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4. Enfermedades y problemas de Discípulos y Místicos - Parte 4

Algún día se harán diagramas del cuerpo etérico, y entonces, se podrá ver la dirección general de dichas líneas de fuerza. El gran impulso de estas energías será evidente y se establecerá, con mayor facilidad, el grado de evolución, indicando infaliblemente el estado psíquico. La complejidad del tema es, sin embargo, muy grande, debido justamente a esta diferencia del desarrollo evolutivo de los vehículos, al nivel alcanzado por la expansión de conciencia [i593] y a la receptividad del estímulo que posee el ser humano. La Ciencia de la Meditación, con el tiempo, absorberá a la ciencia del Laya Yoga, pero sólo en la forma más elevada de esta yoga. La meta de la meditación es producir la libre acción de todas las fuerzas entrantes, a fin de que no haya impedimentos para la energía entrante del alma, ni obstáculo o congestión alguna, ni se carezca de poder -físico, psíquico, mental y espiritual- en parte alguna del cuerpo. Esto significa que no sólo habrá buena salud y que se podrán utilizar plena y libremente todas las facultades, superiores e inferiores, sino que habrá contacto directo con el alma. Se renovará constantemente el cuerpo, característica de la expresión de la vida del iniciado o maestro, lo mismo que del discípulo, sólo que en menor grado. Producirá una expresión rítmica de la vida divina en la forma. Cuando el adepto observa en forma clarividente al aspirante o discípulo, causa:

  1. La manifestación rítmica, causa de la aparición y desaparición de la forma. Al observar el cuerpo, el adepto puede decir cuánto tiempo ha estado encarnado y cuántas veces más encarnará. El estado en que se encuentran los canales pránicos, revelan esto con toda exactitud, especialmente los que están debajo del diafragma. Eso lo revela el centro en la base de la columna vertebral, donde está asentada la voluntad de vivir, que rige la simiente del principio vida en el corazón.
  2. El ritmo de la vida psíquica, que es, en realidad, la revelación respecto a la ubicación del ser humano en relación con la conciencia y sus contactos. Cuando el adepto desea informarse sobre este punto, primero, observa el centro plexo solar y, luego, los centros cardíaco y coronario, porque en estos centros y en su relativa “luz y radiante fulgor”, le es revelada toda la historia del individuo. [i594] El centro de la cabeza, que se ha de observar en el ser humano común e inferior, es el que se halla entre las cejas, el ajna. En el caso del aspirante, del místico y del discípulo, se observa el centro más elevado, el coronario.

A medida que prosigue la evolución y las fuerzas vitales fluyen más libremente por los nadis, a través de los centros mayores, menores y diminutos, aumenta la rapidez de la distribución, de la afluencia y de la radiación consiguiente del cuerpo. Las paredes divisorias, dentro de la envoltura que cubre a los minúsculos canales de fuerza, posteriormente se desintegran (bajo el impacto de las fuerzas del alma) y desaparecen, y así los nadis del discípulo avanzado adquieren una nueva forma, lo cual indica que ya es, en consecuencia y esencialmente, doble y, por lo tanto, una personalidad integrada. Es alma y personalidad. La fuerza del alma puede fluir sin impedimentos, a través del canal central del “nadi”, y las demás fuerzas pueden hacerlo libremente a su alrededor. Mientras se lleva a cabo este proceso y se fusionan las fuerzas dentro de los “nadis”, formando así una sola energía, aparecen las enfermedades del místico, particularmente las que se relacionan con el corazón.

Simultáneamente con la aparición de la dualidad en los “nadis”, el discípulo es capaz de utilizar los dos canales -ida y pingala- que están ubicados a lo largo de la columna vertebral, a cada lado del canal central. Ya puede ascender y descender libremente la fuerza por estos dos “senderos de fuerzas” y pasar, así, externamente a los “nadis”, empleando la zona alrededor de cualesquiera de los centros mayores como zonas de distribución, energizando a voluntad para que entre en actividad cualquier parte del mecanismo, o para que todo el mecanismo inicie una actividad coordinada. El discípulo ha llegado a la etapa de desarrollo donde la trama etérica, que separa los centros a lo largo de la columna vertebral, ha sido consumida por los fuegos de la vida. [i595] El “sushumna” o canal central, puede, entonces, utilizarse lentamente. Esto va a la par de ese período en que afluye libremente la fuerza proveniente del alma, a través del canal central de los “nadis”, que oportunamente entra en plena actividad. Todo esto lo puede ver el ojo clarividente del Maestro.

