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CAPÍTULO V. ETAPAS DE LA MEDITACIÓN

CAPÍTULO V. ETAPAS DE LA MEDITACIÓN

«¿Qué harías dentro, oh alma, hermana mía?
¿Qué harías dentro?
Que nos quedemos solos
(¡solos, cara a cara
en ese lugar iluminado por la llama!)
Y por primera vez, hablaríamos».

EVELYN UNDERHILL

 

[i91] Hemos estudiado brevemente los objetivos que tenemos ante nosotros al tratar de reorientar la mente hacia el alma para, mediante esta unión, entrar en comunicación con un mundo más elevado del Ser. Tratamos de utilizar el equipo que nos fue dotado por una larga serie de experimentos y experiencias en la vida. Si emprendemos la tarea desde el punto de vista del devoto místico o del aspirante intelectual, existen ciertos requisitos básicos que deben preceder a todo ejercicio definido. Las palabras del Reverendo R. J. Campbell exponen sucintamente la situación y nuestra tarea, y dice:

«A fin de conocer la naturaleza del Yo, tuvimos que abandonar nuestro hogar eterno en Dios, luchando y sufriendo en medio de las ilusiones del tiempo y de los sentidos. Debemos superarnos antes de penetrar en la verdad eterna que reside detrás de todo lo visible. Con la superación debemos dominar la carne y magnificar el espíritu, despreciar el mundo para salvarlo y perder la vida para descubrirlo».

Ahora consideraremos la situación y los procesos a que debemos ajustarnos si queremos alcanzar la meta. Sólo se indicarán los requisitos preliminares pues son universalmente reconocidos y en parte los cumple todo principiante, de lo contrario [i92] no podría entrar en esa fase particular de la legendaria búsqueda de la verdad.

Somos conscientes de la dualidad en nosotros mismos y de un estado de lucha entre los dos aspectos de que estamos constituidos. Somos conscientes de un profundo descontento hacia toda la vida física y de nuestra incapacidad de captar y comprender la divina realidad que esperamos exista, pero es cuestión de fe y ansiamos estar seguros de ello. La vida de los sentidos no parece llevarnos muy allá en el camino hacia nuestra meta. Llevamos una existencia flexible, a veces impelidos por el elevado deseo hacia la maravillosa cumbre de la montaña hasta alcanzar una vislumbre de la belleza, y luego somos arrojados al abismo de nuestro cotidiano medio ambiente, nuestra naturaleza animal y el mundo caótico en el que el destino nos ha colocado. Presentimos que hay algo cierto, pero nos elude; tratamos de alcanzar una meta que parece estar fuera de nosotros y evade nuestros más frenéticos esfuerzos; luchamos y ansiamos alcanzar el conocimiento del que los santos nos dan testimonio y los Conocedores de la raza continuamente atestiguan. Si nuestra voluntad es suficientemente fuerte y nuestra determinación está arraigada en una perseverancia firme y audaz, y si se comprenden las antiguas reglas y fórmulas, podemos encarar nuestro problema desde un nuevo ángulo y utilizar nuestro equipo mental en vez de la aplicación emocional y el deseo febril.

Sin embargo, la actividad del corazón tiene cabida, y Patanjali en sus bien conocidos Aforismos56 que han [i93] guiado los esfuerzos de cientos de Conocedores, dice:

«Las prácticas que conducen a ‘la unión con el alma’... son: primero, ‘aspiración ardiente’, luego ‘lecturas espirituales’ y finalmente, ‘devoción’ al Maestro»[lv] 56

La palabra «aspiración» viene del latín «ad» (=”hacia”) y “spirare” = “respirar, respirar hacia”, según el Diccionario Webster. La palabra «espíritu» viene de la misma raíz. La aspiración debe preceder a la inspiración. Debe haber una exhalación del yo inferior antes de que haya una inspiración por el aspecto superior. Desde el punto de vista del misticismo oriental, aspiración involucra la idea de fuego. Denota un deseo ardiente, una fogosa determinación que finalmente hace tres cosas por el aspirante. Proyecta una viva luz sobre sus problemas y constituye la hoguera purificadora donde el yo inferior debe penetrar a fin de consumir toda la escoria, y también destruye todos los entorpecimientos que lo retengan. Esta misma idea del fuego aparece en todos los libros sobre misticismo cristiano, y en la Biblia se encuentran muchos pasajes similares. La voluntad de «cargar la cruz”, “entrar en el fuego”, “morir diariamente» (no importa qué simbología se emplee), es la característica del verdadero aspirante, y antes de poder continuar en el camino de la meditación y seguir los pasos de las miríadas hijos de Dios que nos precedieron, debemos medir la profundidad y [i94] altura y prepararnos para la ardua ascensión y la fiera lucha. Debemos decir como J. C. Earle: 

