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4. La Cualidad en el Mundo de las Apariencias


Ahora entraré a definir la palabra “cualidad”, que personifica el segundo aspecto de rayo, el cual es el rayo determinante, o segundo aspecto manifestante de la divinidad. Es el aspecto del Cristo o Vishnu; es el aspecto consciente y sensible de la deidad en la forma. También dije que se consideraría su expresión en el mundo de los fenómenos, significando con ello el mundo de las apariencias externas y de las formas tangibles.

La cualidad que emerge a través del proceso de la manifestación y bajo el impulso de la Vida divina, es el amor, y actúa por intermedio de la Ley de Atracción con el fin de producir una síntesis final en la conciencia. Recuérdese que el objetivo de nuestro actual proceso evolutivo es el desarrollo de la percepción consciente. El entero proceso va dirigido hacia esa culminación.

La cualidad, en último análisis, es ni más ni menos que la naturaleza de esa percepción y la respuesta al contacto sensorio en términos de cualidad. Mediante el desarrollo gradual del mecanismo de contacto (resultante de la cualidad activa que determina la vida de las células que componen la forma), la gama de contacto se extiende indefinidamente; el ente viviente responde al contacto en forma más vital, más comprensiva, en lo que a su capacidad respecta, captándolo en forma más sintética. Esta respuesta conduce a: [i194]

1. La comprensión del aparato de respuesta y la utilización inteligente del mecanismo de contacto.

2. La comprensión de la respuesta de la conciencia individual a la conciencia con la que ha hecho contacto, lo cual se efectúa por medio del mecanismo de respuesta. Este otro aparato de respuesta puede estar menos o más desarrollado que aquel aparato que hizo el contacto.

Esta interacción entre las conciencias que utilizan los mecanismos, confiere la comprensión de la cualidad, interacción que nos hace comprender la actividad que subsiste y motiva la apariencia. La ciencia exotérica permite la aprehensión y el estudio del aspecto actividad de las formas fenoménicas, y el mismo objetivo tienen las diferentes postulaciones de las numerosas escuelas de pensamiento que, mediante sus investigaciones, amplían la gama del conocimiento humano. Al mismo tiempo aumenta nuestra capacidad para comprender la intensa actividad de todas las formas en todos los reinos de la naturaleza y en cada átomo y célula que existe dentro de esas formas. La ciencia nos ha conducido de la cumbre de una realización a otra, y hoy nos hallamos perdidos en un mundo de energías. Nos han enseñado a imaginarnos un mundo de vibrantes puntos de fuerza que constituye en su totalidad todas las formas de vida, y presenta a nuestro atónito y confundido intelecto una vida planetaria, suma total de todas las formas conocidas. Cada forma constituye un universo en sí misma, y todas viven y vibran debido a la actividad divina. Empleamos la palabra “energía” para expresar dicha actividad, y no podemos ir más allá. Energía es vida y también muerte. La actividad se presiente y se conoce en lo orgánico y en lo inorgánico -una vasta serie de vidas atómicas erigidas en una estructura tras otra en incesante movimiento y además una vasta serie de estructuras vivientes erigidas [i195] en formas más grandes e incluyentes y también en incesante movimiento-. Estas grandes estructuras son organismo vibrantes, de manera que se despliega ante la consciente visión del ser humano, nada más que vida y actividad, movimiento y energía, y siempre coherencia, propósito ordenado, creciente síntesis, un Plan y una Voluntad. Esto lo aprueba la ciencia porque el conocimiento científico indica la respuesta del ser humano, a través del aparato colectivo de respuesta de toda la humanidad, al mecanismo de percepción de la gran Vida en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, el Logos planetario de nuestra tierra.

La ciencia esotérica nos introduce dentro de la forma o formas, y nos permite penetrar hasta el aspecto cualidad. Los estudiantes harían bien en recordar que el ocultismo puede ser el estudio de las fuerzas, y que el ocultista actúa en los mundos de fuerza que también son mundos de cualidad y de energías calificadoras que tratan de manifestarse a través del mundo de las apariencias. Cuando logren comprender esto dominarán la actividad de las formas que constituyen el mundo fenoménico. Existen energías, detrás de los fenómenos producidos por la actividad de las estructuras atómicas, que están latentes e invisibles y son frecuentemente imperceptibles y subjetivas. Las ciencias esotéricas tienen un propósito ante sí, que consiste en producir el gradual surgimiento de estas energías para que el ocultista experto pueda oportunamente trabajar en un mundo dual, aunque de fuerzas unificadas, y ser la voluntad creadora que guía, fusiona y utiliza el mundo de las apariencias y el reino de las cualidades. Estos dos tipos de energías activas y creadoras deben ser controladas por la Voluntad creadora o aspecto Vida, a fin de que actúen como una sola.