He dilucidado el tema detalladamente, porque la práctica de los ejercicios de respiración, activa definitivamente las fuerzas que fluyen a través de los “nadis” y las reorganiza, por lo general, prematuramente. Acelera el proceso de derribar las barreras que separan a cuatro fuerzas de la quinta energía, y permite quemar más rápidamente las tramas etéricas protectoras a lo largo de la columna vertebral. Si esto sucede, mientras el énfasis de la vida está puesto debajo del diafragma, y el ser humano ni siquiera es un aspirante o una persona inteligente, se estimulará excesivamente la vida sexual y también se abrirá el plano astral, por lo cual sobrevendrán numerosos desórdenes y enfermedades físicas. Dicho en forma oculta “libera los fuegos interiores y el ser humano será destruido por el fuego”; entonces, no será (como está destinado a ser) “la zarza ardiente que arde eternamente y nunca puede ser destruida”. Cuando tiene lugar la destrucción por el fuego, mediante un proceso forzado y no correctamente dirigido, inevitablemente habrá dificultades. Cuando el ser humano se halla en el Sendero de Purificación o Probación, o en las primeras etapas del discipulado, en que el énfasis de su intención está puesto arriba del diafragma, entonces, existe el peligro de desarrollar excesivamente el egotismo, de sobreestimular el centro cardíaco (con la consiguiente aparición de las diversas dolencias cardíacas y las distintas formas de emotividad producidas por las condiciones grupales), y contraer enfermedades relacionadas con la glándula tiroides y el cerebro, y también dificultades vinculadas principalmente con el cuerpo pituitario.

Podría proporcionarles ciertos ejercicios de respiración, que serían útiles para algunas personas, al tratar de reorganizar el cuerpo vital y, por consiguiente, el etérico, pero, debido a los peligros que involucran para la mayoría de [i596] mis lectores, no es conveniente darlos. La antigua regla de que los aspirantes han de encontrar su camino a una escuela esotérica o de misterios, todavía es aplicable. Lo que puedo hacer -como ya lo he hecho- es proporcionarles ciertas directivas y

enseñarles ciertas reglas seguras, y generalmente muy conocidas, que sentarán las bases para realizar el trabajo más avanzado que debe llevarse a cabo bajo una cuidadosa supervisión personal. Por esta razón, una vez que haya pasado la actual crisis mundial, se deberán sentar las bases para las verdaderas escuelas esotéricas. Dichas escuelas todavía No existen. Hoy los aspirantes y discípulos trabajan en las escuelas esotéricas modernas (como la Escuela Arcana y la Sección Esotérica de la Sociedad Teosófica, para mencionar sólo dos de las más importantes) y allí aprenden algunas de las verdades fundamentales del esoterismo; comienzan a controlar la naturaleza emocional y de la mente; aprenden a purificar el cuerpo y a captar los postulados básicos de la Sabiduría Eterna. Entonces, estarán bajo la dirección subjetiva de algún discípulo avanzado, que conoce cuál es la próxima verdad necesaria y ha desarrollado en sí “el sentido de contacto” y el poder de la percepción intuitiva. Pocas personas, unas aquí, otras allá, trabajan definidamente dirigidas por uno de los Maestros. Sólo cuando hay dirección, conocimiento de los rayos que rigen al ser humano y comprensión de las indicaciones astrológicas sobre el “sendero de la vida del ser humano”, pueden darse algunas reglas verdaderas, pero peligrosas, que conducirán a:

  1. Distribuir correctamente la energía.
  2. Enfocar las fuerzas en los centros.
  3. Quemar las paredes que separan y las tramas etéricas que dividen.

Elevar en el cuerpo las energías cada vez más arriba, mediante el poder de la voluntad dirigida.Gran parte de las dificultades de los místicos y de los ocultistas, en la actualidad, se deben a que literalmente “están jugando con fuego”, y [i597] no se dan cuenta de ello; tampoco mantienen la secuencia correcta u ordenada de desarrollo, como ha sido delineada anteriormente; llevan a cabo prácticas para las cuales no están todavía preparados, que no han sido modificadas de acuerdo al tipo de cuerpo occidental, y las siguen ciegamente sin comprender el proceso ni sus resultados. A no ser que se capte la regla fundamental de que “la energía sigue al pensamiento”, son inevitables los resultados desastrosos. Por ejemplo, el místico cuyo pensamiento está enfocado en el Cristo, considerando que Él se halla en alguna parte del cielo, pero fuera de sí mismo, cuya aspiración hace del Cristo el objetivo de todos sus deseos, frecuentemente se debilita y está físicamente enfermo. ¿Por qué sucede esto? Porque la energía que trata de penetrar en él y compenetrar todo su organismo, sólo llega hasta el centro cardíaco, siendo allí rechazada constantemente y expulsada del cuerpo físico por el poder rector de su pensamiento místico. Para él, el Cristo está en otra parte. Su pensamiento está fuera de sí mismo y, en consecuencia, la energía se escurre de su cuerpo. Entre los iniciados de hoy, se discute mucho el problema de si la condición generalmente débil de la raza humana no se debe, en parte, al hecho de que la aspiración y los pensamientos del género humano han sido dirigidos constantemente a una meta externa y no (como debería haberse hecho) al centro de la vida y del amor, dentro de cada ser humano, lo cual ha agotado gran parte de la energía necesaria del ser humano. A pesar de que se le ha enseñado, durante siglos, que el reino de Dios está adentro, los pueblos de Occidente no lo han aceptado ni han actuado sobre la premisa presentada, sino que han buscado la realidad en lo externo y han puesto su atención sobre la Personalidad de Aquel que les ha enseñado una verdad mayor. En ningún momento, Él deseó ni buscó su devoción. El precio de esta distorsión de la verdad ha sido pagado repetidas veces con un cuerpo desvitalizado y con la [i598] incapacidad del místico común de vivir una vida concreta y, sin embargo, divina sobre la tierra.