«Cruzo el valle. Asciendo la cuesta;
cargo la cruz; la cruz me carga a mí.
La luz me conduce a la luz. Lágrimas
de gozo vierto al pensar en lo que espero ver
una vez escalada la ardua cumbre;
por cada doloroso paso que doy,
atravieso mundos sobre mundos de luz, y
penetro en las honduras más profundas de Dios». [lvi]
57

Empezamos con una comprensión emocional de nuestra meta y de allí seguimos adelante a través del fuego de la disciplina, hacia las alturas de la certidumbre intelectual. Esto está bellamente descrito en la Biblia, en la historia de Sidrac, Misac y Abdénago. Leemos que fueron arrojados a una hoguera ardiente; no obstante, el resultado de esta aparente tragedia fue la aparición de una cuarta Identidad entre ellos, de apariencias semejantes a la del Hijo de Dios. Estos tres amigos simbolizan el triple hombre inferior. El nombre Misac significa «ágil» (facultad de la mente discernidora, el cuerpo mental). Sidrac significa «gozando del camino», y describe la transmutación del cuerpo emocional y el acto de trasladar el deseo al Camino; Abdénago significa «un servidor del Sol», y así hace resaltar el hecho de que la única función del cuerpo físico es ser servidor del Hijo [i95] (Sol), del ego o alma. (Véase Daniel iii, 23-24). No hay medio de escapar de la ardiente hoguera, pero la recompensa es proporcional a la prueba.

La importancia del segundo requisito, lecturas espirituales, debe ser también captada. La palabra “leer” es de origen muy oscuro; según los filólogos, deriva de dos palabras. Una es la latina «reri», pensar, la otra la sánscrita «radh», tener éxito. Quizás ambas ideas sean aceptables, porque realmente la verdad es que el hombre capaz de pensar mejor y de controlar y utilizar su mecanismo de pensar, es quien domina más fácilmente la técnica de la meditación.

La oración es posible para todos; la meditación únicamente para el hombre mentalmente polarizado. Conviene hacer resaltar este punto, pues frecuentemente encuentra oposición cuando se lo expone. Todo hombre que esté dispuesto a sujetarse a una disciplina y a transmutar la emoción en devoción espiritual, puede llegar a santo, y muchos se someten a ello. Pero no todos los hombres pueden llegar a Conocedores, porque esto implica todo cuanto el santo ha alcanzado, más el empleo del intelecto y el poder de pensar hasta alcanzar el conocimiento y la comprensión. El hombre que triunfa es aquel que puede pensar y utilizar el sexto sentido, la mente, para producir ciertos resultados específicos. Otros orígenes que se sugirieron tienen que ver con las palabras que significan aceptar consejos y advertencias. Tenemos así tres ideas básicas: obtener éxito mediante la mente, lograr la [i96] perfección, aceptar consejos y utilizar todos los canales de información, a fin de adquirir el conocimiento.

Esto es fundamentalmente lo que Patanjali quiere decir cuando emplea la expresión «lectura espiritual». En realidad significa leer con los ojos del alma, con la visión interna alerta, para descubrir lo que se busca. Se comprende que las formas no son más que símbolos de una realidad interna o espiritual, y que lectura espiritual implica el desarrollo de la capacidad de «leer», o ver el aspecto vida que la forma externa vela u oculta. Se observará que lo dicho se aplica tanto a la forma humana como a las formas de la naturaleza. Todas ellas velan un pensamiento divino, idea o verdad, y son manifestación tangible de un concepto divino. Cuando el hombre sabe esto empieza a leer espiritualmente, a ver debajo de la superficie, y así establece contacto con la idea que dio existencia a la forma. Gradualmente, a medida que se adquiere práctica, se llega al conocimiento de la Verdad y ya no engañan los aspectos ilusorios de la forma. En su aplicación más práctica, esto conducirá al hombre, por ejemplo, a rechazar el aspecto forma que puede asumir un semejante y a tratar con él basándose en la oculta realidad divina, lo cual no es fácil pero sí posible, si se entrena en la lectura espiritual.

El tercer requisito es obediencia al Maestro. No es una obediencia servil a los mandatos de algún supuesto Instructor o Maestro, que actúa misteriosamente detrás de la escena, como pretenden tantas [i97] escuelas de esoterismo. Es mucho más sencillo. El Maestro real, que reclama nuestra atención y la consiguiente obediencia, es el Maestro en el Corazón, el alma, el Cristo interno. Este Maestro hace sentir Su presencia, primeramente por medio de la «voz tenue y queda» de laconsciencia, impulsándonos a un vivir más elevado y menos egoísta, emitiendo una rápida advertencia cuando nos desviamos del estricto sendero de la rectitud. Luego es conocida como la Voz del Silencio, la palabra que llega, el «Verbo encarnado», nosotros mismos. Cada uno es un Verbo hecho carne. Después lo denominamos intuición despierta. Quien estudia meditación aprende a diferenciar con exactitud estos tres. Este requisito exige, por lo tanto, obediencia implícita que el aspirante presta rápidamente a los impulsos superiores que puede registrar en todo momento y a cualquier precio. Cuando se presta obediencia a esto, desciende del alma un raudal de luz y conocimiento. Cristo lo señala en las palabras: “Si un hombre cumple su voluntad, sabrá…” (Juan 7:17)

