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CAPÍTULO IX - EL SENDERO DE LA INICIACIÓN

CAPÍTULO IX

EL SENDERO DE LA INICIACIÓN

[i82] Después de un período breve o largo, el discípulo se encuentra ante el Portal de la Iniciación. Debe recordarse que, a medida que nos acercamos al Maestro y al Portal, se llega como dice el libro Luz en el Sendero: "con los pies bañados en la sangre del corazón". Cada paso trascendido se da mediante el sacrificio de todo lo que es querido por el corazón en algún plano, y este sacrificio debe ser siempre voluntario. Quien huella el sendero de probación y el de santidad sabe el precio que debe pagar, ha reajustado el sentido de los valores y, por lo tanto, no juzga como lo hace el hombre mundano. Quien intenta "arrebatar el reino por la violencia" lo hace porque está preparado para el consiguiente sufrimiento. Quien considera que nada tiene valor excepto alcanzar la meta, está dispuesto a sacrificar su propia vida en la lucha para que predomine el yo superior sobre el yo inferior.

Las dos primeras Iniciaciones

En la primera iniciación, el ego debe haber controlado en gran medida al cuerpo físico y vencido "los pecados de la carne", según la fraseología cristiana. No deben prevalecer la gula, el alcoholismo, ni el libertinaje, ni satisfacerse las exigencias del elemental físico; por lo tanto el control debe ser total y la tentación vencida. Debe mantenerse una actitud general y una [i83] fuerte disposición de obediencia al ego. Entonces el canal entre lo superior y lo inferior se expande, y la carne obedece prácticamente en forma automática.

El hecho de que no todos los iniciados estén sometidos a esta norma, quizás se deba a varias cosas, pero debe emitirse la nota de la rectitud; el reconocimiento de sus debilidades deben hacerlo sincera y públicamente, y conocerán la lucha entablada para adaptarse a las normas superiores, aunque no logren la perfección. Los iniciados pueden caer, y caen, incurriendo por consiguiente en el castigo de la ley, y también perjudicar, y perjudican, al grupo con su caída; en consecuencia, deben someterse al karma del reajuste, teniendo que expiar el daño mediante un servicio más prolongado, donde los miembros del grupo, aunque inconscientemente, aplican la ley. Su progreso se verá seriamente obstaculizado, y se perderá mucho tiempo en agotar el karma con las unidades perjudicadas. Debido al hecho de que un hombre es un iniciado y, por lo tanto, un medio para una fuerza muy acrecentada, sus desviaciones del recto sendero tienen más poderosos efectos que los de un hombre menos avanzado. Su premio y castigo serán igualmente mayores. Debe pagar inevitablemente el precio antes de permitírsele proseguir en el camino. Respecto al grupo perjudicado por él, ¿cuál debe ser su actitud? Reconocer la gravedad del error, aceptar inteligentemente los hechos, abstenerse de críticas poco fraternas e irradiar amor sobre el hermano pecador; todo esto, juntamente con cualquier acción, aclarará al público que tales pecados e infracciones a la ley no son perdonados. A esto se debe añadir la actitud mental del grupo implicado, que conducirá (mientras actúa con firmeza) al hermano equivocado a ver su error, cumplir su karma retribuidor y luego ser reincorporado [i84] a la consideración y respeto, después de hacer las debidas enmiendas.

