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CUARTA PARTE - LA TÉCNICA DE LA FUSIÓN

CUARTA PARTE. LA TÉCNICA DE LA FUSIÓN

[i266] En esta última parte nos ocuparemos del control que, constante e incesantemente, ejerce el alma sobre la personalidad. Por lo tanto trataremos de esa etapa de la iniciación que pone fin al sendero de desarrollo de la humanidad, iniciando un ciclo de existencia del cual nada sabemos ni podemos saber, excepto que el Maestro liberado comienza a actuar en forma dual: como miembro de la Jerarquía, que colabora con el Plan y se ocupa de la salvación de la humanidad y luego como discípulo de Sanat Kumara. La tarea de Sanat Kumara, respecto a los Maestros, consiste en prepararlos para hollar el Camino de la Evolución superior. Cuando llega a ser posible, entonces la “atención” (empleo esta palabra inadecuada a falta de otra mejor) se traslada espiritualmente del alma y del Ángel de la Presencia, a la misteriosa Presencia misma; hasta ahora esto sólo ha sido presentido y confusamente visualizado. El Maestro liberado de los tres y de los cinco mundos de la evolución humana y de la así denominada evolución superhumana posee los dones de la omnipresencia y de la omniciencia. Es consciente de la unidad subyacente, realizada por la naturaleza real de la Vida Una y del Ser que compenetra toda la manifestación; ha dominado también todas las técnicas, modos y métodos de actividad posibles, de control y de fusión. Pero, habiendo desarrollado esas capacidades, comienza a darse cuenta débilmente de lo que condiciona al Ser Uno, sintiendo energías y contactos que son extraplanetarios y de los cuales ha sido totalmente inconsciente. El conocimiento le llega después de la quinta iniciación. 

[i267] Tiene ante sí la obtención de una serie de percepciones más elevadas y, a fin de recoger la recompensa de esos posibles contactos, ha de dominar técnicas y métodos de desarrollo que lo harán omnipotente y, por lo tanto, expresará el más elevado de los tres aspectos divinos. Este desarrollo pondrá a su alcance poderes y experiencias que sólo pueden ser manipulados y comprendidos por la actividad científica de la voluntad, y ello debe ser desarrollado desde un punto de tensión, enfocado en la “Mónada”, en lo que pueda significar esta palabra. ¿Saben lo que esto significa? Estoy seguro que no. Únicamente los Maestros de Sabiduría tienen alguna comprensión de los desarrollos finales y sólo en el sentido de una aspiración plenamente volitiva un aspecto de la aspiración, caracterizado por la voluntad consciente, así como la aspiración del discípulo está caracterizada por el deseo sublimado. Sin embargo esto se halla más allá de la comprensión del discípulo común; su único valor consiste en describir la infinita oportunidad que se presenta en cada etapa y punto de crisis en el interminable Camino.

Ahora nos ocuparemos del gran punto de crisis, con el cual se enfrenta el discípulo, cuando trata de resolver el último par de opuestos, previamente a ciertas iniciaciones mayores; significa enfrentar la personalidad con el Ángel de la presencia. No es necesario que defina los dos aspectos de la naturaleza del discípulo, porque esencialmente es eso. Ya se ha dicho, y también lo saben, que el Morador en el Umbral es la personalidad totalmente desarrollada, la suma total de todo el pasado y la conjunta presentación de todos los problemas no resueltos en el plano físico, todos los deseos reprimidos, todas las características y cualidades latentes, todos los aspectos del pensamiento y de la propia voluntad, todos los poderes inferiores y antiguos hábitos (tanto malos como buenos), de cualquiera de los tres cuerpos. Éstos son traídos en su totalidad a la superficie [i268] de la conciencia para que sean tratados allí de tal modo, que rompan el control que ejercen. Entonces el discípulo se libera para recibir las iniciaciones finales. Este proceso no es consumado en un determinado enfrentamiento de las dos fuerzas antagónicas, sino como un triple proceso que abarca cada uno de los períodos que preceden a las tres primeras iniciaciones o (desde el ángulo de la Jerarquía) antes de las dos iniciaciones en el umbral y de la primera iniciación mayor, la Transfiguración.