Estos tres factores — obediencia, búsqueda de la verdad en todas las formas y ardiente anhelo de liberación — son las tres partes de la etapa de aspiración, y deben preceder a la de la meditación. No es necesario expresarlas en su plenitud o extensión, sino incorporarlas a la vida como reglas prácticas de conducta. Conducen al desapego, una cualidad sobre la que se hace hincapié en Oriente y Occidente. Es la liberación del alma de la esclavitud de [i98] la vida de la forma, y la subordinación de la personalidad a los impulsos superiores. El Dr. Maréchal expresa esta intención cristiana en las palabras:

«¿Qué significa ‘desapegarse del yo’?»

«Ante todo, en realidad, es desapegarse del ego inferior y sensorio — la subordinación habitual del punto de vista carnal al espiritual; la coordinación de la multiplicidad inferior, en una unidad superior.

«Igualmente es desapego del ‘ego jactancioso’, del ego disperso y caprichoso, juguete de las circunstancias externas, esclavo de la opinión fluctuante. La continuidad de la vida interna no podrá acomodarse a una unidad tan fluctuante.

«Sobre todo, es desapegarse del ‘ego orgulloso’. Debe tenerse una exacta comprensión de ello, porque la humildad es considerada con justicia una de las notas más características del ascetismo y del misticismo cristianos». [lvii] 58

Lo antedicho acentúa la subordinación de la vida física, emocional y mental, al proyecto divino de alcanzar la unidad, porque el capricho es una cualidad del mecanismo sensorio, y el orgullo una cualidad de la mente.

El proceso de meditación se divide en cinco partes y cada una conduce sucesivamente a la otra. Tomaremos estas diversas etapas y las estudiaremos por separado, porque al dominarlas podemos atribuir el ascenso constante del hombre espiritual consciente, desde la esfera del sentimiento a la del conocimiento, y de ésta a la iluminación intuitiva. Estas etapas pueden ser brevemente enumeradas:

1. Concentración. Es el acto de concentrar la mente, aprendiendo a enfocarla y a utilizarla. [i99]

2. Meditación. Es el enfoque prolongado de la atención en una dirección y el firme mantenimiento de la mente sobre cualquier idea deseada.

3. Contemplación. Es una actividad del alma, en forma independiente de la mente, mantenida en estado de pasividad.

4. Iluminación. Es el resultado de los tres procesos anteriores, y consiste en hacer descender a la consciencia cerebral el conocimiento adquirido.

5. Inspiración. Es el resultado de la iluminación, tal como se manifiesta en la vida de servicio.

Estas cinco etapas, seguidas fielmente, conducen a la unión con el alma y al conocimiento directo de la divinidad. Para la mayoría de quienes emprendan el estudio de la meditación, la etapa que debe absorber su atención durante largo tiempo ––casi con exclusión de todas las demás–– es la concentración, el control de los procesos mentales. Se supone que existe cierta medida de aspiración, de lo contrario no habría deseo de meditar. Sin embargo, debe señalarse que la aspiración no sirve de nada salvo que esté apoyada por una fuerte voluntad, la aptitud para perseverar y la paciente persistencia.

I. LA ETAPA DE CONCENTRACIÓN

En todas las escuelas de misticismo avanzado o intelectual, el primer paso necesario es alcanzar el dominio de la mente. En el siglo XIV, Meister Eckhart dijo:

«San Pablo nos recuerda que, por estar hechos a imagen de Dios, podemos alcanzar la visión más alta y verdadera.[i100] Para ello es necesario tres cosas, dice San Dionisio. La primera, dominar la propia mente. La segunda, una mente libre. La tercera, una mente capaz de ver. ¿Cómo podemos adquirir esta mente especuladora? Por el hábito de la concentración mental».  [lviii] 59

Esto está en estricta conformidad con el método oriental, el cual busca que el hombre domine su mecanismo mental a fin de ser él quien lo emplee a voluntad, y no (como ocurre muchas veces) convertirse en la víctima de su mente, impelida por pensamientos e ideas sobre los cuales el hombre no tiene control, ni puede eliminarlos por muy fuerte que sea su deseo de hacerlo.

Las mismas ideas expresadas por Meister Eckhart se encuentran en la antigua Escritura India, El Bhagavad Gita:

«Krishna, la mente oscila, turbulenta, impetuosa, potente; creo que es tan difícil de sujetar como el viento.