No toda la gente se desarrolla en las mismas o paralelas líneas, por lo tanto, no es posible dictar reglas rígidas invariables respecto al proceso exacto de cada iniciación, determinar qué centros deben ser vivificados o qué visión ser adjudicada. Mucho depende del rayo a que pertenece el discípulo, de su desarrollo en cualquier dirección (pues no todos suelen desarrollarse similarmente), de su karma individual y también de las exigencias de algún período especial. Sin embargo pueden hacerse muchas sugerencias: En la primera iniciación, o el nacimiento del Cristo, generalmente se vivifica el centro cardíaco, a fin de obtener un control más eficaz del vehículo astral y prestar un mayor servicio a la humanidad. Después de esta iniciación se enseña principalmente al iniciado lo concerniente al plano astral; debe estabilizar su vehículo emocional y aprender a actuar en el plano astral con la misma soltura y facilidad con que lo hace en el plano físico; debe entrar en contacto con los devas astrales; aprender a controlar a los elementales del astral; actuar con facilidad en los subplanos inferiores, y acrecentar el valor y la calidad de su trabajo en el plano físico. En esta iniciación pasa del Aula del Aprendizaje al Aula de la Sabiduría. Entonces se le da especial importancia al desarrollo astral, aunque su equipo mental se desarrolla constantemente. Muchas vidas transcurren entre la primera y segunda iniciaciones. Puede pasar un largo período de encarnaciones antes de perfeccionar el control del cuerpo astral y el iniciado estar preparado para el próximo paso. En forma interesante aparece en El Nuevo Testamento esta analogía en la vida del iniciado Jesús. Pasaron muchos años entre el Nacimiento y el Bautismo, pero en tres años dio los tres pasos restantes. Una vez pasada la segunda iniciación, [i85] el progreso es rápido; la tercera y cuarta iniciaciones seguirán probablemente en la misma vida o en la siguiente.

La segunda iniciación constituye la crisis del control del cuerpo astral. Así como en la primera iniciación se manifiesta el control del cuerpo físico denso, en la segunda se manifiesta análogamente el control del astral. El sacrificio y la muerte del deseo ha sido la finalidad del esfuerzo. El ego dominó al deseo y sólo queda el anhelo de lo que es para beneficio del todo, de acuerdo a la voluntad del ego y del Maestro. El elemental astral es controlado, el cuerpo emocional se torna puro y límpido y va desapareciendo rápidamente la naturaleza inferior. Entonces el ego se aferra nuevamente a los dos vehículos inferiores y los somete a su voluntad. La aspiración y anhelo de servir, amar y progresar llegan a ser tan intensos, que por lo general se observa un desarrollo muy rápido. Esto explica por qué, esta iniciación y la tercera, se suceden con frecuencia (aunque no invariablemente) en una misma vida. En este período de la historia del mundo se ha dado tal estímulo a la evolución, que las almas aspirantes ‑al sentir la angustiosa y perentoria necesidad de la humanidad‑ sacrifican todo a fin de satisfacer esa necesidad.

Además, no debe incurrirse en el error de creer que todo esto sigue invariable y consecutivamente los mismos pasos y etapas. Mucho se realiza al unísono y simultáneamente, porque el esfuerzo en ejercer control es lento y penoso, pero en el intervalo entre las tres primeras iniciaciones debe lograrse y mantenerse una etapa definida en la evolución de cada uno de los tres vehículos inferiores, antes de ser posible una mayor expansión sin peligro del canal. Muchos actúan en los tres cuerpos, a medida que huellan el sendero de probación.

Si en esta iniciación se sigue el curso común (lo que no es del todo seguro) se vivifica el centro laríngeo. Esto desarrolla la capacidad de aprovechar las adquisiciones de la mente inferior en servicio del Maestro y [i86] ayuda al hombre; otorga la habilidad de dar y expresar aquello que constituirá una ayuda, posiblemente a través de la palabra hablada, pero indefectiblemente al prestar algún tipo de servicio. Acuerda una visión de las necesidades del mundo y muestra otra parte del plan. Por lo tanto, el trabajo que se debe realizar antes de recibir la tercera iniciación es sumergir totalmente el punto de vista personal en las necesidades del todo, lo que implica el total dominio de la mente concreta por el ego.

Las dos Iniciaciones siguientes

La enseñanza asciende de nivel después de la segunda iniciación. El iniciado aprende a controlar su vehículo mental, desarrolla la capacidad de manejar materia mental y aprende las leyes para construir pensamientos creadores. Actúa libremente en los cuatro subplanos inferiores del plano mental; antes de la tercera iniciación debe, consciente o inconscientemente, dominar totalmente los cuatro subplanos inferiores, en los tres planos de los tres mundos. Profundiza el conocimiento del microcosmos y en gran medida domina teórica y prácticamente las leyes de su propia naturaleza, de allí su habilidad experimental para ser el amo de los cuatro subplanos inferiores de los planos físico, astral y mental. Esto último es sumamente interesante. El control de los tres subplanos superiores todavía no es completo, y constituye una de las razones de los fracasos y errores de los iniciados. Aún no han perfeccionado el dominio de la materia en los tres subplanos superiores, porque no han sido dominados.