Muy poco más puedo decir, respecto a los problemas y las dificultades que acarrean los poderes psíquicos, a medida que se desarrollan en la humanidad y en una vuelta más elevada de la espiral que en el pasado. A medida que prosigue la evolución, las facultades psíquicas humanas y animales están disponibles para el discípulo. La humanidad ha elegido seguir adelante, mediante el método de “prueba y error”, y por muchas razones, es una elección sensata, pero muy lenta, y conduce a períodos de crisis y momentos de dificultades insoportables en la historia de la raza. En el caso del místico y del discípulo, que tratan de controlar esos instintos innatos, el problema se agranda debido a que la vitalidad física de la raza es tan baja, muy poco comprendida y se cuida tan poco el cuerpo, que su poca salud libera los poderes inferiores más fácilmente que en el caso contrario. Por consiguiente se desarrollan prematuramente, antes de conocerse su función o naturaleza y de captarse las leyes que rigen su control. Sería iluminador si se admitiera esta afirmación; se progresaría mucho si se aceptaran las distintas premisas que he formulado como hipótesis valederas y se actuara de acuerdo a ellas. Como resultado, se abriría la puerta a una nueva comprensión de las facultades psíquicas, y con ello, se enriquecería la psicología y la medicina. Entraremos ahora a dilucidar dos problemas relacionados con los poderes psíquicos superiores, pero de un tipo más avanzado, que dependen del desarrollo mental más que de la conciencia del plexo solar.

Problemas del Desarrollo de la Visión Mística

Este proceso de presentar la meta, de hacer contacto con el ideal y de visualizar los innumerables símbolos que velan al alma y [i599] describen pictóricamente el destino final y el propósito, constituyen la prerrogativa reconocida del aspirante místico. Como bien saben, en la literatura mística de las religiones del mundo, proliferan las descripciones sobre dichas visiones, que abarcan desde el acercamiento sexual, en el Canto de Salomón o en los escritos de infinidad de místicos femeninos de la iglesia, hasta las asombrosas revelaciones hechas en los antiguos Puranas o en el Apocalipsis. Éstos abarcan toda la gama, desde la formulación de “una vida de deseo” de alto grado del místico, hasta la verdadera previsión del futuro de la raza, que se encuentra en las Escrituras proféticas. No tengo intención de entrar en detalles. Ha sido considerado por los psicólogos modernos y los instructores religiosos, y los escritores eclesiásticos ya los han tratado extensamente. Sólo quiero referirme a los efectos que dichas experiencias producen sobre el místico. También quiero pedirles que recuerden que estoy generalizando y no especificando.

Las dificultades a que están propensos dichos místicos, son cuatro:

Desvitalización. El místico es atraído constantemente “hacia arriba” (tal como considera y aplica el término), hasta el país de sus sueños, la persona de su idealismo o el ideal espiritual (personificado o no) de su aspiración, aplicando a la inversa el proceso normal y saludable del “Camino de la constante materialización de lo Real”. Vive totalmente en el mundo de su aspiración, deslizándose de la vida del plano físico, llegando a ser no sólo impráctico sino negativo en dicho plano. Lleva todas las fuerzas de su vida hacia arriba, de manera que el cuerpo físico y la vida en el plano físico sufren. Técnicamente, las fuerzas del plexo solar no son llevadas hacia arriba, al centro cardíaco como debería ser, ni la energía del corazón se derrama en amor desinteresado por la humanidad; todas se enfocan y distribuyen en el nivel más elevado de la conciencia astral y son enviadas a nutrir las fuerzas del cuerpo astral. Por lo tanto, [i600] revierten el proceso normal, y el cuerpo físico sufre mucho por ello.

Un estudio, sobre la vida de los santos y los místicos, revelará muchas de estas dificultades e incluso los casos relativamente raros, donde se presta un servicio definido a la humanidad, cuyos móviles consisten frecuentemente (podría decir generalmente) en satisfacer un requisito u obligación, que sirva al místico y le otorgue una recompensa y una satisfacción emocionales. Esta desvitalización fue a menudo tan excesiva, que no sólo produjo debilidad nerviosa, trances y otros desórdenes patológicos, sino que, a veces, acarrearon la muerte.

Ilusión. El drama de la vida del místico y el constante cultivo de la visión (cualquiera sea) condujo, en la mayoría de los casos, a serios desórdenes psicológicos, aunque no se los reconociera. La visión absorbe toda la atención del místico y, en lugar de indicarle la meta que podría lograr algún día o que existía en su conciencia, como símbolo de una realidad interna -que algún día conocería-, vive siempre dentro de la forma mental de su meta. Este poderoso sueño, esta forma mental definida (construida año tras año por la aspiración, la adoración y el anhelo) termina por obsesionarlo en tal forma, que finalmente llega a confundir el símbolo con la realidad. A veces muere por el éxtasis provocado al haberse identificado con su visión. Sin embargo, les diré que el verdadero logro de la meta mística, cuando desaparece la visión y se conoce la realidad, nunca ha matado a nadie. Lo que mata es la ilusión. Sólo cuando el enfoque de la vida está puesto en el cuerpo astral, cuando la afluencia de la fuerza del alma desciende allí, y cuando el centro cardíaco está excesivamente energizado, el místico muere como resultado de su aspiración. Si no acontece la muerte (y esto es algo poco común) pueden aparecer serias dificultades psicológicas. Esto ha preocupado mucho a los eclesiásticos, [i601] en todas las épocas, y a los psicólogos modernos, y ha desacreditado todo el tema del desarrollo místico, particularmente en esta moderna era científica.

