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Pregunta 1. ¿Qué es el alma? ¿Podemos definirla? ¿Cuál es su naturaleza? - Parte 2


En el proceso de diferenciación estos diversos aspectos han atraído la atención, pero la síntesis subyacente ha sido pasada por alto o descartada. Sin embargo, todas las formas son diferenciaciones del alma, pero dicha alma es una sola Alma cuando se la observa y considera espiritualmente. Cuando se la estudia desde el punto de vista de la forma no se percibe nada más que diferenciación y separación. Cuando se la estudia desde el aspecto conciencia o sensibilidad, emerge la unidad. Cuando se alcanza la etapa humana y la autopercepción y se fusiona con la sensibilidad de las formas y con la minúscula conciencia del átomo, comienza tenuemente a surgir en la mente del pensador la idea de una posible unidad subjetiva. Cuando se alcanza la etapa del discipulado, el ser humano empieza a considerarse como parte sensible de un todo sensible, y lentamente reacciona al propósito e intención [i57] de este todo. En forma paulatina capta el propósito, a medida que entra conscientemente en el ritmo de la totalidad, de la que él es una parte. La parte se pierde en el todo cuando se alcanzan etapas más avanzadas y formas más sutiles y refinadas; el ritmo del todo somete al individuo a una participación uniforme en el propósito sintético, pero la comprensión de la autopercepción individual persiste y enriquece la contribución individual que ahora se ofrece inteligente y voluntariamente, de modo que la forma no sólo constituye un aspecto de la totalidad (que siempre e inevitablemente ha sido así, aunque no sea comprendido), sino que la consciente entidad pensante conoce la realidad de la unidad de la conciencia y de la síntesis de la vida. Tres factores debemos tener en cuenta a medida que leemos y estudiamos:

1. La síntesis de la vida ..............................................

espíritu.

2. La unidad de la conciencia ....................................

alma.

3. La integración de las formas .................................

cuerpo.

Estos tres siempre han estado unidos, pero la conciencia humana no lo ha sabido. Su comprensión y su integración en la técnica del vivir, constituyen para el ser humano el objetivo de toda su experiencia evolutiva.

Hablando en forma simbólica consideremos ahora al Alma universal o conciencia del Logos que trajo a la existencia nuestro universo, y consideremos a la Deidad como que compenetra con Su vida la forma de Su sistema solar, la cual es consciente de Su trabajo, de Su proyecto y de Su meta. Este sistema solar es una apariencia, pero Dios permanece trascendente. Dentro de todas las formas Dios es inmanente y, sin embargo, permanece apartado y separado. Así como un ser humano pensante e inteligente, actúa por medio de su cuerpo, pero mora principalmente en su conciencia mental o en sus procesos emocionales, así Dios mora absorbido en Su naturaleza mental, y el mundo creado y compenetrado con Su vida avanza hacia la meta para la cual Él [i58] lo ha creado. Sin embargo dentro del radio de Su manifestante forma se llevan a cabo grandes actividades; se observan distintos estados de conciencia y etapas de percepción; surgen distintos grados de sensibilidad, y hasta en el simbolismo de la forma humana tenemos los diferentes estados de sensibilidad, tal como los registrados por el cabello, los organismos internos del cuerpo, el sistema nervioso, el cerebro y la entidad que llamamos yo -que registra la emoción y el pensamiento. De la misma manera la Deidad, dentro del sistema solar, expresa amplias diferencias de conciencia.

Existe una conciencia del cuerpo; existe un mecanismo sensorio que registra las reacciones del medio ambiente; existe una conciencia de los estados de ánimos, de la cualidad, de las reacciones mentales al mundo de las ideas; existe una conciencia más elevada del plan y del propósito, y existe una conciencia de la vida.

Es interesante observar, en relación con la Deidad, que esta respuesta sensoria al medio ambiente es la base de toda la astrología y el efecto de las constelaciones sobre el sistema solar y las fuerzas interplanetarias.

En relación con el ser humano podríamos resumirlo de la manera siguiente:

La naturaleza forma de la persona reacciona conscientemente a la naturaleza forma de la Deidad. La vestidura externa del alma (física, vital y psíquica) es parte de la vestidura externa de Dios.

El alma del ser humano autoconsciente se halla en armonía con el alma de todas las cosas. Es parte integrante del alma universal, y debido a eso puede llegar a percibir el propósito consciente de Deidad, colaborar inteligentemente con la voluntad de Dios y trabajar con el plan de la Evolución.

El espíritu del ser humano es uno con la vida de Dios, y está dentro de él, profundamente arraigado en su alma, así como el alma está arraigada en su cuerpo.

El espíritu, en algún tiempo lejano, lo pondrá en armonía con ese aspecto de Dios que es trascendente, y así cada hijo de Dios hallará oportunamente su camino hacia ese centro -absorbido [i59] y abstraído- donde mora Dios, más allá de los confines del sistema solar.

Estas palabras son formuladas en un esfuerzo por trasmitir una idea del orden, del plan, de la síntesis universal, de la integración, de la incorporación del fragmento en el todo, y de la parte con el todo.

Trataré de responder a la segunda pregunta, recordando que lo único que puedo hacer es penetrar simbólicamente en los propósitos prácticos de la Deidad. Como escribo para simples aspirantes, no puedo trasmitir la verdad hasta que llegue el momento en que se establezca una armonía completa, con sus propias almas, o más completa de lo que es ahora.

Sin embargo, el esfuerzo por captarlo que no puede ser expresado con palabras produce una precipitación de la mente abstracta o intuición, lo cual a su vez estimula y desarrolla las células cerebrales y produce una constante estabilidad del poder de permanecer en el “ser espiritual”; entonces es posible captar lo inexpresable y vivir por el poder del mismo.