En la tercera iniciación, denominada a veces la Transfiguración, la entera personalidad queda anegada por la luz descendente. Después de esta iniciación la mónada guía definitivamente al ego, derramando acrecentadamente su divina vida en el canal ya preparado y purificado. De la misma manera, en la tercera cadena lunar, el ego individualizó a la personalidad [i87] por medio del contacto directo, método diferente del de la individualización, tal como se demuestra en la cuarta cadena actual. Si aplicamos aquí la Ley de Correspondencia podría demostrar ser muy reveladora una interesante analogía entre los métodos de la individualización en las diversas cadenas, y las expansiones de conciencia que tienen lugar en las diferentes iniciaciones.

Nuevamente se le otorga al iniciado una visión del porvenir, y está siempre en condición de reconocer a los otros miembros de la Gran Logia Blanca, siendo estimuladas sus facultades psíquicas mediante la vivificación de los centros de la cabeza. Hasta no haber pasado esta iniciación no es necesario ni aconsejable desarrollar las facultades sintéticas o la clariaudiencia y clarividencia. La finalidad de todo el desarrollo consiste en el despertar de la intuición espiritual; una vez lograda, cuando el cuerpo físico es puro, el cuerpo astral estable y firme y el cuerpo mental controlado, entonces el iniciado podrá manejar sin peligro y utilizar inteligentemente las facultades psíquicas para ayudar a la raza. No sólo podrá utilizar estas facultades, sino que será capaz de crear y vivificar formas mentales claras y bien definidas, que vibren con espíritu de servicio, sin estar controladas por la mente inferior o el deseo. Estas formas mentales no serán (como las creadas por la mayoría de los hombres) formas sin cohesión, relación ni unión, sino que alcanzarán un alto grado de síntesis. Arduo e incesante será el trabajo, antes de poder realizarse esto, pero una vez estabilizada y purificada la naturaleza de deseos, no resultará difícil el control del cuerpo mental. De ahí que el sendero del devoto sea más fácil en ciertos aspectos que el del intelectual, pues ha aprendido a medir el deseo purificado y a progresar mediante las etapas requeridas.

La personalidad alcanza así una etapa donde sus vibraciones son de un orden muy elevado y la materia de sus tres cuerpos relativamente pura; donde capta el trabajo que debe realizar en el microcosmos y es muy avanzada la parte que debe [i88] desempeñar en el macrocosmos. Por lo tanto se evidencia por qué el Sumo Hierofante, el Señor del Mundo, es el oficiante sólo a partir de la tercera iniciación. Entra por primera vez en contacto con el iniciado. No era posible antes. En las dos primeras iniciaciones el Hierofante es el Cristo, el Instructor del Mundo, el Primogénito entre muchos hermanos, el primero de nuestra humanidad que recibió la iniciación. Browning expresa bellamente este pensamiento en las palabras de su poema "Saúl”

............... Será
Una faz como mi faz la que te reciba;
un Hombre como yo.
Amarás y serás por siempre amado;
Una mano como ésta
Te abrirá las puertas de una nueva vida.
¡Contempla al Cristo!

Pero cuando el iniciado realiza un mayor progreso y ha pasado dos iniciaciones, se efectúa un cambio. El Señor del Mundo, el Anciano de los Días, el inefable Regente Mismo, confiere la tercera iniciación. ¿Por qué? Porque el cuerpo físico plenamente consagrado, puede soportar sin peligro las vibraciones de los otros dos cuerpos cuando vuelven a su refugio, al retornar de la Presencia del REY; porque ahora el cuerpo astral purificado y el mental controlado pueden permanecer sin peligro ante ese REY. Logrados tal purificación y control, permanecen allí, y por primera vez vibran conscientemente de acuerdo al rayo de la mónada; entonces, con los cuerpos preparados, puede alcanzarse y conferirse la capacidad de ver y oír en todos los planos, y emplearse sin riesgos la facultad de leer y entender los archivos, pues a mayor conocimiento, mayor poder. El corazón es suficientemente puro y amoroso y el intelecto bastante estable para soportar la tensión de conocer.