En la materialización de la visión en sustancia astral, en su desarrollo por el poder de la emoción (disfrazada como devoción) y en el fracaso del místico para entrar en el reino de la percepción mental, o expresar físicamente su sueño idealista, reside la raíz de la dificultad. El ser humano es engañado por lo mejor que hay en él; es víctima de una alucinación que personifica lo más elevado que conoce; es vencido por el espejismo de la vida espiritual; no sabe distinguir entre la visión y el Plan, entre la elaborada irrealidad de las épocas de actividad mística y lo Real, que siempre permanece en el trasfondo de la vida del ser humano integrado.

No olviden que la visión (del cielo, de Dios, del Cristo, de cualquier guía espiritual o de cualquier milenio), en la mayoría de los casos, se funda en la existencia de los sueños y las aspiraciones de los místicos, los cuales, durante el transcurso de las épocas, han abierto un camino místico, han usado la misma terminología y han empleado los mismos símbolos para expresar lo que sienten, aspiran y anhelan fervientemente. Todos sienten la misma realidad, que se halla detrás del espejismo de la aspiración mundial. Todos revisten sus deseos y anhelos con las mismas formas simbólicas: el matrimonio con el Amado, vivir en la Ciudad Santa, participar de la misma visión estática de Dios, adorar la misma Individualidad deificada y amada, como el Cristo, el Buda, Shri Krishna, caminar junto a Dios en el jardín de la vida, el jardín del Señor, alcanzar la cima de la montaña donde se encuentra Dios y todo es revelado. Éstas son algunas de las formas con que revisten su aspiración y satisfacen su sentido de dualidad. Estas ideas existen como poderosas formas mentales en el plano astral y [i602] atraen -como imanes- la aspiración del devoto que, siglo tras siglo, sigue el mismo sendero de la búsqueda ansiosa, al expresar imaginativamente una vida de deseos espiritual profundamente arraigada y un surgimiento externo y emotivo hacia la divinidad, descrito a veces como “la elevación del corazón hasta Dios”.

Desvitalización e ilusión constituyen el historial del místico puramente emocional. Cuando este ciclo astral haya terminado y más adelante (probablemente en otra vida) él entre en un estado mental francamente agnóstico, se restablecerá el equilibrio y será posible un desarrollo más saludable. Los frutos verdaderos y valiosos de la experiencia mística del pasado nunca se pierden; la realización espiritual interna sigue latente, en el contenido de la vida, para ser revividos, más tarde, en su verdadera expresión, pero la ambigüedad y el sentido de dualidad, oportunamente deben transformarse en una definida claridad mental, el dualismo debe ser reemplazado por la experiencia de la unificación y las brumas deben desvanecerse. El místico ve a través de un cristal oscuro, pero algún día debe conocer como se le conoce a él.

En estos tiempos modernos, cuando la persona de orientación mística está bajo el cuidado de un psicólogo inteligente, se le debe aconsejar a éste que desarrolle suave y gradualmente, en el paciente, un período de duda que lo llevará, incluso, a un agnosticismo temporal. Como resultado, se obtendría un rápido restablecimiento del equilibrio deseado. Les llamaré la atención sobre las palabras “suave y gradualmente”. Alentar una vida física normal, con sus objetivos comunes, cumplir con sus obligaciones y responsabilidades, y las funciones físicas usuales de la naturaleza, deberían producir una orientación saludable, muy necesaria.

Delirio. Uso deliberadamente esta palabra fuerte, al referirme a las difíciles y peligrosas etapas de la vida del místico. Cuando las ilusiones y la desvitalización han ido más allá de cierto grado, llega la etapa donde no ejerce un verdadero control interno, desarrollando el [i603] sentido místico a tal grado, que ya no tiene un sentido de proporción, y los convencionalismos, correctos o erróneos, el entrenamiento social, la responsabilidad económica, los deberes humanos y todos los aspectos de la vida diaria, que integran la parte humana en la totalidad de la humanidad, ya no rigen la naturaleza inferior. Su expresión externa se hace anormal y (desde el punto de vista de los valores mejores y más elevados) se hace antisocial. Dicha actitud abarcará desde el fanatismo, relativamente común, que obliga al fanático a ver sólo un punto de vista entre los muchos, hasta ciertas formas pronunciadas y reconocidas de demencia. Entonces, el místico se obsesiona por su propia forma mental peculiar de la verdad y la realidad. En su cabeza sólo existe una idea. Su mente no está activa, porque su cerebro se ha convertido en el instrumento de su naturaleza astral y sólo registra su devoción fanática y su obsesión emocional. El centro ajna entra en actividad, antes de que haya una verdadera integración del ser humano entero y de que su actividad tenga un propósito útil y verdadero.