«Sin duda... La mente oscilante es difícil de sujetar; pero mediante asidua práctica... se puede sujetar firmemente.

«Cuando tu alma haya pasado más allá de la selva de la ilusión, ya no se tendrá en cuenta lo que se enseñará ni lo que se ha enseñado.

«Cuando abandones la enseñanza tradicional tu alma permanecerá constante y firme en la visión del alma, entonces alcanzarás la unión con el alma» [lix] 60

Por lo tanto el primer paso es el dominio de la mente. Esto significa el poder de hacer que la mente haga lo que uno quiera, piense lo que uno decida y formuleideas y secuencias mentales dirigidas. La función de [i101] la mente en la mayoría de los casos es recibir, primeramente, mensajes del mundo externo por conducto de los cinco sentidos, siendo transmitidos por el cerebro. Hume dice que «la mente es una especie de teatro donde aparecen sucesivamente varias percepciones». Es el asiento de las funciones intelectuales y un gran centro registrador de impresiones de todo tipo, sobre las cuales actuamos o las rechazamos, si no nos agradan. La mente tiene tendencia a aceptar lo que se le presenta. Las ideas del psicólogo y de la ciencia respecto a la naturaleza de la mente, son demasiado numerosas para tratarlas aquí. Algunos consideran la mente como una entidad separada; otros como un mecanismo del cual el cerebro y el sistema nervioso son partes integrantes. Una escuela la considera como «una especie de estructura superior, no física... que puede someterse a un estudio estrictamente científico y sujeta a sus propios desórdenes». Unos la miran como una forma del yo, con vida propia, como un mecanismo de defensa construido a través de las edades, como un mecanismo de respuesta a través del cual hacemos contacto con aspectos del universo, que de otra manera serían inalcanzables. Para algunos es simplemente un término vago, que significa aquello con lo cual registramos pensamientos o respondemos a vibraciones, tales como las expresadas en la opinión pública y en los libros escritos en el trascurso de los siglos. Para el esotérico, la mente es simplemente una palabra que representa un aspecto del hombre que responde en una sola dirección ––al mundo externo del pensamiento y de los hechos––, pero que podría responder igualmente en otra dirección, es decir, al mundo de las energías sutiles y del ser espiritual. Mantendremos este último concepto al estudiar [i102] la técnica de la meditación. El Dr. Lloyd Morgan nos da una síntesis en la cual están incluidas todas las definiciones menores, y dice:

«... la palabra ‘mente’ puede emplearse en tres sentidos; primero, como mente o espíritu cuando se refiere a alguna actividad, que para nosotros es Dios; segundo, como cualidad que emerge de un alto nivel de evolución; tercero, como un atributo psíquico que compenetra todos los acontecimientos naturales en correlación universal».[lx] 61

Tenemos aquí la idea del propósito divino, la mente universal, y también de esa mentalidad humana que diferencia al hombre del animal en la escala de evolución, y también una referencia a esa consciencia psíquica universal que compenetra a lo animado y a lo, así llamado, inanimado. Como seres humanos, consideramos la mente como una cualidad que emerge de un elevado nivel de la evolución. Es un modo o método de contacto que recibe información de varias fuentes y por diferentes medios. Los cinco sentidos transmiten información gracias a la cual el hombre se da cuenta del mundo de los fenómenos físicos y de la vida psíquica en que está sumergido. No solamente eso, sino que la mente registra impresiones provenientes de otras mentes y de los pensamientos (antiguos y modernos) de los hombres, que le llegan por medio de la lectura, la palabra hablada, el teatro, las imágenes y la música. La mayor parte de esto es simplemente registrado y acumulado, para expresarse más tarde como memoria y anticipación. Los estados de ánimo, las reacciones emocionales, los sentimientos y deseos, sean de alta o baja calidad, son también [i103] registrados por la mente, pero es lo único que ocurre en las personas comunes. Muy poco raciocinio sigue al registro de la información y rara vez se produce una clara formulación de ideas. Una de las funciones de la mente es revestir las ideas con palabras que expresen dichas ideas con claridad, sin embargo, ¡cuán pocas personas tienen ideas o pensamientos realmente inteligentes! Sus mentes responden a lo que les llega del mundo externo, pero no tienen actividades propias inherentes o autoiniciadas.

Por lo tanto, el proceso que actualmente controla en el caso del hombre común, es desde el mundo externo hacia dentro, a través de los sentidos, al cerebro. El cerebro entonces telegrafía a la mente la información registrada, la cual a su vez la registra, y ahí termina generalmente el incidente.

