha aquietado el cerebro físico al que se mantiene firme, y tambiénel mecanismo del sentimiento o de la sensación, al cual ya no se le permite registrar información de su campo común de percepción; la mente ha sido enfocada, y es mantenida activamente pasiva en la luz que irradia el reino del [i142] alma. Rechazamos toda información procedente del mundo fenoménico común, lo cual se ha logrado por la adecuada concentración y meditación. Alcanzado esto, tiene lugar el intervalo donde el hombre se conoce a sí mismo como alma, morando en lo eterno y liberado de las limitaciones de la forma. Este intervalo es necesariamente breve al principio, pero a medida que progresa su control, se prolonga. La clave de todo el proceso está en la concentración y atención sostenida de la mente, «mientras el alma, el hombre espiritual, el ser que percibe, contempla».

En un libro anterior he tratado más extensamente el empleo de la mente como instrumento del alma, y repetiré un párrafo:

«Sin embargo, debería aclararse que el perceptor en su propio plano ha sido siempre consciente de lo que ahora reconoce. La diferencia está en que el instrumento, la mente, se halla bajo control, por lo tanto, el pensador puede imprimir en el cerebro lo que percibe vía la mente controlada. El hombre también percibe simultáneamente en el plano físico, y es posible por primera vez la verdadera meditación y contemplación. Al principio será durante breves segundos. Un destello de percepción intuitiva, un instante de visión y de iluminación, y todo desaparece. La mente empieza de nuevo a modificarse y a entrar en actividad, pierde de vista la visión, el momento elevado ha pasado y la puerta al reino del alma parece cerrarse repentinamente. Pero se ha obtenido seguridad, registrado una vislumbre de la realidad en el cerebro y alcanzado la garantía de una futura realización».[lxxxvi] 87

[i143] La segunda actividad concierne a un trabajo dual desarrollado por la mente. Habiéndose mantenido firme en la luz, anota y registra las ideas, impresiones y conceptos que el alma en contemplación le imparte, formulándolas en frases, construyéndolas en formas y nítidas imágenes mentales. Será evidente que para esto es necesario poseer un buen mecanismo mental. Una mente educada, una memoria bien provista y una mentalidad cuidadosamente cultivada, facilitarán grandemente la tarea del alma para lograr anotar y registrar con exactitud sus conocimientos. Luego, continuando esta actividad mental, proseguirá el proceso de transmitir al cerebro expectante y pasivo, la información adquirida.

Cuando el alma ha aprendido a manejar su instrumento valiéndose de la mente y el cerebro, el contacto directo y la interacción entre ambos se hace progresivamente posible y constante, de forma que el hombre puede a voluntad, enfocar su mente en los asuntos terrenales y ser un miembro eficiente en la sociedad, o sobre las cosas celestiales, y actuar en su verdadero ser como un Hijo de Dios. Cuando esto sucede, el alma utiliza la mente como agente transmisor y el cerebro físico es entrenado para responder a lo que se le transmite. El verdadero Hijo de Dios puede vivir en dos mundos a la vez, ser ciudadano del mundo y del reino de Dios. La mejor conclusión de este capítulo serán las siguientes palabras de Evelyn Underhill:

«La plena consciencia espiritual del verdadero místico no se desarrolla en una sola dirección, sino en dos, aparentemente opuestas pero  [i144] que en realidad son complementarias... Por una parte es intensamente consciente de que es uno (y como tal se reconoce) con el activo mundo del devenir... En consecuencia, aunque ha roto para siempre las ligaduras de los sentidos, percibe en cada manifestación de la vida un significado sacramental, una belleza, una maravilla, un significado enaltecido que se oculta a otros hombres... Por otra parte, alcanza también la plena consciencia mística, la que creo es realmente su cualidad característica... Desarrolla el poder de captar al Absoluto, al Ser puro, al totalmente trascendente... Esta cabal expansión de consciencia, con su doble poder de conocer, mediante la comunión, los aspectos temporal y eterno, inmanente y trascendente, de la realidad..., es la señal peculiar, el ultimo sigillo del gran místico...». [lxxxvii] 88

Consideraremos a continuación el resultado de esta actividad dual y facilidad para la interacción. La intuición empieza a actuar; se experimenta la iluminación; se estudiará la vida de inspiración con sus innumerables características especiales, todo lo cual será tratado en el capítulo siguiente.

_______________________________________________________

68 . Fisher, Ludwig, The Structure of Thought, pág. 135
69 . Sellars, Dr. Roy Wood, Evolutionary Naturalism, pág. 300
70 . McDougall, William, Psychology, the Science of Behavior
71 . Morgan, C. Lloyd, Emergent Evolution, pág. 291
72 . Morgan, C. Lloyd, Life, Mind and Spirit, pág. 32
73 . Fischer, Ludwig, The Structure of Thought, pág. 361
74 . Otto, Rudolf, The Idea of the Holy, pág. 7
75 . Ídem, Pág. XVII of Translator’s Preface
76 . Ídem, Pág. XV of Translator’s Preface
77 . Chaplin, F.K., The Soul, pág. 63
78 . Underhill, Evelyn, Mysticism, pág. 58
79 . Nouet, Fr., Conduite de l’Homme d’Oraison, Book IV, cap. 1
80 . Bennett, Charles A., A Philosophical Study of Mysticism, pág. 62
81 .The Vishnu Purana, VI, 7, 90
82 .Blavatsky, H.P., La Doctrina Secreta, Vol. I, pág. 80
83 .Citado por Poulain, R.P., S.J. Graces of Interior Prayer, pág. 272
84 .Puglisi, Mario. Prayer, pág. 181
85 .Malaval, F., A Simple Method of Raising the Soul to Contemplation, pág. 102
86 .Bailey, Alice A., La Luz del Alma, III, 11
87 .Bailey, Alice A., La Luz del Alma, III, 9
88 .Underhill, Evelyn, Mysticism, págs. 42-43