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LOS GRUPOS DE LA NUEVA ERA Y EL ENTRENAMIENTO

Para los que actuamos en el aspecto interno, los trabajadores mundiales se dividen en tres grupos:

1. Los pocos, y muy diseminados, verdaderos acuarianos. Trabajan en condiciones muy difíciles, porque su visión va más allá de la comprensión de la mayoría, y con frecuencia se enfrentan con la incomprensión y los constantes desengaños de sus colaboradores, y además se hallan muy solos.

2. Los directamente piscianos. Trabajan con mayor facilidad y hallan respuesta más rápida de quienes los rodean. Su trabajo es más doctrinario, menos incluyente y matizado por el espíritu de separatividad. Abarcan la masa de [i633] servidores mundiales en todos los campos del pensamiento y el bienestar humanos.

3. Los piscianos que están suficientemente desarrollados para responder al mensaje acuariano, pero aún no tienen confianza en sí mismos para los verdaderos mensajes y métodos acuarianos de trabajo. Por ejemplo, en el campo político poseen un sentido de internacionalismo, pero no pueden aplicarlo cuando tienen que comprender a otros. Creen poseer consciencia universal, pero cuando deben ponerla a prueba, emplean la discriminación y la eliminación. Constituyen un grupo mucho más pequeño que el de los verdaderos piscianos, están haciendo un buen trabajo y llenan un lugar muy necesario. Sin embargo, presentan un problema para el trabajador acuariano, porque si bien responden al ideal y se consideran a sí mismos como de la nueva era, en realidad no lo son. Ven una parte de la visión y han captado la teoría, pero no pueden expresarla en la acción.

Tenemos, así, estos tres grupos que efectúan un trabajo muy necesario, llegando a las multitudes mediante su esfuerzo unido y cumpliendo así su deber o dharma. Un grupo trabaja necesariamente bajo el espejismo de la opinión pública. El grupo intermedio tiene una tarea muy difícil que cumplir, porque donde no hay una clara visión, la voz de su medio ambiente elegido y la voz del grupo interno de los Conocedores del mundo están con frecuencia en conflicto, y el grupo es arrastrado de acá para allá, a medida que responde primeramente a unas y después a otras. El grupo de quienes responden más plenamente a las vibraciones acuarianas entrantes, registran las voces de los conductores de los otros dos grupos, pero la voz de los Maestros guías y la voz del grupo de los Maestros del mundo sirven para conducirlos infaliblemente hacia adelante.

He tratado de explicar estas modalidades y estos métodos [i634] de trabajo, porque los momentos actuales son difíciles y se requiere claridad de pensamiento para continuar el trabajo como es de desear. Incluso las triples distinciones que existen entre los grupos, son de carácter separatista, y es aún imposible presentar una idea en su verdadera y sintética relación. Se logra una conquista cuando los millares de grupos separatistas pueden ser agrupados en tres grupos globales, y la mente del discípulo puede liberarse del análisis detallado de la situación mundial entre los trabajadores del Plan.

La segunda gran prueba del discípulo sensitivo es el temor al fracaso. Está fundado en experiencias pasadas (porque todos han fracasado), en la comprensión de la necesidad inmediata y en la oportunidad y la aguda apreciación de la limitación y la deficiencia del individuo. Es, frecuentemente, el resultado de una respuesta a la vitalidad espiritual disminuida y física de la raza actual. Nunca ha existido una época en que el temor al fracaso haya obsesionado tanto a la familia humana. Otra causa de esta reacción se encuentra en el hecho de que la humanidad como un todo, y por primera vez en la historia de la raza, presiente la visión y, por lo tanto, tiene un sentido más exacto que nunca de los valores relativos. Los seres humanos saben que son divinos, y esto se está comprendiendo cada vez más universalmente. De ahí la inquietud actual y la rebeldía contra las condiciones limitadoras. Sin embargo, es una seria pérdida de tiempo para el discípulo pensar en el fracaso o temer fracasar. No existe tal fracaso, solo puede haber pérdida de tiempo. Eso en sí mismo es grave en estos días de aguda necesidad mundial, pero el discípulo inevitablemente debe rehabilitarse algún día y reparar los fracasos pasados. No necesito repetir que aprendemos mediante los fracasos, verdad bien conocida y sabida por todos los que procuran vivir como almas. El discípulo tampoco debe afligirse por los fracasos, aparentes o reales, de sus condiscípulos. El sentido del tiempo produce espejismo y desengaño, mientras que el trabajo realmente [i635] avanza, y una lección aprendida mediante un fracaso actúa como resguardo para el futuro. Esto conduce a un rápido crecimiento. Un discípulo honesto puede estar momentáneamente ilusionado, pero a la larga nada podrá detenerlo. ¿Qué son unos pocos y breves años comparados con un ciclo de eones? ¿Qué es un segundo de tiempo en los setenta años asignados a un ser humano? Para el discípulo individual son muy importantes, para el alma observadora no son nada. Quizás, para el mundo, un fracaso temporal podrá significar una demora en la ayuda esperada, pero eso también es breve, y la ayuda vendrá de otras fuentes, pues el Plan avanza infaliblemente.