Pero en el caso de los que verdaderamente piensan, ocurre algo más. Después del registro viene el análisis del incidente o información; se correlaciona con otros incidentes y se procede a un estudio de la causa y el efecto. La «sustancia mental», como la llama el oriental, es impulsada a la actividad; se crean imágenes y formas mentales en relación con la idea presentada. Entonces, si lo desea, el claro pensamiento del hombre se imprime en el cerebro y se establece una actividad recíproca. Pero el místico y el hombre que empieza a meditar descubren algo más. Encuentran que la mente, dirigida y disciplinada adecuadamente, puede responder en forma más amplia y profunda y hasta puede llegar a darse [i104] cuenta de ideas y conceptos procedentes de una esfera profundamente espiritual, comunicados por el alma. En lugar de impresiones de la vida diaria externa registradas sobre la sensible placa receptora de la mente, pueden venir de los reinos del alma y están causadas por la actividad de la propia alma del hombre, o por otras almas con quienes su alma pueda estar en contacto.

Entonces la mente adquiere una nueva y renovada utilidad y su campo de contacto no sólo abarca el mundo de los hombres, sino también el de las almas. La función de la mente en tales condiciones, es actuar como intermediaria entre el alma y el cerebro, y transmitir a éste lo que el hombre como alma ha percibido. Ello es posible cuando las antiguas actividades mentales son reemplazadas por actividades superiores y cuando la mente es momentáneamente insensible a todas las impresiones externas. Sin embargo, esto no se obtiene empleando métodos para hacer a la mente pasiva y receptiva, ni por el sistema de dejar la mente en blanco, o aturdiéndola para hacerla negativa; tampoco por otras formas de auto-hipnosis. Se produce por la fuerza expulsiva de un nuevo y mayor interés y por la centralizada atención de las facultades mentales enfocadas en un nuevo mundo de fenómenos y de fuerzas. Éste es el sistema de concentración y el primero y más difícil paso hacia la iluminación de la vida.

La palabra «concentración» deriva de las palabras latinas «con», “juntos”, y «centrare», centrar. Significa «reunir o [i105] traer a un centro común o punto focal»; supone reunir nuestros pensamientos e ideas dispersos, y mantener la mente firme y fijamente enfocada o centrada en el objeto de nuestra atención inmediata, sin desviación ni distracción. Implica la eliminación de todo lo externo o extraño al asunto en observación. Patanjali la define así: «La concentración consiste en fijar la sustancia mental en un objeto determinado». [lxi] 62

Esto necesariamente involucra la diferencia entre el pensador, el mecanismo de pensamiento y lo que el pensador va a considerar. Por lo tanto, debemos establecer la diferencia entre quien piensa y aquello que se emplea para pensar, la mente. Luego viene el tercer factor, sobre qué se piensa.

Los estudiantes harán bien, desde el comienzo de la meditación, en aprender a establecer claramente estas diferenciaciones básicas y cultivar el hábito diario de hacer estas distinciones. Hay que distinguir siempre entre:

1. El pensador, el verdadero Yo o el Alma.

2. La mente, o el mecanismo que el pensador trata de utilizar.

3. El proceso de pensar, o la tarea del pensador al imprimir en la mente (cuando está equilibrada) lo que está pensando.

4. El cerebro, que a su vez es impresionado por la mente, actuando como agente del pensador, a fin de trasmitir impresiones e información.

[i106] Concentración es el poder de enfocar la consciencia sobre un tema dado y mantenerla allí todo el tiempo deseado; es el método de percibir con exactitud y el poder de visualizar correctamente, cualidad que permite al pensador percibir y conocer el campo de percepción. Otra palabra para la concentración es atención, es decir, atención enfocada en una sola dirección. Es interesante notar lo que el Padre Maréchal dice a este respecto. Indica que «la atención es un sendero directo hacia la plena percepción, la alucinación, o, por lo general, hacia la creencia... Produce la unificación, al menos momentánea, de la mente, debido al predominio de un grupo mental... Pero esta ‘unidad mental’ realizada hasta cierto grado en el fenómeno de la atención, es también la única condición subjetiva que,como hemos visto, acompaña siempre a la percepción, verdadera o falsa, de lo real».  [lxii] 63

Se preguntarán cuál es el método más fácil para aprender a concentrarse. Se podría responder con palabras del proverbio francés: «Le meilleur moyen de déplacer est de remplacer» –– «el mejor modo de eliminar es sustituir», y uno de los mejores medios es utilizar lo que se ha llamado «el poder expulsivo de un nuevo afecto. Interesarse profundamente en algún asunto nuevo y fascinante, y enfocar la atención en un tema nuevo y dinámico, automáticamente tiende a dar a la mente una sola dirección.

[i107] Otra respuesta podría ser: concentrarse todos los días en lo que se hace durante el día. La concentración se desarrolla rápidamente si se cultiva el hábito de la exactitud en todas las cosas de la vida. Para hablar con más precisión es necesario poner cuidadosa atención en lo que decimos, leemos u oímos, y esto necesariamente implica concentración, por eso debe ser desarrollada. La verdadera meditación, después de todo, es una actitud mental, y derivará de una actitud concentrada.