Sobreviene un período, en que el ser humano expresa sus numerosas modalidades indeseables, que incluyen la excesiva e intensa centralización, el verdadero fanatismo, el sadismo, animado por un supuesto motivo espiritual (tal como sucedió en la Inquisición), y ciertas formas de colapso mental. Hablando en sentido oculto, “la visión ígnea consume a su víctima destruyendo el hilo que mantiene su mente y su cerebro en estrecha amistad”. Esta ardiente fiebre astral produce lógicamente un efecto, en el cuerpo físico, y también en la expresión de la personalidad, y entonces, otros pueden reconocer que es muy real y que sus consecuencias y efectos son graves. Con frecuencia, muy poco es lo que se puede hacer; a veces, la intención de ayudarlo de nada sirve. El místico ha cometido un daño irreparable que durará sólo durante esta vida. La influencia curativa de la muerte y el intervalo de la vida, más allá del plano físico, deben realizar su tarea benéfica, antes de que el ser humano pueda nuevamente alcanzar la normalidad y comenzar [i604] a transmutar su Visión de lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero, en expresión activa en el plano de la vida diaria. Entonces, abocará su mente al problema y descubrirá que la visión es sólo el reflejo del Plan de Dios. Sabrá que el poder de personificar la aspiración, debe ser transformado en el poder de llegar a ser impersonal, antes de dedicarse a servir y colaborar con la Jerarquía.

Desapego. Constituye una de las principales dificultades psicológicas, que conducen al fenómeno común de la separatividad. Es una de las más difíciles de manejar. El místico que sólo puede ver su visión y la registra únicamente en términos de formas simbólicas, deseo sexual, aspiraciones angustiosas y una intensa “vida de deseos”, de sueños y anhelos, que oportunamente puede interrumpir las correctas relaciones, tanto en sí mismo (por un lado, su cuerpo físico, por otro, su vida emocional y su mente ocupada en otra cosa), como en su medio circundante, además de las responsabilidades ambientales, vive totalmente en el mundo de su propia creación, desapegado, inconmovible e impasible ante las demandas humanas y los asuntos naturales. Esto, a veces, también se produce por el deseo no reconocido de eludir la responsabilidad, el dolor, la irritabilidad, que produce la vida diaria, y las caricias de quienes lo aman; puede haberlo traído de otra vida, en que ha pasado experiencias místicas y que, en ésta, debe trascender y sobrepasar permanentemente, pues ya ha servido un propósito útil y ha realizado un trabajo necesario. Este tipo de desapego es erróneo.

Comprendo que, a medida que imparto esta enseñanza sobre las dificultades de la vida mística -desvitalización, ilusión, delirio y desapego-, los que han adquirido mucho conocimiento de los místicos y, en la actualidad, se inclinan al misticismo, expresarán violentamente su desacuerdo. Trataré de explayarme con claridad sobre estos [i605] puntos. El método místico es el correcto para las personas que han llegado a cierto grado de evolución, la etapa atlante, siempre y cuando no sea llevado hasta la demencia, la alucinación, el fanatismo violento y las complicaciones psicopáticas. Correctamente expresado constituye un proceso útil y necesario por el cual reorientar el cuerpo astral, luego, la aspiración espiritual comienza a reemplazar al deseo. Es necesario tener visión, porque, donde no hay visión, los pueblos perecen. La verdadera visión es el reflejo astral del Plan divino, reflejado en los niveles superiores de la conciencia astral del planeta; allí esos seres humanos, cuyo enfoque de la vida es elevado, la presienten y hacen contacto con el Plan, cuya “intención es dirigirse a Dios y lograr la rectitud”, y en la actualidad, son introvertidos, tienen poco conocimiento técnico de la ley divina, de la constitución del ser humano o de la vida planetaria; sus mentes no dudan y permanecen pasivas, excepto en un sentido emocional, para aliviar la propia angustia espiritual y el deseo de paz y satisfacción del místico. Tenemos, por ejemplo, pocos escritos de los místicos de la Edad Media (sea de Oriente o de Occidente), que den algún indicio sobre la necesidad mundial o la demanda de la humanidad para lograr la iluminación.

El reflejo astral del Plan constituye la visión. Allí las fuerzas de la vida, de naturaleza física mística, de su cuerpo astral y de su alma (dos fuerzas y una energía) se unen, produciendo una poderosa expresión de deseo enfocado, de profundo e incipiente anhelo, de vívida imaginación y de una forma mental construida, que expresa todo aquello con que el místico quiere hacer contacto o ver manifestado.

A medida que pasa el tiempo, irá desapareciendo, poco a poco, este acercamiento místico. El trabajo de lograr la belleza y el instinto de dirigirse a la divinidad, están ahora tan profundamente arraigados, en la conciencia racial, que el trabajo equilibrador de la mente y la presentación del Plan, en lugar de la Visión, puede [i606] seguir adelante sin peligro. Los niños de la raza que poseen todavía conciencia atlante, continuarán empleando el acercamiento místico, y la belleza de esa contribución seguirá siendo la herencia de la raza. Pero el ciclo de experiencia y esfuerzo místico será considerablemente breve y estará controlado científicamente, porque se comprenderá mejor su propósito, el lugar que le corresponde en el desarrollo racial y su contribución a la “doctrina de la Realidad”.

Este ciclo místico tiene su analogía en el ciclo de la adolescencia, en la vida valiosa de la juventud visionaria dadora de vida, que impele a la correcta orientación y a la estabilización de ciertas normas y valores. Dicho ciclo, sin embargo, será reconocido como indeseable cuando llegue el momento en que una nueva norma superior de valores y una técnica controlada y más espiritual lo reemplace. El propósito de la vida, un plan reconocido y una actividad correctamente dirigida, reemplazarán oportunamente todos los anhelos, los sueños, las ansias imaginarias y la aspiración adolescente, en la vida del individuo y de la raza.