Antes de recibir la cuarta iniciación se intensifica el trabajo de [i89] entrenamiento, y la aceleración y acumulación de conocimiento debe ser increíblemente rápida. A menudo el iniciado tiene acceso a la biblioteca de libros esotéricos, y después de esta iniciación no sólo puede entrar en contacto con el Maestro, al que está vinculado y con el cual ha trabajado conscientemente durante largo tiempo, sino también con los Chohanes, el Bodhisattva y el Manu, ayudándolos en cierta medida.

Además, debe captar intelectualmente las leyes de los tres planos inferiores y aplicarlas para ayudar al plan de la evolución; estudiar los planos cósmicos y dominar sus gráficos; llegar a ser un conocedor de las técnicas esotéricas, y desarrollar la visión cuatridimensional, si aún no lo ha hecho. Debe aprender a dirigir las actividades de los devas constructores, y al mismo tiempo trabajar continuamente en el desarrollo de su naturaleza espiritual; empezar a coordinar rápidamente el vehículo búdico y, al coordinarlo, desarrollar el poder de síntesis, al principio en pequeña medida y gradualmente en forma más detallada.

Al recibir la cuarta iniciación, el iniciado domina perfectamente el quinto subplano, por lo tanto, es un adepto (usando el término técnico) en los cinco subplanos inferiores de los planos físico, astral y mental, y está en camino de dominar el sexto. Su vehículo búdico puede actuar en los dos subplanos inferiores de tal plano.

El hombre que recibe la cuarta iniciación, la Crucifixión, suele tener una vida de gran sacrificio y sufrimiento. Es la vida del hombre que hace la Gran Renunciación, y que aún exotéricamente es considerada difícil, intensa y penosa. Todo lo abandona, hasta su perfecta personalidad misma, sobre el altar del sacrificio y queda despojado de todo. Renuncia a amigos, dinero, reputación, carácter, posición, familia y hasta a la vida misma. [i90]

Las Iniciaciones finales.

Después de la cuarta iniciación, no queda mucho por hacer. El dominio del sexto subplano prosigue rápidamente, y se coordina la materia de los subplanos superiores al búdico. Al iniciado se le permite tener una más íntima fraternidad en la Logia, y su contacto con los devas es más completo. Va agotando rápidamente los recursos del Aula de Sabiduría, y dominando los más intrincados planes y gráficos. Se hace muy versado en la significación del color y del sonido; puede manejar la ley en los tres mundos y hacer contacto con su mónada, con más libertad que la mayoría de la raza humana con sus egos. Tiene también a su cargo gran trabajo; enseña a muchos discípulos; ayuda en muchos planes, y reúne bajo su dirección a quienes deben ayudarlo en el futuro. Esto se refiere únicamente a los que se quedan para ayudar a la humanidad en este globo. Más adelante nos ocuparemos de algunas líneas de trabajo que se extienden ante el adepto, si trasciende el servicio en la tierra.

Después de la quinta iniciación, el hombre se ha perfeccionado en lo que se refiere a este esquema, aunque si lo desea puede recibir otras dos iniciaciones. Para recibir la sexta iniciación, el adepto debe hacer un curso muy intenso de ocultismo planetario. Un Maestro aplica la ley en los tres mundos, mientras que un Chohan de la sexta iniciación, lo hace en la cadena en todos los niveles. Un Chohan de la séptima iniciación aplica la ley en el sistema solar.

      Se evidencia que el estudiante que investiga estos asuntos hallará muchas cosas que le atañen personalmente, aunque la ceremonia en sí puede aún estar muy lejos. Mediante el estudio del proceso y del propósito, puede darse cuenta del gran hecho fundamental de que el método de la iniciación es: [i91]

a. Comprensión de la fuerza.
b. Aplicación de la fuerza.
c. Utilización de la fuerza.