¿Puedo, formalmente, ofrecerles el paradójico mandato de trabajar con toda seriedad, y al mismo tiempo no trabajar, sin embargo, con tanta formalidad y no tomarse a sí mismos tan en serio? Los que se hallan en el aspecto interno y estudian el trabajo de los aspirantes del mundo, ven actualmente, con una angustia lastimosa, la deficiencia del individuo, el esfuerzo sostenido y tenaz de su parte para “convertirse en lo que debe ser” y, sin embargo, al mismo tiempo, el penoso desequilibrio y la ausencia del sentido del buen humor. Los incito a cultivar estas dos cualidades. No se tomen a sí mismos demasiado en serio, y hallarán que podrán liberarse para realizar el trabajo con mayor libertad y poder. Tomen seriamente el Plan y el llamado al servicio, pero sin perder el tiempo en el autoanálisis constante.

Por lo tanto, la meta inmediata para todos los discípulos aspirantes en estos momentos, puede ser vista como:

  1. El logro de la claridad mental respecto a sus problemas personales e inmediatos, y principalmente el problema concerniente a su objetivo en el servicio. Esto deberá hacerse a través de la meditación.
  2. El desarrollo de la sensibilidad a los nuevos impulsos que afluyen al mundo en esta época. Esto se [i636] logrará amando más a toda la humanidad y, por el amor y la comprensión, haciendo contacto con ella más fácilmente. El amor revela.
  3. El servicio prestado con total impersonalidad. Esto se hace eliminando la ambición personal y el amor al poder.
  4. La negación a prestar atención a la opinión pública y a los fracasos. Esto se hace mediante la aplicación de la estricta obediencia a la voz del alma y por el esfuerzo de morar siempre en el lugar secreto del Altísimo.

Hemos fusionado el primer punto, respecto a la meta inmediata y los pasos que deben darse para alcanzarla, con el segundo punto respecto a la conducta y los factores que deben ser eliminados. Solo resta, en consecuencia, señalar los castigos que sobrevendrán al discípulo en probación y al trabajador entrenado, en caso de dejarse llevar por el espejismo y las fallas inherentes a su naturaleza, permitiendo que estas obstaculicen su trabajo y se interpongan entre él y la meta percibida.

Podría señalarse que hay tres puntos principales de peligro en la vida de servicio. No trato aquí del entrenamiento individual del discípulo, sino de su vida de servicio y de las actividades en que se desempeña como trabajador. Su temperamento, sus características (físicas, emocionales y mentales) tienen un potente efecto sobre su

ambiente y las personas que trata de ayudar, como también su trasfondo familiar, su entrenamiento mundial y su forma de hablar.

El primer punto peligroso es su condición física. Respecto a esto, no puedo explayarme mucho, excepto exhortar a todos los discípulos a actuar con sabiduría, dormir lo suficiente, alimentarse adecuadamente (esto varía para cada individuo) y desenvolverse en ese ambiente que les permita trabajar con la mayor facilidad. El castigo por violar [i637] estas sugerencias recae en la falta de poder para el servicio y en la creciente esclavitud del cuerpo físico. Cuando el cuerpo físico está en malas condiciones, el discípulo debe soportar las consecuencias surgidas al atraer fuerzas que él es incapaz de manejar.

El segundo punto de peligro reside en la ilusión astral, en la cual vive toda la humanidad, y su poder para ilusionar incluso a los trabajadores experimentados. He considerado esto extensamente en este tratado que, como ya saben, se refiere al control del cuerpo astral y a la correcta comprensión de sus leyes. Únicamente el control mental y la verdadera percepción espiritual serán suficientes para penetrar en este ilusorio miasma astral, y revelarle al ser humano que él es una entidad espiritual encarnada y en contacto -a través de su mente- con la Mente universal. Es evidente que el castigo sobreviene al discípulo que permite persistentemente ser ilusionado. Su visión llega a ser confusa y nebulosa y “pierde el sentido del tacto”, como se lo llama en los antiguos comentarios. “Vaga por las sendas de la vida y yerra el camino recto que lo lleva a su meta”.