Por consiguiente, el objetivo de nuestros esfuerzos consiste en entrenar la mente para que sea nuestro servidor, no nuestro amo, y cultivar el poder de concentración, preparatorio para la práctica de la verdadera meditación. El estudiante ansioso aplicará esta cuidadosa atención a los asuntos de la vida diaria, y así aprenderá a regular su mente como mecanismo de sus pensamientos.

Permítanme hacer hincapié sobre la necesidad de una actitud constantemente concentrada hacia la vida. El secreto del éxito puede expresarse en estas simples palabras: ¡Presten atención! Al hablar con las personas, leer un libro o escribir una carta, enfoquen firmemente los pensamientos en lo que hacen y gradualmente desarrollarán la capacidad de concentrarse.

A esta actitud cultivada debe agregársele definidos ejercicios de concentración practicados diariamente con perseverancia. Esto consiste en fijar la mente en un objeto determinado o en un tema elegido de reflexión. Le sigue el proceso de aprender, constante y serenamente, a abstraer la consciencia [i108] del mundo externo y de las condiciones exotéricas, y enfocarla a voluntad sobre cualquier tema.

La práctica regular y constante de la concentración diaria, gradualmente supera la dificultad a ejercer control, y puede traer los siguientes resultados:

1. Reorganizar la mente.

2. Polarizar al individuo en el vehículo mental en vez del emocional.

3. Apartar la atención de las percepciones sensoriales, aprendiendo a centrarse en el cerebro. La mayoría de las personas, igual que los animales, utilizan el plexo solar.

4. Desarrollar la facultad de concentrarse instantáneamente, como acto preliminar a la meditación.

5  La capacidad de enfocar la atención de forma inquebrantable sobre cualquier pensamiento semilla escogido.

II. LA ETAPA DE LA MEDITACIÓN

Patanjali define la concentración como el mantenimiento de la consciencia perceptora en cierta zona, y la meditación como el mantenimiento prolongado de la consciencia perceptora también en cierta región. Ello implica simplemente una diferencia en el factor tiempo y parecería que ambas etapas fueran la adquisición del control. Mediante la práctica de la concentración el estudiante deberá lograr el suficiente control a fin de no tener que reunir continuamente sus pensamientos dispersos. Por lo tanto, la concentración prolongada ofrece oportunidad a la mente para actuar sobre cualquier objeto dentro del círculo infranqueable de la zona elegida. La elección de una palabra o de una frase como tema de meditación, establece este [i109] «círculo infranqueable», y si la meditación se practica en forma correcta, la mente nunca se aparta del tema elegido, se mantiene enfocada y continuamente activa durante todo el período de meditación. Además, no debe permitirse a la mente hacer lo que le plazca con el tema o pensamiento simiente. Durante la concentración, el que medita debe estar en todo momento consciente de que utiliza su mente. Durante la meditación, desaparece la consciencia de que se está utilizando la mente, pero no se debe soñar despierto ni seguir el hilo de las ideas relacionadas con el tema, surgidas al azar. El pensamiento simiente se elige con un propósito –– sea por su efecto sobre quien medita, o por el servicio dedicado a otra persona, o en relación con alguna obra espiritual, o en alguna fase de la búsqueda de la sabiduría. Si el proceso tiene éxito, produce en quien medita poca o ninguna reacción, sea ésta placentera o no. Si se trascienden las reacciones emocionales, la mente, por propio derecho, puede actuar libremente. El resultado es una claridad mental nunca lograda anteriormente, porque la actividad común de la mente está siempre asociada a algún deseo o es afectada por éste. En tal estado de consciencia se trasciende el deseo, así como más adelante se trasciende el pensamiento en la etapa de contemplación. Cuando la mente se aturde hasta la inacción, sea por inhibición o por repetición persistente, no puede ser trascendida en la contemplación ni utilizada en la meditación. La práctica de dejar la mente en blanco no sólo es tonta, sino realmente peligrosa.

[i110] En los Aforismos de la Yoga de Pantajali encontramos las siguientes palabras:

«La gradual conquista de la tendencia de la mente de saltar de un objeto a otro y el poder de enfocarla en una sola dirección, produce el desarrollo de la contemplación».[lxiii] 64

La meditación es el resultado de la experiencia, el logro instantáneo de una actitud de la mente, consecuencia de largas prácticas. En el Bhagavad Gita se dice que en toda acción están implicados los siguientes cinco factores:

1. El instrumento material………...............  el cerebro
2. El que obra ……….…….……….............……  el yo
3. El órgano …………….….…………................  la mente
4. El impulso …………….………..............……..  la energía
5. El destino …………….………..............……...  el karma
 [lxiv] 65