Los iniciados, desde los de más humilde grado, que por primera vez hacen contacto con determinado tipo de fuerza especializada, hasta el emancipado Buda de séptimo grado, manejan energía de algún tipo. Las etapas de desarrollo por las que debe pasar el aspirante podrían ser aquellas en que:

  1. 1. Se da cuenta, a través del discernimiento, de la energía o fuerza de su propio yo inferior.
  2. 2. Impone a ese ritmo energético otro superior, hasta que ese ritmo inferior es suplantado por el superior, y el antiguo método de expresión de la energía desaparece totalmente.
  3. 3. Se le permite, por la gradual expansión del conocimiento, hacer contacto y ‑guiado‑ aplicar ciertas formas de energía grupal, hasta el momento en que se capacita científicamente para manejar fuerza planetaria. El lapso que abarca esta etapa final depende por completo del progreso realizado en servicio de su raza y del desarrollo de los poderes del alma, secuencia natural del desenvolvimiento espiritual.


La aplicación del Cetro de la Iniciación por el Bodhisattva, en las dos primeras iniciaciones, capacita al iniciado para lograr el control y la utilización de la fuerza del yo inferior, la verdadera energía santificada de la personalidad dedicada al servicio; en la tercera iniciación, la aplicación del Cetro por el único Iniciador pone a disposición, más ampliamente, la fuerza del yo superior o ego y activa en el plano físico toda la energía acumulada en el vehículo causal durante [i92] numerosas encarnaciones. En la cuarta iniciación puede utilizar la energía de su grupo egoico en bien de la evolución planetaria, y en la quinta dispone de la fuerza o energía del planeta (esotéricamente comprendida y no simplemente como fuerza o energía del mundo material). Durante las cinco iniciaciones, estos dos grandes Seres, el Bodhisattva primero y luego el Iniciador Uno, el Señor del Mundo y Sanat Kumara, son sucesivamente los administradores o hierofantes. Después de estas ceremonias, si el iniciado decidiera recibir las dos iniciaciones finales que puede recibir en nuestro sistema solar, entra en actividad un tipo superior de energía, expresión del Yo Uno, que sólo podemos insinuar. En la séptima iniciación, ese Ser, de Quien Sanat Kumara es la manifestación, el Logos de nuestro esquema en Su propio plano, Se convierte en el Hierofante. En la sexta iniciación, la expresión de esta Existencia en un plano intermedio, un Ser que debe permanecer innominado, empuña el Cetro y administra el juramento y el secreto. En estas tres manifestaciones de gobierno jerárquico ‑Sanat Kurnara en la periferia de los tres mundos, el Ser innominado en los confines de los altos planos de la evolución humana, y el mismo Espíritu planetario en la etapa final- tenemos las tres grandes manifestaciones del Logos planetario. En la grande y final iniciación afluye a través del Logos planetario, el poder del Logos solar, el cual revela al iniciado que lo Absoluto es la conciencia en su máxima expresión, aunque en la etapa de la existencia humana debe considerarse al Absoluto como inconsciencia.

Cada una de las iniciaciones mayores es sólo la síntesis de las menores, y únicamente cuando el hombre trata de expandir su conciencia en los asuntos de la vida diaria, puede esperar alcanzar esas etapas posteriores que sólo son la culminación de muchas anteriores. Los estudiantes deben desechar la idea de que, siendo "muy buenos y altruistas", algún día se hallarán repentinamente [i93] ante el Gran Señor. Anteponen el efecto a la causa. La bondad y el altruismo brotan de la comprensión y del servicio, y la santidad de carácter es la manifestación de las expansiones de conciencia que el hombre logra en sí mismo, por medio de intensos esfuerzos. Por lo tanto, aquí y ahora, el hombre puede prepararse para la iniciación, pero no acentuando el aspecto ceremonial, como muchos hacen con anticipada emoción, sino trabajando sistemática y perdurablemente en el constante desarrollo del cuerpo mental, por un proceso arduo e intenso a fin de controlar el cuerpo astral, de modo que responda a las tres vibraciones que provienen,

  1. a. del Ego,
  2. b. del Maestro, 
  3. c. de las vibraciones de los hermanos que lo circundan. Llega a ser sensible a la voz de su yo superior, agotando así el karma bajo la inteligente guía de su propio ego. Se hace consciente, por medio de éste, de la vibración que emana de Su Maestro; aprende a sentirla cada vez más y a responder a ella más plenamente; finalmente se hace cada vez más sensible a las alegrías, pesares y dolores de aquellos con quienes está diariamente en contacto; siente que son sus alegrías, pesares y dolores, sin embargo, no lo incapacitan.