El tercer peligro -y este prevalece mucho en nuestros días- es el orgullo mental y la incapacidad consecuente de trabajar en forma grupal. Su castigo consiste frecuentemente en el éxito temporal y la obligación de trabajar en un grupo que ha sido desvitalizado de sus mejores elementos, y que solo reúne a personas que se nutren de la personalidad del guía del grupo. Debido al énfasis sobre sus propias ideas y sus propios métodos de trabajo, el discípulo encuentra que su grupo carece de esos factores y esas personas que lo hubieran integrado, equilibrando su esfuerzo y dando a su empresa esas cualidades de que él carece. Esto es en sí un castigo suficiente, y conduce rápidamente a su sano juicio al discípulo honesto. Si un discípulo [i638] inteligente, honesto y fundamentalmente verdadero yerra de esa manera, con el tiempo despertará al hecho de que el grupo que ha reunido en su entorno fue moldeado por él y él está moldeado por ellos; con frecuencia, son personificaciones de él mismo y de sus repeticiones. La ley trabaja rápidamente en el caso de un discípulo, y los reajustes se efectúan con rapidez.

Quisiera indicar a los estudiantes que, si siguen adelante con perseverancia, descubrirán que la unión exotérica y esotérica de las escuelas externas e internas, o grupo de conocedores, es tan estrecha que ningún estudiante sincero pasa sin ser reconocido. En la presión del trabajo y en la carga y el afán de la tarea diaria, es alentador saber que hay quienes vigilan, y que cada acción amorosa, cada pensamiento de aspiración y cada reacción altruista son observados y conocidos. Recuerden, sin embargo, que es reconocido por Aquellos que nos ayudan, mediante la vibración acrecentada del aspirante, y no por un conocimiento específico de la acción efectuada o el pensamiento emitido. Aquellos que enseñan, se ocupan de los principios de la verdad, de los grados de vibración y de la cualidad de la luz que se verá. No se dan cuenta ni tienen tiempo para considerar hechos específicos, palabras y condiciones, y más rápidamente progresarán los estudiantes, cuanto más pronto capten esto y eliminen de sus mentes la esperanza de ponerse en contacto fenoménico con algún individuo, a quien llaman un Maestro, con mucho tiempo disponible y tantos poderes desarrollados, que puede ocuparse, en tiempo y espacio, de los asuntos triviales de los estudiantes.

Sin embargo, donde hay un crecimiento constante, una aplicación a los principios ocultos, a fin de producirse determinados cambios en los cuerpos empleados, y donde una acrecentada luz radiante es conocida y registrada, el aspirante es recompensado con progresivas oportunidades para servir a sus semejantes. No se recompensan las recomendaciones, ni se dan palmaditas en la [i639] espalda, tampoco se expresa conformidad con palabras de alabanza. Procuran hacer de los hombres y las mujeres comunes, conocedores e instructores:

  1. Enseñándoles a conocerse a sí mismos.
  2. Liberándolos de toda autoridad, despertándoles el interés y el deseo de investigar en sus propias mentes, e indicándoles (nada más que eso) la dirección donde hallar la respuesta.
  3. Dándoles las condiciones que los obliguen a mantenerse en sus propios pies y a depender de sus propias almas, no de ningún ser humano, sea un amigo amado, un instructor o un Maestro de Sabiduría.

No quiero volver a repetir lo dicho. La mayoría de los puntos que conciernen al trabajo del aspirante, en la actualidad, fueron considerados anteriormente en este tratado. Solo les resta estudiarlos con atención. Finalizaré exhortando, a todos aquellos que leen estas instrucciones, a reunir todas sus fuerzas, a renovar sus votos de dedicación al servicio de la humanidad, a subordinar sus propias ideas y deseos al bien del grupo, a apartar la vista de sí mismos y fijarla nuevamente en la visión, a vigilar sus palabras y no ocuparse de habladurías, críticas o insinuaciones, y a leer y estudiar de tal modo que el trabajo pueda seguir adelante con inteligencia. Que todos los estudiantes se decidan, en este día de emergencia y oportunidad, a sacrificar lo mejor de sí mismos para ayudar a la humanidad. Ahora es la necesidad y la demanda. El tiempo nos apremia, e insto a todos aquellos -a quienes estoy tratando de ayudar- a unirse al esfuerzo supremo de los Grandes Seres. Ellos trabajan día y noche en un esfuerzo por aliviar a la humanidad y neutralizar esos males y desastres, que son inherentes a la presente situación. Les ofrezco la oportunidad y les digo que son necesarios hasta el más insignificante de ustedes. Les aseguro que los grupos de estudiantes que trabajan al [i640] unísono y con amor mutuo, profundo e inquebrantable, pueden obtener resultados significativos.

Que todos trabajen así y que cada uno pierda de vista al yo, en la comprensión de la necesidad mundial, es la sincera oración y la más profunda aspiración de vuestro hermano,

El Tibetano