No me interpreten mal. La visión es la visión de la realidad. El Eterno Soñador sueña, y el más grande de todos los Místicos es el Divino Logos Mismo; Su sueño debe ser registrado en nuestra conciencia como el Plan de Dios; la visión mística, el aspecto soñador de la naturaleza de Dios, es lo que necesita desarrollar el ser humano aunque en forma pasajera. Reflexionen sobre esto, porque contiene la revelación para quienes reflexionan correctamente.

La Revelación de la Luz y del Poder y las Dificultades Derivadas

Los problemas que ahora vamos a tratar, son de categoría totalmente distinta. No tienen relación alguna con la emoción ni el plano astral, pero constituyen dificultades específicas del aspirante, del ser humano evolucionado o del discípulo que ha aprendido a enfocarse en la naturaleza mental. Son problemas vinculados con los contactos establecidos con el alma, [i607] y dan por resultado la iluminación de la mente y una definida afluencia de poder.

Estas dificultades sólo se le presentan a aquel que está despertando los centros laríngeo y ajna. En cuanto se percibe alguna dificultad, relacionada con el fenómeno de la luz, el psicólogo o el médico podrán saber que está involucrado el cuerpo pituitario y que, en consecuencia, comienza a despertar y a entrar en actividad el centro entre las cejas, el ajna.

El problema del poder, que percibe el aspirante y trata de expresar en su vida, puede clasificarse en dos categorías:

1. El sentido de poder que se adquiere por el esfuerzo de realizar un definido trabajo creador, implica, necesariamente, la actividad del centro laríngeo. Donde existe esta afluencia de fuerza creadora y donde no se emplea verdaderamente la energía que afluye para producir el trabajo creador, es fácil que surjan dificultades en la glándula tiroides.

2. El sentido de poder que se expresa como ambición, y la integración que se logra por la fuerza de dicha ambición. Frecuentemente subordina los distintos aspectos de la naturaleza inferior a esa ambición. Cuando esto tiene lugar, el centro ajna se halla activo y sincroniza su vibración con la del centro laríngeo. Esto conduce a verdaderas dificultades, y es la forma más común de la ambición a la cual sucumben los aspirantes y discípulos.

El problema de la luz también puede clasificarse, si se desea, en dos grupos de dificultades, uno relacionado con el registro físico de la luz en la cabeza, y el otro, con la adquisición de conocimiento.

El registro de la luz, dentro de la periferia del cráneo, está vinculado a la relación que existe entre los centros [i608] coronario y entre las cejas, es decir, entre esa zona (ubicada alrededor del cuerpo pituitario) y la que está alrededor de la glándula pineal. Como saben, el efecto vibratorio de esos dos centros puede llegar a ser tan fuerte, que ambas vibraciones, o su “palpitante actividad rítmica”, invadan el campo de actividad del otro y se establezca un campo magnético unificado, que llegue a ser tan poderoso tan brillante y pronunciado, que el discípulo podrá verlo con toda nitidez al cerrar los ojos, pudiendo percibirse y conocerse visualmente. Con el tiempo y en algunos casos, puede afectar definitivamente al nervio óptico; no es que lo dañe, sino que despierta la parte más sutil del sentido de la vista. Entonces, el ser humano puede ver etéricamente y también la contraparte etérica de todas las formas tangibles. Este es un poder fisiológico y no psíquico, y es muy distinto de la clarividencia. No podrá haber visión etérica fuera del órgano común de la visión, el ojo. Sentir y registrar esta luz en la cabeza puede acarrear sus propios problemas peculiares, cuando el proceso no se comprende ni se controla correctamente, así como registrar el poder de la energía (proveniente de la mente en su aspecto voluntad, o desde el alma, a través de los pétalos de la voluntad) y perjudicar definidamente a la personalidad, cuando no está consagrada ni purificada.

El registro de la luz tiene también ciertas etapas definidas y se efectúa en determinados grados de desarrollo del ser humano, pero es más probable que ocurra en las primeras etapas y no en las posteriores, y ellas son:

1. Percibir una luz difusa fuera de la cabeza, sea delante de los ojos o sobre el hombro derecho.

2. Percibir una luz difusa y nebulosa dentro de la cabeza, que aparentemente compenetra toda la cabeza.

3. La concentración de esta luz difusa hasta que adquiere la apariencia de un sol radiante [i609].

4. La intensificación de la luz de este sol interno. En realidad, es el reconocimiento de la radiación del campo magnético, establecido entre el cuerpo pituitario y la glándula pineal, como expresiones de los centros coronario y ajna. Dicha radiación, a veces, puede ser demasiado brillante para soportarla.

5. La extensión de los rayos de este sol interno, primero hasta los ojos, y finalmente más allá del radio de la cabeza, de manera que (para la visión del clarividente) la aureola aparece alrededor de la cabeza del discípulo o aspirante.