La meditación es una actividad muy intensa y, como se verá, están implicados los cinco factores mencionados. El instrumento material a emplearse en la meditación es el cerebro físico. Muchos creen que deben trascender el cerebro, alcanzar una gran altura y quedarse en el pináculo de algún pensamiento hasta que suceda algo trascendental, y poder decir entonces que conocen a Dios. Lo que realmente se necesita controlar son los procesos mentales y cerebrales, para convertir al cerebro en un receptor sensible a los pensamientos y deseos del alma, el Yo Superior, al trasmitirlos por conducto de la mente, considerando a ésta como [i111] un sexto sentido y al cerebro como placa receptora. Utilizamos los cinco sentidos como avenidas de percepción que telegrafían constantemente información al cerebro, por cuyo intermedio el hombre tiene a su disposición informes sobre cinco vastos campos de conocimiento o cinco escalas de vibración. Se trata ahora de que la mente sirva un objetivo similar. Esto se resume por Meister Eckhart y encarna la posición de todos los místicos en ambos hemisferios:

«Primero, procúrese que los sentidos externos estén debidamente controlados... Luego obsérvense los sentidos internos o los nobles poderes del alma, inferior y superior. Tómense primero los poderes inferiores, los intermediarios entre los poderes superiores y los sentidos externos. Los poderes inferiores son activados por los sentidos externos; lo que el ojo ve y el oído oye, lo ofrecen al deseo que, a su vez, lo brinda en el transcurso al segundo poder, llamado ‘juicio’, el cual lo considera y lo pasa al tercer poder, el razonamiento...

«El hombre debe tener, además, la mente aquietada... el cuerpo descansado del trabajo corporal, no sólo las manos, sino la lengua y los cinco sentidos. El alma se mantiene más despejada en el silencio, pero en un cuerpo cansado a menudo queda dominada por la inercia. Entonces, tenaz y esforzadamente, tratar, con amor divino, de alcanzar la visión intelectual hasta abrirnos camino a través de los sentidos, y ascender más allá de nuestra mente, a la maravillosa sabiduría de Dios... Al elevarse el hombre a la cumbre de su mente él es el excelso Dios».  [lxv]   66

Valiéndose de la mente como instrumento dirigido, el alma puede manipular los impulsos o corrientes de pensamientos. Estas fuerzas fluyen en el campo de la experiencia [i112] del pensador, el cual debe aprender a dirigirlas conscientemente y a trabajar con ellas, a fin de producir los resultados deseados.

El quinto factor nos recuerda que debe alcanzarse cierta etapa de desarrollo evolutivo antes de poder en verdad meditar, haber hecho cierto trabajo y alcanzado cierto refinamiento en nuestro instrumento, antes de poder meditar inteligentemente sin peligro. No todos están equipados para meditar y obtener éxito, lo cual no debe desalentar a ningún estudiante. Siempre se puede empezar y preparar sólidos cimientos, controlar los procesos mentales y ser llevados a un elevado punto de realización, haciendo posible que el alma disponga de un mecanismo mental para ser utilizado. En todo el proceso descrito se ha estudiado la naturaleza física o forma, al reaccionar a las tres etapas de la meditación, de manera unificada; se ha considerado la cualidad que la anima y el móvil o causa de la manifestación de la forma. También se ha producido una concentración cada vez más profunda y una meditación más intensa. La atención se ha dirigido cada vez más hacia dentro y se ha prescindido de lo externo. Todo esto no se ha logrado mediante una actitud pasiva, sino por el más agudo y vital interés. La meditación ha sido positiva en su método y no ha llevado a una condición negativa o de trance. La mente ha estado ocupada todo el tiempo, pero en una sola dirección.

Llega finalmente a la etapa denominada [i113] bienaventuranza o identificación. La consciencia ya no se enfoca en el intelecto; se identifica con el objeto de la meditación. Esto lo consideraremos más adelante.

Tenemos, por consiguiente, las cuatro etapas brevemente resumidas, las cuales constituyen lo que se llama «meditación con simiente».

1. Meditación sobre la naturaleza de determinada forma.
2. Meditación sobre la cualidad de determinada forma.
3. Meditación sobre el propósito de determinada forma.
4. Meditación sobre la vida que anima a determinada forma.

Todas las formas son símbolos de la vida inmanente, y por la meditación con simiente llegamos al aspecto vida.