Durante muchas vidas el discípulo ha morado en el umbral, siendo él mismo el Morador. Detrás del portal que se abre lentamente percibe la vida, la encarnación espiritual y la realidad del Ángel. Entre él y esa puerta hay una tierra ardiente, enfrenta a ésta, y sabe que ha de cruzarla si quiere pasar por la puerta. Allí sabrá si su voluntad será suficientemente fuerte para someter su yo personal a los fuegos de la purificación final. El yo personal está ya muy desarrollado; es un instrumento útil que el alma puede emplear, un agente bien entrenado para prestar servicio, siendo esencialmente un equipo adecuado y útil. Sin embargo, tiene sus debilidades, que en cualquier momento pueden convertirse en puntos de crisis; también tiene sus puntos de fuerza que pueden ser trasmutados con relativa facilidad en puntos de tensión, y es totalmente un instrumento con el cual se puede contar y prestar un buen servicio. ¿Puede y debe ser él sacrificado para que, hablando esotéricamente, su vida se pierda y se lo reemplace por la consagración y la devoción? A todos los discípulos les resulta difícil resolver, comprender y llevar a la práctica este problema. Únicamente atravesando la tierra ardiente tres veces consecutivas, se destruyen todos los obstáculos que impiden el empleo libre de la voluntad. La relación existente entre el Ángel y el Morador debe ser llevada a una plena expresión por medio de la voluntad. Me refiero a la voluntad espiritual y a sus tres aspectos, que [i269] deben ser puestos en actividad antes de que la voluntad divina comience a ejercer control. El discípulo une los dos aspectos de su naturaleza con plena conciencia y con clara intención por medio de un acto volitivo planeado; dicho acto produce un punto de tensión en el “centro de la tierra ardiente, en el cual ambos pueden unirse”, tal como lo establecen los antiguos Archivos.

Quisiera llamarles la atención sobre el hecho de que es en un “punto medio” donde tiene lugar el gran sometimiento de lo inferior a lo superior. Esto no ocurre cuando el discípulo vacila incierto en la periferia de la tierra ardiente o cuando se encuentra ante el portal, después de haber pasado por la experiencia de la tierra ardiente. El punto esencial de crisis que produce el punto de tensión necesario es el resultado de la “decisión invocadora” de la personalidad que, a su debido tiempo, produce una “respuesta evocadora” del Ángel. Los dos factores implicados (y no olviden que todo esto tiene lugar dentro del campo de la conciencia del discípulo) van juntos y uno hacia el otro. En el centro de la tierra ardiente se encuentran y, entonces, la luz menor (una verdadera luz por propio derecho) de la personalidad es absorbida en la luz mayor del Ángel o Alma. El Ángel “extingue esotéricamente” al Morador que se pierde de vista en la radiante aura del Ángel. Esto ha sido simbólica y pictóricamente representado en las imágenes de los cielos, cuando, de acuerdo a 

los Festivales Católicos, tiene lugar la Asunción de la Virgen y la constelación de Virgo se pierde de vista en la radiación del sol. Allí se hallan los tres factores:

La Virgen..... forma material......personalidad......Morador

El Sol........naturaleza espiritual........ alma............ Ángel

La Tierra..... el ser humano que aspira....... el discípulo

La personalidad permanece; sigue existiendo, pero ya no es la de antes. La luz del Ángel la envuelve; la tierra ardiente ha hecho su trabajo, y la personalidad no es ni [i270] más ni menos que el cascarón o forma purificada, por medio de la cual puede brillar la luz y la irradiación, la cualidad y las características del Ángel. Es una fusión de luces, la más fuerte y poderosa extingue a la menor.

¿Cómo se ha realizado esto? No me refiero aquí a la preparación del Morador en el Umbral para este gran acontecimiento ni a los eones de disciplina, preparación, experimento y experiencia, vida tras vida, que han hecho que esta consumación sea posible y exitosa. Los dos aspectos del ser humano sólo pueden enfrentarse con pleno poder, intención y finalidad, cuando la ilusión ya no controla a la mente, el espejismo ha perdido todo poder de confundir y las fuerzas de maya no pueden obstaculizar. La discriminación, el desapasionamiento y la indiferencia, han producido la dispersión por medio de la luz enfocada, la potencia disipadora de la luz distribuida y el poder rector de la energía de la luz. Sólo cinco reconocimientos controlan ahora al discípulo:

1. La realidad de su discipulado.

2. La percepción del Ángel, expectante y dinámico.

3. El llamado invocador del Morador en el Umbral.

4. La necesidad de emplear la voluntad en forma nueva y diferente.

5. La necesidad de cruzar la tierra ardiente.

Los resultados son completamente claros. Es cuestión del momento propicio y la decisión. Quisiera recordarles que en todos estos procesos, el que actúa es el discípulo en plena conciencia, iniciando él mismo todos los procesos. No es el Ángel o el Morador, sino el mismo ser humano espiritual que ha de emplear la voluntad e iniciar la acción definida y progresiva. Cuando el discípulo ha dado los pasos necesarios y ha avanzado irrevocablemente, la respuesta del Ángel es segura, automática y omniabarcante. La total extinción del [i271] yo personal, en tres etapas sucesivas, constituye el resultado inmediato y normal. A esto se refería Juan el Bautista cuando dijo, “Él debe acrecentarse pero yo debo disminuir”. Pronunció estas palabras como discípulo, antes de recibir la segunda iniciación en el umbral. Estos aspectos esotéricos, creciente y menguante, los tenemos en las fases de la luna, y el planeta lo tiene representado en el signo de Géminis, donde la luz de uno de los mellizos disminuye lentamente y la luz del otro adquiere intensidad.

Cuando ha tenido lugar esta “extinción esotérica”, ¿cuál es el destino del discípulo? Ser controlado totalmente por el alma y ello, en la práctica, implica realización, trabajo y servicio grupal y, oportunamente, iniciación grupal. No tengo la intención de ocuparme de tales desarrollos, pues me he referido a ellos en otros libros. En esta breve elucidación he considerado los efectos que las sustancias y las fuerzas sustanciales, que se encuentran en los tres mundos, producen en el discípulo a medida que afectan al aspirante. No he considerado el problema del espejismo, de la ilusión y de maya desde el punto de vista del individuo común. Éste, lógicamente, está sumergido en ellos y vive bajo su constante impacto. Por su intermedio, aprende. No ha llegado todavía a ese punto en que trata de liberarse de ellos como lo hace el individuo que se halla en el Sendero. Por lo tanto, he tratado el problema desde el prisma de los discípulos y aspirantes.

Para ellos se abre el camino, y para ellos llega el reconocimiento consciente de la luz. La necesidad de que presten servicio hombres y mujeres que se han liberado de la ilusión y del espejismo, nunca ha sido tan dramática como hoy, y escribo esto para los servidores en potencia, que pueden llenar una necesidad imperiosa.

Que el Ángel de la presencia pueda hacer sentir su proximidad y los inspire para que atraviesen valientemente [i272] los fuegos de la tierra ardiente, es mi más ferviente plegaria; que la realidad de la presencia pueda ser sentida por ustedes y los conduzca a una mayor actividad una vez que hayan cruzado la tierra ardiente, es mi más profundo deseo; y que la luz ilumine su camino y traiga una segura y verdadera consumación de todos los afanes y luchas que han caracterizado la manera de vivir, es mi cordial deseo. Los insto a una empresa más activa y constante.

EL TIBETANO

LA GRAN INVOCACIÓN

-adaptada-

Desde el punto de Luz en la Mente de Dios

Que afluya luz a las mentes humanas

Que la Luz descienda a la Tierra.

Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios

Que afluya amor a los corazones humanos

Que Aquel que viene retorne a la Tierra.

Desde el centro donde la Voluntad de Dios es conocida

Que el propósito guíe a las pequeñas voluntades humanas

El propósito que los Maestros conocen y sirven.

Desde el centro que llamamos la raza humana,

Que se realice el Plan de Amor y de Luz

Y selle la puerta donde se halla el mal.

Que la Luz, el Amor y el Poder, restablezcan el Plan en la Tierra.

 

Esta Invocación no es propiedad de ningún individuo o grupo en especial. Pertenece a toda la humanidad. Empleándola o estimulando a otros para que la reciten, no se favorece a grupo alguno ni a organización determinada.

La belleza y la fuerza de esta Invocación reside en su sencillez y en que expresa ciertas verdades esenciales que todos los individuos aceptan innata y normalmente: la verdad de la existencia de una Inteligencia básica a la que vagamente damos el nombre de Dios; la verdad de que detrás de las apariencias externas, el Amor es el poder motivador del Universo; la verdad de que vino a la tierra una gran Individualidad llamada el Cristo por los cristianos, que encarnó ese Amor para que pudiéramos comprenderlo; la verdad de que el Amor y la Inteligencia son consecuencia de la Voluntad de Dios, y finalmente de que el Plan Divino sólo puede desarrollarse a través de la humanidad misma.

Alice A. Bailey

Publisher’s Note: See also the Techniques of Fusion and Integration in A Treatise on the Seven Rays, Vol. II, Esoteric Psychology, pp. 345-401.

 

 

{i}  Discipleship in the New Age, Vol. I,  pp. 583-584.