6. El descubrimiento de que existe, en el mismo corazón de todo esto, un punto de luz azul eléctrico oscuro, que gradualmente aumenta hasta adquirir el de un círculo bastante grande. Esto ocurre cuando la luz en la cabeza irradia desde la abertura central que se halla en su cima. A través de esta abertura, pueden sintetizarse las diversas energías del alma y las fuerzas de la personalidad, que afluirán al cuerpo físico por medio de los centros mayores. También constituye una “puerta esotérica de salida”, a través de la cual puede el alma retirar, cuando el individuo duerme, el aspecto conciencia y, en el momento de la muerte, el aspecto conciencia y el hilo de la vida.

El registro de esta luz interna causa, a veces, una profunda preocupación y dificultad a la persona inexperta, y la intensidad de su preocupación y temor le hace pensar tanto sobre su problema, que llega a obsesionarse “con la luz y no ven al Señor de la Luz y aquello que la Luz revela”, como se dice ocultamente. Indicaré, aquí, que no todos los aspirantes y estudiantes de ocultismo ven esta luz. Verla depende de varios factores -temperamento, cualidad de las células físicas del cerebro, la naturaleza del trabajo o la tarea particular que se ha realizado y la extensión del campo magnético. No debería haber ninguna dificultad, si el [i610] aspirante utilizara la luz que existe en él para ayudar a sus semejantes. El místico autocentrado provoca estas dificultades, así como también lo hace el ocultista que emplea la luz que ha descubierto en sí mismo, para propósitos egoístas y fines personales.

Una dificultad incidental surge, a veces, cuando se descubre y convierte en una puerta “a otros mundos”, no en una puerta para ser usada correcta y debidamente, sino para huir de las vicisitudes de la vida y como escapatoria de la experiencia física consciente. Entonces, el vínculo entre el místico y su vehículo físico es cada vez menos firme, y el eslabón comienza a aflojarse acrecentadamente hasta que el ser humano dedica la mayor parte de su tiempo a estar fuera de su cuerpo, en una condición de semitrance o de profundo sueño.

Los estudiantes no deberían realizar ningún esfuerzo para tratar de ver esta luz en la cabeza, pero cuando se la percibe y se ve, entonces, deberá ser registrada y regulada cuidadosamente. Los tipos que pertenecen al segundo rayo, responderán más fácilmente a este fenómeno, con mayor frecuencia que los tipos que pertenecen al primero y tercer rayos. Las personas de primer rayo registrarán la afluencia de fuerza y de poder con mucha facilidad, y descubrirán que su problema reside en controlar o dirigir correctamente dichas energías.

Gran parte de la encrucijada, por la que atraviesa la personalidad de los aspirantes del mundo, se debe al hecho de que la luz que reside en ellos, no está dirigida, y el poder que afluye a través de ellos, no lo utilizan o lo aplican mal. Gran parte de la ceguera física y la miopía que hay en el mundo, se debe (a no ser como resultado de algún accidente) a la presencia de la luz en la cabeza -que no ha sido reconocida ni utilizada-, produciendo, así, o iniciando un efecto definido sobre los ojos y el nervio óptico. Hablando técnicamente, la luz del alma -localizada en la región de la glándula pineal- actúa y debería ser dirigida a través del ojo derecho, que (como ya se ha dicho) es el órgano de “buddhi”, [i611] mientras que la luz de la personalidad -localizada en la región del cuerpo pituitario- actúa a través del ojo izquierdo. Aun no ha llegado el momento de que esta afirmación signifique algo, excepto para el estudiante muy avanzado, pero debería registrarse para que, en el futuro, lo apliquen los discípulos y aspirantes.

También quisiera señalar que una de las dificultades de hoy consiste en que la luz de la personalidad está mucho más activa, dentro de la cabeza, que la luz del alma, y tiene mayor capacidad de quemar que la luz del alma. Esta produce un efecto estimulante y ocultamente frío. Pone en actividad de funcionamiento a las células cerebrales, evocando respuesta de las células que, en la actualidad, están pasivas y dormidas. A medida que estas células se ponen en actividad, mediante la afluencia de la luz del alma, aparece el genio, acompañado, con frecuencia, por cierta carencia de equilibrio o de control, en algunos aspectos.

La totalidad del tema de la luz y del poder es tan vasto y tan poco comprendido, en su verdadero significado, como expresión (en forma dual) de la energía que asciende desde la personalidad y desciende desde el alma, que sólo cuando haya más personas que puedan recorrer el sendero, el problema se verá en su verdadera luz y, así, oportunamente será manejado en forma correcta. Ahora, me referiré brevemente a algunos de los problemas, a fin de proporcionarles el germen o la simiente del pensamiento, sobre el cual se desarrollará el estudio y la investigación futuros. Pueden ser resumidos de la manera siguiente:

El tema de la luz y de la energía está estrechamente vinculado al problema (pues eso es, en la actualidad) del sistema glandular; por lo tanto, es de importancia fundamental que se comprenda esta relación, pues constituye una de las cosas básicas sobre las cuales descansa la salud de todo el cuerpo y su correcto funcionamiento.