Por lo tanto, al aspirante se le enseña a dirigirse internamente; a estudiar los móviles, y a familiarizarse con las cualidades que tratan de [i196] expresarse en el mundo externo por medio de su mecanismo externo. A medida que aprende a hacerlo se altera la naturaleza de ese mundo externo de mecanismos, y llega a ser cada vez más consciente de las cualidades que luchan por expresarse detrás de las formas externas. Entonces amplía conscientemente el campo de sus contactos y pasa (por medio de la investigación científica) de una comprensión exotérica del mundo de las apariencias fenoménicas, a una comprensión esotérica del mundo de las cualidades. Recuerden que se debe recalcar esta aprehensión dual y que a medida que el ser humano aprende a “conocerse a sí mismo”, automáticamente aprende a conocer la cualidad que subsiste en todas las apariencias. En consecuencia, busquen la cualidad en todas partes. Esto es lo que queremos significar cuando hablamos de ver a la divinidad también en todas partes, reconocer la nota emitida por todos los seres y registrar el móvil oculto de todo lo que aparece. El ente humano sin desarrollo sólo ve la forma, observa su modo de actuar y juzga por las apariencias. El aspirante que va despertando comienza por presentir algunas de las bellezas que no han sido reveladas detrás de las formas; el discípulo despierto concentra su atención en el emergente mundo de las cualidades, y va siendo cada vez más consciente del color, de las nuevas tonalidades del sonido y de un renovado, envolvente e interno aparato de respuesta que comienza a permitirle hacer contacto con lo invisible, lo intangible y lo incógnito. Llega a percibir los impulsos subjetivos que condicionan la cualidad de la vida, los cuales se revelan lenta y gradualmente.

Esta belleza interna aún no revelada reside detrás del énfasis que la iglesia pone en el cultivo de las virtudes y los ocultistas en el empleo del pensamiento simiente en la meditación. Estas virtudes y pensamientos simiente responden a un propósito valioso y constructivo. La tan conocida verdad bíblica “como un ser humano piensa en su corazón, así es él”, se basa en la misma comprensión [i197] fundamental, y la diferencia que existe entre el ser humano espiritual y el ser humano mundano, de propósitos materialistas, consiste en que uno enfoca su atención en el aspecto cualidad de la vida y el otro en el aspecto apariencia. El ser humano puede emplear y emplea ciertas cualidades a medida que trabaja de ese modo, pero son cualidades desarrolladas durante el proceso evolutivo de la Vida divina, a medida que Ella ha pasado cíclicamente a través de los reinos subhumano y humano.

Cada uno de los reinos de la naturaleza ha desarrollado o está desarrollando una cualidad sobresaliente, y considera secundarios a los otros atributos divinos.

El reino mineral pone el énfasis primordialmente en la cualidad de la actividad, cuyos dos extremos son la cualidad tamásica, o naturaleza estática inerte del mundo mineral, y la cualidad radiactiva de la radiación, que constituye su más bella y divinamente perfecta expresión. La meta de todas las formas minerales atómicas consiste en llegar a ser radiactivas, el poder de atravesar todas las sustancias circundantes, limitadoras y ambientales. Esto es iniciación, o la entrada de todas las apariencias minerales en un estado de liberación, y la organización de todas las formas de este reino bajo la influencia del séptimo rayo.

La cualidad del reino vegetal es la atracción expresada en el color, y su liberación o forma superior de actividad, se demuestra en el perfume que exhalan las formas más elevadas de vida. Este perfume tiene conexión con su vida sexual, posee un propósito grupal y llama en su ayuda al viento de la iniciación y al mundo de los insectos. Esto no es sólo una manera pictórica de presentar la verdad. La misma naturaleza del perfume tiene como propósito e intención, afectar esos agentes que producirán la difusión y continuidad de la vida del reino vegetal. Los aspirantes del reino vegetal y sus formas más evolucionadas tienen belleza y perfume, y son susceptibles [i198] a las influencias ocultas de Aquellos a quienes se les confía la iniciación de las formas de vida para llevarlas a la deseada perfección. De allí la influencia del sexto Rayo de Devoción sobre este reino y la aplicación de ese rayo (expresado simbólicamente) “fija el ojo sobre el sol, dirige la vida hacia los rayos de calor, produce la mezcla de los colores y la gloria de la perfumada irradiación”.