En Tratado sobre Fuego Cósmico se encuentran las siguientes palabras:

“El estudiante inteligente considerará que todas las formas de expresión son símbolos. Un símbolo tiene tres interpretaciones: representa la expresión de una idea, y esa idea tiene detrás de sí, a su vez, un propósito o impulso aún inconcebible. Las tres interpretaciones de un símbolo pueden ser consideradas de la manera siguiente:

1. La interpretación exotérica de un símbolo se basa, en gran medida, en su utilidad objetiva y en la naturaleza de la forma. Lo que es exotérico y sustancial sirve a dos propósitos: [i114]

a. Dar algunas vagas indicaciones respecto a la idea o concepto. Esto vincula el símbolo... con el plano mental, pero no lo libera de los tres mundos de la comprensión humana.

b. Limitar, confinar y aprisionar la idea, adaptándola así al grado de evolución alcanzado por el hombre. La verdadera naturaleza de la idea latente es siempre más poderosa, completa y plena, que la forma o símbolo por medio del cual trata de expresarse. La materia sólo es el símbolo de una energía central. Cualquier tipo de forma en todos los reinos de la naturaleza, y la totalidad de los vehículos manifestados, en su más amplio significado, sólo son símbolos de la vida — lo que esa Vida puede ser, continúa siendo un misterio.

2. La interpretación subjetiva es la que revela la idea subyacente en la manifestación objetiva. Esta idea, incorpórea en sí, llega a concretarse en el plano de la objetividad… Estas ideas son evidentes para el estudiante después de entrar en la meditación, de la misma manera que la forma exotérica del símbolo es todo lo que puede ver el hombre que recién comienza a practicarla. En cuanto el hombre emplea conscientemente su mecanismo mental y ha hecho aunque sea un pequeño contacto con su alma, ocurren tres cosas:

a. Va más allá de la forma y trata de justificarla.

b. Con el tiempo llega hasta el alma que ocultan todas las [i115] formas, y lo hace por medio del conocimiento de su propia alma.

c. Comienza entonces a formularse ideas, a crear y a manifestar esa energía del alma o sustancia, que puede manipular.

«Enseñar a las personas a trabajar con materia mental es prepararlas para la creación; enseñarles a conocer la naturaleza del alma es ponerlas en contacto consciente con el aspecto subjetivo de la manifestación, otorgándoles el poder de trabajar con la energía del alma; capacitarlas para desarrollar los poderes del aspecto alma, es sintonizarlas con las fuerzas y energías ocultas en todos los reinos de la naturaleza.

«El hombre puede –– cuando hace contacto con su alma y fortalece y desarrolla su percepción subjetiva –– convertirse entonces en un creador consciente, colaborando con los planes de la evolución y de Dios. A medida que cursa las diferentes etapas, se acrecienta su habilidad para trabajar y su capacidad para alcanzar el pensamiento que subyace detrás de todos los símbolos y formas. Ya no lo engañan las apariencias, pues las conoce como formas ilusorias que velan y aprisionan algún pensamiento.

3. El significado espiritual es lo que se halla detrás del sentido subjetivo, velado por la idea o el pensamiento, de la misma manera que la idea está velada por la forma que asume en la manifestación exotérica, lo cual puede serconsiderado como el propósito que engendró la idea y la condujo a su surgimiento en el mundo de las formas. La energía [i116] dinámica central es responsable de la actividad subjetiva…»  [lxvi]  67

Este proceso de llegar a la realidad tras todas y cada una de las formas, es el resultado de la meditación con simiente. Implica la comprensión de los tres aspectos de la Vida divina. Por eso se recomienda a los estudiantes que, para la meditación, tomen algunas palabras específicas o un versículo de algún libro sagrado, a fin de desarrollar el poder de llegar detrás de la forma de las palabras y alcanzar su verdadero significado.

Hemos penetrado en el mundo de las causas; ahora debemos tratar de captar el Plan, tal como existe en la Mente de Dios y como lo expresa el amor que emana del Corazón de Dios. ¿Es posible para las mentes humanas llegar más allá del amor y voluntad de Dios? Justamente aquí es donde se establece contacto con la Divinidad. La mente cesa de actuar y el verdadero estudiante de la meditación se desliza hacia un estado de identificación consciente con la realidad espiritual, denominada el Cristo interno, el Alma divina. En este punto es donde el ser humano penetra en Dios.

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56. Bailey, Alice A., La Luz del Alma, II, 1, 2
57. Earle, John Charles, Onward and Upward (Oxford Book of English Mysticial Verse), pág. 508
58. Maréchal, Joseph, S.J., Studies in the Psychology of the Mystics, pág. 166
59. Pfeiffer, Franz, Meister Eckhart, págs. 196-197
60. Bhagavad Gita, VI, 34-35, II, 52-53
61. Morgan, C. Lloyd, Emergent Evolution, pág. 37
62. Bailey, Alice A., La Luz del Alma, III, 1
63. Maréchal, Joseph, S.J., Studies in the Psychology of the Mystics, pág. 90
64. Bailey, Alice A., La Luz del Alma, III, 11
65. Bhagavad Gita, XVIII, 13-14
66. Pfeiffer, Franz, Meister Eckhart, págs. 279, 47
67. Bailey, Alice A., Tratado sobre Fuego Cósmico, págs. 1233 y sig.