Cuando se capte correctamente este tema, [i612] se hallará que el cerebro y los dos centros de la cabeza (activando el cuerpo pituitario y la glándula pineal) son los agentes que dirigen todas las actividades del ser humano en el plano físico. Hoy está dirigido casi totalmente por los instintos animales, por su vida sexual y por sus reacciones emocionales, o por sus actividades creadoras, cuando se expresan a través del centro laríngeo. Pocas -muy pocas- de sus actividades están dirigidas desde el corazón; pero oportunamente los seres humanos deberán controlar la expresión de su vida desde la cabeza, por medio de los órganos duales del alma y de la personalidad: el centro ajna, trabajando a través del cuerpo pituitario y expresando la vida de la personalidad en máximo grado, y el centro coronario, trabajando a través de la glándula pineal, que responde a los impulsos del alma. Entonces, se establecerá un equilibrio, serán dirigidas correctamente todas las fuerzas de la vida y se desarrollarán debidamente (siguiendo lo que indican los rayos) todos los centros del cuerpo.

Por medio de este correcto reajuste de las fuerzas de la vida del cuerpo y su consiguiente “iluminación y energización”, los seres humanos serán capaces de realizar dos cosas, simbólicamente hablando:

a. “Verán a Dios” y estarán en contacto con el alma.

b. “Sabrán lo que hay en el ser humano” y podrán actuar inteligentemente y trabajar en forma constructiva.

Serán capaces de “horadar el espejismo del plano astral” y continuar actuando sin errores, y así iluminar, sin impedimentos, el cerebro, distribuyendo en él el conocimiento.

De lo antedicho deducirán que muchas de las alucinaciones, espejismos, ambiciones y errores, cometidos por el místico moderno, se remontan a las primitivas etapas de los comienzos embrionarios de estos desarrollos. Por lo tanto, [i613] indican desarrollo, pero desgraciadamente no se comprende lo que son, y la luz y la energía disponibles son mal aplicadas o dirigidas hacia fines egoístas y personales. Por ahora, nadie puede evitarlo, excepto los discípulos y ocultistas más avanzados y experimentados; la mayoría de los aspirantes deben continuar, durante algún tiempo, destruyéndose a sí mismos (desde el ángulo de la personalidad y durante esta vida) por lo que ha sido denominado “la luz ígnea de su comprensión errónea y el fuego ardiente de la ambición de su personalidad”, hasta haber obtenido esa humildad y haber aprendido esa técnica científica, que los hará directores inteligentes de la luz y del poder que afluyen en y a través de ellos continuamente.

Por lo tanto, el estudio de los tres tipos de dificultades que surgen por el desarrollo y el desenvolvimiento de los poderes psíquicos, me conduce a hacer una amplia generalización, y deben recordar que, en ella, hay muchas excepciones:

La aparición de los poderes psíquicos inferiores indica, generalmente, que el ser humano -que es su víctima (porque aquí sólo nos ocuparemos de las anormalidades de la ciencia psíquica)- pertenece al tercer rayo, o el tercer rayo predomina en su personalidad, o es el factor que controla el equipo de su personalidad. En esto, tendremos a menudo un cuerpo astral controlado por el tercer rayo.

El registro de la visión mística y sus dificultades derivadas se facilita cuando el segundo rayo controla y es poderoso, porque está vinculado peculiarmente con la visión y la luz.

Será evidente que la revelación del poder constituye parte de la expresión del tipo de primer rayo.

De esta manera, aunque el discípulo pase, posteriormente, todas las experiencias, las tres dificultades principales que hemos tratado -los poderes psíquicos, los problemas incidentales a la [i614] visión mística y la revelación de la luz y el poder- tienen relación y están vinculados a la expresión del rayo. Esto deberían tenerlo en cuenta los psicólogos, el investigador y el médico. La sensibilidad psíquica, la dualidad mística y el poder dominante -los tres principales problemas del aspirante- deberían ser estudiados y comprendidos. Afectan a los tres centros mayores -el coronario, el cardíaco y el centro entre las cejas- del discípulo, porque la sensibilidad psíquica está relacionada con el corazón, la dualidad mística, con el centro ajna, y el problema del poder, con el centro más elevado de la cabeza.

Afectan la garganta, el plexo solar y el centro sacro del aspirante o del ser humano avanzado, pero, como esto se debe sobre todo a una expansión de la conciencia, no se registra un efecto perceptible en el ser humano no evolucionado o el ser humano común, preocupado con la vida del plano físico y las reacciones emocionales. No está pasando por una estimulación, sino por un proceso de desintegración, reorientación, reconocimiento de la dualidad y de fusión de la personalidad. Como hemos observado anteriormente, el proceso de integración acarrea sus propios problemas.

A medida que pasa el tiempo, serán estudiadas más cuidadosamente las etapas difíciles, desde el ángulo de la hipótesis ocultista, y entonces, habrá un marcado progreso; esto será así en forma peculiar, si se estudian los problemas de la adolescencia, porque constituyen los problemas de la conciencia atlante y del desarrollo místico.

Quisiera señalar que, así como el embrión en la matriz recapitula las diferentes etapas del desarrollo animal, así el ser humano, durante la infancia, la adolescencia y la juventud, hasta los treinta y cinco años de edad, recapitula las varias etapas de la conciencia racial. A esa edad, debería afirmarse en él la etapa del discípulo inteligente. Mucho se adquirirá cuando se reconozca este proceso de recapitulación, que [i615] -en la nueva era que ya está sobre nosotros- hará mucho para controlar y determinar cuáles serán los procesos de desarrollo, a que serán sometidos el niño y el joven, por el educador inteligente.