El reino animal tiene la cualidad de un creciente propósito instintivo que en su forma más elevada se convierte en los animales más evolucionados en domesticidad y devoción al ser humano. Detrás de la apariencia de los animales hay una constante orientación hacia la comprensión, y la consiguiente gravitación hacia las formas de vida que circundan sus deseos. De allí la influencia del quinto Rayo de Conocimiento Concreto, que afluye a través de la familia humana hacia el tercer reino de la naturaleza. El ser humano es aquí el factor iniciador, y a él se le ha encomendado la tarea de conducir al reino animal hacia la liberación -liberación hacia el cuarto reino-, por ser la esfera de su próxima actividad. El reino vegetal se libera y pasa a otro proceso evolutivo y sus vidas entran en la evolución denominada dévica o angélica. Por eso el viento y el mundo de los insectos son sus agentes, así como el ser humano y el elemento agua son los agentes iniciadores del mundo animal. El secreto de la liberación para la naturaleza animal está oculto en la “naturaleza acuosa”, el aspecto sangre; en el derramamiento de sangre, esotéricamente comprendido, reside la clave de la liberación del reino animal. De allí que se están llevando a cabo, en gran escala, ciertos procesos iniciadores, tales como el derramamiento de sangre efectuado por la matanza de la forma animal del ser humano durante la Gran Guerra. En la guerra fue derramada sobre la tierra la sangre de millares de seres, y desde el punto de vista del propósito [i199] vida, se han obtenido ciertos resultados esotéricos. Este hecho es difícil que lo comprenda el ser humano, porque percibe primordialmente la forma y no la cualidad de la vida. Es difícil para la persona comprender el propósito divino que actúa detrás del mal que se reproduce en la matanza de animales y en el derramamiento de sangré durante las épocas prehumana y humana. Por “el derramamiento de esa agua color rojo”, se está llevando a cabo esa liberación que iniciará la vida de ese reino en nuevos estados de conciencia y de percepción. El problema de la matanza, sea en el reino animal o humano, se originó durante la primera “guerra en los cielos”, cuando Miguel y sus ángeles fueron arrojados del cielo y nuestro sistema planetario vino a la existencia. Hasta que la conciencia del ser humano no haya evolucionado a tal grado que pueda responder a la conciencia planetaria por medio de un mecanismo interno -aún no desarrollado en la mayoría- y “entrar en los secretos del Anciano de los Días”, el problema del dolor, del derramamiento de sangre, de la guerra y del sufrimiento, continuarán siendo un misterio inescrutable. Será develado -y ésta es la nota clave más importante- sólo cuando el ser humano no emplee el proceso de la iniciación animal mediante el derramamiento de sangre y lo reemplace por la domesticación y el mutuo amor. Cuando la mentalidad de la raza esté más desarrollada, el ser humano podrá, por el arbitraje y el correcto empleo de la palabra, allanar todas las diferencias y cambiar la iniciación animal, ya sea que se refiera al reino animal o a su propio cuerpo animal.

En el cuarto reino la cualidad que emerge es el aspecto del amor sintético o comprensión, la intuición. La intuición es una cualidad de la materia mental, “chitta” o sustancia mental. El ser humano también está destinado a ser radiactivo; el incienso o el perfume de su vida, debe ascender y atraer la atención de los factores iniciadores que esperan conducirlo a [i200] la liberación. Tales factores son el fuego y los miembros del quinto reino de la naturaleza. El creciente propósito de su forma animal debe ceder su lugar a la voluntad dinámica de la entidad espiritual, liberada de las limitaciones de la forma por el fuego de la vida y de la iniciación. De este modo armoniza en sí mismo todas las formas de acercamiento, liberación y realizaciones y sintetiza en su vida las aspiraciones de los otros tres reinos.

La radiactividad, el perfume del aspirante, la devoción hacia otros seres humanos (la sublimación de la domesticidad), el “derramamiento de sangre”, el sacrificio de la vida, la expresión en la tierra (el reino mineral) de la devoción y la vida sexual del reino vegetal, más el sacrificio a través de la sangre del reino animal, conducen al ser humano hasta el portal de la iniciación. Allí le espera al hombre el fuego y su aplicación purificadora y así, la tierra, el aire, el fuego y el agua (los cuatro elementos), lo preparan para la gran liberación y para liberar esa cualidad de captación sintética de la subyacente verdad que denominamos intuición. Esto, después de todo, es la respuesta del mecanismo al llamado simbólico de la cualidad divina manifestada en la totalidad y vista como iluminación. Así emergen las cualidades y aparecen en toda su gloria cuando el ser humano desarrolla y desenvuelve dentro de sí mismo el necesario mecanismo de respuesta, entrenándose para reconocer las realidades subjetivas o las cualidades divinas a medida que se manifiestan. Los procesos de la manifestación producen resultados en y sobre la conciencia del ser humano que va despertando gradualmente.